OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Plantó sus rodillas en el suelo, sentándose sobre los talones y abriendo la primera caja en la que leyó la palabra “Ropa” escrita con algún tipo de rotulador de color verde oscuro. Sin demorarse demasiado sacó unos pantalones vaqueros, que juraría tenían demasiados agujeros, y una sudadera de color gris. Cualquier cosa le valía, pocas personas la reconocerían de aquella manera y tampoco confiaba en tener que cruzarse y hablar con nadie en su camino, por lo que prefería no tener que seguir hurgando entre aquellas viejas prendas que tan a su pasado le recordaban; aun así sí tuvo tiempo de tomar un par de deportivas de las altas columnas de cajas de zapatos que aún conservaba, eso sí por voluntad propia. En apenas cinco minutos ya estaba vestida y con una coleta alta, lista en mano y dispuesta a salir cuando un grito desde la cocina hizo que recordara que allí se encontraba Moony, esperando a que le abriera la jaula como cada mañana hacía, cuando se trataba de fin de semana, y pudiera volar en libertad. Chaqueó la lengua, recordando que debía de aprovechar y comprar alimento para él y apuntó, en la propia lista que Benedict le entregó, “Moony” al final del resto de productos que debía adquirir.
—No rompas nada— advirtió al ave, sabedora de lo revoltoso que era y acababa rompiendo cables, libros y todas las esquinas de muebles que quedaran cercanos a su punto de apoyo. Respiró con cansancio, cerrando la puerta de casa y dejando, tras de si, la tranquilidad que esta le provocaba en los días que no tenía la obligación de interactuar con los demás.
—No rompas nada— advirtió al ave, sabedora de lo revoltoso que era y acababa rompiendo cables, libros y todas las esquinas de muebles que quedaran cercanos a su punto de apoyo. Respiró con cansancio, cerrando la puerta de casa y dejando, tras de si, la tranquilidad que esta le provocaba en los días que no tenía la obligación de interactuar con los demás.
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Ni siquiera sé por qué me molesto en discutir con mi madre cada vez que me dice que es ella la que debería salir a comprar y no yo cuando decido revelarla. Me da igual que supuestamente deba encargarse ella de esas cosas por ser mi esclava; seguiré haciéndolo yo también si quiero. Además, estuve haciéndolo años, cuando me independicé y todavía no había encontrado su paradero. Ir a hacer la compra no es el fin del mundo, por mucho que ella dramatice y haga parecer que lo es.
Es así como después de diez minutos de un intercambio de opiniones sobre quién debería ir y quién no, acabo ganando yo. Como todas las veces anteriores. Es una tontería que intente llevarme la contraria cuando los dos sabemos que al final acabará respetando mi opinión. Cualquier otro pensaría que simplemente lo hace porque teme que tome represalias por ser un mago y mandar sobre ella, pero no. Ella sabe que nunca sería así. Así que, después de coger la lista con todo lo que necesitamos para pasar la próxima semana, salgo de casa mientras voy comprobando que no se nos haya olvidado apuntar nada. De hecho, voy tan concentrado en esa simple tarea, que literalmente me quedo a escasos centímetros de chocarme contra una pobre peatona. Por suerte, siempre he tenido unos reflejos rápido, y paro en seco antes de llegar a rozarla. — Lo sien... — empiezo a disculparme de todas maneras, por si se ha sobresaltado, hasta que reconozco de quién se trata. — ¿Ari? — Ni siquiera sé por qué me sorprende verla por aquí cuando vive en la calle de enfrente, pero supongo que a veces se me hace extraño verla salir para temas que no sean laborales.
Es así como después de diez minutos de un intercambio de opiniones sobre quién debería ir y quién no, acabo ganando yo. Como todas las veces anteriores. Es una tontería que intente llevarme la contraria cuando los dos sabemos que al final acabará respetando mi opinión. Cualquier otro pensaría que simplemente lo hace porque teme que tome represalias por ser un mago y mandar sobre ella, pero no. Ella sabe que nunca sería así. Así que, después de coger la lista con todo lo que necesitamos para pasar la próxima semana, salgo de casa mientras voy comprobando que no se nos haya olvidado apuntar nada. De hecho, voy tan concentrado en esa simple tarea, que literalmente me quedo a escasos centímetros de chocarme contra una pobre peatona. Por suerte, siempre he tenido unos reflejos rápido, y paro en seco antes de llegar a rozarla. — Lo sien... — empiezo a disculparme de todas maneras, por si se ha sobresaltado, hasta que reconozco de quién se trata. — ¿Ari? — Ni siquiera sé por qué me sorprende verla por aquí cuando vive en la calle de enfrente, pero supongo que a veces se me hace extraño verla salir para temas que no sean laborales.
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Suspiró, metiendo ambas manos en sendos bolsillos de su vieja sudadera gris. Recordaba la época en la que se habían convertido en su prenda predilecta, que la usaba cada vez que se atrevía a poner un pie fuera de casa; muchas cosas habían cambiado desde aquel momento, quizás no todas para bien o para mal, pero los cambios se habían dejado ver su vida. Jugueteó con el trozo de papel, mirando al frente con gesto pensativo. De su trabajo había aprendido que lo mejor era actuar con normalidad, no como si algo estuviera sucediendo o vagara por su mente, para que nadie pensara que estaba haciendo algo inusual. Aunque verla allí ya era, de por sí, inusual.
Cesó en su caminar, observando la señal roja del semáforo, esperando que fuera su momento para poder cruzar al lado contrario, inmersa en sus pensamientos hasta que una voz resonó en la parte de atrás de su cabeza, demasiado cerca para su gusto. Cerró los ojos unos segundos, no girándose cuando se disculpó, ni prestando atención para ver de quien se trataba. Solamente quería adquirir lo que había salido a buscar y regresar a casa. Mas si acabó haciéndolo cuando la llamaron por el diminutivo de su nombre. Giró sobre sus deportivas, enfocando a Jasper tras de si. —¿Me estás siguiendo?— preguntó directamente, sin pensar demasiado en lo que decía, pero, acto seguido, negando con la cabeza. —Perdona— agregó frunciendo los labios —No esperaba que nadie me hablara— continuó disculpándose con él por la relación que los unía, si hubiera sido otra personas no habría tenido tanta suerte.
