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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Benedict D. Franco
The Mighty Fall
6 participantes
48 horas.
48 eternas horas, en las cuales el mundo exterior fue un completo misterio. La noche cayó silenciosa sobre la Isla de los Vencedores y, como ha sucedido en los últimos días desde la caía de los Black, todos se encuentran encerrados en sus casas. Rozan las dos de la mañana; la mayoría duerme, mientras que por las calles unos pocos agentes de la paz patrullan en busca de actitudes sospechosas y rogando que sus comunicadores les informen en algún momento que no todo está perdido. La noche es helada. A pesar de que el invierno ya se encuentra avanzado y no falta ni un mes para el otoño, la nieve brilla en todas direcciones bajo la luz de una intimidante luna llena.
Dos jóvenes agentes de la paz vagan por la zona central de las residencias, chequeando que nadie haya abandonado su hogar, cuando s ven obligados a detenerse. Por un instante, sufren el pánico de creer que se acerca un temblor; el ruido sordo recorre la isla, haciendo eco en la oscuridad, pero todo se encuentra en su sitio. ¿Fue eso un cambio en el aire? Con tan solo alzar la vista, pueden notar como algunos brillos azules en el cielo indican algo que hasta ese instante, todo el mundo creía imposible: el campo de fuerza que protegía la isla se ha ido. Están expuestos.Uno de los jóvenes se apresura a tomar su comunicador, pero entonces comienza el caos.
La explosión del hospital se puede ver a lo lejos, más allá del camino más largo en el terreno elevado; los escombros y cuerpos del personal médico y algunos pacientes vuelan por los aires y la nube del humo se eleva hacia el cielo, iluminando la noche. Los gritos de pánico inundan la isla, pero entre las voces se pueden distinguir algunos sonidos bastante particulares. Apariciones, aquí y allá de hombres y mujeres desconocidos que ahora tienen pase al único lugar en el país que parecía ser completamente seguro. Los pocos agentes de la paz comienzan a correr hacia ellos, dispuestos a quitarlos del medio, pero poco se demoran en comenzar a caer sin vida. Las primeras casas de los vencedores comienzan a ser saqueadas; las ventanas se rompen, las puertas se tiran abajo y muchos de ellos son sacados a las rastras de la cama, hasta ser llevados al exterior. El mentor más anciano de todos, un pobre hombre algo desquiciado, recibe una bala en la sien apenas toca el césped. Las zonas verdes, el polideportivo, todo se encuentra en llamas. Y los que intentan huir, comienzan a pisotear los cadáveres que comienzan a quedar atrás y que deben esquivar para encontrar una salida.
Porque ellos están allí para liquidar a aquellos humanos que han vivido como reyes y con las manos manchadas de sangre mágica.
48 eternas horas, en las cuales el mundo exterior fue un completo misterio. La noche cayó silenciosa sobre la Isla de los Vencedores y, como ha sucedido en los últimos días desde la caía de los Black, todos se encuentran encerrados en sus casas. Rozan las dos de la mañana; la mayoría duerme, mientras que por las calles unos pocos agentes de la paz patrullan en busca de actitudes sospechosas y rogando que sus comunicadores les informen en algún momento que no todo está perdido. La noche es helada. A pesar de que el invierno ya se encuentra avanzado y no falta ni un mes para el otoño, la nieve brilla en todas direcciones bajo la luz de una intimidante luna llena.
Dos jóvenes agentes de la paz vagan por la zona central de las residencias, chequeando que nadie haya abandonado su hogar, cuando s ven obligados a detenerse. Por un instante, sufren el pánico de creer que se acerca un temblor; el ruido sordo recorre la isla, haciendo eco en la oscuridad, pero todo se encuentra en su sitio. ¿Fue eso un cambio en el aire? Con tan solo alzar la vista, pueden notar como algunos brillos azules en el cielo indican algo que hasta ese instante, todo el mundo creía imposible: el campo de fuerza que protegía la isla se ha ido. Están expuestos.Uno de los jóvenes se apresura a tomar su comunicador, pero entonces comienza el caos.
La explosión del hospital se puede ver a lo lejos, más allá del camino más largo en el terreno elevado; los escombros y cuerpos del personal médico y algunos pacientes vuelan por los aires y la nube del humo se eleva hacia el cielo, iluminando la noche. Los gritos de pánico inundan la isla, pero entre las voces se pueden distinguir algunos sonidos bastante particulares. Apariciones, aquí y allá de hombres y mujeres desconocidos que ahora tienen pase al único lugar en el país que parecía ser completamente seguro. Los pocos agentes de la paz comienzan a correr hacia ellos, dispuestos a quitarlos del medio, pero poco se demoran en comenzar a caer sin vida. Las primeras casas de los vencedores comienzan a ser saqueadas; las ventanas se rompen, las puertas se tiran abajo y muchos de ellos son sacados a las rastras de la cama, hasta ser llevados al exterior. El mentor más anciano de todos, un pobre hombre algo desquiciado, recibe una bala en la sien apenas toca el césped. Las zonas verdes, el polideportivo, todo se encuentra en llamas. Y los que intentan huir, comienzan a pisotear los cadáveres que comienzan a quedar atrás y que deben esquivar para encontrar una salida.
Porque ellos están allí para liquidar a aquellos humanos que han vivido como reyes y con las manos manchadas de sangre mágica.
* Esta trama es obligatoria para vencedores activos, ya que a partir de aquí van a empezar a tomar caminos separados sus tramas personales. Los rebeldes que quieran participar como atacantes tienen hasta el viernes para entrar. Solo se permiten mentores y rebeldes; los agentes del bando de los Black serán personajes no jugables, al igual que los mentores que no existen como una cuenta activa, a quienes se los da por muertos.
* El primer post que deben hacer, es de mera ambientación para sus personajes. Deberán relatar dónde se encontraban cuando comenzaron los ataques; en cuanto a los rebeldes, han llegado a la isla mediante trasladores o apariciones.
* El objetivo de esta trama es simple: los rebeldes han llegado con la misión de capturar a los humanos con mayor poder en el país, mientras que estos deberán encontrar la forma de escapar. Cuando pase la primera ronda de ingreso, se les dará instrucciones.
Icono :
Athos está acurrucado en mi regazo, algo cansado, mientras Shiva corretea por el cuarto, como una mancha negra persiguiendo un objetivo imposible de identificar. Yo acaricio el pelo blanco del perro que tengo encima mientras observo al otro, sonriendo tiernamente – ¿Sabes, Shailene? Con Athos y Shiva no me siento tan sola. Sé que solo son perros, pero me hacen compañía todo el rato y son muy cariñosos – como si quisiera reforzar esa afirmación, Athos me lame la mano – ¿Lo ves? Es genial tenerles. Creo que son lo más cariñoso que hay en esta isla, de verdad. Aunque sería mejor tenerte a ti, ya sabes. Que vivieras conmigo, que estuvieras en la isla también. Seríamos las gemelas más geniales de este lugar – sigo acariciando a Athos, quedándome en silencio de repente. Silencio. Mucho silencio. Es bastante inquietante la calma que está habiendo en la isla desde que nos sacaron del Centro de Entrenamiento. Parece como si algunos de los mentores estuvieran enterados de cosas que han pasado, pero para mí la noticia más emocionante que ha habido ultimamente es que Shiva ha aprendido a no hacer sus cosas en la alfombra del salón. No sé nada de lo que ha pasado más allá de esta casa y los juegos. No sé absolutamente nada. Tampoco es que yo sea una de esas personas capaz de enterarse de absolutamente todo lo que pasa, pero bueno... Me gustaría estar enterada al menos de lo que está pasando fuera de la isla. Porque algo está pasando, seguro. Y algo muy gordo.
Y puede que algo esté pasando aquí también. Levanto la vista segundos antes de que un sonido ensordecedor retumbe por la isla. Me cuesta reaccionar, el pánico ha entrado en mi cuerpo, las puntas de mi pelo se han vuelto blancas de repente. Shiva y Athos están ladrando hacia la ventana. Sacudo la cabeza, confusa. ¿Qué ha sido eso? Me levanto tan rápido como mis sentidos, bastante aturdidos, me permiten, y cojo en brazos a los dos cachorros de labrador. Me los llevo al baño y los dejo en el suelo, calmándoles con arrumacos y palabras pronunciadas con un tono suave y tranquilizador. El baño tiene una ventana alta y pequeña, por lo que decido subirme a un taburete y asomarme, para ver si consigo ver algo. Y ya lo creo que consigo ver... El hospital ha explotado. El caos está llegando a la isla en muy poco tiempo. Mi corazón empieza a latir más rápido de lo normal y me aferro al alféizar de la ventana, temiendo caerme hacia atrás si hay otra explosión. Pero lo que hay es fuego. Fuego, muerte. Apariciones. Están apareciendo personas de la nada, veo cuerpos de agentes en el suelo y el color anaranjado de las llamas furiosas invadiendo toda la isla.
No quiero dejar que el miedo se apodere de mi. Cojo una bolsa y meto a Shiva y a Athos dentro, luego me cuelgo la bolsa en la espalda, controlando que los perritos no puedan salir pero puedan respirar. Ruidos de cristales rotos, de gritos, gente corriendo, espacios en llamas. Bajo hasta el salón de casa y me acurruco en un rincón, cerca de la puerta de atrás, la entrada secundaria, que da a un espacio poco transitado de la isla. Normalmente solamente patrullan agentes por ahí, pero supongo que ahora mismo todos los agentes ya han muerto. ¿Qué hago? Si salgo, puede que intenten matarme. Si me quedo, puede que intenten matarme. Ladeo la cabeza, observando mi reflejo en un armario con puertas de cristal – ¿Tú qué crees, Shai? ¿Podría cambiar mi apariencia y hacerme pasar por otra persona? ¿Crees que eso funcionaría? – asiento con la cabeza, mi reflejo lo hace también, pero me asalta una duda – Aunque... No me van a reconocer los otros mentores, entonces – musito. Bueno. Sea como sea, tengo que considerar el hecho de cambiar mi rostro con metamorfomagia una salida viable si la cosa se complica. Ahora mismo, creo que no me queda otra opción que no sea esperar para saber qué hacer.
Y puede que algo esté pasando aquí también. Levanto la vista segundos antes de que un sonido ensordecedor retumbe por la isla. Me cuesta reaccionar, el pánico ha entrado en mi cuerpo, las puntas de mi pelo se han vuelto blancas de repente. Shiva y Athos están ladrando hacia la ventana. Sacudo la cabeza, confusa. ¿Qué ha sido eso? Me levanto tan rápido como mis sentidos, bastante aturdidos, me permiten, y cojo en brazos a los dos cachorros de labrador. Me los llevo al baño y los dejo en el suelo, calmándoles con arrumacos y palabras pronunciadas con un tono suave y tranquilizador. El baño tiene una ventana alta y pequeña, por lo que decido subirme a un taburete y asomarme, para ver si consigo ver algo. Y ya lo creo que consigo ver... El hospital ha explotado. El caos está llegando a la isla en muy poco tiempo. Mi corazón empieza a latir más rápido de lo normal y me aferro al alféizar de la ventana, temiendo caerme hacia atrás si hay otra explosión. Pero lo que hay es fuego. Fuego, muerte. Apariciones. Están apareciendo personas de la nada, veo cuerpos de agentes en el suelo y el color anaranjado de las llamas furiosas invadiendo toda la isla.
No quiero dejar que el miedo se apodere de mi. Cojo una bolsa y meto a Shiva y a Athos dentro, luego me cuelgo la bolsa en la espalda, controlando que los perritos no puedan salir pero puedan respirar. Ruidos de cristales rotos, de gritos, gente corriendo, espacios en llamas. Bajo hasta el salón de casa y me acurruco en un rincón, cerca de la puerta de atrás, la entrada secundaria, que da a un espacio poco transitado de la isla. Normalmente solamente patrullan agentes por ahí, pero supongo que ahora mismo todos los agentes ya han muerto. ¿Qué hago? Si salgo, puede que intenten matarme. Si me quedo, puede que intenten matarme. Ladeo la cabeza, observando mi reflejo en un armario con puertas de cristal – ¿Tú qué crees, Shai? ¿Podría cambiar mi apariencia y hacerme pasar por otra persona? ¿Crees que eso funcionaría? – asiento con la cabeza, mi reflejo lo hace también, pero me asalta una duda – Aunque... No me van a reconocer los otros mentores, entonces – musito. Bueno. Sea como sea, tengo que considerar el hecho de cambiar mi rostro con metamorfomagia una salida viable si la cosa se complica. Ahora mismo, creo que no me queda otra opción que no sea esperar para saber qué hacer.
Una noche igual que la de ayer... e idéntica a la de mañana. La vida en la isla era demasiado aburrida, demasiado monótona... a mi, personalmente, me estaba resultando demasiado repetitiva, tanto, que estaba echando de menos cada vez más mis días como tributo, cuando realmente hacía algo más que estar sentada, viendo como pasaban las horas. ¿Había algo peor para alguien a quien le gustaba la acción y estar de un sitio para otro, haciendo algo que al menos a ella le parece útil? La verdad, no. Estaba pagando un enorme aburrimiento por aquellas semanas de emoción que me supusieron los Juegos.
Y como siempre, estaba sentada en el salón de mi casa, entretenida en lanzar mi cuchillo una y otra vez contra la pared que tenía justo delante mía, ya toda llena de agujeros por la cantidad de veces que había hecho ese ejercicio a lo largo de todos esos años. Lanzar. Recoger. Volver a lanzar. Volver a recoger. Era un ejercicio que repetía noche tras noche, con la certeza de que nunca iba a verse alterada esa rutina.
Pero esa noche todo fue diferente. Tomaba el cuchillo de la pared, cuando una explosión me hizo dar un brinco, aferrándome al mango del cuchillo como si me fuera la vida en ello. ¿Qué pasaba? Corrí hacia la puerta y me asomé al exterior, viendo como poco a poco la isla estallaba en llamas a mi alrededor.
Cerré la puerta sin dudarlo y me lancé escaleras arriba, abriendo el armario y sacando mi cazadora del mismo. Me la puse con rapidez, para luego, sin pensarlo dos veces, abrir la ventana del dormitorio de par en par y, pisando con cuidado, deslizarme por el canalón que bajaba desde el tejado hasta el suelo de la calle. Rodeaba la vivienda cuando vi como un grupo de gente echaba la puerta abajo y entraba en el interior. Aquello no era normal, algo estaba pasando. Mentalmente, di las gracias por tener encima mi viejo cuchillo; no era gran cosa, pero podría defenderme... aunque tuviera todas las de perder.
