OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
Cierre de Temas
The Mighty Fall
Registro General
Erik Haywood
It's a matter of blood [0.4]
Laurence B. Dickens
The Langdons [0.2]
Phoenix D. Langdon
Band of Blood [2.4]
Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
Birdie É. Barlowe
Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
Williams, Ezra Avery
The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
ÚLTIMOS
TEMAS
TEMAS
Muggles & Squibs
5000 G
5000 G
Extranjeros
4000 G
4000 G
Miembros de Defensa
5000 G
5000 G
Estudiantes
4000 G
4000 G
Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
01.09¿Quieren crearse un nuevo personaje? Aquí pueden encontrar las búsquedas de nuestros usuarios.
31.03No olviden revisar sus MP y pasar por el boletín oficial para ponerse al día con los sucesos de Neopanem.
31.03¡Hay nuevas habilidades disponibles! Podrán leer más sobre ellas aquí.
31.03Estudiantes, ¡los estamos buscando! Pasen a revisar nuestra nueva búsqueda Aquí.
Recuerdo del primer mensaje :
Sólo era otro estúpido drama adolescente que me tenía moviendo los labios en mute, siguiendo las líneas de un guión que me conocía demasiado bien, porque ¿cuántas veces me había mirado «Viruela de Dragón bajo la Misma Constelación»? Muchas desde que había ido al cine el día del estreno, para sentarme sola en una de las últimas butacas a llorar cuando Hally se tiraba en el pasto a mirar las estrellas en la escena final, y varias desde que tenía a Ken como mascota. Era mi película favorita por excelente para tener la excusa de llorar en estos meses que fueron de altibajos emocionales con picos muy marcados, que me tuvieron arrastrándome en el fondo -sobre todo cuando Simon se fue de casa-, o en éxtasis por todo lo que era nuevo y la adrenalina de estar involucrada en cosas que… ponen nuestras vidas en peligro, lo de menos. No tiene caso que me preocupe si sobreviviremos a lo que se avecina, porque mi preocupación más inmediata es sobrevivir al resfrío que nos tiene a ambos sonrojados por el calor de la fiebre y con la voz estropeada, ahogándonos en nuestros mocos. Tiro del extremo del pañuelo que sobresale de la abertura de la caja para tener con que sonarme, el llanto consigue que tenga más mocos que echar.
—¿Algún día podré superar la muerte de Guv?— pregunto, porque ese día no es hoy. Reacomodo la manta que cubre mis piernas al estar recostada contra el respaldo de la cama, con varias almohadas detrás de nuestras espaldas así se siente casi como estar en el cine, casi. Esa salida se la quedo debiendo, porque el resfrío acabó con toda intención de hacerlo si es que todavía nos quedaba algo de audacia para ir a un lugar público, aunque fuera convenientemente oscuro, a estar dos horas sentados con la esperanza de que nadie repare en nosotros. A menos que vengo por él dentro de unos días y con la excusa de sacarlo a pasear, lo haga. Se supone que vendré a visitarlo luego, pero si me voy, no puedo volver antes de la semana. Tengo que demostrar que puedo estar sola y por mi cuenta. Si me quedé un día más era por la fiebre y mi madre no quiso saber nada de mover cajas en este estado, si insistía acabaría por ir a dormir conmigo. El colmo del patetismo al querer iniciar una vida independiente. Pero con la pócima del resfriado se supone que mañana amaneceremos cantando como pajaritos de lo bonitas que volverán a ser nuestras voces, bueno, yo podré hablar. Ken podrá ladrar sin estornudar, por muy tierno que sea verlo estornudar en su forma de perro.
—¿Seguimos con A todos los magos de los que me enamoré? ¿O el Stand de Amortentia?— consulto, que por fuera de esas opciones no puede elegir, es su castigo por haber contagiado el resfriado, por mucho que diga de que se lo contagié yo. Si yo tengo razón, es su culpa que tenga que quedarme una noche más en casa de mis padres. Como adhiero a las nociones de justicia, no quiero que esto sea una declaración arbitraria de mi parte, y a costa de mi perjuicio, estuve pensando mientras avanzaba la película en cómo reconocer al culpable original entre los dos. —Creo que ya sé cómo comprobar quién contagió a quién— digo, con una mano busco mi teléfono sobre la mesita de noche en vez de agarrar mi varita para cambiar la película. —Si Maeve también tiene gripe, fuiste tú. Así que la buscaré en Wizzardface, entre los amigos de Oliver porque Maeves hay varias… ya traté de buscarla… A Oliver fue más fácil encontrarlo porque me sabía el apellido y me aceptó la solicitud de inmediato— eso puede ser exagerar un poco, pero… Deslizo mi pulgar por la pantalla del celular al abrir el perfil de Oliver y voy buscando en la hilera de fotos el rostro de la chica. Las etiquetas en fotos siempre ayudan. —¡Ella! ¡Creo que es ella! Vaya, Ken, con más luz se nota lo guapa que es. Que suerte que tuviste esa noche— digo, abriendo ahora el perfil de ella y compartiéndole el celular para que pueda echar un vistazo.
Sólo era otro estúpido drama adolescente que me tenía moviendo los labios en mute, siguiendo las líneas de un guión que me conocía demasiado bien, porque ¿cuántas veces me había mirado «Viruela de Dragón bajo la Misma Constelación»? Muchas desde que había ido al cine el día del estreno, para sentarme sola en una de las últimas butacas a llorar cuando Hally se tiraba en el pasto a mirar las estrellas en la escena final, y varias desde que tenía a Ken como mascota. Era mi película favorita por excelente para tener la excusa de llorar en estos meses que fueron de altibajos emocionales con picos muy marcados, que me tuvieron arrastrándome en el fondo -sobre todo cuando Simon se fue de casa-, o en éxtasis por todo lo que era nuevo y la adrenalina de estar involucrada en cosas que… ponen nuestras vidas en peligro, lo de menos. No tiene caso que me preocupe si sobreviviremos a lo que se avecina, porque mi preocupación más inmediata es sobrevivir al resfrío que nos tiene a ambos sonrojados por el calor de la fiebre y con la voz estropeada, ahogándonos en nuestros mocos. Tiro del extremo del pañuelo que sobresale de la abertura de la caja para tener con que sonarme, el llanto consigue que tenga más mocos que echar.
—¿Algún día podré superar la muerte de Guv?— pregunto, porque ese día no es hoy. Reacomodo la manta que cubre mis piernas al estar recostada contra el respaldo de la cama, con varias almohadas detrás de nuestras espaldas así se siente casi como estar en el cine, casi. Esa salida se la quedo debiendo, porque el resfrío acabó con toda intención de hacerlo si es que todavía nos quedaba algo de audacia para ir a un lugar público, aunque fuera convenientemente oscuro, a estar dos horas sentados con la esperanza de que nadie repare en nosotros. A menos que vengo por él dentro de unos días y con la excusa de sacarlo a pasear, lo haga. Se supone que vendré a visitarlo luego, pero si me voy, no puedo volver antes de la semana. Tengo que demostrar que puedo estar sola y por mi cuenta. Si me quedé un día más era por la fiebre y mi madre no quiso saber nada de mover cajas en este estado, si insistía acabaría por ir a dormir conmigo. El colmo del patetismo al querer iniciar una vida independiente. Pero con la pócima del resfriado se supone que mañana amaneceremos cantando como pajaritos de lo bonitas que volverán a ser nuestras voces, bueno, yo podré hablar. Ken podrá ladrar sin estornudar, por muy tierno que sea verlo estornudar en su forma de perro.
—¿Seguimos con A todos los magos de los que me enamoré? ¿O el Stand de Amortentia?— consulto, que por fuera de esas opciones no puede elegir, es su castigo por haber contagiado el resfriado, por mucho que diga de que se lo contagié yo. Si yo tengo razón, es su culpa que tenga que quedarme una noche más en casa de mis padres. Como adhiero a las nociones de justicia, no quiero que esto sea una declaración arbitraria de mi parte, y a costa de mi perjuicio, estuve pensando mientras avanzaba la película en cómo reconocer al culpable original entre los dos. —Creo que ya sé cómo comprobar quién contagió a quién— digo, con una mano busco mi teléfono sobre la mesita de noche en vez de agarrar mi varita para cambiar la película. —Si Maeve también tiene gripe, fuiste tú. Así que la buscaré en Wizzardface, entre los amigos de Oliver porque Maeves hay varias… ya traté de buscarla… A Oliver fue más fácil encontrarlo porque me sabía el apellido y me aceptó la solicitud de inmediato— eso puede ser exagerar un poco, pero… Deslizo mi pulgar por la pantalla del celular al abrir el perfil de Oliver y voy buscando en la hilera de fotos el rostro de la chica. Las etiquetas en fotos siempre ayudan. —¡Ella! ¡Creo que es ella! Vaya, Ken, con más luz se nota lo guapa que es. Que suerte que tuviste esa noche— digo, abriendo ahora el perfil de ella y compartiéndole el celular para que pueda echar un vistazo.
