The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Castle on the hill · Priv.
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Holly A. Callahan
M. Meerah Powell
James G. Byrne
Hero N. Niniadis
Simon Lackberg
Kendrick O. Black
10 participantes
Invitado
Invitado
Recuerdo del primer mensaje :

20 de octubre, 22 hs

Dame un minuto— pido a través de la puerta cerrada del baño y vuelvo a inclinarme sobre el retrete para descargar las dos gotas de alcohol que se han vuelto un vomito ininterrumpido durante los últimos cinco minutos, en los que vengo repitiendo esa petición de un minuto más. Esto es asqueroso, así como vil. Traté de organizar todo en la fábrica para que no faltara jugo de limón fresco en el barril con hielo - que nos sirve para compensar la falta de refrigerador - y a cierta rubia se le ocurre darme una supuesta bebida frutal infiltrada entre las otras, que me tiene aquí tomando posesión exclusiva del baño.

Le estoy quitando a Synnove su escondite al darse cuenta que ha venido a nada más y nada menos que la fiesta de cumpleaños de Ken, pero que se joda. ¿Quién lo manda a cortar con él en el verdadero cumpleaños, eh? Me gustaría poder decir que me abrazo al retrete para no darle el espacio, cuando lo cierto es que no puedo irme más allá de un centímetro de la puerta sin ensuciar el suelo de la fábrica con más vómito. Soy la ironía del hijo de un hombre llamado Patrick que hizo honor a su nombre en cada fiesta, mi hígado está destinado a limpiar el karma que heredé de él y se declara abstemio. —¡Otro minuto!— ruego al sentir una nueva arcada ardiendo por todo el trayecto de la garganta.

Limpio el sudor de mi frente al escuchar la música lo suficientemente alta como para alarmarme de que pueda oírse fuera de la fábrica, hasta que recuerdo toda la protección que hay en el lugar y puedo tranquilizarme como para continuar con mi martirio personal. Mierda, ¿qué tan patético es estar vomitando con una balada lenta de fondo? No, un momento, es aún más patético vomitar cuando a alguien se le ocurre iniciar la ronda de karaoke y arrastrar hasta a la muerte a las primeras melodías. Espera, ¿es Ken? Demonios, como perro afinaría mejor. La próxima arcada es cortesía de mis oídos, supongo. Me estoy replanteando qué tan buena fue esta idea de no dejar pasar así como si nada algo como un cumpleaños, cuando todo lo que se necesita es un galpón abandonado, amigos y un poco de música, y por supuesto, refresco sin alcohol. Trato de ponerme de pie para impedir que a Bev se le ocurra sacar drogas y fallo, tengo que sentarme sobre la tapa del inodoro a tomar respiraciones que devuelvan mi hígado a su lugar.

Tonterías que leer:


PARTICIPANTES BOTELLITA

  1. Bev
  2. Hero
  3. Holly
  4. Jim
  5. Ken
  6. Meerah
  7. Mimi
  8. Sage
  9. Simon
  10. Syv


Cómo jugar:

Anonymous
Hero N. Niniadis
Fugitivo
Se me escapa una risa sarcástica, histérica y aguda, porque no sé si quiere estar conmigo o lo hace solo por compromiso. ¡Si hasta ahora, se ha apegado a mí al no tener otra opción de supervivencia! ¿Y qué si soy lo único que conoce y por eso estamos juntos? ¿Cómo serán las cosas ahora que hay otras opciones? No, no quiero pensar en eso porque de seguro me pondré a llorar y ya todo esto ha sido lo suficientemente humillante — No, no lo entiendes… — suelto ante lo primero, intento adivinar si me está diciendo la verdad con solo mirarlo, porque no comprendo cómo es que un chico de su edad no estaría buscando a alguien así. Soy más joven, más inexperta, ni siquiera hemos pasado a segunda base. ¿Y no es que los hombres solo buscan una cosa al fin y al cabo, por mucho que puedan quererte?

¡Yo no les metí lengua ni las besé de verdad! Fueron solo roces, hasta fruncí los labios — me separo del respaldo por el impulso de mi cuerpo tenso, sabiendo que me estoy poniendo roja y no es por timidez — En cambio, tú y James pasaron un buen rato, ¿no es así? — me gustaría calmarme, de verdad, pero no puedo contenerme. El enojo solo sale y sale, ya ni sé de dónde si considero lo pequeño de mi cuerpo — De verdad me gustas, Sage. ¡Mucho más que Patrick o cualquier otro tonto de la escuela! Y jamás me sentí insuficiente para nada, pero ahora… ¡No sé! ¡Quizá no te lo esté dando todo! ¿Y qué si te gustan otras cosas? ¡Me siento una niña a tu lado y no sé cómo…! ¡Bueno, no sé cómo no ser una niña cuando las cosas han cambiado! — no me han dado un manual ni tengo a nadie que me lo explique, las series no me prepararon para esto. Escondo el temblor de mis labios al beber un poco de la cerveza, aunque sé que mis ojos se han enrojecido de la frustración. Estúpido Sage.
Hero N. Niniadis
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¡No es gracioso! ¡No te rías! - Me cruzo de brazos para enfatizar mi petición y frunzo el ceño con la evidente molestia que me produce el ser tomada a modo de burla. - No te preocupes, el sentimiento es mutuo. - Levanto mi mano y golpeo con mi dorso su dedo para sacarlo de mi vista cuando presiona mi nariz. Jim tenía esto de que a veces se sentía como una de mis personas favoritas con las que hablar, y otras… Otras simplemente quería golpearlo, con cualquier cosa. - ¿Cómo es qué es tu primera fiesta y has besado a casi todos los de aquí? Es como mi tercera y… argh. ¡No era justo! - Trata de que si te acuestas con alguien no sea con Sage, por favor. Hero de verdad lo quiere y no me gustaría tener que hechizarlos a los dos. - Porque se había mostrado bastante creativo con el muchacho, y no sabía realmente quienes le interesaban siendo que ha compartido saliva con cualquiera.

