Fue el único tema de conversación entre sus amistades, mas bien en toda la escuela, en los últimos días. La captura de un enemigo del gobierno, de un traidor que sería expuesto ante la justicia para recibir su correspondiente castigo; justo la noche previa al juicio cuando imaginó de la importancia del asunto al ver a Riorden en casa, en una actitud enfocada a toda información que fuera relevante al suceso que estaba por acontecer. Y la curiosidad, atrevida, caló hasta los huesos de la joven bruja. ¿Qué delitos cometió ese traidor? ¿Habría sido parte del gobierno que se llevó a varios miembros de su familia?

A la mañana siguiente en su trayecto habitual a clase hubo un cambio, sus pasos se desviaron del camino en dirección a los edificios de justicia, hacia los tribunales de Wizengamot con la inocente intención de ver de primera mano la justicia llevarse a cabo hacia las personas que actuaban contra el gobierno.

El congregado número de periodistas y ciudadanos curiosos hicieron sencilla la localización de la sala de juicios donde se llevaría a cabo el procedimiento. Una vez en el interior, tomando asiento en un punto alejado, se encogió en su asiento al percatarse de los rostros de Riorden y su tío Elijah, situados junto a la presidenta.

Solo podía ver oscuridad y olfatear el interior de aquella bolsa que me indicaba que la mía no era la primer cabeza que habían metido dentro. Con los brazos en la espalda y pies que se tropiezan entre sí por los empujones y la mala alimentación de los últimos días, me dejo arrastrar hacia donde sé que van a dictar mi sentencia final. ¿Creen que no sé lo que me espera? Los estúpidos del gobierno siempre han sido demasiado claros respecto a las personas como yo. No soy un humano pero a sus ojos soy peor que ellos, porque he decidido darle la espalda a mi gente con tal de seguir otro camino. Uno por donde me moví bastante bien por años, pero no con la suficiente rapidez para que no me capturen...

No tengo nada que perder y eso ellos lo saben, aunque si no me han matado ya significa que algo quieren. Que me chupen la axila, porque de mí no sacarán nada. ¿Qué hacía pintando aquel mural? Pues buscaba libertad de expresión, era obvio, aunque eso significase expresar que deseaba que todos ellos se vayan a la mismísima mierda. Mi hermana era una muggle y ellos la mataron. Mi sobrina carece de magia y por su culpa vive aislada en un sitio donde no puedo llegar a ella sin causar un problema. Mis amigos, mi prometida... todos muertos. Yo soy el siguiente, lo sé, pero no significa que voy a llorar por eso. Que intenten lo que quieran.

Es irónico como han tenido que acomodar las esposas con magia porque me falta una mano desde hace más de quince años e incluso me burlé de los guardias por eso, lo que me valió un golpe que me dejó el labio partido y una maldición Cruciatus en cuanto le dije que golpeaba como un bebé; clásico. Me hacen avanzar por lo que parece ser un largo pasillo hasta escuchar murmullos y al final veo la luz en cuanto siento como me quitan la bolsa de la cabeza, encontrándome en el centro de un tribunal tan atestado de gente que me causa una sonrisa irónica mientras me sientan a la fuerza en una silla en el centro de la atención.

— Vaya, me siento toda una celebridad — bromeo con sarcasmo, alzando la voz para llegar a los oídos de Jamie Niniadis, a quien le clavo la mirada antes de saludarla con la cabeza — Diría que es un placer verla, Su Majestad, pero estaría pecando de mentiroso.

Me encojo de hombros mientras anuncian mi nombre, esperando a que empiecen con toda esa estupidez de los cargos por los cuales me acusan y toda la tontería que no pienso negar. Venga la idiotez, no podría importarme menos.

Los minutos pasan casi de manera tortuosa mientras espero a que todo dé comienzo. Llevo siglos queriendo ver cara a cara a uno de esos traidores e intentar encontrarle una repuesta más o menos lógica a todo. Probablemente eso no lo consiga en mi vida, porque ni siquiera entiendo por qué hacen lo que hacen. Pero ese es otro tema.

