OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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No pude evitar maldecir en voz alta cuando, al girar mi cuello en señal de cansancio, este emitió un leve 'crack' que había dolido lo mismo que un golpe de lleno en la nuca. Colocando entre mis rodillas la caña de pescar que estaba sosteniendo, me llevé ambas manos al cuello en un intento de masajear el músculo en busca de aliviar el punzante dolor que no me dejaba ni mover unos centímetros la cabeza.
Sentía que había pasado al menos medio día de estar esperando a que pique algún pez, pero juzgando por la posición del sol, con suerte había pasado más de una hora desde que se había dirigido al arroyo. Siseando cuando por fin pude mover el cuello con algo de dificultad, volví a tomar la caña y asegurándola a un costado en el montículo que ya había preparado, decidí que debía moverme un poco antes de continuar. Descartando rápidamente la sudadera que llevaba más por costumbre que por frío, la arrojé al piso y con cuidado me dirigí hacia la gruta que hacia tiempo había memorizado.
Lo mucho que detestaba pescar solo podía compararse a lo mucho que disfrutaba bañarme en el lago. No entendía como algunos podían relajarse esperando por horas a que algún pez se dignase a morder el anzuelo, y mucho menos comprendía como algunos podían preferir esa actividad en lugar de ir a nadar al lago. Estuviese sola o acompañada, podía pasar horas en el agua... ¿Quién sabe? Tal vez podía ahuyentar a los peces hacia el río y al fin pescar algo decente.
Sentía que había pasado al menos medio día de estar esperando a que pique algún pez, pero juzgando por la posición del sol, con suerte había pasado más de una hora desde que se había dirigido al arroyo. Siseando cuando por fin pude mover el cuello con algo de dificultad, volví a tomar la caña y asegurándola a un costado en el montículo que ya había preparado, decidí que debía moverme un poco antes de continuar. Descartando rápidamente la sudadera que llevaba más por costumbre que por frío, la arrojé al piso y con cuidado me dirigí hacia la gruta que hacia tiempo había memorizado.
Lo mucho que detestaba pescar solo podía compararse a lo mucho que disfrutaba bañarme en el lago. No entendía como algunos podían relajarse esperando por horas a que algún pez se dignase a morder el anzuelo, y mucho menos comprendía como algunos podían preferir esa actividad en lugar de ir a nadar al lago. Estuviese sola o acompañada, podía pasar horas en el agua... ¿Quién sabe? Tal vez podía ahuyentar a los peces hacia el río y al fin pescar algo decente.
Pasarme la mañana y el mediodía ayudando a Jared en el claro de entrenamiento me ha valido algo más mugre que ganas de vivir, por lo que mi opción es básicamente una: nuestro distrito carece de las clásicas comodidades, así que bañarse en las aguas tibias del subterráneo es la mejor opción que tenemos para mantener una higiene decente dentro de nuestra comunidad. Creo que nadie quiere vivir en un lugar donde abunda el olor a sudor y bolas.
Mi paso por mi casa es breve. Relleno una de las mochilas más ligeras con algo de ropa limpia, una de las toallas que hemos robado y las tonterías que se necesitan para darse un baño decente, y simplemente salgo a paso tranquilo en dirección a las rocas que bordean el arroyo y me llevarán a las grutas. Es un día cálido a pesar de que estamos en pleno otoño y el sol se encuentra en ese punto que hace brillar el agua de un modo que causa ceguera, por lo que intento mantener mi vista sobre mis pies tanto para evitar el reflejo como para no perder el equilibrio en alguna piedra mojada. Finalmente, cruzo y bordeo la enorme entrada al lago, decidido a irme hacia el fondo para poder llevar a cabo mi tarea sin que nadie me moleste ni tampoco serle de molestia a nadie.
En sorpresa para mí, o quizá no considerando que vivimos en un lugar no muy grande, el cabello rubio de Ava se refleja con los rayos de sol que la alcanzan, y me es imposible no reconocerla considerando que no hay tantas opciones rubias que barajar. Fuera de eso puedo decir que la reconocería donde sea, porque con todos los años que pasamos juntos creo que he aprendido a diferenciar su postura que la del resto de la gente y puedo sentir su frustración a la distancia.
— ¿Pica algo o solo el hambre? — bromeo al acercarme, pasando justo por detrás de ella para darle un ligero golpe en la coronilla con la mano, hasta dejarme caer con puro descaro a su lado. No es como si creyese que mi presencia la molesta, pero sé que estoy siendo atrevido considerando que básicamente apesto — ¿Estás usando una mala carnada o por qué esa cara larga?
Mi paso por mi casa es breve. Relleno una de las mochilas más ligeras con algo de ropa limpia, una de las toallas que hemos robado y las tonterías que se necesitan para darse un baño decente, y simplemente salgo a paso tranquilo en dirección a las rocas que bordean el arroyo y me llevarán a las grutas. Es un día cálido a pesar de que estamos en pleno otoño y el sol se encuentra en ese punto que hace brillar el agua de un modo que causa ceguera, por lo que intento mantener mi vista sobre mis pies tanto para evitar el reflejo como para no perder el equilibrio en alguna piedra mojada. Finalmente, cruzo y bordeo la enorme entrada al lago, decidido a irme hacia el fondo para poder llevar a cabo mi tarea sin que nadie me moleste ni tampoco serle de molestia a nadie.
En sorpresa para mí, o quizá no considerando que vivimos en un lugar no muy grande, el cabello rubio de Ava se refleja con los rayos de sol que la alcanzan, y me es imposible no reconocerla considerando que no hay tantas opciones rubias que barajar. Fuera de eso puedo decir que la reconocería donde sea, porque con todos los años que pasamos juntos creo que he aprendido a diferenciar su postura que la del resto de la gente y puedo sentir su frustración a la distancia.
— ¿Pica algo o solo el hambre? — bromeo al acercarme, pasando justo por detrás de ella para darle un ligero golpe en la coronilla con la mano, hasta dejarme caer con puro descaro a su lado. No es como si creyese que mi presencia la molesta, pero sé que estoy siendo atrevido considerando que básicamente apesto — ¿Estás usando una mala carnada o por qué esa cara larga?
- Pica el culo. - Contesto con sorna y evidente femineidad mientras me sobo la parte de la cabeza en donde Ben me había golpeado. No es misterio para nadie en todo el distrito que prefería ir a cazar alguna tontería antes que pasar más de algunos minutos quieta y sin hacer nada, así que sí: la frase "tener hormigas en el culo" era bastante aplicable a mi caso. - Estoy perdiendo el tiempo, nunca pude pescar nada más grande que una sardina. No tengo idea como haces para siempre atrapar algo.- Le reprocho con cuidado de no hacer un mohín y así evitar unas cuantas burlas. Después de todo, aunque esté por cumplir los veinticinco años, seguía siendo una de las personas más chicas del distrito sin contar a los que todavía estaban en edad escolar.
Dejándome caer con resignación sobre mi espalda, decido que a menos que sea con una red y en la parte más transitada del arrollo, no volveré a pescar. No sirvo para esto, y solo hace que me frustre con el pasar de los minutos. Estaba por comentarle mi resolución a Ben, cuando noto un aroma molesto invadiendo mis fosas nasales. ¿Pero qué...? Incorporándome sobre mis antebrazos, huelo el aire para notar que sí, hay mal olor, y que el mismo proviene de mi hermanastro. - ¿Acaso será que el sudor y la tierra atraen a los peces? - Me burlé con cuidado de picarle el costado a modo de juego.
No es que realmente me molestase el olor en sí, estaba muy acostumbrada a portar el sudor como colonia debido a las múltiples actividades que siempre hay para hacer en el distrito; pero después de todo, siempre prefería estar limpia antes que rodeada del hedor que el entrenamiento constante dejaba. Pese a todo, estaba agradecida que fuese Ben, y no Jared o Kendrick. Los apreciaba, pero el olor de los adolescentes era mil veces peor que el de cualquiera.
- Ya, métete a bañar mientras saco esto de aquí. - Ordené mientras me incorporaba lo suficiente para tomar la caña e ir enroscando la tanza sin mucho cuidado. Ya me daría un chapuzón luego.
Dejándome caer con resignación sobre mi espalda, decido que a menos que sea con una red y en la parte más transitada del arrollo, no volveré a pescar. No sirvo para esto, y solo hace que me frustre con el pasar de los minutos. Estaba por comentarle mi resolución a Ben, cuando noto un aroma molesto invadiendo mis fosas nasales. ¿Pero qué...? Incorporándome sobre mis antebrazos, huelo el aire para notar que sí, hay mal olor, y que el mismo proviene de mi hermanastro. - ¿Acaso será que el sudor y la tierra atraen a los peces? - Me burlé con cuidado de picarle el costado a modo de juego.
