Encontre el botiquin y se lo paso a Alice.

- No tengo hielo pero hay hojas de albahaca que pueden servir para reducir la hinchazon - le digo rápido, que bueno que había leido esos libros de plantas medicinales.

Mientras lo atendía dí una pasada a mi alrededor para ver si alguien más necesitaba ayuda pero lo que capto mí atención fue el forcejeo entre Ava, Zelda y Ken, ¿sería que la tía joven intento pasarse de viva con mi futuro príncipe, y la tía mayor fue a salvarlo y eso no le gustó a Ken ya que podía cuidarse solo? Sabía que la salvaje estaba detrás de él, pero nunca la creí capaz de hacer un movimiento tan osado.

Pero perdí mi hilo de pensamientos cuando se escucha como un fuerte golpe, y la entrada junto con el techo del almacén se vienen sobre nosotros. Mi instinto es tratar de proteger a Noel y hacerme una bolita, pero uno tronco golpea mi espalda y me tira al suelo.

No puedo pensar en otra cosa que no sea el terrible dolor entre mis omoplatos, arde y escuece, y no puedo evitar las lagrimas y el lamento que se escapan de mi garganta mientras me doy cuenta que me ese tronco me esta quemando. Con desesperación me lo quito de encima, pero no puedo sacarme la campera, esta es como si se hubiera pegado a mi piel y solo consigo soltar gritos mientras siento como se me estuviera arrancando la carne.

Aunque mis brazos estuviesen firmemente agarrados a Zenda tuve que dejarla ir a la fuerza, observando como corría en dirección al almacén en busca de ayuda. Quise gritarle a Ben que no le metiese esas cosas en la cabeza cuando me doy cuenta de lo que está sucediendo, por lo que corro hacia ellos para ayudar a sacar a Craig de allí. Tirones, insultos y chispas que saltan en todas direcciones me tienen sumida en profunda confusión y desespero, cuando noto que la torre pierde su estabilidad — ¡Cuidado! — alcanzo a gritar, tirando de los brazos de Benedict para que apresure el paso junto con el peso muerto del accidentado. El calor es demasiado e intentamos salir, apretando el paso entre las maderas que caen en todas direcciones, pero logro echarme hacia atrás lo suficientemente rápido como para salirme de la zona del impacto.

Mis ojos ven en desgracia como las llamaradas se extienden entre las casas y me cubro el rostro con el brazo para poder evitar que el humo se me meta por la nariz, notando desesperadamente como el árbol se derrumba a lo lejos sobre el almacén. Mi corazón se detiene por un segundo pero, sin pensarlo, salgo corriendo en esa dirección.

Sacar a Craig nos vale toda la ayuda posible, desde la magia de los dos brujos que tengo cerca a las manos de Arleth que me mueven y guían fuera del fuego. Puedo sentir como la estructura de madera empieza a ceder y aprieto el paso, agradeciendo la longitud de mis piernas para trotar lo más lejos que pueda justo antes de que la torre se caiga detrás de nosotros. Puedo sentir el calor del fuego a la perfección, pero ignoro ese detalle mientras recuesto a Craig sobre el barro. La lluvia ha ayudado a que su cuerpo deje de arder, pero su piel presenta varias quemaduras que lo obligan a boquear por aire. No sé de dónde tocarlo, hasta que se queda inmóvil y alzo la vista hacia Echo, negando con la cabeza siendo capaz de sentir el nudo en mi garganta. ¿Cuándo fue la última vez que perdimos a alguien?

Me hubiese lamentado por el buen hombre a quien suelto del todo si no fuese porque noto como Arleth sale disparada hacia el almacén luego de un estruendo que me pone la piel de gallina. Para cuando levanto la vista el almacén está en llamas y cualquier sentimiento de tristeza es reemplazado por el terror — ¡Todos están allí! — puedo sentir a Gigi salir corriendo a ladrido pelado y sé que buscará un agujero por donde meterse a ayudar porque así la hemos criado, pero dudo mucho que lo consiga. Me levanto, obligándome a recomponerme, para correr hacia el almacén y detenerme en seco justo frente a la entrada, a la cual pateo sin conseguir absolutamente nada — Está bloqueada — gruño, aunque intento con un nuevo golpe apoyando mi peso en la puerta con cuidado de no quemarme — La estructura no lo soportará. ¡¿Acaso no hay un hechizo para esto?!

