Había sido una semana complicada y diferente en el Distrito 14. El clima había mejorado luego de la tormenta que llevó a la destrucción de medio distrito, pero los ánimos continuaban por el suelo y se había llegado a la conclusión de la mano del Consejo que era hora de ir en busca de nuevos recursos para poder subsistir frente al invierno que se acercaba cada vez más amenazante. Ya que muchos de los cultivos habían sido dañados y varios de los animales había huído o muerto, tomaron la decisión de adentrarse en una zona poco explorada de las montañas, con intenciones de encontrar animales más grandes o nuevos frutos que pudiesen ser de utilidad. Lo desconocido ponía los nervios de punta a muchos de los habitantes, pero era momento de enfrentarse a ello si no deseaban morir de hambre.

Era sábado en la mañana cuando un grupo de diez exploradores voluntarios partieron montados en los caballos que quedaban a gran velocidad, cruzando el puente y adentrándose en los espesos bosques en dirección a las montañas que solían ver a lo lejos; hubiesen ido a pie, pero la urgencia declaraba velocidad y debían el menor tiempo posible en recorrer el terreno con el detalle que la aparición no les permitía. El primer día fue prácticamente inútil, ya que los animales pequeños que cazaron solo sirvieron para calmar el hambre de la cena y rellenar pequeñas mochilas, antes de continuar camino tras pocas horas de sueño. Se demoraron prácticamente todo el fin de semana hasta llegar a las primeras rocas y adentrarse de lleno en las colinas, recorriendo caminos pequeños, zurcando árboles cada vez mas dispersos y recolectando unas pocas frutas que podrían ser de utilidad. Allí, consiguieron seguir el rastro de una manada de ciervos que los guió a las profundidades de la mañana.

Era el atardecer del tercer día desde la partida cuando decidieron hacer una pausa para que los caballos pudiesen descansar y algunos fuesen libres de comer las pocas provisiones que tenían con ellos. Fogata encendida, muchos deseaban continuar ya que el rastro de tornaba más fresco, por lo que decidieron dividirse. Cinco exploradores se quedarían con los caballos y el equipaje, mientras que otros cinco continuarían subiendo a pie entre las rocas más complicadas en busca de sus presas, quienes significaban una enorme fuente de alimento por semanas. Así, solamente cargados con una mochila en caso de emergencias y sus armas, se despidieron.

Se iluminaban con linteras el paso, moviéndose en la oscuridad silenciosa hasta que el aullido de los lobos los puso alerta. Estaban demasiado cerca, más de lo que hubiesen deseado, y no tardaron en ver los ojos brillosos en la oscuridad. La carrera fue breve; era una jauría rabiosa y grande, por lo que luchar contra ellos resultó ser en vano tras algunos intentos. Siendo perseguidos, subieron un estrecho camino en la montaña hasta que divisaron una pequeña entrada oscura que clamaba el ingreso a una cueva. Sin pensarlo dos veces, se adentraron en tropel y con un movimiento de la varita del único mago del grupo, una roca cayó para bloquearle la entrada a los lobos, aunque no contaban con que eso provocase un derrumbe que escupió polvo en todas direcciones para dejarlos completamente encerrados, a pesar de sus intentos por encontrar una salida que los llevaría directamente a los lobos que todavía podían oír.

La única opción era avanzar.

Todo pasa tan deprisa que ni siquiera me doy cuenta de que estoy cargando con Derian a lo largo de un estrecho camino hasta que Seth ayuda a cargar con parte de su peso y se libera una gran presión de mi hombro. Con suavidad recargo su cuerpo contra unas escaleras, permitiéndome un segundo para respirar antes de darle unos golpecitos a mi linterna que no deja de parpadear. A pesar de que la luz que tenemos no es suficiente en contraste con la oscuridad, el color de la piel en la zona de su cuello resalta tanto que puedo diferenciar la gravedad incluso en estas condiciones. Mis dedos rozan los hematomas con cuidado de no provocarle más dolor comprobando el desgarre de sus vasos, lo que junto con la exploración de su laringe y el sonido que sale de su voz me confirman lo que me temía. - No intentes hablar de momento, tienes las cuerdas muy inflamadas y forzarlas podría dañarlas más. - Mi voz se muestra calmada porque a estas alturas del cuento conozco cuando no debo preocupar a un paciente independientemente de la gravedad. - Sé que es difícil, pero trata de no mover el cuello, ¿de acuerdo? Toma, bebe. - Murmuro acercando mi mochila y sacando de ella la cantimplora, para después tratar de hacer algo con su pierna con lo poco que tenemos.

Miro de reojo a Seth realizando un leve gesto con mis ojos como forma de comunicarle que debemos salir de aquí cuanto antes, porque aunque la situación podría ser peor, con el tiempo podría agravarse. Cuando termino con él uso un poco del agua oxigenada que me sobra par verterla sobre la herida de mi brazo y posteriormente hacer un vendaje simple con la ayuda de la mano libre y mis dientes. Hasta que no escucho los gritos de Ben alertando a Ava no me entero de lo que ocurre, preocupada más por la salida que por lo que está pasando dentro de ella. Cuando veo los múltiples ojos de una araña - aunque bastante más grande como para serlo -, me entran ganas de haberme quedado con los lobos.

No tengo tiempo de reaccionar antes de que una de sus patas me golpee directamente hacia la pared que tengo detrás, provocando un sonido realmente desagradable ante su irregularidad. El choque me confunde lo suficiente como para perder el sentido de lo que hago durante unos segundos que ella aprovecha para acercarse todavía más a mí. - ¿¡DE DÓNDE NARICES SALEN?! - Grito a nadie en concreto intentando zafarme de la araña, pero viendo por el rabillo del ojo como más van ocupando el lugar que por un momento pensé que era seguro.

Inconscientemente mi mirada se va hacia el techo cuando escucho la respuesta de Ben, a pesar de que tengo a una araña del tamaño de un león amenazándome con sus dientes, aguijón o lo que sea. En estos momentos no me paro a pensar en las mil formas que tiene de atacarme si no más bien en huir de ella. Como soy tan idiota como para haber dejado mi arma junto a Derian, solo tengo un cuchillo para defenderme de la furia del animal, si es que se le puede meter en esa categoría.

Por si eso fuera poco, Ava y Ben se la pasan intentando dispararla mientras yo estoy detrás, lo que considero una idea realmente terrible si tenemos en cuenta la poca distancia de separación que existe entre la araña y yo. - ¡Es un consejo un poco de mierda, Ava! - Sin embargo, trato de hacer lo que me dice ella, despistándola hacia los lados para después perderla de vista. Lo cual habría estado bien si no se me hubiera cruzado otra delante, que consigo esquivar con una inclinación brusca de mi cuerpo. Ese giro provoca que mi cara roce la superficie puntiaguda de la pared y se haga un corte no muy profundo pero lo suficiente como para que la sangre fluya de él. Por lo menos ese movimiento despista a la bestia el suficiente tiempo como para salir corriendo de allí en dirección a mis cosas.