Antes de salir había tenido una discusión eterna con Kendrick porque tuve que volver a encerrarlo en su casa y quitarle el rifle que siempre utilizaba porque se le había metido en la cabeza que podía acompañarnos; había preparado un bolso y todo, lo cual en cierto modo no me sorprendía en lo absoluto. Y solo para asegurarme que no iba a seguirnos, me llevé a Petra, su yegua favorita porque sabía que eso le dejaría bien en claro que tenía prohibido seguirnos. Niños... ¿Yo era así de insolente a su edad o es que me estoy poniendo viejo? Como de costumbre lideré la marcha con Gigi corriendo a la par del caballo, increíblemente ágil para su edad, manteniendo el mapa más amplio y nuevo dentro del bolsillo interno de mi chaqueta. Fueron días que se sintieron inútiles, como si los animales que valían la pena hubiese escapado también del fuego, hasta que por fin tuvimos la pista que estábamos esperando.

Me pareció bien la división porque, me guste o no, tenía que admitir que seríamos más ágiles cuantos menos fuésemos y además quedarme sin hacer nada cuando en casa nos están esperando me resultaba completamente insoportable. Admito que puse los ojos en blanco cuando pedí voluntarios a seguir y me di cuenta de que me estaba llevando a los dos médicos, pero no puse reproches porque sabía que solo íbamos a gastar tiempo y además, no es como si fuesen inútiles que no hubiesen aprendido a curar las heridas básicas luego de mil exploraciones. La necesidad es la madre de todos los oficios, dicen por ahí.

Me costó dejar a Gigi con ellos, pero pronto estuvimos en marcha en la creciente oscuridad. Iba caminando junto a Seth en silencio para ser capaz de escuchar cualquier movimiento que nos indicase la presencia de algún animal y, en más de una ocasión, me incliné para chequear el suelo en un intento de seguir el rastro de pezuñas. Estaba por dar alguna indicación sobre la formación que deberíamos tomar, cuando el familiar sonido de los lobos me llegó a los oídos obligándome a ponerme de pie con un sobresalto que me recordó lo débil que soy frente a esos animales cuando soy simplemente yo. Bastó el primer ataque para que nos diéramos cuenta de que eran muchos para nosotros, por lo que no hizo falta el grito de retirada para salir corriendo en la oscuridad.

Las piedras me hicieron tropezar en más de una ocasión y tuve que aferrarme a las más grandes para ayudar a mi envión para trepar, hasta que el terreno en subida se volvió algo más sencillo para posar las plantas de mis pies y avanzar a la carrera. En más de una ocasión chequeé sobre mi hombro para vigilar la ubicación de mis compañeros, sabiendo que los gritos que nos lanzábamos el uno al otro era más por la desesperación que por cualquier otra cosa. Con el aliento agotado, nos lanzamos dentro de una cueva oscura y, para cuando me quiero dar cuenta, el ruido de las piedras me obliga a echarme para atrás para cubrirme la cabeza con los brazos en un intento de salir airoso.

Estoy tosiendo cuando me ando incorporando, dando golpecitos en la linterna para que deje de titilar entre las capas de polvo que vuelan a nuestro alredor y lo primero que enfoco es a Ava, cuyo pelo rubio sobresale entre la gama de colores oscuros de nuestro alrededor. Con ojos llorosos por la tos, me acerco a la entrada y trato de empujar las rocas, pero es inútil. Mierda. —  ¿Están todos bien? — pregunto con voz queda, pasando la luz de uno al otro para chequear su estado. Por inercia me llevo la mano a la ligera herida que tengo en el brazo, producto de nuestro breve enfrentamiento con los lobos antes de salir corriendo, y el ardor me indica que las rocas me han raspado una mejilla. Más allá de eso, me siento ileso. Avanzo unos pasos e ilumino el camino, notando el aire denso de la cueva que parece no tener fin, a pesar de que a lo lejos puedo escuchar el eco de agua corriente — Si hay un arroyo, hay una salida — demando, acomodando mi ballesta en uno de mis hombros para dividir mejor el peso de mis armas — No se separen y mantengan el paso, al menos que quieran comer gusanos cuando se nos acabe lo poco que hemos traído.

