The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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A generation unafraid ✘ Priv.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Recuerdo del primer mensaje :

No sé qué es lo que imaginaba con la idea de ir a un antro clandestino en épocas de toque de queda, pero no tenía ni idea de que las luces pudiesen titilar tanto o que la música podría estar tan alta. Me estoy muriendo de calor bajo la chaqueta de jean que hemos escogido para disimular un poco mi figura y la gorra de visera me cubre gran parte del rostro, aunque en más de una ocasión he notado las miradas confundidas de los ebrios amontonados del lugar por mi atuendo tan poco apropiado para un sitio cerrado y sin una pizca de luz solar. Aún así, incluso con el aroma a sudor y tanto roce con cuerpos que no conozco, puedo decir que es de lo mejor que he visto en mucho tiempo.

Nos hemos aparecido en un callejón oscuro por el cual Synnove me arrastró hasta la entrada, cuya puerta pesada dio paso al sonido que, sospecho, no se oye en el exterior gracias a algún hechizo silenciador. Suerte para mí nadie nos ha pedido una identificación, así que estoy seguro de que no todo en este lugar debe ser demasiado legal, lo cual es una enorme ironía porque aún así me estoy escondiendo. Tengo conmigo una botella de una bebida blanca que no reconozco y que sabe del asco, pero como solo quiero ponerme ebrio no la suelto en lo que me mantengo apoyado en uno de los rincones, con el hombro de Syv rozando el mío en simple apreciación visual de la pista de baile, donde la gente se sacude los unos contra los otros en movimientos que no sabía que podían hacerse en público y que me hacen preguntar que será frenelearse con ropa con alguien desconocido, cuyo rostro no recordarás en la mañana. Así que esto es salir de fiesta… y yo aquí un poquito mareado.

¿Cómo le pides a una chica que baile contigo? — creo que le estoy gritando en el oído, pero también sospecho que no puede oírme así que me acerco un poco y me pregunto si mi aliento apesta a lo que sea que esté bebiendo — ¿O solo agarras a alguien y esperas que te corresponda? No creo poder soportar la vergüenza si alguien me empuja como a ese sujeto… — cosa que veo suceder a unos metros, cuando una chica se voltea para rechazar a un tipo que, pobre, parece insistir un poco antes de retirarse con un encogimiento de hombros. Que entereza y autoestima, la verdad. Me pego el pico a la boca y le doy un generoso trago — Sea como sea, ¿cómo bailas esta música? Porque todos parecen un montón de simios en un ritual de apareamiento — lo cual probablemente no diste demasiado de la realidad, pero quién soy yo para juzgar.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
¿Yo? ¡NO!— grito, desencajado por la pregunta de Holly. No creo que nadie aquí haya interpretado la situación como una escena trillada salvo ella, que no sé si lo dice en broma o si para arribar a esa conclusión le he dado razones, como parece ser. —¿Qué muchas cosas?— pregunto confundido, no sé qué en lo que digo o lo que hago está consiguiendo que la gente piense que mis intereses están puestos en los de mi mismo sexo. ¿Es porque trato de no ser un idiota como ella como en menos de un pestañeo lo están siendo el cara de rábano que la mira como si hubiera descubierto un nuevo país o el mismo Ken que tiene una cara demasiado expresiva para su propio bien y ya comienza a hacer el ridículo? Primero tengo que lidiar con los que se me vienen a mí encima, y no porque los haya encandilado, así que levanto una mano para detener al otro chico a quien su propia amiga manda a callar. —El problema no es mío, sino de este idiota que necesita sacar a pasear a las hormonas— señalo a Ken de mala manera y si no fuera mi hermano menor, ya estaría dándole un golpe por detrás de la cabeza. —¡Y no somos novios, por favor!— aclaro con otro grito, todo lo fuerte que se necesite decir.