—Pero si estoy besando mal tienes que decirme— insisto, tal vez no es el momento o no se lo pediría si no fuera él, con alguien más me daría vergüenza de que me diga que beso horrible, entonces me retiraría y pasaría los siguientes veinte años con la idea fija de que no sé besar. Pero si me lo dice podré salvar ese error y aprender a hacerlo mejor, si seguimos por otros cinco minutos más y otros cinco minutos más y otros cinco... —No quiero besar mal toda mi vida y no sé si podré pedirle a alguien más que me muestre cómo se hace—. Esas cosas simplemente no las preguntas, se supone que se dan natural, como él dice que debe ser, sólo hacer lo que se desee y esa es una carta abierta muy amplia para arrojar al estar besándonos, porque no estamos haciendo más que eso, ¿no? Incluso cuando puedo sentir el calor que desprende su piel en contacto con la mía y me froto con su torso al volver a buscarnos con los labios abiertos para profundizar el beso, sigo diciéndome que no es más que eso.
La necesidad de sentirlo sin el obstáculo de la ropa es parte del todo, de una experiencia que me hace consciente de cada punto que reacciona al descenso de su boca. Me recorre una tensión que deja quietas mis manos sobre sus hombros y me quedo inmóvil el segundo en que se detiene mi respiración, hay otras partes que están respondiendo a su caricia, pero debo forzarme a llenar mi pecho de aire una vez más cuando me cruzo con su mirada. —Eh… no, creo que no tengo quejas por ahora— musito, espero que me tome en serio por ahogada que se escuche mi voz. No tengo ninguna queja porque no sé de qué podría quejarme, las películas o las novelas me dan una idea, pero no es lo mismo cuando se convierte en algo real que está sobre mí, indicándome con su manera de acomodarse entre mis piernas lo que cabría esperar, mientras tanto queda suspendido entre nosotros. Sigo respondiendo al roce de su boca, el trayecto que hace con su mano me va provocando una ansiedad que suelto en un gemido cuando la detiene y suerte que queda atrapado en medio del beso, lo interrumpe después.
No entiendo que se haya apartado de repente y lo primero que se me ocurre es que hice algo más, pero yo no hice nada y fue él quien pidió perdón. —Pero si son besos tranquilos— digo desde lo que es mi manera de entender lo que está pasando, si para él es demasiado… aunque no pueda ver nada, mi mirada baja de su pecho hasta la cintura de su pantalón. —Es… ¿incómodo para ti?—. No sé cómo preguntárselo y me reprendo a mí misma porque tener tanto pudor con quien siempre he podido hablar de frente. Si declaración tan explícita de no tener sexo, como algo que nos involucra, no debería sonrojarme como lo hace. —¿Qué otras cosas?—, creo que lo pregunto por inercia, debido a su sugerencia que no da una pista de nada y que se presta a imaginar cualquier cosa, pero antes de que mi mente se encargue de ello espero a que sea quien me lo diga. —Puedes, ya sabes, tocarme… no hace falta que pidas disculpas…— murmuro contra su pelo al dejar que recorra mi garganta, —te diré de parar si hay algo que no me gusta. Yo, bueno… no sabré qué me gusta o que no me gusta si no lo haces primero…— se me va apagando la voz, —así que no pidas disculpas.
La necesidad de sentirlo sin el obstáculo de la ropa es parte del todo, de una experiencia que me hace consciente de cada punto que reacciona al descenso de su boca. Me recorre una tensión que deja quietas mis manos sobre sus hombros y me quedo inmóvil el segundo en que se detiene mi respiración, hay otras partes que están respondiendo a su caricia, pero debo forzarme a llenar mi pecho de aire una vez más cuando me cruzo con su mirada. —Eh… no, creo que no tengo quejas por ahora— musito, espero que me tome en serio por ahogada que se escuche mi voz. No tengo ninguna queja porque no sé de qué podría quejarme, las películas o las novelas me dan una idea, pero no es lo mismo cuando se convierte en algo real que está sobre mí, indicándome con su manera de acomodarse entre mis piernas lo que cabría esperar, mientras tanto queda suspendido entre nosotros. Sigo respondiendo al roce de su boca, el trayecto que hace con su mano me va provocando una ansiedad que suelto en un gemido cuando la detiene y suerte que queda atrapado en medio del beso, lo interrumpe después.
No entiendo que se haya apartado de repente y lo primero que se me ocurre es que hice algo más, pero yo no hice nada y fue él quien pidió perdón. —Pero si son besos tranquilos— digo desde lo que es mi manera de entender lo que está pasando, si para él es demasiado… aunque no pueda ver nada, mi mirada baja de su pecho hasta la cintura de su pantalón. —Es… ¿incómodo para ti?—. No sé cómo preguntárselo y me reprendo a mí misma porque tener tanto pudor con quien siempre he podido hablar de frente. Si declaración tan explícita de no tener sexo, como algo que nos involucra, no debería sonrojarme como lo hace. —¿Qué otras cosas?—, creo que lo pregunto por inercia, debido a su sugerencia que no da una pista de nada y que se presta a imaginar cualquier cosa, pero antes de que mi mente se encargue de ello espero a que sea quien me lo diga. —Puedes, ya sabes, tocarme… no hace falta que pidas disculpas…— murmuro contra su pelo al dejar que recorra mi garganta, —te diré de parar si hay algo que no me gusta. Yo, bueno… no sabré qué me gusta o que no me gusta si no lo haces primero…— se me va apagando la voz, —así que no pidas disculpas.
¿Cómo le digo que no son besos tranquilos? Que tengo todo el cuerpo alerta y que mi cabeza se está yendo a cualquier sitio, porque cada célula de mi piel me está gritando a los cuatro vientos que la deseo y que, de no detenernos y seguir besándonos, voy a tener que ir corriendo al baño. ¡Que biológicamente somos distintos, por todos los cielos! Sigo con la mirada lo que ella está viendo y, cuando me percato, separo involuntariamente mi cadera para que no se sienta nada; un movimiento algo estúpido si me lo preguntan — No — digo rápidamente. Por favor, que arrastrado… — Es… bueno, me pone ansioso — por no decir otra palabra que arruine el momento. ¿Qué es lo que me dijeron mis tíos durante toda la vida sobre estos casos? Vamos, que crecí oyendo a Seth y Ben hablando de sus experiencias, en especial las más ridículas. No sé si fueron la mejor influencia, pero ahora mismo me vendría muy bien un consejo, por mínimo que sea.
No sé si me río o gimo de angustia cuando me pregunta qué cosas, porque no puedo creer que me esté haciendo esto. No soy un manual de intimidad, pero creí que al menos ella tendría una idea semejante a la mía — Tú sabes… — tengo que aclararme un poco la garganta con un movimiento de mi cabeza, porque la voz me sale como si alguien me hubiese apretado los huevos con una puerta — Haces cosas como… um… — no, no puedo decirle a una chica directamente que puede meterme las manos en los pantalones u otras cosas, eso es horrible y ella parece más perdida que yo. Ahora comprendo por qué era tan fácil con Lea, cuando ella era quien guiaba y parecía no tener ningún problema con mi curiosidad. ¡No puedo guiar, soy un virgen con la lámpara rota!
Tiene sentido lo que dice, solo que no sé si podré soportar la vergüenza de que rechace algún gesto o que acabe incómoda por mi culpa. Pero tomo que está siendo honesta conmigo y dejo un beso en su cuello antes de moverme para poder verla de frente una vez más — Estoy nervioso — me río un poco, con la evidencia de lo que digo en el tono de mi voz. Paso algunos dedos por sus mechones despeinados, que no sé cuándo hice un desastre con su pelo y así puedo ver mejor sus ojos. Me mordisqueo el interior de la mejilla, no muy seguro de cómo proceder y trato, por todos los medios, evitar su mirada cuando ladeo la cabeza para poder ver lo que estoy haciendo cuando empiezo a desabotonar sus pantalones. Mis dedos son torpes como los de un enfermo de parkinson, con mucho esfuerzo cuelo la mano entre la presión de la prenda y, como un idiota, la dejo ahí. Creo que estoy frunciendo el ceño cuando la miro de nuevo, notando que no tengo idea de lo que se supone que pasa a continuación. Esto me pasa por haber solo consumido porno en papel, que lo sé yo, maldito distrito catorce — Lo siento — aparto la mano rápidamente y me giro, rodando hasta salir de encima de ella.