Lo empujo como puedo y me apoyo contra el apoyabrazos del sofá tratando de que la diferencia de alturas sea un poquito menos evidente a ver si así deja de reirse, pero mi cálculo falla y termino casi que encima suyo, tratando como puedo de incorporarme usándolo de apoyo al usar mis brazos para empujarme y quedar derecha. - No hubiese querido elegir. Y creo que Simon sería la última persona, incluso después de tí, que quisiera que fuese mi primer beso. ¡Tendría que verlo en el colegio todos los días! No, me niego. - Me hubiese negado si hubiese pasado. - No soy mojigata. - Reitero mientras que me estiro hasta robarle la botella. - Solo quería sacarme el asunto de encima. Cómo tú con eso de acostarte. ¿A quién habrías elegido tú para eso? -
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Espera, espera, espera… — levanto un dedo en lo que apoyo mejor mi cabeza en el respaldo para verla mejor, aunque la sonrisa guasona se me pinta de un lado al otro de la cara — ¿Eso quiere decir que nunca besaste a nadie, ni siquiera jugando en una fiesta? ¿De verdad? — que entiendo que sea joven, pero tampoco es que sea fea y está en la edad donde todos los mocosos quieren experimentar. Arrugo la nariz, aunque no pierdo bajo ningún aspecto el aire divertido — No me metería con Sage, lo considero mi amigo aunque no lo parezca y respeto que haya elegido a tu tía, por extraño que me parezca — ¿Qué clase de síndrome de Estocolmo era ese?

Por un momento temo que se me esté tirando encima, pero cuando entiendo lo que está queriendo hacer le ayudo dándole un empujoncito y hasta le hago algo de espacio por si quiere que nos apachurremos en este sofá, que increíblemente se siente demasiado cómodo. La verdad no me importa una mierda lo que dice, solo me quedo con lo que me da pie para reírme de ella — ¿Quieres besarme? Que adorable — bromeo, sé que estoy entendiendo cualquier cosa, pero juro que se escuchó de esa manera — Lo lamento, no beso brujitas de catorce años — sería como triplemente ilegal y eso que no me molesta romper las reglas, pero hasta yo tengo mis límites. Se me escapa una risa sonora ante su insistencia y suelto la botella, dejándola en sus manos — Con Mimi — digo sin siquiera meditarlo — Aunque Holly también es una buena opción. ¿Acaso les viste las piernas? — me pongo bizco y me dejo caer, hasta que me recargo en su costado y mi cabeza se apoya en su brazo, así que tengo que alzar los ojos para mirarla — Pero jamás va a suceder, porque a las chicas les atraen los tipos como Ken o tu tío Sage. Ya sabes, musculosos y enamoradizos — como salidos de una telenovela adolescente barata.

¿Y qué te parece Kyle? — sugiero, señalándolo vagamente con la mano — Dudo que se niegue a besarte si se lo pides, eres bonita. O siempre te queda Beverly, que ella jamás va a rechazar el darle amor a nadie, por lo que tengo entendido. Aunque si lo piensas… — pico la botella — Ya estamos compartiendo saliva, así que tal vez tu misión ya se cumplió esta noche de manera indirecta.
James G. Byrne
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Invitado
Invitado
No— contesto, en cualquier parte del mundo «no» será siempre una mala contestación cuando alguien te dice que ama. —¿Por qué tienes que hacerlo así otra vez?— le reprocho, por peligroso que sea para ambos, coloco mis manos sobre su pecho para empujarlo aunque mi intención real no sea apartarlo, sino descargar la frustración que siento. —Estás borracho, igual que la vez que me besaste— yo sí lo recuerdo, a pesar de que tenga que sostenerme de sus brazos por no encontrarme en un estado mejor del que le acuso y el vértigo que me causa escuchar su voz tan cerca.

Me debato entre usarlo de punto de apoyo al rodear su brazo con mis dedos o seguir usando su pecho como blanco de mis golpes. —¡Eres un idiota! ¡No busco acostarme con nadie más!— mi voz choca con la suya y me duele, lo suficiente como para que deje de gritar y me quede a mitad de una respiración, que me diga lo terrible que soy para él. Tengo que arrugar la nariz por el picor del llanto, pero por poco o mucho alcohol que haya en mí, no voy a llorar. Si quiere odiarme…—¿Te falta poco para hacerlo, no? Bien, te ayudaré con eso…— le quito la botella que trae consigo para que caiga al suelo y lo poco que queda de la bebida se derrama cerca de nuestros pies. Me agarro de sus labios antes de que pueda verlo venir, mis manos siguen con retraso el impulso de mi boca y se encargan de sostener su rostro para que no se aparte, obligándolo a abrir la suya para que pueda llegar más lejos y no me detengo cuando lo consigo, me quedo donde su sabor golpea mi mente, siendo peor que el efecto una botella entera de vodka, y donde puede odiarme por seguir tomando de él.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
¡Sí, sí y sí! — le discuto, obvio que lo hago, parece que es lo que mejor me sale en estos días — No es por estar borracho, lo he dicho antes. ¡Estoy enamorado de ti y tú hiciste de eso lo que te dio la gana! — ¿Es por haberlo sabido demasiado tarde? ¿Es porque fui muy lento y solo me di cuenta cuando se me hizo muy pesado el aceptar que no quería seguir sin ella? ¡No tiene idea de lo que me duele, así que no puede decirme si la amo o no, eso solo lo sé yo! Estúpida Syv, lo único que sabe hacer es jugar conmigo y destruirme entero.

Solo para que se sienta tan mal como yo, me le río mordazmente para indicarle que no le creo nada, que de seguro se andaba queriendo ligar a cualquiera de los otros solo para que yo me ponga celoso. Si me acusó de querer hacerlo, es porque la idea se le pasó a ella por la cabeza, eso es obvio. Abro la boca para soltar el primer insulto que se me venga a la mente, pero me encuentro con su boca y claro, soy tan débil que aunque quiero irme hacia atrás, el reaccionar solo me toma un instante. No me importa lo húmedo de mis zapatillas cuando nuestras bocas se encuentran con algo más fuerte que el deseo de siempre, es el enojo transformado en frenesí. Aunque sé que debería empujarla, mis manos toman su rostro para que no se aleje, que necesito de esto tanto como de su agarre para no caerme por las escaleras, porque nunca conocí este nivel de necesidad.

