The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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A generation unafraid ✘ Priv.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No sé qué es lo que imaginaba con la idea de ir a un antro clandestino en épocas de toque de queda, pero no tenía ni idea de que las luces pudiesen titilar tanto o que la música podría estar tan alta. Me estoy muriendo de calor bajo la chaqueta de jean que hemos escogido para disimular un poco mi figura y la gorra de visera me cubre gran parte del rostro, aunque en más de una ocasión he notado las miradas confundidas de los ebrios amontonados del lugar por mi atuendo tan poco apropiado para un sitio cerrado y sin una pizca de luz solar. Aún así, incluso con el aroma a sudor y tanto roce con cuerpos que no conozco, puedo decir que es de lo mejor que he visto en mucho tiempo.

Nos hemos aparecido en un callejón oscuro por el cual Synnove me arrastró hasta la entrada, cuya puerta pesada dio paso al sonido que, sospecho, no se oye en el exterior gracias a algún hechizo silenciador. Suerte para mí nadie nos ha pedido una identificación, así que estoy seguro de que no todo en este lugar debe ser demasiado legal, lo cual es una enorme ironía porque aún así me estoy escondiendo. Tengo conmigo una botella de una bebida blanca que no reconozco y que sabe del asco, pero como solo quiero ponerme ebrio no la suelto en lo que me mantengo apoyado en uno de los rincones, con el hombro de Syv rozando el mío en simple apreciación visual de la pista de baile, donde la gente se sacude los unos contra los otros en movimientos que no sabía que podían hacerse en público y que me hacen preguntar que será frenelearse con ropa con alguien desconocido, cuyo rostro no recordarás en la mañana. Así que esto es salir de fiesta… y yo aquí un poquito mareado.

¿Cómo le pides a una chica que baile contigo? — creo que le estoy gritando en el oído, pero también sospecho que no puede oírme así que me acerco un poco y me pregunto si mi aliento apesta a lo que sea que esté bebiendo — ¿O solo agarras a alguien y esperas que te corresponda? No creo poder soportar la vergüenza si alguien me empuja como a ese sujeto… — cosa que veo suceder a unos metros, cuando una chica se voltea para rechazar a un tipo que, pobre, parece insistir un poco antes de retirarse con un encogimiento de hombros. Que entereza y autoestima, la verdad. Me pego el pico a la boca y le doy un generoso trago — Sea como sea, ¿cómo bailas esta música? Porque todos parecen un montón de simios en un ritual de apareamiento — lo cual probablemente no diste demasiado de la realidad, pero quién soy yo para juzgar.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
¡Lo que tienes que hacer…!— digo, la música a todo volumen tapa por completo mi voz. —¡LO QUE TIENES QUE HACER…!— repito, creo que acabo de dejarle sordo de un lado por gritarle tan fuerte en el oído, supongo que la audición se le ha afinado por sus transformaciones a perro. —Lo que tienes que hacer es acertarte a la chica que más te gusta, mírala y si le interesas también te mirará— se siente estúpido darle estas indicaciones todo lo alto que puedo, resumiendo lo más posible, y vaya a saberse qué palabras sí llega a captar. Lo tomo del hombro para que se gire hacia mí y uso mis dedos para señalar sus ojos, luego los míos. —Así ves, comienzas con contacto visual—. ¿Por qué no se me ocurrió decirle estas cosas antes de salir de la casa? Porque estaba ocupada arreglándome, lo que llevó un largo rato.

En su caso no había mucho que hacer, la elección de su ropa no estaba en discusión así que no hubo pruebas de camisas, sabíamos que tenía con el peor atuendo posible, el que mejor tapara sus rasgos. Eso en cuanto a él, en mi caso un mínimo esmero en elegir un vestido y maquillarme tenía que hacer, que hace meses que no salgo de casa. Cuento cada una de las veces que se lleva la botella a la boca, porque por cada tres tragos suyos, doy uno a mi propia bebida. Hace meses que no salgo, es cierto, pero tengo intención de volver en unas horas y no errarle al camino. Por sí las dudas, compré para nosotros un par de botellas cerradas, nada de vasos, nada de ponernos las bebidas servidas en la mano. No quiero llenarle de precauciones a Ken en su primera salida, que sino pareceré una aguafiestas, y siendo honestos, posiblemente no haya una segunda salida. Es su única oportunidad de emborracharse… o invitar a bailar a una chica que no volverá a ver en la vida.

Le doy un codazo que espera hacerle doler el costado cuando describe toda la escena de manera tan vulgar. —¿Es demasiado para ti?— me burlo, —¿Quieres volver a casa o crees que podrías soportar un rato más a los simios en su ritual?— no sé si me escucha, la música es estridente y me está adormeciendo los oídos. Lo sujeto de su codo para movernos de ese sitio a uno más apartado de la pista, para poder hablarle sin perder la voz. Según le he dicho a mi madre, decidí salir con una amiga, una tal Kendra White. Sí, muy original, lo sé. —No te preguntes cómo se baila, tú sólo métete en el montón y allí te pierdes, sigues al resto. ¿Quieres intentar con alguna chica? ¿Alguna que te guste? Estaré cerca para ayudarte a levantarte si te empujan al suelo— le prometo, y tiro de la manga de su campera para señalarle con la barbilla a una morena que está cerca. —Ella te está mirando. En serio, te lo juro, ¿quieres intentar? Si te da vergüenza puedo ir a decirle que mi amigo es tímido, que aunque no creas, eso convence a las chicas…— eeeeh, sí, claro. Claro. Él no tiene por qué saberlo.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No sé por qué, pero lo que dice me clava la imagen mental de quedarme mirando a alguien fijamente de un modo que rozaría lo acosador, así que alzo mis cejas hacia ella como si de verdad estuviese midiendo la seriedad de sus palabras en un consejo que no sé si seré capaz de tomar — ¿De verdad crees que eso funcione? Si alguien se me queda mirando, pensaría que tiene algún problema conmigo — lo cual no sería una sorpresa, porque tengo la ligera paranoia de que van a reconocerme y si me miran de más será porque me han reconocido, no porque tengan un verdadero interés en mí. ¿Hay gente de mi edad o son todos mayores? Algo me dice que no, que debe haber mucha gente colada aquí que debería estar en casa, pero aún así no creo tener mucha suerte. ¿Qué voy a decirle a alguien de la ciudad, siendo un campesino ilegal?

Me abrazo con más fuerza a la botella cuando soy arrastrado por mi compañera y no soy muy disimulado cuando se me van los ojos hacia un grupo de chicas, porque puedo decir que sus faldas son muy cortas y sus escotes, demasiado pronunciados — Puedo soportarlo, puedo soportarlo… — lo digo de inmediato y casi sin mirarla, lo cual creo que delata dónde se encuentra mi atención. Me obligo a girar la cara y disimulo un poco dando un largo trago, así que creo que la sonrisa me sale un poco borrachita — El problema no es que me gusten a mí, el problema es que yo les guste a ellas. ¿Qué le dices a alguien que no conoces? ¿O solo no dices nada? — no parece que aquí la gente use la boca para hablar, si vamos al caso. No soy muy disimulado cuando giro la cabeza con violencia para ver si, en efecto, hay alguna morena mirándome. No sé que verá, porque creo que solo se me asoma la nariz — No soy tímido — que es verdad, no lo soy.