Lo que no me esperaba era el minuto de borracha sinceridad de Ken que hace que lo mire con intensidad con tal de no seguir más allá de su hombro, hacia la rubia que menciona, y es hacia Holly que mi mirada se desliza al tener la boca entreabierta como si tuviera que justificar las estupideces que salen de la boca del chico. Estampo mi mano en su boca con un golpe para silenciarlo y que no pase de confesar tan estúpidamente que es un animago ¡ilegal! ¡Y la chica esta no necesita más para asociarlo con un perro! ¡Genial! ¡Simplemente genial! —No le hagan caso, no hace más que decir tonterías. No sabe tomar y en un rato estará llorando como un bebé— digo entre dientes, presionando mi palma contra su boca para que no diga ni pio. —El olor a perro es porque el muy sucio no se baña seguido y tiene un San Bernardo con el que duerme desde los seis años— improviso, como cada vez que me encuentro en una situación que me supera, las mentiras salen solas, una más delirante que la otra. —No soy su niñero, soy su guardaespaldas. Él es… está dentro del PPP, tenemos a todo un escuadrón especial cuidando de que nadie lo encuentre hasta que testifique y ahora mismo los cuatro capos mafiosos más importantes de Neopanem están detrás de él. Nadie debe decir que lo ha visto, sino aparecerá en una zanja antes de que salga el sol, así de rápido se mueven.
Anonymous
Holly A. Callahan
Civil
¿Por qué me mira como si yo tuviera la culpa de todo el drama que él solito ha montado? Alzo una mano como si quisiera atajarme de sus acusaciones, con las cejas disparadas hacia arriba — ¡No lo sé, eres demasiado sentimental! — tal vez me estoy yendo a lo cliché, pero también lo considero una excusa válida. No puedo evitar rodar un poco los ojos con exasperación, no esperaba terminar la noche en un escándalo adolescente y me pego un poco a la barra cuando el chico alto y moreno se pone a defender a su amiga, hasta que sus ojos se posan en mí y no encuentro mejor entretenimiento que saludarlo con un movimiento divertido de mis dedos. Estoy dispuesta a tomar cuando, por fin, me fijo en la rubia platinada que está justo detrás de los chicos, cuyo estado de ánimo me resulta un poco penoso. Lo hubiera dejado estar si no fuese porque me insulta en toda la cara y se me va patinando una sonrisa burlona, aunque apuesto a que el resto de mi cara se ha tensado. Vamos, Holly, no puedes ponerte como una arpía en medio de un boliche, eso generaría cierto caos y muchas plumas… — Que niña tan divertida. Parece que, además de no enseñarte modales, tampoco te enseñaron a que los besos no se mendigan — respondo con mi tono más correcto, justo para la disculpas que me lleguen en forma de torbellino hormonal.

Estoy tratando de beber el chupito aunque la sacudida de los brazos del chico hace que me caigan algunas gotitas, tengo que hacer un enorme esfuerzo por no carcajearme por toda la escena porque esto es de lo más ridículo que he visto en mucho tiempo. ¡Y también explica por qué la rubia tiene cara de tener un ataque de constipación emocional! — ¿Quién dijo que se puede acostar conmigo? — pregunto con maliciosa gracia, una que se me interrumpe cuando me volteo hacia mi amigo con la incógnita en el rostro — ¿Ilegal? — repito; sé que no es de mi incumbencia, pero resulta la casualidad de que ambos trabajamos en el departamento que se encarga de que las leyes no solo se formen, sino también que se cumplan. Mi mera respuesta es el golpe que le da al muchacho en la boca y, conforme avanza la historia, más me huele a mentira. Creo que termino con los ojos como dos rendijas, me termino el chupito de un saque y dejo el vaso a un lado para tronarme los dedos — Dave, puedes ser muy guapo, pero a veces creo que también eres un iluso.

