Intento empujar a los niños hacia el claro pero estoy demasiado cerca del puente y los aurores me rodean rápido. No todos tienen interés especial en romperme el cuello, y creo que ese es el único motivo de que salga de vida de aquel combate en desventaja. Me abro paso hacia el interior del distrito, los aurores no paran de avanzar y nos fuerzan a retroceder, y siendo mayoría resulta imposible detener esas circunstancias antes de que la cosa se ponga fea.

Una de las explosiones sucede cerca de mi y me manda a volar lejos. Mi cuerpo golpea contra una pared que me deja aturdido varios segundos. El señor Robinson aparece de la nada cagando un rifle de largo alcance con el que me defiende mientras me recompongo y tira de mi en un intento por ayudarme a levantarme cuando ve que mis intentos por hacerlo por mi cuenta están fracasando por completo. Al final, consigo ayudarle lo justo para que podamos refugiarnos tras una de las pocas zonas que quedan sin destrozar y sin quemarse. — Tenemos que evacuar. El distrito ya no es seguro. Es inútil quedarse. — Murmuré, pero eso no pareció convencerlo. El hombre no iba a irse sin darle tiempo al resto de escapar y lo cierto es, que Echo tampoco. Estaban perdiendo esa batalla, pero resistiría lo suficiente para que muriera la menor cantidad de gente posible. Solo necesitaba un respiro.

Una nueva explosión los hizo salir de aquella zona segura y correr hacia el claro buscando refugio, momento en el que choqué contra Delilah que vagaba perdida gritando descontroladamente. — ¡Del! ¡Del para de gritar! ¿Dónde está Kendrick? — La agarré por los hombros y la sacudí para intentar que recuperara el control de sus nervios, algo que siempre había sido difícil con ella, pero al final solo conseguí que mantuviera sus pies en marcha para alejarse del bombarda que golpeo a unos pocos metros de nosotros. — ¡Rápido!

— ¡SEAN, SEAN NO! — Nunca en mi vida he gritado con tanta desesperación. Parece que incluso utilizo más voz, si es que eso es posible, conforme más cerca estoy. Cada parte de mi cuerpo es una alarma en sí misma que es cada vez más violenta conforme más cerca de mi madre estoy. Cuando creo que los he alcanzado, el hechizo de Sean me golpea en el pecho y frena en seco mi avance, haciendo que caiga hacia atrás y aunque solo son un par de metros de distancia, siento como si hubiera conseguido que retrocediera mil.

Mi frustración es evidente y me levanto del suelo todo lo rápido que puedo. Gritos con mi nombre me llegan desde la distancia y juraría que también un "Papi" que me da un vuelco al corazón. Pero casi toda mi atención está sobre Sean y sus palabras. Es la segunda vez que le escucho decir "mi hijo" y ya sé que no son palabras que dice al azar, intentando dejar claro que fue él quien cuidó de mi durante casi toda mi vida mientras la que decía ser mi madre, planeaba una rebelión. Sé que lo dice en el sentido expreso de la palabra porque lo puedo leer en su mente incluso rodeados de caos.

Vuelvo a avanzar, esta vez nervioso y con cautela, con la varita en alto porque no voy a dejar que me aparte otra vez de esto, como si no fuera conmigo. ¡Es conmigo, maldita sea! ¡todo eso es por culpa mía! sí, Ben es un idiota por confiar en un Niniadis pero si nunca me hubiera traído aquí, sé que nada de esto habría pasado. — ¡Estoy aquí, mamá! ¡habla conmigo! — Escupí las palabras en algo, quizá con la voz más aguda de lo normal a causa de los nervios, lo que por alguna estúpida razón me hizo sentir un niño de repente. De nuevo. — Si has venido por mi, me iré contigo. No opondré resistencia a toda esta locura, pero tienes que pararla. ¡Mírate! ¡Mira lo que estás haciendo! maldita sea ¡mira a que estás apuntando con esa estúpida varita! —

¿Límites? No se llega a donde yo estoy poniéndose límites y Sean lo sabe. El problema siempre ha sido ese, que Sean tiene demasiado corazón para esto. Ese fue uno de los motivos por los que él se quedaba en casa mientras tumbábamos un imperio. No voy a responderle que no hay diferencia entre adultos y niños porque son el enemigo, porque ya debería saberlo, solo entorno los ojos cuando usa su varita, aprovechando aquel movimiento para apuntarlo con la mía, en una clara postura defensiva y totalmente amenazante. Tardé en darme cuenta de que la persona que intentaba mantener a raya era nuestro hijo.