Cesó en su caminar, observando la señal roja del semáforo, esperando que fuera su momento para poder cruzar al lado contrario, inmersa en sus pensamientos hasta que una voz resonó en la parte de atrás de su cabeza, demasiado cerca para su gusto. Cerró los ojos unos segundos, no girándose cuando se disculpó, ni prestando atención para ver de quien se trataba. Solamente quería adquirir lo que había salido a buscar y regresar a casa. Mas si acabó haciéndolo cuando la llamaron por el diminutivo de su nombre. Giró sobre sus deportivas, enfocando a Jasper tras de si. —¿Me estás siguiendo?— preguntó directamente, sin pensar demasiado en lo que decía, pero, acto seguido, negando con la cabeza. —Perdona— agregó frunciendo los labios —No esperaba que nadie me hablara— continuó disculpándose con él por la relación que los unía, si hubiera sido otra personas no habría tenido tanta suerte.
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Una risa algo nerviosa e incómoda se escapa de mis labios cuando me pregunta que si la estoy siguiendo. Es cierto que pasamos demasiado tiempo juntos, porque cuando no estoy en su casa, ella viene a la mía. No vivimos juntos, pero más de una vez me han preguntado que si vivimos en la misma casa. — Sí, te he visto salir y no tenía nada mejor que hacer que perseguirte — digo con un tono irónico. — Claro que no te estoy siguiendo. Tengo que ir a hacer la compra semanal antes de que mi mad... esclava, se me adelante y meta la pata — añado antes de que de verdad crea que la estoy siguiendo. Además, rectifico el decir mi madre, porque uno nunca sabe quién le está escuchando, así que intento hablar de mi esclava con un poco de desprecio. — Ya sabemos cómo son estos muggles. — Ruedo los ojos. Arianne sabe que es mi madre, que la encontré hace seis años por fin, pero como estamos en medio del distrito y hay muchas cotillas...
— Siento haberte asustado — me disculpo otra vez, andando todavía a su lado, de camino hacia la zona comercial del 4. Sé que he sido algo abrupto al casi chocarme contra ella y que probablemente le haya incomodado demasiado, porque hasta para mí lo hubiera sido. Si tenemos en cuenta que a amiga no le gusta demasiado el contacto físico por razones que comprendo perfectamente, ni que rompan su espacio personal, estoy seguro de que debe de haber sido así. — ¿Vas a comprar tú también? — pregunto finalmente al ver que parece que definitivamente estamos yendo hacia el mismo destino. Llevamos un par de semanas que no nos vemos más que para temas de trabajo, así que tampoco me importaría que fuéramos juntos e hiciéramos algo diferente a lo que solemos hacer últimamente.
— Siento haberte asustado — me disculpo otra vez, andando todavía a su lado, de camino hacia la zona comercial del 4. Sé que he sido algo abrupto al casi chocarme contra ella y que probablemente le haya incomodado demasiado, porque hasta para mí lo hubiera sido. Si tenemos en cuenta que a amiga no le gusta demasiado el contacto físico por razones que comprendo perfectamente, ni que rompan su espacio personal, estoy seguro de que debe de haber sido así. — ¿Vas a comprar tú también? — pregunto finalmente al ver que parece que definitivamente estamos yendo hacia el mismo destino. Llevamos un par de semanas que no nos vemos más que para temas de trabajo, así que tampoco me importaría que fuéramos juntos e hiciéramos algo diferente a lo que solemos hacer últimamente.
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Arqueó ambas cejas, sin saber que era lo que pasaba por su mente para que se riera en aquel momento. Cruzó los brazos bajo el pecho, retirando la mirada de él y posándola sobre el otro lado de la baldosa, ansiosa por seguir caminando y terminar lo antes posible. Aun así, lo observó de reojo, esbozando una mueca en sus labios ante las cosas que estaba diciendo sobre su esclava. Asintió con la cabeza, dejando caer los brazos a los lados de su cuerpo en el mismo momento en el que se les permitió cruzar y comenzó a caminar con decisión. El hecho de hablar de esclavos era algo que aún le molestaba, ella ni siquiera tenía uno desde que le pidió a Marco que se llevara a Jean con él al Capitolio, prefería no tener que seguir conviviendo con él, no con la situación que los rodeaba. —¿Ah? Eso— contestó meneando la cabeza. —No te preocupes— aseguró intentando atenuar su paso y caminar a su lado.
En el mismo momento en el que le preguntó si iba a comprar metió la mano en el bolsillo, apretando la lista entre sus dedos. Ella era extraña así que tampoco podía ser algo nuevo que comprara la serie de cosas que habían transcritas en aquel papel, pero tampoco era normal que las comprara todas de golpe. —Generalmente compra mi madre, pero me he dado cuenta de que se acerca el invierno y debería comprar medicamentos, conforme entra la estación es más difícil adquirirlas y prefiero no tener que salir cuando haga frío— explicó con tranquilidad, adentrándose en una de las arterias del distrito cuatro y buscando con la mirada alguna… ¿botica? ¿farmacia?
En el mismo momento en el que le preguntó si iba a comprar metió la mano en el bolsillo, apretando la lista entre sus dedos. Ella era extraña así que tampoco podía ser algo nuevo que comprara la serie de cosas que habían transcritas en aquel papel, pero tampoco era normal que las comprara todas de golpe. —Generalmente compra mi madre, pero me he dado cuenta de que se acerca el invierno y debería comprar medicamentos, conforme entra la estación es más difícil adquirirlas y prefiero no tener que salir cuando haga frío— explicó con tranquilidad, adentrándose en una de las arterias del distrito cuatro y buscando con la mirada alguna… ¿botica? ¿farmacia?
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No voy a negar que me supone un alivio que el invierno se acerque, no solo porque prefiero mil veces más el frío que el calor que hace en verano, sumado encima a la típica humedad del Distrito 4 por estar al lado del mar, que hace que ese calor se convierta en uno pegajoso e insoportable. Pero no, no es solo por eso. La llegada del invierno significa alejarme durante varios meses del que es el aniversario de los Juegos Mágicos en los que Bambi murió, y que yo salí con vida de esa masacre. A cada año que ha pasado, se ha ido haciendo más llevadero, pero dicen que cuando se pasan experiencias traumáticas, siempre se recuerda todo con más intensidad en los aniversarios. Es algo que en estos últimos dieciséis años he podido comprobar, por desgracia. — No voy a negarte que estoy deseando que llegue ya — respondo unos segundos después. Ni siquiera hace falta que le dé explicaciones, porque sabe perfectamente cuáles son los motivos de por qué lo quiero. En dieciséis años hemos tenido tiempo de hablarlo en más de una ocasión.
Que me hable de los medicamentos me hace recordar que quizá debería haberlos apuntado en la lista esta mañana, pero lo más probable es que acabe comprando algo aunque no sepa cuántos hay en casa. Mi madre siempre ha sido algo propensa a resfriarse con los cambios de temperatura, especialmente desde que se vino al Distrito 4 y le da por salir de vez en cuando por los alrededores de la playa, independientemente de que esté casi helando del frío que haga. Supongo que le pasará como a mí, que la playa se convirtió en mi sustituta de los bosques del 7. — ¿Vamos primero a por los medicamentos? — Asumo que acabaremos yendo juntos, y no tengo ningún inconveniente en empezar por ahí mismo.