No pido permiso ni me demoro demasiado en tomar la visera del muchacho y tirarla hacia arriba. Las luces cambiantes y titilantes del lugar no son de mucha ayuda, pero me basta el reflejo de color rojo para iluminar el rostro del muchacho por un segundo que es suficiente para que le estampe la gorra en la cara como si hubiera visto un monstruo. Puedo comprender una parte del relato en segundos, pero cuando me giro hacia Meyer, todavía estoy asfixiando a Kendrick Duane con su gorra en la cara, con tal de que no lo vean. Ya me lo agradecerá en otro momento — ¡Eres un…! — ¿Un qué? ¿Estoy enfadada o sorprendida? — ¡Y ustedes son unos…! ¿Quién lo trajo aquí? — me les quedo mirando como si tuviese que reconocer algún otro rostro de las noticias, sin poder creerme que han sido tan irresponsables. Aunque bueno, David parecía culpar principalmente a la rubia, así que empujo al fugitivo contra ella — Cualquiera aquí los vendería por la mitad de la recompensa que están dando. ¿De verdad algunos tragos valen la pena? Vámonos — sé que esto es de venenosa, pero tomo el brazo de David con una caricia suave cuando me giro hacia él. ¡Que si me van a llamar zorra, lo harán con motivos! ¿Resentida, yo? Bueno, dicen muchas cosas de las veelas — No tenemos que meternos en problemas por ellos, no lo valen. ¡Y no voy a ser cómplice de esto! — que eso no significa que los voy a vender, pero tampoco quiero arriesgar mi pellejo quedándome aquí. ¡Que si nos encuentran, nos matan!
Holly A. Callahan
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Oliver T. Helmuth
Desinflo mi postura cuando la castaña descarta mi ayuda y me distrae de la recién llegada, lo que logra que pueda centrarme en las palabras de Syv. Tengo que admitir que me siento levemente ignorado cuando la rubia elige a Maeve como persona a la cual besar, pero si considero que esta noche fue mucho más allá de mis expectativas debo reconocer que me encuentro más bien curioso al respecto. Y sí, podía ser que fuesen mis hormonas hablando, o el alcohol, pero daba igual, creo que a esto se refería mi amiga con noches de diversión en un bar.

Me es algo difícil seguir la verborragia de Ken, sobretodo porque nombra a personas que no tengo ni puta idea de quienes son, pero creo que me queda en claro que no es gay y solo está demasiado borracho. O sí lo es y está borracho. O tal vez fuese bisexual y definitivamente estaba borracho. Independientemente de su sexualidad, la rubia sí tendría que cumplir con eso de acompañarlo al inodoro si es que no tenía que perseguirla yo para que no se vaya con Maeve, pero siento que esto ya es un lío de todos con todos y yo soy el único que está sin nadie. Tal vez solo debía seguir tomando hasta que cambiase el día y me arrepintiera de mis malas decisiones en pocas horas. - Pero si yo no tengo secretos. - Me excuso con rapidez cuando Davies quiere hacerme cómplice. Aunque me termino por resignar y asiento como el buen amigo que soy. - Aunque admiro eso de que puedas ser animago, así que no creo que necesite delatarte. - Me giro hacia el muchacho al que antes había amenazado, y lo miro con algo de lástima cuando intenta reparar el error de su amigo. - Recién te conozco y aún así tengo que darle la razón a tu amiga. No sabes mentir, pero me interesa eso de la animagia. ¿Si te pido consejos también debo fingir estar en un programa de protección? ¿O solo con un morreo alcanza? - Me burlo. Aunque claro, no es mala opción tampoco. Aquí ninguno peca de tener falta de atractivo.

Pego un pequeño salto con la efusividad de la muchacha que de golpe trata de asfixiar a Ken de Kenneth y por unos segundos creo que me he perdido de algo importante. - ¿Acaso lo de los mafiosos es cierto? - La muchacha, a diferencia de su amigo, no parece estar inventando nada y su preocupación sí es evidente. Claro que también es evidente su belleza y cuesta que pueda entender realmente lo que está pasando porque no puedo evitar distraerme con sus facciones. - ¿Cómplices de qué? ¿En qué nos has metido Maeve? - Consulto como si ella pudiese darme una respuesta que aclare mi confusión.
Oliver T. Helmuth
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Invitado
Invitado
Un chupito más y creo que estoy lista para tirar a la rubia de las mechas por hablarme como lo hace, si es que no le tiro la bebida a la cara cuando manoteo otro vasito de la ruleta. Meyer ha caído donde nadie lo invitó, ella no sé quién demonios se cree y el estúpido de Ken se ha ganado el premio mayor, porque una cosa es que el idiota que te gusta llegue con otra chica, una que de pies a cabeza es una arpía, eso es algo que puedo superarlo después de un poco más de tequila y tal vez llorar un poco mientras Ken vomita la borrachera, pero una cosa diferente es que tu amigo te traicione tan bajo como lo hace él. Si seré una estúpida que lo trajo hasta aquí y está cuidándole la espalda mientras se atonta de alcohol, que a la primera escupe todo por estar como una cuba. Me traiciona no solo una sino dos veces, porque me ha dejado ser lo más patético por andar hablándole de un chico que sabía que estaba interesado en otra chica y que resulta ser mi mejor amiga. Me escuchó, me vio la cara de tonta y no dijo nada. Será cierto que los borrachos dicen la verdad, porque Ken soltó tantas que estoy convencida que nada se puede disculpar con la excusa que propone Dave, si alguien dice puras tonterías es él y se me escapa una carcajada amarga, un poco histérica, cuando me ahogo con un sollozo porque estoy llegando a mi límite de patetismo, no sabía que se te podía romper el corazón dos veces la misma noche.