Estoy muerto de vergüenza cuando me coloco panza arriba en la cama, con una mano inquieta picando mi propio pecho y el calor por todos lados. Esto es lo más antierótico que he hecho en mi vida y eso que mi experiencia es nula. ¿Por qué hice eso? Tal vez no estoy listo, ese es el problema. He sido un mocoso jugando a ser grande todo este tiempo y no sé ni cómo meterle mano a una chica, incluso cuando me muero por hacerlo, mis pantalones lo delatan. Inflo mis mejillas y lo largo en un suspiro largo, casi parece que estoy en una sesión de relajación — No sé cómo hacer estas cosas, ni tampoco sé si se piden o simplemente se hacen. Y sé que es tonto, pero quiero hacerlo bien. Es estúpido, ¿no? — aunque ladeo un poco la cabeza hacia su dirección, me cuesta alzar los ojos hacia ella — Porque no tengo por qué saberlo todo. Me muero por tocarte, Syv — ya, lo dije, que horror — Y quiero saber lo que es hacer estas cosas contigo, pero no sé cómo avanzar porque siento que soy tan… torpe. Quizá debería ver más porno y dejar de consumir tanto romance de plástico, que yo sé lo que a mí me gustaría pero… ya, perdón, lo he arruinado — mi mirada se va violentamente al techo una vez más y jugueteo con mis pulgares sobre mi abdomen — Creo que no es el momento para decirte que pensé en sexo oral, ¿verdad? — es un murmullo que suena tan patético que no puedo evitarlo: me entro a reír, aunque intento contenerlo apretando mis labios hasta soltar la carcajada. Al menos, sé que esto puedo compartirlo con ella y, a pesar de lo bochornoso, sé que eso lo hace un poquito mejor.
No sé si me río o gimo de angustia cuando me pregunta qué cosas, porque no puedo creer que me esté haciendo esto. No soy un manual de intimidad, pero creí que al menos ella tendría una idea semejante a la mía — Tú sabes… — tengo que aclararme un poco la garganta con un movimiento de mi cabeza, porque la voz me sale como si alguien me hubiese apretado los huevos con una puerta — Haces cosas como… um… — no, no puedo decirle a una chica directamente que puede meterme las manos en los pantalones u otras cosas, eso es horrible y ella parece más perdida que yo. Ahora comprendo por qué era tan fácil con Lea, cuando ella era quien guiaba y parecía no tener ningún problema con mi curiosidad. ¡No puedo guiar, soy un virgen con la lámpara rota!
Tiene sentido lo que dice, solo que no sé si podré soportar la vergüenza de que rechace algún gesto o que acabe incómoda por mi culpa. Pero tomo que está siendo honesta conmigo y dejo un beso en su cuello antes de moverme para poder verla de frente una vez más — Estoy nervioso — me río un poco, con la evidencia de lo que digo en el tono de mi voz. Paso algunos dedos por sus mechones despeinados, que no sé cuándo hice un desastre con su pelo y así puedo ver mejor sus ojos. Me mordisqueo el interior de la mejilla, no muy seguro de cómo proceder y trato, por todos los medios, evitar su mirada cuando ladeo la cabeza para poder ver lo que estoy haciendo cuando empiezo a desabotonar sus pantalones. Mis dedos son torpes como los de un enfermo de parkinson, con mucho esfuerzo cuelo la mano entre la presión de la prenda y, como un idiota, la dejo ahí. Creo que estoy frunciendo el ceño cuando la miro de nuevo, notando que no tengo idea de lo que se supone que pasa a continuación. Esto me pasa por haber solo consumido porno en papel, que lo sé yo, maldito distrito catorce — Lo siento — aparto la mano rápidamente y me giro, rodando hasta salir de encima de ella.
Estoy muerto de vergüenza cuando me coloco panza arriba en la cama, con una mano inquieta picando mi propio pecho y el calor por todos lados. Esto es lo más antierótico que he hecho en mi vida y eso que mi experiencia es nula. ¿Por qué hice eso? Tal vez no estoy listo, ese es el problema. He sido un mocoso jugando a ser grande todo este tiempo y no sé ni cómo meterle mano a una chica, incluso cuando me muero por hacerlo, mis pantalones lo delatan. Inflo mis mejillas y lo largo en un suspiro largo, casi parece que estoy en una sesión de relajación — No sé cómo hacer estas cosas, ni tampoco sé si se piden o simplemente se hacen. Y sé que es tonto, pero quiero hacerlo bien. Es estúpido, ¿no? — aunque ladeo un poco la cabeza hacia su dirección, me cuesta alzar los ojos hacia ella — Porque no tengo por qué saberlo todo. Me muero por tocarte, Syv — ya, lo dije, que horror — Y quiero saber lo que es hacer estas cosas contigo, pero no sé cómo avanzar porque siento que soy tan… torpe. Quizá debería ver más porno y dejar de consumir tanto romance de plástico, que yo sé lo que a mí me gustaría pero… ya, perdón, lo he arruinado — mi mirada se va violentamente al techo una vez más y jugueteo con mis pulgares sobre mi abdomen — Creo que no es el momento para decirte que pensé en sexo oral, ¿verdad? — es un murmullo que suena tan patético que no puedo evitarlo: me entro a reír, aunque intento contenerlo apretando mis labios hasta soltar la carcajada. Al menos, sé que esto puedo compartirlo con ella y, a pesar de lo bochornoso, sé que eso lo hace un poquito mejor.
Mi expresión se queda en blanco mientras espero que ponga en palabras lo que quiere que haga, no quiero equivocarme en suponer algo que ni siquiera sé bien como se hace o si puedo hacerlo sin que se ponga demasiado ¿martirizante? para él, que si besarnos está provocando que el calor baje a otra parte de su cuerpo, no sé qué tanto podemos prolongar esto,… quiero decir, sólo besarnos. No es como si… no, no estoy pensando en tener sexo con él, es como… —Ahora me estás poniendo ansiosa a mí— digo, apurándole a que me ofrezca una alternativa antes de que mi cuerpo por su propia cuenta decida que hacer y como no la recibo, me hundo un poco en la cama, no lo hago para distanciarme, ni tampoco es lo que sucede, tengo su peso encima y me muevo por debajo para tantear como nuestras caderas pueden acoplarse. Ha sido un error, porque al rozarlo creo se la estoy poniendo más difícil, me arde toda la cara por el mismo nerviosismo que él reconoce, que me hace sentir que cada movimiento se ha vuelto equivocado y mojo mis labios para poder decir algo, pero los noto tan sensibles que no sé qué decir. ¿Qué deberíamos parar con los besos tranquilos?
Claro que lo pienso como que hemos tenido demasiado de un par de besos, no como que… y aun así no digo nada cuando baja a mi pantalón, sin pensar por qué lo hago miro a su propia cremallera y me pregunto si debo hacer algo, que tal vez podría poner a mis manos a hacer algo para no sólo quedarme tumbada, con mis nervios corriendo en frenesí hacia un único punto. Y me sobresalto, por poco no golpeo su cara con mi coronilla cuando desliza su mano y el sonido que raspa mi garganta podría ser un jadeo. No ocurre nada, es decir… nada. Y la tensión nerviosa se convierte rápidamente en incomodidad, me invade la más absurda vergüenza. El gemido que sale de mi boca es de angustia, trato de hacerlo bajito, así no lo toma como que... se separa de todas formas, el aire puede volver a mi pecho como un exceso al haber recuperado mi espacio, soy más patéticamente consciente que antes de que tengo las manos a los lados de mi cuerpo y de que no hago nada para compensar la repentina ausencia. Ni siquiera vuelvo a decirle que no debe pedir perdón, hago una mueca que no se si alcance a ver porque duele un poco que lo diga.
Espero a que mi corazón se calme y no creo que eso ocurra hasta dentro de tres días, porque parece querer salir de mi pecho por la carrera que está corriendo. Tomo un par de inspiraciones de aire, aun inmóvil en mi lado de la cama, no sé si acercarme o si ha desistido, mi piel todavía está latiendo al sentirlo tan próximo que si muevo mi brazo creo que vuelvo a rozar el suyo. Sus palabras van entrando de a poco, lento, en lo que es mi cerebro atontado por el estado gripal de hace un rato y los efectos de estar besándome con un chico en mi propia cama. Ladeo mi cabeza para quedar de perfil a él. —No creo que podamos hacerlo bien a la primera, bueno, no, no es la primera vez que lo haces, pero yo sí y… tal vez tampoco tengo idea de qué hacer, no tengo la confianza… en mí misma como para tocarte y creer que lo haré bien— lo admito y cuesta admitirlo, en las escenas de sexo que consumimos en las películas todos parecen tan seguros de lo que hacen, ¡hasta la chica de quince años del Stand de Amortentia! Y no es tan sencillo. Controlo con toda mi fuerza de voluntad la expresión que le muestro cuando reconoce haber pensado en una alternativa para la que tal vez… —Tal vez es demasiado… ¿pronto?— digo, en un tono mucho más bajo, tentativo.