-Esto es la arena-me dije a mi misma para mentalizarme. Si pude hacerlo en tiempos, tal vez pudiera tener algo de suerte y escaparme medianamente bien de todo aquello.
Y como siempre, estaba sentada en el salón de mi casa, entretenida en lanzar mi cuchillo una y otra vez contra la pared que tenía justo delante mía, ya toda llena de agujeros por la cantidad de veces que había hecho ese ejercicio a lo largo de todos esos años. Lanzar. Recoger. Volver a lanzar. Volver a recoger. Era un ejercicio que repetía noche tras noche, con la certeza de que nunca iba a verse alterada esa rutina.
Pero esa noche todo fue diferente. Tomaba el cuchillo de la pared, cuando una explosión me hizo dar un brinco, aferrándome al mango del cuchillo como si me fuera la vida en ello. ¿Qué pasaba? Corrí hacia la puerta y me asomé al exterior, viendo como poco a poco la isla estallaba en llamas a mi alrededor.
Cerré la puerta sin dudarlo y me lancé escaleras arriba, abriendo el armario y sacando mi cazadora del mismo. Me la puse con rapidez, para luego, sin pensarlo dos veces, abrir la ventana del dormitorio de par en par y, pisando con cuidado, deslizarme por el canalón que bajaba desde el tejado hasta el suelo de la calle. Rodeaba la vivienda cuando vi como un grupo de gente echaba la puerta abajo y entraba en el interior. Aquello no era normal, algo estaba pasando. Mentalmente, di las gracias por tener encima mi viejo cuchillo; no era gran cosa, pero podría defenderme... aunque tuviera todas las de perder.
-Esto es la arena-me dije a mi misma para mentalizarme. Si pude hacerlo en tiempos, tal vez pudiera tener algo de suerte y escaparme medianamente bien de todo aquello.
Dos días. Dos días es el tiempo que llevamos encerrados en mi casa sin que nadie nos diga qué narices está pasando para que nos tengan encerrados como animales. ¿No tenían bastante con tenernos en la Isla que poco a poco van reduciendo los lugares por los que podemos movernos? A este paso acabaremos encerrados en una única habitación. E incluso dentro de mi propia casa, sigo notando esa sensación de inseguridad, de miedo e incertidumbres tras ese comentario de un Agente que nunca debería haber escuchado. Suelto un suspiro, estirada en el sofá del comedor, y miro a André, quien está sentado en uno de los sillones con la misma mirada de desconcierto que yo y que, probablemente, deban estar teniendo todos los mentores desde hace dos días. Es entonces cuando la explosión me sobresalta y, escasos segundos después, estoy mirando por la ventana más cercana, en busca de algún indicio que le dé sentido a lo que acaba de pasar. Humo, mucho humo y... un cuerpo volando por los aires. Eso es lo que alcanzo a ver antes de correr la cortina y recular, asustada.
— Dios mío — susurro, llevándome la mano a la frente. En vez de conseguir esa explicación que tanto deseo, lo que he conseguido han sido más preguntas que intento resolver interiormente pero que, obviamente, es en vano. Nada de esto tiene sentido, excepto una cosa: que alguien está atacando la Isla. ¿Pero quién? ¿Quién irrumpe así, destrozando ya no sólo lugares y edificios, sino vidas? — Alguien está atacándonos — añado en voz baja, esperando que André haya escuchado el comentario que no sólo iba dirigido a él, sino también a mí misma como una manera de autoconvencerme de lo que está sucediendo ahí fuera. Por inercia, acabo acercándome a André y entierro la cabeza en su hombro como otras tantas veces he hecho cuando estoy asustada; como la primera vez que le conocí cuando solamente era una cría y el todo un adolescente, casi un adulto que acabó saliendo electo en su último año. Ahora es una de esas veces en las que deseo con toda mi alma que nunca hubiera sido tributo, pues pocos meses después de sus Juegos él ya iba a pasar de los dieciocho. Si eso nunca hubiera pasado, no estaría rodeado también de este caos que hay en la Isla ahora mismo.
A pesar de que sé que no es la mejor manera de relajarme, me separo de él y vuelvo a mover la cortina lo suficiente como para poder ver qué está pasando ahí fuera, cerca de casa. Veo a Agentes de la Paz caer sin vida y a otras personas que desconozco, que no son mentores pero que tampoco llevan el uniforme distintivo de la seguridad nacional. Ahogo un pequeño suspiro y suelto la cortina, viendo cómo ésta tapa la ventana y con ello la vista del exterior.
— Dios mío — susurro, llevándome la mano a la frente. En vez de conseguir esa explicación que tanto deseo, lo que he conseguido han sido más preguntas que intento resolver interiormente pero que, obviamente, es en vano. Nada de esto tiene sentido, excepto una cosa: que alguien está atacando la Isla. ¿Pero quién? ¿Quién irrumpe así, destrozando ya no sólo lugares y edificios, sino vidas? — Alguien está atacándonos — añado en voz baja, esperando que André haya escuchado el comentario que no sólo iba dirigido a él, sino también a mí misma como una manera de autoconvencerme de lo que está sucediendo ahí fuera. Por inercia, acabo acercándome a André y entierro la cabeza en su hombro como otras tantas veces he hecho cuando estoy asustada; como la primera vez que le conocí cuando solamente era una cría y el todo un adolescente, casi un adulto que acabó saliendo electo en su último año. Ahora es una de esas veces en las que deseo con toda mi alma que nunca hubiera sido tributo, pues pocos meses después de sus Juegos él ya iba a pasar de los dieciocho. Si eso nunca hubiera pasado, no estaría rodeado también de este caos que hay en la Isla ahora mismo.
A pesar de que sé que no es la mejor manera de relajarme, me separo de él y vuelvo a mover la cortina lo suficiente como para poder ver qué está pasando ahí fuera, cerca de casa. Veo a Agentes de la Paz caer sin vida y a otras personas que desconozco, que no son mentores pero que tampoco llevan el uniforme distintivo de la seguridad nacional. Ahogo un pequeño suspiro y suelto la cortina, viendo cómo ésta tapa la ventana y con ello la vista del exterior.
Con André.
Me despierto con los ladridos de Gigi, quien se encuentra rasqueteando la puerta de mi habitación con las patas delanteras, como si estuviese desesperada por salir de aquí. Parpadeo ante la luz de mi lámpara y me froto los ojos, chequeando la hora; es plena madrugada, así que no tengo ni la más remota idea de por qué se le ha antojado un paseo a esta hora – Gigi…. ¿puedes callarte? – le gruño, girando en mi cama de cara a la pared con tal de darle la espalda. El libro que estaba leyendo antes de quedarme dormido cae al suelo con un ruido sordo y noto que las zapatillas comienzan a molestarme, pero estoy demasiado cómodo como para siquiera considerar el moverme para ponerme el pijama. Estoy seguro de que volveré a dormirme, cuando mi mascota salta sobre mí y comienza a lamerme la cara y a ladra en mi oreja - ¡ya cállate! – intento empujarla y ella lloriquea; da un salto otra vez al suelo y retoma sus ladridos hacia la puerta. No tengo otra opción que, con un bufido, tirar a un lado las mantas (que me atraparon los pies, por lo que tropiezo un par de veces) y levantarme de una buena vez - ¿quieres ir a dar una vuelta? ¡Está helado! – en respuesta recibo más ladridos histéricos y yo revoleo los ojos, asomándome por la ventana, cuyo cristal se encuentra congelado. Afuera no hay nada, salvo una enorme luna llena y una fina capa de nieve reluciendo en todas direcciones.; la verdad es que esa imagen me quita el poco entusiasmo por salir al exterior - ¿De verdad tienes que ir al baño ahora? ¿No puedes…? – me callo al tener la ligera sensación de que mi voz no es el único sonido en la noche e intento agudizar el oído, cosa que se complica porque Gigi comienza a ladrar más fuerte. Por un instante tengo la sospecha de que alguien ha comenzado a correr muebles, pero no tardo en darme cuenta de que ese sonido es mucho más profundo y que viene de todas partes. Pego la frente y la nariz a la ventana y observo a las estrellas, que brillan de un modo inusual. Y entonces el sonido de una explosión me hace saltar hacia atrás. Me pego contra la pared contraria del cuarto con la respiración disparada, notándome ligeramente aturdido. ¡¿Pero qué mierda fue eso?! Los ladridos de la husky dificultan mi concentración, pero entre el pánico y la confusión, puedo formular un solo pensamiento: Amelie.
Me lanzo contra la puerta y la abro de un tirón, tirando mis brazos hacia todos lados para sostenerme de algo y no caer en cuanto Gigi se mete entre mis piernas para pasar primero. De todas formas la puerta del fondo del pasillo se abre y Amy sale de allí, obviamente tan confundida como yo y, a juzgar por su bata y el cabello revuelto, ella sí estaba durmiendo - ¿Escuchaste eso? – le pregunto, con la voz dos octavas más arriba, pero antes de que la colorada pueda siquiera decir algo, comienzan los gritos, los tiroteos y yo me giro con un respingo. Gigi ladra, da vueltas en un sitio y luego baja corriendo las escaleras; yo la sigo sin dudarlo y a juzgar por los pasos, sé que Amelie viene detrás de mí. Ambos nos apiñamos a las ventanas de la sala, que dan al frente de la casa, para poder ver como el hospital arde a lo lejos y la gente está corriendo en todas direcciones. Algunas personas aparecen de la nada y comienzan a meterse en casas; veo a la vieja señora Kline ser arrastrada por el cabello, en camisón, camino abajo, hasta que le vuelan la cabeza de un disparo. Y eso basta para que corra la cortina.
Sé que mi cuerpo tiembla pero lo que más me procupa son las náuseas. Amelie habla pero no puedo escucharla y, obviamente, Gigi sigue ladrando y estoy seguro de que no podré callarla. Entonces, de un momento a otro, estoy solo; Amy se ha perdido escaleras arriba y yo me doy cuenta de que estoy sentado en el piso, debajo de la ventana, escuchando como afuera todo arde y muere. ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Qué debo hacer? Esto es como estar en los juegos, pero mil veces peor. Me froto el pecho al notar que me falta el aire y cierro los ojos con fuerza, intentando tranquilizarme, contando. Uno, dos, tres…. Uno, dos, tres…. Algo me cae en la cabeza y me doy cuenta de que es mi inhalador, el cual Amelie se tomó la molestia en buscar; también se molestó en cambiarse (pero obviamente se puso lo primero que encontró, a juzgar por la mala combinación) y me lanza una chaqueta. Pero antes de que podamos siquiera movernos, la puerta se abre con fuerza y un desconocido, alto y calvo, ingresa con una varita en mano.
No alcanzamos a movernos, porque Gigi se lanza contra él y le muerde la pierna; escucho el grito, los gruñidos, pero lo único que me importa es tomar a Amelie de la mano y salir corriendo hacia el exterior; saltamos el cadáver del viejo señor Jecks y nos hundimos en un mar de tiros, gritos y confusión.
Me lanzo contra la puerta y la abro de un tirón, tirando mis brazos hacia todos lados para sostenerme de algo y no caer en cuanto Gigi se mete entre mis piernas para pasar primero. De todas formas la puerta del fondo del pasillo se abre y Amy sale de allí, obviamente tan confundida como yo y, a juzgar por su bata y el cabello revuelto, ella sí estaba durmiendo - ¿Escuchaste eso? – le pregunto, con la voz dos octavas más arriba, pero antes de que la colorada pueda siquiera decir algo, comienzan los gritos, los tiroteos y yo me giro con un respingo. Gigi ladra, da vueltas en un sitio y luego baja corriendo las escaleras; yo la sigo sin dudarlo y a juzgar por los pasos, sé que Amelie viene detrás de mí. Ambos nos apiñamos a las ventanas de la sala, que dan al frente de la casa, para poder ver como el hospital arde a lo lejos y la gente está corriendo en todas direcciones. Algunas personas aparecen de la nada y comienzan a meterse en casas; veo a la vieja señora Kline ser arrastrada por el cabello, en camisón, camino abajo, hasta que le vuelan la cabeza de un disparo. Y eso basta para que corra la cortina.
Sé que mi cuerpo tiembla pero lo que más me procupa son las náuseas. Amelie habla pero no puedo escucharla y, obviamente, Gigi sigue ladrando y estoy seguro de que no podré callarla. Entonces, de un momento a otro, estoy solo; Amy se ha perdido escaleras arriba y yo me doy cuenta de que estoy sentado en el piso, debajo de la ventana, escuchando como afuera todo arde y muere. ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Qué debo hacer? Esto es como estar en los juegos, pero mil veces peor. Me froto el pecho al notar que me falta el aire y cierro los ojos con fuerza, intentando tranquilizarme, contando. Uno, dos, tres…. Uno, dos, tres…. Algo me cae en la cabeza y me doy cuenta de que es mi inhalador, el cual Amelie se tomó la molestia en buscar; también se molestó en cambiarse (pero obviamente se puso lo primero que encontró, a juzgar por la mala combinación) y me lanza una chaqueta. Pero antes de que podamos siquiera movernos, la puerta se abre con fuerza y un desconocido, alto y calvo, ingresa con una varita en mano.
No alcanzamos a movernos, porque Gigi se lanza contra él y le muerde la pierna; escucho el grito, los gruñidos, pero lo único que me importa es tomar a Amelie de la mano y salir corriendo hacia el exterior; saltamos el cadáver del viejo señor Jecks y nos hundimos en un mar de tiros, gritos y confusión.
El tiempo ha avanzado lentamente, bien puedo pensar que ha pasado una semana y no dos días, pero las constantes guardias y supervisiones de los agentes no me permiten pensar en nada que no sea la situación externa, y el peligro que corremos si nos atrevemos a salir de casa. Las zonas exteriores están restringidas y el único lugar en el que nos permiten estar es la zona residencial. Vaya días que hemos tenido que pasar todos aquí. Trevor cumplió su promesa y se ha quedado conmigo todo el tiempo, doy gracias porque fue la única persona que pudo tranquilizarme después de que perdiéramos la conexión con la arena y la boda de Stephanie Black, y nos transportaran de vuelta a la isla. Al llegar nos dirigimos a mi casa y ahí nos mantuvimos escuchando gritos y rumores de un lado a otro del lugar. Había visto a Anthony, pero no a Samantha. Sam. Nadie la había visto, y no sé si ya estará bien, además, con eso de no poder salir mis nervios se alteraron en exceso y no he podido ayudar en nada. Aunque no sé de qué serviría mi ayuda. Maldición. Estoy tan preocupada por ella que mi cabeza no me permite pensar en otra cosa que no sea la situación por la que está pasando Anthony sin su esposa. Jo, y yo que creí que las cosas iban mejorando para todos.