Que me hable de los medicamentos me hace recordar que quizá debería haberlos apuntado en la lista esta mañana, pero lo más probable es que acabe comprando algo aunque no sepa cuántos hay en casa. Mi madre siempre ha sido algo propensa a resfriarse con los cambios de temperatura, especialmente desde que se vino al Distrito 4 y le da por salir de vez en cuando por los alrededores de la playa, independientemente de que esté casi helando del frío que haga. Supongo que le pasará como a mí, que la playa se convirtió en mi sustituta de los bosques del 7. — ¿Vamos primero a por los medicamentos? — Asumo que acabaremos yendo juntos, y no tengo ningún inconveniente en empezar por ahí mismo.
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Suspiró, asintiendo con la cabeza a modo de respuesta. En ocasiones no hacía falta que las palabras intervinieran en sus conversaciones, era tan simple como mirarse apenas unos segundos o cerciorarse de algún furtivo gesto que se dejara ver en el rostro contrario. Se entendían, era así de simple y sencillo. Aunque lo cierto es que siempre le resultó triste la razón principal por la que se entendía, ambos habían tenido que pasar por una situación traumática para tener algo, realmente, en común que hiciera que la rubia lo aceptara. Ella, por el contrario, detestaba el invierno, pero no era algo que dijera con demasiada asiduidad, a nadie le importaba lo que pensaba y tampoco era necesario tener que exteriorizar cada cosa que viviera en sus pensamientos. Ella era así, se había convertido en aquel tipo de persona.
Casi se escapó de sus labios un “¿Vamos?”, pero teniendo en cuenta que se acababan de encontraría sabía que acabarían yendo juntos a hacer aquellas inusuales compras. —¿Tienes mucho que comprar?— cuestionó, volviendo el rostro hacia él y observándolo. Simplemente entregaría la lista de lo que necesitaba en alguna de las tiendas a las que fueran y lo guardaría todo sin dar mayores explicaciones, al menos esperaba que no la interrogaran o cuestionaran de qué tipo quería algunos de los medicamentos descritos. —Creo que allí está bien— agregó poco después, parando en seco en la intersección de un par de calles y señalando con la cabeza el cartel que anunciaba que unos metros más adentro de la calle se encontraba una farmacia. —No suelto comprar nunca, así que estoy un poco perdida—. Se había criado en aquel distrito, podía conocer cada rincón y a cada uno de los habitantes de éste, pero de aquello ya había pasado tanto tiempo, y tantas cosas habían ocurrido, que no era capaz de dar más de dos pasos sin tener que pararse a mirar a su alrededor. —Vamos— anunció comenzando a andar hacia la tienda y entrando en el interior de ésta.
Casi se escapó de sus labios un “¿Vamos?”, pero teniendo en cuenta que se acababan de encontraría sabía que acabarían yendo juntos a hacer aquellas inusuales compras. —¿Tienes mucho que comprar?— cuestionó, volviendo el rostro hacia él y observándolo. Simplemente entregaría la lista de lo que necesitaba en alguna de las tiendas a las que fueran y lo guardaría todo sin dar mayores explicaciones, al menos esperaba que no la interrogaran o cuestionaran de qué tipo quería algunos de los medicamentos descritos. —Creo que allí está bien— agregó poco después, parando en seco en la intersección de un par de calles y señalando con la cabeza el cartel que anunciaba que unos metros más adentro de la calle se encontraba una farmacia. —No suelto comprar nunca, así que estoy un poco perdida—. Se había criado en aquel distrito, podía conocer cada rincón y a cada uno de los habitantes de éste, pero de aquello ya había pasado tanto tiempo, y tantas cosas habían ocurrido, que no era capaz de dar más de dos pasos sin tener que pararse a mirar a su alrededor. —Vamos— anunció comenzando a andar hacia la tienda y entrando en el interior de ésta.
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Si no me equivoco, no tengo demasiadas cosas que comprar, pero para asegurarme, acabo sacando el papelito donde está todo apuntado y lo reviso. No son más que algunas latas de conservas, algo de fruta y vegetales, y de lácteos. Parece mucho, pero en realidad es poco de cada cosa. — No, no es demasiado — respondo finalmente, después de comprobar la lista una segunda vez más por si acaso me había saltado algo. — ¿Tu solo necesitas medicamentos? — Supongo que es lo que principalmente necesita, que por algo es lo que ha dicho antes, pero tampoco sé seguro si tiene que ir a por algo más. Creo que nunca habíamos ido de compras juntos, así que tampoco sé que suele comprar. Una de las pocas veces en las que hicimos algo parecido, fue cuando me acompañó a comprar a mi primer perro, pero igualmente tampoco me refería a ese tipo de compras, sino de alimentos y cosas necesarias para la supervivencia y el día a día.
Cuando pasamos la intersección, observo cada uno de los detalles de la calle. Hace ya tiempo que me acostumbré a vivir aquí, pero cuando era pequeño, siempre pensé que el 4 sería más grande. Supongo que lo pensaba más que nada porque en aquella época era uno de los distritos más ricos, pero luego descubrí que tampoco era tan grande en comparación a otro. Al final, no tengo tiempo de mirar nada más de las calles porque acabamos llegando a la farmacia antes de lo que esperaba. Mientras Arianne se va hacia uno de los mostradores, yo me dirijo al otro y pido un par de cajas de medicinas, tipo a lo que hace siglos, en la época típica de muggles que había en los libros hace años y que ahora la mayoría están prohibidos, era conocido como un ibuprofeno. Ese tipo de medicamentes con los años fueron evolucionando, y ahora son hierbas cultivadas por magos y con propiedades mágicas, pero su finalidad es prácticamente la misma.
Una vez me acaban de atender, pago y me quedo en un rincón de la tienda, a la espera de que mi amiga termine también.
Cuando pasamos la intersección, observo cada uno de los detalles de la calle. Hace ya tiempo que me acostumbré a vivir aquí, pero cuando era pequeño, siempre pensé que el 4 sería más grande. Supongo que lo pensaba más que nada porque en aquella época era uno de los distritos más ricos, pero luego descubrí que tampoco era tan grande en comparación a otro. Al final, no tengo tiempo de mirar nada más de las calles porque acabamos llegando a la farmacia antes de lo que esperaba. Mientras Arianne se va hacia uno de los mostradores, yo me dirijo al otro y pido un par de cajas de medicinas, tipo a lo que hace siglos, en la época típica de muggles que había en los libros hace años y que ahora la mayoría están prohibidos, era conocido como un ibuprofeno. Ese tipo de medicamentes con los años fueron evolucionando, y ahora son hierbas cultivadas por magos y con propiedades mágicas, pero su finalidad es prácticamente la misma.
