The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Castle on the hill · Priv.
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Holly A. Callahan
M. Meerah Powell
James G. Byrne
Hero N. Niniadis
Simon Lackberg
Kendrick O. Black
10 participantes
Invitado
Invitado
Recuerdo del primer mensaje :

20 de octubre, 22 hs

Dame un minuto— pido a través de la puerta cerrada del baño y vuelvo a inclinarme sobre el retrete para descargar las dos gotas de alcohol que se han vuelto un vomito ininterrumpido durante los últimos cinco minutos, en los que vengo repitiendo esa petición de un minuto más. Esto es asqueroso, así como vil. Traté de organizar todo en la fábrica para que no faltara jugo de limón fresco en el barril con hielo - que nos sirve para compensar la falta de refrigerador - y a cierta rubia se le ocurre darme una supuesta bebida frutal infiltrada entre las otras, que me tiene aquí tomando posesión exclusiva del baño.

Le estoy quitando a Synnove su escondite al darse cuenta que ha venido a nada más y nada menos que la fiesta de cumpleaños de Ken, pero que se joda. ¿Quién lo manda a cortar con él en el verdadero cumpleaños, eh? Me gustaría poder decir que me abrazo al retrete para no darle el espacio, cuando lo cierto es que no puedo irme más allá de un centímetro de la puerta sin ensuciar el suelo de la fábrica con más vómito. Soy la ironía del hijo de un hombre llamado Patrick que hizo honor a su nombre en cada fiesta, mi hígado está destinado a limpiar el karma que heredé de él y se declara abstemio. —¡Otro minuto!— ruego al sentir una nueva arcada ardiendo por todo el trayecto de la garganta.

Limpio el sudor de mi frente al escuchar la música lo suficientemente alta como para alarmarme de que pueda oírse fuera de la fábrica, hasta que recuerdo toda la protección que hay en el lugar y puedo tranquilizarme como para continuar con mi martirio personal. Mierda, ¿qué tan patético es estar vomitando con una balada lenta de fondo? No, un momento, es aún más patético vomitar cuando a alguien se le ocurre iniciar la ronda de karaoke y arrastrar hasta a la muerte a las primeras melodías. Espera, ¿es Ken? Demonios, como perro afinaría mejor. La próxima arcada es cortesía de mis oídos, supongo. Me estoy replanteando qué tan buena fue esta idea de no dejar pasar así como si nada algo como un cumpleaños, cuando todo lo que se necesita es un galpón abandonado, amigos y un poco de música, y por supuesto, refresco sin alcohol. Trato de ponerme de pie para impedir que a Bev se le ocurra sacar drogas y fallo, tengo que sentarme sobre la tapa del inodoro a tomar respiraciones que devuelvan mi hígado a su lugar.

Tonterías que leer:


PARTICIPANTES BOTELLITA

  1. Bev
  2. Hero
  3. Holly
  4. Jim
  5. Ken
  6. Meerah
  7. Mimi
  8. Sage
  9. Simon
  10. Syv


Cómo jugar:

Anonymous
Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- ¿Por qué derrocharía dinero de esa manera? Prefiero usarlo para comprarle el próximo blíster de pastillas. - Que nada me alegraba tanto en estos momentos como el haberla obligado a que siga tomándolas pese a su rompimiento. Lo admitía, mis razones habían sido justificadas en la biología y no en las hormonas, pero serviría de igual manera.

Miro a Simon cuando Holly abre la boca de manera oportuna, y medito si sabe lo de su hermana. Que es un niño listo, seguro; pero Syv llevaba tiempo sin andar de confidente con nadie de su familia, a menos de que contase aquella charla de hace semanas en las cuales había tenido que tener una charla larga y tendida con Amalie. - ¿Entretenido? Si quería entretenerse debería haberle comido la boca a James… qué desperdicio. - Niego con la cabeza y mi palmadita contra el hombro contrario de Simon tiene una intención completamente diferente.

Y me agrada la idea de Holly, pero Simon seguía siendo el hermano menor de mi mejor amiga, y había límites que no estaba dispuesta a cruzar. - ¿Sólo beber? - Consulto haciendo un pequeño mohín pese a que me llevo la botella a los labios. - Oh, vamos. Debe haber algo más divertido para hacer. Todo el mundo anda apretando o incluso más. - Y me freno para no poner ideas de su hermana en la cabeza del menor. - ¿Con qué te diviertes en las fiestas además de fumar? - Le consulto a Simon para ir midiendo qué cosas ha visto, porque como ande corto de ideas, me llevo a Holly a alguna de las habitaciones que todavía queden libres y busco la manera de divertirnos por nuestra cuenta.
Mimi J. Johnson
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Castle on the hill · Priv. - Página 5 B0Qjgp4
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James G. Byrne
Fugitivo
Que no sea “fatal” para ella es todo un elogio y eso que esto no es un examen que deba aprobar. Sí me muestro ofendido por un momento y de una forma muy exagerada, abriendo los ojos lo más grande que puedo a pesar de que los tengo totalmente achinados — ¿Eso es todo lo que tienes para decir? ¿Que no es para tanto? No tienes idea de lo mucho que puede sacar el estrés — y también te genera otro tipo de ansiedad, pero creo que eso ya es muy delicado para sus orejas y no me voy a meter en la charla que otra persona debería darle. Bah, de seguro ya la tuvo, pero no me voy a poner a hacer esas preguntas — Cuando le quitas el tabú a todo, empiezas a disfrutarlo — al menos, así es como lo veo yo.

No entiendo lo que quiere decir ni a dónde apunta, me demoro lo que parece una eternidad con los ojos puestos en ella hasta que reacciono con una sacudida repentina de la cabeza — ¿Qué me estás pidiendo? — me volteo, barro el sitio con la mirada y me encuentro con que cada uno anda a su bola, si es que siguen por aquí. Levanto la botella, sacudo lo poco que queda y me lo termino antes de dejarla en el suelo — Ven… — me levanto tan rápido que parte de su cuerpo se tambalea y yo mismo tengo que sostenerme del sofá para no irme de culo al suelo, pero lo consigo. ¿Dónde…? Ah, ahí lo vi. El licor verde y asqueroso que nadie se ha atrevido a beber se encuentra cerca, así que me hago con el mismo preguntándome si podré caminar sin que el estómago revuelto me afecte. Aún así, le tiendo la mano, tanto como para guiarla como para usarla de bastón.