Doy algunos pasos para forzarla a subir, hasta que el piso se vuelve más firme y puedo presionarla contra la pared, allí donde la oscuridad y el soporte nos juegan en contra. Tanteo su cuerpo, ese que se siente más caliente que nunca en lo que gimoteo a modo de queja en su boca — ¿Por qué siempre me la pones difícil? — murmuro entre sus labios, intento un tono de reproche que siga la pelea a pesar de que vuelvo a besarla — No sé cómo quieres que te supere si luego me besas. ¡Eres una histérica! — sí, porque puedo gritarle antes de profundizar el beso, que tengo la cabeza hecha un torbellino en lo que no sé si buscar un cuarto, meterle mano o dejarla allí.
Kendrick O. Black
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Sage A. Noble
Fugitivo
- No puedo creer que me estés haciendo estos planteos por un juego. De verdad… - Me paso la mano por el rostro, tratando de sacarme la frustración con un gesto que no sirve para nada más que para dejarme una expresión cansada y la evidente realidad de no saber cómo manejar una relación. - Hero, por si no era evidente, James es solo un amigo al que le gusta fastidiarme lo más que se puede, porque así funciona esta amistad. No me interesa estar con él, y con nadie que no seas tú. - ¿Era tan complicado de entender? No es que el haber seguido sus pasos todo el tiempo debería haber sido una señal o algo por el estilo.

- También me gustas. Y no eres insuficiente y no tienes que darlo todo, porque esto no funciona así. La idea de estar con alguien es compartir, no entregarse hasta ya no ser uno mismo. - Y entiendo cómo debe sentirse, porque ha perdido demasiado incluso para tener la edad que tiene. Pero no por eso… - No creo que sigas siendo una niña, pero creo que te sientes así porque te aventaron al mundo tan de pronto que no sabes como ponerle un freno a eso. ¿Y sabes qué? No está mal.  No me gustan otras cosas porque quien me gusta eres tú. Y no voy a pedirte nada, solo el que me dejes acompañarte y no sé… ayudarte con esto. No te calles estas cosas, o las guardes hasta explotar por un juego idiota. - Busco su mano de manera tentativa, queriendo que no sienta la necesidad de cerrarse a mí, pero con la suficiente lentitud para rechazarme si eso es lo que necesita en estos momentos.
Sage A. Noble
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Creo que lo estoy odiando, porque me siento tan tonta que estoy por ponerme a llorar. ¿Por qué nunca es tierno y justo ahora elige el momento para serlo? ¿No puedo lanzarle un maleficio y luego besarlo? Para cuando me quiero dar cuenta, ya estoy moqueando y me percato de que la música sigue sonando, con un volumen mucho más alto del que había podido oír por culpa de mis propios pensamientos enfadados. Me paso una mano por la cara, limpiando esas lágrimas furtivas con toda la delicadeza que soy capaz de poseer en un momento como éste — ¿Lo dices en serio? — pregunto con un hilo de voz — ¿Ni siquiera te molesta? Pensé que los chicos siempre están esperando que… bueno, suceda — sé que es normal sentir curiosidad, pero sé que Sage ha tenido otras experiencias y yo varios pasos más atrás.

En lo que su mano vacila, la mía lo toma para darle un apretón y lo uso de impulso para poder ponerme de pie. Doy algunos pasos vagos, esos que me acercan a él a pesar de tener la vista fija en su mentón gracias a la diferencia de alturas y mi negativa a mirarlo a la cara — Si te digo que no me atraes, los dos sabremos que es una enorme mentira — hago un enorme esfuerzo para no ponerme escarlata, el hablar en susurros me ayuda a pesar de que siento los latidos que me lastiman el pecho — Pero hay cosas que todavía me asustan, por mucho que pueda desearlas. Solo no quiero que te aburras de mí — parpadeo en lo que levanto la vista hacia él, no sé muy bien cómo sentirme al haber declarado que no quiero que se vaya. Sage es lo último que me queda a diario de la vida que alguna vez tuve, se conserva como lo mejor a lo que pude aferrarme.

La sonrisa es débil, pero me pongo de puntitas para que mis labios besen los suyos con suavidad y lentitud. Solo me aparto para desviar la atención hacia la botella de la cual sorbo, poniendo un gesto de desagrado — Esto es asqueroso, no sé cómo les gusta — acoto al entregársela. Tener las manos libres me permite el rodear su cintura con los brazos en lo que escondo el rostro contra su cuello — ¿Quieres que vayamos a otro sitio? Creo que Meerah no me necesita — bromeo en un susurro cómplice, moviendo mi cabeza para señalar al sofá donde mi sobrina y el otro andan bastante juntitos.
Hero N. Niniadis
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- De verdad, no sé por qué mentiría tan patéticamente sobre mí. - Si iba a mentir, lo hubiera hecho al decir que besé a muchas personas y no a ninguna. ¿Es que no me escuchaba? No es que fuese un concepto tan difícil de entender. - Si así es como tratas a tus amigos, no me gustaría ser una de ellos. - Que si las bromas y el exceso de saliva formaban parte de su trato normal… no gracias.

¿Qué si quiero qué? - Oh, sí que te ha pegado el alcohol si eso es lo que escuchaste. - ¿No había dicho que sería casi que mi última opción? Y lo golpeo, porque que me diga “brujita” como si fuese una nena de cinco me fastidia. Odio que me traten de niña pequeña, lo odio. Así que vuelvo a golpearlo de nuevo solo porque se me canta. Y luego claro que nombra dos nombres que si bien no puedo diferenciar a una de la otra, puedo distinguir por el atributo que nombra. - ¡Cómo para no vérselas! - No era justo que haya personas como ellas con las piernas kilométricas, mientras que otras como yo teníamos apenas centímetros separándonos del suelo. - Ehhhh… - ¿Acaso había visto las situaciones de recién? - Sí así son los enamoradizos, paso. ¿Son apuestos? Claro, pero demasiado drama… - Y hago un gesto de descarte con la mano, porque no necesito ver en dirección a mi tía como para saber que si no está llorando, pronto comenzará a hacerlo.