Una vez me acaban de atender, pago y me quedo en un rincón de la tienda, a la espera de que mi amiga termine también.
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Esbozó una pequeña sonrisa, caminando a su lado, con la mente completamente ausente en sus pensamientos, mirando a su alrededor y cruzándose con alguna mirada que se precipitaba a rechazar girando el rostro en dirección contraria. Metió ambas manos dentro del bolsillo delantero su sudadera, disfrutando de la suavidad de éste, que solo era interrumpido por los roces del rasgado papel que portaba en su interior. —También comprar algo de comida para Moony— aseguró con un notable cambio de humor en su voz. Cuando hablaba de aquella pequeña ave siempre mejoraba, sutilmente, su humor como si nada malo hubiera estado pasando hasta el momento. —Pero te acompañaré en tus restantes compras— dijo de súbito, sin poder controlar sus palabras cuando ya había sido pronunciadas. Mordió el interior de su mejilla. Aquello suponía tener que estar más tiempo en la calle, cosa que la disgustaba demasiado pero tendría que superar.
En el mismo momento que abrió las puertas del comercio la calidez la embargó, sintiendo el calor que del interior se desprendía y sacando el papel una vez hubo llegado hasta el mostrador donde una mujer se acercó a ella. —Necesito todo esto.— explicó entregándoselo una vez hubo llegado a su altura, girándose con nerviosismo hacia Jasper y luego volviendo a mirar a la mujer. —¿Anestesia y acónito?— preguntó la mujer alzando la mirada de la lista y posándola sobre la rubia que se tensó al instante. —Solo véndame lo que tenga de ésta lista… y no hace falta que alce la voz.— advirtió en un tono más bajo, tamborileando con los dedos sobre el mostrador y ansiosa por salir de allí cuanto antes mejor.
Solo habrían transcurrido unos minutos que se volvieron eternos para la rubia que prensaba los labios, movía los pies con impaciencia y tiraba de los cordones de su sudadera. Revisó todo, dejando el dinero sobre el mostrador y precipitándose a cerrar la bolsa sin mediar ninguna palabra más. Ni siquiera recordaba lo que allí escrito se encontraba y que pudiera resultar tan extraño que alguien de a pie los comprara.
En el mismo momento que abrió las puertas del comercio la calidez la embargó, sintiendo el calor que del interior se desprendía y sacando el papel una vez hubo llegado hasta el mostrador donde una mujer se acercó a ella. —Necesito todo esto.— explicó entregándoselo una vez hubo llegado a su altura, girándose con nerviosismo hacia Jasper y luego volviendo a mirar a la mujer. —¿Anestesia y acónito?— preguntó la mujer alzando la mirada de la lista y posándola sobre la rubia que se tensó al instante. —Solo véndame lo que tenga de ésta lista… y no hace falta que alce la voz.— advirtió en un tono más bajo, tamborileando con los dedos sobre el mostrador y ansiosa por salir de allí cuanto antes mejor.
Solo habrían transcurrido unos minutos que se volvieron eternos para la rubia que prensaba los labios, movía los pies con impaciencia y tiraba de los cordones de su sudadera. Revisó todo, dejando el dinero sobre el mostrador y precipitándose a cerrar la bolsa sin mediar ninguna palabra más. Ni siquiera recordaba lo que allí escrito se encontraba y que pudiera resultar tan extraño que alguien de a pie los comprara.
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Me mantengo quieto en el rincón de la farmacia, apoyado en la pared, y solo presto atención a Arianne cuando una de las mujeres de la tienda habla en un tono algo más alto en comparación al de mi amiga. Sea lo que sea, tampoco alcanzo a escuchar lo que le dice, y no me importa demasiado porque no soy un cotilla, a diferencia de la mayoría de gente del distrito que más de una vez murmuran vete a saber qué cuando pasamos cerca de ellos. Hubo una época en la que pensaba que se compadecían de nosotros por lo que nos había pasado, y luego pensé que quizá cotilleaban sobre qué hay entre nosotros porque pasamos demasiado tiempo juntos. Como si uno no pudiera tener una mejora amiga solo por ser chicos. Estamos en el año 2467 y todavía hay gente que se sorprende por ello.
Cuando Arianne acaba con su compra, me incorporo y me separo de la pared para dirigirme hacia ella. No es hasta que salimos de la farmacia cuando le hablo por fin: — ¿Pasaba algo con la dependienta? — No es por ser cotilla, simplemente me preocupo. Entendería que no me lo quisiera explicar porque por mucha confianza que haya entre nosotros, a veces uno quiere guardarse ciertas cosas para sí mismo. Además, puede que fuera alguna chorrada sin importancia y que simplemente se tratara de cosas femeninas y que la mujer tenga un tono de voz elevado. — ¿Quieres que vayamos a la tienda de animales? — Me ha dicho que tenía que comprarle comida a Moony, así que de paso aprovecharía y le compraría algún juguete a mi perra, que le duran bien poco porque ha salido un poco trasto. Es muy buena, pero el morder los juguetes y arrancarle partes le puede demasiado. Además, nos pilla de camino hacia el mercado para acabar con mi compra.
Cuando Arianne acaba con su compra, me incorporo y me separo de la pared para dirigirme hacia ella. No es hasta que salimos de la farmacia cuando le hablo por fin: — ¿Pasaba algo con la dependienta? — No es por ser cotilla, simplemente me preocupo. Entendería que no me lo quisiera explicar porque por mucha confianza que haya entre nosotros, a veces uno quiere guardarse ciertas cosas para sí mismo. Además, puede que fuera alguna chorrada sin importancia y que simplemente se tratara de cosas femeninas y que la mujer tenga un tono de voz elevado. — ¿Quieres que vayamos a la tienda de animales? — Me ha dicho que tenía que comprarle comida a Moony, así que de paso aprovecharía y le compraría algún juguete a mi perra, que le duran bien poco porque ha salido un poco trasto. Es muy buena, pero el morder los juguetes y arrancarle partes le puede demasiado. Además, nos pilla de camino hacia el mercado para acabar con mi compra.