Me giro para quedar con mi nariz rozando su hombro y apoyo una mano en su abdomen. —No espero que lo sepas todo o que lo hagas bien, porque… no creo que sean cosas que se aprendan a no ser que las hagas y, bueno…— se me está yendo la voz a medida que el calor se enciende más intensamente en mis mejillas, y carraspeo para hacerme oír más firme, por lo menos trato de que se me vea así cuando sigo trepando con mi mano en una exploración superficial de su pecho hasta que llego a su hombro y voy bajando por su brazo así lo atraigo hacía mí. —Somos amigos, podemos intentarlo… juntos— me cuesta hallar las palabras más precisas y me obligo a sostenerle la mirada cuando tomo su muñeca para guiar su mano hacia mi vientre. —Sin películas…— de las mías o el porno, sin novelas rosas o eróticas. Porque somos reales y podemos aprovechar eso, explorar a gusto. Dejo su mano sobre mi vientre para buscar con la mía el botón de su pantalón y desprenderlo con un nerviosismo que controlo lo mejor que puedo, al menos lo consigo mientras me escondo en su cuello para besarlo. Quizá después de esta noche no tenga oportunidad, hasta dentro de mucho tiempo, de estar en una situación así y me volverán todas las inseguridades que no podré resolver, por no habérselas preguntado en su momento a alguien con quién si tenía esa confianza y que me hacía sentir… bien, aunque seamos torpes. —Sólo besarnos y tocarnos— digo, es la nueva condición, —¿o quieres parar? ¿es demasiado?— pregunto, porque es una posibilidad que nos queda y también estaremos bien, porque nada habrá cambiado.
Claro que lo pienso como que hemos tenido demasiado de un par de besos, no como que… y aun así no digo nada cuando baja a mi pantalón, sin pensar por qué lo hago miro a su propia cremallera y me pregunto si debo hacer algo, que tal vez podría poner a mis manos a hacer algo para no sólo quedarme tumbada, con mis nervios corriendo en frenesí hacia un único punto. Y me sobresalto, por poco no golpeo su cara con mi coronilla cuando desliza su mano y el sonido que raspa mi garganta podría ser un jadeo. No ocurre nada, es decir… nada. Y la tensión nerviosa se convierte rápidamente en incomodidad, me invade la más absurda vergüenza. El gemido que sale de mi boca es de angustia, trato de hacerlo bajito, así no lo toma como que... se separa de todas formas, el aire puede volver a mi pecho como un exceso al haber recuperado mi espacio, soy más patéticamente consciente que antes de que tengo las manos a los lados de mi cuerpo y de que no hago nada para compensar la repentina ausencia. Ni siquiera vuelvo a decirle que no debe pedir perdón, hago una mueca que no se si alcance a ver porque duele un poco que lo diga.
Espero a que mi corazón se calme y no creo que eso ocurra hasta dentro de tres días, porque parece querer salir de mi pecho por la carrera que está corriendo. Tomo un par de inspiraciones de aire, aun inmóvil en mi lado de la cama, no sé si acercarme o si ha desistido, mi piel todavía está latiendo al sentirlo tan próximo que si muevo mi brazo creo que vuelvo a rozar el suyo. Sus palabras van entrando de a poco, lento, en lo que es mi cerebro atontado por el estado gripal de hace un rato y los efectos de estar besándome con un chico en mi propia cama. Ladeo mi cabeza para quedar de perfil a él. —No creo que podamos hacerlo bien a la primera, bueno, no, no es la primera vez que lo haces, pero yo sí y… tal vez tampoco tengo idea de qué hacer, no tengo la confianza… en mí misma como para tocarte y creer que lo haré bien— lo admito y cuesta admitirlo, en las escenas de sexo que consumimos en las películas todos parecen tan seguros de lo que hacen, ¡hasta la chica de quince años del Stand de Amortentia! Y no es tan sencillo. Controlo con toda mi fuerza de voluntad la expresión que le muestro cuando reconoce haber pensado en una alternativa para la que tal vez… —Tal vez es demasiado… ¿pronto?— digo, en un tono mucho más bajo, tentativo.
Me giro para quedar con mi nariz rozando su hombro y apoyo una mano en su abdomen. —No espero que lo sepas todo o que lo hagas bien, porque… no creo que sean cosas que se aprendan a no ser que las hagas y, bueno…— se me está yendo la voz a medida que el calor se enciende más intensamente en mis mejillas, y carraspeo para hacerme oír más firme, por lo menos trato de que se me vea así cuando sigo trepando con mi mano en una exploración superficial de su pecho hasta que llego a su hombro y voy bajando por su brazo así lo atraigo hacía mí. —Somos amigos, podemos intentarlo… juntos— me cuesta hallar las palabras más precisas y me obligo a sostenerle la mirada cuando tomo su muñeca para guiar su mano hacia mi vientre. —Sin películas…— de las mías o el porno, sin novelas rosas o eróticas. Porque somos reales y podemos aprovechar eso, explorar a gusto. Dejo su mano sobre mi vientre para buscar con la mía el botón de su pantalón y desprenderlo con un nerviosismo que controlo lo mejor que puedo, al menos lo consigo mientras me escondo en su cuello para besarlo. Quizá después de esta noche no tenga oportunidad, hasta dentro de mucho tiempo, de estar en una situación así y me volverán todas las inseguridades que no podré resolver, por no habérselas preguntado en su momento a alguien con quién si tenía esa confianza y que me hacía sentir… bien, aunque seamos torpes. —Sólo besarnos y tocarnos— digo, es la nueva condición, —¿o quieres parar? ¿es demasiado?— pregunto, porque es una posibilidad que nos queda y también estaremos bien, porque nada habrá cambiado.
Que tenga la decencia de quedarse y contestar me hace sentir un poco mejor, parece que no es necesario que me abandone aquí con mi vergüenza. Tal vez es por esto que me siento bien con ella, porque puede encontrar las palabras que me hacen sentir aunque sea un poco mejor, a pesar de que no me atrevo a decirle que jamás he llegado tan lejos con nadie, porque creí que había quedado implícito. Al menos, su respuesta a mi sugerencia me hace sonreír un poco, asintiendo al darle la razón; si me pone nervioso la idea de poner la mano entre sus piernas, no podría siquiera manejar el colocar la cabeza. Definitivamente, eso no sucederá esta noche.
A pesar de la calidez que me llena el estómago de cosquillas, siento que puedo empezar a empujar el pánico cuando toma el rol de la madura de la situación. Mi primera reacción es acomodarme para rozar mis labios en su frente en respuesta a ese toque en mi hombro, hundo el abdomen por la agradable agonía de sentir sus caricias una vez más contra mi piel — Quiero intentarlo contigo — es lo único que puedo decir, siento que estoy siendo atraído hacia ella por una fuerza involuntaria y me acomodo de costado, volviendo a enfrentarme a un cuerpo que ansío cerca. Me he sentido atraído hacia otras personas, pero creo que es la primera vez que me percato de todos los rincones que podría descubrir en alguien si tuviese la oportunidad. Así es como me dejo guiar, me esfuerzo en mantener los ojos en su rostro a pesar de que acompaso mi respiración al toque de su vientre, el cual acaricio hasta rozar el inicio de su ropa interior. Creo que hago un sonido vago cuando es ella quien se encarga de mi pantalón, los nervios se me disparan y estoy seguro de que la fiebre se acumulado en mi estómago y en mis boxers. No puedo parar, aunque sea demasiado — Solo dime si algo no te gusta... y si algo lo hace — es apenas un susurro. Repentinamente, después de haberlo vomitado todo, siento que ya no es necesario hablar.
Me muevo para estar un poco más cerca de ella, mis labios parecen dudosos al besarla una vez más con sumo cuidado — Déjame ayudarte — creo que ni se me oye cuando intento hacer algo bien y deslizo una caricia por su brazo, apenas rozó sus nudillos al tomar su mano. Tengo que pasar saliva al moverme un poco en busca de que la tela se aparte, se siente caliente allí donde acompaño a que su mano se meta dentro de mi pantalón. Y a pesar de que estoy hirviendo, el contacto con su piel me hace temblar, cargándome de una euforia mayor. Sé que cierro los ojos y suspiro con fuerza en sus labios, no me animo a chequear su expresión así que busco su boca con una renovada urgencia, tratando de ahogar cualquier sonido. Y mierda que necesito besarla.