- Kyle es el recién llegado, ¿verdad? - Lo analizo a la distancia y pese a que trato de no ser extremadamente obvia, creo que hasta podría sentir como mi mirada se clava en él. Y era bonito, bien parecido incluso. Ok, era bastante apuesto. ¿Cómo es qué no le había prestado atención? - Tienes mejores rulos tú. - Se me escapa, pero en vista de que ya lo he dicho llevo la mano que tengo libre hasta depositarla sobre su cabeza, esa que todavía no se ha movido de su posición contra mi brazo. - No se los pediré. El juego era una buena excusa, ahora no cuenta. - Además de que Beverly, si era la rubia que sospechaba, me daba algo de miedo. No de ese que te asusta, pero sí de ese que te hace sonar una alarma roja que te obliga a mantenerte alejado. - ¡Y eso no es un beso! Que si fuera cierto habría besado a medio equipo de deportes y no quiero imaginar de lo que crees que significa usar un baño público. - Que contactos indirectos había en todos lados y no quería pensar en gérmenes y demás cosas que… diaj. Y quiero tomar otro trago de la cerveza, pero la mano que tiene la botella está inmovilizada, y la otra está demasiado ocupada tironeando de uno de sus mechones y volviéndolo a peinar.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
No sé por qué el alcohol me hace esto, pero sé que no estoy solamente borracho, se siente completamente diferente a mis pocas experiencias con bebida en el sistema. Solo sé que sus golpes me hacen reír como si fuera una ardilla esquizofrénica y no me ayuda que ande tratando a todo el mundo de dramático a pesar de sus atributos físicos — ¿Acaso no te enteraste? — le pregunto — La adolescencia es la época de tu vida en la cual todo parece el triple de lo que es y pelearte con alguien será un deporte. Ya verás, en unos años dirás que tenía razón — que yo no tuve demasiada experiencia, pero ella tiene más opciones como para sacar a relucir todas sus cartas de niña bien y puberta.

Asiento para afirmarle que no está equivocada con Kyle y supongo que el pobre podrá sentir nuestras miradas mal disimuladas en la nuca. Aún así, no dejo de mirarlo hasta que las palabras de Meerah me obligan a ensanchar la sonrisa en su dirección, de esas que muestran todos mis dientes como una piraña — Ya lo sabía, pero gracias por señalarlo — soplo hacia arriba, moviendo uno de esos rizos que ella halaga que se ha caído sobre mi frente en lo que ella deposita el peso de una de sus manos sobre mi cabeza. Lejos de fastidiarme, me acomodo mejor contra ella, usándola de cómoda almohada en lo que chasqueo la lengua para tildarla de aburrida en lo que se niega a besar a alguien a pesar de sus deseos — Okay, de acuerdo, entonces eso no cuenta — se lo cedo, casi que se lo merece.

— Entonces, si quieres sacártelo de encima… veamos — me quedaría inmóvil por esas caricias que se sienten extrañas, hay algo en el tacto que me produce cosquillas y es que, de verdad, creo que absolutamente todo brilla, hasta los poros de mi piel. Por eso me arrastro como un gusano hasta poder enfrentarla, aprovecho mi altura para estirarme y tiro de ella tomándola de la muñeca para que su rostro quede frente al mío. Estamos tan cerca que mi nariz toca la suya, así que tengo que hacer un enorme esfuerzo para no reírme. ¡En esta distancia parece un sapo! — Es muy fácil. Solo te mueves cerca de esa persona, así. Y luego solo… — aunque me relamo y mis labios se separan, mi avance solo es de unos centímetros. Esos que me permiten respirar cerca de ella hasta escupirle la carcajada en la cara y dejo caer la frente contra su hombro — No puedo creer que te esté enseñando a ligar, Powell — y tomo algo de aire para poder respirar a pesar de la risa, esa que me obliga a cerrar los ojos porque todo parece darme vueltas.
James G. Byrne
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Sage A. Noble
Fugitivo
¿Qué? ¡no!, ¿por qué llora? La idea no era hacerla llorar, que ya suficientemente difícil era verla enojada. ¿Quién demonios fue el idiota que inventó este juego de mierda? Porque no había sido el alcohol, la pelirroja a duras penas y había tomado un par de sorbos en toda la noche. ¿Si digo en serio qué? - Viví en el mercado el setenta por ciento de mi vida, Hero. No sabría decirte qué es lo que siempre esperan los chicos en general. - Que había tenido sexo, y también me las arreglaba por mi cuenta. Pero incluso con las hormonas en cierto estado no lo veía como una necesidad insaciable que me consumiera por completo. Había momentos y momentos, y hasta ahora no había tenido inconvenientes en paliar esas situaciones.

Al menos toma mi mano, y por si eso fuera poco, tampoco duda en incorporarse y acercarse hacia donde estoy. Con eso me basta, porque puedo entender que se le ha pasado un poco el enojo y creo que puede ver que no le estoy mintiendo. - ¿Qué tan enorme? - Bromeo mientras utilizo mi pulgar para acariciar el dorso de su mano. - Ya, no creo que pueda aburrirme de tí jamás, pero tampoco me gustaría ser una especie de ogro. No hay que apresurar nada, esas cosas solo… Se dan. - Tal vez de manera progresiva, tal vez en un arrebato; no importaba. No era algo que se pudiese planear o que en algún momento dejase de asustar por voluntad. Solo… pasaba.