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De súbito regresaron a su mente los recuerdos de las varias razones por las que prefería tener el mínimo contacto con el resto de personas del distrito cuatro, también con el del resto; pero aún más con ellos porque podían conseguir que los rumores corrieran como si nada, haciendo que todo se volviera caótico a su alrededor, y sin que ella tuviera apenas tiempo de reacción. Meneó la cabeza resignada, caminando hasta Jasper y saliendo de allí a su lado. Regresó la mirada hasta él cuando demostró, quizás solo por cumplir, que no se había percatado del todo de lo que había sucedido entre ella y la dependienta. —Le resultó extraño verme— contestó breve. No iba a darle más importancia de la que tenía, no al menos si él no se había enterado y le importaba poco que aquella mujer comentara con alguien las compras que acababa de efectuar en su comercio.
—Claro, vayamos— accedió de buena gana. Aun teniendo aquella edad se entretenía cuando entraba a cualquier tienda relacionada con los animales, buscando los juguetes más coloridos y llamativos para su pequeña ave. —¿Cómo está tu perro?— preguntó, caminando a su lado en dirección que, suponía, se encontraba la tienda. Recordaba el día que lo acompañó a comprar su anterior mascota, ninguno de los dos se encontraba en un buen momento tras haberse apuntado, de nuevo, a algún tipo de juegos que acabaron con la vida de un joven, y con la inesperada de reaparición de Alexander. Arrugó los labios. Hacía tiempo que no sabía nada de él y le preocupaba demasiado, desde el mismo momento que intentaron retomar la relación regresó su lado sobreprotector con alguien que ya había sufrido tanto que era imposible controlar y proteger del todo. —¿Irás el lunes al juicio?— acabó por cuestionar, volviendo el rostro hacia él y observándolo con curiosidad.
—Claro, vayamos— accedió de buena gana. Aun teniendo aquella edad se entretenía cuando entraba a cualquier tienda relacionada con los animales, buscando los juguetes más coloridos y llamativos para su pequeña ave. —¿Cómo está tu perro?— preguntó, caminando a su lado en dirección que, suponía, se encontraba la tienda. Recordaba el día que lo acompañó a comprar su anterior mascota, ninguno de los dos se encontraba en un buen momento tras haberse apuntado, de nuevo, a algún tipo de juegos que acabaron con la vida de un joven, y con la inesperada de reaparición de Alexander. Arrugó los labios. Hacía tiempo que no sabía nada de él y le preocupaba demasiado, desde el mismo momento que intentaron retomar la relación regresó su lado sobreprotector con alguien que ya había sufrido tanto que era imposible controlar y proteger del todo. —¿Irás el lunes al juicio?— acabó por cuestionar, volviendo el rostro hacia él y observándolo con curiosidad.
- Spoiler:
- El juicio es el de Sebas, ya que este post se ambientaría en el sábado antes del juicio <3
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Asiento ligeramente con la cabeza cuando me responde que simplemente le había extrañado verla ahí. Sé que Arianne no suele tratar demasiado con la gente ni salir más de lo necesario de casa, porque aunque yo con el tiempo fui cambiando, a pesar de que nunca he vuelto a ser el mismo, ella no. Sé que ella pasó por más cosas, porque no quiero ni imaginar lo que tuvo que ser ver que ese tal Alexander seguía vivo hace quince años, y más en las circunstancias en las que se descubrió. También perdió a otras personas, como aquel vencedor de los Juegos de los Black, Benedict, y de quien recuerdo haber escuchado hablar como traidor en mis primeros meses en el Winzengamot. Con el tiempo, los rumores y comentarios sobre esos traidores desaparecidos han ido disminuyendo, pero todavía se puede escuchar a gente hablar de ellos en el Wizengamot. — Ya sabes cómo son algunas personas de por aquí — comento unos segundos después. Parece que no piensen nada más que en hablar del resto de los habitantes y de sus vidas.
— Es una destroza juguetes. — Es muy buena e inteligente, pero parece que no le entra en esa cabecita que no tiene que destrozar todo lo que se encuentre. Hace poco le compré un osito, y desde entonces está entretenido en arrancarle las orejas. Y ya ni hablemos de la obsesión que tiene con el papel higiénico. Al principio era gracioso, pero cuando en un mismo día te encuentras el rollo roto en el lavabo cuatro veces, pierde la gracia. — ¿Y Moony qué tal? — He visto un par de veces a su pájaro, y es bastante adorable. — Sí, iré. ¿Y tú? — respondo cuando me pregunta por el juicio. Ni siquiera sé si se puede faltar, dado nuestro trabajo, pero no quiero arriesgarme. Además, no voy a negar que tengo curiosidad por saber de quién se trata, dado el secretismo con el que parecen estar llevándolo. — ¿A quién crees que se juzgará? — acabo por preguntar. No tengo a nadie en mente, pero quizá ella sí. Lo único que imagino es que debe de ser alguien importante, porque ya avisaron de que el juicio sería grabado para más tarde emitirlo y que lo viera todo el mundo.
— Es una destroza juguetes. — Es muy buena e inteligente, pero parece que no le entra en esa cabecita que no tiene que destrozar todo lo que se encuentre. Hace poco le compré un osito, y desde entonces está entretenido en arrancarle las orejas. Y ya ni hablemos de la obsesión que tiene con el papel higiénico. Al principio era gracioso, pero cuando en un mismo día te encuentras el rollo roto en el lavabo cuatro veces, pierde la gracia. — ¿Y Moony qué tal? — He visto un par de veces a su pájaro, y es bastante adorable. — Sí, iré. ¿Y tú? — respondo cuando me pregunta por el juicio. Ni siquiera sé si se puede faltar, dado nuestro trabajo, pero no quiero arriesgarme. Además, no voy a negar que tengo curiosidad por saber de quién se trata, dado el secretismo con el que parecen estar llevándolo. — ¿A quién crees que se juzgará? — acabo por preguntar. No tengo a nadie en mente, pero quizá ella sí. Lo único que imagino es que debe de ser alguien importante, porque ya avisaron de que el juicio sería grabado para más tarde emitirlo y que lo viera todo el mundo.
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Se encogió de hombros, no queriendo ahondar mucho más en aquel tema, prefiriendo no convertirse en alguien como los que se encontraban criticando, hablando de los demás sin venir a cuento en la situación. Ahora la mayor parte de los rostros del distrito cuatro se habían convertido casi en un misterio para la rubia, la cual observaba a las personas de soslayo en las mínimas ocasiones que tenía que ir fuera de su vivienda en horario no laboral. Quizás su madre aún la sobreprotegía consintiendo que no tuviera que enfrentarse a una situación tensa de la cual, aunque sabía de primera mano que la rubia saldría airosa, se tornaría demasiado incómoda para el resto de su alrededor.