El corazón todavía me palpitaba fuerte contra el pecho y la tos hacía que me fuese casi imposible respirar con normalidad; el aire, iluminado con el haz de luz de nuestras linternas, estaba lleno de polvo y escombros, y en mis oídos todavía se sentía el eco sordo que había provocado el derrumbe. Cubriéndome la boca y la nariz con el antebrazo que aún sostiene la linterna, trato de recuperar el aliento mientras me recargo sobre una de las paredes de la rudimentaria cueva. Creo que me he hecho un corte en el muslo, pero cuando lo observo, noto que es superficial y no me preocupo.

Había estado ansiando de verdad que hubiese una nueva expedición, y si bien no se realizaba por las mejor de las razones, estaba feliz de poder volver a sentirme de utilidad. Los dos días y medio de viaje se habían sentido tan normales como una caminata alrededor del distrito, y estaba casi que hasta orgullosa de no haber perdido el ritmo mientras galopaba sin problema en el lomo de Arion. Dejar al caballo cuando llegamos a un punto en el que avanzar con los animales sería más problema que ventaja tampoco supuso un problema alguno, y si bien el camino era irregular, podíamos avanzar con relativa agilidad. O eso era lo que pensaba hasta que una manada de lobos, aparentemente hambrientos, había hecho su aparición.

No tardamos demasiado en ver que por más que quisiéramos, no éramos suficientes para sobrepasar a la jauría, y tras una de las corridas más rápidas y agitadas de mi vida, habíamos podido resguardarnos gracias a la habilidad y al rápido pensamiento de Seth. Claro, estábamos atrapados, pero no tenía el más mínimo deseo de regresar por donde habíamos llegado. Solo esperaba que los que habían quedado atrásno tuviesen que cruzarse con los lobos también.

La voz de Ben hace su aparición y cuando luz de su linterna ilumina mi rostro, levanto un pulgar en señal de asentimiento. Separándome de la pared y acomodando mis armas, ignoro el leve ardor de la cortada en la pierna, y me dispongo a continuar avanzando.

Le había negado tantas veces a Ben de ir a las partidas de exploración, que ya hasta me daba vergüenza presentarme como voluntario a la que organizó para recuperar los víveres perdidos. Muchos habíamos perdido cosas, yo incluido. Había perdido mi casa y todo lo que tenía en ella, que aunque no había sido gran cosa, habían sido parte de mí y por eso mismo no podía quedarme de brazos cruzados y dejar que otros fuesen en mi lugar. Es más, tenía un cargo en el consejo, y era el líder de agroindustria. Yo antes que nadie tenía que estar ahí.

Por eso mismo me ofrecí también voluntario en el grupo de los cinco exploradores que decidieron seguir el rastro de los ciervos. Ya que había iniciado la acción, no podía quedarme ahí vigilando. Me cargué la mochila al hombro y agarré con fuerza el tridente, mientras subíamos la montaña. Sin embargo, una manada de lobos nos sorprendió y acabamos encerrados en una cueva. Aparté la cara cuando el polvo se levantó a causa del derrumbe y comencé a toser —Si, por aquí también estamos bien —Alcé la mano, como si me pudieran ver, y me levanté, sacudiéndome el pantalón.

Seguí a Benedict, y encendí la linterna —La cueva parece profunda —comenté mientras iba alumbrando a mi alrededor —No tardarán entonces los lobos en encontrar esa entrada.

Me había negado a ir en caballo porque no me daba la gana viajar 20 horas dando saltos, me iba a doler el pandero. Así que sin ningún tipo de miramiento le arranco a mi hijo su hoverboard heredada de las manos y luego me lo como a besos para que le de más vergüenza que pesar que me la lleve un rato. Y además porque así se le pasa el enfado de la discusión de hace cinco minutos sobre porqué no puede venir empezando a estar más preocupado por su supuesta dignidad adolescente. Tengo que admitir que me entretiene mucho fastidiarlo así.