Estoy seguro de que las luces en la fábrica no se movían antes. Parezco un gato alerta en lo que nos hago caminar los pasos necesarios que siempre he reconocido en dirección a la cocina, cuyas ventanas sucias y rotas dan al pequeño patio interno y gris en el cual compartí un cigarro robado con Sage y Ken en una ocasión. La música aún se oye, pero es más fácil ignorarla cuando me apoyo en una de las ventanas y bebo un poco más. En esta ocasión, ni vacilo cuando le tiendo la botella, seguro de que va a tomarla. La única luz que tenemos es la que viene del exterior, así que su cara se ve casi fantasmal — No haremos nada extraño — le aclaro, por el modo en el cual se lo digo suena a que estoy poniendo normas — Y no hablaremos de esto luego. De seguro ninguno se lo va a creer al otro, de todas formas. Siempre creí que eras muy… tú, así que no hay manera de que mi consciencia me convenza de que esto es totalmente real — hasta me río como si fuera una travesura cuando muevo uno de mis dedos para indicarle que se acerque, creo que es mi mano contraria la que tironea con cuidado de su cintura. En lo que me inclino hacia ella, que jamás me había dado cuenta de verdad de la diferencia de alturas, me detengo un momento para sonreírle con diversión antes de volver a besarla. Es solo un beso, seguido de otro, como un simple testeo que estira el contacto que existió en la sala y que debe morir aquí con nosotros.
James G. Byrne
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Simon Lackberg
Por lo que he entendido de la situación y lo que me dicen ahora, al parecer me he estado perdiendo una relación secreta entre Kendrick y mi hermana... Genial. Bueno, eso explicaría su repentino arrebato de rebeldía y todas las horas en las que nadie en la casa sabía dónde estaba uno o el otro - Soy nuevo en ésto de tener hermanos pero ¿No debería habérmelo dicho? - pregunto genuinamente a Mimí y la rubia que me robó lo único bueno que había tenido la fiesta.

- ¿Besar al tipo que luego le puso humo en la boca al rubio? No, gracias, tengo standars - digo luego con el ceño fruncido intentando pensar cuáles son... La habitación estaba llena de chicos guapos pero lo cierto es que no me gustaría besar a ninguno así que supongo que por empezar, debería haber sido una chica. Podría haber besado a Meerah o Beverly, así que supongo que me gustan las rubias ¿Así es como funciona? ¿Por descarte?

- Es la primera fiesta a la que voy así que fumar de momento - respondo luego encogiéndome de hombros - Y estoy seguro de que jugar a cualquiera de los juegos de los que están pasando por sus cabezas ahora, sería ilegal- continúo imitando con cada una las palmadas que recibí hace rato - Así que las dejo, chicas... - e intentaré no pensar en lo que harán ellas ahora que se quedan solas. Mierda... Ahora sí voy a pensarlo. No. No, Simon. Solo ve al cuarto de tu hermana y duerme.
Simon Lackberg
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Beverly S. Redford
Fugitivo
Por un segundo me quedo pensando a que se refiere Kyle y luego recuerdo que le he estado dando drogas para que venda y poder seguir consiguiendo dinero por si tenemos que huir de la fabrica, no ha pasado en un año pero ya no puedo sentirme comoda en ningun lugar hasta que el gobierno actual caiga.

Supongo que tendré que dejar repartir porros ya que había usado los que pensaba vender para animar la fiesta. Pero hacía un tiempo que no fumaba y menos entre amigos, una reducción en nuestros ingresos esta semana no sería tan grave. Tomo el que me pasa dandole una calada también, pero me atraganto luego de escuchar su proposición. Nunca hubiera esperando una invitación de parte de Kyle, bueno tampoco tenía que ser una sorpresa porque siempre habiamos compartido una química especial, pero desde que viviamos separados nunca habiamos ahondado en ello. Tal vez ahora que había visto que Ken estaba con Syv le pasaba lo mismo que a mí y quería disfrutar con alguien que lo entendiera.

- Vayamos ahora - le digo y tomo su mano para guiarlo a mi cuarto, con suerte la parejita no estará todavía peleando - Pués James se ha besado con casi todos, sobretodo con Sage que es el novio de Hero, y esta se puso un poco celosa pero ya estaban hablandolo así que se solucionara. Ahora yo a Jim lo quería juntar con una chica nueva porque podía ver la tensión con mi habilidad de cupido pero no les tocaba, aunque ahora estaban juntitos en el sillon así que creo que mi trabajo esta hecho - abró la puerta y lo invito a pasar - Supongo que el principal problema fueron Syv y Ken, a pesar de que rompieron cuando les toco besarse lo hicieron muy intensamente pero se siguieron portando como idiotas así que tuve que intervenir - me sonrio un poco entre culpable y con picardía mientras me siento en la cama - Y ahora supongo que se estaran arreglando - suspiro porque no quiero imaginar más de eso - Es dificil ser buena amiga - luego me doy cuenta que estoy con Kyle y le sonrió a él ofreciendole la mano para que se siente a mi lado - Pero estamos aquí y vamos a pasarla bien.

Beverly S. Redford
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Holly A. Callahan
Civil
Suspiro con dramatismo porque sí, no hablaremos del desperdicio de ese beso que no fue y ladeo la cabeza en dirección a Simon, teniéndole algo de pena — Si te sirve de consuelo, la mayoría solo lo supo por verlos y Syv no quería gritarlo a los cuatro vientos. Además, solo fueron un par de meses — no le iré con los chismes porque creo que nadie quiera saber eso de sus hermanos, pero no es algo que yo pueda saber porque… nada, no voy a hablar ni pensar en ese tema ahora.

No sé qué es más gracioso, si la indignación de Simon, las preguntas de Mimi o e factor de que el chico parece querer huir a toda costa, cuando yo recuerdo tener su edad y estar desesperada por juntarme con los mayores en sus fiestas clandestinas. Bueno, digamos que no fue una adolescencia demasiado legal, pero dejemos eso de lado para hacerle un puchero a Simon en cuanto se levanta — ¡Pero quería enseñarte un par de juegos de apuestas con las cartas! — que he aprendido varios, si vamos al caso.