Esbozó una pequeña sonrisa, asintiendo a la par que caminaba a buen ritmo. —Bien, seguimos en una lucha por ver a quien pertenece la cama principal de la casa— relató con completa naturalidad. A fin de cuentas, pese a que no tuviera demasiadas palabras que pronunciar, eran amigos y confiaba plenamente en él. Aunque la distancia entre ambos fuera algo establecido a la perfección; lo eran. Asintió, retirando la mirada de él cuando hubo contestado. —No lo sé, por eso iré— comenzó a decir, colgando la bolsa de su mano y metiendo ambas manos en el bolsillo delantero de su sudadera. —Tengo demasiada curiosidad— concedió. Escuchar que ella sentía curiosidad por algo era como descubrir las puertas del infierno; rara palabra en su boca. Mas quizás la palabra exacta no era curiosidad. Sino miedo. —Tiene que ser alguien relevante, sino no le habrían dado tanta importancia— siguió hablando para atenuar, aunque solo fuera ligeramente, el mal presentimiento que la embargaba con todo aquel tema relacionado con el juicio.
Esbozó una pequeña sonrisa, asintiendo a la par que caminaba a buen ritmo. —Bien, seguimos en una lucha por ver a quien pertenece la cama principal de la casa— relató con completa naturalidad. A fin de cuentas, pese a que no tuviera demasiadas palabras que pronunciar, eran amigos y confiaba plenamente en él. Aunque la distancia entre ambos fuera algo establecido a la perfección; lo eran. Asintió, retirando la mirada de él cuando hubo contestado. —No lo sé, por eso iré— comenzó a decir, colgando la bolsa de su mano y metiendo ambas manos en el bolsillo delantero de su sudadera. —Tengo demasiada curiosidad— concedió. Escuchar que ella sentía curiosidad por algo era como descubrir las puertas del infierno; rara palabra en su boca. Mas quizás la palabra exacta no era curiosidad. Sino miedo. —Tiene que ser alguien relevante, sino no le habrían dado tanta importancia— siguió hablando para atenuar, aunque solo fuera ligeramente, el mal presentimiento que la embargaba con todo aquel tema relacionado con el juicio.
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Sonrío ligeramente al imaginar a mi amiga y a su pájaro en la cama, él encima de ella y ella intentando que la deje descansar tranquila. En realidad es algo que me pasa muchas veces a mí con mi perra. Siempre quiere ponerse a dormir en mis pies, y a veces me gruñe estando yo dormido para que le deje un hueco y pueda subirse. En esos momentos lo que menos me apetece es moverme para que la perra se suba teniendo ella su propia camita bien cómoda. — Creo que luego en casa revisaré el puñado de páginas de traidores para ver si tengo alguna idea de quién puede ser — comento al respecto sobre quién será juzgado. — Pero sí, tiene que ser alguien importante, que por algo quieren grabarlo para emitirlo en televisión. — La verdad es que ni siquiera sé por qué quieren hacerlo, si luego igualmente estará puesto por todo tipo de periódicos y demás medios de propagación de noticias, incluso hasta quizá antes de que les dé tiempo a emitirlo. Pero bueno, tampoco estoy muy puesto en esos temas.
Para cuando llegamos a la tienda de animales, me separo unos minutos de mi amiga, y me centro y en comprarle una cuerda de juguete para perros a mi fiel compañera, y una cajita llena de chuches, de snacks, especiales para su tamaño. Me dirijo a la primera caja libre, pago los galeones que cuestan, y vuelvo con Arianne justo cuando ella también está acabando de comprar lo necesario para Moony. — ¿Vamos a nuestra última parada? — pregunto en referencia al mercado, mientras hago un gesto con la cabeza, señalando a la puerta de la tienda. Nunca me ha hecho especial ilusión ir de compras, a no ser que fuera para caprichos, pero con tal de que no vuelva a ir mi madre y la miren de mala manera por ser esclava, me da igual.
Para cuando llegamos a la tienda de animales, me separo unos minutos de mi amiga, y me centro y en comprarle una cuerda de juguete para perros a mi fiel compañera, y una cajita llena de chuches, de snacks, especiales para su tamaño. Me dirijo a la primera caja libre, pago los galeones que cuestan, y vuelvo con Arianne justo cuando ella también está acabando de comprar lo necesario para Moony. — ¿Vamos a nuestra última parada? — pregunto en referencia al mercado, mientras hago un gesto con la cabeza, señalando a la puerta de la tienda. Nunca me ha hecho especial ilusión ir de compras, a no ser que fuera para caprichos, pero con tal de que no vuelva a ir mi madre y la miren de mala manera por ser esclava, me da igual.
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Casi al instante, como si hubiera tocado algo con corriente, una ráfaga eléctrica la recorrió, consiguiendo que se estremeciera ligeramente; precipitándose a reprimir aquel sentimiento, apretando las manos más contra su cuerpo y caminando como si no tuviera mayor interés en el tema. Al menos antes no lo tenía del todo, le era, con diferencia, indiferente lo que sucediera con aquellos traidores, no les prestaba más atención de la que merecían cuando llegaban ante ella. En solo un par de días la cosa había cambiado. —Puede ser cualquiera, quizás ni siquiera tiene mayor relevancia pero quieren retransmitirlo para que sirva de ejemplo tanto a ellos como al resto de ciudadanos— comentó con la mirada gacha, evitando cualquier contacto con las personas que los rodeaban, y también a la de Jasper.
Por suerte, el distrito cuatro no había crecido tanto como para tener que recorrer grandes distancias para ir de un lugar a otro, por lo que en pocos minutos ya estaban cruzando las puertas de la tienda elegida, separándose para buscar cada uno los elementos que hubieron ido a buscar, volviéndose a encontrar cuando ambos los hubieron adquirido. —He dicho que te acompañaría— acopió, asintiendo con la cabeza y dejando de lado la tienda. —Hacía mucho tiempo que no caminaba por el distrito— pronunció de súbito, dejando que su mirar azul vagara por las edificaciones, intentando relacionarlas todas con las que aún recordaba. —, aunque tampoco creo que esto se vuelva algo habitual— reconoció esbozando una diminuta sonrisa en sus labios. Si dijera que lo extrañaba mentiría a medias, si dijera que intentaría volver a recorrer sus calles con más asiduidad mentiría por completo.
Por suerte, el distrito cuatro no había crecido tanto como para tener que recorrer grandes distancias para ir de un lugar a otro, por lo que en pocos minutos ya estaban cruzando las puertas de la tienda elegida, separándose para buscar cada uno los elementos que hubieron ido a buscar, volviéndose a encontrar cuando ambos los hubieron adquirido. —He dicho que te acompañaría— acopió, asintiendo con la cabeza y dejando de lado la tienda. —Hacía mucho tiempo que no caminaba por el distrito— pronunció de súbito, dejando que su mirar azul vagara por las edificaciones, intentando relacionarlas todas con las que aún recordaba. —, aunque tampoco creo que esto se vuelva algo habitual— reconoció esbozando una diminuta sonrisa en sus labios. Si dijera que lo extrañaba mentiría a medias, si dijera que intentaría volver a recorrer sus calles con más asiduidad mentiría por completo.