Flaqueé por un instante.

Llevé mi mirada hacia Seth mientras Sean me soltaba su discurso, implorando que detuviera toda esa locura. Era estúpido ahora negar cuanto se parecían ahora que Seth era la viva imagen de Sean a su edad. Pero no se trataba solo del físico, las palabras de mi hijo me hicieron notar que además, había heredado su bondad.

No. En realidad era otro de sus caprichos. Llevaba demasiado tiempo con los rebeldes. No lo entendía. Pero eventualmente lo haría. — ¡Claro que no sé que fue de él todos estos años, porque nos lo arrebataron! — Aquel momento de debilidad había pasado, y mi voz era una furia absoluta. — ¿Y quieres que te recuerde de quien fue la culpa? ¡tú metiste a ese asqueroso muggle en casa, Sean! — Había vivido con él tanto tiempo que reconocía su forma de combatir; y no me pasó desapercibida la manera en la que entre sus palabras e intentos por calmarme, había un atisbo de cautela al moverse. Le he visto hacer eso otra veces, cuando éramos pequeños y entrenábamos juntos; cuando intentaba distraerme para pillarme con la guardia baja.

Y le funcionaba. Porque estaba enamorada de él y con solo abrir la boca me distraía. Pero no hoy. Porque hacía mucho tiempo que el amor no era parte de la ecuación.

Escuchar a Seth hablar era como escuchar a Sean hacerlo, hasta ese punto ambos se habían influido el uno al otro. Eso debía terminarse acá si quería reparar todos los errores de mi hijo mayor, antes de que se acabara condenando a si mismo. Esa fue al razón por la que levante la varita y seccioné el cuello del hombre que había estado a mi lado más tiempo del que puedo recordar; dejándome regresar a su vida cada vez que liderar una rebelión puso demasiado peso sobre mis hombros; cada vez que la lucha por tener lo que hemoss conseguido hasta ahora, amenazaba con aplastarme. — Si sigues aquí, Seth nunca dejará de creer en esos sueños estúpidos sobre el equilibrio de razas. Estaba bien cuando eran cuentos de niños Sean, pero ya no es un niño. —

Su rostro se ve igual, pero es un momento, un suspiro, en el que no reconozco a la Jamie que creció conmigo y que compartió todas esas noches de juegos. Saltos en la cama, golosinas robadas, entrenamientos hasta que los dos fuimos lo suficientemente mayores como para cambiar las risas por los besos furtivos. La miro, pero no la veo. Y entonces lo sé — ¡Tú te lo arrebataste por ti misma! ¡Yo hice lo mismo! — yo perdí a mi hijo por el descuido. Porque no estuve lo suficiente para él, porque no vi las señales, porque no pude contenerlo como prometí que iba a hacerlo cuando solo creí que era un sobrino que debía cuidar. Es el mismo niño que oigo gritar a mis espaldas y cierro los ojos con fuerza porque no debe meterse, porque esto es entre su madre y yo y sé que no se trata de una disputa que resolveremos cuando volvamos a casa — No quieres esto para Seth. No quieres esto para Hero — hay una familia y debemos cuidarla. La guerra puede esperar, siempre puede.

Y lo siento. Lo veo venir tan rápido como se desparrama en mi piel. El movimiento de varita que me corta el aire ante la quema del dolor que me abre los ojos en sorpresa, sintiendo el calor del líquido escarlata que brota de mi cuello y amenaza con ahogarme. Me llevo la mano libre y hago presión, dando unos pasos débiles hacia atrás — Jamie… — creo que no se oye mi voz, pero tampoco importa. No veo los ojos de la mujer que amé y cuidé con todo lo que pude, con todo lo que soy, cuando trastabillo y caigo contra un cuerpo mucho más grande del que recuerdo. La visión se nubla, pero aún así enfoco sus ojos, tratando de tocarlos con una mano repleta de sangre que acaba decorando su mentón, ese que posee una barba de pocos días. Mi Seth jamás había tenido barba.

Mis labios balbucean algo que pretende ser una disculpa, pero el sonido solo se queda en un intento. Aferro su camisa con fuerza, notando los espamos de mi cuerpo que me obligan a soltar la varita, la cual rebota contra el suelo. Boqueo, pero el aire no me llega al cerebro y aún así, me sostengo hasta el último aliento. No siento miedo, al menos no por mí — Corre... — más que una orden, es un ruego. Porque si algo he aprendido, es que su lugar jamás ha sido junto a su madre. El mío lo fue, hasta que el tiempo pasó y lo supe cuando fue demasiado tarde.