Mi mano abandona la suya y le regala control, porque se apresura a invadir con cuidado su ropa, desde una caricia furtiva por debajo de su sostén a su vientre, hasta perderse dentro de su ropa interior. Y se siente tan extraño, tan irreal, que se torna maravilloso en segundos. Es un toque tímido, que poco a poco le regala la confianza de una exploración necesaria, de un contacto que busca ser un reflejo de lo que ella provoca en mí, desde el más pequeño beso al estremecimiento más profundo — Es tan raro... — me atrevo a romper ese silencio tácito con un susurro ronco en su boca. Tengo que mover el brazo al respirar con fuerza en busca de oxígeno, que siento que se me parte la cabeza. No sé de donde saco la valentía para chocar mi frente con la suya, buscando sus ojos, a ver si estos me desean tanto como los míos lo hacen con ella. Intento hablar, pero me interrumpe un jadeo y tengo que relamerme para conseguirlo —... pero realmente me gusta esto contigo, Syv. De veras — porque de entre todas las personas que podría elegir para hacer esto por primera vez, ella me parece ideal. Creo que lo dejo en claro cuando sonrío contra sus labios y vuelvo que buscar sus besos, dejando que nuestros cuerpos demanden lo que quieran, al igual que las manos ansiosas. Compartimos muchos secretos, este puede ser otro que muera en su dormitorio. Hasta creo que pateo la caja de pañuelos y estoy seguro de que, en algún momento, el pensamiento más claro que tengo es que se joda Wizzardface.
A pesar de la calidez que me llena el estómago de cosquillas, siento que puedo empezar a empujar el pánico cuando toma el rol de la madura de la situación. Mi primera reacción es acomodarme para rozar mis labios en su frente en respuesta a ese toque en mi hombro, hundo el abdomen por la agradable agonía de sentir sus caricias una vez más contra mi piel — Quiero intentarlo contigo — es lo único que puedo decir, siento que estoy siendo atraído hacia ella por una fuerza involuntaria y me acomodo de costado, volviendo a enfrentarme a un cuerpo que ansío cerca. Me he sentido atraído hacia otras personas, pero creo que es la primera vez que me percato de todos los rincones que podría descubrir en alguien si tuviese la oportunidad. Así es como me dejo guiar, me esfuerzo en mantener los ojos en su rostro a pesar de que acompaso mi respiración al toque de su vientre, el cual acaricio hasta rozar el inicio de su ropa interior. Creo que hago un sonido vago cuando es ella quien se encarga de mi pantalón, los nervios se me disparan y estoy seguro de que la fiebre se acumulado en mi estómago y en mis boxers. No puedo parar, aunque sea demasiado — Solo dime si algo no te gusta... y si algo lo hace — es apenas un susurro. Repentinamente, después de haberlo vomitado todo, siento que ya no es necesario hablar.
Me muevo para estar un poco más cerca de ella, mis labios parecen dudosos al besarla una vez más con sumo cuidado — Déjame ayudarte — creo que ni se me oye cuando intento hacer algo bien y deslizo una caricia por su brazo, apenas rozó sus nudillos al tomar su mano. Tengo que pasar saliva al moverme un poco en busca de que la tela se aparte, se siente caliente allí donde acompaño a que su mano se meta dentro de mi pantalón. Y a pesar de que estoy hirviendo, el contacto con su piel me hace temblar, cargándome de una euforia mayor. Sé que cierro los ojos y suspiro con fuerza en sus labios, no me animo a chequear su expresión así que busco su boca con una renovada urgencia, tratando de ahogar cualquier sonido. Y mierda que necesito besarla.
Mi mano abandona la suya y le regala control, porque se apresura a invadir con cuidado su ropa, desde una caricia furtiva por debajo de su sostén a su vientre, hasta perderse dentro de su ropa interior. Y se siente tan extraño, tan irreal, que se torna maravilloso en segundos. Es un toque tímido, que poco a poco le regala la confianza de una exploración necesaria, de un contacto que busca ser un reflejo de lo que ella provoca en mí, desde el más pequeño beso al estremecimiento más profundo — Es tan raro... — me atrevo a romper ese silencio tácito con un susurro ronco en su boca. Tengo que mover el brazo al respirar con fuerza en busca de oxígeno, que siento que se me parte la cabeza. No sé de donde saco la valentía para chocar mi frente con la suya, buscando sus ojos, a ver si estos me desean tanto como los míos lo hacen con ella. Intento hablar, pero me interrumpe un jadeo y tengo que relamerme para conseguirlo —... pero realmente me gusta esto contigo, Syv. De veras — porque de entre todas las personas que podría elegir para hacer esto por primera vez, ella me parece ideal. Creo que lo dejo en claro cuando sonrío contra sus labios y vuelvo que buscar sus besos, dejando que nuestros cuerpos demanden lo que quieran, al igual que las manos ansiosas. Compartimos muchos secretos, este puede ser otro que muera en su dormitorio. Hasta creo que pateo la caja de pañuelos y estoy seguro de que, en algún momento, el pensamiento más claro que tengo es que se joda Wizzardface.
Asiento con la barbilla en un movimiento corto, sin poder apartar mi mirada de su cara, comprometiéndome a decirle lo que me gusta o no, si es que puedo hablar cuando llegue el momento porque la garganta se me cierra y tomo una respiración dolorosa por tener su mano rozando un poco más abajo de mi vientre. Tengo que separar los labios para que el aire encuentre una manera de entrar y salir sin que deba pensarlo, de a ratos lo olvido. Pero tengo su boca sobre la mía una vez más, la tanteo, así como lo hacen mis dedos por la cremallera de su pantalón y no me animo a ir más allá de eso, creo que estoy esperando a que sea él quien primero lo intente, así puedo copiar sus movimientos, cuando no hay comparación posible. Lo compruebo cuando se hace cargo de guiar mi mano y tomo un par de hondas inspiraciones porque mi corazón está perdiendo el ritmo, no sabe si latir frenético o agónicamente lento, nunca pensé que estaría explorando a un chico por dentro de su pantalón, con caricias de reconocimiento más que de estímulo, porque estoy admirada de cómo se siente, de lo sensible y caliente que puede ser, y, ohporMorgana,Synnove,leestásmetiendomanoaunchico. No a cualquier chico, eso tengo que agradecer, que más allá de lo enrojecida que estoy de pies a cabeza por el pudor del que trato de desprenderme, es… agradable poder tocar a Ken. Como no había pensado que podría ser poder besarlo tantas veces que he perdido la cuenta, ya ni siquiera reparo en si lo estaré haciendo bien, lo beso con ansia o dejo que tome lo que quiera.
Se me eriza la piel al sentir que su roce vuelve para ir bajando y dejo quieta mi mano por un segundo, lo que tarda en deslizar sus dedos donde se concentra esa ansiedad que estuve alentando la última media hora, alzo mi cadera en reflejo, sin entender cómo esto que no llega a ser sexo, se sienta tan íntimo como un nuevo secreto entre nosotros. No puedo creer que estemos descubriendo lo que hay más allá de un abrazo amistoso, indagando con curiosidad abierta lo que podemos provocar en el otro y que le permita por esa confianza que me inspira, ir llegando más lejos de lo que no podría permitir que llegara alguien más. Me echaría hacia atrás con cualquier otro chico, no estaría acompañando sus caricias con suspiros, pondría distancia por no sentirme lista y estaría avergonzada de toda mi inexperiencia que es una mala combinación con mi timidez, no estaría estremeciéndome con nuestros intentos inseguros de aprender del otro y por esa respuesta cálida que recibimos, no siento más que calor hasta el último de mis dedos.