El beso que me da me hace sonreír contra sus labios porque sé lo que le cuesta llegar a ellos, así que me encorvo un poco para que el contacto se haga más cómodo y llevo mi mano libre a su cintura. - Si no está helada no tiene gracia. - Le aseguro, abrazándola contra mi torso cuando busca refugio contra mi cuello. - ¿Necesitarte? - Y giro hacia donde señala y ¿qué? Creía que era chiste eso de que a su sobrina le gustase Jim… y en definitiva creía que jamás podría ser recíproco, pero observo como James se incorpora para ¿va a besarla? Desvío la mirada con una incomodidad que no entiendo, y tengo que darle la razón a Hero porque eso en definitiva no me lo veía venir. - Tú guía el camino. Yo voy a tratar de poner mis neuronas en funcionamiento nuevamente.
Sage A. Noble
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Deja. De. Reirte. - Acentúo cada palabra con un golpe contra su hombro mientras trato de mantener el equilibrio para no caerme hacia el otro lado del sillón o, lo que sería peor, contra él. - No, no lo pensé. Y tampoco hables como si fueses un experto en el tema tú… tú… ¡adolescente superdesarrollado! - Y la palabra super es un elogio que no se merece porque lo único que tenía super era su ego y su falta de autoestima, ¡al mismo tiempo! ¿Por qué es que Jim podía ser tan confuso? - Y jamás te daré la razón porque… ¡porque lo digo yo! - Le aseguro con un pequeño mohín que de golpe se ve transformado en un especie de bufido que trata de contener una risa que no sé de dónde es que quiere salir.

Tironeo de uno de sus mechones cuando se hace el idiota, pero luego sigo peinando sus rizos porque es una sensación casi que hasta bonita. Su cabello era suave, casi sedoso y muy brillante, cualidades que deberían ser naturales ya que dudaba que en este lugar tuviesen un acondicionador o un baño de crema decente. Ufff, las cosas que tendría que tratar de hacerle llegar a Hero eran un montón. - ¿No usas nada, verdad? - Despeino sus cabellos ahí donde llegan contra su frente, y vuelvo a desenredarlos con facilidad. - Es que… sus piernas, tu cabello… no se vale. - Yo también quería tener más de un metro setenta y tener el pelo así de sedoso.

Me sorprende su cambio de movimiento brusco, y no entiendo qué es lo que está sucediendo hasta tenerlo completamente en frente mío, tirando de mi muñeca para acortar aún más la distancia que nos separa y a punto de… ¿Va a besarme? Los ojos se me abren como platos y mi respiración se agita hasta el punto de que puedo sentir como mis pulmones se expanden contra mi caja torácica. ¿Pero qué? Mentiría si no me dejo guiar y quedo a la espera de algo, así que cuando no sucede tiro de mi mano con fuerza para así liberarme de su agarre. Lo malo es que fui tan brusca que poco me falta para irme de espalda contra el suelo, así que en mi desesperación me agarro a su cuello para no caerme hacia atrás y acabo sentada en el hueco que queda entre el respaldo y su cuerpo, presionada de la manera más incómoda posible, y con más ganas de golpearlo que nunca. No lo hago, lo rápido de la acción me ha dejado más mareada que nunca y en lugar de alejarme, trato de hacerme un lugar como corresponde, todavía sin soltarlo. - ¡No me estás enseñando nada que no sea ser un payaso! - Y es que no había dejado de reirse, y, y…. - Ya, olvídalo. No digo que no te falte experiencia, pero siendo de un juego solamente no cuenta. - No era lo mismo ligar que besar, y no creía que estuviera mostrándome ninguna de esas precisamente. Trato de respirar profundamente, pero eso en vez de ayudar termina desorientándome más de lo debido. - ¿No te animas por mi edad? ¿o porque no quieres que te vean Holly y Mimi? - Y puede que la cabeza me de vueltas, pero eso no evita que me ría sin motivo aparente.
M. Meerah Powell
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
La verdad es que no sé si hubiera sido mejor quedarme al margen, observando desde la distancia, que no interrumpirles, teniendo en cuenta el panorama que hay ahora mismo. Sabía que las cosas estaban tensas entre Ken y Syv, pero del resto no tengo ni idea. Supongo que jugar al juego de la botella no ha resultado tan buena idea como esperaban. ¡Y yo me lo he perdido por haberme dormido! Solo por ver el drama, hubiera merecido la pena tener que jugar a esa tontería de niños.

Bev interrumpe mis intentos de analizar a varias de las parejas, y no puedo evitar soltar un suspiro de alivio cuando comenta algo de ofrecerme diversión. — Sí, por favor, necesito que me des algo de material porque esta semana se ha gastado más rápido. — Y no especifico si me refiero al que vendemos a escondidas del resto, o si al que consumo yo, porque en ambos casos ha pasado lo mismo. Estiro la mano para tomar prestado el porro que saca, con una sonrisita cómplice, y lo coloco entre mis labios para encenderlo. — ¿Qué ha pasado para que estén tan alterados? ¿Quién ha besado a quién? — pregunto, dando una calada al cigarro. Realmente ella es la más indicada para ponerme al día con temas del corazón adolescente y de la juventud.

Tiendo la mano para ofrecerle el porro y que dé alguna calada ella también, y me giro para asegurarme de que no haya nadie demasiado cerca y que pueda escucharnos. Sin embargo, todos parecen seguir sumidos en sus problemas, así que... — ¿Puedo pasarme más tarde por tu habitación para hablar de lo que ya sabes? — Y es que dicho así, suena más fino que no comentar que quiero hablar del negocio y de la venta de ciertas plantas que cultiva. Nunca imaginé que acabaría ejerciendo de camello para sacarme un dinero, ahora que mis hermanas y yo somos huérfanos y no quiero ir mendigando al resto cada dos por tres... Pero si observamos cómo están algunos de los presentes, llevar esto a escondidas resulta mucho más fácil que salir con alguien.
Kyle A. Overstrand
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James G. Byrne
Fugitivo
La vida es injusta, princesa. Pensé que a estas alturas ya lo habrías aprendido. A mí me dieron un buen cabello, a ellas buenas piernas y a ti… bueno, dinero — que posiblemente es lo más útil de entre todas las cosas que acabamos de nombrar. ¿O es que es pequeña y puede colarse en cualquier espacio para robar? Momento, Meerah no lo necesita. ¿O es…? ¿Qué tiene de especial? Sí, tiene ojos de bambi y una piel que no enseña ni una sola marca de la adolescencia, pero creo que no le encuentro algo en específico que resaltar de ella. ¿Es su sonrisa ancha? Mierda, es verdad… ¿De dónde sacó una boca tan amplia? Ahora entiendo por qué habla tanto, si de seguro se aspira todas las palabras.

