Recuerdo del primer mensaje :

No pude evitar maldecir en voz alta cuando, al girar mi cuello en señal de cansancio, este emitió un leve 'crack' que había dolido lo mismo que un golpe de lleno en la nuca. Colocando entre mis rodillas la caña de pescar que estaba sosteniendo, me llevé ambas manos al cuello en un intento de masajear el músculo en busca de aliviar el punzante dolor que no me dejaba ni mover unos centímetros la cabeza.

Sentía que había pasado al menos medio día de estar esperando a que pique algún pez, pero juzgando por la posición del sol, con suerte había pasado más de una hora desde que se había dirigido al arroyo. Siseando cuando por fin pude mover el cuello con algo de dificultad, volví a tomar la caña y asegurándola a un costado en el montículo que ya había preparado, decidí que debía moverme un poco antes de continuar. Descartando rápidamente la sudadera que llevaba más por costumbre que por frío, la arrojé al piso y con cuidado me dirigí hacia la gruta que hacia tiempo había memorizado.

Lo mucho que detestaba pescar solo podía compararse a lo mucho que disfrutaba bañarme en el lago. No entendía como algunos podían relajarse esperando por horas a que algún pez se dignase a morder el anzuelo, y mucho menos comprendía como algunos podían preferir esa actividad en lugar de ir a nadar al lago. Estuviese sola o acompañada, podía pasar horas en el agua... ¿Quién sabe? Tal vez podía ahuyentar a los peces hacia el río y al fin pescar algo decente.

Dudo que se acuerde luego de darme un ejemplo, pero no se lo comento. Después de todo, simplemente estamos bromeando. Cuando comenta lo de darle las gracias a Eowyn, no puedo evitar rodar los ojos. Primero porque no voy a tocarle la puerta y decirle "Hey, gracias por enseñarle a Ben como ponerla correctamente. No te lo dije, pero hace unos años lo pasé excelente", segundo porque mi hermano vive con ella, y tercero porque a duras penas logré contenerla entonces cuando quería contarme sus experiencias sexuales. No gracias. - Y yo que creí que Soph se encargaba de la educación por aquí. - Comento. Si yo tengo que sentirme rara e incómoda por su comentario, él también tiene que pasar por lo mismo.

Haciendo un mohín cuando culpa a mi terquedad en lugar de a mi pie, estoy por recordarle que fue él quien me tiró cuando decide disculparse. No es justo ¿desde cuándo se adelanta a mis retos? Dejándome guiar hasta la piedra en la que antes se había sentado, me siento aliviada cuando dejo de poner el peso sobre mi pie. - Estabas jugando, no te disculpes por eso. Aunque en algún momento te la pienso devolver. - Si es que en algún momento doblo mi tamaño o desarrollo fuerza sobrehumana. Pero no importa, de alguna manera buscaré la manera de hacerlo caer al lago, o dejaré caer algo sobre su pie. Cualquier opción es válida.

Lo observo juntar todo con algo de culpa y simplemente me dispongo a tomar lo que me entrega para que le sostenga. Después de todo el pobre me tendrá que ayudar a caminar y me parece justo tratar de alivianarle la carga. Claro que no me espero que me alce en vilo con la misma facilidad con la que cargó su mochila al hombro. Pegando un gritito agudo nada propio de mí, termino por casi tirar el pescado que acaba de darme. - Ja, ja. Muy gracioso. Tal vez te hubiese creído sino me hubieses levantado con tanta facilidad.

Asegurando las cosas que tengo encima para que no se caigan con el movimiento, levanto la vista cuando lo escucho hablar y de golpe lo tengo más cerca de lo que debería. Maldito hijo de... ¿Así es como quería jugar ahora? De acuerdo, entonces así se jugaría. - ¿Tomar revancha? Eso no es un problema. Menos aún cuando eres puro palabrerío. - Sonriéndole, le saco la lengua de manera infantil y termino haciéndole caso. Rodeándolo con el brazo que no estaba asegurando las cosas en mi regazo, escondo la cabeza en el hueco de su cuello, cuidando de rozar su clavícula con mi nariz y procurando respirar lo más pausadamente que podía. - Sé jugar. No te preocupes. - Le aclaro divertida para luego morderlo rápidamente y soltar unas risas contenidas.