Es tarde, pero no logro conciliar el sueño por completo, sólo dormitarme a ratos, sobre el regazo de Trevor. Los dos estamos en la sala de mi casa, cada uno metido en sus propios pensamientos. Él se sentó y yo aproveché ese espacio para recostarme al lado, procurando pensar en cosas positivas que me distrajesen de todo el alboroto que se formaba afuera. Claro que no he logrado nada sin importar cuántas horas pase en vela. Entonces sucede. Una explosión y diferentes colores me hacen pegar un brinco y quedarme helada en mi sitio, ya parada frente al sillón. Volteo a ver con susto a Trevor, interrogándolo con la mirada para tratar de adivinar qué sucede afuera, pero la respuesta que me da es la misma que yo ya sé: Ninguno de los dos tiene idea de lo que pasa, más que estamos en un terrible peligro. - Trevor... ¿Qu-qué sucede? - Pregunto sintiendo como mi labio tiembla. Camino con pasos inseguros a la ventana, y me asomo logrando ver a penas un poco de la escena, jalando tan sólo unos centímetros de cortina, por temor a encontrarme con algo demasiado horrible.
Un grito ahogado se escapa de mis labios y tengo que contener la respiración unos segundos antes de procesar todo lo que está pasando frente a mis ojos, a pocos metros de mi casa: Gente sin vida, tanto agentes como mentores, caen por todas partes ante la llegada de otras personas. Llamo a Trevor apenas con un susurro, pero basta para que se acerque a ver conmigo. Por primera vez desde que salí de la arena tengo miedo. Estoy aterrorizada de volver al infierno del que apenas logré salir, de tener a alguien importante a quien proteger pero no ser capaz de hacerlo por mi falta de valor. Miedo de morir habiendo malgastado mi vida. Tengo miedo, mucho miedo. - ¿Qué haremos? - Está claro que quedarnos a esperar nuestro final no es la respuesta. No. No podemos quedarnos a ver sin hacer nada, está más que claro. Esta vez tengo que hacer algo por mí misma. Luchar no es buena opción pero a fin de cuentas puedo transformarme y desaparecer o usar algo de mi magia, cosa que no he entrenado desde hace años y que probablemente resulte un fracaso. Tal vez si somos lo suficientemente buenos podemos irnos por atrás y escapar con el resto de los mentores, si es que aún queda alguno... Pero aún con todo eso sólo hay algo a lo que no puedo enfrentarme: Trevor. Nunca me perdonaré si le pasa algo. - Debemos irnos. Ahora. - Sigo teniendo miedo, pero no más que deseos de vivir, así que con la misma me aparto de la ventana y tomo de la mano a Trevor. Debemos buscar algo con lo que defendernos o buscar alguna cosa que nos de una oportunidad ahí afuera.
Es tarde, pero no logro conciliar el sueño por completo, sólo dormitarme a ratos, sobre el regazo de Trevor. Los dos estamos en la sala de mi casa, cada uno metido en sus propios pensamientos. Él se sentó y yo aproveché ese espacio para recostarme al lado, procurando pensar en cosas positivas que me distrajesen de todo el alboroto que se formaba afuera. Claro que no he logrado nada sin importar cuántas horas pase en vela. Entonces sucede. Una explosión y diferentes colores me hacen pegar un brinco y quedarme helada en mi sitio, ya parada frente al sillón. Volteo a ver con susto a Trevor, interrogándolo con la mirada para tratar de adivinar qué sucede afuera, pero la respuesta que me da es la misma que yo ya sé: Ninguno de los dos tiene idea de lo que pasa, más que estamos en un terrible peligro. - Trevor... ¿Qu-qué sucede? - Pregunto sintiendo como mi labio tiembla. Camino con pasos inseguros a la ventana, y me asomo logrando ver a penas un poco de la escena, jalando tan sólo unos centímetros de cortina, por temor a encontrarme con algo demasiado horrible.
Un grito ahogado se escapa de mis labios y tengo que contener la respiración unos segundos antes de procesar todo lo que está pasando frente a mis ojos, a pocos metros de mi casa: Gente sin vida, tanto agentes como mentores, caen por todas partes ante la llegada de otras personas. Llamo a Trevor apenas con un susurro, pero basta para que se acerque a ver conmigo. Por primera vez desde que salí de la arena tengo miedo. Estoy aterrorizada de volver al infierno del que apenas logré salir, de tener a alguien importante a quien proteger pero no ser capaz de hacerlo por mi falta de valor. Miedo de morir habiendo malgastado mi vida. Tengo miedo, mucho miedo. - ¿Qué haremos? - Está claro que quedarnos a esperar nuestro final no es la respuesta. No. No podemos quedarnos a ver sin hacer nada, está más que claro. Esta vez tengo que hacer algo por mí misma. Luchar no es buena opción pero a fin de cuentas puedo transformarme y desaparecer o usar algo de mi magia, cosa que no he entrenado desde hace años y que probablemente resulte un fracaso. Tal vez si somos lo suficientemente buenos podemos irnos por atrás y escapar con el resto de los mentores, si es que aún queda alguno... Pero aún con todo eso sólo hay algo a lo que no puedo enfrentarme: Trevor. Nunca me perdonaré si le pasa algo. - Debemos irnos. Ahora. - Sigo teniendo miedo, pero no más que deseos de vivir, así que con la misma me aparto de la ventana y tomo de la mano a Trevor. Debemos buscar algo con lo que defendernos o buscar alguna cosa que nos de una oportunidad ahí afuera.
Con Trevor.
Habían pasado dos días desde que nos habían sacado a fuerza bruta del Capitolio, de donde estábamos viendo los Juegos transcurrir.. todo aquello estaba siendo una completa paranoia, sobretodo para los Mentores que vivíamos aislados del mundo. Estaba claro que algo malo estaba pasando en NeoPanem y estaba claro que no querían contarnos que cojones estaba pasando. Los días se me pasaron bastante lentos, como si fuesen meses y aquel 'sufrimiento' era horrible. No sabía exactamente que pensar, pero ya me estaba esperando de lo peor ya que las cosas no pintaban muy bien. La seguridad en la Isla había mejorado bastante.. y con mejorar me refería a que en cada casa se habían puesto por lo menos dos Agentes de la Paz a protegernos.. ¿pero protegernos de que exactamente? En aquel momento mi única preocupación era Astrid y que ella estuviese a salvo, esperaba que le pasase nada malo, ya que si le pasaba algo.. no sabría exactamente cuanto de mal me sentiría. Las horas se me hacían demasiadas pesadas y la verdad era que no sabía exactamente como pasarlas.
Había veces que me ponía a charlas con Astrid, para matar el tiempo, a veces a leer de sus libros ya que me había 'mudado' a su casa, también comía y dormir.. no podía dormir del todo bien ya que la situación en la que nos encontrábamos.. sobretodo después del traslado del Capitolio a la Isla, sobretodo después de haber escuchado que todos estaban muertos o algo parecido.. ¿sería verdad? Estaba claro que mis Tributos estaban muertos, desde que murieron no hice demasiado caso a los Juegos, simplemente le hacía compañía a Astrid. Nos quedábamos tumbados los dos en un sillón mirando como tontos las pantallas, como los Tributos sufrían la furia del Capitolio.. la verdad era que me daban una pena enorme y el hecho de no poder hacer nada por ellos me ponía un tanto furioso. Aquellos dos días se resumían en aquello, en rabia, furia, frustración, duda.. la cual tenía que contener si no quería explotar de alguna manera.
Me encontraba en casa de Astrid, concretamente en su salón, tumbado en un sillón. No paraba de pensar todo el rato en el mismo tema, en que cojones estaría pasando allí fuera que nos tenían completamente incomunicados. Un explotido hace que me despierte de aquel 'trance' en el que estaba metido y me giré directamente para ver a Astrid. Estaba mirando por la ventana y su cara no me tranquilizó demasiado. Me acerqué a ella y lo que vi detrás de la ventana me dejó completamente helado. Una humareda era lo que podía ver en el cielo, fuego por el fondo.. ¿nos habían atacado? Aquello era imposible, no podía estar pasando aquello. Supuestamente la Isla de los Vencedores era el sitio más seguro de todo el maldito país.. ¿que estaba pasando? —Es imposible Astrid.. no pueden estar atacándonos. Sabes que la Isla es lo más seguro del Capitolio, tiene que estar pasando otra cosa.. —Comenté a Astrid. Intentaba meterme aquella idea en la cabeza, pero por cada persona muerta que veía en el suelo aquella idea se iba de mi cabeza poco a poco.. completamente nos estaban atacando.. ¿pero por que maldita razón?
Después de que Astrid hubiese cerrado la cortina yo cerré la persiana.. ¿porque razón? simplemente para sentirme mucho más seguro, aunque aquello no lo hiciese. —Vamos a tu habitación, nos vamos a encerrar allí hasta que todo lo de fuera se haya tranquilizado ¿vale? —Dije mientras la agarraba de la mano y tiré de ella con un tanto de fuerza hasta su habitación en la cual nos encerramos con pestillo. No quería arriesgarme a nada. Moví su escritorio para tapar la puerta, para que nada y nadie pasase por aquella puerta, no quería que le pasase nada a Astrid. —Aquí vamos a estar a salvo ¿vale? —Dije dandole un beso en la frente. Esperaba que lo que estaba diciendo fuese verdad y no pasase nada..
Había veces que me ponía a charlas con Astrid, para matar el tiempo, a veces a leer de sus libros ya que me había 'mudado' a su casa, también comía y dormir.. no podía dormir del todo bien ya que la situación en la que nos encontrábamos.. sobretodo después del traslado del Capitolio a la Isla, sobretodo después de haber escuchado que todos estaban muertos o algo parecido.. ¿sería verdad? Estaba claro que mis Tributos estaban muertos, desde que murieron no hice demasiado caso a los Juegos, simplemente le hacía compañía a Astrid. Nos quedábamos tumbados los dos en un sillón mirando como tontos las pantallas, como los Tributos sufrían la furia del Capitolio.. la verdad era que me daban una pena enorme y el hecho de no poder hacer nada por ellos me ponía un tanto furioso. Aquellos dos días se resumían en aquello, en rabia, furia, frustración, duda.. la cual tenía que contener si no quería explotar de alguna manera.
Me encontraba en casa de Astrid, concretamente en su salón, tumbado en un sillón. No paraba de pensar todo el rato en el mismo tema, en que cojones estaría pasando allí fuera que nos tenían completamente incomunicados. Un explotido hace que me despierte de aquel 'trance' en el que estaba metido y me giré directamente para ver a Astrid. Estaba mirando por la ventana y su cara no me tranquilizó demasiado. Me acerqué a ella y lo que vi detrás de la ventana me dejó completamente helado. Una humareda era lo que podía ver en el cielo, fuego por el fondo.. ¿nos habían atacado? Aquello era imposible, no podía estar pasando aquello. Supuestamente la Isla de los Vencedores era el sitio más seguro de todo el maldito país.. ¿que estaba pasando? —Es imposible Astrid.. no pueden estar atacándonos. Sabes que la Isla es lo más seguro del Capitolio, tiene que estar pasando otra cosa.. —Comenté a Astrid. Intentaba meterme aquella idea en la cabeza, pero por cada persona muerta que veía en el suelo aquella idea se iba de mi cabeza poco a poco.. completamente nos estaban atacando.. ¿pero por que maldita razón?
Después de que Astrid hubiese cerrado la cortina yo cerré la persiana.. ¿porque razón? simplemente para sentirme mucho más seguro, aunque aquello no lo hiciese. —Vamos a tu habitación, nos vamos a encerrar allí hasta que todo lo de fuera se haya tranquilizado ¿vale? —Dije mientras la agarraba de la mano y tiré de ella con un tanto de fuerza hasta su habitación en la cual nos encerramos con pestillo. No quería arriesgarme a nada. Moví su escritorio para tapar la puerta, para que nada y nadie pasase por aquella puerta, no quería que le pasase nada a Astrid. —Aquí vamos a estar a salvo ¿vale? —Dije dandole un beso en la frente. Esperaba que lo que estaba diciendo fuese verdad y no pasase nada..
Con Astrid.
Se habían escuchado comentarios de lo que pasó en la boda, no en lo que todo vimos retransmitido antes de que se precipitaran a cortar, sino lo que sucedió después de aquello. Nos sacaron del centro de entrenamientos, cosa que me gustó porque odiaba estar allí, pero no me gustaron las formas, ¿por qué todo el mundo me agarraba a tirones? ¿Qué mierdas les pasa a todos? Solo se que había sido un alboroto y, después, vino el anuncio que le heló la sangre a más de uno, incluyéndome a mi. Los carteles de búsqueda de Stephanie Black y de Echo Duane, ese puto Echo... era una lástima que no acabara como el resto de ministros de la ceremonia. Supongo que ya ha acabo el 'reinado del terror' y ahora nos toca intentar ser felices, sin más juegos que destroces vidas. Ojalá todo ésto hubiera pasado antes, pero, lo más triste, es que es lo que pienso ahora, pero hace un tiempo no era así, me horrorizaba al saber que mi familia era partidario de todos esos locos rebeldes pero al final descubrí, al sufrirlo en mis propias carnes, que por mucho que ames el Capitolio, él nunca te va a amar. Es una lástima tener que aprender sufriendo y con dolor. Me muerdo el labio inferior subiendo las escaleras que llevan a mi habitación, a mi desierta habitación. Creo que cuando haya un poco de normalidad la decoraré, pondré algún cuadro en mi habitación, libros, quizá alguna foto... bueno, no, fotos no, no quiero recuerdos de lo que fui y de lo que soy ahora. Pero quiero llenar éstas feas paredes con algo, algo que cuando esté sentada en la cama, o acostada, haga que me distraiga y que me ponga a pensar en lo colores del cuadro en vez de en otras cosas.