No es que realmente me molestase el olor en sí, estaba muy acostumbrada a portar el sudor como colonia debido a las múltiples actividades que siempre hay para hacer en el distrito; pero después de todo, siempre prefería estar limpia antes que rodeada del hedor que el entrenamiento constante dejaba. Pese a todo, estaba agradecida que fuese Ben, y no Jared o Kendrick. Los apreciaba, pero el olor de los adolescentes era mil veces peor que el de cualquiera.
- Ya, métete a bañar mientras saco esto de aquí. - Ordené mientras me incorporaba lo suficiente para tomar la caña e ir enroscando la tanza sin mucho cuidado. Ya me daría un chapuzón luego.
La respuesta de mi hermanastra no me sorprende en lo absoluto y le respondo con una risa entre dientes, sin acotar nada sobre el modo de expresarse que haría que Arleth le echase una mala mirada de solo escucharla. Conozco a Ava desde que era una niña y a veces no logro ver del todo en ella a la mocosa del distrito tres que conocí durmiendo en los brazos de su madre, aunque por momentos sus gestos y expresiones me recuerdan que sigue siendo ella a pesar de que su vieja dulzura fue reemplazada por la cosa rubia que tengo al lado. Eso es lo extraño de envejecer: sabes que el tiempo pasa para ti, pero a veces olvidas que también lo hace para los demás y acabas como yo. Demonios, soy un viejo cascarrabias.
— Se llama talento natural y paciencia — le digo con falso egocentrismo y chequeo el frasco de carnada, chasqueando un poco la lengua. No es mala, pero quizá ella se estuvo conformando con una zona donde obviamente los peces no picaban. Su queja sobre mi aroma me hace chistar como si me molestase cuando en verdad me hace gracia y simplemente me levanto para quitarle la caña antes de que termine de enrollarla, empezando a acomodar una carnada fresca en su anzuelo — ¿Dónde está tu sentido del capricho, Ava? — bromeo y sujeto la caña con fuerza mientras paso un pie de una piedra a la otra para acercarme más a la profundidad del lago — Me sorprende que te des por vencida y me mandes a ... ¿Acaso tan mal huelo?
Olfateo apenas mi ropa y admito para mis adentros que soy un asco, pero no le doy la razón, sino que me quedo callado para agacharme y meter la mano en el agua en un intento de sentir su temperatura y corriente; al final simplemente lanzo la carnada al agua. Con cuidado, engancho la caña en unas rocas para que se sostenga por su cuenta y le hago señas insistentes para que se acerque.
— Si te funciona, me deberás comida, masajes y tu ración de agua en la próxima expedición — le digo con gracia. Me acabo incorporando y sin más, empiezo con la tarea de dejar la ropa a un lado para obedecer su orden — La otra opción que tenemos es atrapar alguno de los grandes con la mano, pero es un poco más complicado y tampoco es muy agradable al tacto — confieso, lanzándole la camisa apestosa para que le caiga encima de la cara — ¿Qué se te dio por venir a pescar? Creí que ibas a estar en los establos o haciendo alguna otra cosa. ¿Zenda está muy adolescente como para querer estar en tu casa?
— Se llama talento natural y paciencia — le digo con falso egocentrismo y chequeo el frasco de carnada, chasqueando un poco la lengua. No es mala, pero quizá ella se estuvo conformando con una zona donde obviamente los peces no picaban. Su queja sobre mi aroma me hace chistar como si me molestase cuando en verdad me hace gracia y simplemente me levanto para quitarle la caña antes de que termine de enrollarla, empezando a acomodar una carnada fresca en su anzuelo — ¿Dónde está tu sentido del capricho, Ava? — bromeo y sujeto la caña con fuerza mientras paso un pie de una piedra a la otra para acercarme más a la profundidad del lago — Me sorprende que te des por vencida y me mandes a ... ¿Acaso tan mal huelo?
Olfateo apenas mi ropa y admito para mis adentros que soy un asco, pero no le doy la razón, sino que me quedo callado para agacharme y meter la mano en el agua en un intento de sentir su temperatura y corriente; al final simplemente lanzo la carnada al agua. Con cuidado, engancho la caña en unas rocas para que se sostenga por su cuenta y le hago señas insistentes para que se acerque.
— Si te funciona, me deberás comida, masajes y tu ración de agua en la próxima expedición — le digo con gracia. Me acabo incorporando y sin más, empiezo con la tarea de dejar la ropa a un lado para obedecer su orden — La otra opción que tenemos es atrapar alguno de los grandes con la mano, pero es un poco más complicado y tampoco es muy agradable al tacto — confieso, lanzándole la camisa apestosa para que le caiga encima de la cara — ¿Qué se te dio por venir a pescar? Creí que ibas a estar en los establos o haciendo alguna otra cosa. ¿Zenda está muy adolescente como para querer estar en tu casa?
No puedo evitar rodar los ojos ante la respuesta de Ben. No es secreto que a menos de que me encuentre en una expedición o trabajando con los mapas, la paciencia no es mi fuerte. Claro que si contaba las veces en las que me abstuve de matar a Eowyn, podría decirse que sí, tal vez era buena ejerciendo la paciencia si realmente me lo proponía.
Dejando caer mis hombros con resignación cuando me quita la caña de las manos, cruzo las piernas y me siento a observarlo sabiendo a ciencia cierta que mágicamente los peces terminarán en el anzuelo que Ben está por volver a tirar. - Lo dejé en el claro, cuando Echo nos tenía entrenando a rajatabla. - Contesto en referencia a mi sentido del capricho. De pequeña era insoportable, ahora simplemente soy terca. - Aunque si quieres puedo volver a sacarlo a flote. ¿Quién era más molesta cuando se trataba de querer seguirte en las expediciones? ¿Zen o yo? - Consulto con algo de curiosidad. Lo de las hormigas en el culo no era chiste, y solía escaparme más veces de las que los demás se enteraban.
- O estás demasiado acostumbrado a tu olor, o la nariz la reservas para tus días peludos. Sino no me explico como no te acabas de desmayar... - Exagero divertida, decidiendo ignorar eso de darme por vencida. No me gusta dejar las cosas a medias, pero arghhh ¿por qué a la gente le gusta pescar, otra vez?.
Soltando un bufido, me levanto con desgana cuando termina de acomodar la caña y me hace señas para que me acerque. - Si funciona, te cocino lo que logre sacar; no tengo problema con los masajes siempre y cuando no te duermas; y... escondo un termo de café para la próxima expedición. - Declaro como contraoferta a su propuesta. No tenía ganas de pensar en alguna comida en particular, pero jamás entregaría mi ración de agua a menos que fuese un caso de necesidad. - Y no me molesta lo desagradable que sea pescar con la mano. Pero la última vez que lo intenté, poco faltó para que me llevase la corriente cuando se me escapó el pez que acababa de agarrar. - Reparo tarde en que no debí haber dicho eso, pero en mi defensa fue hace al menos cinco años, cuando era aún más chica (sí, eso era posible) que ahora.
Sacudiendo la cabeza con fuerza cuando la camisa olorosa termina en mi cara, la dejo caer al suelo mientras mantengo fruncida la nariz.- No, creo que Zen sigue dormida después de pasar la noche en las torres, simplemente tenía ganas de comer pescado más tarde... Aunque sí, últimamente las hormonas de la adolescencia le están pegando fuerte y no estoy segura de cuánto pueda soportar. - Agachándome a tomar la prenda, la hago un bollo y la vuelvo a arrojar hacia su dueño con una sonrisa burlona. - Aprovecha para lavarla. Aunque si hubiese ropa de sobra te diría que la quemes.
Dejando caer mis hombros con resignación cuando me quita la caña de las manos, cruzo las piernas y me siento a observarlo sabiendo a ciencia cierta que mágicamente los peces terminarán en el anzuelo que Ben está por volver a tirar. - Lo dejé en el claro, cuando Echo nos tenía entrenando a rajatabla. - Contesto en referencia a mi sentido del capricho. De pequeña era insoportable, ahora simplemente soy terca. - Aunque si quieres puedo volver a sacarlo a flote. ¿Quién era más molesta cuando se trataba de querer seguirte en las expediciones? ¿Zen o yo? - Consulto con algo de curiosidad. Lo de las hormigas en el culo no era chiste, y solía escaparme más veces de las que los demás se enteraban.
- O estás demasiado acostumbrado a tu olor, o la nariz la reservas para tus días peludos. Sino no me explico como no te acabas de desmayar... - Exagero divertida, decidiendo ignorar eso de darme por vencida. No me gusta dejar las cosas a medias, pero arghhh ¿por qué a la gente le gusta pescar, otra vez?.