Ya he perdido la consciencia cuando mis manos lo sueltan, caen al suelo y mis ojos, aún abiertos, no pueden verle.

Después de tanto tiempo no podía creer que mi madre siguiera obsesionada con el tema de Ben y mi escapada. De hecho, cuando Hero nació creí que ella era un intento por reemplazarme, que por las cosas que sabía de la pequeña, le había salido bastante bien. — ¡Nadie me arribató de ninguna parte! ¡Me fui yo porque me querías condenar a prisión! — Nunca la había conocido realmente, Jamie siempre estaba planeando una guerra o demasiado ocupada dirigiendo un país como para hacerme caso, pero había algo que tenía claro, la mujer de los recuerdos de Sean y la que teníamos adelante en ese instante, no eran la misma. Nunca lo habían sido. El la amaba y la idealizó. Ella fue un monstruo desde el principio.

La idea de Jamie matando a Sean aparece tan de repente en su cabeza que no puedo hacer nada para evitarlo. Cuando levanto mi varita y grito su nombre para alertarlo, ya es demasiado tarde. Su cuerpo se precipita hacia el suelo y lo único que alcanzo a hacer por él, es agarrarlo antes de que se golpee, como si eso mejorara sus circunstancias. El peso al final hace que mis piernas cedan y nos vamos al suelo los dos, con su cabeza contra mis piernas, que están por completo descolocadas, mi varita en el suelo y mis manos intentando ayudarle a presionar la herida. — No-No te mueras, por favor, no te mueras ahora. No ahora. — Repito su nombre una y otra vez completamente fuera de mis cabales, bloqueado en el mismo punto sin que pueda hacer nada. Porque la experiencia médica que tengo sabe que no puedo salvarlo de esto, haga lo que haga. — Hay más cosas que Ben no te contó. No solo lo de Jared. Hay mil más. No te vayas aún. — Me siento como un niño rogándole mientras su sangre se escapa de su cuerpo y empapa mis manos por completo. — Por favor. No te vayas aún. —

Me doblo presa del dolor que sentirlo morir en mis brazos me ocasiona, y acabo pegando mi frente a la suya mientras repito las mismas frases una y otra vez sin siquiera poder decir algo más que eso, aprovechar esos pocos segundos que tiene antes de que se desvanezca para que sepa que su nieto es un desastre con la magia y se ha clavado la varita en la nariz más veces que hechizos ha hecho correctamente. Giro mi rostro para esconderlo entre las manos que levanta para tocarme mientras las lágrimas inundan sus mejillas y pronuncia sus últimas palabras.

«Corre»

No puedo.

No puedo.

No puedo.

Sus ojos se quedan vacíos y sin vida. Su mano cae al suelo. Su corazón ya no late, pero la sangre sigue saliendo.

La mano de Jamie me agarra del cabello y me aparta de Sean bruscamente, exponiendo mi cara al aire, completamente traspuesta con el dolor. Mis ojos se van hacia ella por obligación y reconocerla, hace de un segundo a otro, todo ese dolor se transforme en rabia. Agarro mi varita del suelo y le lanzo un incendio. Una bola de fuego la golpea no con toda la precisión que debería con la poca distancia a la que estábamos, pero está lista para defenderse.

Un rayo naranja me golpea en la cabeza y lo siguiente que recuerdo, es que ya no la odio por arrebatarme al único padre que he tenido, sino que repentinamente, sus ideales y los míos son los mismos.

Cuando ella avanza para cortar el paso del arroyo, yo la sigo a escasos pasos por detrás.

Los gritos y gemidos de las personas aún atrapadas bajo las llamas, era suficiente tortura, ¿Acaso su padre estaría entre ellas?
Zenda empezó a temblar y todo el control que había tenido hasta aquel momento, desapareció cuando el sonido de un pelotón de aurores se acercaba cada vez más.
Por suerte ya no estaban solos, Del y Echo aparecieron entre las llamas..¿Dónde estaba el resto? —Ya vienen, ya vienen, ya vienen...— Empezó a chillar, sujetando la varita y la mano de Ava.

El primer hechizo impactó sobre un árbol y este se derrumbó, por suerte la niña y quienes estaban cercanos a este, alcanzaron a moverse para evitar cualquier tipo de impacto.
La menor siguió gritando y llorando, mientras jalaba a su hermana para salir corriendo. Estaba MUY asustada. —¡Tenemos que irnos!