Salir de la cueva me toma más tiempo de lo normal por el cuidado que utilizo para mi tarea, pero pronto estamos nuevamente bajo la luz del sol, bordeando el arroyo que desemboca dentro de la cueva. Me río vagamente cuando me atrapa en esa mentira sobre su peso pero solamente hago un movimiento con los hombros al encogerlos con inocencia, sin tener intenciones de responder aquello. Lo que sí no le dejo pasar es que se atreva a decir que soy pura cháchara, frunciendo apenas el entrecejo con una sonrisa divertida que soy incapaz de contener, aunque mantengo la vista fija en mi camino en dirección a las casas que de a poco se van viendo más grandes —  Solo fue una advertencia. Ya sabes que cuando tengo que hacer las cosas, las hago. Como si tuviera que ir arrepintiéndome de algo....

Nunca me ha gustado perder las apuestas y creo que Ava lo sabe, es una manía que cargo conmigo desde que tengo memoria y que ha ido empeorando con el paso del tiempo. Si antes era orgulloso, ahora lo soy peor y ni hablar de cuando se trata de tener la última palabra. Nunca me ha gustado quedar como un idiota o un cobarde, así que el deseo de no serlo me ha llevado a cientos de situaciones ridículas de las cuales muchas prefiero olvidarme.

La respiración contra mi piel es cálida y me produce cosquillas y sé, casi de inmediato, que eso significa que ella no me lo va a dejar pasar. Mis manos la aprietan un poco en el agarre cuando sus dientes se clavan en mi cuello y alzo vagamente el mentón al estirarme en reflejo, sintiendo como la nuez de adán sube y baja al tragar algo de saliva mientras aprieto mis dientes y mascullo algo que ni yo comprendo, pero que suena muy parecido a una puteada en todas sus letras que causa una suave vibración dentro de mi garganta — la única razón por la que te salvas es porque desde aquí nos pueden ver si se asoman de cualquier casa — murmuro de mala gana. Espero que sepa que no pienso dejarle pasar esto.

Es una suerte que su casa sea de fácil acceso. Llegamos pronto y empujo la puerta con un costado del cuerpo, llamando a Arleth y a papá en voz alta pero sin recibir respuesta alguna, lo cual no me sorprende porque deben estar ocupados en sus tareas diarias. Acabo apoyando a Ava sobre una silla para ser libre de colocar sus cosas en uno de esos sofás que hemos logrado dejar decentes y, sin pedir permiso siquiera, me meto en la cocina para rebuscar dentro de una de las heladeras portátiles que sirvieron como regalo producto de una de nuestras tantas expediciones. En segundos estoy junto a ella, inclinándome para colocarle un hielo envuelto sobre su herida, la cual presiono para compartir el frío.

— Deberías sostenerla — le recomiendo, tomando una de sus manos para estirarla y obligarle a hacer esta tarea por mí. El hielo me ha dejado los dedos helados y húmedos, por lo que salpico unas gotitas sobre su cara al levantar mi rostro hacia ella con una sonrisa — Sospecho que no necesitas de mi atención. ¿No? No es como si fuese tan grave como para tener que quedarme, así que... — me apoyo en su silla para tomar el envión de ponerme de pie, encerrándola por un momento entre mis brazos, sabiendo que me meteré en problemas si a alguien se le ocurre llegar ahora a la casa. ¿Por qué se me cruza la idea por la cabeza? Simplemente por ganar, es obvio. ¿No me es tentador después de todo? No podría mentir y decir que no porque... vamos.

Ava es mi hermanastra y sobre todo es mi amiga. Creo que tenemos la confianza como para no hundirnos ni confundirnos luego de todo lo que hemos compartido, además de que ya no somos niños. Por eso mismo no me arrepiento cuando aprovecho la postura para rozar sus labios y raspar ligeramente mis dientes en la comisura de los mismos donde presiono mi boca, separándome con total naturalidad para acomodarme la mochila en la espalda — Espero que me guardes algo de pescado. Si puedes hacerlo frito, mucho mejor — le recuerdo tranquilamente para simplemente, voltear y salir por la puerta, dando un suave portazo.