The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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I wounded the good and I trusted the wicked ✘ Syv
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Recuerdo del primer mensaje :

Falta poco para la medianoche y eso significa que las calles están desiertas, lo cual fue mi mayor motivación cuando me encontré con la puerta mal cerrada y la oportunidad de ver, por alguna vez en mi vida, un festejo quizá no tan tradicional, pero sí más ruidoso que los del catorce. He visto en la televisión que los ciudadanos de NeoPanem tienen permiso de montar fiestas mediante aparición y arrojar fuegos artificiales en sus patios o terrazas, lo que significa que nadie andará caminando para fastidiarme y de todas maneras podré ver el cielo posiblemente más iluminado que en Navidad, algo que no pude disfrutar mucho porque Amalie me dejó dentro como la mascota nueva y asustadiza que se supone que soy. Mis patas golpean el asfalto en lo que troto con el rabo en alto, consciente de los pasos que tratan de seguir mi ritmo a unos metros más atrás y estoy seguro de que de poder gritarle (o ladrarle) para que se apure, lo haría. Como también sé que ella me diría que estamos siendo unos suicidas, pero ese es otro tema.

Y como suicida que soy, no dudo demasiado en meterme en un parque a oscuras, apenas iluminado por alguna que otra luz en determinadas áreas. No me detengo hasta que tengo la seguridad de las sombras de un enorme roble y me sacudo al volver a mi forma humana, voltéandome para ver como Syv me alcanza con cierta impaciencia — Dijiste que empezaría en… — me tanteo los bolsillos y recuerdo que no tengo ningún reloj conmigo, así que intento hacer el cálculo en mi cabeza — cinco minutos hace como diez. ¿Segura de que tus padres no sospecharán de nada? — ni idea que excusa metió para no estar en la mesa, pero estoy demasiado ansioso como para preguntar. ¿El árbol es muy alto o puedo treparlo para ver mejor?

Estoy rebotando sobre mis pies en una muestra de impaciencia cuando me parece escuchar un eco, proveniente de las casas más cercanas en las cuales sus habitantes han llegado a cero en su cuenta regresiva y claman por la felicidad de este nuevo año que, espero, se lleve los últimos meses para brindarme unos nuevos un poco mejores. Es un deseo un poco infantil, lo sé, pero inevitable. El cielo no tarda en encontrarse iluminado, los estallidos llenan la noche en la cual me apoyo en el tronco y estiro el cuello para ver los colores más brillantes que jamás he visto, me cruzo de brazos para mantener el calor corporal a pesar de la nieve que refleja la pirotecnia y me siento temblar de frío. Cuando le sonrío a mi acompañante, estoy seguro de que se me ha escapado vapor de la boca — Feliz año nuevo, Syv — murmuro con un amistoso codazo en el costado y vuelvo a poner la vista en el cielo.

No obstante, sé que algo va mal. Es como si el sonido fuese disminuyendo poco a poco y hasta me froto una de las orejas como si buscase destaparla — ¿Soy yo o está helando un poco más de lo normal? — a pesar de que busco sonar divertido, hay un temblor en mi voz y tengo que frotar mis manos, escondiéndolas bajo las largas mangas de mi suéter. Siento los vellos de mi piel ponerse en punta, pero cuando me volteo, no distingo nada en la oscuridad, rota por los estallidos en el cielo. ¿Qué es lo que me inquieta tanto?
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Las lágrimas que me caen por el rostro me queman la piel de por sí enrojecida, no dejo de sollozar por la boca después de pedirle de perdón, tengo la cara ardiente y su rostro se me hace difícil de distinguir por tanto llanto. Me siento horrible por haberlo dejado en un invernadero abandonado para que pase la noche y los días siguientes, sólo a su suerte cuando no es más que un chico asustado, como lo soy yo, que no tiene ningún lugar a donde ir, porque ningún lugar es seguro. Si yo estuve segura tantos años en mi casa, ¿por qué no podría estarlo él también? Pero tengo miedo, un miedo gigantesco que no hace más que crecer en mi estómago, porque otras personas se vieron perjudicadas por su culpa, como él me dice. ¿Por qué nosotros seríamos la excepción? ¿Por qué mi padre creyó que lo seríamos? Me acuclillo en medio del pasillo entre las mesas, doblo mis brazos sobre las rodillas para esconder ahí mi rostro y desahogar lo que me queda por llorar. —Perdón por dejarte solo, perdón…— musito, amortiguando mi voz contra las mangas de mi abrigo, sé lo que sentirse solo y no me perdono por haberlo hecho.