Aún así, doy otro trago para reunir valor — De acuerdo, lo tengo todo. Mirarla a los ojos, no decir mucho, agarrarla por la cintura y dejar que ella baile porque sino yo no haré otra cosa que pisarla — además, parece que esa es la manera de bailar, además de sacudir la pelvis o los brazos de una manera un poco epiléptica. Doy un paso en su dirección, pero pronto me giro nuevamente hacia Syv como si fuese un efecto rebote — ¿Y qué si cree que eres mi novia? No podré lucirme con chicas si me ven tanto contigo. ¡O mi hermana! ¿Quien va a bailar con su hermana? ¿Y cómo besas a alguien que apenas conoces? ¿Me estoy adelantando mucho? — que ni siquiera he bailado con ella, no puedo andar pensando en probar su boca tan rápido. Ya ni siento el sabor cuando vuelvo a beber y señalo a Syv con uno de los mismos dedos que intentan sujetar el pico de la botella — Primero enséñame a bailar y luego lo haré con ella. ¡Deberías haberme dado clases en casa! — que no fuimos muy avispados.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Hay miradas… y miradas...— trato de explicárselo, tan cerca de los parlantes no es el mejor sitio para darle cátedra de un tema en el que tampoco se pueda decir que soy una profesional, conozco un poco de la teoría, pero no sigo las reglas fijada en la práctica por razones que ya le expliqué. Hay mucha gente en este antro que viene aquí con la única intención de coquetear un poco, yo vengo para asegurarme de llevarlo de vuelta a la casa después de su primera experiencia como un adolescente “normal” en la ciudad. ¡Como lo suponía! No tiene intenciones de regresar tan poco después de esa impresión poco amable que se hizo del montón de personas apretujándose a la pista, me guardo el decirle que se acostumbrará a la vista, que incomoda un poco desde afuera y una vez dentro, lo olvidas. Sobre todo si tienes la cabeza un poco atontada del alcohol, la música tan fuerte también hace lo suyo.

Ken, tienes que dejar de pensar en la posibilidad de un rechazo— soy tajante en esto, en medio de tanto alboroto, me veo en la obligación de economizar palabras para sostener mi punto, que no estamos en el espacio y el silencio de mi habitación como para charlas filosóficas sobre el amor y el sexo a nuestra edad. —Sólo bailarás con ellas, así que la mayoría aceptará. Si quieres algo más, la mitad de ellas aceptarán y la otra mitad te rechazarán. Y si te rechazan, no pasa nada. Te tomas otro trago y vas por el siguiente intento. Esta noche es lo que tienes, vienes a divertirte y que nada te importe demasiado— suena a un reto, no lo quiero llorando en el callejón fuera de esta discoteca porque una chica le dijo que no. Si lo sigo afuera que sea para vomitar de lo borracho que estará.

Si la pisas tampoco pasa nada, ¿de acuerdo? Ella se reirá y tú también, nada es perfecto aquí, todo es torpe y un pequeño caos— señalo con mi barbilla al espacio donde chocan un montón de cuerpos en el desorden de una música que no tiene una coreografía definida, aquí nadie le dedica un segundo pensamiento de dónde van sus pies, se preocupan más por donde colocar las manos y creo que tampoco piensan en eso. —Nadie pensará que soy tu novia porque… ni siquiera entré a este lugar de tu mano y con un vistazo se darán cuenta que tampoco somos hermanos. Que seamos un par de amigos, un chico y una chica, es lo mejor, atrae a más interesados— y por dentro estoy rogando no tener que lidiar sola con un borracho estúpido, pero no se lo digo para no preocuparlo, que lo quiero es que vaya a bailar y al parecer tendré que empujarlo a ello en el sentido literal.

Deja que ella te bese primero, ¿sí? Es una prueba de respeto y así también tienes la confirmación de que le interesas— sugiero, y creo que somos el único par que está haciendo de esto algo más complejo de lo que en realidad es. Miro hacia la pista con algo parecido al miedo y acepto a regañadientes. — De acuerdo, te mostraré… no creí que hiciera falta… es más natural de lo que crees— se lo aseguro, aunque no tenga una plena confianza en esto. Sujeto su muñeca para arrastrarlo conmigo entre los grupos que rodean los parlantes, cuando me doy cuenta de que por mí misma me será imposible, lo uso de escudo, mandándolo por delante y pidiendo las debidas disculpas por detrás, que nadie escucha. Encuentro un hueco donde creo que podré mover mis codos con libertad y me coloco delante de él. —¡No!— lo detengo antes de que lo intente, —No hace falta que me tomes de la cintura, solo… mueve tus hombros— grito delante de su rostro para que pueda alcanzar a oír una o dos palabras de mi indicación, y busco el ejemplo cercano de un chico que barre el suelo con sus pies con velocidad en un par de movimientos rebuscados, creo que si alguno de nosotros lo intenta, acabará con la nariz golpeando el suelo.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Así que solo me queda esta noche. No es algo que no supiera desde entrada, pero tampoco lo había pensado demasiado. Lo visualicé como una primera vez, no como una última. Solo voy asintiendo a sus consejos como si fuese un robot programado para la obediencia, aunque creo que no soy capaz de retener tanta información junta. No he tenido muchas oportunidades de comunicarme con el sexo opuesto en un ámbito diferente al que ya conocía, dudo mucho poder impresionar a una chica con mis habilidades con la varita. Y hablo de la mágica — Que no me importe demasiado… — creo que lo único que puede hacer que piense de ese modo es no pensar, así que vuelvo a beber — Pensé que las chicas eran más complicadas. Mis tíos siempre hablaron de ellas como monstruos o aliens en su adolescencia — lo que me hizo pensar mucho más en las armas hasta que mis hormonas se descontrolaron.

La miro un momento, como midiendo su potencial como mujer y no como la persona que me peina todos los días el rabo. Quizá me detengo un poco más de lo normal en su escote cuando vuelvo a mirarla a los ojos como si nada hubiera pasado — No estás mal, pero no quiero interrumpirte si estás bailando con alguien que te interese — ¿Tuvo sentido lo que acabo de decir? Me pego una vez más el pico a la boca — Si tú lo dices… — no veo muchas chicas que simulen tener intenciones de besar a alguien con mi voz aguda, pero no voy a ponerme en un debate alcohólico sobre mi pubertad. No veo mucha naturalidad en algunos de esos movimientos, pero aún así la sigo hasta que la pista se vuelve asfixiante y creo que esa luz verde me está dejando ciego.