Después de tomar una asquerosa cena compuesta por pan y un potingue amarillo que tenía en casa, y que me dieron ganas de tirar a la basura pero no lo hice porque no tenía nada más comestible, termino de subir las escaleras y entro en la habitación dejándome caer sobre la cama con los ojos cerrados. Últimamente he estado bastante tranquila, quizá sea porque me decidí a pintar un gnomo, que encontré en el sótano, y a que, sorprendentemente, no he estado tan preocupada por las cosas que han pasado en el exterior de casa, que me mataran sería lo mejor que me podría pasar así que no me importaba mucho lo que se cociera fuera de casa. Con los ojos cerrados intento imaginarme que estoy en otro sitio, pero en mi mente solo aparecen gritos, sangre, oscuridad... y soledad, mucha soledad. Abro los ojos porque se que no debería estar pensando en éstas cosas a Jean volverá para comerme la cabeza y si ve que no mejoro en nada vendrá más de seguido y me dará pastillas, y no me da la gana de que me droguen como si estuviera loca; se perfectamente las cosas que veo, lo que escucho... son recuerdos lo que me atormentan, no historias que me haya inventado. Me levanto para coger un libro que tengo encima de la cómoda cuando los gritos vuelven a mi cabeza y ésta vez con más vívidos, no necesito tener los ojos cerrados ni pensar en ello para escuchar los disparos como cañonazos, para escuchar gritos de dolor, alaridos por doquier... Me tapo las orejas con las manos intentando pensar en otra cosa, pero no se va, cierro los ojos con fuerza y respiro contando hasta diez y volviendo a empezar, pero no se van. Hasta que muevo la cabeza hacia ambos lados y me precipito a asomar la cabeza por la ventana de mi habitación, me golpea un bofetón de aire frío que no esperaba, pero aún menos esperaba lo que estaba viendo. Un Agente de la Paz iba caminando hacia atrás disparando a varias personas que se acercaban a él, miré hacia el cielo incrédula y vi que el resplandor, fantasmagórico, que caracterizaba al cielo de la Isla ya no estaba. 'Nos atacan'. Me reclino más en la ventana para gritarle al Agente de la Paz que corra hacia mi casa pero, en ese mismo momento, algo lo golpeó y cayó al suelo redondo. Grito, grito con todas mis fuerzas hasta que noto que la garganta me arde y cierro la ventana con fuerza.
No es que cerrara la ventana porque me doliera del grito, sino porque habían mirado en mi dirección. Gateo por la cama hasta el armario donde cojo una chaqueta, una idiotez pararme a coger una chaqueta cuando mi vida corría en peligro. Es bastante irónico como desprecio mi vida pero cuando veo que estoy en peligro me defiendo, eso hice en la Arena y eso sigo haciendo. Las explosiones hacen que casi pierda el equilibrio, bajando las escaleras, y caiga rodando un par de escaleras golpeándome contra el reloj que hay de madera. Me toco la nariz y noto sangre, genial, soy una verdadera inútil... ¿Dónde estará Derian? Quizá haya ido a ver a Benedict... pero él está con Amelie, ¿no? Muevo la cabeza hacia ambos lados y salgo corriendo hacia la cocina en busca de algo con lo que defenderme... cuchillos, tenedores, cucharas de madera, espumaderas, cazuelas, un rodillo de madera... si solo tuviera una varita... subo, de nuevo la escaleras apurada, y miro dentro del armario donde tengo una cerbatana. Extraño, pero una de las pocas veces que salí me hice con una de estas, ¿qué le voy a hacer? Soy de atacar lejos, donde nadie me vea bien. La agarro y la meto dentro de un bolsillo para correr, después, hacia el cuarto de baño, que está en la parte posterior de la casa, y salir por la ventana encaramándome al tejado como buenamente puedo. Camino con cuidado de no caerme, y de que no me vean, y me asiento en un lado escondida. Las explosiones hacen que tiemblen todas las cosas, además de como arden casas, de los gritos y de la gente corriendo. Hay varios cuerpos en el suelo, cierro los ojos con fuerza intentando quitarme ésta imagen de la cabeza, pero no es posible, tengo que tenerlos abiertos para poder defenderme. Saco la cerbatana de mi bolsillo y paso la lengua por mis labios levemente alerta cuando veo movimiento cerca de la casa de Derian y el corazón empieza a latirme tan rápido que duele. Mierda. Salto al árbol más cercano, raspándome las manos, y bajo como puedo para correr por la calle. Salto cuerpos y las lágrimas me corren por las mejillas hasta que llego a la casa de Derian y la aporreo con urgencia queriendo que me abra rápido la puerta porque veo gente en la calle. Pego la espalda a la puerta y coloco la cerbatana en mis labios para utilizarla con quien crea necesario. -¡DERIAN! ¡ABRE LA PUERTA DE UNA VEZ!- grito con el corazón en la garganta por el miedo.
Después de tomar una asquerosa cena compuesta por pan y un potingue amarillo que tenía en casa, y que me dieron ganas de tirar a la basura pero no lo hice porque no tenía nada más comestible, termino de subir las escaleras y entro en la habitación dejándome caer sobre la cama con los ojos cerrados. Últimamente he estado bastante tranquila, quizá sea porque me decidí a pintar un gnomo, que encontré en el sótano, y a que, sorprendentemente, no he estado tan preocupada por las cosas que han pasado en el exterior de casa, que me mataran sería lo mejor que me podría pasar así que no me importaba mucho lo que se cociera fuera de casa. Con los ojos cerrados intento imaginarme que estoy en otro sitio, pero en mi mente solo aparecen gritos, sangre, oscuridad... y soledad, mucha soledad. Abro los ojos porque se que no debería estar pensando en éstas cosas a Jean volverá para comerme la cabeza y si ve que no mejoro en nada vendrá más de seguido y me dará pastillas, y no me da la gana de que me droguen como si estuviera loca; se perfectamente las cosas que veo, lo que escucho... son recuerdos lo que me atormentan, no historias que me haya inventado. Me levanto para coger un libro que tengo encima de la cómoda cuando los gritos vuelven a mi cabeza y ésta vez con más vívidos, no necesito tener los ojos cerrados ni pensar en ello para escuchar los disparos como cañonazos, para escuchar gritos de dolor, alaridos por doquier... Me tapo las orejas con las manos intentando pensar en otra cosa, pero no se va, cierro los ojos con fuerza y respiro contando hasta diez y volviendo a empezar, pero no se van. Hasta que muevo la cabeza hacia ambos lados y me precipito a asomar la cabeza por la ventana de mi habitación, me golpea un bofetón de aire frío que no esperaba, pero aún menos esperaba lo que estaba viendo. Un Agente de la Paz iba caminando hacia atrás disparando a varias personas que se acercaban a él, miré hacia el cielo incrédula y vi que el resplandor, fantasmagórico, que caracterizaba al cielo de la Isla ya no estaba. 'Nos atacan'. Me reclino más en la ventana para gritarle al Agente de la Paz que corra hacia mi casa pero, en ese mismo momento, algo lo golpeó y cayó al suelo redondo. Grito, grito con todas mis fuerzas hasta que noto que la garganta me arde y cierro la ventana con fuerza.
No es que cerrara la ventana porque me doliera del grito, sino porque habían mirado en mi dirección. Gateo por la cama hasta el armario donde cojo una chaqueta, una idiotez pararme a coger una chaqueta cuando mi vida corría en peligro. Es bastante irónico como desprecio mi vida pero cuando veo que estoy en peligro me defiendo, eso hice en la Arena y eso sigo haciendo. Las explosiones hacen que casi pierda el equilibrio, bajando las escaleras, y caiga rodando un par de escaleras golpeándome contra el reloj que hay de madera. Me toco la nariz y noto sangre, genial, soy una verdadera inútil... ¿Dónde estará Derian? Quizá haya ido a ver a Benedict... pero él está con Amelie, ¿no? Muevo la cabeza hacia ambos lados y salgo corriendo hacia la cocina en busca de algo con lo que defenderme... cuchillos, tenedores, cucharas de madera, espumaderas, cazuelas, un rodillo de madera... si solo tuviera una varita... subo, de nuevo la escaleras apurada, y miro dentro del armario donde tengo una cerbatana. Extraño, pero una de las pocas veces que salí me hice con una de estas, ¿qué le voy a hacer? Soy de atacar lejos, donde nadie me vea bien. La agarro y la meto dentro de un bolsillo para correr, después, hacia el cuarto de baño, que está en la parte posterior de la casa, y salir por la ventana encaramándome al tejado como buenamente puedo. Camino con cuidado de no caerme, y de que no me vean, y me asiento en un lado escondida. Las explosiones hacen que tiemblen todas las cosas, además de como arden casas, de los gritos y de la gente corriendo. Hay varios cuerpos en el suelo, cierro los ojos con fuerza intentando quitarme ésta imagen de la cabeza, pero no es posible, tengo que tenerlos abiertos para poder defenderme. Saco la cerbatana de mi bolsillo y paso la lengua por mis labios levemente alerta cuando veo movimiento cerca de la casa de Derian y el corazón empieza a latirme tan rápido que duele. Mierda. Salto al árbol más cercano, raspándome las manos, y bajo como puedo para correr por la calle. Salto cuerpos y las lágrimas me corren por las mejillas hasta que llego a la casa de Derian y la aporreo con urgencia queriendo que me abra rápido la puerta porque veo gente en la calle. Pego la espalda a la puerta y coloco la cerbatana en mis labios para utilizarla con quien crea necesario. -¡DERIAN! ¡ABRE LA PUERTA DE UNA VEZ!- grito con el corazón en la garganta por el miedo.
En la puerta de Derian y esperando que me abra :-))
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Me despierto en plena oscuridad por el estruendoso sonido de una explosión, y comienzo a tantear en busca del interruptor de la lámpara de mi mesa de noche. Me demoro tan solo un minuto en encontrarla y salto de la cama, envolviéndome en mi fina bata blanca mientras se oyen perfectamente los ladridos de Gigi en el pasillo; al salir, ahí se encuentra un despeinado y pálido Ben - ¡claro que lo escuché! No estoy sorda – le respondo de un modo algo histérico, notando el sonido de gritos, corridas y disparos en el exterior. La mascota es la primera que sale disparada hacia abajo, seguida de mi amigo y yo me obligo a ir tras ellos. Desde la sala somos capaces de ver a la perfección como ha explotado el hospital y a las personas que van y vienen, huyendo entre gritos de cobardes y maldiciones que no se llegan a entender. Me aparto de la ventana decidida en cuanto Ben se deja caer, porque ahora es cuando tenemos que hacer lo que deberíamos haber hecho desde que volvimos del Centro de Entrenamientos - ¡No seas flojo! Vamos, tenemos que movernos.
Me precipito escaleras arriba y en nada estoy en mi habitación, dejando la bata y el fino pijama a un lado para meterme dentro de la primera ropa que encuentro; paso por la habitación de Ben para juntar su inhalador y un abrigo y en nada estoy bajando los escalones otra vez, arrojándole todo a mi amigo. En mi cinturón se luce mi cuchillo de plata, bastante disimulado bajo mi ligero abrigo - ¡es lo que te he dicho hace días! – le recuerdo con mal humor, frustración y una pizca de orgullo. Nada de esto está bien, no lo ha estado desde un principio. Levanto la mochila cargada de cosas que aquel desubicado agente arrojó a un lado en nuestro primer intento de escape y la tiro encima de mi hombro justo cuando un imbécil tira abajo nuestra puerta. Voy a tomar mi cuchillo, pero Gigi es más rápida y se lanza sobre él a morderle la pierna, dándole tiempo a Ben para tomar mi mano y salir afuera.
La isla es un caos y todo huele a sangre, esa sangre que tanto disfrutaba alguna vez en mi vida. Corremos entre cuerpos y algunos hechizos y balas pasan rozando nuestras cabezas, pero como es de noche y todo es un lío es muy fácil perdernos. Nos inclinamos y terminamos escondidos detrás de unos enormes cestos de basura, escuchando como alguien choca contra ellos del otro lado y cae al suelo, posiblemente sin vida. Antes de que me dé cuenta, Gigi está con nosotros, sucia pero ilesa; bendito animal, al final sirvió de algo útil. Sujeto el cuchillo con fuerza e intento asomar la cabeza, pero parece que nadie nos ha visto - ¿y ahora qué?
Me precipito escaleras arriba y en nada estoy en mi habitación, dejando la bata y el fino pijama a un lado para meterme dentro de la primera ropa que encuentro; paso por la habitación de Ben para juntar su inhalador y un abrigo y en nada estoy bajando los escalones otra vez, arrojándole todo a mi amigo. En mi cinturón se luce mi cuchillo de plata, bastante disimulado bajo mi ligero abrigo - ¡es lo que te he dicho hace días! – le recuerdo con mal humor, frustración y una pizca de orgullo. Nada de esto está bien, no lo ha estado desde un principio. Levanto la mochila cargada de cosas que aquel desubicado agente arrojó a un lado en nuestro primer intento de escape y la tiro encima de mi hombro justo cuando un imbécil tira abajo nuestra puerta. Voy a tomar mi cuchillo, pero Gigi es más rápida y se lanza sobre él a morderle la pierna, dándole tiempo a Ben para tomar mi mano y salir afuera.
La isla es un caos y todo huele a sangre, esa sangre que tanto disfrutaba alguna vez en mi vida. Corremos entre cuerpos y algunos hechizos y balas pasan rozando nuestras cabezas, pero como es de noche y todo es un lío es muy fácil perdernos. Nos inclinamos y terminamos escondidos detrás de unos enormes cestos de basura, escuchando como alguien choca contra ellos del otro lado y cae al suelo, posiblemente sin vida. Antes de que me dé cuenta, Gigi está con nosotros, sucia pero ilesa; bendito animal, al final sirvió de algo útil. Sujeto el cuchillo con fuerza e intento asomar la cabeza, pero parece que nadie nos ha visto - ¿y ahora qué?
con Ben
Las siguientes 48 horas a lo sucedido en la arena me ponen histérico. A veces me pregunto como demonios puede dormir la gente cuando yo tengo en mi cabeza miles de cosas que dan vueltas y vueltas y me hacen querer echar a correr. Paul intenta distraerme con todo lo que puede, especialmente con felicitaciones y preguntas absurdas sobre qué cosas haré con Jess ahora que vamos a ser vecinos otra vez porque ella ha sido la última tributo viva de los últimos juegos. - Si estuviera viva ya estaría aquí, y lo sabes tan bien como yo. - Masculla Jolene con recelo en una esquina. Hace bastante que se ha unido, como todos los muertos importantes para mi, al grupo de gente que se inmiscuye en asuntos que no son de su incumbencia. Claro está que sus participaciones en las conversaciones se reducen estrictamente a esas donde dentro de mi anuda la desconfianza de las palabras que oye. Supongo que es una asociación muy coherente, ya que Jolene siempre fue desconfiada por naturaleza y ahora, hace ese trabajo por mi. Como Alex lo hace cuando cuida de mi.