Que Simon se marche hace que mire la sala y… Momento… ¿Dónde se han metido todos? — No puedo creer que seamos las últimas. ¿De veras todos se están metiendo mano y nosotras aquí? — ¡Hasta la niña Powell se escapó! ¡La enana fue más rápida que yo y le va a meter mano a James! Suspiro con indignación, me pongo de pie para rebuscar algo que beber y entonces veo… la bandeja de chocolates de Beverly en el suelo. Bah, he comido cada cosa asquerosa que pronto los recupero y me giro en dirección a Mimi con una sonrisa — ¿Te parece comerlos y elegir una buena música de ambiente para los tortolitos? Que si escucho gemidos ajenos toda la noche, no podré soportarlo.
Holly A. Callahan
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Me encojo de hombros ante su reproche porque, mal que mal, estaba siendo sincera. - No estoy muy estresada que se diga… Y supongo que debe ser diferente en un ámbito cargado de hormonas y de calentura. - Que no era idiota, e incluso siendo un juego había habido besos que… En fin, mucho alcohol, chocolates que vaya a saber lo que sea que tenían y un estrés que ciertamente no estaba. - ¿A qué todo? ¿A besar en sí, o a dejar las inhibiciones? - Que por mi parte no sabía dónde habían quedado esas, porque estaba convencida de que en algún momento de la noche las había perdido y no sabía cuándo había pasado eso. Sino no me explicaba como estaba prácticamente sentada arriba de James, luego de haberlo besado no una, sino que dos veces, y pidiendo lo que, a menos que malinterpretara mucho las cosas, sería un tercer beso. Y por unos segundos creo que sí ha entendido mal mi petición, o que la ha entendido y va a rechazarme para luego reírse en mi cara. Pero acaba por levantarse, casi tirándome al suelo en el proceso, y pidiéndome que lo siga. ¿Qué?

Me gustaría decir que medito un poco el asunto o que tengo algo de integridad, pero antes de siquiera poder pensar lo que me ha dicho, mi cuerpo ha reaccionado por su cuenta y estoy parada sin siquiera saber en qué momento es que me incorporé. Y tomo su mano para seguirlo hasta lo que evidentemente es la cocina, recorriendo un trayecto que se ve apresurado en mi campo de visión, pero que estoy segura que es mucho más lento y corto de lo que parece. Incluso cuando me da la botella de aquel licor asqueroso tomo de ella casi sin sentir el sabor. Pero debe ser que ya soy inmune al alcohol, o que de verdad me ha pegado, porque la visión de James contra una ventana invitándome a que me acerque… Era octubre, podía asegurar que el aire que de repente se torna pesado no proviene de las ventanas rotas que dan al exterior.

- No veo qué es lo que hay de malo en ser muy “yo”. - Sonaba como una especie de insulto despectivo, mientras que yo estaba bastante orgullosa de ser como era. - Aunque concuerdo con eso de que esto no parece muy real… Pero bueno, según tú no tengo la suficiente imaginación, ¿no? - No importa en realidad, porque con o sin imaginación puedo comenzar a entender qué es lo que resulta tan atractivo de los besos. O tal vez sea el contacto que mantiene contra mi cintura; ese que busco imitar al llevar una mano a la suya mientras que la otra se desliza hasta su nuca mientras me pongo en puntitas de pie para poder llegar mejor a sus labios. - De acuerdo, esto es bastante mejor que fatal. - Y si me permito decirlo es porque él es el que ha puesto la regla de no hablar de esto luego. Una regla que puedo darme el lujo de explotar cuando me aventuro a otro tipo de contacto entre nuestros labios. Uno que busca ser más profundo o cuando menos minucioso. Y supongo que la ligereza de mis pulmones es a lo que se refiere con eso del estrés… ¿o es ansiedad?
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
¿Que tiene de malo que sea muy ella? Le arqueo una ceja, pero no le hago la lista que se me viene a la cabeza que va desde su estatus social, su sangre o incluso su edad. Sé que aquí dentro estamos sacando a relucir todo lo que está mal, nos estamos pasando por culpa de algo que nos ha quitado el pudor y el sentido común, porque fue fácil eliminar las líneas cuando olvidarnos de todo lo demás se volvió sencillo. Como decimos, no se siente real. Es extraño el saber que hay alguien que se cuelga de mi cuello para besarme y no es alguien de dientes podridos del mercado, sino la clase de persona que siempre juré que estaría lejos de mí, a una distancia segura para que su mierda no me contagie. No la veo bien, pero la siento. Es pequeña, pero es muy fácil que mis brazos la estrechen y se sienta inmensa, porque cubre todo de mí.

Puedo sentir mis labios cansados, pero se mueven como si tuvieran vida propia para ir recorriendo y conociendo una boca nueva. Hay cierto impulso en mi lengua y en mi respiración, me abre paso en la emoción nueva de saber que todo esto está terriblemente mal y por eso mismo, no se puede detener. Hasta sonrío por culpa de sus palabras, esas que me hacen cerrar la mano sobre su cintura, arrugando un poco la tela de su ropa — Te lo dije — bromeo con cierto tono prepotente, como si no pudiera hacer otra cosa que darme la razón — Es que tienes el cerebro apagado. ¿O soy solo el único que no está pensando? — en serio, creo que tengo una nebulosa en donde antes debían estar las neuronas.