¡Que no te estoy tocando! — alzo las manos porque es verdad, no me he acercado a su cintura y creo que de hacerlo, tendría que soltar la botella y creo que no vale la pena. Me giro para ver lo que me está señalando, pero no siento que eso sea algo que pueda salir de mí. Como la música me parece solo ruido me encuentro balanceándome de un lado al otro, creo que se me pinta el horror por el modo que tiene ese sujeto para bailar y revoleo los ojos con burla en su dirección — Hagamos un repaso. Ser un esqueleto con ataques, no poner las manos en la cintura, dejar que ella me bese primero… perfecto, creo que lo tengo — no, no lo tengo, en lo absoluto. Solo porque si lo sigo pensando no sucederá jamás, doy otro trago, le estampo la botella en las manos y ni me limpio cuando paso por su lado para picarle el hombro a la primera cabellera oscura que veo. ¿Es la misma que Syv me señaló antes? No puedo decirlo — Eh… — ¿Qué venía ahora? ¡Que no me dijo que decir! — ¿Quieres…? — como no estoy seguro de si me escucha, la señalo, me señalo y muevo mis manos en el aire en círculos para indicar un baile que creo que no va con la música.

Moriré virgen.
Kendrick O. Black
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Pero Booooob, ¿qué diferencia van a hacer siete días, CONTADOS, a la hora de servirme una copa? — ¡si es que ya está haciendo ilegalidades manteniendo este antro de discoteca abierto después del toque de queda! ¿en serio no va a ponerme una copa porque me falten siete días para cumplir los dieciséis? ¡Bah! ¡Será falso! Si encima tampoco puede servir a los que sean menores de dieciocho, ¿por qué hace este tipo de excepciones, pero luego va de santo que no ha roto un plato en su vida? — Mira, si no me la das tú, le voy a pedir a ese morenazo de ahí que me la pida, ¿qué prefieres? — señalo a Helmuth desde lejos, que parece más perdido que un pulpo en un garaje y sé a ciencia cierta, que preferiría estar rodando alguna bola de billar. Pero finalmente puedo decir que he ganado la batalla cuando veo a Bob rodar los ojos alejándose un poco de mí, dándosela la vuelta en busca de la botella indicada, lo que me confirma que a veces ser pesada puede resultar muy beneficioso. Como en este momento, que nada tardo en tener un vaso con algo de licor y me amarro una pajita para alejarme con la bebida en la mano tras haber dejado unas monedas.

Y bueno, así es como empieza la noche. Ni siquiera el top ajustado que llevo con intenciones de que se me marque algo más el pecho hace su efecto, porque vamos, ni con las transformaciones esto ha ido para mejor, sino para peor, que cada vez veo a chicas más jóvenes con más tetas que yo. Snif, me quedaré plana toda mi vida y no podré ni optar por cirugía plástica porque robar dinero de mi padre no es una opción, no hablemos ya de pedírselo con esas intenciones. Hace tanto calor en este sitio que tengo que entrar y salir un par de veces en busca de aire fresco, que además, con esto de que mis sentidos estén más desarrollados que antes, los olores no es que sean precisamente agradables.

Al menos, la vistas no están mal. Veo a un par de chicos bastante monos a lo largo de la noche, pero incluso en la oscuridad, me fijo en uno que va acompañado de una chica rubia. Le dedico algo de interés antes de llevarme la pajita a los labios y darme cuenta de que se me ha terminado la bebida, por lo que me alejo de mi lugar para depositar el vaso sobre la barra en lo que tarda un camarero que no es Bob en servirme otra copa. Estoy en esas cuando siento que algo me pica en el hombro, así que me giro para descubrir que ese algo es más bien un alguien. — ¿Si quiero…? — ¿ordeñar una vaca? ¿atrapar moscas? ¿qué narices es eso que está haciendo con las manos? El pensamiento me saca una risa tonta, pero creo que cuando lo proceso con una mentalidad más abierta me quiero dar cuenta de a lo que se refiere. — Ohhhhhh, ¿por qué no? — es el chico al que vi entrar hace un rato, así que ni siquiera me lo pienso cuando tiro de su mano para meternos dentro del tumulto de gente. — Oye, ¿yo te he visto antes? Tu cara me suena un montón, ¿eres amigo de… Erika? — me invento el nombre, ¡que esto siempre funciona! ¿No ven que todo el mundo está relacionado en este lugar? De seguro conoce a alguien con el nombre de Erika, una prima o… lo que sea, pero es un buen pie a una conversación que tampoco tiene mucho sentido porque él está borracho, yo también lo estoy, ¿qué más da? ¿Debería decirle que huele un poco a chucho? Bah, que importa eso cuando puedo poner mis manos sobre sus hombros. Porque… VAYA HOMBROS COLEGA. Se va notando el gym. — Soy Maeve.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
¿Por qué? en serio, ¿por qué no sé decir que no? Estoy seguro que si no aprendo a controlar mi boca, en algún momento terminaré en una situación de la cual no podré salir; aunque bueno, si era sincero no veía que pudiese salir de este lugar en ningún momento pronto. Me gusta la música, puede que de vez en cuando me apetezca bailar, pero esto simplemente era roce sudoroso sin sentido. Ni siquiera luego de un partido de tres horas en pleno verano había terminado sudando tanto. Y no hablemos de las infracciones que podía contar en este lugar… ¿Me estaba volviendo un viejo amargado? No, me negaba a ser tan aburrido. Algún atractivo debía tener este antro para que tantas personas estuvieran aquí metidos ¿verdad?

Al menos no podía decir que mi atuendo desentonaba con nada, incluso en mis jeans y camisa negra estaba de lo más común si consideraba que había un tipo con lentes de sol y otro con una gorra. ¿Habría un evento luego en el cual nos encandilarían? ¿O era solo para protegerse de las terroríficas luces titilantes? Sé que tengo que parpadear más que un par de veces por minuto para acostumbrarme, pero más o menos lo logro en lo que distingo a Maeve a lo lejos. ¿Qué tanto se tardaba en conseguir una bebida? No termino de hacer esa pregunta en mi mente que puedo observar como el bartender le hace entrega de su trago, pero en lugar de volver hacia donde estoy, se queda recorriendo el lugar con la vista. Niego con la cabeza con una risa por lo bajo, entendiendo qué es lo que hace, y me adentro entre la muchedumbre hasta acercarme a la barra para pedir una cerveza. No me emborracharía, pero como siguiera sin tomar nada terminaría desmayado a causa de la deshidratación. ¿Nadie había escuchado del aire acondicionado?