Me dejo caer en el suelo sucio con mi abrigo impecable y el vuelo de mi vestido manchándose también con la tierra dispersa por doquier, ni que hablar de mis zapatos maltratados de tanto correr por la nieve. —¿Qué haremos?— repito, mi voz en un eco apagado de la suya. Coloco mi espalda contra una hilera de cajones de madera que está debajo de una de las mesadas para tener donde recargarme, tomo con mis dedos un poco de la tela suelta del vestido para jugar con esta. —No lo sé…— susurro. —Volveremos a casa, eres parte de mi familia ahora—. Es el perro, ¿no? No adoptas a una mascota para abandonarla en medio del campo en la noche fría de fin de año, o en la madrugada de año nuevo, si se tiene que ser más precisos. Eso es cruel, por donde sea vea, eso es cruel. Ni tampoco… ni tampoco abandonas a un chico de dieciséis años que no conoció a su padre, que no sé dónde estará su madre y se crio entre personas que están siendo perseguidas por el gobierno, él está siendo buscado también. Y no tiene nada de peligroso, pero sí mucho de tonto. —Pero volveremos cuando sea de día, así no nos encontraremos con… nadie que quiera quitarnos el alma— meneo la cabeza, voy limpiando los ojos con las palmas por ¿tercera? ¿cuarta vez en la noche? —Podemos quedarnos aquí, en serio es un lugar seguro. Será suficiente por esta noche y… se ven los fuegos artificiales, ¿no?— tiro de mis labios en una sonrisa débil. —Mañana te llevaré a casa— le prometo.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
La veo desaparecer en el suelo y tengo que bordear la mesa para poder ver dónde se ha agachado, parece una enorme nube en medio de la oscuridad que me indica que está el terreno mugroso por el cual nos movemos. Me siento ansioso en espera de una respuesta que llega de la manera más simple e inesperada posible, lo suficiente como para que me acomode a su lado con lentitud, en movimientos que piden permiso para invadir su pequeño refugio — ¿Estás segura? — pregunto, aunque pronto alzo las manos para pedir un momento — No me estoy quejando, solo chequeo — porque no quiero que se arrepienta de regresarme con su familia y después me saque corriendo de su casa, en un momento en el cual probablemente no me lo espere. Acomodo mis piernas en posición de indio y me cruzo de brazos, quizá en la postura más defensiva que he adoptado en toda la noche. Mi cabeza asiente ante su condición de regresar de día y regreso la sonrisa pequeña que veo en su boca, aunque es un poco obvio que ninguno de los dos tiene los ánimos bien puestos — Iremos a casa — coincido con ella, se siente con un sabor extraño. Tal vez, porque hace meses que no llamo de esa manera a ningún lugar.

Me quedo en silencio en lo que un nuevo estallido ilumina el invernadero y me pregunto qué habrá sido del dementor que nos atacó hace menos de una hora, cuando para mí pasaron siglos. Apoyo la cabeza en lo que sea que tenemos detrás y disfruto de su compañía calma, muy diferente a la cantidad de gritos que compartimos hace un momento — ¿Sabes? — susurro porque siento que estoy interrumpiendo algo muy importante, a pesar de que sea una tontería — Nunca había visto fuegos artificiales. En el catorce no los lanzábamos por cuestiones un poquititito obvias — como el que llamaría un poco la atención si en medio de la nada empezaban a surgir luces — y solo había leído o escuchado sobre ellos. No creí que se vieran tan bien o que pudieran tomar formas — chequeo mi rostro con los dedos en un intento de averiguar si quedan lágrimas, pero solo encuentro piel humedecida y pegajosa.