Tengo que reprimir un suspiro de alivio cuando Jamie finalmente se levanta de su asiento para dar comienzo, y escucho atentamente todas y cada una de sus palabras. No conozco a Sebastian más que por lo que se le acusa, pero puedo imaginar qué clase de actitud tendrá. Yo mismo fui acusado por otro Gobierno hace media vida mía, y sé que en aquellos momentos, hubiera preferido morir antes de delatar a los míos. Por nuestro interés, espero que él no sea así y sepa lo que le conviene también a él mismo.

En cuanto Jamie deja de hablar, finalizando sus palabras con una pregunta que lleva también en mi cabeza quince años, me levanto yo de mi asiento y bajo del estrado hasta quedar frente a él. Durante unos segundos le miro fijamente, intentando descifrar qué clase de persona es, además de un traidor asqueroso. Al final, acabo apartando la mirada, pensativo, hasta que la otra pregunta que lleva años rondando mi cabeza, vuelve a hacer acto de presencia. — ¿Dónde se esconde Vennet Hastings? — Recuerdo su cara como si fuera ayer la última vez que le vi, y no por las fotografías que durante años han estado colgadas en las calles. Como Ministro de Defensa, es una ofensa que lleve años desaparecido. No es el único, obviamente, pero sí que es, probablemente, la persona que más rabia me da que no se sepa dónde está, dados sus antiguos actos ilegales y todo el daño que nos hizo en su momento.

Contengo el impulso de imitar una burla hacia la cháchara de la Ministra porque sé exactamente las razones por las que estoy aquí y todos sabemos que no voy a clamar por una inocencia que no tengo; le haría perder el tiempo tanto a ellos como a mi paciencia. Cuando la tengo cerca, no puedo evitar alzar mis cejas con descaro, pasando mis ojos por toda su anatomía hasta encontrarme con los suyos — Alguien está pasando por una crisis de mediana edad — comento, a pesar de que su pregunta me hace sacudir la cabeza — ¿Quién ha empezado todo qué? — contraataco, mordiendo mi labio inferior como si quisiera ahogar algunas de las broncas que tengo dentro guardadas — Porque si mal no recuerdo, todo esto lo empezaste tú, Jamie — hay cientos de causas por las cuales me están preguntando, pero el único común denominador es ella.

Sé que no le va a hacer gracia mi respuesta pero no me detengo a ver su cara porque una voz sale del estrado pronunciando un nombre que me llama la atención y me retuerce el estómago. Entre mi pelo grasiento ubico al que reconozco como el Ministro de Defensa, un muñeco de torta cuyo aire me dan ganas de escupirle entre sus perfectas y probablemente depiladas cejas. Sin embargo, mi corazón se acelera y la angustia me domina el pecho, mientras me muerdo la lengua sin atreverme a pronunciar las palabras que he sabido durante años y me han carcomido por dentro. Al final, bajo violentamente la cabeza — Vennet está muerto. Hace años. Les ahorro el trabajo de seguir buscándolo.

Se mueve por la sala con tranquilidad, sus pasos son lentos y su mirada vigilante. Cuando Sebastian entra, detiene sus ojos en él, no puede negar que le resulta interesante. Ladea el rostro escuchando los cargos, todos saben que ya esta condenado a muerte, él incluido. Quizás por eso su actitud es una mierda, se a prometido a si mismo que no tiene miedo a morir y Hope sabe lo frágil que puede resultar esa promesa. Ni siquiera las personas más entrenadas pueden negarle el miedo a la muerte cunado la ven de cara. El miedo es una actitud inteligente, una actitud de supervivencia, algo que ni siquiera el más idiota puede negarse en el ultimo momento.