Coloco el vasito cargado que tenía en la mano sobre la barra para irme, el idiota se puede quedar con su autoproclamado guardaespaldas. Los detesto en este momento, los único que me caen bien son Oliver y Maeve que están tratando de entender lo que sucede y por si la perra que trajo Meyer no hizo suficiente, le mueve la gorra a Ken y antes de pensar en lo que estoy haciendo me estoy acercando a ella para pararla en su show de pedir explicaciones. Me coloco delante de Ken para taparlo de su vista, como si con mi cuerpo fuera posible, pero al menos trato de que ninguno de los otros dos chicos se le ocurra hacer lo mismo y esta noche terminemos con una maldita redada de aurores. Y no porque hayamos salido con Ken a tratar de que tenga una salida como el chico normal que no es, sino todo por la culpa de esta zorra histérica, aunque la histérica parezca yo al alzar mi voz.

¡¿Y qué haces que no te vas de una buena vez, eh?!— grito, si doy un paso más le salto a la cara, creo.  —¡Nadie te invitó a unirte así que ya te puedes ir yendo y te llevas a tu idiota! ¡Porque serás IDIOTA, Meyer!—. Se la acabo de jurar a los dos, no puedo creer que con sus reclamos a Ken sobre su imprudencia, lo único que hizo fue exponerlo. —Y más te vale que arregles esto como puedas, prostitúyete si es lo que te gusta con ella, pero si — y es la rubia a la que apunto con mi dedo casi tocando su cara, —llegas a abrir la boca, seré yo quien te corte la lengua— se lo juro. Ya la has montado lindo, Synnove Amalie, deja de avergonzarte. Todo lo digna que se puede ser después de un arranque como este y de estar gritando amenazas con la cara roja por la rabia mezclada con las ganas impresionantes de llorar, me giro hacia Ken para dirigirme a él, en el peor tono que le reservé por ser mi amigo traidor. —Yo me voy a la casa, decide si te vuelves conmigo o si te quedas a seguir morreándote pero, por favor, que sea con Maeve y no con la perra. Mañana llámame para decirme en que zanja estás tirado y te pasaré a buscar—. Con mi mano en su pecho lo empujo al hacerme a un lado y salir de este antro entre los destellos de luces de colores que cortan la oscuridad en la que se amontonan tantas personas que si nos han oído creerán que es otro desmadre de adolescentes que acabó mal, sigo golpeando gente con mis codos y pisando pies hasta llegar a una de las salidas y ni siquiera me fijo si Ken me sigue o no, si decide hacerlo, que lo haga.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Huelo a perro? Tengo intenciones de olfatearme a ver si es verdad lo que Maeve está diciendo, pero el golpe en la boca que me da David me deja un poco descolocado, en especial porque me presiona tanto que tengo intenciones de chuparle la palma para que la quite de una vez. No lo hago porque me desconcentro con la cantidad de cosas que dice que, para mí, no tienen ningún sentido y me pregunto qué programa de televisión debe estar viendo como para tener esas ideas. Lo malo de todo esto es que no puedo decir nada porque en el segundo que tengo la boca libre, es la chica cara-de-ángel quien me quita la gorra tan rápido que no alcanzo a reaccionar. Tengo intenciones de cubrirme la cara con las manos, pero no hace falta porque bastan segundos para que ella esté montando un escándalo y cubriéndome con la gorra, cuya tela empieza a asfixiarme.