Ni siquiera sé lo que encuentro de gracioso en el modo que se tironea a sí misma, solo sé que me estoy riendo con fuerza en lo que ella me usa de sostén y me impulsa hacia delante. Tengo que apoyar las manos entre nosotros y el apoyabrazos para no aplastarla en lo que quedamos estrujados en el espacio reducido del sillón, aunque para eso creo que la golpeo un par de veces al tantear el espacio — ¡Ey, que esto no ha sido la primera vez que besé a alguien! — me defiendo — En el mercado pasan cosas, no haberme follado a nadie es otro tema — que ella tampoco lo haría si viera la higiene que se mantiene en ese lugar, seguro te coges a alguien y terminas con veinte enfermedades y una erupción. Intento acomodarme a pesar de que la manera en la cual me sujeta no me permite alejarme demasiado, así que desperdicio un momento tratando de enfocarla… hasta que dice algo que me confunde y se me pinta en toda la expresión, esa en la cual arrugo el ceño al entornar los ojos y ladear la cabeza hacia un lado.

¿Me está retando a besarla? ¿Es eso lo que quiere o es solo un comentario al pasar? Que me cuesta entenderla sobrio, ahora es mucho peor — No… — respondo con tonito confundido y arrastrado — No te beso porque eres tú. Tú no quieres que yo sea tu primer beso y yo no quiero ser tu acto de rebeldía adolescente contra tu familia. Además… — mi mano pasa del apoyabrazos a su rodilla y luego, a una de sus manos que sostienen mi cuello — Lamento romper tu corazón, pero no podría ser, por muchas razones. ¿Y desde cuándo tienes los ojos tan juntos? — me acerco para comprobarlo, porque por un momento su aspecto se ve demasiado extraño y mezclado, como ese cuadro colorinche de una cara desarmada que una vez vi en un libro. ¿Era de Pacasso o algo así?
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Trato de no sentirme total y completamente ofendida con eso del dinero, pero es difícil no hacerlo cuando al parecer mi única cualidad destacable es algo material que ni siquiera tengo a causa de un mérito propio. Que sí, en la genética tampoco había mucho mérito, ¿pero el dinero?, ¿de verdad? Y tengo que hacer una doble toma sobre mí misma, pero cuando llego a mis pies y veo que cuelgan por sobre el borde del respaldo sin llegar a tocar el suelo… no sé si largarme a reír o a llorar. Al final acabo por reirme, porque es lo más sano y porque además de ser cortita, tengo unos pies diminutos que aparecen y desaparecen cuando los inclino de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. ¿Por qué me había puesto estos zapatos?

- ¿En el mercado pasan cosas? - ¿De verdad? Habían pasado casi dos años desde aquel entonces, pero todavía no me olvidaba del hedor que se respiraba en ese lugar, y de las pintas que llevaba todo el mundo. Incluso él que es un palo vestido tiene ahora el doble de carne sobre los huesos que en aquel entonces. Y mejor olor ahora que lo pensaba… no, no es que me acerque a olfatear si lleva perfume, aunque puede que sí lo haga; pero no lo usa, solo no huele tan horrible como en aquel entonces. - No respondas. No quiero saber. - Mi imaginación era bastante activa, y había cosas que de verdad, de verdad no quería pensar. No cuando todos usaban harapos, estaban en los huesos y con los piojos a la vista.

Me indigna su negativa, no por la negativa en sí misma sino que por la justificación que da al respecto. - Primero. Tú no sabes lo que quiero. Y segundo, ¡no estoy teniendo un acto de rebeldía adolescente! Tuvimos muchas charlas en las que me dijiste como eran las cosas que yo no veía, y ahora que las puedo ver ¿es un acto adolescente? - Su discurso era peor que el de Lara, al menos en ella podía entender que pensara que todavía era muy chica para ciertas cosas, ¿pero él? Por favor… - No rompes mi corazón, pero tampoco has dado ni una sola excusa que tenga sentido. - Podía justificarse en lo de ser un acto de rebeldía, pero la realidad es que no quería que el resto lo viese. Que daba igual, porque mirando alrededor en la habitación nadie nos está prestando atención. Incluso Hero y Sage desaparecen por un pasillo a hacer vaya a saber qué. - ¡Y mis ojos no están juntos! ¿Acaso viste tus cejas? - Y llevo mi pulgar hacia el fin de una de ellas, deseando tener cera o unas pincitas en estos momentos y así marcar bien la división entre las pseudo orugas que cubrían sus ojos.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Menos mal que no quiere saberlo, porque borracha o no de seguro se le quedarán las imágenes en la retina. Eso me recuerda que sostengo la botella entre nuestros cuerpos y me pregunto qué tan asquerosa debe estar como para que ni siquiera estemos amagando a beber, más entretenidos con charlas que ya ni sé de dónde han salido. Por ejemplo, jamás habría pensado que Meerah Powell estaría ofendida porque le he dicho que no quiero besarla. ¿Acaso he herido algún orgullo de niñita malcriada o algo así? — ¡Pues claro que lo es! — explico como si fuera obvio — Besa al esclavo, demuestra que te cagas en el sistema a espaldas de los demás y todo eso… — alzo uno de mis hombros, seguro de que podrá verlo — A mí me parece una excusa que tiene sentido.