No logro llegar hasta donde se encuentra la morena, pero al menos logro hacerle señas a uno de los empleados de detrás de la barra que no tarda en acercarme mi bebida mientras observo como invitan a mi compañera de una manera un tanto… peculiar. - Vaya y que ese tipo tiene agallas. - No modero el tono de mi voz, a sabiendas que prácticamente nadie pueda escucharme, pero si noto a la rubia a la que ha dejado plantada el muchacho. No voy a negar que no la miro un poco más de la cuenta, pero cuando me acerco a dónde se encuentra juro que es con la mejor de las intenciones. - Dime que el muchacho no es un idiota del cual deba advertir a mi amiga. Puedo ponerlo en su lugar si lo necesitas. - Ofrezco casi gritando para que pueda escucharme por encima de todo el ruido. No sería el primer “novio” o algo así que me pedían que ubique en el plano.
Oliver T. Helmuth
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Invitado
Invitado
De acuerdo— respiro hondo para infundirme de paciencia con Ken, —ni se te ocurra decirle a ninguna chica que crees que somos monstruos o aliens—. Trato de salvarlo de que su noche no sea un fiasco por un rechazo que se podría evitar, o mejor aún, salvarlo de una vida de ligues fallidos por decir estas cosas sin pensar. Su mirada no es muy disimulada que digamos y espero con una ceja arqueada a que acabe con su evaluación, creo que todos en este lugar estamos siendo medidos en cada momento, me esmeré lo suficiente como para no sentirme incómoda con lo puesto y poder pasar la prueba. —Supongo que gracias— no sé de qué otra manera contestar, más que con esas pocas palabras, que mi plan es cuidarle mientras sobrevive al experimento de bailar con una chica y espero que entienda que no debe complicarse demasiado, la música resuena tan alto que mis oídos se cierran, nadie tiene idea de en qué sentido se mueve y ahí es cuando surgen los bailarines creativos como el chico que nos distrae.

No logro escuchar ni dos palabras de las que me dice Ken porque la música vuelve a cambiar, a una más estridente. Creo que es la misma morena de hace un rato, no estoy segura, la que está cerca y a la que aborda, me hago la desentendida llevando el pico de la botella a mis labios para girarme disimuladamente, dándole la espalda a ambos. Mentira, que los estoy espiando sobre mi hombro, tratando de interpretar qué es lo que Ken quiere decirle con todos esos gestos en un idioma que solo él entiende. La chica es más clara en su lenguaje corporal, yo sigo con el ceño fruncido tratando de descifrar el mensaje y creo que ese gesto es el que confunde al chico que se me acerca, ¿y Ken, quién? Tengo que parpadear dos veces, ¡ah, sí! Mi amigo que está bailando con su amiga.

¿Él? No, para nada, es más bueno que un cachorro. Un poco tímido, no combina muy bien su ropa, pero… sólo quiere divertirse, diversión sana—, que luego no se diga que no le cubro las espaldas, este chico no se ve mucho más grande que él en edad, pero en contextura le saca unos centímetros. Y sé que Ken tiene brazos para defenderse, pero… un empujón que viene de atrás por haberme quedado quieta en la pista golpea mi codo y parte del contenido de la cerveza salta en el aire para manchar la camisa negra del chico. —¡Maldición! ¡Lo siento!— me disculpo de inmediato tratando con la reacción estúpida de estos casos, de remediar el daño pasando mi mano por donde se ha mojado la camisa, y sí, confirmo que Ken podría estar en problemas si este chico lo ve pasándose de la raya con la amiga. —De veras, lo siento…— repito. Ah, sí, aparto mis manos y me quedo con la botella vacía atrapada entre mis dedos. —¿Quieres… no sé, bailar?— pregunto.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿Qué clase de milagro de la naturaleza es este? ¿Estoy tan ebrio que he empezado a alucinar? Porque la chica, más bonita de lo que hubiese pensado en un primer momento, no me rechaza y aunque parece confundida en un principio, no tarda en tomar mi mano y jalarme hacia la multitud una vez más. Vamos, que hasta ruego que el darme la espalda no le permita ver como busco a Syv con la mirada para alzarle un pulgar con una sonrisa en un claro gesto de que estoy mejor de lo que hubiese pensado, aunque tengo que esconder mi mano detrás de mi espalda cuando ella se gira hacia mí una vez más. Estamos lo suficientemente apretados por la muchedumbre como para que no pueda disimular mucho mi expresión confundida, aunque no creo que pueda ver el movimiento de mis cejas por culpa de la gorra — No… — ¿Me ha reconocido? ¿Es eso? Y ni siquiera fui tan rápido como para decir que sí, de modo que la risa que me brota es un poco nerviosa — Jamás he conocido a ninguna Erika. Bueno, en realidad sí, había una en la escuela, pero no éramos amigos ni nada — Ni sé por qué me pongo a bordar una mentira, porque no sé si puede oírme como corresponde y tampoco es que sea muy importante — Debo tener una cara muy común — es lo único que se me ocurre como para zafar de esta.

Como pone sus manos en mis hombros, doy por sentado de que debo romper la primera norma de la noche y, aunque las mías flotan alrededor de ella durante un momento sin saber dónde ponerse, las apoyo en su cintura. No, creo que ese no es el lugar, las muevo un poco hasta quedar en su espalda baja y atraerla un poco hacia mí. Creo que ahí está mejor, ahora solo tengo que tener cuidado de no dejarla sin dedos de los pies y analizar si quiere que nos besuqueemos o no, lo cual será un poco más complicado — Eh… — pero carajo, no pensé en que debería presentarme. ¿Y si hago sonidos sin sentido y me hago el loco diciendo que le dije mi nombre, pero que ella no lo ha podido escuchar bien? No me funcionan bien las neuronas, no puedo encontrar un nombre falso rápido y asumo que quedará mal si Syv me llama y no coinciden, así que me voy al pensamiento de que mi apodo es tan normal que no debería ser un problema — Soy Ken. De Kenneth — porque ya ha funcionado, que va. Creo que se lo grito en la oreja.

Espero ser más disimulado de lo que me siento al mirar hacia los costados y chequear qué es lo que hacen los otros chicos que tienen chicas en sus brazos. Muchos ya se andan metiendo mano y lengua, así que paso directamente a los que se mueven con la música, cuyo ritmo se me hace un poco repetitivo. Estoy en eso, cuando me percato del moreno que se ha acercado a hablar con Syv y creo que es muy obvio que estiro el cuello para verlos mejor. ¿La está molestando? Ah, no, que ella le echó bebida a él… y ese manoseo hace que sienta que estoy viendo algo prohibido así que vuelvo nerviosamente la atención a mi acompañante de la noche — ¿Quieres que busquemos algo de beber? Me muero por tomar tequila — ni sé por qué digo eso, que hace nada estamos bailando y no tiene sentido regresar a la barra. Por bobo, intento arreglarlo — O puedes mostrarme mejor cómo se baila esto. No quiero… — aprieto un poco su cintura cuando nos muevo, obligándome a quedar de espaldas a Synnove y su compañero para no tener distracciones o incomodidades por sentirme juzgado. Para variar, le doy un pisotón y tropiezo lo suficiente como para quedar a su altura, lo que me hace rogar que la luz sea de mi ayuda para no delatarme — Lo lamento, lo lamento… — ¿Me agacho y le miro el pie? ¿Sigo como si nada hubiera pasado? ¿Y por qué le dejé la botella a Synnove, cuando podría usarla ahora para seguir bebiendo y tapar el bochorno?
Kendrick O. Black
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Mierda, ¿por qué carajos dije Erika y no… Marie? Todo el mundo se llama Marie estos días, creo que es como el segundo nombre más usado en NeoPanem, ¿por qué no dije ese? Siempre soy sencilla, pero ojo que cuando tomo un par de copas tengo que buscarme el nombre más rebuscado del planeta. Aunque… Erika tampoco es tan raro, ¿no? Ah, visteis, conoce a una Erika. Y todo eso lo pienso en la fracción de un segundo mientras trato que no me vea la cara. — Eesa, esa Erika, va al Prince, ¿verdad? — digo, porque a este tipo no le he visto por los pasillos del Royal, y creedme, si lo fuera me hubiera fijado. — Sí, será eso. — no sé si tendrá cara común o no, lo cierto es que bajo esa gorra y la luz epiléptica pues no le puedo ver muy bien, pero ese corte de mandíbula a mí solo me dice cosas buenas. Estoy por preguntarle si no tiene calor, viendo que lleva más ropa de la que se podría usar en un sitio como este, por no mencionar el gorro, pero qué va, quién soy yo para decirle qué ponerse. Seguro es que es la moda de ahora.