Hope camina hacía el centro de la sala donde el acusado está mientras las preguntas van sonando por la sala. Es una persona interesante, demasiado interesante como para matarlo por su osadía, pero no lo suficiente como para no emplear la violencia con él, a la vista está que su lengua le a costado algún golpe no hace mucho. Lamentable

Se espera a que el silencio se haga sitio de nuevo y finalmente sin ni siquiera sacar la varita tira de su grasiento pelo hacía atrás, si se hubiera encontrado cerca en el momento que a osado a hablarle mal a la ministra, tendría roto algo más que el labio. -Un solo comentario más fuera de lugar y esto se pondrá más feo para ti de lo que ya lo está - dice soltándole de malas maneras antes de retirarse un par de pasos. No a buscado hacerle daño, aunque tampoco lo a evitado. Podría ser pero, puede ser peor, será peor si el él lo quiere.  No piensa salir de la zona de interrogatorio, se acabaron las burlas. -¿Cuantos aliados tienes? ¿Donde se esconden? - Pregunta.

El tirón de la rubia me deja con los ojos en dirección al iluminado techo durante una fracción de segundo, antes de girar mi vista hacia ella; a ésta no la conozco, pero no hay nada que me cause más gracia que la gente con aire delicado que intenta no parecerlo. Las conozco como la palma de la mano gracias a mis años como agente de la paz, hace ya una eternidad. Ella me suelta y me acomodo, apenas notando su tirón en el pelo mientras la veo alejarse y hablar  — Antes de agarrarme así, invítame un trago — mascullo, antes de sonreírle con ironía y ladear la cabeza — ¿De verdad crees que cargo con un registro? Porque que yo sepa, no lo hay. No es un club donde sumamos fanáticos y si hay alguna sede, no lo sé. Las reuniones siempre fueron al azar, así que si quieren buscar un patrón, adelante — lo triste es que no miento. Siempre nos hemos reunidos en casas o zonas aleatorias, pero si hubo reuniones más grandes en algún centro, está fuera de mi conocimiento — No es un secreto que sólo los ricos y los acomodados los apoyan... ¿Saben? Si empezaran a contar la cantidad de gente que los desprecia y quieren hacer algo al respecto, creo que estarían en problemas. No tengo un número, pero si lo tuviera ustedes no estarían contentos — no es una amenaza pero deseo que suene como una advertencia.

Toda confianza se me va por los poros cuando uno de los integrantes pronuncia una pregunta que no me esperaba y que me deja un instante perplejo. No he sabido de Delilah en años y aunque mi primera reacción es sacudir la cabeza, me demoro más de lo normal en abrir la boca. Van a matarme de todos modos, lo sé, así que no es como si vaya a entregarle a mi sobrina tan fácilmente — Con gente en la que confío mi vida — declaro sin rodeos — Aunque no he sabido de ella en años. No sé donde están o si incluso sigue con vida  — y si el catorce sigue en pie, no estoy seguro de recordar el camino de regreso y mucho menos sería capaz de decírselo a Jamie Niniadis.

No voy a negar que el hecho de que Vennet Hastings esté muerto me sorprende. Pensaba que probablemente estaría pudriéndose por algún lugar en las afueras de NeoPanem que todavía no hemos descubierto porque nunca he mandado a escuadrones de aurores tan a los límites por su propia seguridad. Es por eso mismo por lo que apenas le dejo tiempo para recomponerse entre pregunta y pregunta para volver a centrarme en ese tema que tanta curiosidad me provoca. — ¿Y cómo murió Vennet? Si sabes que lleva años muerto, dinos cómo murió tu amiguito — Sé que tenía una gran amistad con él, quizá una tan grande como la que yo tenía con Alec, y que probablemente lo que menos le apetezca es hablar delante de todo el mundo sobre él. Porque literalmente esto lo acabará viendo todo el mundo.