Tan… no diría que es raro, se siente más bien… caliente, me marea y soy tan consciente de lo que necesito que me quedo sin aliento, porque había querido besar a otros chicos antes, pero nunca cómo quiero besar a Ken en este momento. Suerte que no lo hago porque sus palabras se anudan en mi vientre en una sensación tan placentera como la que tiene latiendo a todo mi cuerpo. —También me gusta, mucho— mi voz es un eco, no alcanza a tomar forma porque me atraviesa lo que digo como una verdad que me cala hondo, no sé si debería sentirse tan bien, que esto se mantenga como una más de esas cosas que hemos hecho, en las que podemos contar con el otro a ojos cerrados y los cierro para poder ahogar los sonidos que raspan mi garganta en otro beso. —Muchísimo— musito. Con la mano que me queda libre voy marcando los músculos de su espalda y me prendo de su nuca, así puedo sostenerme al vaivén de sensaciones que nos recorren a ambos, que debemos silenciar porque ninguno tomó la precaución de hechizar la puerta. — No lanzamos ningún muffliato— murmuro entre respiraciones como pausas, —ni creo que la puerta esté cerrada con llave—, son los detalles que no tuvimos en cuenta y que no hago más que mencionar, porque continuo besándolo con mi mano dentro de su pantalón y una recién estrenada confianza en esto que no es más que un juego inocente en el que nos conocemos un poco mejor, en que traspasamos un límite que no siento que se haya roto, sino que nos permitió llegar a un punto en el que mi cariño por él se renueva, me parece aún más dulce. —¿Podrías… quedarte esta noche y abrazarme para que pueda dormir?— pregunto, entonces sí cerraré la puerta como se debe y esperaré a que mis respiraciones se calmen escuchando como lo hacen los latidos de su corazón.
Se me eriza la piel al sentir que su roce vuelve para ir bajando y dejo quieta mi mano por un segundo, lo que tarda en deslizar sus dedos donde se concentra esa ansiedad que estuve alentando la última media hora, alzo mi cadera en reflejo, sin entender cómo esto que no llega a ser sexo, se sienta tan íntimo como un nuevo secreto entre nosotros. No puedo creer que estemos descubriendo lo que hay más allá de un abrazo amistoso, indagando con curiosidad abierta lo que podemos provocar en el otro y que le permita por esa confianza que me inspira, ir llegando más lejos de lo que no podría permitir que llegara alguien más. Me echaría hacia atrás con cualquier otro chico, no estaría acompañando sus caricias con suspiros, pondría distancia por no sentirme lista y estaría avergonzada de toda mi inexperiencia que es una mala combinación con mi timidez, no estaría estremeciéndome con nuestros intentos inseguros de aprender del otro y por esa respuesta cálida que recibimos, no siento más que calor hasta el último de mis dedos.
Tan… no diría que es raro, se siente más bien… caliente, me marea y soy tan consciente de lo que necesito que me quedo sin aliento, porque había querido besar a otros chicos antes, pero nunca cómo quiero besar a Ken en este momento. Suerte que no lo hago porque sus palabras se anudan en mi vientre en una sensación tan placentera como la que tiene latiendo a todo mi cuerpo. —También me gusta, mucho— mi voz es un eco, no alcanza a tomar forma porque me atraviesa lo que digo como una verdad que me cala hondo, no sé si debería sentirse tan bien, que esto se mantenga como una más de esas cosas que hemos hecho, en las que podemos contar con el otro a ojos cerrados y los cierro para poder ahogar los sonidos que raspan mi garganta en otro beso. —Muchísimo— musito. Con la mano que me queda libre voy marcando los músculos de su espalda y me prendo de su nuca, así puedo sostenerme al vaivén de sensaciones que nos recorren a ambos, que debemos silenciar porque ninguno tomó la precaución de hechizar la puerta. — No lanzamos ningún muffliato— murmuro entre respiraciones como pausas, —ni creo que la puerta esté cerrada con llave—, son los detalles que no tuvimos en cuenta y que no hago más que mencionar, porque continuo besándolo con mi mano dentro de su pantalón y una recién estrenada confianza en esto que no es más que un juego inocente en el que nos conocemos un poco mejor, en que traspasamos un límite que no siento que se haya roto, sino que nos permitió llegar a un punto en el que mi cariño por él se renueva, me parece aún más dulce. —¿Podrías… quedarte esta noche y abrazarme para que pueda dormir?— pregunto, entonces sí cerraré la puerta como se debe y esperaré a que mis respiraciones se calmen escuchando como lo hacen los latidos de su corazón.
No sé qué es lo que me provoca con exactitud, pero el oír la confirmación en sus labios de que se siente como yo, que está disfrutando de esto de la misma manera en la cual creo que me estoy perdiendo en todo lo que compartimos, me golpea como una avalancha. Algo se ensancha en mi pecho, es caliente, intenso y siento que me derrite, expandiéndose como una onda de éxtasis por mis venas que me hace creer que puedo hacer lo que sea en este momento, que somos eternos y yo me he vuelto más grande, más imponente. Le devuelvo ese beso con labios quedos, están muy ocupados en temblar y separarse un poco para dejar salir algunos sonidos mudos que delatan lo entrecortado de mi respiración, víctima de los temblores de deleite que apresan mi cuerpo entero. Sé que estoy ansiando terminar y, a su vez, no sé cómo hacer para que esto dure, porque no quiero caer a la realidad cuando toquemos el punto final. Es irónico que señale lo de la puerta, porque tengo que morderme los labios para no gemir — No importa. No van a escucharnos — es más que obvio que no tengo idea de lo que estoy diciendo, es solo el descarte a que hay un mundo detrás de esa puerta, ni siquiera sé si hay más corazones latiendo bajo este mismo techo. Si somos silenciosos, creo que no tenemos de qué preocuparnos.
Mis piernas se mueven y aprietan las suyas, como si de esa manera pudiese evaporar cualquier distancia entre nosotros, que ahora mismo se siente un estorbo. Creo que jamás desee tener a nadie tan cerca como ahora, me pregunto cómo se sentirá pegarnos de manera que mi piel toque su piel, aún más, porque el instinto me grita que esto lo es todo y, a su vez, podría ser más. Creo que es culpa de esa ansiedad que mi mano se mueve de un modo más intruso, quizá demandante, por el breve segundo que me toma el escuchar lo que pide de mí. Me detengo, tengo que mirarla en lo que recupero el aliento y, aún con los labios separados, asiento lentamente con la cabeza; si soy sincero, creo que ahora mismo haría cualquier cosa que me pida — ¿Quieres dormir? — me confunde un poco, porque pensé que estábamos tocándonos. ¿O primero quiere que acabemos con esto e irnos a dormir? ¿Cómo podré pegar un ojo después de lo que está pasando? ¡Que es jodidamente sexy!
Aparto la mano de su interior y me muevo un poco para poder acercarme, cruzo la pierna sobre ella para poder apoyar gran parte de mi peso en su cuerpo y trato de colar mis dedos por su espalda. Me cuesta un par de intentos, pero consigo desabrochar su sostén y lo aparto con cuidado, pidiendo permiso en cada movimiento lento hasta que consigo hacerlo a un lado. Mis ojos le lanzan una mirada apreciativa, pero no pierdo mucho tiempo al buscar que mi pecho se presione al suyo, una vez más, sin tela de por medio. Le sonrío vagamente al dejar que mis labios la besen lentamente, abriendo nuestras bocas en respiraciones agitadas en lo que mis manos acarician su cuello, se cierran en sus pechos y dejan el camino libre en éstos para que sea mi boca la que los explore, en lo que mis dedos vuelven dentro de su pantalón. Y sé que debería haberla escuchado cuando dijo de silenciar o cerrar la puerta, porque en ella tengo que reprimir cualquier sonido que va al ritmo de mi cadera ansiosa, porque todo es caliente e íntimo y no puedo sentir otra cosa que no sea ella, en cada aspecto, cada centímetro. Sabe bien, se siente bien, huele bien, se apropia de mis sentidos y no tengo que decir nada, salvo una vez que creo que intento llamarla pero su nombre se me quiebra al estremecerme por cómo nos descubrimos, tanto que busco tirar de su pantalón hacia abajo para que su cuerpo sea más accesible. Para cuando tiro del mío, aunque sea un poco, lo único que me importa es que puedo enroscarme con ella y saber que esto se siente, increíblemente, correcto. Soy una pompa de felicidad camuflada entre la excitación, porque no hay parte que toque en mí que no se sienta rosa. Y ella es preciosa...
Todavía creo que estoy jadeando cuando lo único que somos son dos cuerpos desnudos, unidos en un abrazo que ha mantenido al mío ligeramente inclinado sobre el suyo. Mi brazo se encuentra aplastado por su cabeza, mientras que el contrario la cruza al saber que tengo mi mano atrapada entre sus piernas. Estoy temblando, creo reconocer una fina capa de sudor en mi nuca y en mis hombros, pero los músculos están tan tensos que, poco a poco, empiezan a relajarse. Lo hacen tanto que creo que podría dormirme aquí mismo — Syv… — se siente extraño susurrar, porque creo que incluso en nuestro silencio fuimos escandalosos. Con mucho cuidado, aparto la mano de entre sus piernas y la apoyo sobre su vientre, sin importar lo que aún continúo sintiendo en mis dedos — Espero que tu padre jamás se entere de esto — me permito en bromear, rompo mi risa en un beso tierno en sus labios, mucho más casto que todo el manoseo de hace un minuto — ¿Cómo te encuentras? — porque si yo tengo que empezar a hablar de todo lo que siento, creo que tendremos hasta el amanecer.