"Ahora me lo dejas enfadado". Escucho protestar a Sophia y me despido de ella también de una forma absurda y estúpida sin importancia, porque esa siempre ha sido mi manera de prometerle, sin usar esas palabras concretas, que volveré.

El viaje es largo y aburrido. Sobre todo aburrido. Así que me paso el tiempo si no parado, sentado en la hoverboard que elevo o desciendo a gusto según mis necesidades en ese momento, mayormente para que la cabeza de Ben y la mía estén siempre a la misma altura. — ¿Les has propuesto un trío ya? — Evidentemente es una conversación de dos, las ventajas de ir abriendo la marcha. — No sé. Por probar. Piensa que solo tienes que convencer a una. Eowyn aceptaría sin ponerte pegas. — Y de repente estoy metiéndome de lleno en la vida sexual de mi mejor amigo porque, no lo voy a admitir en alto, pero últimamente en mi casa hay demasiada gente, así que tengo cierto cúmulo de energía e insensatez a partes iguales.

Cuando no estoy hablando, estoy hablándole con gestos. Ya saben, esa telepatía que solo tienen dos personas que se conocen muy pero que muy bien y en un movimiento fácil de mis manos, le pregunto quien tiene las tetas mas grandes, porque por encima de la ropa nunca se ve bien del todo; así es como acabamos llegando a la zona donde finalmente haríamos una pausa con solo un par de veces a punto de reventarme la jeta contra un árbol por estar distraído.

Creo que el 90% del camino ni he prestado atención. Dejo la hoverboard en el lugar donde descansamos por mera comodidad y porque pesa un muerto y no me apetece cargarla. Además hace demasiado ruido si vamos a ir de caza. De haber sabido que nos iba a atacar una manada de lobos, me la traigo, pero ya es tarde para decirles que se esperen, ir por ella, y seguir haciendo lo que tendríamos que estar haciendo. — ¡Rápido, mierda! — Me espero a que todos estén dentro y bloqueo la entrada. Quizá con más énfasis del que debería. Me atraganto con el humo que deja el desprendimiento de rocas y me cubro la cara con la mano. Ben me arranca la pregunta de la boca.

Cuando todo el mundo confirma estar bien, levanto la varita para iluminar parte del camino, quedándome atrás del todo para guardarnos las espaldas.

Levanto un pulgar no muy seguro de que me puedan ver en cuanto recibo solamente respuestas positivas de mis compañeros e intento tener cuidado donde pongo los pies en cada paso que doy. En cierto modo estoy agradecido de que la situación amerite que se terminen los chistes sobre mi vida sexual por parte de Seth, a quien le he preguntado en más de una ocasión durante nuestro viaje si anda sufriendo de abstinencia marital como para estar interesado en ese aspecto de mi vida, pero cuando empiezo a sentir el aire más pesado llego a la conclusión de que prefiero eso y no estar aquí encerrados sin saber cuando vamos a salir.

Paso una pierna sobre lo que parece ser una rama demasiado gorda de vaya a saber qué planta y la ilumino dos segundos para ver su grosor — Tengan cuidado de no tropezar — aconsejo, oyendo a la perfección el eco de mi voz. Agacho un poco la cabeza para no llevarme puesta una piedra que sobresale del techo y levanto la linterna para enfocar mejor el camino, cuando en eso el grito demasiado cercano de Ava me obliga a reaccionar y salgo disparado para ver de qué se trata. La tenía justo detrás hace dos segundos, pero ahora la veo siendo arrastrada entre las rocas a una velocidad que me hace preguntarme qué diablos la está tirando — ¡Agarrenla! — es lo primero que me sale mientras tanteo hasta dar con el hacha que llevo colgada, en media carrera hasta alcanzarla y ver qué es lo que se la está llevando; uno, dos, tres golpes con uno de mis compañeros basta para que la planta se aleje de ella como un gusano arrepentido, lo que me hace alumbrar por donde se ha ido tratando de visualizarlo — ¿Qué fue eso? — pregunto con voz dudosa. Seth sabe de plantas, de seguro tiene alguna idea.