Se siente como que mi boca demanda la atención de la suya cuando vuelvo a buscarla. La mano que tengo libre se enrosca en su cabello que apesta a shampoo dulce y recargo tanto mi peso como el suyo en una ventana que se queja, pero no cede. La única razón por la que me detengo es porque mi cuerpo me pide que respire con normalidad, así que dejo salir el aire en sus labios, esos que beso una vez con cuidado, luego otra, le sumo una más corta y casta. Acabo deslizando la mano de su pelo por su mandíbula hasta que mis dedos rozan sus labios rosados, esos que raspo con los dientes a pesar de la interrupción de mis yemas — Sabes muy bien que podrías morir por hacer esto… ¿Verdad? — lo comento en un susurro divertido, como si mofarnos de la muerte obligada por las leyes fuese una broma inocente. Dejo caer la mano, tanteando la suya que aún sostiene la botella para recuperarla — Nada mal para la niña del Capitolio que conocí hace como dos años. Ahora solo te falta robar un banco… podríamos idear un asalto, sería como el punto culmine de tu revelación — hasta suena tentador y todo, aunque no tenga sentido alguno. Aún sostengo su cintura cuando recargo la cabeza en el vidrio y vuelvo a tomar del pico, sin importarme lo atropellado que estoy siendo que se me chorrea un poco.
James G. Byrne
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https://www.themightyfall.net/t8231-byrne-james-gabriel
Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Antes de dejarme guiar por entre los pasillos de la fábrica abandonada que ahora se ha convertido en nuestro hogar, cojo la primera botella de alcohol que pillo del recinto, y agarrado a su mano, camino por los pasadizos. El alcohol no es mala compañía, sobre todo cuando se va a hablar de negocios. Porque eso es lo importante y lo que vamos a hacer, ¿no? Quizá en otro momento, estando sobrio, no me habría planteado entrar a su dormitorio así como así y más en este estado. O quizá sí, porque nos conocemos desde hace dos años ya y especialmente en este último, hemos ido formando una especie de amistad que nunca pensé que existiría cuando la conocí.

Una vez dentro, me siento en la cama, a su lado y... — Espera, ¡¿qué?! ¿En serio? — suelto, notablemente sorprendido, cuando menciona que Syv y Ken se han besado. Ahora entiendo por qué los dos se han marchado repentinamente... — Desaparezco una hora y pasa de todo. Wow — añado, todavía incrédulo, y doy un largo sorbo a la botella porque verdaderamente lo necesito para asimilar esa información. Sé que mi mejor amigo está completamente pillado por ella, pero vaya, después de cómo acabaron... Espero que consigan hablar las cosas bien después de esto, por el bien de ambos.

Doy otro sorbo, esta vez uno más corto, y me seco los labios con la manga de la camiseta para después girarme hacia Beverly. — ¿Y tú? ¿Te has besado con alguien digno de mención? — Nunca me he considerado un cotilla, pero esa pregunta es la primera que se me pasa por la cabeza cuando la veo tan cerca de mí. Puedo notar hasta el calor que desprende su cuerpo y ahora mismo me resulta extraño; pero no sé si es fruto del alcohol y de haber fumado, o si es de la situación, o si simplemente es por ella. — ¿Qué tenías pensado para divertirnos? — dejo caer con segundas. Ella parece saber más que yo de todo esto y es quien lleva las riendas del asunto, y ahora mismo no voy a poner ningún problema en que sea así. Que le den a los negocios por ahora.
Kyle A. Overstrand
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Beverly S. Redford
Fugitivo
- Por eso siempre se tiene que estar antes - le aconsejo, más de una vez había pasado en el 14 pero por suerte la tenía a mamá, ahora lo que tenía a favor es que vivía en el centro de todo así que no había chisme que no me perdiera.

Cuando me preguntó por mis besos le doy una ultima calada al porro antes de apagarlo en el suelo que ya se estaba acabando.

- Pues... - tuve que pensarlo. Hero apenas había sido un piquito y la verdad no hubiera pasado más de eso, Ken había sido todo de mi parte y principalmente para causar celos - Syv fue un buen beso, pero más en plan jugando - note que me estaba mirando muy inteso y que se había acercado un poco más - Todavía podría seguir evaluando - dije mirando sus labios.

Al preguntar cual eran mis planes practicamente me estaba dando via libre ¿no? Bueno no perdía nada por probar. Acorte la distancía entre nosotros y lo besé. Empecé lento, con a penas roces y acariando sus labios, para luego tomarlo de la nuca y profundizar el beso mientras mi otra mano pasaba a su pecho y me giraba para tenerlo de frente.
Beverly S. Redford
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Había compartido muchos abrazos con anterioridad, pero cuando sus brazos me terminan por rodear no sé si calificar ese contacto como uno; se siente más una necesidad inconsciente de reducir el contacto de nuestros cuerpos porque el de nuestras bocas no basta. Y no puedo decir que me desagrada la sensación, todo lo contrario de hecho. Se siente mal y bien al mismo tiempo, pero en algún momento ha dejado de importar el valor moral que pudiese tener cualquier acción. Creo que ha sido un poco antes del “no hablaremos de eso”, y definitivamente no pensaba en ello mientras que su boca exploraba la mía de una forma en la que me hace entender de verdad cuál era la gracia detrás de los besos. Una que parecía casi adictiva.

Puede que pellizque su cintura cuando lanza el peor comentario que pueden decir en mi presencia, pero a su vez me río porque no puedo no cederle la razón, aunque sea en ese gesto idiota. - Claramente que hace rato que dejé de pensar. - Le aseguro en lo que dejo de estar en puntitas porque se me empiezan a cansar las plantas de los pies. - ¿Qué chances hay de que mañana de verdad no recordemos esto? Porque no quiero tener que explicar nada ni siquiera a mí misma. - La verdad es que temía volver a recobrar la conciencia, porque sabía muy bien lo que opinaría de esto, y no tenía ganas de pensar en la yo del mañana. La de ahora se estaba divirtiendo un poco más.

Sobretodo cuando una de sus manos se aventura hasta mis cabellos y me genera un cosquilleo que me recorre desde la cabeza hasta los pies. Siempre me ha gustado que me cepillen el pelo, pero esto era diferente, un buen diferente. Más cuando viene acompañado de otro beso intenso, de esos que no esperaba que se sintieran así. Y se separa justo cuando creo que estoy corriendo una especie de maratón, una que me hace sonreír pese a lo agitado de mi pecho y las palabras que pronuncia luego. - Podría haber ido a la cárcel solo por dejarte cargar a mi hermana. E incluso podrían haberme tachado de traidora por no haberte entregado cuando te fuiste. - Me encojo de hombros con resignación y acabo apoyando mi mentón contra su torso, dejando que la mano que se posaba sobre su nuca se deslice hasta enroscarse por detrás de su espalda. - Creo que la constitución es algo extremista y poco racional. Por eso acabaré por estudiar leyes. Si todo esto sigue igual en un par de años, seré yo la que trate de cambiar… no sé, algo aunque sea. - Al menos podría discutir desde el conocimiento y no solamente desde la lógica. El argumento “está mal” no sirve contra una raza entera de magos rencorosos sometidos a ocultarse durante siglos.