Soltando un bufido, me levanto con desgana cuando termina de acomodar la caña y me hace señas para que me acerque. - Si funciona, te cocino lo que logre sacar; no tengo problema con los masajes siempre y cuando no te duermas; y... escondo un termo de café para la próxima expedición. - Declaro como contraoferta a su propuesta. No tenía ganas de pensar en alguna comida en particular, pero jamás entregaría mi ración de agua a menos que fuese un caso de necesidad. - Y no me molesta lo desagradable que sea pescar con la mano. Pero la última vez que lo intenté, poco faltó para que me llevase la corriente cuando se me escapó el pez que acababa de agarrar. - Reparo tarde en que no debí haber dicho eso, pero en mi defensa fue hace al menos cinco años, cuando era aún más chica (sí, eso era posible) que ahora.
Sacudiendo la cabeza con fuerza cuando la camisa olorosa termina en mi cara, la dejo caer al suelo mientras mantengo fruncida la nariz.- No, creo que Zen sigue dormida después de pasar la noche en las torres, simplemente tenía ganas de comer pescado más tarde... Aunque sí, últimamente las hormonas de la adolescencia le están pegando fuerte y no estoy segura de cuánto pueda soportar. - Agachándome a tomar la prenda, la hago un bollo y la vuelvo a arrojar hacia su dueño con una sonrisa burlona. - Aprovecha para lavarla. Aunque si hubiese ropa de sobra te diría que la quemes.
Intento meditarlo un momento hasta que decido mi respuesta con demasiada naturalidad — Zenda, aunque creo que es porque me agarró con menos paciencia — cuando Ava empezó a querer moverse de un lado al otro yo todavía era un adolescente casi tan insoportable como ella, por no decir que había empezado a pecar de un estúpido egocentrismo por culpa de creer que ya las había vivido y contado todas. Mi hermana menor, por otro lado, ha iniciado su etapa de rebeldía cuando a mí me había bajado nuevamente el sentido de la responsabilidad y la calma que creía haber perdido.
Me río tontamente con respecto a mis días peludos porque me ha sonado a que habla como si tuviese el período menstrual, aunque solo hago un movimiento ligero con la mano — Tengo buen olfato todos los días, pero ya estoy acostumbrado a los malos olores — ser hombre lobo tiene su lado positivo, como saber que te encuentras más alerta que un humano común a pesar de es mucho más útil cerca de la luna llena. No puedo decir que no me viene bien para mi trabajo, pero siempre tengo que coordinar mis expediciones en fechas en las que sé que estaré de regreso para poder estar alejado en la transformación.
Miro a Ava como si su propuesta del café fuese algo totalmente irresponsable, aunque termino encogiendo mis hombros con resentimiento como si no pudiese pedir nada mejor — que no sea del agrio asqueroso — la amenazo, aunque en ese tono que deja bien en claro que tenemos un trato — Debes apurarte a golpear el pez contra la primera roca que encuentres así se muere antes de tener la oportunidad de escapar.
Todo lo que me cuenta no es novedad pero sí es una afirmación a mis dudas sobre si hice bien al mudarme de esa casa o no. Cuando me mejoré de la mordida que me infectó y papá regresó al distrito tras haberme estado buscando, dio inicio su relación con Arleth y terminamos viviendo todos en la misma casa e incluso me obligaron a compartir dormitorio con Cale gracias al poco espacio con el que contábamos. Fue una pesadilla que sufrí por años hasta que pude arreglar mi penosa choza para no ser una molestia y de paso, huír de la vida familiar.
— Bah. Todos fuimos insoportables. ¿Acaso no recuerdas lo dramático y hormonal que era yo a su edad? — atajo la camisa que me devuelve y la vuelvo a oler para comprobar que ella tiene razón, lo que me lleva a inclinarme en la orilla para mojarla y tratar de quitarle la peste. Ava me conoció con catorce años pero bueno, el rango y los problemas de la edad son igual de estúpidos — Se le pasará en unos años. Lo bueno es que las mujeres maduran más rápido que nosotros, así que de seguro ella ya esté tranquila mientras Jared y Kendrick sigue pegándose por cartas, chicas o una pelota — básicamente como Seth y yo, pero prefiero no hundirme solo.
En pocos minutos la camisa está decente y la arrojo sobre una piedra para que se seque, conforme con mi trabajo para poder continuar. Chequeo la caña justo cuando noto el tirón, de modo que me acomodo para tirar de la misma y ver como un pez de tamaño considerable y de brillante color gris se sacude en cuanto lo arrastro fuera del agua, salpicando gotas para todos lados. Lo atrapo con rápidez, le quito el anzuelo y lo golpeo de lleno contra una piedra, dando por finalizada la batalla hasta entregárselo por la cola a Ava con una sonrisa que denota la diversión — La cena está servida. Recuerda: nada de café asqueroso y me gustan los masajes en el cuello.
Sin mucho más dejo la caña, me saco la ropa hasta quedar en bóxers y, tomando carrera, me lanzo al agua, con la potencia suficiente que busco para salpicarla de pies a cabeza.
Me río tontamente con respecto a mis días peludos porque me ha sonado a que habla como si tuviese el período menstrual, aunque solo hago un movimiento ligero con la mano — Tengo buen olfato todos los días, pero ya estoy acostumbrado a los malos olores — ser hombre lobo tiene su lado positivo, como saber que te encuentras más alerta que un humano común a pesar de es mucho más útil cerca de la luna llena. No puedo decir que no me viene bien para mi trabajo, pero siempre tengo que coordinar mis expediciones en fechas en las que sé que estaré de regreso para poder estar alejado en la transformación.
Miro a Ava como si su propuesta del café fuese algo totalmente irresponsable, aunque termino encogiendo mis hombros con resentimiento como si no pudiese pedir nada mejor — que no sea del agrio asqueroso — la amenazo, aunque en ese tono que deja bien en claro que tenemos un trato — Debes apurarte a golpear el pez contra la primera roca que encuentres así se muere antes de tener la oportunidad de escapar.
Todo lo que me cuenta no es novedad pero sí es una afirmación a mis dudas sobre si hice bien al mudarme de esa casa o no. Cuando me mejoré de la mordida que me infectó y papá regresó al distrito tras haberme estado buscando, dio inicio su relación con Arleth y terminamos viviendo todos en la misma casa e incluso me obligaron a compartir dormitorio con Cale gracias al poco espacio con el que contábamos. Fue una pesadilla que sufrí por años hasta que pude arreglar mi penosa choza para no ser una molestia y de paso, huír de la vida familiar.
— Bah. Todos fuimos insoportables. ¿Acaso no recuerdas lo dramático y hormonal que era yo a su edad? — atajo la camisa que me devuelve y la vuelvo a oler para comprobar que ella tiene razón, lo que me lleva a inclinarme en la orilla para mojarla y tratar de quitarle la peste. Ava me conoció con catorce años pero bueno, el rango y los problemas de la edad son igual de estúpidos — Se le pasará en unos años. Lo bueno es que las mujeres maduran más rápido que nosotros, así que de seguro ella ya esté tranquila mientras Jared y Kendrick sigue pegándose por cartas, chicas o una pelota — básicamente como Seth y yo, pero prefiero no hundirme solo.
En pocos minutos la camisa está decente y la arrojo sobre una piedra para que se seque, conforme con mi trabajo para poder continuar. Chequeo la caña justo cuando noto el tirón, de modo que me acomodo para tirar de la misma y ver como un pez de tamaño considerable y de brillante color gris se sacude en cuanto lo arrastro fuera del agua, salpicando gotas para todos lados. Lo atrapo con rápidez, le quito el anzuelo y lo golpeo de lleno contra una piedra, dando por finalizada la batalla hasta entregárselo por la cola a Ava con una sonrisa que denota la diversión — La cena está servida. Recuerda: nada de café asqueroso y me gustan los masajes en el cuello.
Sin mucho más dejo la caña, me saco la ropa hasta quedar en bóxers y, tomando carrera, me lanzo al agua, con la potencia suficiente que busco para salpicarla de pies a cabeza.
Me rió a carcajada limpia cuando declara a Zenda como la más molesta de las dos y no puedo evitar aclararle que se ha vuelto un viejo. Aunque la verdad, el cambio no le ha sentado mal, y mientras antes podía parecer irresponsable, ahora tenía un no sé qué que le daba un aire más maduro. ¿Quién lo diría, no?
- No estoy segura si decirte que suerte por estar acostumbrado, o si tenerte pena por haber tenido que acostumbrarte. - Le respondo mientras voy negando con la cabeza. Y es que sí, no tener que sentir los malos olores se tendría que agradecer, pero no podía evitar pensar en lo muy horrible que debe haber sido para él acostumbrarse a eso, siendo que su sentido del olfato era superior al del resto. Palmeando su cabeza como si de un niño pequeño se tratase, no puedo evitar notar que tengo que estirar el brazo más de la cuenta para hacerlo, y hago un mohín cuando noto que debe pasarme por al menos veinte centímetros.