Ellas dos se llevan peor de lo que esperaba. Siempre que están juntas en la misma habitación se están gritando la una a la otra. Puede parecer una tontería pero las últimas horas, es precisamente el ruido que hacen ellas dos las que me han mantenido cuerdo mientras Paul intenta sacarme, sin mucho éxito, un tema de conversación para que toda la mareada de confusiones y pensamientos en mi cabeza se detenga. Él cree que el silencio solo lo empeorará, y quizá tenga razón; pero lo que ignora es que mi cabeza no suele estar en silencio.
Jolene y Alex discuten en la cocina mientras yo preparo tortitas. El tema de hoy es que Jess podría estar en el hospital (cosa que defiende mi hermana) y lo estúpida e ingenua que es Alex al pensar que ella puede estar en el hospital (lo cual defiende Jolene). Hay un momento donde ya no puedo escuchar a 3 gatos maullando pidiendo algo de comer, a un hombre que me sigue preguntando que haría con Jess cuando la vea. Y a dos chicas que discuten por cosas que no tiene lógica en mi cabeza mientras además de eso intento seguir la receta de unas tortitas de un libro de cocina que tenía la señora Dickens en su despensa. Fui a verla para ver si podía enseñarme, y a cambio me dio el libro de cocina alegando que ella ya no lo necesitaría y que además, ahora que tenía un bebé y era padre soltero (no sé porque dijo eso ni porqué vino a cuento en la conversación) iba siendo hora de que aprendiera a cocinar. Suspiro, agarro el libro y vuelvo a casa con él. Lo primero que pruebo son en efecto las tortitas, y tras la sexta o séptima vez que lo hago mal, empiezan a coger buen sabor, o eso creo que en el cuenco que acabo de terminar con la masilla de las mismas, salchicha fue a meter las ñatas de narices en la mezcla en cuanto me despisté 3 segundos.
La primera explosión me pilla con dos chicas discutiendo, Paul semidormido en el salón, y riñendo a salchicha por andar metiéndose con mis tortitas. Soy primero consciente de lo que pasa en el interior de la casa antes de ir a mirar fuera. Dentro, se sume en un silencio excepto por los pasos apresurados de los gatos (y los rasguños del que yo tenía en brazos) que corren a esconderse a dios sabe donde. Después se suman más explosiones, más disparos y un brillante color carmesí colandose por las ventanas. Voy hacia la puerta cuando algo explota demasiado cerca de mi casa. Me cubro la cabeza justo para sentir reventarse todas las ventanas por la oleada del impacto. Algunos de los cristales me rozan la piel y me causan un picor inmediato, pero al confusión es tan grande que ni siquiera tengo que preocuparme por mi mismo. Paul se despierta de golpe y me insiste en que no salga, pero jolene en cambio ya está saliendo por la puerta. Un impulso, estúpido e irracional dentro de mi porque ella ya está muerta, me obliga a seguirla mientras el miedo de que le pase algo se apodera de mi. Agarro como arma la sartén y me aventuro en el exterior, vestido con un pantalón y una camisa de dibujos llenas de manchas de masilla para tortitas, además del pelo, la cara, las manos, de harina, de huevo, de azúcar, incluso de chocolate. Por un momento soy como una tortita andante.
Fuera todo es un caos. La gente corre, otros se esconden en casa, y algunos parecen estar disfrutando con ello. Reconozco los profesionales, que van en grupo armados con dios sabe que cosas en las manos y ayudan a reventar las cosas que todavía no están rotas. En algún punto de todo el jaleo, Paul desaparece. - ¡Andy! ¡por aquí! - Escucho a Jolene en una callejón llamarme, y la sigo sin chistar pese a las reticencias de Alex que solo por llevarle a la rubia la contraria se quiere ir por otro lado. Si tengo que escoger a alguien para seguir en una revuelta esa sería Jolene, porque la última vez que estuvimos en una de la cual dependía nuestra vida, sacó a 3 personas vivas. - Jeremy. - Me acuerdo del idiota de mi mejor amigo antes que de la madre de mi hija por una asociación estúpida con una arena que parece lejana en ese instante. Apenas consigo recordar cosas sobre la misma, apenas consigo recordar las sensaciones que me producía estar metido allí; tan solo puedo ver las caras de las personas que nunca conocí, pero tuve que matar para estar hoy aquí. Sin embargo, desde entonces hay cosas que he aprendido sin ayuda de nadie, hay situaciones que me han obligado a racionalizar el hecho de que los muertos, están muertos. No sienten. Ya no necesitan que nadie les cuide. Los vivos sí. - Tengo que encontrarlos! - Adelanto a Jole que grita mi nombre intentando detenerme porque me estoy poniendo en peligro estúpidamente (según su humilde opinión), y cuando llego al otro lado del callejón me freno en seco. Mi cuerpo ha estado a dos milímetros de chocar contra el de Benedict, y antes de darme cuenta y por complejo acto reflejo, le he metido un golpe brutal con la sartén que llevo como arma.
Estoy por meterle otro cuando Alex me para, es entonces que los reconozco. El mentor del 4 y la mentora del capitolio. Bajo la sartén y aguanto la respiración un momento. - ¿Estáis bien? - Es evidente que no, pero siempre me salen preguntas estúpidas en los momentos más inoportunos. Un grupo aparece al final de la calle, demasiado cerca de nosotros como para que nos paremos de charlas. Ellos han salido corriendo y mis pies también, empujados por Jolene que tira de mi mano y corre como si no hubiera mañana. ¿A donde se supone que vamos? Nadie puede escapar de aquí, ella lo sabe tan bien como yo, ya lo intentamos una vez, casi morimos haciéndolo. - ¡El campo de fuerza!. ¿A donde vas? ¡VAS A MATARNOS! - Por más que intento pararla no lo hace, y por ende yo tampoco. Estoy por darle con la sartén para que recapacite, cuando me fijo en algo. El campo de fuerza no está. El matiz azul que siempre rodea el exterior y el cielo de la isla no está.
Por eso vamos hacia allí. Porque por primera vez, en 3 años. Somos libres.
Ellas dos se llevan peor de lo que esperaba. Siempre que están juntas en la misma habitación se están gritando la una a la otra. Puede parecer una tontería pero las últimas horas, es precisamente el ruido que hacen ellas dos las que me han mantenido cuerdo mientras Paul intenta sacarme, sin mucho éxito, un tema de conversación para que toda la mareada de confusiones y pensamientos en mi cabeza se detenga. Él cree que el silencio solo lo empeorará, y quizá tenga razón; pero lo que ignora es que mi cabeza no suele estar en silencio.
Jolene y Alex discuten en la cocina mientras yo preparo tortitas. El tema de hoy es que Jess podría estar en el hospital (cosa que defiende mi hermana) y lo estúpida e ingenua que es Alex al pensar que ella puede estar en el hospital (lo cual defiende Jolene). Hay un momento donde ya no puedo escuchar a 3 gatos maullando pidiendo algo de comer, a un hombre que me sigue preguntando que haría con Jess cuando la vea. Y a dos chicas que discuten por cosas que no tiene lógica en mi cabeza mientras además de eso intento seguir la receta de unas tortitas de un libro de cocina que tenía la señora Dickens en su despensa. Fui a verla para ver si podía enseñarme, y a cambio me dio el libro de cocina alegando que ella ya no lo necesitaría y que además, ahora que tenía un bebé y era padre soltero (no sé porque dijo eso ni porqué vino a cuento en la conversación) iba siendo hora de que aprendiera a cocinar. Suspiro, agarro el libro y vuelvo a casa con él. Lo primero que pruebo son en efecto las tortitas, y tras la sexta o séptima vez que lo hago mal, empiezan a coger buen sabor, o eso creo que en el cuenco que acabo de terminar con la masilla de las mismas, salchicha fue a meter las ñatas de narices en la mezcla en cuanto me despisté 3 segundos.
La primera explosión me pilla con dos chicas discutiendo, Paul semidormido en el salón, y riñendo a salchicha por andar metiéndose con mis tortitas. Soy primero consciente de lo que pasa en el interior de la casa antes de ir a mirar fuera. Dentro, se sume en un silencio excepto por los pasos apresurados de los gatos (y los rasguños del que yo tenía en brazos) que corren a esconderse a dios sabe donde. Después se suman más explosiones, más disparos y un brillante color carmesí colandose por las ventanas. Voy hacia la puerta cuando algo explota demasiado cerca de mi casa. Me cubro la cabeza justo para sentir reventarse todas las ventanas por la oleada del impacto. Algunos de los cristales me rozan la piel y me causan un picor inmediato, pero al confusión es tan grande que ni siquiera tengo que preocuparme por mi mismo. Paul se despierta de golpe y me insiste en que no salga, pero jolene en cambio ya está saliendo por la puerta. Un impulso, estúpido e irracional dentro de mi porque ella ya está muerta, me obliga a seguirla mientras el miedo de que le pase algo se apodera de mi. Agarro como arma la sartén y me aventuro en el exterior, vestido con un pantalón y una camisa de dibujos llenas de manchas de masilla para tortitas, además del pelo, la cara, las manos, de harina, de huevo, de azúcar, incluso de chocolate. Por un momento soy como una tortita andante.
Fuera todo es un caos. La gente corre, otros se esconden en casa, y algunos parecen estar disfrutando con ello. Reconozco los profesionales, que van en grupo armados con dios sabe que cosas en las manos y ayudan a reventar las cosas que todavía no están rotas. En algún punto de todo el jaleo, Paul desaparece. - ¡Andy! ¡por aquí! - Escucho a Jolene en una callejón llamarme, y la sigo sin chistar pese a las reticencias de Alex que solo por llevarle a la rubia la contraria se quiere ir por otro lado. Si tengo que escoger a alguien para seguir en una revuelta esa sería Jolene, porque la última vez que estuvimos en una de la cual dependía nuestra vida, sacó a 3 personas vivas. - Jeremy. - Me acuerdo del idiota de mi mejor amigo antes que de la madre de mi hija por una asociación estúpida con una arena que parece lejana en ese instante. Apenas consigo recordar cosas sobre la misma, apenas consigo recordar las sensaciones que me producía estar metido allí; tan solo puedo ver las caras de las personas que nunca conocí, pero tuve que matar para estar hoy aquí. Sin embargo, desde entonces hay cosas que he aprendido sin ayuda de nadie, hay situaciones que me han obligado a racionalizar el hecho de que los muertos, están muertos. No sienten. Ya no necesitan que nadie les cuide. Los vivos sí. - Tengo que encontrarlos! - Adelanto a Jole que grita mi nombre intentando detenerme porque me estoy poniendo en peligro estúpidamente (según su humilde opinión), y cuando llego al otro lado del callejón me freno en seco. Mi cuerpo ha estado a dos milímetros de chocar contra el de Benedict, y antes de darme cuenta y por complejo acto reflejo, le he metido un golpe brutal con la sartén que llevo como arma.
Estoy por meterle otro cuando Alex me para, es entonces que los reconozco. El mentor del 4 y la mentora del capitolio. Bajo la sartén y aguanto la respiración un momento. - ¿Estáis bien? - Es evidente que no, pero siempre me salen preguntas estúpidas en los momentos más inoportunos. Un grupo aparece al final de la calle, demasiado cerca de nosotros como para que nos paremos de charlas. Ellos han salido corriendo y mis pies también, empujados por Jolene que tira de mi mano y corre como si no hubiera mañana. ¿A donde se supone que vamos? Nadie puede escapar de aquí, ella lo sabe tan bien como yo, ya lo intentamos una vez, casi morimos haciéndolo. - ¡El campo de fuerza!. ¿A donde vas? ¡VAS A MATARNOS! - Por más que intento pararla no lo hace, y por ende yo tampoco. Estoy por darle con la sartén para que recapacite, cuando me fijo en algo. El campo de fuerza no está. El matiz azul que siempre rodea el exterior y el cielo de la isla no está.
Por eso vamos hacia allí. Porque por primera vez, en 3 años. Somos libres.
Con benedict y amelie
Habían sido dos días especialmente largos para Trevor. No lo habían dejado salir hasta unas horas antes de la puesta de sol, y sólo fue para ir por ropa. Todo se había vuelto confuso para el castaño, porque, bueno, él nunca había vivido algo parecido en todos sus años de vida. Quizá era alguna paranoia de las personas en la isla, pero que no les dijeran ni el clima era realmente extraño. Él tenía una angustia que cada hora crecía conforme no les informaban la situación del exterior. Sin embargo, el estar con Genevive en todo aquél tiempo, como él había prometido, lo tranquilizaba de cierta manera, pero lo que había sucedido hacía apenas dos días lo mantenía ocupado pensando en qué demonios era lo que acontecía fuera de la isla. De más estaba decir que él no podía dormir desde antes, y todo aquello le suponía un peso más por soportar para su cansada mente.
El moreno se había sentado en la sala de Gen, mirando la mesita que había frente a él para, bueno, pensar en otra cosa. Ella estaba recostada en su regazo, y eso a él no le molestaba; de hecho, podría decirse que hasta le agradaba. Analizando los bordes redondeados de la mesa, el trabajo hecho casi a la perfección y el cristal bien limpio de la misma mesa, era la única manera de que él se podía distraer. También se entretenía mirando a la rubia que tenía frente a él, acariciando aparte su cabello o su hombro de manera amigable. Porque eran amigos. Trevor estaba tan concentrado en el rayón que había encontrado recién en el vidrio de la mesa, que se dio cuenta de que estaba temblando levemente. Frunció el ceño, conteniendo la respiración, como si eso lo detuviera, y entonces, una explosión lo sacó de sus pensamientos. Se tensó. De entre todo, eso era lo que Trevor temía más, además de la muerte de su amiga. ¿Por qué habría de explotar algo en la isla? Volteó a la ventana, callado, y con los oídos aguzados por más sonido; el sonido de balas y más explosiones, de gritos, de... de algo malo. Negó con la cabeza una vez ante su pregunta, preocupado. No sabía lo que pasaba.