- ¿Para qué querría robar un banco? Tengo a Cocoa, basta con dejarlo suelto y habrá recolectado cada pequeño galeon de cualquier lugar. - Y si así se portaba cuando era tan pequeño que entraba en mi palma, no quería imaginar lo que haría de más grande. - Tampoco está mal para el esclavo andrajoso que me insultaba a cada oportunidad que tenía. Si no fuese porque sería totalmente ilegal, casi que diría con orgullo que fuiste mi primer beso. - ¿Y de verdad esto había pasado? Al parecer sí, así que como todavía puedo aprovechar, vuelvo a ponerme en puntitas de pie y beso su comisura, allí donde se resbala el extraño licor que sigo sin saber qué es.
M. Meerah Powell
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- Y si no te sirve de consuelo, puedo asegurarte que ninguna chica quiere decirle a su hermano, sea menor o no, que tiene novio. - Era una especie de regla universal en la que existían pocas excepciones. - No quieres saber cómo se enteró Amalie. - Le aseguro. Y normalmente no hablaría tanto sobre la intimidad de mi amiga, pero hace rato que el porro y el alcohol habían hecho efecto y bueno… su culpa por no haber aclarado las cosas antes con su hermanito menor.

-¿Pero has visto cómo está? No creo que a nadie le importen mucho los estándares. Además, como si no hubieras fumado. Solo fue un poco de humo. - Sigo sobre el tema solo porque me parecía una pena que no me hubiese tocado con él en la botellita. Que no me quejaba de que hubiera salido Holly, para nada. Pero bueno, en una fiesta se aprovecha lo más que se puede, ¿no?

- Ahora se preocupa por lo legal… - Me dejo caer hacia atrás con resignación cuando se va, y ni siquiera me molesto en levantar la cabeza cuando Holly declara que nos hemos quedado solas. - ¿En qué momento nos hemos vuelto las aburridas de la fiesta? Que si otra rubia más pierde la virginidad antes que yo, terminaré por lanzarme al primero que se me cruce por el camino y que no tenga una edad cuestionable. - ¿Seguiría Dave interesado? Casi que podría resignarme a un par de semanas de relación… ¿no debería ser tan malo, no? Me incorporo ante el nuevo ofrecimiento de Holly, y tomo uno de los chocolates sin que me importe dónde estuvo antes. - A estas alturas comenzaré a meterte mano a tí, con o sin música. - Declaro pese a que me levanto a subir el volumen de la música, tratando de encontrar algo que no sea solamente karaoke.
Mimi J. Johnson
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James G. Byrne
Fugitivo
Espero que sean muchas — bromeo con la risa camuflada en la voz, que si mañana voy a cuestionarme cada una de estas acciones, prefiero olvidarlo por completo. No tengo mucha experiencia con el alcohol, pero tengo la ligera sospecha de que cuanto más quiera olvidar algo, más se me va a pegar a la memoria. Jamás de los jamases hubiera creído que Meerah Powell sería la persona que reiría de mis chistes apoyándose contra mi pecho, haciendo que menee la cabeza de un lado al otro en lo que revoleo los ojos, midiendo su razón — Tienes un punto ahí. Digamos que tu carta de denuncia sería bastante extensa — le quito algunos mechones de la cara, esos que no sé cuándo se han despeinado y sospecho que fue mi culpa, con un gesto algo patoso y demasiado casual como para ser tomado en serio. Dice algo de leyes, pero es una charla demasiado seria como para que mi cerebro la procese y lo único en lo que puedo pensar es en Meerah con tacones y una peluca antigua y blanca de juez — ¿Vas a decir que tomar licor con muggles está bien? — por raro que suene, creo que lo estoy preguntando en serio.

¿Quién es Cocoa? — siento que me he perdido de algo, pero si ella dice que es bueno robando, voy a creerle. Casi me atraganto al beber y reírme a la vez, así que subo mi puño a la boca por un momento para aclararme la garganta — ¿Casi? Me ofendes. Tendrás que decirle a tus amigas que tu primer beso fue alguien apuesto e increíble, tan misterioso que no sabías su nombre ni su procedencia… — creo que se me pierde la mitad de las palabras cuando es ella quien se acerca a besarme, con un toque que me provoca el girar el rostro para robar un beso torpe y casto de sus labios, lo que me roba una nueva risita — ¿Tienes hambre? Me muero de hambre. Me comería una pizza entera.

Está claro que mi cuerpo está pasando por algo que he oído llamar “el bajón”, porque tiro de ella para despegarnos de la ventana y apoyo la botella sobre una de las mesadas, empezando a abrir y cerrar alacenas destartaladas llenas de latas. Obviamente que pizza no hay, pero encuentro lo que parece ser una enorme bolsa de doritos, la cual tomo con una exclamación de triunfo — No es lo que esperaba, pero es más que aceptable — el ruido metálico parece demasiado estruendoso en lo que abro el paquete, pero pronto me estoy llenando la boca de un puñado de doritos que me tiñen los dedos y los labios de ese polvillo naranja artificial. Mi cuerpo está tan pesado que me recargo de lado contra la mesada en lo que chupeteo mi pulgar y le tiendo el paquete para que tome lo que quiera — ¿Vendrás aquí seguido o qué se supone que pasará ahora? — porque su presencia aquí es extraña y todavía no obtengo respuestas. Para que no lo sienta como un reproche, me inclino para besarle la mejilla, jugueteando en su pómulo y bajando a su mandíbula con intenciones de que aún así pueda explicarse. Y sí, la voy pintando de naranja, para variar.
James G. Byrne
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Holly A. Callahan
Civil
Se me escapa un bufido mezclado con una risa sin poder contenerme, rodando los ojos hasta mirarla con una sonrisa — No hay absolutamente nada legal aquí. Creo que Powell no llega a la quincena de primaveras y estoy segura de que no están solamente hablando. ¿Y qué me dices del resto? — Ken y Syv habían comenzado su relación con él teniendo dieciséis y no nos vayamos a Hero y Sage. Creo que a estas alturas eso es lo de menos, si consideramos que aquí son todos fugitivos. Me lanzo sobre el sofá largo panza arriba, pellizcando el chocolate y llevándolo poco a poco a la boca en lo que alzo un hombro — Creo que ya deberías empezar a considerarlo. ¿Ves a alguna rubia por aquí? — muevo la mano, mostrando la sala con cadáveres de botellas — Están todas siendo felices y nosotras tenemos que quedarnos con las sobras — literalmente, lo dejo en claro al mostrarle el dulce.

