El Ministerio se encontraba a rebozar de personas ese lunes por la mañana, caldeando el ambiente al punto en el cual los cuchilleos se volvían cada vez más insistentes. Las calles y pasillos se encontraban atiborradas de gente, sumando a su cantidad habitual una enorme presencia de periodistas y ciudadanos curiosos por el juicio anunciado para aquella ocasión: Habían capturado a uno de esos apestosos rebeldes hacía unos días atrás y todos los noticiarios estallaron ante la novedad, a pesar de que su identidad se mantuvo en secreto. Los rumores obviamente corrieron como la pólvora, pero finalmente había llegado la fecha en la cual se arrastraría al pobre desgraciado fuera de sus celdas en la prisión para ser juzgado en un juicio público. Si había que enviarse un mensaje, era mejor que todo el mundo pudiese oírlo.

El tribunal más amplio de todo el Ministerio no tardó en empezar a llenarse de los primeros integrantes, quienes eran revisados en la entrada por aurores de forma minuciosa para evitar cualquier clase de altercado. Los ciudadanos que se atrevieron a conseguir el permiso para estar presentes fueron tomando asiento en los puestos más alejados dentro de la ovalada habitación, justo delante de los miembros de la prensa cuyas cámaras estaban comenzando a prepararse. Uno a uno, los jueces fueron tomando su lugar, acompañados de la Ministra en persona y su familia, rodeados de amplia seguridad.

Podía respirarse en el aire. La tensión. La curiosidad. Quizá un poco de morbo.

Hay una parte de mi sintiendo un gran alivio cuando alguien por fin le da su merecido a ese bocazas. Son varias personas a la vez, pero juro que si no lo hubieran hecho ellos, me acerco yo misma y lo ahorco. Tengo miles de preguntas para hacerle, pero al final ni siquiera puedo elegir cuales de ellas quiero hacerle de verdad; no por mera curiosidad, y la cosa se me va de las manos antes de que pueda hacer nada, cosa que agradezco en parte. Soy una figura pública, no puedo saltar a ahorcar gente sin motivo.

Mi atención vuelve a dirigirse hacia Sebastian cuando mencionan a Vennet, soltando una especie de bufido al escuchar que está muerto. Como me habría gustado descuartizar a ese imbécil yo misma. De hecho, hay un aparte de mi que no le cree, así que me acerco a uno de los aurores que custodia las puertas para murmurarle en voz baja que vayan a ver si eso es verdad, y si lo encuentran y confirman que es Vennet Hastings, lo tiren al primer foso común de mierda que encuentren. — ¿Norte? — Mi voz por un momento irrumpe en la sala, mientras varios recuerdos salen de mis memorias perdidas, como si hubieran estado encerrados hasta ahora. Frunzo el entrecejo recordando las palabras de Benedict hace años y también las del auror que lo atrapó. Se había alejado mucho de los límites del norte, caminando por accidente hacia una zona que nunca llegó a reconocer y según sus palabras, juraría que estaba fuera de los límites del país. Por desgracia murió antes de decirnos donde estaba eso exactamente. — No queremos tus consejos y no me vengas con historias para niños. — Escupo las palabras, perdiendo el control una décima de segundo, lo justo para pegarle a Sebastian una bofetada y luego enterrar mi pulgar y el resto de mis dedos en sus mejillas, para aferrar su cara y obligarlo a mirarme. — Claro que sabes donde está. No guías a unas personas hacia un lugar que no sabes donde está, así que ya estñas abriendo esa puta bocas asquerosa o te voy a empezar a cortar en trozos. — Le suelto, empujándolo lejos de mi, como si fuera él quien tiene que retroceder en vez de yo, que soy invadiendo su lugar.

Lanzo una mirada general a todos, porque mi amenaza va muy en serio; y después, con las manos puestas en aparente calma a mi espalda, enlazadas entre sí, suelto un suspiro. Mi tono de voz vuelve a ser el mismo de antes. Sin rabia. Sin frustración. Solo un tono neutro, evidentemente fingido. Ningún tono natural saldría de esa manera. — Ellos nacieron aquí. Se someterán a las leyes de este país, estén donde estén. ASí que no te lo preguntaré dos veces. ¿Donde. Están? — Separo las dos palabras con una ligera pausa. Le doy cinco segundos, o al menos, cinco segundos que puedo contar mentalmente, antes de hacer un gesto con mi cabeza, muy sutil, que da pie a cualquier auror para hacerle lo que le de la cana.