Bueno, no sé si es porque hace mucho calor aquí dentro, que su cuerpo emana calor o que soy yo que se me están subiendo los calores. O todo junto, puede que sea eso también. Si es que esto de ser medio lobo medio adolescente hormonada no me gusta un pelo. Já, que risa, un pelo, de lobo. En fin, se me escapa un poco la risa. — Ken de Kenneth. — repito, con algo de sonrisa socarrona porque con lo primero me hubiera bastado, pero si quiere que le llame así no tengo problema. Si es que Ken de Kenneth está como un tren, lo compruebo cuando pone sus manos sobre mi cintura y nos apegamos de un modo que me cuesta enfocar su rostro al tenerlo tan cerca. Bueno, este tipo me sigue sonando de algo, tendré que buscarlo en Wizzardface a ver si es que le he visto en las historias de alguna amiga. Probaré con… kendekenneth23 o keneldeloshombros_. Seguro aparece con alguno de esos.

Es evidente que a Kenneth le van más los gimnasios, porque lo que es bailar no se le da muy bien. Ese pisotón que me da es una muestra no muy grata de ello. Auch, menos mal que no fue la cola en luna llena. — Para, para, no te preocupes, si es que estás muy tenso. — no soy consciente de si se lo grito o lo susurro, pero mis manos se pasean por sus brazos para darle un apretón que busque desestresar sus músculos. Bueno, eso y que también quería comprobarlos. Sí, sí, está muy bien este tipo. — ¿No has tomado tequila todavía? — eso si que estoy segura de que lo grito, pero apenas puedo atajarlo para arrasarlo hacia la barra que me encuentro con que tenemos a Oliver y a la rubia a apenas unos centímetros. — Heeeeeelmuth, ¿dónde te habías metido? ¿Conoces a Ken de Kenneth? No me has presentado a tu amiga. —  le dedico una mirada escrutadora, pero no tardo en sonreírle porque parece maja. — Nosotros íbamos a por tequila. — digo como sugerencia, pero que si no quieren puedo irme perfectamente con Ken de Kenneth yo solita, si es que lo digo por ser amable vaya, que no hay que perder los modales.
Maeve P. Davies
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Oliver T. Helmuth
“Diversión sana”, tengo mis dudas, no era la primera vez que escuchaba ese término, y más veces de las que no, lo sano no estaba incluído. Pero bueno, tampoco podía juzgar sin conocer. Además, la rubia parecía una buena persona, y si trataba de defenderlo, tan mal tipo no debía ser. Estoy por preguntarle cómo se llama, cuando en esos momentos la cerveza salta por los aires y para mayoritariamente sobre mi camisa. ¿Está ebria? No me lo parecía. - No te preocupes, solo es algo de líquido. - Trato de asegurarle mientras que trato de no levantar una ceja ante el roce que van buscando sus manos. ¿Acaso quería limpiarme de esa forma? - Si dejas a que pida otra de estas y que me seque un poco, claro. Pero te advierto, soy un pésimo bailarín, así que espero que tu calzado sea bueno. - Desde aquí no podía ver lo que llevaba puesto en los pies, estaba oscuro, y la luz parpadeante no ayudaba.

Hago una seña para que el bartender me mire, pero vuelvo la cabeza a la muchacha por educación. - ¿Quieres algo? yo invito. - Me aseguro de aclararle, pese a que todavía no tengo idea de cómo se llama. Y nuevamente es eso lo que quiero preguntarle cuando mi apellido resuena incluso por encima de la música. No había pasado mucho tiempo, ¿qué tan tomada iba? - Pues aquí. - Es lo único que se me ocurre contestarle, yo no era el que la había perdido de vista. - Y no no conozco a ¿Ken de Kenneth? - Ya qué, me llamaba Oliver, no podía opinar demasiado. - Maeve ella es… Lo siento, aún no consigo preguntarte cómo te llamas. Yo soy Oliver, ella es Maeve y al parecer él es Ken de Kenneth. ¿Estás segura de que puedes con un tequila? - No quería tener que cargarla todo el camino a su casa. Y no, aunque luego se quejase no la dejaría sola en medio del lugar.
Oliver T. Helmuth
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Invitado
Invitado
Nadie morirá aquí por un poco de cerveza derramada, ni es de mucha ayuda lo que pueda hacer con mis manos y mi torpeza, así que las retiro en cuanto puedo, juro que tengo la intención de mantenerlas apartadas, y sin embargo, la pregunta más banal que se puede hacer en un antro como este, hará que incumpla mi propósito. Si es que acepto el riesgo de que mis pies salgan lastimados ¿y qué le dije a Ken? No tiene que preocuparse por ello, es lo de menos, un motivo para reírnos, que al bailar lo último que importan son los pies. —Nadie es perfecto— es lo que alcanzo a decir por encima de la música y encogiéndome de hombros, por las dudas no le pregunto cuántos años tiene. No me echo hacia atrás con alguien que se declara mal bailarín como defecto a una apariencia que no está nada mal, pero la edad podría hacerme retroceder y es que no quiero que luego Ken se burle de mí. — ¡Claro! ¿Otra cerveza?— acepto a su ofrecimiento, tiene de esas caras que resultan amables, sé que no es la poca luz engañándome, hay personas que lo transmiten.

El aura de su amiga es un poco diferente, demasiada energía en un cuerpo que no logra contenerla, me recuerda a alguien y lo busco detrás de la chica. ¿Ken de Kenneth? ¿Por qué se presenta como si fuera el príncipe de algún país imaginario? — ¿Tequila?— repito, a modo de pregunta en vez de dar mi nombre, si es que estoy torpe esta noche y no puedo culpar al alcohol en vena, tal vez dentro de un rato. —Ah, ¡Syv! Me llamo Syv— me corrijo, ¿cómo hago para sacar disimuladamente mi teléfono y buscar «Oliver Helmuth» en Wizzardface así veo qué grado de relación tiene con el ministro? No es una búsqueda por interés, es solo que tengo a un criminal de la justicia como amigo y está en este mismo bar, muy cerca, quizá un poco borracho. Mi mirada está puesta en él, la contribución que el tequila pueda hacer a su estado es lo que menos me preocupa, todo lo contrario, por una noche no quiere ser el chico que está en los carteles, ni ser un Black, así que pidamos esos tragos. Me guardaré mis preocupaciones de que alguien pueda reconocerlo.