Me atrevo a mirarla, ladeo un poco la cabeza en su dirección para distinguir sus facciones y me pregunto, internamente, si alguna vez ha hecho esto. Ya saben, el dormir al aire libre con un fugitivo de la justicia, después de haber tenido que escapar de un dementor. Sé que no, nunca ha hecho algo tan específico, pero no sé qué tanto puede afectarle lo que ha sucedido esta noche. Solo espero que sus padres no se enfaden, no podría soportar más culpa de la que ya siento — Gracias por ser tan buena dueña, Syv. Si voy a quedarme en un invernadero helado la noche de año nuevo, agradezco que sea contigo — busco bromear, pero creo que los dos sabemos que lo que digo tiene su parte de verdad. Si este es nuestro “feliz año”, siempre podría haber terminado peor.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
No le digas a papá que casi te abandoné— pido cuando se acerca a donde estoy sentada para hacer lo mismo, cambia el ambiente cuando los gritos cesan, en su mayoría los que salían de mis labios en mi estado de pánico. El silencio se hace más pesado, vuelve a recuperar este espacio deslizándose entre las macetas y las sombras. —Se sentirá muy decepcionado de mí— digo con la voz quebradiza, porque sigo dependiendo de la aprobación que puedan mostrarme él o mi madre para sentir que hago las bien, que soy una buena hija, así como Ken promete todo el tiempo que será un buen perro para poder quedarse en la casa. Muevo mi barbilla en un asentimiento, porque cuando la noche acabe podremos volver al Capitolio, aparecernos en la vereda del edificio y Ken podrá volver al lugar donde mi madre lo tenía encerrado como si nada hubiera pasado. Yo... seguro que mamá pasó por mi habitación, no tengo mi teléfono conmigo para checar sus mensajes que seguro son más de diez, mañana tendré que inventar alguna excusa sobre mi escapada de fin de año.

Estoy planeando mentiras convincentes que nunca tuve que usar hasta que la declaración de Ken me interrumpe, hace que levante mi vista al techo y vea como pedazos de colores caen sobre las plantas que en la noche se ven todas oscuras, es como si florecieran todas de repente. —En el campo siempre se ve mejor el cielo— digo, aunque no lo sé. Es algo que mamá me dijo una vez, porque en la ciudad el cielo siempre se ve por recortes. En el campo es infinito. Pero hay un lugar donde el cielo es mucho más que infinito. —En el norte, en el verdadero norte, de dónde venimos, hay unas luces mucho más hermosas que los fuegos artificiales. Bajan como puentes que unen el cielo con la tierra, cruzan de un lado al otro el verdadero norte y son tan extensos que nunca llegas al final— cuento, en el susurro que se usan para los secretos sobre lugares imposibles que no se pueden marcar en un mapa.

Recuesto mi cabeza en mis brazos cruzados que me sirven de almohada, le sonrío de lado por sus palabras amables porque no creo que lo merezca después de haberlo dejado. Fueron unos pocos minutos, pero lo dejé. No quiero pensar en todo lo que habrá pasado por su mente en esa fracción de tiempo. —Si tuviera que pasar año nuevo en un invernadero, en medio del campo, y fuegos artificiales de fondo, me hubiera gustado que fuera con Dave Meyer— me prendo de su nota de humor para bromear también, —pero no está tan mal pasarlo contigo—. Cierro mis ojos para no tener que mirarlo cuando sigo, en un tono diferente, más quedo: —No creo merecer lo que dices, no después de que me hayas salvado del dementor. Eres el mejor perro que una chica del Capitolio podría pedir— murmuro. Me resguardo dentro de mi abrigo buscando un poco calor, y aunque siento el fresco de la noche, los temblores se van desvaneciendo, así como esas ganas de llorar que tenía atoradas en mi garganta. La calma que siempre conocí dentro de las paredes de mi casa vuelve a mí porque puedo creer que también estamos seguros en este invernadero, claro que podríamos ir a la casa que está a un paso, llena de sus muebles con polvos y retratos de tíos abuelos, pero mi cuerpo se niega a moverse de la posición cómoda en la que estoy, acurrucada en mí misma. —Ken... ¿qué pasó con tu mamá? — pregunto mirándolo con disimulo, cuidadosa de no estar metiéndome en una cuestión complicada. —¿Es cierto que no tienes familia? ¿Nadie? Salvo tu tía... ya sabes, la loca... ¿nadie más?
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Debes estar bromeando. No hay algo así… ¿O es una especie de magia? — me siento algo bobo al decirlo, pero no puedo evitar mirarla con una sonrisa que busca medir si me está tomando el pelo o no. He visto estrellas de toda clase, arco iris y tormentas, pero jamás nada como lo que ella me está describiendo ahora mismo. Se lo concedo porque es verdad que desde aquí se ven mejor que en la ciudad, pero me distrae cuando menciona un nombre que conozco y que me pinta una sonrisa pícara en los labios, recuperando parte del humor que creí haber perdido por esta noche. Pude reconocer la fotografía del perfil del chico que estuvo mirando en sus redes sociales durante estos días, pero no pude hacer muchos comentarios porque siempre me ha agarrado en forma de perro — David quizá me enseñó a ser animago, pero yo soy mucho más simpático — dejo caer como quien no quiere la cosa y tengo que toser para disimular la risita que se me escapa. Que tontería.