Como era de esperar, la situación se estaba descontrolando por completo. Quizás por aquella razón estaba completamente en desacuerdo con el tipo de enjuiciamiento que se estaba llevando contra él, aunque la decisión ya estaba tomada y aquello solo se trataba de una especie de circo con el que pretendía sacarle, a golpes, unas respuestas que, claramente, no iban a ser pronunciadas. Prensó los labios, incómoda ante lo que debía presenciar, y tragando saliva con cierta dificultad. Miró a Jasper de reojo, sorprendida ante el hecho de que él también participara en aquella serie de preguntas, aunque al menos él se mantenía en su lugar, no como los demás.

Aunque se hubiera sentido aliviada ante el hecho de que no fuera alguien conocido por ella, no al menos una persona con la que hubiera tenido relación, todo se había tornado de una forma que no apoyaba, ni desde su posición como miembro de wizengamot ni como persona en sí. —Inaudito.— susurró para que solamente Jasper fuera capaz de escucharla. —¿Qué nos diferencia de ellos realizando este tipo de interrogatorios?— cuestionó entonces en voz alta, sin moverse de su sitio y sin enfocar la mirada en nadie en concreto. —Ya ha sido enjuiciado y condenado por los delitos que ha cometido, no estimo pertinente tener que recurrir a la violencia injustificada que se está ejerciendo.— agregó, cruzando los brazos bajo el pecho y, entonces sí, enfocando su mirar azul hacia el acusado. En ocasiones no era capaz de controlar sus palabras, no cuando estaba completamente en desacuerdo con lo que tenía que presenciar, y un momento como aquel acababa de surgir.

De un momento a otro, las cosas empiezan a calentarse. El primero en hacer algo es el Ministro de Defensa, que utiliza una maldición algo inofensiva pero muy molesta y desagradable, porque físicamente no hace nada, pero psicológicamente machaca bastante con las sensaciones que provoca. Sin embargo, eso no es nada en comparación a lo que hace el jefe de los aurores. Es por eso por lo que opto por mantenerme quieto en mi sitio, a la espera de que las cosas se calmen un poco más para volver a dirigirme al acusado. — ¿A cuánto está el Distrito 14 del 11 y el 12? — Según él no es tan sencillo como señarlarlo en un mapa, pero no me creo que no sepa si tardó simples horas, o si días, o si semanas. — No te estoy pidiendo que me digas a cuántos kilometros exactos está, sino cuánto crees que tardabas en llegar. — Para empezar, hay muchos cabos sueltos, porque es obvio que está omitiendo información. Ya debía de saber con antelación cómo ir, por lo que alguien debió explicárselo bien para que consiguiera llegar. — Alguien debió decirte cómo llegar hasta allí. Dudo que dieras con el 14 por arte de magia. — Un tanto irónico teniendo en cuenta que él mismo es un mago.

Al final son las palabras de Arianne las que me sacan de los pensamientos sobre qué más preguntarle a Sebastian. Tiene toda la razón, por mucho que haya intentando hacer la vista ciega a lo que ha pasado en la sala hace escasos minutos. — La señorita Brawn tiene razón — digo, esta vez con la vista centrada en el estrado de los ministros. Mi tono de voz es calmado, porque lo último que quiero es que nos suelten alguna tontería injustificada a nosotros solo por no ver bien que se le golpee. — Dando muestras de violencia solo conseguimos que se regocije más y tenga cómo meterse con nosotros, diciendo que todos nos odian — añado en referencia a su comentario sobre que solo los ricos y los bien posicionados apoyan el Gobierno de Jamie. Es algo que muchos, especialmente los que estamos dentro del sector de Seguridad Nacional, sabemos desde hace meses por todo lo que está pasando en los distritos. Por eso mismo no tenemos que darle pie a que pueda tener razón, que es lo que están haciendo con esas muestras de violencia.

Preguntas, respuestas; Hope se queda con cada palabra de Sebatian, con cada gesto. No vuelve a decir nada inapropiado y eso a ella la satisface, pero al parecer, no es suficiente para todos los presentes.  Coarleone entra en escena y Hope observa como el jefe de aurores se desenvuelve en un interrogatorio:  Sus preguntas le resultan acertadas,  el crucio, innecesario. La rubia no aparta la mirada, del dolor del prisionero. De repente ya no tiene ganas de cerrarle la boca, es como si su amenaza cayera en el vacío. Si igualmente iban a maltratarlo durante todo el interrogatorio hasta terminar matándolo ¿para qué callarse?

Más preguntas, más respuestas. El distrito 14 y está plagado de traidores.