Es la primera borrachera en serio de Kenneth— le digo a Oliver, acercándome a la barra para apoyar mi peso en el borde al llamar al encargado, —y prometí que le sostendría la cabeza cuando vomite—. Cuando el chico que no se puede ser mucho más grande que nosotros se acerca del otro lado del mostrador para que hagamos rápido nuestro pedido, le señalo la ruleta de tragos que tiene detrás. —No te preocupes, lo tengo todo bajo control— le aseguro para que no se preocupe por su amiga y tomando a la ruleta con mis manos para trasladarla con cuidado de no se derramen los vasitos, la apoyo en un extremo de la barra que podemos ocupar. —Que el cumpleañero haga los honores, comienza tú, Ken…neth— aliento al chico, —Un trago y un deseo. Te tomas uno y pides un deseo.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Creo que la música alta es la mejor excusa que tengo para hacerme el que no he escuchado nada de lo que dice, porque no voy a ponerme el cartel de que voy al Prince cuando eso puede dar lugar a charlas incómodas que no sabré cómo responder. Me conformo con esto de que podemos bailar bien pegados, tanto que no sé si yo tengo calor por estar ebrio, o es el lugar encerrado con tanta gente, o es ella. ¡Y yo que creía que iba a ser tan difícil, hasta parece salir natural! Ni me pregunta nada más sobre mi nombre y creo que el pisotón no ha sido tan grave, a pesar del consejo que tomo con un asentimiento de la cabeza. Lo que sí parece que he hecho mal es no haber ido por tequila, como sus gritos me dan a entender — ¿Es tan bueno? — pero no se si me escucha, porque pronto estoy siendo arrastrado en dirección a la barra y nuestros compañeros hacen acto de presencia. ¿De dónde me suena “Helmuth”? — Ella… — pero va, que Syv se presenta solita y me quedo ahí, de pie como un idiota ebrio que se tambalea junto a Maeve sin saber si quedarme, irme, llevarla conmigo o bailar una vez más.

Parece que Syv tiene una mejor idea y el tequila está pronto frente a nosotros. Me acerco de manera que mi torso quede presionado contra la barra pero mi brazo sigue rozando a la chica que acabo de conocer, porque… bueno, no sé bien por qué, creo que es instintivo. ¿Es mi cumpleaños? Parece que sí, no recuerdo haber pactado eso, pero no me voy a poner exquisito porque HOLA, sospechas — Deseo, deseo… — el vasito es minúsculo, no sé cómo siquiera va a afectarme, así que me lo zampo de una. Creo que es obvio que no me ha gustado porque arrugo toda la cara con una mueca, sacando la lengua en lo que lo vuelvo a apoyar. Es fuerte, está claro por el cosquilleo caliente que me invade — Deseo que esto vuelva a repetirse, que el DJ cambie la música, que Syv se atreva a avanzar contigo, Helmuth… — le doy una palmada fuerte en la espalda al muchacho y miro a mi amiga — ¡Que mira que guapo que es! Esa dentadura promete mucho. Maeve… — me giro hacia ella, no muy seguro de si va a escucharme porque creo que le susurro, aunque poco a poco voy alzando la voz — ¿Me besarías? Nunca he besado a una chica en una discoteca — sincero y directo, no creo que Syv me haya dado ese consejo pero… ¿Qué más da? Solo espero no vomitar en su boca.
Kendrick O. Black
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Juro que la situación es graciosa, o al menos a mí me lo parece por el modo que tengo de reírme con el lío de las presentaciones. — ¡Encantada, Syv! ¡Yo soy Maeve! — que creo que eso ya se lo dijeron, pero qué menos que presentarme por mí misma. Le dedico una miradita de desaprobación a Helmuth, que me está dejando en ridículo delante de Ken el de los hombros con esto de hacerse pasar por mi niñera, así que solo hago rebotar mis labios como si se tratara de un caballo en un resoplido exagerado. — ¡Vamos, no seas aguafiestas! Si es que hasta ayer él era abstemio, soy una muy mala influencia. — eso último se lo susurro a Ken, que no es tanto un murmullo porque el volumen de la música me hace subir el tono de mi voz y creo que al final se lo estoy gritando. Qué más da.

Si tan pronto como digo lo del tequila todos quieren tequila, ¿ven? Buenísima idea. Me apego a la barra con el resto, aunque mentiría si dijera que no me coloco junto a Ken de Kenneth a propósito. — Espera, espera, ¿¡es tu cumpleaños?! — mis ojos se abren como platos porque, ¡mi cumpleaños es en una semana! Eso significa que estamos diseñados el uno para el otro, ¿no…? Quizás me acabe de inventar esa teoría, pero pronto se me ocurre otra mucho más llamativa. — ¿Cuántos cumples? Porque eso significa que tendrás que tomarte un chupito de tequila por cada año que tengas, ¡cómo las velas de la tarta! — que aquí no tenemos pastel, hay que improvisar. No es una tan mala idea, ¿verdad? Sus caras parecen decirme lo contrario.

De todas maneras, el cumpleañero no tarda en tomar su vasito y llevárselo a la boca, por lo que me quedo mirando su reacción con una sonrisa divertida en los labios. No esperaba otra cosa que esa cara de asco y rápidamente me llevo yo mi vaso correspondiente con la risa ahogada en mi garganta. Si es que a mí ya no me sabe a nada, bueno, un poco sí, daggg. Suelto una carcajada cuando Ken parece intentar enrollar a su amiga con mi amigo, pero luego me siento ligeramente ofendida porque a él le llama guapo y me pregunto con quién de los dos está ligando. Pero, para, para, ¿me está pidiendo que le bese? ¿si le besaría? ¡Bueno, hombre! ¡Le hago hijos! Ah, no, que ya no puedo. Puto Helmuth. Pobre, si en verdad fue culpa mía. Bah, qué importa, ni siquiera me lo pienso cuando atraigo con una mano la camisa de mi nuevo amigo para llevarme su boca a los labios y distraerme saboreando la textura de los suyos.
Maeve P. Davies
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Invitado
Invitado
Este crío no puede ser más idiota— mascullo entre dientes después de interrumpir mi conversación con Holly sobre el motivo real que la traje a este lugar, en el que hemos sido centro de más de una mirada indiscreta o bien directa y nada tiene que ver con que yo sea un atractivo a los ojos de los hombres en general, si es que ni siquiera me ven, ¡uno me empujo incluso! Serán irrespetuosos, lo tuve que empujar de regreso para que mantuviera las distancias y me dejara terminar la oración que tenía en boca. Pero es mi atención la que roba un chico parado en la otra punta de la barra, rodeado de un par de chicos que pasarían desapercibidos entre el montón, si no fuera por el cabello blanco de cierta chica y reconozco como Synnove Lackberg. ¿Y qué hace dándole una ruleta de tragos que ni saben de qué son? —Perdona, Holly, acabo de ver a alguien que no debería estar aquí— lo que digo se entremezcla con una maldición y la tomo del codo para llevarla conmigo entre el gentío, que tampoco la voy a dejar sola en la banqueta para que comiencen a molestarla, tengo marcada la ley de que los amigos si llegan juntos, se van juntos, salvo que surjan otros planes en medio.