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Escucho atentamente lo que Arianne dice sobre salir por las calle del distrito, y asiento ligeramente. Entiendo a lo que se refiere, para variar y como si eso no fuera algo nada común en nuestra relación. Apenas voy al Distrito 7 desde que me mudé al 4 hace ya más de quince años. Lo echo de menos, pero me es casi imposible ir porque es demasiado doloroso. Hace años que dejé atrás esa vida, pero supongo que nunca llegué a superarlo al cien por cien. Cada vez que me miro las cicatrices de las quemaduras en el brazo izquierdo, es como si fuera un recuerdo constante de la vida que perdí en ese mismo momento. He ganado otras cosas a cambio, como la amistad que tengo con Arianne, pero la sensación sigue ahí. Ya no es el hecho de haber sido el único superviviente de unos Juegos Mágicos que deberían haber sido seguros y lo que emocionalmente supone, sino las consecuencias de esa catástrofe en cuanto a mi estado físico.
— Espero que algún día se inventen un método mágico para que con solo un movimiento de varita, la compra aparezca en casa — murmuro mientras nos vamos adentrando en las calles, de camino a la zona más de mercado alimenticio. Sé que eso es casi imposible, porque aunque pudieran hacerlo, quizá ni lo harían solo para tener una excusa de trabajo que darles a los esclavos fuera del ámbito de la limpieza del hogar. — No me negarás que no es un poco aburrido ir de compras— añado, sin especificar qué tipo de compras. Siempre se ha dicho que a las chicas les gusta ir de tiendas, pero conociéndola, dudo que sea el caso de mi amiga. De verdad que no entiendo qué le encuentran de divertido. En parte imagino que les pasará como a mí cuando voy a mirar algo que me gusta, pero estoy seguro de que ir a comprar comida es algo que a nadie le gusta... excepto si te dedicas a la cocina y te apasiona.
— Espero que algún día se inventen un método mágico para que con solo un movimiento de varita, la compra aparezca en casa — murmuro mientras nos vamos adentrando en las calles, de camino a la zona más de mercado alimenticio. Sé que eso es casi imposible, porque aunque pudieran hacerlo, quizá ni lo harían solo para tener una excusa de trabajo que darles a los esclavos fuera del ámbito de la limpieza del hogar. — No me negarás que no es un poco aburrido ir de compras— añado, sin especificar qué tipo de compras. Siempre se ha dicho que a las chicas les gusta ir de tiendas, pero conociéndola, dudo que sea el caso de mi amiga. De verdad que no entiendo qué le encuentran de divertido. En parte imagino que les pasará como a mí cuando voy a mirar algo que me gusta, pero estoy seguro de que ir a comprar comida es algo que a nadie le gusta... excepto si te dedicas a la cocina y te apasiona.
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Sin poder evitarlo, una sonrisa asomó de sus labios, meneando la cabeza hacia ambos lados cuando se percató de ésta y lo difícil que se estaba tornando hacerla desaparecer después de aquel comentario. Aquello fomentaría de sobremanera el autismo, todos permanecerían encerrados en sus casas sin socializar con el resto de personas del mundo; cosa que, aunque a ella le gustaba para su persona, no consideraba que fuera algo recomendable para una sociedad ansiosa por conversar y relacionarse con los demás, en ocasiones más de lo estrictamente necesario. —Me conformo con el hecho de que lo accio me baja las cajas y botellas de las estanterías más altas de la cocina— agregó amena. El simple hecho de que hubiera bromeado era algo novedoso; reacia a mantener conversaciones que conllevaran más de diez o doce palabras, nunca siendo la que las iniciara… con aquel buen humor cualquier se habría sorprendido de ello.
—Ya sabes que no me gusta tener que salir mucho de casa— comentó encogiéndose de hombros. —Pero siempre soy la que hace la lista de compra para que mi madre vaya— reconoció de inmediato. Era una aficionada a la cocina, aunque su madre siempre se quejara ante el hecho de que no dejara que el resto del mundo disfrutara de las recetas que realizaba. —, ya sabes que me gusta cocinar, así que es un poco… contradictorio— continuó hablando. Por suerte su madre también era una gran cocinera que elegía, con ojo crítico, todos y cada uno de los alimentos que adquiría. —¿Qué tienes que comprar?— cuestionó para saber por donde debían empezar, ya que se encontraban en la entrada del mercado del distrito.
—Ya sabes que no me gusta tener que salir mucho de casa— comentó encogiéndose de hombros. —Pero siempre soy la que hace la lista de compra para que mi madre vaya— reconoció de inmediato. Era una aficionada a la cocina, aunque su madre siempre se quejara ante el hecho de que no dejara que el resto del mundo disfrutara de las recetas que realizaba. —, ya sabes que me gusta cocinar, así que es un poco… contradictorio— continuó hablando. Por suerte su madre también era una gran cocinera que elegía, con ojo crítico, todos y cada uno de los alimentos que adquiría. —¿Qué tienes que comprar?— cuestionó para saber por donde debían empezar, ya que se encontraban en la entrada del mercado del distrito.
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Arianne no es precisamente alta si la comparamos conmigo, así que entiendo a lo que se refiere cuando habla del típico accio. Recuerdo que como yo sí que soy bastante alto, cuando era más joven, antes de graduarme, insistían en que fuera jugador de Quidditch, concretamente guardián, porque según ellos, tenía más facilidades para parar antes las Quaffle. Llegué a un punto en el que no sabía si cansarme de todos por decirlo tantas veces, o enfadarme porque no parecían comprender que no podía dedicarme a ello porque ni siquiera tengo el brazo izquierdo en condiciones. Soy el más alto de la familia, así que aunque siempre he estado acostumbrado a comentarios al respecto, el tema del deporte, de ser jugador de Quidditch, me tocaba demasiado la moral por mi condición física.
Asiento con lo que dice, y no comento nada al respecto porque a veces sobran hasta las palabras entre nosotros por cómo nos entendemos el uno al otro. — Deberías enseñarme a cocinar algo interesante algún día. — Eso es lo único a lo que respondo. Sé lo suficiente como para alimentarme, pero me gustaría aprender más y hacerlo mejor. Nunca he sido una persona muy de meterme en la cocina, excepto cuando viví solo por nueve años porque no me quedaba más remedio, pero nunca es tarde para descubrir alguna afición más. Después, cuando escucho su pregunta, saco la lista del bolsillo, y la reviso antes de responder: — Lácteos, algo de carne y pescado, y fruta y vegetales. Lo típico. — Suerte que con el paso de los años, no es uno quien tiene que ir detrás de cada producto y en el propio mercado pueden asignarte a alguien si así lo deseas. No obstante, no es en todos, porque depende de los dueños y su economía. Nunca lo he sabido al cien por cien, pero siempre he imaginado que, para variar, serán muggles.