-¿Quien es el líder? ¿Quién os organiza?  - Cree que alguien ya lo a preguntado y que Sebatian no a respondido. No está segura, pero quiere saber. Emplear la violencia con él siga sin ser su plan, esta deacuerdo con los brujos que le defiender, si sigue portándose bien, ella si cumplirá su silenciosa promesa de no convertir aquello en algo aún más desagradable.

Cada parte de mi quiere ahorcarlo desde el momento en el que le vio y sé que no soy la única. Varios de los presentes tienen asuntos personales pendientes con el acusado, algunos más personales que otros; por lo que al escuchar la voz de Arianne exasperada y Jasper secudándola, mi mirada pasa de Sebastian a ellos, en el mismo estado de odio que siento por el primero. Parece una advertencia para que se callen, pero no es así. Simplemente me doy cuenta de los jóvenes que son para creer que no se merece una mierda de lo que le están haciendo. Se merece mucho más que eso.

Pero hay algo en lo que Jasper tiene razón. Mientras perdamos los nervios se va a seguir regodeando.

Aún me quedaron sonando sus palabras en la cabeza y aprovecho el momento para retirarme. Retrocedo mientras Hope le habla y me giro para mirar a Sean fijamente. En realidad mi mente esta en otra parte y él lo sabe, es un acto reflejo que tengo siempre que ocupo mi mente, porque de esa manera nadie pregunta porqué diablos estoy mirando el techo o la pared como si fueran repentinamente la cosa más importante de mi vida.

El silencio se hace en la habitación de nuevo después de que Sebastian responde a Hope. — La magia contra mi, ¿huh? — Quito mi vista de mi marido y me giro de nuevo al acusado, con una cierta satisfacción en el rostro. — Así que nos pongo en situación. Ustedes salvan personas, les dicen que caminen hacia el norte y ¿qué? — No espero que me responda, me separo de lo que separa la zona del acusado de los asientos y empiezo a dar vueltas a su alrededor, muy despacio, con la mano deslizando sobre la madera que hace de barrera. — Veamos. Si nada puede entrar. Pero tú entras... ¿Te encontraron en el bosque has dicho, no? — Sería fácil calcular, en teoría, hacia donde deben caminar. Ha dado muchas pistas, ya teníamos otras tantas. Pero él acaba de darme el punto clave de todo esto. — Se fían de determinadas personas... eso significa que yo no tengo que encontrar el 14. Solo necesito enviar una persona lo bastante vulnerable como para que ellos vengan a nosotros. Un par de muchachos desesperados del distrito 7 con un bebé... — Y espero, porque estoy segura de que si he dado en el clavo, lo notaré.

Tenía pensado no intervenir más porque las muestras de violencia no me habían parecido para nada correctas, pero las aguas parecen haberse calmado. O eso creía. En cuanto Johnson pronuncia el nombre de Stephanie Black, la tensión se palpa en el ambiente, y por distintos puntos de la sala escucho a gente murmurar todo tipo de cosas y preguntas, en busca de darle algo de sentido a lo que acaba de decir. Recuerdo perfectamente, como si fuera ayer, el día en que Jamie Niniadis y los rebeldes se hicieron con el poder del país, y cómo Jamie dio aquel discurso y, después, salieron las imágenes de Stephanie y otro hombre en pantalla porque eran fugitivos y traidores. Había asumido que después de casi diecisiete años estaría muerta porque en tantos años no se había sabido nada de ella, y todos sabemos cómo era esa mujer. Con el tiempo la gente dejó de hablar de los Black, y aunque algunos nunca les olvidaron, fueran cuales fueran sus razones, sí que casi estaban en el olvido tras tanto tiempo.

— ¿Desapareció? ¿Así como así? — No tiene sentido que estuviera años encerrada y luego desapareciera de golpe. Sé que era una mujer... ¿especial? Lo que sea. Pero yo ni de broma habría permitido que me tuvieran tanto tiempo encerrado si podía irme en el momento en que yo quisiera. — ¿Y quiénes serán esos? Porque esconderse y pintarrajear las paredes no es precisamente la idea que yo tengo de una figura a seguir — respondo cuando dice que el pueblo encontrará a alguien por no estar conformes con el Gobierno actual. Ni siquiera me importa la política, y nunca lo ha hecho. Simplemente lo necesario para hacer mi trabajo, y desde luego que esas pintadas en las paredes son de todo menos agradables.