Asiento con la cabeza cuando aclara cómo quiero el café, y sonrío a sabiendas de que es una apuesta perdida. Qué más da, hay que divertirse aunque sea con poco, y aunque estoy segura que un pez va a picar, nada de lo que propuse es algo que no haría en circunstancias comunes y corrientes. Mordiéndome la lengua para no seguir demostrando lo inútil que soy con la pesca, no le digo que ya conozco su consejo y que lo complicado reside en golpear al pez aún estando en medio del río y tratando de hacer malabares para no caerme.
- ¿Dramático y hormonal? Te conocí cuando eras más grande que Zen, y para ese entonces me parecías amable y hasta cariñoso. Tu faceta dramática la recuerdo a tus veinte si te tengo que ser sincera. - Y es que en realidad, cuando era pequeña estaba fascinada con Ben, y aunque hubiese sido insoportable no lo hubiese notado. Claro que jamás lo admitiría en voz alta, pero mis recuerdos del Benedict adolescente probablemente disten un poco del resto. - O será cosa mía. Ken me parece bastante responsable y maduro para su edad, y Jared... bueno, tu sabrás mejor. Sueles pasar más tiempo con ellos. - Me resigno. Estaba por agregar algo acerca de que a las chicas también nos costaba madurar, cuando en cuestión de segundos tengo un pescado muerto en frente de mi rostro. No sabía que era más injusto, que Ben fuese tan hábil con una actividad tan insoportable... o lo bien que se había visto mientras lo hacía.
Trato de volver la vista al pescado, envolviéndolo con cuidado y dejándolo a la sombra para luego sí retirar la caña de una vez por todas. Pero mientras tanto, y no contento con su demostración anterior, Ben decide que ya que ha probado su punto con respecto a la pesca y que ahora sí tiene que quitarse el mal olor. Desvistiéndose hasta quedar solo en bóxers, se lanza al agua con rapidez y me salpica por completo. Lo agradezco, me distrae lo suficiente como para lanzar un chillido de molestia y olvidarme de que mi hermanastro ha madurado en más de un sentido. Buscando la sudadera que había dejado al costado, y que ahora está mojada y llena de tierra, la hago un bollo y trato de arrojársela a la cara con fuerza. Énfasis en la palabra "trato", ya que los reflejos de Ben son muy rápidos y es poco probable que mi proyectil de en el blanco.
Escurriendo la remera que llevo puesta, se me ocurre retomar mi idea inicial y nadar también, para luego recordar mis cuatro años de frustración sexual y cambiar de parecer.
- No estoy segura si decirte que suerte por estar acostumbrado, o si tenerte pena por haber tenido que acostumbrarte. - Le respondo mientras voy negando con la cabeza. Y es que sí, no tener que sentir los malos olores se tendría que agradecer, pero no podía evitar pensar en lo muy horrible que debe haber sido para él acostumbrarse a eso, siendo que su sentido del olfato era superior al del resto. Palmeando su cabeza como si de un niño pequeño se tratase, no puedo evitar notar que tengo que estirar el brazo más de la cuenta para hacerlo, y hago un mohín cuando noto que debe pasarme por al menos veinte centímetros.
Asiento con la cabeza cuando aclara cómo quiero el café, y sonrío a sabiendas de que es una apuesta perdida. Qué más da, hay que divertirse aunque sea con poco, y aunque estoy segura que un pez va a picar, nada de lo que propuse es algo que no haría en circunstancias comunes y corrientes. Mordiéndome la lengua para no seguir demostrando lo inútil que soy con la pesca, no le digo que ya conozco su consejo y que lo complicado reside en golpear al pez aún estando en medio del río y tratando de hacer malabares para no caerme.
- ¿Dramático y hormonal? Te conocí cuando eras más grande que Zen, y para ese entonces me parecías amable y hasta cariñoso. Tu faceta dramática la recuerdo a tus veinte si te tengo que ser sincera. - Y es que en realidad, cuando era pequeña estaba fascinada con Ben, y aunque hubiese sido insoportable no lo hubiese notado. Claro que jamás lo admitiría en voz alta, pero mis recuerdos del Benedict adolescente probablemente disten un poco del resto. - O será cosa mía. Ken me parece bastante responsable y maduro para su edad, y Jared... bueno, tu sabrás mejor. Sueles pasar más tiempo con ellos. - Me resigno. Estaba por agregar algo acerca de que a las chicas también nos costaba madurar, cuando en cuestión de segundos tengo un pescado muerto en frente de mi rostro. No sabía que era más injusto, que Ben fuese tan hábil con una actividad tan insoportable... o lo bien que se había visto mientras lo hacía.
Trato de volver la vista al pescado, envolviéndolo con cuidado y dejándolo a la sombra para luego sí retirar la caña de una vez por todas. Pero mientras tanto, y no contento con su demostración anterior, Ben decide que ya que ha probado su punto con respecto a la pesca y que ahora sí tiene que quitarse el mal olor. Desvistiéndose hasta quedar solo en bóxers, se lanza al agua con rapidez y me salpica por completo. Lo agradezco, me distrae lo suficiente como para lanzar un chillido de molestia y olvidarme de que mi hermanastro ha madurado en más de un sentido. Buscando la sudadera que había dejado al costado, y que ahora está mojada y llena de tierra, la hago un bollo y trato de arrojársela a la cara con fuerza. Énfasis en la palabra "trato", ya que los reflejos de Ben son muy rápidos y es poco probable que mi proyectil de en el blanco.
Escurriendo la remera que llevo puesta, se me ocurre retomar mi idea inicial y nadar también, para luego recordar mis cuatro años de frustración sexual y cambiar de parecer.
La mirada que le regalo es de confusa curiosidad, sin entender muy bien qué vio de cariñoso en mí cuando era un crío. Bueno, quizá lo fui con mi abuelo y mis amigos cuando no estaba molestando, pero jamás me sentí la persona más adorable del mundo ni algo por el estilo. Bueno, supongo que no tengo mucho que acotar al respecto porque la visión que tenemos de nosotros mismos siempre varía acorde a la mirada de los demás, así que se lo dejo pasar mientras me río de su análisis de los niños — Kendrick roza la madurez a veces, pero sigue siendo un chico. Tienes que verlo cuando se pone a lucir su ego para impresionar a las chicas, es digno para una filmación — no digo que yo hacía las mismas idioteces a su edad, en especial si estaba Amelie cerca, porque eso ya sería tanto vergonzoso para admitir como doloroso para recordar. No voy a decir que por muchos años esperé que ella volviera, como si de un día para el otro pudiese aparecer en el puente informando que ya había regresado, pero como nunca pasó no me quedó otra que asumir que estaba muerta. Amy no duraría como esclava y su actitud directamente la hubiese llevado a ser ejecutada, así que mis esperanzas por volverla a ver murieron hace siglos.
El grito de Ava se escucha incluso cuando me hundo gracias al envión del salto, apenas viendo los rayos del sol que logran atravesar el agua cristalina para no dejarme a oscuras. Muevo los brazos y regreso a la superficie con una sacudida de la cabeza que me asemeja a Gigi, quitándome algunos mechones de pelo mojado de los ojos justo para ver cómo me lanza la prenda que logro atrapar de un modo algo atropellado y torpe por culpa de esa inesperada reacción — ¡Ey! — me quejo aunque lo hago con una risa, para nadar hasta la orilla y recargar mi brazo en la misma para poder arrojar la sudadera un poco más allá sin mucho esfuerzo — ¿Desde cuándo te volviste tan amargada, Avs? Es solo un poco de agua, ni que te hubiese lanzado un pescado.
Cosa que no me sería muy complicada, si tenemos en cuenta el sitio donde he nacido. No, nunca he regresado al cuatro desde que el gobierno de los Black desapareció por completo, pero todo lo que he aprendido en ese lugar que es mi hogar se mantiene conmigo como si fuese el primer día. ¿He querido regresar? Pues claro, pero sé que hacerlo me valdría un castigo enorme en caso de ser capturado; quizá he cambiado demasiado en todos estos años y estoy irreconocible, pero el solo ser un muggle marcado sin un amo cerca haría que me arresten y no es como si estuviese dispuesto a que me hagan pruebas y descubran quien soy para agravar mi sentencia. Así que me basta conformarme con nadar aquí y seguir extrañando el océano.