Se levantó cuando Genevive se acercó a la ventana y la siguió, mirando por la ventana después de ella, y entonces tragó saliva. La escena era horrible y casi increíble. Alejó a Genevive de la ventana, y se mordió la lengua, nervioso. Tomó aire y volvió a ver por la ventana, viendo cómo ejecutaban a alguien; una mujer no demasiado vieja, pero tampoco joven. Apretó la mandíbula y tomó a su amiga de la muñeca, llevándola hasta la cocina cuando escuchó lo que ella le dijo—. Toma un cuchillo, un algo, lo que sea. No podemos salir así —dijo calmado, en voz no muy alta. Estaba nervioso, asustado, pero no mostraría eso, porque es lo peor que puedes hacer cuando pasan cosas malas. Se debe guardar la calma. De una gaveta sacó un cuchillo, sabiendo lo que debía hacer con él en algún momento luego de eso. Pensaba que nunca volvería a asesinar a alguien, que tendría paz. Pero en Neo Panem nunca habría paz.
Volteó a ver a Genevive con los labios apretados en una mueca—. Salgamos por atrás —dijo, sus dedos palpando la madera suave y seca del mango del cuchillo, con temor. Se acercó a a puerta trasera y la abrió. La cerró al instante cuando vio el destello de un disparo en la casa que había al otro lado—. Mala idea —caminó hasta la puerta principal y la abrió. Todo era un caos. Si bien desde la ventana las cosas se veían de una manera no muy bonita, ahora todo había empeorado.
Había cuerpos tirados en el piso, cuerpos de ancianos, chicos vencedores, de agentes, incluso de personas que nunca había visto en la vida. La gente gritaba, corría, disparaba o lanzaba cosas. Se armó de valor y salió, tomando la mano de Genevive—. Si te digo que corras o te escondas, lo haces, ¿vale? —le dijo, un destello de miedo, pero también de emoción en sus ojos. Salió medio corriendo medio andando de la casa, su mano aún agarrando la de la rubia, y la otra con el cuchillo tomado con firmeza. Pensó en Anthony, quien les había preguntado por Samantha cuando llegaron a la isla, y se sintió entre culpable y preocupado por ellos. También por los demás. Piso algo, y no sé si es un arma, una rama o un cuerpo, pero me tropiezo de la manera más estúpida que alguien podría tropezarse con algo. Suelto a Genevive para que no caiga conmigo, y siento el brazo arder. Estúpido cuchillo. Se levantó, un corte leve en su manga sangrando, y medio arrastró a Genevive detrás de una pared de concreto, escuchando los disparos estrellándose con la pared. La miró—. ¿Estás bien? —dijo, aunque él era el que se había cortado solito. Se asomó para ver cómo la gente caía—. Demonios —murmuró, y volvió a recargarse en la pared—. Gen, ¿tienes idea de a dónde podemos ir? —le dijo, con su voz agitada y algo histérica.
Cualquiera podía morir ahora.
El moreno se había sentado en la sala de Gen, mirando la mesita que había frente a él para, bueno, pensar en otra cosa. Ella estaba recostada en su regazo, y eso a él no le molestaba; de hecho, podría decirse que hasta le agradaba. Analizando los bordes redondeados de la mesa, el trabajo hecho casi a la perfección y el cristal bien limpio de la misma mesa, era la única manera de que él se podía distraer. También se entretenía mirando a la rubia que tenía frente a él, acariciando aparte su cabello o su hombro de manera amigable. Porque eran amigos. Trevor estaba tan concentrado en el rayón que había encontrado recién en el vidrio de la mesa, que se dio cuenta de que estaba temblando levemente. Frunció el ceño, conteniendo la respiración, como si eso lo detuviera, y entonces, una explosión lo sacó de sus pensamientos. Se tensó. De entre todo, eso era lo que Trevor temía más, además de la muerte de su amiga. ¿Por qué habría de explotar algo en la isla? Volteó a la ventana, callado, y con los oídos aguzados por más sonido; el sonido de balas y más explosiones, de gritos, de... de algo malo. Negó con la cabeza una vez ante su pregunta, preocupado. No sabía lo que pasaba.
Se levantó cuando Genevive se acercó a la ventana y la siguió, mirando por la ventana después de ella, y entonces tragó saliva. La escena era horrible y casi increíble. Alejó a Genevive de la ventana, y se mordió la lengua, nervioso. Tomó aire y volvió a ver por la ventana, viendo cómo ejecutaban a alguien; una mujer no demasiado vieja, pero tampoco joven. Apretó la mandíbula y tomó a su amiga de la muñeca, llevándola hasta la cocina cuando escuchó lo que ella le dijo—. Toma un cuchillo, un algo, lo que sea. No podemos salir así —dijo calmado, en voz no muy alta. Estaba nervioso, asustado, pero no mostraría eso, porque es lo peor que puedes hacer cuando pasan cosas malas. Se debe guardar la calma. De una gaveta sacó un cuchillo, sabiendo lo que debía hacer con él en algún momento luego de eso. Pensaba que nunca volvería a asesinar a alguien, que tendría paz. Pero en Neo Panem nunca habría paz.
Volteó a ver a Genevive con los labios apretados en una mueca—. Salgamos por atrás —dijo, sus dedos palpando la madera suave y seca del mango del cuchillo, con temor. Se acercó a a puerta trasera y la abrió. La cerró al instante cuando vio el destello de un disparo en la casa que había al otro lado—. Mala idea —caminó hasta la puerta principal y la abrió. Todo era un caos. Si bien desde la ventana las cosas se veían de una manera no muy bonita, ahora todo había empeorado.
Había cuerpos tirados en el piso, cuerpos de ancianos, chicos vencedores, de agentes, incluso de personas que nunca había visto en la vida. La gente gritaba, corría, disparaba o lanzaba cosas. Se armó de valor y salió, tomando la mano de Genevive—. Si te digo que corras o te escondas, lo haces, ¿vale? —le dijo, un destello de miedo, pero también de emoción en sus ojos. Salió medio corriendo medio andando de la casa, su mano aún agarrando la de la rubia, y la otra con el cuchillo tomado con firmeza. Pensó en Anthony, quien les había preguntado por Samantha cuando llegaron a la isla, y se sintió entre culpable y preocupado por ellos. También por los demás. Piso algo, y no sé si es un arma, una rama o un cuerpo, pero me tropiezo de la manera más estúpida que alguien podría tropezarse con algo. Suelto a Genevive para que no caiga conmigo, y siento el brazo arder. Estúpido cuchillo. Se levantó, un corte leve en su manga sangrando, y medio arrastró a Genevive detrás de una pared de concreto, escuchando los disparos estrellándose con la pared. La miró—. ¿Estás bien? —dijo, aunque él era el que se había cortado solito. Se asomó para ver cómo la gente caía—. Demonios —murmuró, y volvió a recargarse en la pared—. Gen, ¿tienes idea de a dónde podemos ir? —le dijo, con su voz agitada y algo histérica.
Cualquiera podía morir ahora.
Con Gennie Genita. <3
Apenas han pasado dos días desde que nos hicimos ya no sólo con la arena, sino que al fin somos los rebeldes quienes tenemos el poder de NeoPanem, los que tras más de ochenta y cinco años y una constante guerra en la que prácticamente todos hemos perdido algún ser querido, hemos conseguido nuestro tan ansiado propósito. El Capitolio ha caído, y toda la población es consciente de lo que pasa gracias al anuncio de Jamie. Pero por desgracia, como siempre, el destino tiene que ir a torcer las cosas y hacer que hayamos perdido a la persona más importante en la causa rebelde: a nuestro líder. Jared ha muerto. Aun así, al menos Jamie consiguió hacerse a tiempo con la capital y salvar que no se tirase por la borda el trabajo que tantos años y sacrificio nos ha costado. ¿Qué dirán todos esos que se reían de nosotros? Aún recuerdo las caras de aquellos dos Agentes de pacotilla intentando sacarme información, en vano, mientras nos criticaban diciendo que no conseguiríamos nunca nada. ¿Cómo debe sentirse el llevarse tal bofetada? Es una lástima que no pueda ver sus caras al ver cuán equivocados estaban; sin embargo, ahora serán ellos los que se estarán pudriendo entre cuatro rejas, probablemente.
Cuando anuncian que nuestro próximo movimiento va a ser en la Isla de los Vencedores, no dudo ni un momento en aceptar el ir, aun cuando todavía tengo heridas de las interminables batallas que tuve hace dos días, tanto con mutos como con humanos. Realmente no sé muy bien por qué acepto, pero supongo que en parte es... en fin, si el asesino de Alec estuviera ahí entendería las razones, pero como él también está muerto, no sé qué motiva. En parte supongo que es porque siento la extrema necesidad de estar en un constante movimiento, de hacer algo todo el día para no pensar una y otra vez en todas las cosas que me han pasado en el último año, en las personas que se han ido y también en las que han vuelto después de doce años.
Cuando la noche, aún helada a pesar de que la primavera está cada vez más próxima, cae, me aparezco junto con otros compañeros en la Isla mientras que algunos llegan mediante trasladores. Aunque soy reacio a llevar pistolas, esta vez he cogido una, además de llevar mi espada y varita. Tras los acontecimientos en el 13 en los que recibí más balas que un maniquí de entrenamiento, decidí que intentaría llevar alguna que otra pistola encima cuando tuviera que volver a enfrentarme a Agentes de la Paz. Y hoy es uno de esos días en los que tendré que pelear contra uno de los grupos de personas que más odio con toda mi alma.
Una vez todos hemos llegado, el caos se desata en lo que antes era el lugar más seguro de todo el país. Mientras que algunos se dedican a saquear las casas de los Vencedores, esas personas que aunque han podido tener todo lo que querían durante años, nunca obtuvieron lo que más ansiaban: la libertad que tanto se merecían. Ellos son simplemente otros juguetes más de los estúpidos entretenimientos del antiguo gobierno. Alec también fue uno de ellos, igual que yo lo fui, y hay días en los que incluso me pregunto si hubiera sido peor que hubiera salido vivo para acabar aquí encerrado, donde no podría haber vuelto a comunicarse con nosotros, pues era arriesgado que nosotros fuéramos al Distrito 1 y él no podría haber venido a Europa, obviamente. Cuánto han cambiado las cosas desde entonces... y cómo me hubiera gustado que él hubiera estado presente sin que se hubiera ido nunca de Europa.
Mientras camino por el césped de lo que parece ser un parque, un anciano sale de su casa corriendo a su manera, con un rodillo en la mano y gritando cosas que no alcanzo ni a escuchar ni a comprender las pocas que sí que distingo. Sé lo que debo hacer, aunque soy reacio; no obstante, si no lo hago intentará golpear mi preciosa cabeza con ese rodillo y yo haré el ridículo en lo que es otro de los días más importantes de los rebeldes. Saco una de las pistolas, la cargo y a la misma vez que él pone un pie en el césped, yo disparo y veo su cuerpo caer sin vida, con un agujero de la bala en la sien. — Lo siento. — Cierro los ojos y me doy la vuelta, reacio a seguir mirando el cadáver de un inocente, como otros tantos de los que han muerto después de poco menos de un siglo de guerra. ¿Y yo? ¿Yo qué soy?
Supongo que me he convertido en otro títere que sólo sigue órdenes, aun cuando sigo y seguiré idolatrando esta causa hasta el día de mi muerte.
Cuando anuncian que nuestro próximo movimiento va a ser en la Isla de los Vencedores, no dudo ni un momento en aceptar el ir, aun cuando todavía tengo heridas de las interminables batallas que tuve hace dos días, tanto con mutos como con humanos. Realmente no sé muy bien por qué acepto, pero supongo que en parte es... en fin, si el asesino de Alec estuviera ahí entendería las razones, pero como él también está muerto, no sé qué motiva. En parte supongo que es porque siento la extrema necesidad de estar en un constante movimiento, de hacer algo todo el día para no pensar una y otra vez en todas las cosas que me han pasado en el último año, en las personas que se han ido y también en las que han vuelto después de doce años.
Cuando la noche, aún helada a pesar de que la primavera está cada vez más próxima, cae, me aparezco junto con otros compañeros en la Isla mientras que algunos llegan mediante trasladores. Aunque soy reacio a llevar pistolas, esta vez he cogido una, además de llevar mi espada y varita. Tras los acontecimientos en el 13 en los que recibí más balas que un maniquí de entrenamiento, decidí que intentaría llevar alguna que otra pistola encima cuando tuviera que volver a enfrentarme a Agentes de la Paz. Y hoy es uno de esos días en los que tendré que pelear contra uno de los grupos de personas que más odio con toda mi alma.
Una vez todos hemos llegado, el caos se desata en lo que antes era el lugar más seguro de todo el país. Mientras que algunos se dedican a saquear las casas de los Vencedores, esas personas que aunque han podido tener todo lo que querían durante años, nunca obtuvieron lo que más ansiaban: la libertad que tanto se merecían. Ellos son simplemente otros juguetes más de los estúpidos entretenimientos del antiguo gobierno. Alec también fue uno de ellos, igual que yo lo fui, y hay días en los que incluso me pregunto si hubiera sido peor que hubiera salido vivo para acabar aquí encerrado, donde no podría haber vuelto a comunicarse con nosotros, pues era arriesgado que nosotros fuéramos al Distrito 1 y él no podría haber venido a Europa, obviamente. Cuánto han cambiado las cosas desde entonces... y cómo me hubiera gustado que él hubiera estado presente sin que se hubiera ido nunca de Europa.
Mientras camino por el césped de lo que parece ser un parque, un anciano sale de su casa corriendo a su manera, con un rodillo en la mano y gritando cosas que no alcanzo ni a escuchar ni a comprender las pocas que sí que distingo. Sé lo que debo hacer, aunque soy reacio; no obstante, si no lo hago intentará golpear mi preciosa cabeza con ese rodillo y yo haré el ridículo en lo que es otro de los días más importantes de los rebeldes. Saco una de las pistolas, la cargo y a la misma vez que él pone un pie en el césped, yo disparo y veo su cuerpo caer sin vida, con un agujero de la bala en la sien. — Lo siento. — Cierro los ojos y me doy la vuelta, reacio a seguir mirando el cadáver de un inocente, como otros tantos de los que han muerto después de poco menos de un siglo de guerra. ¿Y yo? ¿Yo qué soy?
Supongo que me he convertido en otro títere que sólo sigue órdenes, aun cuando sigo y seguiré idolatrando esta causa hasta el día de mi muerte.