No digo más porque pronto oigo el sonido que me obliga a mirar hacia arriba y la luz me permite ver como la enredadera se mueve hacia nosotros, rozando mis pies justo antes de sentir como tiran de uno de ellos. Siento como el hacha se me patina de los dedos cuando mi espalda se estrola contra el suelo, obligándome a lanzar un quejido de dolor ante la punzada, mientras que noto como la planta se me enrosca en las piernas y aprieta de ellas, subiendo poco a poco por mi cuerpo.

Si no fuera por la manda de lobos ridículos que espera en la puerta para merendarnos, hace rato que había cogido a alguien y desaparecido de allí; pero además de que eso requería energía que no me daba la gana usar, seguiríamos teniendo el problema de los lobos allí fuera. ¿Estarán siguiendo a Ben? ¿lo olerán mientras no está convertido? nunca había pensado en eso y lo cierto es que sería un tema muy interesante a investigar en el futuro porque podría ahorrarnos bastantes problemas a largo plazo.

El grito de Ben me hace levantar la mirada del punto muerto donde la tenía y según voy subiendo mi mirada, me doy cuenta de las marcas del suelo. — ¡Cuidado! — Casi todos las tienen a sus pies, especialmente los de más adelante. Ben es el primero en ser atrapado por esa cosa y lo único de lo que tengo tiempo es de sacar la varita para lanzar un bola de luz contra sus piernas y liberarlas antes de que esas ramas pase más arriba de su cintura. — ¿Eso es una planta? — Estoy flipando más de lo que debería. ¿Lo peor? Que me parece ver a Ben con esa cara de "tu sabes que es esta mierda ¿no?". Y obvio como voy a decirle que no.

— ¡Alejense de cosas cosas! — Es la única orden que doy, refiriéndome a las ramas de paredes y suelos; suena con un tono que parece que de verdad se a que mierda me enfrento, pero con el estrés y que no veo una mierda, no puedo pensar claramente.

Pisando más fuerte de lo que debería gracias a la lastimadura de mi pierna, avanzo con el cuidado que puedo, aún dejando escapar alguna que otra tos debido a lo viciado del aire y a que todavía sentía el polvo dando vueltas pese a haber dejado atrás la entrada de la cueva.

La voz de Ben no tarda en hacerse escuchar, y dirigiendo la luz de mi linterna al suelo, trato de no llevarme puesta ninguna de las ramas que parecen estar en todas partes. No tengo suerte, y sin querer pateo una rama gruesa con la pierna lastimada. Pasa un segundo, y de golpe caigo con fuerza. La puteada que se me escapa cuando me veo arrastrada con rapidez por el suelo es de tal magnitud que hasta mi madre me habría reprendido por ella de haberla dicho en su presencia.

La velocidad casi vertiginosa a la que voy, y el suelo irregular parecen interminables, pero por suerte no tardan en darme alcance y tras un esfuerzo conjunto, quedo libre del agarre que me estaba arrastrando por la cueva.

¿En qué tipo de lugar nos encontrábamos? Incorporándome como puedo gracias a la ayuda del resto, no tardo en sacar el machete de la funda que llevo a un costado mientras que con la linterna trato de iluminar hacia donde puedo, tratando de identificar que mierda es lo que acababa de pasar. Cuando noto que las raíces no se encuentran solo en el suelo, un escalofrío me recorre por el cuerpo, ¿pero que demonios?

Noto a Ben caer, pero no puedo ir en su ayuda ya que estoy demasiado ocupada golpeando a la planta que quiere enredarse alrededor de mis piernas. Las raíces se retuercen ante el golpe, y retroceden como si la herida que les provoco con el filo del machete les doliese de verdad.

Una bola de luz aparece y noto que de alguna forma Seth a logrado liberar a mi hermanastro con lo que sea que haya hecho. - ¿¡Hacia donde mierda quieres que nos alejemos!? Estamos rodeados. - Grito con exasperación al notar como lianas del mismo tipo amenazan desde el techo.