Carraspeo muy fuerte con una tos final a un lado de la pareja de adolescentes que está besuqueándose como si mañana fuera el fin del mundo, y no, no es mañana, falta un poco más. —Sepan disculpar la interrupción— digo en una nota alta, severo como mi ceño fruncido y un amago burlón que les deja saber que no es una disculpa real. —No esperaba verte aquí, había pensado que te quedarías en casa esta noche— y todas las noches, si vamos al caso. Mi planteo es tal que tengo las manos en las caderas y como mi mirada está puesta en Ken, dejando al resto fuera, no queda dudas de a quien le estoy hablando. — ¿Qué haces aquí emborrachándote y besándote con esta chica? ¡Con cualquier chica!—. ¿ESTÁ LOCO? ¡Esa chica estuvo a centímetros de su cara y cree que no lo va a reconocer! Salvo que esté tan borracha como creo que él lo está por el rojo de sus ojos, ¡será imbécil! Mis ojos se posan en Synnove y la hago responsable de todo con mi mirada cargada de reproche. —Tú, tenías que ser quien lo apañara —, me muerdo la lengua para no continuar.
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Holly A. Callahan
Civil
Mi cosmopolitan se mantiene pegado a mí por milagros inesperados de la buena suerte, porque los empujones en cualquier momento van a hacer que muestre mi peor cara y estoy segura de que no es una que muchos en este lugar quieran ver; que no es muy bonito ver a una veela enojada. Me gustaría poder seguir la conversación, pero Dave comenta algo que hace que me gire sobre el hombro para tratar de ver lo que ha captado su atención, sin estar muy segura de lo que debería estar viendo — ¿De quién estás hablando? — es una pregunta un poco distraída, culpa del trago que estoy tratando de llevarme a la boca en lo que soy arrastrada con él; lo consigo, al menos sin chorrearme demasiado hasta que nos detenemos frente a un grupito que no sé de dónde debe conocer, aunque hay dos que se andan metiendo lengua hasta por las dudas, lo que me hace alzar las cejas con cierta gracia por detrás de mi copa. Bien, al menos parece que alguien se está divirtiendo…

Lo cual me deja un poco confundida cuando Dave se pone en corta-chorros. Lo miro a él, después al muchacho que parece tan confundido como yo por tener que despegar su boca de la chica con la que está y, en análisis veloz a la postura de mi amigo, me llevo una mano a la boca tratando de contener una risa que delata mi sorpresa — Dave… ¿Eres gay? — que no me molesta que lo sea, solamente creí que le gustaban las chicas, si me basaba en sus historias… aunque bueno, quizá le va para los dos lados y es totalmente libre de hacerlo — No sabía que tenías… bueno, lo lamento. Eso explica muchas cosas — me encojo de hombros, termino mi cosmopolitan de un saque y apoyo la copa en la barra para tenderle una mano atropellada al chico que está castigando con sus palabras en un intento de presentarme — El amor es libre y pareces muy joven para evitar experiencias positivas. ¿Me dan uno de esos? — y antes de que se arme una pequeña guerra, señalo los chupitos.
Holly A. Callahan
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Oliver T. Helmuth
Debía admitir que había subestimado a Maeve. No estaba del todo seguro de que su descripción de “diversión” fuese con la mía en cuanto a salidas se trataba, y al final de cuentas iba a ser que mi concepto era el que se tenía que acercar al de ella. ¿Qué acababa de pasar? Porque en un momento estamos todos por tomar una ronda de chupitos (juro que iba a ordenar una cerveza) y pedir un deseo; y al siguiente el muchacho este… No, todavía sigo sin estar seguro de si me quiso enganchar con su amiga, o si quiso coquetear conmigo; pero si tomo en cuenta que se pasa los siguientes minutos pegado a la boca de Maeve, probablemente haya sido lo primero.

- Jamás creas que puedes tener a Maeve bajo control. - Le aseguro a Syv, ignorando por unos momentos a los otros dos y llevándome el trago a la boca. Diaj, todavía no lograba que me guste esta cosa. Bajo el chupito, chasqueando la lengua como si de esa manera pudiese quitarme el sabor amargo. ¿El tequila no se tomaba con limón y sal? - Deseo... - No llego a terminar la oración porque un tipo interrumpe llamando la atención de los que todavía seguían unidos por las amígdalas y se pone a armar una escena. ¿Pero qué?... Oh, esto en definitiva era divertido. - Deseo no terminar ebrio esta noche. - Apenas y puedo contener la risa cuando entiendo lo que acaba de pasar y, contrario a lo que acabo de decir, tomo otro chupito. - Es que en verdad no me gustaría olvidarme de esto. - Señalo vagamente al chico nuevo, que sigue recriminándole a Ken de Kenneth.

Un segundo. ¿Acababa de decir…? - ¡Eh! ¿A quién tratas de “cualquiera”? Si tu novio anda por ahí a tus espaldas, no te la agarres con Maeve. - Me adelanto hasta quedar más cerca del nuevo y dejarle en claro que no puede hablar así de mi amiga, pero me distraigo con su acompañante. Vaya que había que ser gay si se ignoraba a semejante belleza…
Oliver T. Helmuth
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Invitado
Invitado
Ken podrá estar borracho, ser un tonto algunas veces, pero sabe tomar la oportunidad cuando la tiene, y me giro hacia al otro chico para asegurarle que todo sigue bajo control cuando tanto mi amigo como su amiga están metiéndose lengua, si no lo hago es por lo que dice y creo que dejarle entrever que esto lo había previsto podría ser un tanto manipulador de mi parte, lo dejo pasar. —Ups— musito en cambio, —dejémoslos ser—. Trato de ignorar la otra parte del deseo de Ken porque si con avanzar se refiere a que me lleve a Oliver a la pista, lo veo muy comprometido en esto de pedir un deseo después de llevar vaciarse un chupito en la garganta. Si se refiere a otra manera de avanzar, pues no será esta la noche, si será inolvidable será por razones distintas como que en menos de dos minutos Dave Meyer aparece de la nada, plantándose delante de Ken, y escucho a medias sus reclamos, que a mis oídos si son comprensibles porque anda mostrándose en su forma humana, pero una parte de mi atención está puesta en la chica a la que trajo consigo y que se sirve de nuestras bebidas. ¿Qué tan mal estoy que deseo que se atragante por lo fuerte?