La amenaza me hace reír, porque creo que está bien en claro que nada de lo que está diciendo me molesta — No me acuesto con mis amistades, pero en vista y considerando que somos las únicas enteras… — me muevo hacia un costado para hacerle espacio a mi lado, girando la cabeza para ver su espalda — Pon lo que sea, pero que haga mucho ruido. ¿Crees que Syv y Ken vuelvan o será solo un desliz de una noche? — me golpeteo el mentón con el último trozo de brownie y me lo acabo metiendo de lleno en la boca — Para ser un juego en el cual nadie tenía fe, parece que todo el mundo lo tomó de motor. Jamás me había sentido más acertada en la vida.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Supongo que aquí es cuando entra a mi favor el que dijimos que no se hablaría de esto, o el que mi padre sea el ministro de justicia. - Que no me sabía bien el estar bromeando sobre él, o sobre lo que significaba encubrir a alguien tras haber cometido un acto ilegal si consideraba cómo estaban las coasa en casa. Y de verdad freno el pensamiento ahí porque no quiero ponerme a pensar en lo que pensaría mi padre, o Lara, o cualquier persona de mi familia. Incluyéndome. - Claro. Tomar licor y besarlos estará bien en la nueva constitución. Pero sólo si una cosa se desencadena de la otra. - Nada de sentimentalismos o actos conscientes. Que sino no tendría gracia.

- ¡Es mi escarbato! - Me río al pensar que como se fué no llegó a conocerlo, y a su vez me genera un alivio estúpido que me hace reír todavía más. - Que te lo presentaré en algún día que no tengas una podadora cerca. - Porque era adorable, pero también era escurridizo y no quería arriesgarlo para que sufriera un destino parecido al de Argie. Sabía que había sido un accidente, pero mejor prevenir que lamentar. ¿Pizza? Prefiero chocolate, mucho chocolate. - Pero si pizza es lo mejor que tenía para ofrecer, lo aceptaría.

Al final solo encuentra un paquete de frituras, y no son mis favoritas porque jamás puedo comerlas sin mancharme, pero al final me da lo mismo y meto la mano en la bolsa para sacar un puñado de doritos. Que como de manera civilizada, llevándomelos de uno a la boca y no aplastándolos contra ella de manera atropellada. Estaría ebria, pero nunca al punto de comer como un cerdo. Aunque era divertido ver que incluso bajo la escasa luz que nos ilumina se podía notar el naranja contra sus labios, y si tuviera un espejo, probablemente contra los míos. Eran deliciosos, pero imposibles de comer sin terminar como una especie de alien fluorescente. - No tengo idea. - Es la verdad, mis visitas dependían pura y exclusivamente de mi tía y… Me corto unos segundos incluso en mi hilo de pensamiento porque no esperaba sentir nuevamente sus labios, así que inclino un poco la cabeza y trato de no reírme cuando llega hasta mi mandíbula, casi que rozando mi cuello. - Vine un par de veces, pero permanecí esconcida en algún cuarto con Hero, y… - Trato de no distraerme y mantener el hilo de la conversación, pero es más difícil de lo que pensaba. Incluso se me escapa una risita cuando su respiración cosquillea contra mi piel. - Y traté de que no me viera nadie porque no sabía como reaccionarían. Que todavía no estoy segura de cómo lo harían, hoy no cuenta porque estaban alcoholizados y ¡mierda, que me distraes! - Ni siquiera me doy cuenta de que me he expresado de manera vulgar ya que estoy más preocupada en tomar sus mejillas con mis dedos naranjas para poder buscar su boca nuevamente. Esta vez el beso si sabe verdaderamente bien, pero creo que es gracias a que tanto sus labios como los míos, todavía están recubiertos de polvillo sabor a queso. - ¿Tú qué dices? No estoy segura de que quieran tener a la hija de un ministro dando vueltas por aquí.
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Invitado
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Entonces tengo razón, si dice que puedo leer su mente quiere decir que es cierto que estaba deseando besarme cuando cantaba todas esas tontas canciones, como yo también quería hacerlo al meterme a esa ronda con una botellita girando en el centro. Y si cuando no éramos más que amigos hicimos excepciones, ¿por qué no hacerlo ahora? Porque está mal, hay algo gritando fuera de nosotros que dice que está mal, pero no se siente así. Se siente caliente, frenético, bien, muy bien. Hace mucho calor en este rincón de la fábrica y pese al frío de los ladrillos de la pared a mi espalda, voy sintiendo como arde cada centímetro de mi piel que va entrando en contacto con la suya, y a la vez, su roce es el único alivio. Siento más calor que esa noche en la terraza, pese a que fue en pleno verano. Esta vez la tela de la ropa empieza a picar y resulta molesta, pero al estar en una escalera donde puede aparecer cualquiera, no considero que pasemos de meternos mano en la privacidad que nos da este espacio fuera la vista.