Mis piernas se mueven y aprietan las suyas, como si de esa manera pudiese evaporar cualquier distancia entre nosotros, que ahora mismo se siente un estorbo. Creo que jamás desee tener a nadie tan cerca como ahora, me pregunto cómo se sentirá pegarnos de manera que mi piel toque su piel, aún más, porque el instinto me grita que esto lo es todo y, a su vez, podría ser más. Creo que es culpa de esa ansiedad que mi mano se mueve de un modo más intruso, quizá demandante, por el breve segundo que me toma el escuchar lo que pide de mí. Me detengo, tengo que mirarla en lo que recupero el aliento y, aún con los labios separados, asiento lentamente con la cabeza; si soy sincero, creo que ahora mismo haría cualquier cosa que me pida — ¿Quieres dormir? — me confunde un poco, porque pensé que estábamos tocándonos. ¿O primero quiere que acabemos con esto e irnos a dormir? ¿Cómo podré pegar un ojo después de lo que está pasando? ¡Que es jodidamente sexy!
Aparto la mano de su interior y me muevo un poco para poder acercarme, cruzo la pierna sobre ella para poder apoyar gran parte de mi peso en su cuerpo y trato de colar mis dedos por su espalda. Me cuesta un par de intentos, pero consigo desabrochar su sostén y lo aparto con cuidado, pidiendo permiso en cada movimiento lento hasta que consigo hacerlo a un lado. Mis ojos le lanzan una mirada apreciativa, pero no pierdo mucho tiempo al buscar que mi pecho se presione al suyo, una vez más, sin tela de por medio. Le sonrío vagamente al dejar que mis labios la besen lentamente, abriendo nuestras bocas en respiraciones agitadas en lo que mis manos acarician su cuello, se cierran en sus pechos y dejan el camino libre en éstos para que sea mi boca la que los explore, en lo que mis dedos vuelven dentro de su pantalón. Y sé que debería haberla escuchado cuando dijo de silenciar o cerrar la puerta, porque en ella tengo que reprimir cualquier sonido que va al ritmo de mi cadera ansiosa, porque todo es caliente e íntimo y no puedo sentir otra cosa que no sea ella, en cada aspecto, cada centímetro. Sabe bien, se siente bien, huele bien, se apropia de mis sentidos y no tengo que decir nada, salvo una vez que creo que intento llamarla pero su nombre se me quiebra al estremecerme por cómo nos descubrimos, tanto que busco tirar de su pantalón hacia abajo para que su cuerpo sea más accesible. Para cuando tiro del mío, aunque sea un poco, lo único que me importa es que puedo enroscarme con ella y saber que esto se siente, increíblemente, correcto. Soy una pompa de felicidad camuflada entre la excitación, porque no hay parte que toque en mí que no se sienta rosa. Y ella es preciosa...
Todavía creo que estoy jadeando cuando lo único que somos son dos cuerpos desnudos, unidos en un abrazo que ha mantenido al mío ligeramente inclinado sobre el suyo. Mi brazo se encuentra aplastado por su cabeza, mientras que el contrario la cruza al saber que tengo mi mano atrapada entre sus piernas. Estoy temblando, creo reconocer una fina capa de sudor en mi nuca y en mis hombros, pero los músculos están tan tensos que, poco a poco, empiezan a relajarse. Lo hacen tanto que creo que podría dormirme aquí mismo — Syv… — se siente extraño susurrar, porque creo que incluso en nuestro silencio fuimos escandalosos. Con mucho cuidado, aparto la mano de entre sus piernas y la apoyo sobre su vientre, sin importar lo que aún continúo sintiendo en mis dedos — Espero que tu padre jamás se entere de esto — me permito en bromear, rompo mi risa en un beso tierno en sus labios, mucho más casto que todo el manoseo de hace un minuto — ¿Cómo te encuentras? — porque si yo tengo que empezar a hablar de todo lo que siento, creo que tendremos hasta el amanecer.
—¡No! ¡No!— aclaro, que tal vez me apresuré mucho en preguntárselo, no es por sueño que le pregunto si se quiere quedar, y no parece mejor momento que este, en el que siento como todo mi calor lo consume a él a través de ese roce que prueba que podemos llegar un poco más lejos en el otro, siempre queda un poco más. Sabía de esto, no creces en nuestra época sin tener un par de ideas sobre cómo funcionan ciertas partes del cuerpo y cuáles otras son las que se necesitan conocer para que no todas las primeras experiencias sean un fracaso, lo sabía y aun así reconozco que eran partes inexploradas que voy descubriendo en mí a través de Ken, de la manera en que su toque despierta mis nervios en ese punto y me acomodo a él para que pueda continuar. —Es que no podría… no podría soportar que al acabar, dejes de tocarme y te levantes de la cama para irte, se sentiría… vacío. Es como… me gustaría que te quedes para abrazarme— digo, ¿esto cuenta cómo las cosas que me pidió que le diga si me gustaron o no? Es más bien algo que me gustaría, aunque tampoco tenga mucho que ver con esto que más bien manosearnos. Es la necesidad de sentir que después de algo así, estará para sostenerme, y me digo otra vez que es mi amigo, es algo que puede hacer. No es otro chico de quien debería aceptar que se lo tome a la ligera, Ken no lo haría, él se quedará si lo pido, lo sé.
Y con mi mano aun quemando dentro de su pantalón, el que retire la suya se siente tal como dije, como un vacío que me provoca un gemido ronco de queja. Vuelve la inseguridad de estar haciendo mal, que sigo tanteando su piel ardiente y pruebo con una caricia más efusiva que lo retenga sobre mí, porque percibo que quiere moverse, no entiendo para qué hasta que lo noto recorriendo mi espalda hasta librarme del broche y… pensé que solo íbamos a tocarnos. No que estaríamos frotándonos casi desnudos al cuerpo del otro, un poco más frenéticos si se puede por el desespero de comprobar como cada punto en contacto responde con un hormigueo y casi un ruego de otro toque como lo hacen mis senos a sus manos, que nunca destacaron demasiado y de pronto están exigiendo una atención que reciben de sus labios. Debe ser un tanto doloroso como lo acaricio con la ansiedad que es respuesta a las maneras que tiene de punzar cada nervio sensible en mi cuerpo, que me abruma y no sé cómo controlar, que no esperaba que sucediera, tanto que al cerrar los ojos con fuerza, un gemido me sale parecido a un sollozo. —Talvez es… demasiado— jadeo, buscándolo involuntariamente para que su cadera choque con la mía, cediendo a que siga retirando prendas para que cada encuentro se vaya sintiendo más cercano, mucho más cercano a… no sé, sé lo que quiero de él y no me siento lista para eso, contradictorio así como suena. Pero tengo más de lo que creo que esperábamos hallar, porque así impulsivo como es y siempre arrastrándome con sus ocurrencias, que para él es normal vivir al vilo y para mí no, me coloca al borde, me incita a saltar y descubro así que había algo que al atravesar, me hace sentir más… valiente, más viva.
Estoy respirando pesadamente cuando me doy cuenta que seguimos con nuestras manos dentro de la ropa del otro, por inadecuado que pueda ser, no retiro la mía de inmediato y vuelvo a acariciar con lentitud, en toques mucho más calmos, para ir apartándome de a poco. Y no sé cómo podré hablar de esto luego, porque no creo que sea algo que pueda poner en palabras, voy subiendo por su vientre con mi palma, memorizando cada línea y tiene los músculos tan duros que en general me pregunto si es una condición en él, porque sólo lo conocía suave y es increíble cómo abrazarlo antes como amigo y ahora, deja claro el contraste entre calidez y calor. —¡Por Merlín! ¡No! ¡Nunca!— me alarmo cuando invoca a la figura de mi padre, que de inmediato llama a la de mi madre. Mi mirada asustada se posa sobre la puerta, me he puesto nerviosa por una razón distinta a la de hace unos momentos, pero no me separo de él sino que me encuentro con su beso para sellar todo lo que ha pasado. —Es…— no puedo decir cómo me encuentro, sin contestar cómo lo sentí todo. —¿Así de genial? Ahora entiendo porque querías salir con una chica y entiendo por qué los protagonistas del Stand de Amortentia no dejaban de manosearse. Esto ha sido…— tomo una inspiración que creo que deja ver que me he quedado sin aire en reservado, —increíble. Bueno, para mí…— vacilo, que creo que siempre hemos dejado claro lo vivimos de modos distintos. —Me gustó mucho hacerlo contigo, no creo que hubiera podido ser así con alguien más…—. O no lo sé, tal vez sí, tal vez dentro de un tiempo o unos años, así como él podría haber terminado por salir con cualquier chica de Wizzardface. Me abrazo a su cintura para poder atraer su peso y recostarlo a mi lado, así puedo seguir usando su brazo como almohada. —Me gustas, Ken. En serio. Me gustas mucho como amigo…— lo digo con un suspiro al sentir como me voy adormilando. —Mañana mirarémos la película que falta— prometo, olvidándome que mañana ya no estaré.