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Desde que Ethan despertó del coma he estado intentando evitar relacionarme aún más tanto con los rebeldes como con los capitolianos porque ahora que tengo de nuevo a mi hijo y a mi mujer a mi lado, no quiero arriesgarme a meter la pata, a estropearlo todo otra vez. No sería capaz de ver cómo vuelvo a perder a alguien a quien quiero. Sin embargo, ¿cómo no enterarme de la noticia de que el Capitolio ha caído? Jared ha muerto, y desearía que Jamie también, simplemente por el hecho de que así no tendría que estar como un perrito faldero de alguien otra vez. Ahora que el Capitolio ya no está, podrían haber muerto también los líderes rebeldes porque así ya no tendría de qué esconderme y mis mayores temores a ser descubierto, a que todos sepan que no soy más que un traidor, dejarían de estar ahí. No obstante, yo no me veo como tal, simplemente soy una persona que ha intentando hacer lo mejor para su familia incluso cuando eso significaba caer a lo más bajo y rastrero: la traición. Y esa es la principal razón por la que acabo uniéndome al grupo de rebeldes que van a atacar la Isla de los Vencedores, para disimular, como otras tantas veces. Además, si Riorden, quien también va, ve que sigo apoyando a los rebeldes tras la caída del Capitolio, se dará cuenta de que no estoy haciéndolo por sacar algo de provecho con eso. Supongo que es verdad lo que dicen de que no hay mal que por bien no venga, ¿no?
Y así es como acabo apareciéndome en la Isla segundos después que Riorden, aquella en la que estuve hace ya más de un año para entrevistar a Jeremy Mills y donde podría haber acabado mi hermano si hubiera tenido más suerte en esa maldita arena. Si por mi fuera, estaría bien a gusto en mi casa, con la chimenea encendida en vez de estar aquí, cogelándome y, además, estaría pasando tiempo con mi familia. ¿No nos lo merecemos después de tantos años separados por culpa de los bandos de una guerra? Primero los capitolianos secuestrando a Lena, y después los rebeldes dándole, aunque por accidente, un balazo a mi hijo que le dejó en coma por más de un año. ¿Quién va a devolverle ese año perdido y todo el tiempo que estuvo lejos de su madre, creyendo que ésta estaba muerta? Nadie. Y sin embargo, aquí sigo yo, luchando por un grupo de personas que le arrebataron a Ethan un año de su vida.
Me revuelvo el pelo y suspiro antes de ponerme en marcha y separarme de mi primo, caminando rumbo hacia... en fin, hacia ningún lado en concreto, simplemente evito atacar a las personas que se me cruzan por el camino, a excepción de los Agentes de la Paz, otro de los grupos de personas que tanto daño han hecho a mi familia. Varios de esos imbéciles tuvieron a mi mujer secuestrada durante años, torturándola. Se lo merecen.
Y así es como acabo apareciéndome en la Isla segundos después que Riorden, aquella en la que estuve hace ya más de un año para entrevistar a Jeremy Mills y donde podría haber acabado mi hermano si hubiera tenido más suerte en esa maldita arena. Si por mi fuera, estaría bien a gusto en mi casa, con la chimenea encendida en vez de estar aquí, cogelándome y, además, estaría pasando tiempo con mi familia. ¿No nos lo merecemos después de tantos años separados por culpa de los bandos de una guerra? Primero los capitolianos secuestrando a Lena, y después los rebeldes dándole, aunque por accidente, un balazo a mi hijo que le dejó en coma por más de un año. ¿Quién va a devolverle ese año perdido y todo el tiempo que estuvo lejos de su madre, creyendo que ésta estaba muerta? Nadie. Y sin embargo, aquí sigo yo, luchando por un grupo de personas que le arrebataron a Ethan un año de su vida.
Me revuelvo el pelo y suspiro antes de ponerme en marcha y separarme de mi primo, caminando rumbo hacia... en fin, hacia ningún lado en concreto, simplemente evito atacar a las personas que se me cruzan por el camino, a excepción de los Agentes de la Paz, otro de los grupos de personas que tanto daño han hecho a mi familia. Varios de esos imbéciles tuvieron a mi mujer secuestrada durante años, torturándola. Se lo merecen.
Saber que el mundo se está volviendo un completo caos es algo que no me disgusta en lo más mínimo, sino más bien me mantiene activo y concentrado, aún cuando se de sobras que a la primera de cambio voy a tirar por mi propio camino y terminar haciendo lo que me venga en gana. Las cosas en la familia Coarleone, aquella que por un momento se pensaba que de veras estaba haciendo las cosas bien pero que en el fondo no estaban más que metiendo la pata, están revueltas por todos lados, y el hecho de que hayan perdido a dos personas tan importantes para ellos es algo con lo que no contaba. No se si es preocupación o simplemente indiferencia porque se han llevado años sin querer saber de mi o sabiendo de mi pero sin prestar atención a mis movimientos. Es por ello que cuando supe que los rebeldes finalmente habían conseguido sus propósitos - y con un Andrew encarcelado cosa que me da la risa cada vez que lo recuerdo - no dudé en hacerme con la mía y tratar de conseguir dar pena a las personas que me mantenía atadas a una silla en un frío sótano lleno de mierda familiar, con la fortuna de que picaron y, obviamente, ahora me encuentro en la isla de los vencedores haciendo todo tipo de reyertas si con eso consigo el favor de todos los que me rodean.
Y es que este lugar está lleno de imbéciles que se creen que por haber ganado una especie de matanza ya deben ser tratados de manera diferente. ¿Querían ser especiales? ¡Desde luego ahora lo son! Han sido los primeros en ser atacados, la limpia ha empezado y yo estoy metido de lleno en ella. A cada paso que doy caen agentes por todos lados, la isla es un completo hervidero de sangre y el fuego se extiende en todas direcciones. Varios de los edificios más importantes ya han caído, y muchos de los mentores que antaño fueron viejas glorias hacen lo imposible por escapar, así como todos aquellos agentes de la paz de un gobierno ya extinguido que tratan de hacernos frente, obviamente sin ningún tipo de esperanza - ¿Se te ha caído esto? - pregunto a alguien que pasa por mi lado completamente desesperado y sin saber exactamente hacia que dirección correr. No parece tenerme en cuenta porque sigue corriendo, y yo corro tras de él. La adrenalina se me sube y todos mis sentidos se agudizan hasta el mismo momento en el que siento como mi arma - un pequeño cuchillo que conseguí robar antes de salir de la mansión Coarleone - se hunde en su espalda y el agente de la paz, que antes valoraba su vida, ahora no hace más que gimotear palabras sin sentido mientras yo me regodeo en algo que no es como esperaba, pero que me limito a hacer porque así lo ha dicho la jefa.
Sigo dando carreras de un lado para otro e incluso me atrevo a indagar en las casas tan grandes que hay en este lugar, no encontrando más que restos de una vida atada a esta isla que, obviamente, no tenía sentido para nadie.
Y es que este lugar está lleno de imbéciles que se creen que por haber ganado una especie de matanza ya deben ser tratados de manera diferente. ¿Querían ser especiales? ¡Desde luego ahora lo son! Han sido los primeros en ser atacados, la limpia ha empezado y yo estoy metido de lleno en ella. A cada paso que doy caen agentes por todos lados, la isla es un completo hervidero de sangre y el fuego se extiende en todas direcciones. Varios de los edificios más importantes ya han caído, y muchos de los mentores que antaño fueron viejas glorias hacen lo imposible por escapar, así como todos aquellos agentes de la paz de un gobierno ya extinguido que tratan de hacernos frente, obviamente sin ningún tipo de esperanza - ¿Se te ha caído esto? - pregunto a alguien que pasa por mi lado completamente desesperado y sin saber exactamente hacia que dirección correr. No parece tenerme en cuenta porque sigue corriendo, y yo corro tras de él. La adrenalina se me sube y todos mis sentidos se agudizan hasta el mismo momento en el que siento como mi arma - un pequeño cuchillo que conseguí robar antes de salir de la mansión Coarleone - se hunde en su espalda y el agente de la paz, que antes valoraba su vida, ahora no hace más que gimotear palabras sin sentido mientras yo me regodeo en algo que no es como esperaba, pero que me limito a hacer porque así lo ha dicho la jefa.
Sigo dando carreras de un lado para otro e incluso me atrevo a indagar en las casas tan grandes que hay en este lugar, no encontrando más que restos de una vida atada a esta isla que, obviamente, no tenía sentido para nadie.
Miré al techo con los ojos cerrados y medio dormido. La isla estaba en silencio, demasiada silenciosa y me levanté, no podía dormir. Pero entonces se escuchó algo que no estaba previsto esa noche. Alcé la cabeza cuando iba a coger las galletas del armario y me asomé por la ventana, viendo agentes correr y fue cuando cerca de mi casa estalló otra y otra y otra más.
El corazón salió de mi pecho y mi mente solo procesaba de que nos estaban atacando. ¿Atacando? ¿Pero no habían derrotado al capitolio? ¿No habían muerto los dictadores? La casa se estaba cayendo y la puerta se atrancó. Intenté salir de ahí por todos los medios cuando oí que alguien llamaba y salí por la ventana. A la mierda. Todo era un caos y aunque me hice daño al salir al clavarme cristales, miré a Arianne y la abracé.- ¿Y Ben? ¿Está con Amelie?- la ansiedad me carcomía por dentro y la cogí de la mano.- Vámonos de aquí. Tenemos que ir a por Sid.- corrí hacia su casa evitando la caída de cosas y los obstáculos.
El corazón salió de mi pecho y mi mente solo procesaba de que nos estaban atacando. ¿Atacando? ¿Pero no habían derrotado al capitolio? ¿No habían muerto los dictadores? La casa se estaba cayendo y la puerta se atrancó. Intenté salir de ahí por todos los medios cuando oí que alguien llamaba y salí por la ventana. A la mierda. Todo era un caos y aunque me hice daño al salir al clavarme cristales, miré a Arianne y la abracé.- ¿Y Ben? ¿Está con Amelie?- la ansiedad me carcomía por dentro y la cogí de la mano.- Vámonos de aquí. Tenemos que ir a por Sid.- corrí hacia su casa evitando la caída de cosas y los obstáculos.
Con Arianne y Sid
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Dos días. Dos largos días pasaron sin recibir una escasa noticia. Estábamos en una pompa gigante, aislada del mundo exterior, y nadie dentro de ella sabía exactamente que estaba pasando. Me había enterado de que se habían infiltrado en la arena los rebeldes, y nada más, nadie sabía más, y tampoco nos querían contar nada más. Los agentes de la paz no nos dejaban salir de nuestras casas, y yo me pasé la mayor parte del tiempo mirando por las ventanas para intentar hablar con alguien que pudiera contarme algo más, pero cuántas más horas pasaban, más me daba cuenta de que ni yo, ni el vecino de en frente, ni tan si quiera los agente de la paz, sabíamos nada de lo que estaba pasando fuera.
Por lo que desistí a intentar averiguar algo más, y me dediqué a pasearme por toda mi casa, sin hacer nada. No dormí nada durante aquellos dos días, no quería cerrar mis ojos, porque no sabía que nos iba a pasar ni que nos iban a hacer, y no quería arriesgarme a que mientras dormía, ocurriera algo. Sin embargo, desafortunadamente llegó un momento en el que mi cuerpo no pude ceder más y cayó en un sueño profundo, que duró pocas horas, pero lo suficiente para recuperar un poco de la energía perdida.
Lo que me despertó del sueño fueron los gritos ahogados que se escuchaban tras mi puerta, el fuego tras las ventanas, los disparos, todo a la vez. Mi casa estaba a oscuras, había saltado la luz pero veía lo suficiente como para caminar por el fuego que a lo lejos se veía. Mi corazón comenzó a latir despacio, después más rápido, y más rápido, hasta que creía que no iba a resistir más y que iba a explotar como hacía un segundo había hecho la ventana de mi salón y que por poco no me cayó encima.
Corrí hacia la puerta que abrí con fuerza mientras mis ojos rodaban por toda la calle. Puse mis manos sobre mi cabeza y me tiré hacia un lado cuando algo estalló cerca de mí y bajé a la velocidad de un rayo las escaleras de mi casa para después chocarme de frente con alguien. Del susto pegué un grito que a mitad ahogué cuando me di cuenta de quien era. - ¡Derian! - chillé mientras me lancé para abrazarle y ver a Arianne con él. - ¡Oh, dios, Derian, nos están atacando! ¿¡Por qué?! ¡No entiendo nada! - gritaba a la vez que agitaba mis brazos por el nerviosismo, tenía ganas de llorar, y lo más seguro era que en cualquier momento lo haría. - Quiero irme, Derian, tenemos que irnos, ¡nos van a matar! - estaba metida en una especie de shock del que mi mente no podía desprenderse.
Por lo que desistí a intentar averiguar algo más, y me dediqué a pasearme por toda mi casa, sin hacer nada. No dormí nada durante aquellos dos días, no quería cerrar mis ojos, porque no sabía que nos iba a pasar ni que nos iban a hacer, y no quería arriesgarme a que mientras dormía, ocurriera algo. Sin embargo, desafortunadamente llegó un momento en el que mi cuerpo no pude ceder más y cayó en un sueño profundo, que duró pocas horas, pero lo suficiente para recuperar un poco de la energía perdida.
Lo que me despertó del sueño fueron los gritos ahogados que se escuchaban tras mi puerta, el fuego tras las ventanas, los disparos, todo a la vez. Mi casa estaba a oscuras, había saltado la luz pero veía lo suficiente como para caminar por el fuego que a lo lejos se veía. Mi corazón comenzó a latir despacio, después más rápido, y más rápido, hasta que creía que no iba a resistir más y que iba a explotar como hacía un segundo había hecho la ventana de mi salón y que por poco no me cayó encima.
Corrí hacia la puerta que abrí con fuerza mientras mis ojos rodaban por toda la calle. Puse mis manos sobre mi cabeza y me tiré hacia un lado cuando algo estalló cerca de mí y bajé a la velocidad de un rayo las escaleras de mi casa para después chocarme de frente con alguien. Del susto pegué un grito que a mitad ahogué cuando me di cuenta de quien era. - ¡Derian! - chillé mientras me lancé para abrazarle y ver a Arianne con él. - ¡Oh, dios, Derian, nos están atacando! ¿¡Por qué?! ¡No entiendo nada! - gritaba a la vez que agitaba mis brazos por el nerviosismo, tenía ganas de llorar, y lo más seguro era que en cualquier momento lo haría. - Quiero irme, Derian, tenemos que irnos, ¡nos van a matar! - estaba metida en una especie de shock del que mi mente no podía desprenderse.