Por un momento me quejo en un gruñido cuando la presión parece que va a quebrar mis piernas y mi torax, pero entonces la luz me ciega por dos segundos y me encuentro completamente libre al sentir como las lianas se deslizan con rapidez para alejarse de mi cuerpo. Me giro en el suelo con esfuerzo y me apoyo para poder levantarme, lanzándole una mirada significativa a mi mejor amigo tratando de encontrar una respuesta. Cuando me incorporo un poco aferrándome a una piedra noto el raspón en una de mis piernas y sospecho que en el pantalón roto hay algo de sangre, aunque algo me dice que ha sido por mi caída y no por la planta que me ha dejado las extremidades entumecidas.

Tanto Seth como Ava tienen un punto y no puedo evitar maldecir entre dientes, retrocediendo hasta que creo que piso a Alice. Muevo la luz de un lado al otro para notar que lo que sea que fuese eso se está moviendo más rápido, así que me inclino para recuperar mi hacha antes de que alguna de esas cosas se la lleve — ¡Seth, vuelve a hacer lo que hiciste antes! — la luz la hizo retroceder con rapidez, pero los cortes no parecen tener el mismo efecto. Aún así, trato de incorporarme del todo, aunque al haber terminado último en nuestra hilera equivale a que las ramas que se avanzan hacia nosotros vuelvan a tomarme con rapidez. Siento el tirón en uno de mis brazos y con una sacudida consigo clavarle el hacha, pero lianas de un grosor mayor me apresan con la fuerza suficiente como para dejarme sin aire, arrastrándome hacia una de las paredes a pesar de mis esfuerzos por zafarme.

El grito de Alice  me toma por sorpresa, y algo se revuelve en mi mente mientras sigo abanicando el machete para librarme de las insistentes raíces. ¿Lazo del diablo? ¿De verdad estábamos rodeados de una planta letal? Recordaba algo de las veces en las que mi madre se ponía a estudiar plantas mágicas y sus usos medicinales, pero no tenía su facilidad en herbolaria, y había olvidado la existencia de la planta estranguladora. ¿Y cómo mierda nos la sacábamos de encima?

No puedo pensar demasiado en ello, porque nuevamente Ben se ve atrapado por las lianas de la planta, y corro a tratar de cortar sus ataduras con el machete que llevo en la mano cuando noto que sus esfuerzos con el hacha no son suficientes. Uno, dos, tres cortes después, las raíces por fin retroceden y logro liberar a mi hermanastro en el momento en el que el grito de Alice vuelve a ponerme en alerta. - ¡Oh por dios! ¡Alice! - Me frustro el notar que la luz de la linterna no le hace nada, y trato de llegar hacia la castaña abriéndome paso nuevamente como puedo, tratando de zafarme del agarre de las lianas.

Fruncí el ceño en cuanto la linterna me desveló toda la marabunta de enredaderas que había en el techo y las paredes. Eran plantas que bien podían destrozar la piedra y agrietarla, más con ese grosor que daba la sensación de parecerse a las raíces de un árbol, pero el crujido que se escuchó al fondo y el movimiento de ellas, hizo que me parece en seco y apretara bien el tridente.

No tardó ni un segundo en agarrar a Ava del tobillo y arrastrarla hacia las entrañas de la planta. Yo reaccioné un poco más lento debido a la lejanía de ella con respecto a mí. Lograron sacarla, pero la planta comenzó a moverse de nuevo y esta vez de forma más agresiva, lanzándose hacia todos. Todo el caos que creó hizo que no distinguiera a nadie, pero si podía escuchar todo lo que decían ellos hasta que una enredadera se lanza hacia mí y logro esquivarla de milagro, cayendo hacia adelante.

Más allá escuché la voz de Alice pidiendo ayuda, y tanteé con la linterna intentando encontrarla hasta dar con ella, pero Ava ya la había ayudado.