Confió en Ben cuando asegura que Zen está bien asumiendo que alguien más se la llevó, aunque no fuera él. De todas maneras mi capacidad de atención está al mínimo para otra cosa que no sea intentar sacar a Craig de ese puto entuerto. — ¡HAGO LO QUE PUEDO, JODER! — Le escupo a Ben aquellas palabras intentando hacer más grande el pequeño agujero que protege a Craig de convertirse en polvo; pero ni siquiera usando con una de mis manos la varita y con la otra la telequinesis, puedo hacer nada. Hay demasiadas piezas sueltas.

Al final entre Echo y yo conseguimos un agujero lo bastante grande para hacer retroceder al fuego mientras Ben y Arleth consigan sacar a Craig de entre las llamas. En el momento en el que soltamos la estructura, esta se viene abajo como si hubiera sido tan solo una torre hecha de cartas. Me acerco de inmediato al quemado pero tras dar tres pasos, Ben ya ha comprobado sus constantes, llegamos tarde.

Me agobio lo bastante como para tirarme al suelo de rodillas junto al cuerpo, con toda la atención centrada en revivirlo. — ¡Despierta! ¡DESPIERTA, MALDITA SEA! — Hechizo tras hechizo malgasto magia intentando hacerle volver hasta que alguien me agarra de las muñecas y tira de mi alejándome del cuerpo. Sé que dice algo, pero mis oídos no lo captan. — ¡Suéltame! ¡Suéltame ahora mismo! — Estoy lo bastante bloqueado como para tener el impulso de patear ese cadáver las veces que hagan falta si con eso consigo que reviva; pero por suerte ya soy lo bastante maduro para darme cuenta de cuan irrespetuoso sería y frenarme antes de hacer cualquier estupidez.


¿Allí dónde? El grito de Ben me hace ser consciente del caos que se ha desatado en el almacén y las imágenes de Jared y Sophia acuden a mi cabeza de inmediato. Grito sus nombres tan desesperadamente que casi me desgarro la garganta mientras corro para llegar hasta allí y hacer hasta lo imposible por sacarlos. No pienso en mi bienestar, probablemente ni siquiera en lo de quienes me rodean, simplemente utilizo la telequinesis para mover una de las paredes hacia un lado mientras los escombros descomodados que hay encima caen al suelo amenazando con aplastarme. Me da igual. Incluso me da igual cuando uno de ellos golpea mi antebrazo, dejando una quemadura bastante importante. El golpe me hace perder la varita entre el césped, que ni siquiera me molesto en recoger.

Estaba convencido de que Zenda se había marchado cuando la vi corriendo hacia el almacén, y mientras ayudo a Seth con el hechizo de congelación para hacer retroceder el fuego, me parece ver su cabellera rubia de un lado a otro. — ¡ZENDA! ¡QUÉ DIABLOS HACES! ¡VUELVE DENTRO AHORA MISMO! — Pero no sé si es que mi voz no se oye lo bastante entre el incendio, los gritos y la lluvia, o que ella está demasiado ensimismada en intentar salvar este distrito, pero no me hace caso. Ni a mi, ni a su madre.

La situación de Craig tiene mala pinta, pero decido que eso deben decirlo Seth o Arleth, hasta que veo al primero de ellos perdiendo el control del todo. Nunca ha lidiado muy bien con las muertes de este distrito desde el incidente con el licántropo hace 13 años, pero hacía mucho tiempo que no perdíamos a nadie y lo había olvidado por completo. Dejo que lo intente, porque eso no se lo puedo negar, pero cuando me doy cuenta de que ni siquiera ha notado lo que ocurre en el almacén porque se ha obsesionado con el cadáver, me veo obligado a intervenir. Agarro su muñeca y le saco de un tirón de allí, sin importarme si se cae al suelo o le hago daño en el proceso. — No fue tu culpa ¿de acuerdo? ¡Céntrate, porque esto no ha acabado! — Le dejo recomponerse y desaparezco, para acercarme al almacén a mayor velocidad. — No podemos hacer nada con magia, no somos suficientes. — Es mi respuesta a las palabras optimistas de Ben, que realmente cree que podemos apagar este incendio solo con hechizos.

