Mi arma se ha ido volando a dios sabe donde mierda y no consigo verla. Ni siquiera sé hacia donde mierda ha salido disparada así que empiezo buscarla como loca por todas partes, con movimientos lentos y torpes debido a la múltiples heridas acumuladas. Los gritos de Cale llaman mi atención y cuando por fin llego a donde están, me doy cuenta de que sostienen el cuerpo de Arleth en brazos. Me llevo las manos a la boca horrorizada. — Ben, ¡ben que haces! — Empiezo a chillar como loca cuando el idiota ese se levanta para enfrentar a Jamie Niadis, de ahora en adelante, la loca psicópata esa, y voy tras él para intentar frenarlo. En el proceso, acabamos tragándonos una linda explosión.

-Maldita sea -gruñó cuando un auror salió del cordón de seguridad y fue directo a Echo, Zenda y Delilah. Fue corriendo hacia él, pero otro lo abordó por el camino haciendo que Derian trastabillase por el camino y comenzasen un forcejeo de puños y agarrones. Pudo a duras penas coger el cuchillo de su bota y clavárselo en el cráneo antes de que pronunciase el Sectum con su asquerosa boca.

Derian lo echó a un lado y se levantó para lanzar el cuchillo en el ojo de uno y volverse para rajar de arriba a abajo a otro con el tridente, sacándole las entrañas. Totalmente lleno de sangre, el moreno se lanzó hacia otro que iba a lanzar un hechizo contra Echo y le lanzó el tridente para clavárselo en el pecho.

Tardo en recuperar el sentido de lo que pasa y en ese instante, algo me golpea. El bombarda que estalla en el piso me manda a volar a la mierda y no tengo ni formas de evitar siquiera la caída porque todo pasa muy de prisa. Golpeo contra un árbol y el hechizo que iba destinado hacia mi madre, la acaba apenas rozando. Caigo directo al suelo sintiendo un lascerante dolor extenderse por el cuerpo, empezando en la cabeza que se lleva la peor parte. Me reviento la cabeza y la sangre me tapa la vista por un momento.

Todo son gritos a mi alrededor, y los de Jared se hacen más audibles por un instante. Está llamando a su madre, así que salgo corriendo hacia él sin pensármelo dos veces. Lo que estoy viendo es algo que no me puedo creer. Sophia está disparando a Amber. — ¡SOPH! ¡SOPH ¿QUÉ HACES?! — Pero sé que hace, porque es exactamente lo mismo que me había pasado a mi segundos antes.

No puedo creer lo que Jamie nos está obligando a hacer. Y mucho menos que lance un hechizo contra Jared que en un momento de completa irracionalidad, defiendo con mi cuerpo. Abrazo a mi pequeño justo cuando el sectum impacta contra mi espalda y nos manda a ambos al suelo. Consigo detener mi caída con una mano para evitar aplastarlo. Le escucho llamarme. Le escucho intentar decirme entre llantos que algo le pasa a Sophia, y no puedo evitar abrazarlo y pegarlo a mi con toda la fuerza de la que dispongo, con el alivio de que esté bien. — Agárrate fuerte. Y ten tu varita bien fuerte. ¿Está bien? Si ves que algo raro nos sigue, no dudes en usarla. — Me levanto del suelo agarrándolo entre mis brazos, usando solo uno para mantenerlo todo lo pegado a mi cuerpo que puedo y poder usar la varita para defendernos. Es demasiado pequeño para esto. Pero es demasiado grande para que pueda cargar con él mucho tiempo.

Pero tengo que hacerlo. Mi hijo no va a morir aquí. Mi esposa tampoco.

Sé que hay muertos alrededor pero no me paro a pensar en quienes, solo avanzo hacia Sophia para intentar deshacer el efecto de ese imperius antes de que acabe haciendo algo de lo que tenga que arrepentirse su vida entera. Pero cuando llego a donde está, su mirada lúcida me dice que el efecto se ha pasado. Mi madre no puede mantener varios hechizos activos al mismo tiempo y eso es lo que nos ha salvado a ambos. Cuando la tengo cerca paso el brazo que tengo libre sobre ella, para atraerla hacia mi en una especie de consuelo por lo que acaba de hacer y darle un beso en la sien, que representa el pavor que tenía, por un instante, de que fuera una de las personas que ya no respira. — Coge a Jared, Soph. Tenemos que alejar a los niños. Ella no va a tener piedad con nadie, solo porque sean niños. —

