Era uno de los pocos días soleados en semanas por culpa de un invierno que había dejado una capa de color blanco en todas direcciones, provocando un brillo casi molesto en los ojos de quien la mirase por mucho tiempo. Aprovechando el buen clima a pesar de la nieve, algunos miembros del Distrito 14 decidieron que era una buena oportunidad tanto para cazar algún animal que sirviese para rellenar sus reservas de invierno como para enseñarle a algunos de los chicos a moverse en ese tipo de climas, aprovechando principalmente que no muchos parecían animados con la idea de salir a un bosque donde caminar se haría tedioso. Menos niños, más rápida sería la enseñanza.

En esa ocasión salieron a pie, abrigados y armados de manera ligera para un viaje que no debería llevarles más que una tarde. Iniciaron un camino recto que los envolvía cada vez más en el interior del bosque, ese que parecía silencioso ahora que la nieve era la que reinaba. Unas ardillas muertas y envueltas en bolsas más tarde, se detuvieron cerca de un arroyo para beber algo de agua fresca y descansar las piernas, cuando alguien levantó la vista y señaló el cielo. ¿Eso era una hilera de humo? ¿Quién habría iniciado una fogata y a cuánta distancia se encontraba? La opción era obvia: había que averiguar quién se había acercado tanto a su hogar.

No me gusta la idea de desentendernos del tema sin ni siquiera asegurarnos de que Amber pueda cargar con ella hasta donde viven, lo que dejo ver con una ligera mueca en el rostro pese a asentir despacio con la cabeza.  – Me aseguraré de que pueda llevarla hasta casa sin problemas, entonces. – Murmuro, a punto de moverme en dirección a donde están cuando vuelve a alzar la voz. – Ninguno lo estaba. – Intento restarle importancia, le conozco lo suficiente como para saber que no estaba siendo él mismo. Sin embargo, cuando trato de sonreírle de vuelta, contemplo la sangre de su rostro e inconscientemente mi mirada baja hacia mi ropa, recordándome por unos segundos lo que acabo de hacer, lo que acabamos de hacer.

Doy unos pasos hacia atrás, tragando saliva incómodamente cuando escucho a Derian sobre el resto. Giro la cabeza para mirarle en lo que sacudo la cabeza como para indicar que no está interrumpiendo nada importante. Escucho lo que tiene que decir, pero la idea de si quiera matar a un conejo me produce náuseas, de manera que muevo las manos intentando señalar al grupo que se ha formado alrededor de Amarie para excusarme. – Será mejor que… – No me da tiempo a finalizar la frase antes de empezar a mover los pies, por lo que ya ni siquiera me preocupo por a terminarla.

Me hago paso entre los chicos hasta llegar a la altura de Amber. – ¿Crees que podrás trasladarla sin moverla? – Si como dijo Ben puede hacer aparecer una camilla, puede que eso las salve de un incómodo viaje hasta casa. – Es importante que no ponga peso sobre esa pierna. Y ten. – Recuerdo mi mochila en el suelo y me agacho para sacar de unos botes algunos fármacos entre los que se encuentran vasopresores y antiinflamatorios para el dolor, además de indicarle lo que tiene que hacer si en algún momento empeora antes de que otra persona más preparada pueda atenderla.

En un pequeño orden, el grupo se prepara para regresar a casa salvos, pero no del todo sanos. Detrás de ellos dejan un claro cuya fogata continúa encendida, con un fuego cada vez más bajo que termina convirtiéndose en cenizas, junto a un cráter escondido bajo la nieve con el interior repleto de cuerpos que delatarían que allí estuvieron los habitantes de un distrito que ha sido buscado por más de una década. ¿Alguien los encontraría alguna vez? No estaban seguros, pero esperaban estar lo bastante lejos en caso de que eso sucediera.

Estaba anocheciendo cuando ingresaron al distrito catorce, cruzando el puente de ingreso en un estado mucho más deplorable que aquella mañana. Fueron recibidos por los preocupados habitantes, quienes de boca en boca fueron anunciando los detalles que del ataque que habían sufrido esa tarde. El temor pronto se sembró en los corazones del catorce, ya no sintiéndose del todo seguros frente a la cercanía del peligro. ¿El conejo? Entregado al consejo, quienes de momento no lo transformarían de nuevo, no muy seguros de qué hacer con él. Debido a la oscuridad se utilizó la magia para ayudar a todos a lavarse, llevándose así la sangre y las penas.

Lo positivo es que al menos estaban vivos.