Quiero gritar de alegría con la llegada de Echo, pero la sensación de jubilo me dura solo un instante ya que los aurores no nos dan tregua. Al menos en seguida se pone a ayudar a Zenda, y nuevamente siento que puedo respirar cuando la veo recuperar la consciencia. Yo estoy bien, estoy bien, apenas y tengo un razguño. - Me apresuro a aclarar antes de que se pongan a perder el tiempo conmigo. - La que importa es ella. - La señalo en lo que Alice me da un tirón para que pueda volver mi atención a lo que tenemos delante.

¿Cuántos había y de dónde seguían apareciendo? A duras penas podía poner el dedo en el gatillo que ya tenía que andar esquivando nuevamente los putos maleficios que enviaban en nuestra dirección. -¡Son como putas margaritas!- En lo que puteo, me refugio unos segundos detrás de Alice para poder recargar el arma nuevamente. Sabiendo que pronto tendré que cambiar a la ballesta si es que esto sigue para largo.

Cuando recupero el control sobre mi cuerpo, ni siquiera sé qué es lo que está pasando. Recuerdo vagamente haberle lanzado un hechizo a Arleth y, ahora, está en el suelo, en brazos de Cale. No quiero creer que esté muerta, porque no sé qué es lo que ha pasado... y aunque recuerdo que mi hechizo ha sido uno flojo, tampoco puedo garantizarlo porque no era consciente de lo que hacía. Me han manipulado, y ha sido esa maldita pelirroja.

Ni siquiera me importa poner en riesgo mi vida una vez más, y tampoco escucho los gritos y tonos elevados que hay por todas partes; lo que hago es salir corriendo contra la ministra y ni cuando me hace un corte profundo en la pierna me quedo quieto hasta lanzarle el primer hechizo que se me pasa por la cabeza.

Todo el combate sucedía a mi alrededor sin que apenas reparara en que las personas que estaban abatiendo eran las mismas que hace menos de un segundo habría protegido con mi vida. Los aurores se han dispersado a nuestro alrededor y cuando empiezan a llover ataques hacia mi madre, tengo que quitarme de en medio antes de que alguno me de por error. Varios proyectiles que no iban dirigidos hacia mi me rozan, pero por suerte, puedo esquivar la mayoría de ellos, especialmente ese de alguien que casi me vuela la cabeza.

Eowyn.

La cabellera rubia de la chica aparece de repente en mi campo de visión cuando uno de los bombardas la manda a volar lejos. Cuando ni siquiera se ha recuperado de ese golpe, levanto la varita para disparar una bola de fuego hacia ella sin siquiera reconocerla. Su nombre resuena al fondo de mi cerebro pero cuando el efecto del imperius se detiene, ya es demasiado tarde.

Me cuesta unos segundos recuperar la consciencia y comprender lo que acaba de pasar.

Es imposible luchar contra los magos, o sea cuando son como Seth sí porque Seth es majo. ¡O eso creía! ¡el muy idiota se acaba de aprovechar que estaba volando por los aires para lanzarme un hechizo! — ¡BRUTOOOOOO! — Mi voz va perdiendo fuerza y se corta de golpe cuando caigo al suelo, rodando por el impulso doble, el del bombarda y el de la estúpida bola de fuego que me incendia mis pantalones. ¡Era mi pijama favorito!

Pero ni siquiera tengo energía para gritar que me voy a vengar de eso.

Me giro boca abajo y hago un esfuerzo por levantarme. Le prometí a Bev que la alcanzaría y ya llego mucho retraso entre todos los golpes que me he llevado por ir corriendo por ahí como una descocada. Un nuevo hechizo me golpea y el arma se escapa de mis manos y se va al quinto carajo. — ¡VENGA YAAA! ¡ESTÚPIDO Y SENSUAL SETH! — Le chillo pensando que ha sido otra vez ese idiota, pero al girarme me doy cuenta de que solo me ha volado, otra vez -para variar- uno de los hechizos de la psicópata que tiene por mamá.

El fuego siguió creciendo, y los aurores cada vez estaban más cerca aunque su número estuviese mermando poco a poco. Zenda recibió más ataques de los que su cuerpo debería soportar y aunque Derian había intentando protegerla, más aurores que ellos mismos, se habían adelantado a ellos cortándoles el paso e heriéndolos. Los pulmones de Derian se resentían cada vez más con el calor y el esfuerzo sobrehumano que todos estaban haciendo en esos momentos.

-¡Yo os cubro! -gritó mientras veía como intentaban curar y alejar a Zenda. Esa pequeña guerrera tenía que resistir y él se tenía que encargar de conseguirlo. Le arrancó el corazón a uno de los aurores que iba a atacar a Alice y Ava, clavándole el tridente en el pecho y sacándolo de él, mientras el órgano caía al suelo. Le dio una patada hacia los demás y volvió a girarse, pasando el arma por detrás de él para reventarle la aorta.