Se me vuelve a apagar el humor, pero compenso mi falta de ánimo con la palmadita que le doy en la rodilla con un toque ligero que deja en claro que no tengo la confianza como para tener esos gestos con ella — Tú también luchaste. Fue un trabajo en equipo, uno bastante bueno la verdad. Es la primera vez que puedo hacer un patronus decente — incluso cuando el miedo podía más conmigo y estaba seguro de que no podría contarlo. Si ella no hubiera estado conmigo, ahora no estaría aquí, teniendo una conversación cuerda. Me gustaría encontrar las palabras para decirle aunque sea un agradecimiento sincero, pero ella interrumpe mis intenciones con una pregunta que no pensé que haría. Me descubro incómodo, enderezo un poco la espalda para no dejar caer los hombros y jugueteo con mis dedos, uniendo las manos entre mis piernas como cuando tenía cinco años y no quería que Echo me lanzara un sermón. No puedo mentir cuando ya le he contado parte de la verdad y ella siempre ha sido honesta conmigo, además de que tenemos una larga noche por delante.

Recapitulo un momento, con la boca torcida antes de empezar a hablar — Mamá dio a luz en el distrito catorce y murió en el parto, eso es todo. Lo supe hace poco — no tengo idea de cuántos meses con exactitud han pasado, pero considerando que he vivido por más de dieciséis años no puedo decir que no es información fresca — Me criaron sin decirme la verdad porque pensaron que sería lo mejor y… bueno, adivina, no lo fue. No fueron amables conmigo en prisión y me enteré solo porque lo soltaron en un intercambio de rehenes que salió mal. Ya sabes, cuando tu padre fue capturado… — supongo que ella debe estar al tanto de todo el tema, su familia está involucrada en el ministerio, de una forma u otra. Me atrevo a mirarla, sacudo la cabeza y encojo mis hombros — No sé casi nada de los Black, salvo lo necesario. Tengo entendido que murieron todos menos mi tía cuando Jamie Niniadis asumió, así que debo estar solo. Y no tengo idea de qué hacer con ello — es una información valiosa, pero yo no soy merecedor de ella. Es decir, no soy alguien que pueda cambiar el curso de las cosas porque carezco de medios y nadie me apoyaría porque soy un crío, cuyo apellido no todo el mundo respeta. ¿Qué puedo decirles? ¿Que yo seré diferente? Creo que esa es la mayor mentira que todos los políticos repiten y eso que yo no sé mucho del asunto.

Me remuevo, tanteo en mi bolsillo y tironeo hasta sacar el anillo viejo que brilla bajo la luz de los festejos, que parecen no tener fin. Me lo coloco con cuidado en el dedo y estiro mi mano para que ella pueda verlo — Era de mi mamá. Yo no lo sabía cuando lo tomé, claro. Estaba en su tumba y tiene las iniciales de ambos dentro. Es lo único que tengo de ellos — esa es la verdadera razón por la cual no he lanzado esta porquería a la basura, después de todos los problemas que me ocasionó. Supongo que me ganó el sentimentalismo — Tú no recuerdas nada de los Black, ¿verdad? — porque es mayor, aunque no por mucho. Yo solo me quedaré con las fotos de internet y la ilusión de lo que pudo haber sido, incluso cuando mi familia de verdad es aquella que ahora mismo se luce en los carteles de los más buscados.
Kendrick O. Black
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Invitado
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Meneo mi cabeza haciendo que se sacudan algunos mechones de cabello y caen sobre mi rostro, así que los tengo que recolocar detrás de mis orejas con los dedos. —No es magia, es mucho más que magia. Es la naturaleza misma…— le explico, con la emoción que me despierta aquella cosa que podría ser un arrebato de mi imaginación, que se une a las muchas cosas que me hacen sentir nostalgia por un lugar que no conozco, al que quiero volver. — Se llaman luces boreales—, es lo que me dijo mi madre cuando se lo pregunté, que de niña creía que no había nadie más inteligente que ella y que tendría todas las respuestas que yo necesitara. En ese entonces, contestaba a mis preguntas, me traía a esta granja casi abandonada, me repetía nombres de plantas que olvidé, me hacía sentir en una de las banquetas y me proponía que dibujara, mientras ella se ponía bajo el sol que entraba por la ventana, creo que también pensando en eso que le provocaba tanta nostalgia, que nunca supe si era un lugar o un momento, al que quería volver.