Pero eso no puede hacer que nos quedemos quietos. — HAY QUE ENCONTRAR UN CAMINO. O HACER UN CAMINO. COMPROBAD DOS VECES ANTES DE MOVER NADA PORQUE PODRÍAIS DESPLOMARLO TODO. — Como si acabara de decirle a Seth lo contrario, le veo intentando arrasar él solo con una de las paredes pilar de los escombros. — ¡SETH! ¡SETH QUE PUTA MIERDA HACES! ¡APÁRTALO DE AHÍ! — Lo último va dirigido a Ben, a quien tiene más cerca. — ¡GIGI! — Llamo a la perra con un golpe de mi mano sobre el muslo al verla escarbando justo al lado de Seth, donde no paran de caer escombros sin control. Luego intento rodear la estructura buscando algún lugar por donde pueda pasar la perra. Si ella puede pasar, los demás también.

El abrazo de Zenda me hace querer agarrarla de la camisa y, si hace falta, salir arrastrada hasta el infinito con tal de que no se vaya. ¡Como se le ocurre salid! pero apenas me quedo donde estoy, algo consternada y con miles de palabras en la boca. El caos que hay fuera es casi tan equiparable como el que hay dentro, con Derian herido y Alice gritando órdenes. ¿Hielo? ¿Para que quiere hielo? ¿de donde vamos a sacar hielo?

Por un instante solo estoy parada en medio, viendo a Ken también salirse de control. Escucho los gritos de Ava, otro trueno, las palabras de Beverly intentando ayudar y BANG. Algo cae sobre el almacén. La estructura cede y de no ser porque Richard me grita que corra, el enorme árbol que se precipitó contra el antiguo comedor me habría acabado aplastando, o alguna de las estanterías, o de los escombros que cayeron después.

Choco contra la pared, me agacho y me cubro la cabeza. Grito porque estoy aterrada y cuando todo parece regresar a la calma, estoy en una especie de triángulo entre paredes que se sostienen entre si y no me han aplastado de milagro. No veo nada más allá de ellas, pero si escucho el grito de Beverly y de los demás. — ¡Estoy bien! — Respondo. Pero no estoy segura de por cuanto exactamente. Menos cuando algo parece estar pasando fuera y una de las paredes se desliza un par de centímetros.

Lanzo otro grito mientras me resbalo hacia el suelo para evitar que me de en la cabeza. Por un instante creo que me aplasto, pero se encaja de nuevo. — paren. ¡no hagan eso! — Me tiembla la voz. Pero de esto depende mi vida, así que al final saco energía de donde fuera. — ¡SEA LO QUE SEA QUE ESTÉN HACIENDO DEJEN DE HACERLO!

Consigo alejar a Murphy de la puerta, no me pregunten como, cuando su madre me chilla lo del hielo. Le lanzo una mirada de advertencia a la mocosa mientras Beverly también se suma a la ayuda. Recuerdo la heladera que robaron el par de idiotas que tengo por novios (aka Seth y Ben) y que Seth configuró para que estuviera siempre encendida a pesar de que el 14 no tiene electricidad, pero tengo que buscarla por varias partes del almacén a toda carrera para dar con ella.

El comedor se desploma antes de que siquiera consiga gritar que lo encontré o llevárselo para que lo utilice. Cuando la pared de mi izquierda cede, intento huir y aunque la multitud de estanterías sin fijar al suelo no me aplastaron de milagro, varias cosas pesadas, mayormente herramientas, me caen encima. Una de ellas ejerce tal fuerza sobre un punto en concreto que me parte la pierna en dos.