Mi rostro se arruga con algo de gracia en lo que manosea mis cejas, no puedo evitar reírme porque es tan típico de Meerah insultar al sentirse insultada que debería venir dentro de su manual de conducta — Mis cejas me dan personalidad. No tengo tiempo para depilarlas — mentira, tiempo me sobra, lo que me falta es interés. Dejo caer la mano que sostiene la suya, para alzar la botella con ambas y darle un trago. No sé si no sabe a nada o soy yo el que no tiene papilas gustativas, aún así lo paso con fuerza — ¿Sabes cuál es tu problema? — le acuso — Que te mueres porque te bese. Acéptalo, todo esto debe ser muy tentativo para ti. Estás en un sitio lleno de extraños, bebiste alcohol, comiste un dulce sospechoso y aquí nadie está a la altura de los estándares de los Powell. Es la adrenalina de lo incorrecto y quieres tomarla porque mañana todo volverá a la normalidad y seguirás siendo una niña rica que va al Royal. Pero hoy noooo, hoy eres una revolucionaria ebria rodeada de adolescentes hormonales e incorrectos — le sonrío con divertida burla por detrás del pico de la botella, ese del cual bebo antes de darle un golpecito en el mentón con el mismo para que beba conmigo — Pero siendo tú, jamás lo dirías.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Oh claro, porque besar a un esclavo sería todavía más problemático que besar al recién llegado o a esa Beverly. - Señalo vagamente en aquella dirección, notando que los mencionados se encuentran uno al lado del otro y facilitandome mi punto. - No seré la persona más lúcida en estos momentos, pero recuerdo sus rostros de los carteles que los anuncian como enemigos públicos. - Y sí, estaba rodeada de fugitivos y enemigos y sustancias ilegales y… ¿en dónde me había metido Hero? Cuando había imaginado que se hallaba con los rebeldes, imaginaba una especie de base militar, no un antro abandonado lleno de gente alcoholizada y con dramas adolescentes. - Es una excusa que no tiene sentido. - Vuelvo a remarcar con énfasis, sabiendo que la razón la tengo yo, sin importar las justificaciones que pueda tratar de dar.

- La personalidad de un ermitaño tal vez. Tú al menos puedes hacer algo para solucionar eso, yo no tengo forma de arreglar mi altura. - Los centímetros que podía agregarme eran a base de tacones. Tacones que, vaya y sea de paso, me eran muy difíciles de usar sin parecer una completa enclenque. - A ver… ¿cuál es mi problema? - Ruedo los ojos con fastidio a ver qué psicoanálisis planea hacer… y luego los abro como platos en lo que mis cejas forman dos arcos perfectos mientras se dedica a… No sé, eso no es insultarme. Prefiero que me insulte, no sé qué hacer con lo que está diciendo. Porque me siento atacada y a la vez no, y no quiero darle la razón. Me niego a darle la razón. Porque no tiene razón. Así que como mi meta en la vida es no darle la razón, me inclino hacia adelante, tomo la botella para sacarla del medio, y tiro de él para besarlo de una buena vez y que se calle. - Ya está, ¿tanto escándalo por eso? - A duras penas y fue un roce de labios que supo a poco para ser un hito que para muchos marca un antes y un después. - Ni siquiera yo estoy a los estándares de los Powell, así que no trates de hacerme creer que estoy jugando a portarme mal cuando tengo muy en claro que es lo que puede salir terrible en todo esto. - Ya suficiente tenía conmigo misma cuestionándome todo como para que él encima me lo arroje a la cara. - Y fue un beso fatal. - Le aseguro, porque al final no ha sido nada del otro mundo, y no entiendo el alboroto que produce todo el acto en sí mismo. Así que por la incomodidad, tomo la botella y doy unos cuantos tragos que pasan por mi garganta como si de agua se tratase.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Estoy esperando un golpe, de verdad. De esos clásicos de Meerah, que no duelen sino que dan gracia en su intento de tener más impacto de lo que alguien de su contextura podría tener. Lo que me toma con la guardia baja es el tirón que me acerca a ella, en lo que nuestros labios parecen más tropezarse que besarse y me quedo con la sensación de picor mezclada con una sorpresa que, tal vez, no debería sentir. Lo primero que atino a hacer es encogerme de hombros, no puedo beber porque me ha quitado la botella y lo único que puedo hacer es pasar una mano por mi nuca, en un masaje lento que me hace notar lo mucho que siento el tacto de mi propia piel — A ojos de los demás, eres la niña de oro. Eres tú quien se está descarrilando y no te lo reprocho, me parece bien. Solo… las cosas por el nombre que tienen — no sé qué me dio para ponerme en filosófico, tengo que echarle la culpa a lo que sea que he ingerido.

No puedo evitar la risa por lo bajo, en lo que ella se baja unos cuantos tragos que de seguro le pasarán factura más tarde — Es porque eso no fue un beso. Fue un toque casual de bocas — le aclaro, mis ojos están fijos en el modo en el cual el líquido se va vaciando hasta que se despega el pico de la trompa. Le pico el mentón con los dedos en un impulso, de esos que buscan mantener su rostro a cierta altura para no acabar chocando su frente o su nariz en lo que creo que es lo más complicado que he hecho, porque no tengo sentido alguno de la profundidad. Para cuando me inclino hacia ella, hay dos segundos de vacile en lo que mis ojos pasan de los suyos a su boca antes de regresar a su mirada, tratando de no reírme de la situación a pesar de lo irreal de todo esto. De seguro es locura mía, mañana me despertaré y nada de lo que sucedió en este sillón habrá tenido lugar. Mis labios presionan con cuidado los suyos, que se sienten suaves como un algodón de azúcar a causa de los sentidos adormecidos, pero que saben tanto a alcohol que estoy seguro de que debe tener su dosis para embriagarme. No dura demasiado, es un movimiento que nos conecta por los segundos suficientes como para profundizar el contacto antes de separarme con un parpadeo. Mis labios se prensan en lo que me relamo y me dejo caer contra el respaldar — Eso es — le aclaro, robándole la botella con toda la pereza que mi cuerpo delata en este momento — ¿Opiniones? Puedo recibir críticas. Lo bueno de todo esto, es que eres lo suficientemente joven como para desarrollar y mejorar la técnica por años, eso es lo que sucede cuando te sacas un tema de encima.
James G. Byrne
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Invitado
Invitado
El piso se está moviendo bajo mis pies y me marea lo rápido que desaparecen los escalones, mi espalda termina por encontrarse con una pared como apoyo. Es la desesperación en el beso lo que hace que mi cabeza siga girando, con mis manos busco sujetarme de su espalda y la recorro entera hasta sus hombros para continuar hundiéndome en su boca. Si me detesta tanto y quiere odiarme, que lo haga por ser quién sigue reteniéndolo, que junte toda su indignación para ser quien se aparte. Conozco su boca como para sentirlo una caricia familiar que echaba de menos, aunque no creo haberlo besado nunca de esta manera, y con sus manos ocurre lo mismo, mi piel lo reconoce y todos mis nervios se unen al asalto por el cual vamos a echarle la culpa al alcohol, ese que está tan presente en su sabor.