Sin embargo, mi paciencia acaba tocando su límite cuando empieza a soltar que mucha gente no nos aguanta, y que solo lo hacen los ricos. Sigo molesto por lo que pasó el otro día en el Distrito 11, y cada vez que recuerdo que Hero, que no es más que una niña inocente a la que no le debería haber pasado nada, estuvo ahí, me enfado aún más. Es por esa razón, por la rabia que llevo conteniendo estos días desde la pequeña revuelta del 11, por lo que acabo utilizando un Mucus ad Nauseum contra él. Ni siquiera me molesto en no sacar la varita y usar magia verbal, pues prefiero que vea que la utilizo y que se dé cuenta de que no nos vamos a andar con tontería. Quizá así se le tranquilice ese temperamento que tiene, sobre todo cuando empiece a notar las sensaciones de frío y angustia que tanto caracterizan a esa maldición. — ¿Qué hacías en el Distrito 11 hace dos semanas? — Ni siquiera estoy cien por cien seguro de que él fuera el que provocó el ataque, pero tiene todas las papeletas.

Relame sus labios mientras avanza por los pasillos del ministerio, sabe que va tarde pero aún así no se inmuta un poco debido a su tardía llegada, porque su presencia ahí no es la más importante y mucho menos la más necesaria. Jamie y Riorden seguramente ya estarían comenzando con el interrogatorio y el Jefe de Aurores simplemente quiere estar presente para monitorear el qué tanto se maltrata a aquel traidor que su escuadrón y él lograron capturar semanas atrás; Porque si no lo hacen correctamente, él estaría más que encantado de enseñarle unos cuantos modales.

Abrie las puertas sin necesidad de hacer ruido excesivo y tras ser reconocido por los Aurores que vigilaban el área, se abre paso hasta los asientos donde escucha atento las palabras de la Ministra de magia quien daba comienzo con la serie de preguntas que serían lanzadas contra el prisionero, abandonando su lugar siendo seguida segundos más tarde por el mismísimo Ministro de defensa. Todas las preguntas son resueltas con un tono que Reynald detecta como bastante seguro y con cierto toque irónico, sonríe cuando una de las Aurores presentes hace lo que él hubiera hecho en su lugar, quizá con menos brusquedad pero en esencia bien podía pensar en darle mejores misiones a aquella mujer que diablos, estaba buenísima.

No puede evitar rodar los ojos un tanto aburrido por tanta palabrería sin sentido que suelta, finalmente decide ponerse en pie y avanzar lentamente hasta donde el prisionero se encuentra, hablando sólo después de que el Ministro de defensa lo hace — Hola pedazo de escoria ¿Me recuerdas? — sonríe de medio lado antes de cruzarse de brazos frente a él — Parece que la vida dentro de prisión no te ha sentado nada bien, ¡Alguien por favor traiga un poco de agua y comida para este pobre hombre! — aquella orden la lanza al aire y sabe perfectamente que nadie se atreverá a cumplirla porque no es enserio y ese sarcasmo es algo que logró caracterizarlo desde que era un Auror más.

— ¿Sabes? La gente como tú siempre me ha puesto de mal humor, no sé por qué se molestan en encubrir a personas que tarde o temprano vamos a encontrar tal como hicimos contigo — en ese momento, empuja su frente con el dedo índice para que su cabeza vaya hacia atrás bruscamente — pero obviamente tú ya puedes dar fé de ello ¿No es así? ¡Vamos quita esa cara y dame 10! — extiende ambas palmas frente al rostro del prisionero con una sonrisa de oreja a oreja — ¿Qué hacías en el distrito 11, vendías artículos de segunda mano? — no espera que se ría y mucho menos que alguien diga nada — Quizá ellos quieran ser un poco más diplomáticos, pero a mi no me importa la imagen que se da frente al pueblo respecto al trato a basura como tú — saca la varita de su saco, apunta hacia el prisionero y un crucio que no sale de sus labios logra que los ojos del jefe de aurores dejen notar lo encantado que está con poder hacer aquello — Ahora, ¿Sebastian? Dejemos las formalidades y toda esa mierda porque no se retrasó tu muerte por respuestas tan estúpidas como las que vienes diciendo desde que esto comenzó — sin dejar de apuntar su varita hacia el prisionero camina de un lado hacia otro con completa tranquilidad para lo que está realizando con el contrario.

