La nieve seguía decorando de blanco el distrito tres esa mañana, ayudando a la sensación de silencio que se había instalado en las calles en señal de respeto. Habían pasado tres meses desde el asesinato de Jamie Niniadis, pero su gente jamás había tenido la oportunidad de despedirse de su líder debido a las extrañas circunstancias de su asesinato, el cual había sido investigado y analizado hasta que decidieron que ya era imposible conseguir algo de ella, dando el permiso final para su descanso eterno. La noticia se había dado algunas semanas atrás, corriendo rápidamente la voz de que el cuerpo de Jamie Niniadis sería despedido en un sitio público y lo suficientemente grande como para que todo el que quisiera acercarse tuviese la oportunidad de hacerlo.

El sitio escogido por su tamaño fue el estadio nacional, pero no se veía como todos los días. Las puertas estaban abiertas de par en par, custodiadas por aurores que chequeaban las filas cuyos pasos retumbaban en el silencio tan poco propio del lugar. Las pantallas estaban encendidas debido a que el funeral estaba siendo transmitido por televisión y las flores decoraban las columnas para darle un aspecto solemne. Sobre un escenario central y reposando sobre un podio de mármol, el cuerpo sin vida de Jamie Niniadis descansaba dentro de un ataúd de cristal. A pesar del paso de los meses, aún lucía como si simplemente estuviera durmiendo, con una paz que absolutamente nadie creyó que podían tocar esas facciones.

A su alrededor, se encontraban sus allegados. El rostro compungido del presidente Magnar Aminoff murmuraba palabras de agradecimiento a aquellos que pasaban en fila para estrechar su mano y brindarle sus condolencias, mientras que el resto de los ministros y sus familias se posicionaban detrás, aceptando algún que otro saludo. Era un día gris en NeoPanem y, para señalarlo, los copos de nieve empezaron a caer con suavidad.

No me entusiasman los funerales, no creo que a nadie en realidad, me traen recuerdos no demasiado agradables de cuando mi madre murió y el ambiente que se respiraba por entonces en el cementerio no era muy diferente del que se siente hoy en el estadio del distrito tres, salvo porque la cantidad de gente que hay aquí es inmensa. Además, pensar en las memorias de mi madre me obliga a asociarlas con mi padre y dado que no tuvimos un buen encuentro la última vez que nos vimos, me siento todavía más fuera de lugar que de costumbre, con un vestido negro a juego con un abrigo para protegerme del frío.

Venir a la despedida del cuerpo sin vida de la ministra no entraba en mis planes, desde luego no en los de Chuck, a quien ahora que estoy aquí envidio bastante, pero de alguna manera hubiera parecido incorrecto que ninguno de los dos viniera. Como soy yo la hermana de uno de los ministros — vamos a dejar de lado el punto de que Charlie es hijo de una ministra también y que eso lo hace igual de capacitado porque el pobre me da pena —, me toca a mí aparecer. Por suerte tengo a Lara conmigo, a quién me agarro nada más entrar por las puertas en vista de si me pierdo, o si se pierde ella que es la más bajita, está ya algo redonda y la multitud no ayuda a que no se me vaya a desaparecer en cuanto aparte la mirada.

— ¿Deberíamos...? Hagámoslo rápido, ahora que no hay mucha gente. — le digo a la morena, y me refiero a subir al escenario y dar nuestro pésame al presidente del país, preferiblemente rápido porque ese hombre tiene algo que siempre me pone un poco los pelos de punta. Sin más, nos pongo en la cola que va subiendo por las escaleras al escenario para esperar nuestro turno. Me es imposible no pararme unos segundos para observar el cuerpo de Jamie Niniadis, con el rostro tan en calma que parece que la locura que la consumió los últimos meses ni siquiera estuvo ahí. Elevo un poco la vista detrás del ataúd de cristal para buscar con la mirada a mi hermano, haciéndole nada más que un gesto con mis ojos al ver que entran en contacto con los míos. — Lamento su pérdida. — murmuro al estrechar la mano de Magnar una vez llego hasta él, pero apenas tardo unos segundos en mover los dedos otra vez en libertad. Bajo las escaleras a la espera de que Lara no esté muy detrás y me quedo cerca del escenario al no ver necesario movernos mucho ahora que no hay gente aplastándose entre sí.