No sé si alguien ha acelerado o el tiempo o hizo que vaya más despacio. Mis advertencias a Arleth no sirven de mucho, porque Jamie cambia de objetivo y un incendio va de lleno hacia ella, haciéndola caer — ¡ARLETH!— no reconozco el tono desgarrador de mi voz al llamarla y olvido, por un segundo, que estamos bajo ataque. Corro hacia ella, tratando de alcanzarla, pero los brazos de Ben me detienen y, aunque trato de llegar a la mujer que siempre me ha cuidado, no logro hacerlo. No tengo fuerza ni voluntad, solo reconozco el llanto que no puedo contener saliendo contra el brazo de mi tío en intentos que cada vez son más débiles. Sé que murmuro cosas, negativas a la realidad, pero no soy completamente consciente de ellas.

Entonces Ben me aparta del camino y va a ocupar mi lugar, yendo detrás de Jamie y consiguiendo que tanto él como tío Seth y Eowyn vuelen por los aires. El suelo está lleno de cráteres y me cubro con los brazos para que los restos no me den, tratando de ubicar al resto entre el polvo. ¿Dónde está Kyle? ¿Y Jared? Aún me encuentro algo recargado en el árbol más cercano, cuando intento sacudir la varita con decisión. Sé que la impulso con fuerza hacia atrás, pero un rayo de luz me golpea de lleno en el pecho y creo que no estaba preparado para eso. El dolor es insoportable, lo suficiente como para hacerme caer de bruces al suelo y abrazarme entre gritos que jamás creí poder producir.

El "estoy bien" parecía ser la respuesta automática por defecto, porque era más que obvio que ninguno estaba del todo bien. Sin embargo, el sólo hecho de escucharnos hablar, gritar incluso, era un signo de que estábamos con vida y que seguíamos haciéndole frente a estos malnacidos. Al tiene mi espalda, literalmente, y pese a que casi tropiezo no puedo hacer más que agradecerle con voz ahogada.

Parecía que la cosa había calmado un poco, pero el irreconocible estallido de las apariciones a nuestras espaldas indicaban que esto estaba lejos de terminar. La única opción que nos quedaba era la de correr, así que sin siquiera pensarlo dos veces, tomo del brazo a Al y la arrastro conmigo en lo que ciertamente era correr por nuestras vidas.

No estaba viendo con certeza a dónde corría, pero a medida que nos acercábamos al arroyo, el sonido que provenía de allí era una de las cosas más desgarradoras que había escuchado en mi vida. Lo peor es cuando realmente aparece la escena en mi campo de visión, y en el momento en que noto como la hija de puta de Jamie Niniadis arremete contra Ken, mi visión se torna roja. Jamás he empuñado mi arma con tanta energía y precisión como en ese momento, y no dudo en disparar hasta que la munición se me acaba por completo. No me detengo, corro con todo lo que puedo hasta dónde se encuentra Kendrick y me dejo caer a su lado, tomando su rostro entre mis manos y gritando su nombre como si eso fuera suficiente para curarlo.

Levanto la vista queriendo gritar por auxilio, recorriendo el campo de visión como puedo hasta que mis ojos caen en un cuerpo que reconozco en un instante. -¡NOOOO!

Tengo problemas para que Jared me suelte el cuello, y no para de alegar que voy a irme. — No voy a irme a ningún lado Jared, tienes que soltarte. Ve con mamá. — Poner a mi hijo y a Soph lo más lejos del fuego era una prioridad, sobretodo por la violenta forma en la que nos estaban abatiendo. Varias cosas explotan a nuestro alrededor y cuando veo volver a Echo, a quien creía ya a kilómetros de distancia, hace que se me encoja algo en el pecho. ¿Nos están haciendo retroceder? ¿de verdad estamos perdiendo?

Si ellos han tenido que regresar, es porque nos han rodeado. Hay que buscar otra salida. — ¡agáchate! — Empujo a Soph y a Jared hacia el suelo cuando un hechizo azul zurca el aire, proveniente de la nada. No distingo quien lo lanza pero no puedo repelerlo en absoluto. Impacta contra mi pecho cerca del hombro y me dispara hacia atrás, arrastrándome unos cuantos metros en el proceso por el impulso.

Me giro boca abajo para levantarme y veo los pies de mi madre, casi tan cerca como cuando intenté entablar con ella una estúpida conversación. — ¡vas a ir al infierno por esto! — Y una bola de fuego salió despedida de mi varita en su dirección.