Con una gota que me patina por el puente de la nariz y me causa cosquillas, observo a mi hermanastra a poca distancia sin borrar la sonrisa burlona como si fuésemos dos niños fastidiándose entre sí. Niego cuando la veo con esa expresión que no logro descifrar y apoyo mis manos en la roca para impulsarme hacia delante, tomándola de una de sus muñecas; Ava es pequeña y delgada, de modo que no me cuesta en lo absoluto tirar de ella hasta que su cuerpo se estampa contra el agua con un ruido mucho más urgente y estrepitoso que el mío, lo que me provoca una risa justo antes de nadar lo suficiente para alejarme de ella porque sé el ataque que vendrá después.
¿Madurar? Jamás.
El grito de Ava se escucha incluso cuando me hundo gracias al envión del salto, apenas viendo los rayos del sol que logran atravesar el agua cristalina para no dejarme a oscuras. Muevo los brazos y regreso a la superficie con una sacudida de la cabeza que me asemeja a Gigi, quitándome algunos mechones de pelo mojado de los ojos justo para ver cómo me lanza la prenda que logro atrapar de un modo algo atropellado y torpe por culpa de esa inesperada reacción — ¡Ey! — me quejo aunque lo hago con una risa, para nadar hasta la orilla y recargar mi brazo en la misma para poder arrojar la sudadera un poco más allá sin mucho esfuerzo — ¿Desde cuándo te volviste tan amargada, Avs? Es solo un poco de agua, ni que te hubiese lanzado un pescado.
Cosa que no me sería muy complicada, si tenemos en cuenta el sitio donde he nacido. No, nunca he regresado al cuatro desde que el gobierno de los Black desapareció por completo, pero todo lo que he aprendido en ese lugar que es mi hogar se mantiene conmigo como si fuese el primer día. ¿He querido regresar? Pues claro, pero sé que hacerlo me valdría un castigo enorme en caso de ser capturado; quizá he cambiado demasiado en todos estos años y estoy irreconocible, pero el solo ser un muggle marcado sin un amo cerca haría que me arresten y no es como si estuviese dispuesto a que me hagan pruebas y descubran quien soy para agravar mi sentencia. Así que me basta conformarme con nadar aquí y seguir extrañando el océano.
Con una gota que me patina por el puente de la nariz y me causa cosquillas, observo a mi hermanastra a poca distancia sin borrar la sonrisa burlona como si fuésemos dos niños fastidiándose entre sí. Niego cuando la veo con esa expresión que no logro descifrar y apoyo mis manos en la roca para impulsarme hacia delante, tomándola de una de sus muñecas; Ava es pequeña y delgada, de modo que no me cuesta en lo absoluto tirar de ella hasta que su cuerpo se estampa contra el agua con un ruido mucho más urgente y estrepitoso que el mío, lo que me provoca una risa justo antes de nadar lo suficiente para alejarme de ella porque sé el ataque que vendrá después.
¿Madurar? Jamás.
Frunzo el ceño cuando Ben me acusa de ser una amargada, lo cual claramente reafirma su punto. No es que sea una amargada, pero tampoco puedo decirle que la única razón por la cual no lo desvisto con la mirada, es debido a que él ya se ha quitado la ropa. La mayoría del tiempo no me cuesta recordar que es mi hermanastro, pero no puedo controlar mi libido cuando se pasea en cueros todo mojado... soy humana, y el distrito no se caracteriza por tener una selección muy amplia de especímenes.
Debo parecer aún más insoportable siendo que no emito respuesta alguna, pero temo abrir la boca y arrepentirme de lo que pueda decir; casi que temo moverme y terminar cagándola en grande. Claro que la decisión no termina quedando en mis manos, y solo atino a tomar una bocanada de aire cuando Ben emerge del agua y decide que tengo que hacerle compañía en el lago. Sin poder agarrarme de ningún lado, y con la gracia de un erumpent, termino cayendo con el estómago de cara a la superficie del lago y doblándome el pie cuando este se engancha con la roca en la que estaba sentada.
Cuando me incorporo para tomar aire no puedo evitar maldecir en voz alta, la punzada en mi tobillo derecho me obliga a apretar los dientes y a llevar mi peso al pie contrario. Sino me encontrase en el agua es posible que me hubiese caído al querer pararme, pero el frío me alivia y sé que en pocas horas ni siquiera tendré una molestia. Estoy más que acostumbrada a las torceduras, y me he dislocado el hombro lo suficiente como para saber como volver a ponerlo en su lugar sin ayuda de nadie.
Una vez que noto que puedo mantenerme parada sin demasiado esfuerzo, me giro para buscar a Ben y me sorprendo de hallarlo a una distancia más que prudencial. - ¡Cobarde! - Le grito, y aunque trato de no hacerlo, me río. - Ya veremos quien es el amargado. - Me sumerjo con rapidez, y nadando no tardo en darle alcance. Al incorporarme, levanto la cabeza de golpe buscando mojarlo con la sacudida de mi pelo, pero no sirve de mucho siendo que él se encuentra mojado de pies a cabeza. Con resignación, trato de salpicarlo empujando el agua con mis manos, y tras decidir que eso no es suficiente, no tardo en subirme a su espalda mientras trato de hundirlo. Nuevamente la palabra "trato" es clave, porque al llevarme cerca de veinte centímetros y ser el doble de lo que soy, a duras penas y puedo empujarlo un poco. - ¿Ves? ¿Cómo no quieres que sea una amargada cuando no puedo siquiera vengarme? - Tirando un mechón de su pelo, agradezco que no pueda ver el puchero que porta mi cara, aunque estoy segura de que se debe de escuchar en mi voz.
Debo parecer aún más insoportable siendo que no emito respuesta alguna, pero temo abrir la boca y arrepentirme de lo que pueda decir; casi que temo moverme y terminar cagándola en grande. Claro que la decisión no termina quedando en mis manos, y solo atino a tomar una bocanada de aire cuando Ben emerge del agua y decide que tengo que hacerle compañía en el lago. Sin poder agarrarme de ningún lado, y con la gracia de un erumpent, termino cayendo con el estómago de cara a la superficie del lago y doblándome el pie cuando este se engancha con la roca en la que estaba sentada.
Cuando me incorporo para tomar aire no puedo evitar maldecir en voz alta, la punzada en mi tobillo derecho me obliga a apretar los dientes y a llevar mi peso al pie contrario. Sino me encontrase en el agua es posible que me hubiese caído al querer pararme, pero el frío me alivia y sé que en pocas horas ni siquiera tendré una molestia. Estoy más que acostumbrada a las torceduras, y me he dislocado el hombro lo suficiente como para saber como volver a ponerlo en su lugar sin ayuda de nadie.
Una vez que noto que puedo mantenerme parada sin demasiado esfuerzo, me giro para buscar a Ben y me sorprendo de hallarlo a una distancia más que prudencial. - ¡Cobarde! - Le grito, y aunque trato de no hacerlo, me río. - Ya veremos quien es el amargado. - Me sumerjo con rapidez, y nadando no tardo en darle alcance. Al incorporarme, levanto la cabeza de golpe buscando mojarlo con la sacudida de mi pelo, pero no sirve de mucho siendo que él se encuentra mojado de pies a cabeza. Con resignación, trato de salpicarlo empujando el agua con mis manos, y tras decidir que eso no es suficiente, no tardo en subirme a su espalda mientras trato de hundirlo. Nuevamente la palabra "trato" es clave, porque al llevarme cerca de veinte centímetros y ser el doble de lo que soy, a duras penas y puedo empujarlo un poco. - ¿Ves? ¿Cómo no quieres que sea una amargada cuando no puedo siquiera vengarme? - Tirando un mechón de su pelo, agradezco que no pueda ver el puchero que porta mi cara, aunque estoy segura de que se debe de escuchar en mi voz.
La caída de Ava es una de esas cosas que voy a tener grabada en el marote por mucho tiempo y que va a reproducir mi risa con un estruendo como lo hace ahora mismo; si hay algo que nadie puede negar que causa gracia, es la gente cayendo de forma ridícula, aunque el hecho de haber sido yo el causante de su torpe acto le suma un plus. ¿Qué es lo que dije antes? Poca madurez. Pero he aprendido que si no sé divertirme aunque sea con poco, me quedaré amargado toda la vida porque hay muy poco entretenimiento.
Conozco a mi hermanastra lo suficiente como para saber que no va a dejármelo pasar y consigo nadar un poco más allá, donde la oscuridad de las grutas se empieza a extender sobre donde llega la luz solar. Quizá por culpa de mi risa o porque estoy vagamente preocupado por no haberle sacado un pulmón, Ava consigue ser lo suficientemente rápida como para atraparme entre sus manos culpándome de una cobardía que no siento del todo — ¿Cobarde yo? — alcanzo a decir con un gruñido que me hace escupir algo de agua, sabiendo que me ha gritado antes de llegar pero estaba demasiado ocupado escapando como para decir algo antes — No abuses, enana...