Asiento con lo que dice, y no comento nada al respecto porque a veces sobran hasta las palabras entre nosotros por cómo nos entendemos el uno al otro. — Deberías enseñarme a cocinar algo interesante algún día. — Eso es lo único a lo que respondo. Sé lo suficiente como para alimentarme, pero me gustaría aprender más y hacerlo mejor. Nunca he sido una persona muy de meterme en la cocina, excepto cuando viví solo por nueve años porque no me quedaba más remedio, pero nunca es tarde para descubrir alguna afición más. Después, cuando escucho su pregunta, saco la lista del bolsillo, y la reviso antes de responder: — Lácteos, algo de carne y pescado, y fruta y vegetales. Lo típico. — Suerte que con el paso de los años, no es uno quien tiene que ir detrás de cada producto y en el propio mercado pueden asignarte a alguien si así lo deseas. No obstante, no es en todos, porque depende de los dueños y su economía. Nunca lo he sabido al cien por cien, pero siempre he imaginado que, para variar, serán muggles.
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Arqueó ambas cejas con cierta sorpresa, observándolo de soslayo mientras caminaba en dirección al mercado central del distrito. Antes iba cada día con su madre a comprar allí, pero eran demasiadas las costumbres que el tiempo había conseguido diluir. Muchas por el transcurso de los años y otras tantas por su propia actitud reservada que había desembocado en una notable distancia con el resto de personas que la rodeaban, aunque en aquel grupo estuviera incluida su propia madre. Demasiadas cosas acontecieron entre ambas, la mayoría perdonadas pero que aún escocían y residían en demasiadas partes de su cuerpo como para ignorarlas por completo. —Dime país y puedo buscar alguna receta interesante— ofreció para aislar los pensamientos que bombardeaban su mente en ese instante.
—Uhmm…— murmuró mirando la lista que él mismo leyó en voz alta. Nada complicado para alguien acostumbrado a hacer la compra. —Empecemos por allí— indicó señalando con la cabeza en dirección a una zona donde se exponían frutas, verduras y demás. —No quiero tardar mucho en regresar a casa, me traje trabajo— agregó caminando hacia el lugar. Aunque aquel no era el verdadero significado de sus palabras; solo quería regresar a casa y no tener que aguantar las miradas de las mujeres que pululaban por el mercado, ni siquiera tenía claro como había pasado por su mente la idea de acompañarlo hasta allí teniendo en cuenta que tendría que lidiar con todo ello y no estaba dispuesta a hacerlo. Las cosas no cambiaban por más que pasaran los años en una ingente cantidad como eran quince años.
—Uhmm…— murmuró mirando la lista que él mismo leyó en voz alta. Nada complicado para alguien acostumbrado a hacer la compra. —Empecemos por allí— indicó señalando con la cabeza en dirección a una zona donde se exponían frutas, verduras y demás. —No quiero tardar mucho en regresar a casa, me traje trabajo— agregó caminando hacia el lugar. Aunque aquel no era el verdadero significado de sus palabras; solo quería regresar a casa y no tener que aguantar las miradas de las mujeres que pululaban por el mercado, ni siquiera tenía claro como había pasado por su mente la idea de acompañarlo hasta allí teniendo en cuenta que tendría que lidiar con todo ello y no estaba dispuesta a hacerlo. Las cosas no cambiaban por más que pasaran los años en una ingente cantidad como eran quince años.
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Me anoto mentalmente la propuesta de Arianne, aunque probablemente las recetas que le pida sean de algún antiguo país europeo. No tengo problema con ningún tipo de comida, de todas maneras, y las pocas cosas que me desagradaban, dejaron de hacerlo cuando estuve en los Juegos Mágicos y no me quedó más remedio que comer lo primero que pillase si no quería morir de hambre. — ¿Alguna sugerencia? — acabo por preguntar finalmente. Sé alguno de sus gustos favoritos, pero siempre he pensado que nunca se deja de conocer a una persona y que siempre puede sorprenderte. Sí, entre nosotros a veces resulta extraño que haya ya cosas que no sepamos del otro, pero igualmente es posible. Por ejemplo, no sé hasta qué punto sabe lo mal que acabé al salir de los Juegos porque por aquel entonces ni siquiera nos conocíamos, y es algo que con el tiempo hemos ido dejando de hablar para no torturarnos... así que es probable que no sepa alguno de los encuentros nocturnos, después de llevar varias copas de más encima, que tuve con alguna que otra chica mayor que yo por aquella época.
Asiento cuando propone empezar por la sección de frutas y verduras, y decido ir yo mismo a pedir lo que quiero comprar porque el utilizar un esclavo nunca me ha llamado la atención, teniendo en cuenta que mi propia madre es una muggle. En cuestión de minutos, llevo una bolsa llena con lo necesario y nos dirigimos hacia la pescadería y la carnicería.
Al igual que con nuestra primera parada, no tardo mucho en comprar ahí tampoco, así que vamos hacia el puesto de lácteos para comprar un poco de queso fresco y varias botellas de leche. Para cuando acabo, me vuelvo a girar hacia Arianne: — Gracias por acompañarme. — Hubiera sido muy aburrido venir solo, no voy a mentir. Aunque durante el trayecto de ir de puesto en puesto apenas hayamos hablado, el estar con ella ayuda a hacerlo todo menos pesado. — ¿Vamos para casa?
Asiento cuando propone empezar por la sección de frutas y verduras, y decido ir yo mismo a pedir lo que quiero comprar porque el utilizar un esclavo nunca me ha llamado la atención, teniendo en cuenta que mi propia madre es una muggle. En cuestión de minutos, llevo una bolsa llena con lo necesario y nos dirigimos hacia la pescadería y la carnicería.
Al igual que con nuestra primera parada, no tardo mucho en comprar ahí tampoco, así que vamos hacia el puesto de lácteos para comprar un poco de queso fresco y varias botellas de leche. Para cuando acabo, me vuelvo a girar hacia Arianne: — Gracias por acompañarme. — Hubiera sido muy aburrido venir solo, no voy a mentir. Aunque durante el trayecto de ir de puesto en puesto apenas hayamos hablado, el estar con ella ayuda a hacerlo todo menos pesado. — ¿Vamos para casa?
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