Saber que también quiere esto es todo lo que necesito para entregarme a este momento, en el que no hace falta pensar en los términos de todo lo dicho, y me doy cuenta que en serio lo quiere, quiere mucho más que un manoseo de desquite del cual puedan hablar nuestros amigos, cuando se abre ruidosamente una puerta para nosotros por la que me dejo guiar a ciegas, demasiado ocupada como estoy en recuperar su boca. Hago mi parte en tratar de desprender lo más a prisa que podemos toda esa ropa que es un incordio, no tengo idea de donde caerá porque todo está a oscuras y mi talón llega a chocar con una caja cargada cuando escucho su quejido. Y no, yo no lo mordí. ¿O sí? No. —¿Estás bien?— pregunto a la nada, por los ruidos de su garganta puedo decir que está cerca, lo confirmo al sentir que sus manos me encuentran y todo está pasando otra vez, el alcohol de la noche sirve para no pensar demasiado en ello, la urgencia por tocarlo se impone. —No, nunca— en este momento es la única respuesta que puedo darle al tirar su camiseta al suelo y aunque busco su cadera para acercarlo, alargo esta locura para no dejar ni una parte de él sin recorrer. Aunque no lo digamos en voz alta, podría ser la última y mañana, mi yo más lúcido, me agradecerá por haber tomado esta oportunidad.

Ken y Syv out porque hay menores
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James G. Byrne
Fugitivo
Debería sentirme culpable, pero la verdad es que todo el asunto de su puff es algo que tengo asumido y enterrado — Ya, nada de podadoras — le sigo el juego, aunque ahora me entra la duda de si en este lugar hay siquiera una. O siquiera un jardín. O una zona que no se vea tan podrida y gris. ¿Y por qué estamos hablando de esto? Ah, sí, su nuevo escarbato, algo que no me sorprende. De seguro Hans Powell le regalaría hasta un dragón si ella se lo pidiera.

Me siento hasta aliviado de que no sepa que hacer, porque eso significa que esto puede morir aquí mañana. Si Meerah se mudase a la fábrica, siento que sería demasiado raro como para poder soportarlo. Intento prestarle atención, de veras, a esa explicación que no sé por qué no me sorprende en lo que estoy concentrado en la textura de su piel, esa a la cual muerdo con diversión en lo que me percato de que parece darle cosquillas, hasta que una palabra que jamás creí oír de ella sale de su boca y me hace soltar una carcajada de sorpresa que es ahogada por su beso — ¡Lo lamento! — bueno, no lo hago, se me nota — No lo sé. Hero tendría que dar explicaciones, eso de seguro. Tu padre no es justamente una de las personas más admiradas en este lugar, sus leyes han jodido a casi todos — me incluyo. Con un último beso, me aparto para saltar y conseguir, de alguna manera, el sentarme sobre la mesada con el paquete entre las rodillas — Lo que no entiendo es si viniste solo a divertirte o qué es lo que pretendes.

Mordisqueo la punta de un dorito en lo que intento mirarla, pero solo puedo ver si silueta y eso no me ayuda a comprenderla mejor — Lo que viste hoy es una excepción, este sitio suele ser bastante deprimente porque nadie nunca sabe qué hacer a continuación y solo se basan en supuestos. Si quieres mi consejo, quédate en tu casa mientras sea seguro y si quieres ver a Hero, que siga siendo solo una visita casual y secreta. Y a mí, claro — porque si no me burlo de ella, pues no sería yo.
James G. Byrne
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
- ¿Tiene catorce? - Me horrorizo porque no pensé que fuese tan pequeña, y mucho menos tan afortunada. - Moriré sola, sola y virgen. Sola, virgen y amargada. - Dramatizo. Golpeando las palmas contra el suelo y haciendo un puchero que dudo que pueda ver. - Debe ser porque son rubias. ¿Para qué quiero piernas así cuando todos terminan intimidados por ellas? - No era el caso, la verdad es que la única razón por la que no había tenido sexo es por ser una histérica con miedo al compromiso, con un complejo de superioridad demasiado grande para mi propio bien.

- Me halagas, ¿sería tu excepción? Que tierna. - Al menos si pasaba, las dos sabríamos que sería por aburrimiento y no por un planteo de relación que ninguna podría soportar. O bueno, que yo no podría soportar. - ¿Qué pongo? Aquí solo parece haber música deprimente, canciones de karaoke, más música deprimente, y pop barato. - Vuelvo a chequear las opciones, y tras corroborar que no me he salteado nada, agarro el primero de la lista. - Pop barato será… - Y vuelvo hacia Holly, recogiendo una botella de lo que sea que hay tirada y llevándome el pico a los labios para cantarle. - That’s what people saaaaaay - Me dejo caer en el lugar que me ha hecho y vuelvo sobre su pregunta antes de que siga con mi improvisado karaoke que no es karaoke. - No lo sé, ya me entararé del drama mañana. Puede que vuelvan, o que acaben todavía más resentidos el uno con el otro…- Me muevo inquieta tratando de bailar todavía la canción, y hago un puchero cuando noto que se ha terminado el chocolate. - ¿Acertada? Yo hubiera jugado un par de rondas más, pero empezó el drama y bueno… Siento que estamos en ese limbo en donde hay demasiada adolescencia para mi gusto, pero la adultez extrema tampoco me va. ¿Cuánto va a durar?
Mimi J. Johnson
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Holly A. Callahan
Civil
No es cuestión de piernas o de cabello, sino de conformarte con el primer idiota que quiera meterse entre tus piernas y al cual sepas que puedes usar en tu propio beneficio — sé que sueno como una perra sin sentimientos, pero creo que cuando eres como yo aprendes que los hombres tienden a ser más patéticos de lo que parecen. ¿Cómo puedes confiar en sus avances, cuando tu aura sirve para encantarlos? ¿Cómo puedes tolerar que se pasen de listos, cuando muchos usan tu raza como una excusa para ser unos cerdos? Si ellos se aprovechan de ti, tú tienes que aprovecharte de ellos, es la ley primera.