Y con mi mano aun quemando dentro de su pantalón, el que retire la suya se siente tal como dije, como un vacío que me provoca un gemido ronco de queja. Vuelve la inseguridad de estar haciendo mal, que sigo tanteando su piel ardiente y pruebo con una caricia más efusiva que lo retenga sobre mí, porque percibo que quiere moverse, no entiendo para qué hasta que lo noto recorriendo mi espalda hasta librarme del broche y… pensé que solo íbamos a tocarnos. No que estaríamos frotándonos casi desnudos al cuerpo del otro, un poco más frenéticos si se puede por el desespero de comprobar como cada punto en contacto responde con un hormigueo y casi un ruego de otro toque como lo hacen mis senos a sus manos, que nunca destacaron demasiado y de pronto están exigiendo una atención que reciben de sus labios. Debe ser un tanto doloroso como lo acaricio con la ansiedad que es respuesta a las maneras que tiene de punzar cada nervio sensible en mi cuerpo, que me abruma y no sé cómo controlar, que no esperaba que sucediera, tanto que al cerrar los ojos con fuerza, un gemido me sale parecido a un sollozo. —Talvez es… demasiado— jadeo, buscándolo involuntariamente para que su cadera choque con la mía, cediendo a que siga retirando prendas para que cada encuentro se vaya sintiendo más cercano, mucho más cercano a… no sé, sé lo que quiero de él y no me siento lista para eso, contradictorio así como suena. Pero tengo más de lo que creo que esperábamos hallar, porque así impulsivo como es y siempre arrastrándome con sus ocurrencias, que para él es normal vivir al vilo y para mí no, me coloca al borde, me incita a saltar y descubro así que había algo que al atravesar, me hace sentir más… valiente, más viva.
Estoy respirando pesadamente cuando me doy cuenta que seguimos con nuestras manos dentro de la ropa del otro, por inadecuado que pueda ser, no retiro la mía de inmediato y vuelvo a acariciar con lentitud, en toques mucho más calmos, para ir apartándome de a poco. Y no sé cómo podré hablar de esto luego, porque no creo que sea algo que pueda poner en palabras, voy subiendo por su vientre con mi palma, memorizando cada línea y tiene los músculos tan duros que en general me pregunto si es una condición en él, porque sólo lo conocía suave y es increíble cómo abrazarlo antes como amigo y ahora, deja claro el contraste entre calidez y calor. —¡Por Merlín! ¡No! ¡Nunca!— me alarmo cuando invoca a la figura de mi padre, que de inmediato llama a la de mi madre. Mi mirada asustada se posa sobre la puerta, me he puesto nerviosa por una razón distinta a la de hace unos momentos, pero no me separo de él sino que me encuentro con su beso para sellar todo lo que ha pasado. —Es…— no puedo decir cómo me encuentro, sin contestar cómo lo sentí todo. —¿Así de genial? Ahora entiendo porque querías salir con una chica y entiendo por qué los protagonistas del Stand de Amortentia no dejaban de manosearse. Esto ha sido…— tomo una inspiración que creo que deja ver que me he quedado sin aire en reservado, —increíble. Bueno, para mí…— vacilo, que creo que siempre hemos dejado claro lo vivimos de modos distintos. —Me gustó mucho hacerlo contigo, no creo que hubiera podido ser así con alguien más…—. O no lo sé, tal vez sí, tal vez dentro de un tiempo o unos años, así como él podría haber terminado por salir con cualquier chica de Wizzardface. Me abrazo a su cintura para poder atraer su peso y recostarlo a mi lado, así puedo seguir usando su brazo como almohada. —Me gustas, Ken. En serio. Me gustas mucho como amigo…— lo digo con un suspiro al sentir como me voy adormilando. —Mañana mirarémos la película que falta— prometo, olvidándome que mañana ya no estaré.
Si pudiera reírme con más fuerza ante su pánico por mencionar a sus padres lo haría, pero tengo que contenerme así que me mordisqueo los labios con la gracia pintada tanto en los ojos como en el modo que mis labios se curvan hacia arriba. Al menos puedo besarla para quitarle ese momentáneo miedo, cómodo en el modo que tiene de acariciarme, como si ahora pudiésemos estar tan calmos que descubrir la piel del otro es una tarea que debe ser lenta y cuidadosa. Mis dedos juguetean con la curva que se forma en su cintura, se siente bien el saber lo que piensa de esto, el saberme no rechazado, que al menos esta primera experiencia para ambos será guardada como un recuerdo increíble y los dos podremos cuidarlo — Bueno, siempre es bueno saber por qué todo el mundo desea tanto estas cosas — como para no hacerlo. Todavía tengo ciertos temblores en diferentes partes de mí, a pesar de que la cama se va sintiendo cada vez más cómoda y el cansancio se presenta poco a poco en forma de pereza.
Coincido con ella, se lo doy a entender con un movimiento suave de mi cabeza que busca ser afirmativo porque no podría pensar esto como algo mejor. ¿Para qué querría salir con alguien desconocido, cuando Syv tiene todo el paquete? Me conoce, nos sentimos cómodos con el otro, tenemos la confianza suficiente como para poder hablar de esto y quedarnos así, con poca ropa y envueltos en un abrazo en su cama, como si fuese algo que hacíamos todos los días. Como ella se acomoda, doy por hecho que no tengo que vestirme y me quedo tendido, acariciando vagamente su brazo en lo que mi mentón se va acoplando a su cabeza cuando, sin previo aviso, mi corazón se salta un latido. Creo que estoy mirando a la nada porque no esperaba que diga que le gusto, en serio, soy tan lento que no puedo responder a eso porque ya anda haciendo una aclaración que me detiene en seco. ¿Acaba de tacharme de esa manera, estando piel contra piel? ¿Después de habernos tocado hasta la consciencia?
Me relamo lentamente, aún siento sus labios en los míos — De acuerdo — es un murmullo débil en aceptación a ver la película, tengo que estirarme para llegar a la lámpara y quedamos a oscuras. Apenas entra algo de luz de la calle así que veo su silueta cuando vuelvo a acomodar mi brazo a su alrededor, haciéndome dueño del silencio por un momento — Synnove… — ¿Qué le voy a decir? ¿Qué también me gusta como amiga? ¿O cómo funciona exactamente esa frase? Lo descarto porque creo que ya se ha dormido y cierro los ojos para forzarme a hacer lo mismo, aunque mi mente está más despierta que nunca. Quizá sea mejor solo dejárlo entre las sábanas.
Coincido con ella, se lo doy a entender con un movimiento suave de mi cabeza que busca ser afirmativo porque no podría pensar esto como algo mejor. ¿Para qué querría salir con alguien desconocido, cuando Syv tiene todo el paquete? Me conoce, nos sentimos cómodos con el otro, tenemos la confianza suficiente como para poder hablar de esto y quedarnos así, con poca ropa y envueltos en un abrazo en su cama, como si fuese algo que hacíamos todos los días. Como ella se acomoda, doy por hecho que no tengo que vestirme y me quedo tendido, acariciando vagamente su brazo en lo que mi mentón se va acoplando a su cabeza cuando, sin previo aviso, mi corazón se salta un latido. Creo que estoy mirando a la nada porque no esperaba que diga que le gusto, en serio, soy tan lento que no puedo responder a eso porque ya anda haciendo una aclaración que me detiene en seco. ¿Acaba de tacharme de esa manera, estando piel contra piel? ¿Después de habernos tocado hasta la consciencia?
Me relamo lentamente, aún siento sus labios en los míos — De acuerdo — es un murmullo débil en aceptación a ver la película, tengo que estirarme para llegar a la lámpara y quedamos a oscuras. Apenas entra algo de luz de la calle así que veo su silueta cuando vuelvo a acomodar mi brazo a su alrededor, haciéndome dueño del silencio por un momento — Synnove… — ¿Qué le voy a decir? ¿Qué también me gusta como amiga? ¿O cómo funciona exactamente esa frase? Lo descarto porque creo que ya se ha dormido y cierro los ojos para forzarme a hacer lo mismo, aunque mi mente está más despierta que nunca. Quizá sea mejor solo dejárlo entre las sábanas.
No puedes responder a temas en este foro.