Grito, o al menos eso creo, es un grito mudo porque el dolor supera lo que puedo expresar usando mi voz. Al final creo que pierdo el conocimiento, al menos unos segundos. Lo bastante para quedar tendida en el suelo en medio de dos estanterías que al caer, se han quedado la una sobre la otra. Mi brazo está atrapado entre un pequeño espacio que presiona el hueso pero creo que no lo ha roto. Tampoco puedo pensar bien porque el grito de Beverly hace eco en mis oídos. Está cerca. Pero no lo suficiente. — ¿Bev? — Digo con la voz ida, susurrante, intentando llamarla, intentando decirle que todo va a salir bien, pero solo siendo capaz de farfullar inteligiblemente las palabras. Ni siquiera yo las escucho. Mucho menos mi hija.

Vació el cubo de agua por segunda vez sobre las llamas que consumían las construcciones, vegetaciones e incluso algunos animales y tosiendo por el humo tuvo que apartarse del lugar.
La lluvia parecía no tener fin y empeoraba con el correr de los segundos, los truenos opacaban los gritos de las personas, pero la rubia pudo escuchar perfectamente el enorme árbol estampandose sobre el almacén que albergaba a casi toda la escasa poblacion del distrito.
-¡¡AVAAAAA, AVAAAA!!- Los gritos escaparon de su boca mientras sus botas se hundían en el lodo. Intentaba correr lo mas rapido posible hacia su hermana, pero algo se interpuso en su camino y cayó en seco sobre el obstaculo. Levantó la cabeza apoyando las manos para levantarse y continuar, pero entonces las vio repletas de sangre. Craig.

El grito quedó atrapado en su pecho mientras observaba con horror el cadaver chamuscado del hombre, su hogar siendo devorado por las llamas y a todos los adultos intentando sacar a sus amigos, familiares y conocidos.
Se sentía inútil, no estaba haciendo nada por ayudar a los heridos y estaba cansada. Las lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia que la empapaban y los temblores de miedo y frío la sacudían.
De haber estado más alerta, su reacción habría sido distinta, pero con todo lo que ocurría no vio la madera que volaba culpa del fuego y que la impactó de lleno en la cabeza.
Estaba agotada de estar en el suelo, jadeando y con la visión algo borrosa, se arrastró hasta una pared aun no incendiada que parecía segura, abrazó sus rodillas y trató de calmarse, recuperarse para seguir ayudando después.

Me dejé hacer, mientras miraba alrededor y me tranquilizaba al ver que Murphy estaba bien. Nadie parecía herido, sólo yo y eso también hizo que cierto alivio me invadiera el cuerpo. Sin embargo la calma no duró demasiado. Otro trueno sonó y de repente el techo del almacén sufrió un percance al punto de venirse abajo. Me retiré por puro instinto sin demasiados resultados y viendo como Alice se interponía entre mi cuerpo y los escombros —Joder —protesté y me tiré de la mesa para esquivarlos. Vale que ella no sentía dolor, pero no me interesaba en absoluto que sufriera daños por mi culpa —Me da igual esa enfermedad tuya de no sentir dolor, pero eso no te hace invencible —gruñí porque la sola idea de que se hiciese daño me reventaba los nervios por dentro. Pero pronto el caos se hizo notar y las palabras o las respuestas se las llevó el viento al punto de yo mismo prestar atención a Delilah enjaula entre dos paredes.

Esquivé como pude otro derrumbe, hasta que todo se calmó, y se pudo ver bien las consecuencias. Las costillas me dolían como si un demonio me corroyese por dentro con sus dientes, pero mi mirada seguía observando a Delilah entre esas paredes que se estaban moviendo —¡Dejad de mover las putas paredes! —grité al exterior sin saber si me iban a oír o no y me fui acercando hasta la chica —Deli, ven —estiré la mano, mientras veía como la gruesa pared tintineaba —Intenta venir hasta aquí, vamos, te sacaré de ahí lo más rápido que pueda —me acerqué más con la mano estirada, intercambiando la visión entre ella y la pared.