Pero te gusta— lo desafío, las palabras están puestas en mis labios sin que pase por el filtro de mis pensamientos, no es algo que me creí capaz de decir alguna vez, porque tampoco esperaba que nos dijéramos tantas cosas esta noche. —Te gusta que sea una histérica que te besa—. Mañana rendiré cuentas con una Synnove más sobria que no va a estar de acuerdo ni con la mitad de las cosas que hice o dije, ¡pero que me va a tener que dar las gracias! —Porque esta noche todo lo que querías hacer era besarme, no importa que hayamos roto—. ¿Importa? No parece importante cuando sigo demorándome en su boca y mis manos agarran manojos de su camiseta para tironear de él, así puedo meterlas debajo, subir por su espalda para presionar su cuerpo contra el mío es en esta esquina de intimidad a oscuras que tenemos en la fábrica.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Me gusta? ¿Lo estoy disfrutando o estoy sufriendo con cada rastro de su aliento en mi boca? Debe ser un placer masoquista, porque no puedo alejarme y solo le respondo con un gruñido que se debate entre discutirle y darle la razón. No sé si es porque ahora mismo no me funciona la memoria, pero creo que ella jamás me ha tocado así; no, absolutamente nadie jamás me ha tocado de esta manera. Es una desesperación violenta, de esa que necesitas sacarte de adentro para que no termine por volverte loco — No sabía que ahora eras legeremante — me burlo de ella en una obvia manera de esquivar sus palabras, que no quiero negar ni afirmar que tiene razón porque si hay algo que he descubierto esta noche, es que estar en el mismo cuarto con ella no es algo que pueda hacer con facilidad. No cuando me he acostumbrado demasiado a tener una libertad que ahora se vio interrumpida por una pared de cemento.

Si ella me toca de esa manera y me presiona contra un cuerpo que hierve, no hay manera alguna que pueda mantener la poca lucidez que me queda. Una de mis manos la suelta para tantear en la pared, doy golpes torpes sin despegarme de su boca hasta que doy con lo que creo que es una manija. El golpe de la puerta al abrirse con un estruendo me aturde, pero eso no evita que los tropezones nos lleven dentro, ahí donde nadie puede vernos en lo que pateo la misma puerta para dejarnos a oscuras en una habitación que no reconozco y, siendo honesto, no me interesa reconocer. Solo tengo atención para el modo en el cual tironeo de su ropa, sin recordar siquiera lo que tiene puesto en lo que busco volver a sentir su piel. ¿Hay una cama aquí? ¿Un mueble? ¿Lo que sea?

Al final lo que sucede es que siento un dolor intenso que me deja ciego y juro que no tiene que ver con la falta de luz, incluso dejo de escuchar la música que retumba a la distancia por el quejido que me detiene. Claro, esto es una fábrica, obvio que al avanzar me voy a llevar puesto un caño en la frente que no pude ver salir de una de las paredes — Lo siento… — ya, ya, no duele tanto, puedo seguir. Tanteo en el aire hasta que puedo aferrarme a su cintura y empujarla hacia mí, buscando el cuello que recorro con los labios — ¿Te arrepentirás de esto por la mañana? — y no es una duda de baja autoestima, está claro que es un desafío.
Kendrick O. Black
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿Y ese nombre es rebeldía adolescente? - Ruedo los ojos con fastidio, porque sigue tratándome de niña que no sabe lo que hace. ¡Que no lo sé! Pero no es una etapa pasajera por la que estoy pasando en un intento de rebelarme contra Hans. ¡Yo antes creía en los ideales de Hans! Estoy en la etapa en la que me dí de lleno contra un vidrio espejado que se rompió, y que me deja ver que no todo es tan “blanco o negro”. Y estoy tratando de entender el mundo bajo esa nueva visión, pero cuesta porque incluso eso que imagino está lejos de ser la realidad que se vive. Cómo esto en realidad… una fiesta en una fábrica abandonada en plena época de rebelión política. Luego yo soy la adolescente con complejo rebelde.

¿Y qué era un beso si no un toque de bocas entonces? Porque había muchos tipos de besos, y no hacía falta meterle lengua hasta el esófago como para calificarlo de esa forma, ¿o sí? Al final me entero de todas maneras, porque Jim decide que no puedo no tener ese conocimiento en mi vida y cuando presiona sus labios contra los míos no es un choque brusco que dura milisegundos. Es más, ¿una caricia? No sabe dulce, pero sí es lo suficientemente suave como para cuestionarme si esto de verdad está sucediendo. Porque nunca había relacionado a James con la suavidad y es un pensamiento de lo más ridículo. Hasta que cesa el contacto y casi que por impulso siento la necesidad de atraerlo nuevamente hacia mi boca. - De acuerdo. Eso no fue fatal. - Que no sabía tampoco que fue, pero… - ¿Qué es lo que se opina en estos casos? No sé, fue un beso. ¿Más suave? Sigo sin entender la emoción detrás, pero gracias supongo. - ¿Gracias? Había sido yo la que lo besó en primera instancia, que él haya querido marcar un punto luego era otra cosa. - ¿Osea que el que ya no sea tabú hace que las cosas mejoren? - Casi que sonaba lógico. - ¿Puedes…? - Y no sé si señalo a sus labios o al pico de la botella, pero no importa. Siempre podía culpar a la bebida luego.
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