Sé que tengo en jaque a Sebatian Johnson cuando cambia de tema abruptamente y menciona a Stephanie. No dejo que me vea el estupor en la cara porque sin darse cuenta, está dando más información de la que pretende y confirmando que mi amenaza anterior, es factible. Entorno los ojos y presiono mis manos contra la madera para liberar un poco de tensión, con un pseudo regocijo interno. Stephanie está viva. Sí ¿y qué? ¿me va a decir ahora que hay gente que la apoya y quiere regresarle el poder? que lo haga, me voy a reír en su puta cara.

Aunque esté viva ya no resulta una amenaza para mi.

Pero si en el 14 acogieron a un monstuo como ella, eso quiere decir que dejan entrar a cualquiera, que son lo suficientemente estúpidos para abrirle las puertas a alguien que lo necesita. Hay aurores con el don de la oportunidad, buenos mentirosos, metamorfomagos; serán fáciles de engañar. Nunca hemos estado tan cerca de encontrar el catorce como lo estamos en ese instante. Giro mi cabeza para mirar a Raymond porque mientras pienso en como hacer aquello, la idea del plan se va formando en mi cabeza.

Ustedes creen que son invencibles y tienen la voz de la razón, pero se equivocan. Siempre habrá alguien dispuestos a alzarse para hacerles frente y créanme...

Ni siquiera le dejo terminad cuando estoy estallando en carcajadas. — O sea que ahora seguís a Stephanie Black y me hablas de inconformismo y gente rebelándose contra el sistema. — Otra carcajada, y esta bastante más sarcástica. — Resulta muy fácil para un montón de pueblerinos dar opiniones sobre como gobernar un país cuando no tienen ni la menor idea de como funcionan las cosas. Todos creen que saben hacerlo mejor. Y se nota, porque los Black eran la piedad hecha personas... — Más sarcasmo. — Dices que se rebelan contra nosotros, pero estáis matando gente inocente, gente que solo quiere vivir en paz, así que si me vas a soltar un discurso moralista sobre que soy yo quien asesina inocentes, menciona a una sola persona que no haya sido condenada a morir por poner la vida de otros en peligro — No puede, porque a diferencia de Stephanie Black, YO no me invento los crímenes. — Justifica tu consciencia como quieras. Pero solo atacas los cimientos de esta ciudad porque tu no te adaptas a ella.

Es una pregunta retórica, no quiero respuesta. A pesar de que Jasper tiene más preguntas mi movimiento de mano deja bastante claro que su tiempo se ha terminado.

En cuanto al ministra de magia hizo aquel gesto, le dio al jefe del Wizengamot una orden, que cumplió a rajatabla. Se puso en pie, aclaró su garganta para demandar la atención de todos los presentes y una vez la tuvo, empezó, con voz muy solemne. — Se te ha agotado el tiempo para redimirte, Sebastian Charles Johnson. Quedas condenado a muerte por los delitos cuya inocencia no has podido justificar — Un golpe con su mazo contra la madera, fue casi como una orden para el resto de presentes, quienes empezaron a retirarse, todos excepto los aurores, la ministra de magia y su familia, quienes serían los encargados de llevar a cabo su sentencia.

Jamie volvió a su asiento y los aurores rodearon al acusado. Levantaron sus varitas al mismo tiempo.

El cuerpo de Sebastian fue liberado de los grilletes segundos antes de que una cuerda rodeara su cuello. Lo elevaron hasta lo alto de la silla que de un momento a otro se desvaneció. Cada auror estaba encargado de una tarea, levitar el cuerpo, colgar la cuerda, desaparecer la silla, mantener cautivo al acusado. Y al final, su cuerpo dejó de removerse, sus ojos perdieron la vida y los sonidos guturales de su garganta exigiendo aire, se apagaron.

Hubo un momento de silencio bastante largo, finalmente, la ministra y su familia se levantaron. Sean y Hero salieron de la sala, la segunda con la cabeza gacha. — Tírenlo a una fosa con el resto de traidores. — Era una orden de Jamie. Para ella, ningún mago merecía ser enterrado y descansar en paz, como el resto de ciudadanos que vivían entre sus muros. — Buen trabajo — Sin mirar a nadie en concreto, salió de a sala, dejando a los aurores acabar con su deber.


Al día siguiente, aquel juicio estaba en todas las páginas de la prensa con el titular de: "Sebastian Johnson, traidor a su raza" donde solo se mencionaban las cosas horribles que habían hecho, exagerando gran parte de la información; seguido de otros como "Los terroristas siguen los ideales de los black" que fue un duro golpe para las voces de los renegados, quienes en realidad no tenían nada que ver con los Black. Su prestigio quedó por los suelos de la noche a la mañana. Pero en ningún momento, se hizo mención a Stephanie Black con vida. Información que guardaron como alto secreto.