Soy yo quien encuentra dificultades para respirar, me pican los ojos y creo que no tiene nada que ver con el ambiente porque hasta hace unos segundos me sentía perfectamente, ni siquiera la cerveza me había provocado nada. ¿Por qué de pronto Oliver está diciendo que Ken es el novio de Dave? ¡No! ¡No! ¡¡Que su novia es la otra!! Ella sólo bromea a costa de lo que bien sabe, ¡que no es eso! Si es más que claro por cómo hasta la mira Oliver, distrayéndose en su intención de querer golpear a Dave, que nadie podría ser gay con una novia así. Siento el ardor de las lágrimas en mi mirada, tan patética, que debo sacar de la ruleta uno de los vasitos para descargarlo en mi boca y desear que pase esta sensación de dolor sordo en el pecho.

En la quemazón que arrasa mi garganta encuentro mi voz para dirigirme a la chica y todas mis intenciones de montarle una discusión por nada, rechazando su intención de unirse con nosotros y entonces que vaya a manosearse con Meyer a otra parte, que es lo que todos vienen a hacer a este estúpido antro, quedan en nada. — ¡Tienes que pedir un deseo por cada trago que te tomas!— le indico, es lamentable que siga dando consignas sintiéndome así. —¡Y yo todavía no pedí el mío!—. No hay necesidad de hacerlo, pero me bajo un segundo chupito. —También deseo… besar a alguien en una discoteca— copio el de Ken y levanto mi brazo para que mi dedo índice lo apunte a él, luego a Oliver, saltee a Dave, y pase de Meave a la rubia, de la rubia a Maeve. —Que difícil elección, tal vez tendría que ir a buscar en la pista— murmuro, —¿Cómo te llamas?— le pregunto a la que recién llegó. —Aunque tienes cara de zorra. Prefiero a Maeve, ella me cae bien. Maeve, ¿podrías…?— se lo dejo abierto, que tampoco la voy a obligar a nada, que yo sé que con Ken no es mucho lo que pueda competir que digamos.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
No sé cómo es que tengo tanta suerte, pero sea lo que haya dicho da un resultado perfecto, porque pronto mi mano está apoyada en el cabello de Maeve y estoy probando su boca, que sabe tanto a alcohol como la mía. A decir verdad no me importa en lo absoluto que nuestros amigos nos estén mirando, porque es mucho más urgente para mí el dejar que nuestro instinto aflore, jugando con sus labios con una confianza que no sentiría de estar sobrio. Estoy considerando que quizá debería decirle que nos marchemos a un lugar más privado cuando una voz me saca de mi escena erótica mental, todavía tengo la trompa estirada cuando giro la cabeza para ver el rostro de David con cara de pocos amigos y me cuesta un momento comprender cómo es que su personaje entró en escena, cuando no estaba aquí hace un minuto — ¡Dave! — sueno un poco estrangulado y separo la mano que sujeta a Maeve, dejándola en el aire por su repentina acusación — Yo… Ella… ¡Solo nos estamos divirtiendo! — ¡que viva él como perro todos los días!

No entiendo muy bien lo que está pasando porque él parece acusar a Syv, yo suelto un “ehhh” que no termina de defenderla porque, de la nada, el chico Helmuth salta a defender a su amiga y yo me fijo por primera vez en la chica que acompaña a Meyer, que se me presenta con una frescura que me deja mirándola dos veces. Por alguna razón, tengo ganas de quitarme la chaqueta y enseñarle los músculos de los brazos, se me enrosca la lengua y le paso un chupito como si hubiera sido una orden directa — ¡Dave no es mi novio! — no sé a quién se lo digo, si a Helmuth, a Maeve o a la chica nueva. El tonito de voz de Synnove hace que me fije en ella, no sé si para explicarle el malentendido o porque parece que… ¿Está por ponerse a llorar? ¡Qué importa si está insultando a la recién llegada en toda la cara! Oh, no, drama — ¡Tienes que disculparla! Ella está enamorada de Dave y ha bebido demasiado. Yo también, pero él no es mi novio, ni soy gay, aunque sí soy virgen pero eso no importa. Soy Ken — aprieto la mano de la chica con dos de las mías y la sacudo con algo de énfasis, sonriendo tontamente y sin entender por qué no puedo callarme la boca — No tienes cara de zorra, eres hermosa, pero creí que a Dave le gustaba Mimi. ¿No te gustaba Mimi? ¿Por qué te gusta Mimi, cuando te puedes acostar con ella? — paso la mirada de uno al otro, hasta que me giro hacia Maeve y me encojo de hombros — Lamento el escándalo, Dave cree que tiene que ser mi niñero. ¡Y solo porque él me enseñó a ser un animago ilegal! — me río con fuerza, vaya a saber por qué, como si hubiese contado la locura más irreal. Y mejor me bebo otro chupito.
Kendrick O. Black
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Será posible, ¿quién osa interrumpir de mi morreo con Ken el de los hombros? Creo que me paso una mano por los labios, en comprobación de que el pintalabios permanente no se me haya ido del sitio, pero asumo que sigue en su lugar cuando parece que no me mancho los dedos. ¡Qué injusto! ¡La noche estaba yendo tan bien! ¿Pero quién narices es este tipo? — Disculpa denegada. — ¡vamos! ¡pero será corta rollos! Bueno es que no me estoy creyendo lo que estoy escuchando, ¿en serio va a hacerle de niñera? Que no es por objetar, pero Ken de Kenneth parece bastante mayorcito para decidir por su cuenta a dónde ir y a dónde dejar de ir. Creo que me quedo más tiempo de lo que debería petada en el sitio, pero es porque con el alcohol en sangre me cuesta procesar los movimientos tanto como me está costando asimilar sus palabras. Espera… ¿acaba de llamarme cualquiera? Bueno, demasiado tarde.

Gracias, Helmuth, pero no necesito que nadie me defienda, ¿cuál es tu problema? — le pregunto al tipo que aparenta ser bastante más mayor que yo, a pesar de que con esa frase se delata bien mi intención de estamparle la palma de mi mano en su mejilla, que por ganas le pegaba un puñetazo, aun me cuesta controlar esto de la agresividad y creo que no quedan muchos días para que sea luna llena. Pero me distraigo y estoy demasiado concentrada en fijarme en la pelea de gatas que está teniendo lugar con la chica nueva y mi amiga que me acaba de pedir lío. — ¿Por qué no? Si aquí todos parecen tener sus sexualidades confundidas. — me quejo, porque ya no sé si Ken de Kenneth es gay, si Helmuth también lo es, Syv ahora parece lesbiana, ¡y yo ni siquiera pedí un deseo! Mi cara de indignación se camufla por la poca iluminación, pero dudo mucho que la de sorpresa se pueda esconder para cuando grito: — ¡Por eso hueles a perro! ¡Ahora todo cuadra! — bueno eso, o que tiene una mascota, pero me decanto por la primera opción porque tengo el olfato que no me falla. — Tranquiloo, si aquí todos tenemos nuestros secretos, ¿verdad, Helmuth? — y quizás es momento para ponerme cinta aislante en la boca, síp, buena idea, no queremos que todos salgan corriendo, ¡cuando nos lo estábamos pasando tan bien!
Maeve P. Davies
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