Intento no reírme y con el agua hasta el mentón alzo los ojos para observarla, encontrándome con su pelo mojado justo encima de mi cara que me hace mover la nariz de un lado al otro como si pudiera quitarme esa sensación de picor — ¿Estás cómoda? — la pregunta viene a que parece que todavía anda encontrando el modo de acomodarse en mis hombros, aunque no sé si es porque su tamaño es mucho menor que el mío o porque la humedad de su piel y la mía solo provoca que se resbale — Te puedo complicar más las cosas...
Solo por maldad tomo aire y me hundo de prepo en el agua, agarrándola por las piernas para que se hunda conmigo quiera o no. El agua de las grutas es demasiado cristalina e incluso alejándonos de la entrada tenemos una visión aceptable, por lo que sobre mi cabeza logro divisar el cabello rubio de Ava flotando sobre mí y entre mis propios pelos. Para evitar que se me escape la suelto de solo una pierna para ser libre de voltearme y picarle el estómago con la fastidiosa idea de hacerle cosquillas, hasta que la risa me explota como una burbuja en su cara y me obligo a salir a tomar aire.
Con un tirón suave la ayudo a subir conmigo y aprovecho a echarme el cabello hacia atrás para verla mejor, detonando mi expresión burlesca — Ya te lo dije muchas veces, Ava — le recuerdo, utilizando el tono que suelo emplear al momento de dar clases — No podrías ganarme en nada aunque quisieras — Es un falso ego, pero una seguridad afianzada por nuestras excursiones donde soy yo el que le da las órdenes, lo que muchas veces ha terminado en estúpidas peleas. Le salpico con los dedos vagamente y busco con la mirada la mochila donde tengo las cosas de baño, pero han quedado un poco más allá — ¿Me darías algo de privacidad o vas a quedarte mirando como me lavo? No es como si fueses a ver algo raro pero me ahorro de dar explicaciones si alguien entra.
Conozco a mi hermanastra lo suficiente como para saber que no va a dejármelo pasar y consigo nadar un poco más allá, donde la oscuridad de las grutas se empieza a extender sobre donde llega la luz solar. Quizá por culpa de mi risa o porque estoy vagamente preocupado por no haberle sacado un pulmón, Ava consigue ser lo suficientemente rápida como para atraparme entre sus manos culpándome de una cobardía que no siento del todo — ¿Cobarde yo? — alcanzo a decir con un gruñido que me hace escupir algo de agua, sabiendo que me ha gritado antes de llegar pero estaba demasiado ocupado escapando como para decir algo antes — No abuses, enana...
Intento no reírme y con el agua hasta el mentón alzo los ojos para observarla, encontrándome con su pelo mojado justo encima de mi cara que me hace mover la nariz de un lado al otro como si pudiera quitarme esa sensación de picor — ¿Estás cómoda? — la pregunta viene a que parece que todavía anda encontrando el modo de acomodarse en mis hombros, aunque no sé si es porque su tamaño es mucho menor que el mío o porque la humedad de su piel y la mía solo provoca que se resbale — Te puedo complicar más las cosas...
Solo por maldad tomo aire y me hundo de prepo en el agua, agarrándola por las piernas para que se hunda conmigo quiera o no. El agua de las grutas es demasiado cristalina e incluso alejándonos de la entrada tenemos una visión aceptable, por lo que sobre mi cabeza logro divisar el cabello rubio de Ava flotando sobre mí y entre mis propios pelos. Para evitar que se me escape la suelto de solo una pierna para ser libre de voltearme y picarle el estómago con la fastidiosa idea de hacerle cosquillas, hasta que la risa me explota como una burbuja en su cara y me obligo a salir a tomar aire.
Con un tirón suave la ayudo a subir conmigo y aprovecho a echarme el cabello hacia atrás para verla mejor, detonando mi expresión burlesca — Ya te lo dije muchas veces, Ava — le recuerdo, utilizando el tono que suelo emplear al momento de dar clases — No podrías ganarme en nada aunque quisieras — Es un falso ego, pero una seguridad afianzada por nuestras excursiones donde soy yo el que le da las órdenes, lo que muchas veces ha terminado en estúpidas peleas. Le salpico con los dedos vagamente y busco con la mirada la mochila donde tengo las cosas de baño, pero han quedado un poco más allá — ¿Me darías algo de privacidad o vas a quedarte mirando como me lavo? No es como si fueses a ver algo raro pero me ahorro de dar explicaciones si alguien entra.
No pienso dignificar su comentario con un reproche al apodo "enana", primero porque no quiero sonar infantil, y segundo porque no puedo negarlo. No cuando sin esfuerzo alguno me toma de las piernas y me hunde con él. Por suerte, sus intenciones estaban pintadas en su cara, y llegué a tomar suficiente aire como para no ahogarme en el proceso. No me dura mucho, cuando se voltea aún debajo del agua y comienza a hacerme cosquillas, suelto todo el aire que había logrado retener de golpe. Creo que pataleo algo, pero lo único que logro es resentir aún más mi tobillo en el forcejeo en lugar de hacerle daño a mi objetivo. No puedo evitarlo, cada vez que me hacen cosquillas parece que estoy sufriendo convulsiones y en lugar de calmarme y tratar de pensar coherentemente, me desespero.
Por suerte, mi ataque epiléptico parece haberle causado gracia a mi agresor y debido a que él también es incapaz de retener el aire, termina con la tortura. Con la misma facilidad con la que me llevó hacia abajo, me ayuda a subir a la superficie y no puedo evitar pensar que si ya de por sí peso poco en tierra, en agua debo ser más ligera que una pluma. Aún teniendo una pierna enganchada a su cintura, me recargo ligeramente sobre él para tratar de estabilizarme.
La única razón por la cual no lo estoy insultando de arriba abajo, es porque estoy muy ocupada tosiendo, dejándome de reír, y tratando de recuperar el aire para normalizar mi respiración. Lo peor, es que la risa estridente de Ben solo cesa para dar paso a sus comentarios egocéntricos, los cuales como de costumbre me provocan golpearlo aunque sea con los codos por lo afilados que pueden ser. - Puedo ganarte en una carrera con caballos. - Es mi débil defensa. Porque sí, ya sea por su edad, por su físico, o por lo que ha vivido, que es inevitable que no destaque en múltiples tareas que a mí, por regla general, me cuestan. Mi único consuelo en esos momentos, es que ni siquiera Cale es capaz de superarlo. Patética.
- Vas a tener que tener preparada la explicación entonces. - Declaro tratando de quitarme el pelo de la cara, y sin reparar demasiado en lo que digo. - Todavía me duele el tobillo, así que voy a esperar a que me lleves de regreso. - Dándome cuenta que en realidad lo que me había pedido era privacidad, y no que me fuese en sí; decido alejarme hacia la orilla. Desenganchándome de su agarre, doy la vuelta y me alejo mitad a nado, mitad recargándome sobre el pie izquierdo.
- Vas a tener que tener mucho cuidado comiendo el pescado, porque pienso dejarle todas las espinas. - Aclaro mientras trato de empujarme con los brazos sobre una piedra para salir del lago, lo cual se me dificulta gracias a mi corta estatura, a mi pie en mal estado y a que la superficie está resbaladiza.
Por suerte, mi ataque epiléptico parece haberle causado gracia a mi agresor y debido a que él también es incapaz de retener el aire, termina con la tortura. Con la misma facilidad con la que me llevó hacia abajo, me ayuda a subir a la superficie y no puedo evitar pensar que si ya de por sí peso poco en tierra, en agua debo ser más ligera que una pluma. Aún teniendo una pierna enganchada a su cintura, me recargo ligeramente sobre él para tratar de estabilizarme.
La única razón por la cual no lo estoy insultando de arriba abajo, es porque estoy muy ocupada tosiendo, dejándome de reír, y tratando de recuperar el aire para normalizar mi respiración. Lo peor, es que la risa estridente de Ben solo cesa para dar paso a sus comentarios egocéntricos, los cuales como de costumbre me provocan golpearlo aunque sea con los codos por lo afilados que pueden ser. - Puedo ganarte en una carrera con caballos. - Es mi débil defensa. Porque sí, ya sea por su edad, por su físico, o por lo que ha vivido, que es inevitable que no destaque en múltiples tareas que a mí, por regla general, me cuestan. Mi único consuelo en esos momentos, es que ni siquiera Cale es capaz de superarlo. Patética.