No sé si es el alcohol, la música alta o no poder ver nada, pero siento que las voces a mi alrededor suenan mucho más fuerte de lo normal. Siento el empujón y me encuentro repentinamente protegido por Syv, en lo que regreso la visera a su lugar con mucha torpeza. Lo bueno de todo esto es que el chico Helmuth parece haberse tragado lo de los mafiosos, lo malo es que es obvio que la otra chica no y mi amiga ha estallado en contra de todos — ¡No hace falta gritar! — que yo también lo estoy haciendo, pero con otra intención. Y va, que Synnove se gira hacia mí con una mirada que me obliga a hacerme pequeñito en mi lugar, tanto que tengo ganas de volverme un perro y meter el rabo entre las patas — Syv… — pero no importa, que ya se ha ido. Me giro tratando de verla, cosa que no es muy difícil porque su pelo sobresale entre la multitud, pero sé que se va alejando — ¡SYV, ESPERA! — ¿Qué hice mal? Ah, sí, dije que le gustaba David frente a David. ¡Pero que no entiende, he bebido y esa chica me pone nervioso! — ¿Por qué tuviste que arruinarlo, Dave? ¡No tenías que meterte! — le reprocho a mi amigo como si tuviera toda la culpa, evito por todos los santos el mirar a su compañera porque siento que cometeré otra estupidez si lo hago y aprieto momentáneamente la mano de Maeve — Lo siento. Fue el mejor besuqueo de la vida y espero que nos veamos de nuevo... en otra circunstancia— ¿No lo son todos? Ni que hubiera tenido varios, pero… yaaaa.

Apenas les lanzo una mirada cuando me volteo para empezar a empujar a los bailarines, llamando a mi amiga a viva voz, con una sensación parecida a la culpa en la garganta. Tal vez también sean ganas de vomitar, pero me preocuparé por eso después de chequear que tan mal está su corazoncito después de todo lo que ha pasado. ¡Aquí estoy, sacrificando mi oportunidad de intimidad por ella! Vaya noche.
Kendrick O. Black
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Wo, wo, wo, ¿pero qué está ocurriendo, por las barbas de Merlín? Creo que miro a Helmuth con una cara que explica muy bien lo que está pasando por mi cabeza: que bien he bebido demasiado como para enterarme de por qué todos se están gritando y casi pegando, o realmente todos están a punto de empezar una pelea que se sale de lo verbal. De pronto la recién llegada se atreve a bajarle la gorra a Kenneth de un modo que pretende taparle la cara, lo cual me deja un poco confusa porque hola, ¿quién querría esconderle el rostro a semejante monumento? ¡por favor! — Eh, eh, que aquí los que han traído marihuana no somos nosotros, son ellos de allí, nada de meterse en problemas. — nosotros solo nos encargamos de fumarla. Bueno, yo en este caso. ¿Porque a eso se refieren con lo de los mafiosos, no? Me giro hacia mi amigo, el que más conozco de todos porque aquí se ha montado un pifostio entre caras desconocidas que solo puedo inclinarme hacia Oliver ante su pregunta en un susurro no tan bajo. — Voy a serte sincera, no tengo ni idea. — que, siendo yo, no es la primera vez que no tengo idea de algo. Vamos, que suele ser siempre así.

Quizás es porque vaya muy subida, pero todo transcurre demasiado deprisa para lo que me cerebro ahogado en alcohol es capaz de asimilar. Una de mis manos golpea el pecho de Oliver como para indicarle que me aclare lo que sucede, porque al final la rubia se larga, yo me quedo embobada y al parecer Kenneth también tiene intenciones de irse. Entonces no es buen momento para pedirle que nos volvamos a morrear, ¿verdad? Pues parece que no, sniff. — ¡Lo mismo digo! — al menos puedo quedarme con que he sido el mejor morreo de su vida, que, teniendo en cuenta que me dijo que nunca había besado a una chica en una discoteca, no sé si ha tenido muchos. Aun así, me quedo un poco compungida en el sitio, me atrevo a lanzarle una mirada un tanto despectiva al que reconozco como David. — Estarás contento. — no solo porque me ha fastidiado el lío, sino porque la chica rubia parecía realmente disgustada, todo gracias a él. Meneo la cabeza en decepción y desagrado, ese que pretendo tragarme en lo que me giro para agarrar uno de los chupitos de la barra que han quedado libres, acercándome hacia Oliver. — ¿Crees que si le busco en Wizzardface como keneldeloshombros lo encontraré? — me llevo el vasito a los labios e ingiero el contenido de un trago, porque para confianzas siempre está el alcohol. — O quizás kennnnnnestoymuybueno_69. — me río con dejadez por culpa del alcohol, mi cabeza se apoya en el hombro de Helmuth como consecuencia de un mareo repentino, la risa escondiéndose contra su cuerpo. Vaya que cómo voy.
Maeve P. Davies
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