Muevo mis cejas con picardía y solo le dejo elegir lo que le guste, al final su elección no es tan terrible como esperaría y me conformo con mover mi pie al ritmo de la música, colgando por el borde del sofá. Así es como, con la actitud pesada de alguien que ha tomado alcohol, me giro para cruzar un brazo por encima de su torso al sentir que se acomoda a mi lado, apoyando la cabeza sobre su hombro — Puf. La gente se complica demasiado — si lo quiere, que se quede con él y ya, no entiendo la necesidad de tener que andar llorando por los rincones si es obvio que el mocoso besaría el piso bajo sus pies. Me río, aunque no sé si es porque se remueve como un gusano o por lo que está diciendo, que suena a una vieja amargada — Hasta que encuentres diversión intermedia o te conviertas en una abuela amargada, tú eliges — levanto la cabeza en su dirección, sonriéndole de medio lado — ¿Quieres quedarte aquí conmigo o vamos a ver qué hace el resto? A ver si conseguimos sumarnos a algo que te quite esa cara larga… y quizá también otra cosa — arqueo las cejas varias veces, a sabiendas de que solo ligaríamos un montón de gritos de indignación que a mí me harían reír por lo fastidiosa que puedo llegar a ser aburrida o ebria.
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No lo lamenta. Pero a decir verdad, yo tampoco así que no reprocho y esta vez sí llevo las yemas de mis dedos a mi boca, tratando de limpiar los restos de comida de ellos pese a que no resulta una tarea sencilla. Tengo la necesidad de buscar un trapo para terminar de quitar la sensación pegajosa de mis dedos, pero no encuentro ninguno con la vista, así que acabo por hacer algo que mañana haría que me horrorice de mi misma. Supongo que será una buena muestra de que esto que está pasando no es una especie de sueño retorcido, un manchón anaranjado contra la tela que recubre mi muslo debería ser más que prueba suficiente. - Lo bueno es que yo no soy mi padre, ¿no? - Trato de sonar chistosa, pero estoy lejos de serlo así que me inclino contra el costado de la mesada a la que se ha subido. No planeo seguir su ejemplo porque seguramente termine pareciendo un conejo cojo o algo por el estilo, pero sí llevo mi mano a la bolsa de doritos y saco otro puñado que comienzo a comer solo para distraerme, sin importar que segundos atrás haya puesto tanto empeño en que mis manos quedasen limpias.

- Si te soy sincera, no pensaba que fuese a divertirme. Creía que todo el mundo me acusaría con un dedo y trataría de sacarme de aquí. Al final resulta que Hero tenía razón… - Debería haberle hecho caso en lugar de pasarme horas preocupada. Tanto por mi atuendo, como el por qué dirán. - Sí, algo así me fue contando. Tal vez es por eso que no esperaba… bueno. Esto. Pretendía entender un poco mejor a todo el mundo, pero creo que solo entendí que no se puede jamás terminar de conocer a las demás personas. - Que hablando de eso, luego tendría que buscar la manera de hablar con David sobre su aparente participación en un grupo rebelde. ¿Cómo es que no estaba enterada de esto? - ¿Así que quieres que te visite de forma casual y en secreto? ¡Ja! - Me río y llevo los restos de doritos a mi boca de un sentón, en un gesto que no esperaba hacer jamás y que claramente sucede porque… ¿cuántas veces se podía culpar al alcohol? - Te creeré cuando lo digas sobrio, pero mientras tanto… No sé, quiero ayudar de alguna manera. Que Lara dice que soy muy joven, pero no sé. En serio tienes razón con eso de que podrían condenarme a muerte solo por haberte besado. ¿Qué tan extremista es eso? Qué eres molesto, claro. Pero tampoco eres el portador de una enfermedad que acabará con todos los magos. Eso tendría más sentido. - O ninguno, pero ya me había perdido en mi propio hilo de conversación.
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James G. Byrne
Fugitivo
No sé en qué puede tener razón Hero porque no sigo sus pensamientos y no sé qué es lo que le dijo; ciertamente, su deducción no tiene sentido para mí y me quedo por un momento mirando hacia arriba en lo que recalculo todo hasta que puedo decir algo que se asome a una respuesta coherente — Son buenas personas que tienen mucha mierda a sus espaldas, es todo. Lo que todo el mundo dice que es una revolución, es en realidad gente diciendo lo que todos pensamos pero en voz alta — las quejas que ella y yo hemos soltado toman más fuerza cuando las dices agitando una bandera o planificando asesinatos masivos. ¿Debería decirle que tienen guardados algunos mapas con la cara de su padre y posiblemente la de su familia? No, mejor no preocuparla ahora cuando ni yo sé qué planes son esos con exactitud.

Por supuesto, me ofendería mucho si vienes y no dejas un saludo para mí. Llevarás mi saliva en tu cuerpo por meses, es lo mínimo que me merezco — no sé cómo me las arreglo para decir eso serio, si lo que hago a continuación es apretar los labios en mi intento de contener la risotada que se me acaba escapando. Se me apaga un poco frente a la mención de un nombre que me hace sacar la lengua con cara de asco, hasta hago ruidito a pedo y todo — Es una lástima, la guerra se ganaría más fácil… — y sí, con ese comentario cruel es que me doy cuenta de un pequeño detalle — Eres la primera bruja a la que he besado — se siente como una horrible traición, hasta puedo oír la voz de Andrew diciéndome que ha sido un acto desagradable. ¿Cómo podría besar a la hija de un ministro, a una portadora de varita que siempre se ha beneficiado de nuestra mierda? Repentinamente ya no tengo hambre y hasta he dejado de sonreír, solo puedo rascarme el lóbulo de la oreja con cierta incomodidad.

Me obligo a no pensar en ello, aunque parece que será uno de esos pensamientos que se te clavan en el cerebro y no te dejarán dormir — ¿Pasarás la noche aquí? — es una pregunta que sé que sale de la nada, pero para mí tiene todo el sentido. Limpio mis manos sobre mis rodillas, tratando de quitarme los rastros de polvillo — Tendrás que chequear que Hero y Sage no hayan decidido compartir cama, aunque lo que hay en este lugar son cuartos. No todos habitables, pero algo es algo — muevo un poco mis pies en el aire, no muy seguro de si marcharme o quedarme aquí. No puedo invitarla a mi cuarto, con todo lo que ha pasado será extraño y va a malinterpretarlo — ¿Meerah? — dudo, tanteando terreno en lo que me rasqueteo la rodilla sin mirarla — Estamos bien, ¿no? Ya sabes, solo amigos. Los besos de hoy solo fueron besos y pueden quedarse aquí. No quiero… ya sabes, que nos compliquemos cuando solo pasamos un buen rato juntos— ni sé por qué saco este tema ahora, pero sé que es mejor dejarlo bien en claro antes de continuar.
James G. Byrne
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