- Vas a tener que tener preparada la explicación entonces. - Declaro tratando de quitarme el pelo de la cara, y sin reparar demasiado en lo que digo. - Todavía me duele el tobillo, así que voy a esperar a que me lleves de regreso. - Dándome cuenta que en realidad lo que me había pedido era privacidad, y no que me fuese en sí; decido alejarme hacia la orilla. Desenganchándome de su agarre, doy la vuelta y me alejo mitad a nado, mitad recargándome sobre el pie izquierdo.
- Vas a tener que tener mucho cuidado comiendo el pescado, porque pienso dejarle todas las espinas. - Aclaro mientras trato de empujarme con los brazos sobre una piedra para salir del lago, lo cual se me dificulta gracias a mi corta estatura, a mi pie en mal estado y a que la superficie está resbaladiza.
— No te niego eso — declaro con una sonrisa. He visto a Ava montar y su trato con los caballos, así que le cedo por completo el beneficio de saber que podría ser más veloz sobre ellos que yo y admito para mis adentros que posiblemente, también es más rápida al correr por el simple factor de que es más ligera, al menos en forma humana. Si tuviese la poción matalobos, jugarle una carrera sería pan comido.
¿Tener preparada la explicación? ¿Qué quiere decir exactamente con eso? Mis cejas se arquean y la miro fijo, sin saber si demostrarme sorprendido o empezar a reírme, cuando me doy cuenta de que ha reparado tarde en lo que le estoy pidiendo y suelto una suave risa que ahogo apenas porque me hundo hasta debajo del labio, lo que me permite mirarla como si se tratase de un cocodrilo al acecho — No, no. Si tú quieres mirar bueno, pero me intimidas — ironizo, aunque creo que los dos sabemos que no haría nada con ella ahí. No por intimidad; sé que hemos pasado esa línea hace años más de lo que me gustaría admitir, pero sí por respeto a la amistad que tenemos ahora y porque ambos sabemos que eso estuvo mal, lo que sospecho que ha hecho que nunca toquemos el tema entre nosotros luego de regresar a casa ese día.
¿Por qué nunca lo hablamos? Quizá no había nada que hablar o ella simplemente lo había odiado... ¿Lo había odiado? Por un momento estoy por preguntarle sobre el tema de la nada, pero entonces ella se aparta al nado y yo simplemente la sigo, haciendo brazadas que me impulsan mucho más rápido hasta llegar a la orilla para poder estirar el brazo y tomar la mochila — ¿Crees que no estoy acostumbrado a comer porquerías? Me sorprendes, Ava — exploramos juntos y vivimos en el mismo distrito con pocos recursos, sumando el factor de mis cenas en forma de animal. Si alguien sabe esquivar espinas y huesos, soy yo — Aunque intenta no envenenar a nadie, los platos se mezclan fácil por aquí.
Bordeo las rocas dentro del agua solo para evitar que la mochila se moje y acabo ocultándome detrás de un círculo de piedras, lo suficientemente altas como para tener algo de privacidad al lavarme y donde la mayoría de nosotros recurrimos en busca de una ducha, gracias a la concentración de agua fría y las pocas posibilidades de que te vean desde el exterior. Es un baño rápido aunque me esfuerzo por terminar oliendo a jabón y no a tierra, aunque mi dilema entra cuando tengo que salir a secarme — ¡Solo voltéate! — le ordeno riendo, sin saber bien si se lo va a tomar en serio o no.
Me asomo primero para chequear pero acabo saliendo haciendo los malabares más ridículos que he visto en mí en mucho tiempo; primero la mochila como cubierta, luego la toalla, hasta que por fin consigo vestirme con ropa limpia que me queda mucho más cómoda gracias a la extinción de la mugre que llevaba encima. Regreso junto a ella con la cabeza chorreando gotas y dejo caer la mochila, para arreglar un poco la remera que me termino colocando — Ava. ¿Puedo hacerte una pregunta? — es un tono mucho más amable y serio que las anteriores burlas, y acabo sentándome en una de las rocas para verla mejor. Miro por un momento el agua, chasqueando la lengua sin saber bien si hablar o no, hasta que por fin decido sacarme la duda que me ha surgido antes — ¿Por qué nunca hablamos de lo que pasó?
¿Tener preparada la explicación? ¿Qué quiere decir exactamente con eso? Mis cejas se arquean y la miro fijo, sin saber si demostrarme sorprendido o empezar a reírme, cuando me doy cuenta de que ha reparado tarde en lo que le estoy pidiendo y suelto una suave risa que ahogo apenas porque me hundo hasta debajo del labio, lo que me permite mirarla como si se tratase de un cocodrilo al acecho — No, no. Si tú quieres mirar bueno, pero me intimidas — ironizo, aunque creo que los dos sabemos que no haría nada con ella ahí. No por intimidad; sé que hemos pasado esa línea hace años más de lo que me gustaría admitir, pero sí por respeto a la amistad que tenemos ahora y porque ambos sabemos que eso estuvo mal, lo que sospecho que ha hecho que nunca toquemos el tema entre nosotros luego de regresar a casa ese día.
¿Por qué nunca lo hablamos? Quizá no había nada que hablar o ella simplemente lo había odiado... ¿Lo había odiado? Por un momento estoy por preguntarle sobre el tema de la nada, pero entonces ella se aparta al nado y yo simplemente la sigo, haciendo brazadas que me impulsan mucho más rápido hasta llegar a la orilla para poder estirar el brazo y tomar la mochila — ¿Crees que no estoy acostumbrado a comer porquerías? Me sorprendes, Ava — exploramos juntos y vivimos en el mismo distrito con pocos recursos, sumando el factor de mis cenas en forma de animal. Si alguien sabe esquivar espinas y huesos, soy yo — Aunque intenta no envenenar a nadie, los platos se mezclan fácil por aquí.
Bordeo las rocas dentro del agua solo para evitar que la mochila se moje y acabo ocultándome detrás de un círculo de piedras, lo suficientemente altas como para tener algo de privacidad al lavarme y donde la mayoría de nosotros recurrimos en busca de una ducha, gracias a la concentración de agua fría y las pocas posibilidades de que te vean desde el exterior. Es un baño rápido aunque me esfuerzo por terminar oliendo a jabón y no a tierra, aunque mi dilema entra cuando tengo que salir a secarme — ¡Solo voltéate! — le ordeno riendo, sin saber bien si se lo va a tomar en serio o no.
Me asomo primero para chequear pero acabo saliendo haciendo los malabares más ridículos que he visto en mí en mucho tiempo; primero la mochila como cubierta, luego la toalla, hasta que por fin consigo vestirme con ropa limpia que me queda mucho más cómoda gracias a la extinción de la mugre que llevaba encima. Regreso junto a ella con la cabeza chorreando gotas y dejo caer la mochila, para arreglar un poco la remera que me termino colocando — Ava. ¿Puedo hacerte una pregunta? — es un tono mucho más amable y serio que las anteriores burlas, y acabo sentándome en una de las rocas para verla mejor. Miro por un momento el agua, chasqueando la lengua sin saber bien si hablar o no, hasta que por fin decido sacarme la duda que me ha surgido antes — ¿Por qué nunca hablamos de lo que pasó?
Ruedo los ojos cuando insiste en que no hay problema en que mire, y contengo una risa cuando aclara que lo intimidaría... Ja, como si Ben pudiese intimidarse por alguien. Pese a todo, no era tan masoquista, énfasis en tan, y no pensaba quedarme viendo como se bañaba. Además de que dudaba que Ben fuese a hacerlo, si fuese Eowyn no dudaría, pero mi hermanastro todavía tenía esa cosa llamada "sentido del pudor".
Reposicionando mis brazos sobre la piedra para darme un mejor impulso, pego un salto y logro salir del agua de manera no muy grácil, al mismo tiempo que Ben me da alcance y sin problema alguno llega a tomar la mochila que trajo consigo. Sin embargo, termino pegándole en la mano antes de que la retire debido a su comentario sobre la comida. - ¡Jamás dije que fuese a cocinar una porquería! - Le reprocho ofendida. No soy mala cocinera, y a diferencia de la pesca, es una actividad que realmente disfruto. No se si sea porque los olores me mantienen entretenida, o porque como bien ha remarcado Ben, no hay mucha variedad y sabor en el distrito, así que lograr que las cosas sepan bien es desafío. Pero dejando de lado mis primeros experimentos culinarios, podía decir que hace tiempo no cocinaba nada que pudiese considerarse feo. Todavía estaba esperando que en la próxima expedición pudiésemos robar algo de chocolate para hacer esa receta que encontré en uno de los tantos libros que habíamos traído. Si todo salía bien, ese sería el regalo de navidad de Wyn, ¿quién hubiese pensado que se pudiesen cocinar brownies con maría? - Las espinas eran para que te atragantes con ellas. - Le aclaro con fastidio. Después de todo, no es como si le fuesen a causar algo más que una leve molestia.