Con Derian y mención leve a Arianne
Algunos mentores intentaron alejarse del bullicio cuando los rebeldes empezaron a asesinar agentes de la paz. Parecían las cosas perdidas cuando un nuevo grupo de agentes de la paz se adentraron en la isla. La confianza se restauró casi de inmediato, hasta que vieron lo que dichos agentes estaban haciendo. Todos y cada uno de ellos eran los agentes que se rindieron a Jamie Niniadis y por ende, cumplen sus órdenes: matar a todos los muggles del lugar. El problema, es que no existe una manera visual de distinguir aun mago del resto, y los magos también son culpables, especialmente aquellos que se deshicieron de sangre mágica para hacerse un camino hacia la victoria. Durante los primeros momentos de confusión y asesinato, no hay distinciones. Nisiquiera se preocupan por cual sangre está muriendo de forma más sanguinaria que otra. ¿Son muggles? ¿Son magos? qué más dará, las órdenes eran claras. Todas la personas que están ahí son traidores a su raza, o los opresores de los magos. No son tan distintos los unos de los otros. Al menos por esa noche.
Los gritos se pueden escuchar a kilómetros a la redonda, pero salvo los que se encuentran en la isla son los únicos testigos de lo que está pasando ahora. Aislados del mundo exterior ni siquiera pueden pedir ayuda. De todas maneras, si pudieran pedir ayuda ¿a donde llamarían? los agentes de la paz que antes les protegían están aquí, acabando con sus vidas sin pensárselo dos veces, y los rebeldes, los que se supone que eran los buenos de la historia, están matándolos también. No tienen escapatoria. O se rinden, o luchan. Muchos de ellos lleva años sin tocar un arma, años con el culo pegado al sofá mirando como mueren cientos de chicos al año por su incompetencia. Otros, solo ganaron por suerte, en realidad ni siquiera saben que es estar en una guerra. Presas del miedo y del terror, tanto rebeldes como agentes hacen con ellos los que se les antoja.
Anderson Looper es el primer mentor en saborear los límites de la libertad. A menos de 3 metros del límite del escudo, corría con una sartén en la mano que usaba de arma, dejando espolvoreadas algunas plantas con la harina y azúcar glas de su ropa. Pero momentos antes de que sus pies trasladen ese límite que tantas veces intentó sobrepasar incluso arriesgando su vida y la de su mejor amiga en el proceso, la oleada de nuevos agentes de la paz hace su aparición. Incapaces de entrar al recinto directamente, se introducen en la isla por los límites de la misma y le arrastran al epicentro del lugar que casi acaba con su cordura, y que ahora arde en llamas. Una persona se alza sobre todas las además apuntando con el arma a la cabeza del mentor del seis cuando llegan a la plaza, ahora desaliñado, con la ropa descolocada y algunas cuantas heridas en su cara por la paliza que le han metido mientras arrastraban allí. Cae al suelo de rodillas mientras el arma del agente que habla le apunta directamente a la cabeza, impidiéndole moverse. - Es el momento de que el equilibrio se restaure. Derramasteis sin piedad sangre mágica para sobrevivir, y pagaréis por ello. - La voz de Kathleen y Jeremy se alza en la oscuridad cuando lo divisan, las dos personas en el mundo que más le conocen, y de repente se oye un balazo.
El pánico se dispara ahora que han sido testigos de la crueldad de las personas que hoy les invaden. Si alguien dudaba que esto fuera real, se equivocaba.
Los gritos se pueden escuchar a kilómetros a la redonda, pero salvo los que se encuentran en la isla son los únicos testigos de lo que está pasando ahora. Aislados del mundo exterior ni siquiera pueden pedir ayuda. De todas maneras, si pudieran pedir ayuda ¿a donde llamarían? los agentes de la paz que antes les protegían están aquí, acabando con sus vidas sin pensárselo dos veces, y los rebeldes, los que se supone que eran los buenos de la historia, están matándolos también. No tienen escapatoria. O se rinden, o luchan. Muchos de ellos lleva años sin tocar un arma, años con el culo pegado al sofá mirando como mueren cientos de chicos al año por su incompetencia. Otros, solo ganaron por suerte, en realidad ni siquiera saben que es estar en una guerra. Presas del miedo y del terror, tanto rebeldes como agentes hacen con ellos los que se les antoja.
Anderson Looper es el primer mentor en saborear los límites de la libertad. A menos de 3 metros del límite del escudo, corría con una sartén en la mano que usaba de arma, dejando espolvoreadas algunas plantas con la harina y azúcar glas de su ropa. Pero momentos antes de que sus pies trasladen ese límite que tantas veces intentó sobrepasar incluso arriesgando su vida y la de su mejor amiga en el proceso, la oleada de nuevos agentes de la paz hace su aparición. Incapaces de entrar al recinto directamente, se introducen en la isla por los límites de la misma y le arrastran al epicentro del lugar que casi acaba con su cordura, y que ahora arde en llamas. Una persona se alza sobre todas las además apuntando con el arma a la cabeza del mentor del seis cuando llegan a la plaza, ahora desaliñado, con la ropa descolocada y algunas cuantas heridas en su cara por la paliza que le han metido mientras arrastraban allí. Cae al suelo de rodillas mientras el arma del agente que habla le apunta directamente a la cabeza, impidiéndole moverse. - Es el momento de que el equilibrio se restaure. Derramasteis sin piedad sangre mágica para sobrevivir, y pagaréis por ello. - La voz de Kathleen y Jeremy se alza en la oscuridad cuando lo divisan, las dos personas en el mundo que más le conocen, y de repente se oye un balazo.
El pánico se dispara ahora que han sido testigos de la crueldad de las personas que hoy les invaden. Si alguien dudaba que esto fuera real, se equivocaba.
* Se de algunos pjs que están en la isla de vencedores por cosas de tramas propias y no son mentores (Abbey Adams, etc). así que podéis postear, o directamente se os da por presos en caso de que no lo hagáis y prefiráis "un juicio" que decida vuestro futuro.
* El resto de vosotros debe intentar escapar. Para ello, podrá hacerse con un arma. El dado "arma" decidirá si os hacéis o no os hacéis con una. Mientras no tengáis un arma no podréis defenderos,y por ende, cuando vuestra vida baje de 5, seréis apresados.
* Los personajes que no posteen serán dadas por muertas on-rol, es decir que todos los personajes deberán creer que están muertas hasta que regresen (si regresan, sino, permanecerán muertas). Perderán el color y demás, y para recuperar el color deberán acomodarse a las nuevas circunstancias en base a lo que os "hayamos dicho que os pasó durante la reyerta".
* En el caso de los rebeldes, vuestra misión bueno es básicamente la explicada en la ambientación. Concretamente: La isla es el mayor trofeo del antiguo gobierno, y es un trofeo que debe ser eliminado como muestra del poder que recuperará la paz; tanto la isla como todo lo que hay dentro de ella, son la prueba del derramamiento de sangre mágica más atroz en toda la historia; derramamiento de sangre que debe ser castigado.
* Podéis rendiros voluntariamente, lo cual facilitará vuestra transición hacia la nueva situación (que puede que para muchos de vosotros ni siquiera sea placentera). No es lo mismo para la policía (en este caso agentes de la paz) tratar con un delincuente hostil que con uno que coopera, así que ya sabéis. Pero esto sigue quedando a vuestra elección.
* Para defenderos, podéis usar las armas que ya poseáis en el inventario y que habéis obtenido en The Magic Games Store.
* Las personas sin armas no pueden defenderse. Los rebeldes atacarán 5 puntos por turno, pero no pueden atacar dos veces seguidas al mismo jugador; y dos veces seguidas me refiero a dos post de diferentes usuarios rebeldes/agentes de la paz (aunque continuos, uno detrás de otro) atacando al mismo usuario. Si lo hace el mismo usuario o dos diferentes con al menos un post de por medio será válido, incluso si el mentor no ha tenido tiempo de postear y defenderse (si puede).
* Si un mentor/ciudadano posee un arma, también posee la oportunidad de escapar, excepto si se trata de una de las armas que obtuvisteis en la tienda de The Magic Games. En el primer caso, solo debe lanzar un dado con 3 ataques (además de la defensa correspondiente si le atacaron o el ataque si está atacando). Con el segundo ataque, si cierta al menos dos de los tres dados puede postear y decir que sale de la trama, lo cual lo convertirá en un fugitivo del nuevo gobierno. En el segundo caso, deben robar una de un agente de la paz para poder optar por el escape que funcionará del mismo modo que se explicó en el primero.
* Si un mago se encuentra una varita con el dado de "armas" puede quedársela gratis (solo se regalará la primera que salga, si sale más de una la perderán tras acabar la trama).
* Por último. Solo se permiten 3 intentos de robar armas por jugador. Si en esos 3 intentos no obtienen un arma, son apresados por defecto incluso si su vida está por encima de cinco. Además de eso, un arma sirve para el escape de un máximo de 2 jugadores.
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Los siguientes minutos se me pasan con tal lentitud que incluso dudo si han pasado unas eternas horas. Sin embargo, cuando miro el reloj que tengo colgado en la pared de detrás de la cama, me doy cuenta de que, en efecto, únicamente han pasado unos escasos minutos desde ver el hospital de la Isla explotar, desde que el caos empezara a reinar en el que siempre ha sido el lugar más seguro de todo NeoPanem. Me quedo sentada en los pies de la cama y miro, cabizbaja, todo lo que hace André para intentar bloquear la puerta. Y durante unos escasos minutos más en los que los dos nos quedamos abrazados en la cama y él besa mi frente, creo que todo va a ir bien y que vamos a conseguir salir con vida, que nos vamos a librar de lo que sea que esté pasando. Es entonces cuando las patadas contra la puerta de mi dormitorio empiezan y veo cómo el escritorio empieza a recular para atrás hasta que al final acaban entrando dos personas con armas, apuntando a nuestras cabezas.
Conozco perfectamente a André y sé que en cuestión de segundos estará levantándose de la cama como un resorte, así que antes de que lo haga y tentando a la suerte de que me den un balazo, le abrazo y le susurro al oído unas palabras que tan pocas veces le he dicho y que ahora me arrepiento de no haberlo hecho más: — Te quiero. — Después, me separo de él e intento, en vano, recular hacia atrás, pero estamos en un sitio sin salida, en un maldito callejón que acabará con nuestras vidas de aquí a nada. Al final moriremos en mi propia habitación, después de tantos años luchando por una vida que un estúpido gobierno nos estropeó cuando éramos unos adolescentes.
De tanto caminar hacia atrás acabo chocándome de lleno contra el armario y mientras suelto una palabrota entre dientes, noto los ojos humedecidos; sin embargo, evito parpadear, pues no quiero que los que serán nuestros asesinos vean los gestos de debilidad tan visiblemente. No he aguantado tantas cosas durante toda una vida que prácticamente no ha tenido nada de buena para acabar muriendo así, como la mala cuando no fui nada más que otra víctima de unas personas que se creían con el derecho a matar a todos los que se les antojaran. El primer disparo suena y cierro los ojos automáticamente, temiendo lo que pueda pasar con toda mi alma.
Conozco perfectamente a André y sé que en cuestión de segundos estará levantándose de la cama como un resorte, así que antes de que lo haga y tentando a la suerte de que me den un balazo, le abrazo y le susurro al oído unas palabras que tan pocas veces le he dicho y que ahora me arrepiento de no haberlo hecho más: — Te quiero. — Después, me separo de él e intento, en vano, recular hacia atrás, pero estamos en un sitio sin salida, en un maldito callejón que acabará con nuestras vidas de aquí a nada. Al final moriremos en mi propia habitación, después de tantos años luchando por una vida que un estúpido gobierno nos estropeó cuando éramos unos adolescentes.
De tanto caminar hacia atrás acabo chocándome de lleno contra el armario y mientras suelto una palabrota entre dientes, noto los ojos humedecidos; sin embargo, evito parpadear, pues no quiero que los que serán nuestros asesinos vean los gestos de debilidad tan visiblemente. No he aguantado tantas cosas durante toda una vida que prácticamente no ha tenido nada de buena para acabar muriendo así, como la mala cuando no fui nada más que otra víctima de unas personas que se creían con el derecho a matar a todos los que se les antojaran. El primer disparo suena y cierro los ojos automáticamente, temiendo lo que pueda pasar con toda mi alma.
El miembro 'Astrid H. Overstrand' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados
'Armas' :
'Armas' :
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Todo es muy confuso. La puerta de Derian no se abre y me esto poniendo histérica al ver que cada vez hay más gritos, que más gente cae al suelo cubierta de sangre, sin vida. Mi corazón se acelera cuando me abrazan d golpe y veo que es Derian, al cual correspondo, el abrazo dura unos segundos porque me dice que tenemos que ir a por Sidney, sale corriendo tirando de mí. Miro hacia todos lados confusa y veo que aparecen mas Agente, una sonrisa fugaz aparece en mis labios, muy fugaz, porque veo como apresan a Anderson y lo arrastran pateándolo una y otra vez. Llegamos con Sidney pero no escucho lo que dice, no escucho nada de nada, solo los gritos y mis ojos siguen fija en la escena que se que no voy a poder olvidar en un largo tiempo. Un tiro hace eco en mi cabeza y un profundo silencio me da la sensación de que me rodea, pero no es así, no hay silencio por ningún sitio, jamás lo ha habido ni lo va a haber. Noto un fuerte latido en mi cabeza y, entonces, se que necesito algo para defenderme, un arma, lo que sea que pueda encontrar.
Suelto la mano de Derian y salgo corriendo hacia donde están los Agentes de la Paz. Tengo que conseguir una de sus armas, tengo que conseguir algo lo que sea. No tengo miedo a morir, creo que ahora mismo sería un destino bastante dulce para mi, tengo demasiadas imágenes horribles en mi mente, en mis recuerdos. ¿Cuánta gente voy a tener que ver morir ante mis ojos? No puedo más. Pero no me voy a rendir, si tengo que morir... pues no me importa, pero tengo que conseguir un arma para poder salir de aquí.
Suelto la mano de Derian y salgo corriendo hacia donde están los Agentes de la Paz. Tengo que conseguir una de sus armas, tengo que conseguir algo lo que sea. No tengo miedo a morir, creo que ahora mismo sería un destino bastante dulce para mi, tengo demasiadas imágenes horribles en mi mente, en mis recuerdos. ¿Cuánta gente voy a tener que ver morir ante mis ojos? No puedo más. Pero no me voy a rendir, si tengo que morir... pues no me importa, pero tengo que conseguir un arma para poder salir de aquí.
Estaba con Derian y Sidney. Salgo para quitarle algo a alguien o a que me den pal' pelo xd
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Benedict D. Franco
The Mighty Fall
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