— ¿A dónde enviaste a todos esos muggles, hm? ¿Qué les prometiste después de liberarlos? — aferró fuertemente su varita con la mano derecha antes de detenerse frente a él — ¿A dónde huyeron? Tú lo sabes bien ¿No es así? ¿Cómo llegamos ahí? ¿Quiénes los lideran? — Probablemente alguien tan estúpido como él -tan estúpido como para ser capturado- no pueda tener acceso a información tan valiosa pero tarde o temprano en aquél juicio podrían tener información extra que ayudara a la captura del resto de muggles. Finalizando su serie de preguntas y para que el prisionero hable de forma ententible, culmina con la maldición y mantiene la varita en la mano derecha.

Que ganas que tiene de joder este tipo con un asunto tan delicado como el de Vennet. Lo miro con veneno en los ojos, gruñendo algo parecido a un improperio que nadie puede escuchar, hasta que bufo con resignación — Tuvimos un encuentro con cuatro aurores hace alrededor de cinco años en el distrito cinco — me explico, sin emoción alguna en la voz y sin quitarle la mirada de encima al susodicho que efectuó la pregunta — Pudimos escapar pero un maleficio había alcanzado a Vennet. No pude hacer nada para salvarlo a tiempo, así que lo enterré en el jardín de la que fue la casa de mis padres. ¿Satisfecho? — las ganas de escupirle la frente se incrementan, pero me mantengo firme en mi posición. Si quieren ir a revisar para saber si he mentido o no que lo hagan, pero solo encontrarán huesos. La simple idea me dan ganas de vomitar. ¿Qué hacía en el distrito once? La pregunta me hace arquear una ceja, porque sé bien de dónde viene esa pregunta — Sobrevivía por mi cuenta. Nadie ha planificado el ataque contra Sean y Hero Niniadis, pero tampoco puedo decir que estuvieran contentos al verlos aparecer.

Entonces aparece él y por un momento, la acidez de mi estómago parece extenderse por cada rincón de mi cuerpo. Mi cabeza se echa hacia atrás con las burlas y comentarios del jefe de aurores, a quien sigo con la mirada como un gato a su presa, hasta que no contengo la mueca que pretende ser una sonrisa forzada y dolorosa — No eres nada creativo con tus bromas. ¿Alguna vez te lo dijeron? — le cuestiono como si fuésemos dos críos que no tienen ningún otro problema más que preocuparse por las ofensas del otro.

Siempre supe lo que se venía y me sorprende que se hayan tardado tanto en llegar a esto. El dolor del maleficio se me clava en la piel y mi cuerpo responde encogiéndose hacia delante con las mandíbulas apretadas para evitar cualquier sonido de dolor, aunque mi respiración se agita ante la agonía que me carcome por dentro. La pregunta llega lejana, como si estuviese siendo formulada del otro lado de una gruesa pared, mientras mis músculos se contraen y acabo soltando un tosco gruñido. Todo se termina de forma repentina, sabiendo que me está dando solo el tiempo para responder, ese que yo utilizo para recuperar el aliento aún con el rostro gacho y el cabello cayendo sobre mis facciones — Solo les dimos la libertad que merecen — farbullo con la garganta seca, dando bocanadas de aire hasta que logro alzar la vista hacia él — Les aconsejamos salir del país porque aquí no van a encontrar justicia, aunque creo que eso no es noticia para nadie. Les he dicho que vayan al norte... — busco con la mirada a Jamie Niniadis porque sé que para ella esas palabras tendrán significado. Lo sé desde que tuve esa información de la boca de cierto niño que ella torturó alguna vez y que nos contó lo que ocurrió a todos. Negar que ese sitio existe ya es una idiotez, así que no voy a jugar esa carta a pesar de sé lo que andan buscando — pero no sé el camino o si es el mejor consejo que se pueda dar. Buscar el distrito catorce es una pérdida de tiempo y está fuera de sus límites como para que sus leyes tengan algún poder o validez.