Y entonces notó que estaban rodeados, no había manera de escapar a no ser que empezaran a luchar por sus vidas.
Movió la varita como le habían enseñado y trató de conjurar de nuevo un Petrificus, mas la tensión del momento le hizo fallar.
Al notar que uno de los hechizos iba dirigido hacia ambas, Zenda soltó la mano de Ava y así recibió el impacto que la lanzó hacia atrás, golpeando su cabeza contra el suelo.

En cualquier otro momento volver a ver a mi otro mejor amigo me habría alegado, pero teniendo en cuenta que viene junto a Jamie Niniadis, sin inmutarse... Mi primera reacción es la de agarrar a Ben por el antebrazo al ser el que más cerca tengo, buscando una calma que no llega y en un intento de reconfortarme; después alterno la vista entre Seth y los más pequeños por todo lo que están presenciando hoy. Intento comprender qué narices está haciendo Seth al seguirle, porque debe de haber una explicación, pero no le encuentro sentido.

Sea lo que sea, estoy harta. He visto cómo han quemado nuestro hogar, y cómo han matado a algunos de los nuestros. Es por eso por lo que a sabiendas de que me estoy jugando la vida, lanzo un Bombarda contra Jamie; y puede que le dé, pero ella a mí también. No me hace volar demasiado lejos, pero el golpe me descoloca lo suficiente como para tener la vista borrosa durante unos segundos, no muy segura ni de dónde estoy, ni de si he perdido la varita por el camino.

Bufo, no muy seguro de si mi idea pudiese funcionar, pero es la que mejor podría resultar de salir bien. Me volteo hacia Sophia para preguntarle si quiere que lleve a Jared en mi espalda en el trayecto, pero no alcanzo a decir nada que el humo se dispersa. Aunque puedo ver a Seth en primera instancia y doy unos pasos en su dirección con la alegría en el rostro, reparo en un momento en quien lo acompaña. El agarre que siento de Amber no basta para evitar que aferre el hacha, negando con la cabeza — ¡Seth! — le llamo, pero algo en su rostro atontado me dice que no puede oírme — ¡SETH!

No tardo mucho en ver como Amber vuela por los aires y me agacho para evitar el hechizo que sale disparado en mi dirección, aprovechando el rápido movimiento para correr hacia la ministra. Intento darle, pero es más rápida y apenas puedo hacerle un corte.

Empezó a aparecer gente de pronto, pero no Cale, mi oido es terrible, ¿acaso esto podría afectar mi canto?....Nah.

Al menos ahora sabía que Ava y Alice estaban bien, Del apareció un poco después junto con Echo y también estaba Derian, uff mis chances de sobrevivir subian. No que dudara de mi tío aun mujer, que también estaba allí, pero digamos que después de lo del hechizo con forunculos nunca la dejaba fuera de mi vista. Incluso le hice el movimiento de mis dedos señalando mis ojos y luego a ella/él. Claaaro, curar, empecé a buscar mi botiquin igual porque era mi profesión pero no me engañaba por un segundo.

No tuve mucho tiempo de sacar nada porque de pronto empezaron a bolar hechizos por sobre nuestras cabezas y tome mi varita como acto reflejo. ¡¿Por qué no nos podían dejar en paz?!

Dejo que me curen, sintiendo como las heridas superficiales cierran y eso me alivia un poco, más no del todo. Murmuro un gracias en dirección a Amber y oigo entusiasmado con irnos los planes de Ben, pero Arleth me toma para revisarme y eso me mantiene fuera del debate. Sea como sea, tampoco puede hacer mucho; mi atención se va sobre su hombro cuando veo el humo evaporándose y el rostro de Jamie Niniadis aparecer frente a nosotros, llevando a su hijo detrás. — Arleth... — susurro, sintiendo el corazón en mi garganta. ¿Cómo es posible que...?

El estruendo que hace volar a Amber por los aires me hace saltar hacia atrás, levantando la varita a pesar de que no sé que hechizo usar. No llego a conjugar un protego, cuando la bola de fuego me impacta en la pierna y me obliga a caer al suelo, dándole golpes con una mano y ayudándome con la tierra. El calor arde, me quema lo suficiente como para hacerme brotar algunas lágrimas de los ojos, pero aún así aprieto los dientes y apunto con la varita — ¡Ey! — mi grito a la ministra es casi un reto, una burla que podría considerarse infantil — ¡Bombarda! — el hechizo golpea la tierra, mandando a volar su larga cabellera colorada. Dudo haberla herido de lleno, pero al menos, me da una satisfacción.