Saber que conoce a Dave me sobresalta, lo miro como si me acabara de hacer la segunda gran revelación de la noche, y si no monto el mismo dramatismo es porque gasté mis energías a la primera. —¿Dave te enseñó…? ¿Lo conoces? ¿Cómo…?— me atraganto con mis preguntas, son demasiadas para esta ocasión, en que mi mente está abrumada por otros interrogantes que se imponen, podré pedirle que me cuente todos los detalles que no están visibles en el Wizzardface del chico que me gusta desde que tengo ¿trece? ¿catorce años? Porque no es lo más importante en este momento, que yo me enamoro fácil de imposibles, a veces de más de tres antes del desayuno. Me interesa en verdad lo que pudo haber sido de su familia, porque… ¿hay algo que importe más que la familia? La mía no es perfecta, eso ha quedado claro. Y quizá por eso mismo es que el sentimiento de querer hermanos o que sea posible una reconciliación, son anhelos tan fuertes. Ken es nuestro perro ahora, es parte de nosotros, papá lo trajo porque lo vio como otro niño perdido que cuidar y le podemos hacer un espacio, ¿no? Visto que también se me hace imposible abandonarlo, como para papá dar vuelta la mirada a lo que considera injusticias.

Te han pasado muchas cosas para ser tan chico…— es lo que murmuro cuando acaba de hablar y reconoce que no sabe qué hará, presiono mis labios en una línea vacilante porque no creo tener respuestas que brindar cómo consejo. —¿A ti que te gustaría hacer? Digo, a ti… Ken, quien no es Black, ni es un chico del 14, ni es perro…— pregunto, sujetándome a mis rodillas con los brazos para envolverme en el calor del abrigo, dentro de este invernadero con un par de rendijas por las que pasa el viento silbando. —Puedes decirlo esta noche y pensar mañana en qué si tendrás que hacer con todo lo que te ha pasado y con quien eres. Pero tal vez… tal vez imaginar esta noche quien te gustaría ser, algo así como un deseo de año nuevo, después tenga el mismo efecto que un patronus. Podrás volver a ese pensamiento si lo necesitas— musito, mirándolo de reojo antes de dejar caer mis párpados. —No hace falta que me lo digas, sólo piénsalo—, que no sé si llegaré a escucharlo porque el sueño me vence y ya fui demasiado valiente por esta noche.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Juego al interesante, me hago con su repentino interés con un encogimiento desinteresado de hombros — Digamos que es amigo de mis amigos. Tuvimos buenas charlas sobre chicas, si te interesa — alguna vez puedo contarle algunas, pero dudo mucho que le cause gracia saber nuestra apuesta si de verdad le gusta. No soy un experto en el tema, pero tampoco tengo ganas de romperle el corazón en la noche de año nuevo. Tal vez es mejor cambiar de tema ahora que tengo tiempo y oportunidad para hacerlo — Ya me contarás luego de las luces boreales a cambio. ¿Hay imágenes en internet?  — debe haberlas, no será tan maravilloso como verlo en la vida real, pero me he pasado la vida imaginando como para sentirme acostumbrado a una decepción más.

Su duda me llama la atención, jamás lo había pensado y siento una extraña duda en el centro del pecho; me demoro un segundo en darme cuenta de que se trata de un extraño vacío al no conocer una verdadera respuesta, porque mis opciones nunca han sido variadas. El catorce nos daba libertad hasta dónde podían otorgarla, pero yo jamás consideré seguir una carrera, buscar oportunidades y aferrarme a ellas. Y sé que ella no espera que responda, pero lo hago de la manera más sincera que me nace en un momento como este, en la oscuridad de su invernadero y el toque en su espalda que busca darle un poquito de calor por la fricción — Solo sé que quiero ver el mundo. Quién soy y qué espero en verdad… te debo esa respuesta. Supongo que todavía tengo que averiguar muchas cosas para saber qué camino debo seguir a partir de ahora — porque he aprendido que aunque muchos dicen que es corta, la vida es en realidad un camino largo y es bueno saber que no estoy completamente solo. Al menos, puedo apostar que cuando los fuegos artificiales se terminen, tengo un hogar dónde regresar.
Kendrick O. Black
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