Todo sucede tan deprisa que no comprendo nada de lo que corre a mi alrededor. Volar por los aires me lleva a gritar, porque puedo ver como Kendrick se interpone y se planta frente a Jamie como el idiota cabeza dura que es mientras Arleth intenta detenerlo. Solo lo intenta, porque el fuego la golpea con tan fuerza que mi intención es correr hacia ella en lugar de seguir atacando — ¡No! — es la mujer que me salvó la vida, que me ha cuidado desde que me conoció y que se transformó en una segunda madre. Y no puedo, juro que no puedo, hacer otra cosa que verla morir — No, no, no… vas a estar bien… — la tierra entre mis dedos apaga el fuego, pero no es suficiente — No pasa nada, juro que no… ¡Cale! — mi desesperación llama a su hijo en pos de su petición y es cuando el rubio llega que tengo que levantarme de prepo al ver como un lloroso y desesperado Kendrick corre hacia nosotros. Tengo que atajarlo entre mis brazos para contenerlo y apartarlo, aún con el mareo de no comprender lo que acaba de pasar, de no procesarlo, de no poder…

Aún tiemblo, pero el grito de Cale me ayuda a regresar a la realidad y ver como la lucha sigue. Siempre sigue. Empujo a Ken a un lado para que se salga de la batalla de una buena vez y me adelanto, decidido a dispararle a la mujer que no ha hecho otra cosa que arruinar mi vida. Pero la flecha explota en el aire, transformándose en un montón de palitos y puedo sentir el suelo explotando a mis pies, haciendo que Eowyn y Seth vuelen conmigo hacia atrás. Mi cabeza se da contra una roca, lo que me arrebata un quejido de dolor e intento moverme, sabiendo que mi cuerpo no deja de gritarme que me detenga, que huya o que, simplemente, me deje morir.

Es evidente el alivio que me provoca que aunque Ava esté claramente cansada -como todos- no esté herida de gravedad. Alice llega y cuando veo su intención de defender nuestra posición como sea para evitar el avance de los aurores hacia la zona por la que estamos escapando, hago un gesto con mi cabeza y las dejo atrás. No sé si Delilah me sigue, pero mantengo a Zenda sobre mi espalda como buenamente puedo, porque a pesar de que ella usa todas sus fuerzas para equilibrarse, siento que se me escurre a cada paso que doy.

— No podemos volver a casa Zen, pero prometo llevarte con mamá. Solo aguanta. — Conforme más se alejaba del claro más se daba cuenta de que casi nadie había conseguido llegar hasta ahí. Todos estaban intentando retener a la gente atrás para que otros escaparan. Deberíamos haber sacado a los niños desde el principio.

Un auror nos ataca por sorpresa y el hechizo me golpea, no con mucha fuerza pero si lo bastante como para que tenga que dejar caer a Zenda al suelo. Por suerte, consigo evitar que sea de forma muy brusca. — ¡Atrás! — Le grité para protegerla con mi cuerpo mientras desviaba el hechizo que nos lanzaron. Aquel auror acaba siendo abatido por otra persona.

No puedo quitar mi mirada del cadáver hasta que Echo me sacude y me obliga a mirarlo. Asiento a sus instrucciones pero el ataque de pánico es completamente inminente e imparable. Mientras corremos entre el caos y la pelea me doy cuenta de que aquel día lo recordaré como dos días completamente diferentes, uno donde estaba haciendo estupideces en el lago con los chicos, y otro donde estaba intentando luchar por mi vida.

Choco contra Echo cuando se detiene delante de Zenda y me cubro la cabeza para evitar que los hechizos que vuelvan me den. Ayudo a Zenda a subirse a la espalda de Echo y luego voy directa hacia Ava, pero para entonces ella ya está en pie. Me aferro a la Ballesta cuando Alice llega y agarra a Ava y Echo avanza, siguiendo al segundo, pero sus pasos son más rápidos que los míos y me voy quedando atrás hasta que finalmente soy interceptada por un auror y uno de sus hechizos me saca del camino. Caigo bruscamente al suelo entre algunos de los arbustos.

Siento la espalda de Alice contra la mía, y le agradezco en mi mente durante cada segundo que me lleva recargar. No son muchos segundos, pero son los suficientes como para que mi tardanza le cueste un golpe a la castaña. - ¡Al! ¿Estás bien? - Me doy vuelta y es mi turno de tironearle del brazo para que se pueda poner de pie.

Ni siquiera puedo terminar de incorporarla. Un nuevo hechizo nos pasa rozando, y tengo que girarme para poder disparar a los dos aurores que se van acercando a nosotros. La puta madre, ¿esa ha sido Del? ¿Dónde carajos está? También he perdido a Echo y a Zenda de mi vista, y no sé dónde raoys anda Bev. Solo puedo esperar que no les haya pasado nada mientras vuelvo a apuntar contra uno de nuestros atacantes.  

La sangre caía sobre su rostro culpa de la herida abierta en la frente y se mezclaba con las lagrimas que ya no podía contener. —Quiero a mi mamá.— Volvió a chillar. Estaba demasiado asustada, de nuevo todo el mundo giraba, los sonidos eran insoportables y el humo empezaba a consumir el claro.

La caída no la tomó por sorpresa, pero si la dejó sin aliento. —¡Echo!— Lo llamó, para saber que estaba bien, que seguía allí.
Trató de sentarse sobre sus rodillas para luego impulsarse sobre los pies y lo hizo soltando un fuerte quejido, no quería morir, no quería hacerlo.

El mayor acabó con el auror cercano y con la poca fuerza que en verdad le quedaban, la rubia movió la varita para crear una explosión dirigida directo al pecho de otro atacante.
Entonces si, agotada, mareada y demasiado herida, volvió a caer de espaldas al suelo.