Ese arranque de valentía que tiene Zenda, a pesar de como está, es un gesto muy Arleth. Agarro su pequeño cuerpo cuando se desvanece hacia el piso, mirándola con un orgullo casi imposible de descifrar. Le he enseñado bien. A ella y a todos. — Te defiendes como una heroína, Zen — Intento mantenerla despierta de cualquier manera, y cuando los ataques de los aurores me alertan de nuevo de la cercanía de estos, paso mi brazo por su cintura y el otro por sus piernas para levantarla del suelo y seguir alejándonos de todo ese caos.

El problema es que para entonces los aurores ya nos han rodeado y no podemos seguir avanzando.

Me veo obligado a regresar si no quiero que nos maten a ambos, así que cambio de dirección y corro, algunas veces en zigzag por miedo a que hechizos que lanzan contra mi por la espalda, no pueda repelerlos. Apenas tengo movilidad con la varita en el brazo que sostiene las piernas de Zenda. — ¡Estamos rodeados! — Alerto a todas las personas que me voy encontrando en dirección hacia el arroyo, donde esperaba que hubieran tenido mejor suerte. Pero me equivocaba.

Las cosas están peor allí. No puedo quitar mi vista de Cale y a alguien en el piso. Pierdo toda la velocidad que traía. Dejo a Zenda en el suelo de nuevo y avanzo los tres pasos que me quedaban hasta Arleth, dejándome caer de rodillas junto a ella. Dejo la varita en el césped mientras levanto mis manos para tocarla, pero al final no lo hago. Tocarla haría real que ella está muerta. — ¿Arleth? —

La palabra "está muerta" resuena en mi cabeza constantemente pero me niego a creerlo. A pesar de que sus ojos están vacíos, a pesar de que Cale la sostiene destrozado, a pesar de que su mano yace en el piso. Llevo la mía hacia esta para rozar sus dedos con mis manos, esos suaves dedos que salvaron tantas vidas; y en el momento en el que siento el cosquilleo de aquel roce en la yema de mis dedos, el dolor explota.

Hay miles de cosas de las que me arrepiento en la vida, pero nunca tanto como no haberle dicho a Arleth que la amaba. Y ahora, jamás podría. Siempre creí que debía esperar el momento perfecto y me pasé la vida esperándolo.

El dolor de Ava y Zenda me recuerdan que soy el único que no pertenece a ese lugar, y me levanto del suelo para dejarles sitio para llorar a su mamá. Siento el pecho pesado, porque había hecho una promesa a Zenda que ahora ya no podré cumplir; y lo peor era que todo ese estúpido intento por escapar, no había servido para nada. La había dejado atrás. Y la había perdido. Esto era culpa mía. Sobretodo, porque la idea de mantenernos al margen también había sido mía.

Debería haber matado a esa pelirroja hace años.

Convirtiendo mi dolor en pura ira, levanté la varita y le lancé un reducto directo a su maldita jeta de loca que explotó a sus pies creando un revuelo de escombros por todos lados.

Zenda trata de sonreirle a Echo, pero sólo queda en un vago intento. Lo siente correr para evitar ser alcanzado por los aurores que van apareciendo, sin embargo ella oculta su rostro en el pecho de él, busca protección y durante unos pocos segundos se queda completamente dormida.

Claro que los gritos de Ken y luego los de Ava, hacen que vuelva a despertar, ¿Qué estaba sucediendo?
Al enfocar la vista, alcanzó a notar como la pelirroja loca se lleva a Seth, mas eso quedó en el olvido, cuando la menor de los Ballard vio el cuerpo de su madre tirado en la tierra. No se movía.

Ya no le importaban las heridas y quemaduras que tenía por todo el cuerpo, hizo fuerza para dejarse caer al suelo de los brazos de Echo, a pesar de que él ya la estaba dejando y entre chillidos, llanto y ruidos que ni ella escuchaba pero que probablemente en el centro de NeoPanem si, se arrastró por el suelo hasta alcanzarla.
Se subió encima de Arleth, protegiendo con su cuerpo el de ella y se aferró en un abrazo tan fuerte que nadie iba a poder separarla. Ni siquiera Echo —¡MAMÁ, DESPIERTA...MAMI!— Los gritos no tenían control y los temblores de ella tampoco. Todo dolía, todo...incluso su alma.

—¡Por favor, despierta! No haré volar el autito, lo prometo. Ya no me iré al bosque, mami y seré buena con Beverly— Le prometió. —¡Pero abre los ojos!— Levantó un poco la cabeza del pecho de su madre y tomando su rosto, comenzó a mover y sacudirla.
Al notar que eso era imposible, tomó la varita y empezó a realizar conjuros curativos, uno tras otro, hasta perder la cuenta y las fuerzas. —Ma...