Cuando bordea el lago y se esconde detrás del círculo de piedras altas que la mayoría solemos preferir, aprovecho a quitarme la ropa mojada. A diferencia de él, no vine equipada para la ocasión con toallas y otra muda de ropa, y pese a que el clima era agradable, no quería regresar a mi casa empapada. Volviendo la vista hacia las rocas en donde está mi hermanastro, me aseguro de que no pueda verme y me quito todo, salvo la ropa interior, para rápidamente colocarme la sudadera encima. Por suerte, la prenda solía pertenecer a Cale (¿o era a Ben?) y llegaba a cubrirme hasta mitad del muslo. El grito de "¡Voltéate!", me llega cuando estoy de espaldas, terminando de escurrir mi ropa para luego colocarlas sobre una de las piedras que están calientes gracias a que el sol aún está en lo alto. Si tengo suerte, estarán lo suficientemente secas en pocos minutos, así que sigo con mi tarea en lo que el otro termina de asearse.
Justo termino con mi tarea al mismo tiempo en que siento a Ben acercarse. Aún sin voltearme en caso de que todavía no se encuentre decente, me dejo caer con cuidado de extender la pierna derecha para poder reposar mi tobillo. Cuando habla, su tono me sorprende, y solo atino a asentir con la cabeza luego de que se sienta, ya correctamente vestido. Estaba por apremiarlo a que continuase ya que parecía estar meditando lo que tenía que decirme, pero no hace falta y termina por hacer su pregunta.
Me sorprendo a mi misma al no entrar en pánico con lo que cuestiona. Claro, no me esperaba la pregunta, pero no me cuesta entender a qué hace referencia. Después de todo llevo cuatro años en las que me hago esa pregunta de manera intermitente; y casi que estoy familiarizada con las palabras. Imitándolo, termino mirando al agua como si en ella podría aparecer mágicamente la respuesta. No lo hace, y termino por volver mi vista hacia él. - Si te soy sincera, no tengo la menor idea. Son raras las veces en las que estamos solos dentro del distrito, y cuando estamos fuera... - Hago una pausa ya que como dije, no es la primera vez en la que me cuestiono sobre esa expedición. - No sé, supongo que no me parecía que fuera adecuado hablarlo estando solos de expedición. ¿No crees? - No sé qué más decir. Cuatro años con una pregunta en la cabeza, y cuando puedo sacarme las dudas sobre el asunto, me quedo en blanco. - ¿Qué te hizo sacar el tema a flote? - Consulto tratando de reordenar mis pensamientos. No sé que es lo que quiere saber, siempre tuve la duda del por qué no hablamos. ¿Pero qué hay que hablar?
Reposicionando mis brazos sobre la piedra para darme un mejor impulso, pego un salto y logro salir del agua de manera no muy grácil, al mismo tiempo que Ben me da alcance y sin problema alguno llega a tomar la mochila que trajo consigo. Sin embargo, termino pegándole en la mano antes de que la retire debido a su comentario sobre la comida. - ¡Jamás dije que fuese a cocinar una porquería! - Le reprocho ofendida. No soy mala cocinera, y a diferencia de la pesca, es una actividad que realmente disfruto. No se si sea porque los olores me mantienen entretenida, o porque como bien ha remarcado Ben, no hay mucha variedad y sabor en el distrito, así que lograr que las cosas sepan bien es desafío. Pero dejando de lado mis primeros experimentos culinarios, podía decir que hace tiempo no cocinaba nada que pudiese considerarse feo. Todavía estaba esperando que en la próxima expedición pudiésemos robar algo de chocolate para hacer esa receta que encontré en uno de los tantos libros que habíamos traído. Si todo salía bien, ese sería el regalo de navidad de Wyn, ¿quién hubiese pensado que se pudiesen cocinar brownies con maría? - Las espinas eran para que te atragantes con ellas. - Le aclaro con fastidio. Después de todo, no es como si le fuesen a causar algo más que una leve molestia.
Cuando bordea el lago y se esconde detrás del círculo de piedras altas que la mayoría solemos preferir, aprovecho a quitarme la ropa mojada. A diferencia de él, no vine equipada para la ocasión con toallas y otra muda de ropa, y pese a que el clima era agradable, no quería regresar a mi casa empapada. Volviendo la vista hacia las rocas en donde está mi hermanastro, me aseguro de que no pueda verme y me quito todo, salvo la ropa interior, para rápidamente colocarme la sudadera encima. Por suerte, la prenda solía pertenecer a Cale (¿o era a Ben?) y llegaba a cubrirme hasta mitad del muslo. El grito de "¡Voltéate!", me llega cuando estoy de espaldas, terminando de escurrir mi ropa para luego colocarlas sobre una de las piedras que están calientes gracias a que el sol aún está en lo alto. Si tengo suerte, estarán lo suficientemente secas en pocos minutos, así que sigo con mi tarea en lo que el otro termina de asearse.
Justo termino con mi tarea al mismo tiempo en que siento a Ben acercarse. Aún sin voltearme en caso de que todavía no se encuentre decente, me dejo caer con cuidado de extender la pierna derecha para poder reposar mi tobillo. Cuando habla, su tono me sorprende, y solo atino a asentir con la cabeza luego de que se sienta, ya correctamente vestido. Estaba por apremiarlo a que continuase ya que parecía estar meditando lo que tenía que decirme, pero no hace falta y termina por hacer su pregunta.
¿Por qué nunca hablamos de lo que pasó?
Me sorprendo a mi misma al no entrar en pánico con lo que cuestiona. Claro, no me esperaba la pregunta, pero no me cuesta entender a qué hace referencia. Después de todo llevo cuatro años en las que me hago esa pregunta de manera intermitente; y casi que estoy familiarizada con las palabras. Imitándolo, termino mirando al agua como si en ella podría aparecer mágicamente la respuesta. No lo hace, y termino por volver mi vista hacia él. - Si te soy sincera, no tengo la menor idea. Son raras las veces en las que estamos solos dentro del distrito, y cuando estamos fuera... - Hago una pausa ya que como dije, no es la primera vez en la que me cuestiono sobre esa expedición. - No sé, supongo que no me parecía que fuera adecuado hablarlo estando solos de expedición. ¿No crees? - No sé qué más decir. Cuatro años con una pregunta en la cabeza, y cuando puedo sacarme las dudas sobre el asunto, me quedo en blanco. - ¿Qué te hizo sacar el tema a flote? - Consulto tratando de reordenar mis pensamientos. No sé que es lo que quiere saber, siempre tuve la duda del por qué no hablamos. ¿Pero qué hay que hablar?
Al menos puedo decir que siento que está siendo honesta, porque creo que entiendo perfectamente a qué se refiere. Nunca fue un tema demasiado cómodo para sacar a flote considerando la relación que se supone que tenemos como parte de la misma familia y si no fuese porque tuve que contárselo a Seth, sería algo que hubiese muerto entre nosotros dos. Y digo "tuve" porque cuando él se dio cuenta de que mi trato con Ava parecía haber cambiado de la noche a la mañana por un breve periodo de tiempo, me vi obligado a tener que confesar la verdad. Algo que mi mejor amigo no ha cambiado en años es su manía de querer saberlo todo incluso lo que no tendría que importarle un carajo.
Muevo la cabeza de forma afirmativa aunque dudo un instante cuando es mi turno de ser interrogado, lo que me obliga a mover mis ojos del agua hacia ella aunque me mantengo en la misma postura, curvando mis labios en una sonrisa casi vergonzosa — Bueno, como tú dijiste, no solemos estar a solas en el distrito y mucho menos en situaciones como esta. No es como que acostumbre a tener pudor si ya no hay nada que ocultar, pero... — no puedo decir que tengo una larga lista de personas que me han visto sin ropa ni mucho menos, pero con Ava incluso eso fue diferente. Ese día, cuando regresamos, fue básicamente correr un velo sobre la noche anterior y fingir que nunca ocurrió. Nunca supe exactamente qué nos llevó tanto al hecho como a la resolución, pero en más de una ocasión me lo he preguntado, a pesar de no expresarlo con libertad, especialmente porque solo puedo hablarlo con dos personas y una se burlaría y la otra es directamente ella.
Me rasco el mentón y aprovecho a quitarme una gota de agua que continúa molestando, no muy seguro de hacia dónde ir con la conversación, porque me doy cuenta de que tengo muchas preguntas para hacerle pero la mitad son totalmente desubicadas y posiblemente me dejen con el pescado estampado en la cara. Al final, suelto un bufido que siento que me desinfla el pecho y por un momento me siento más pequeño en tamaño de lo que en realidad soy — Sé que no hay mucho que decir. Somos adultos y los dos sabemos que lo que pasó, pasó y creo que ya es tarde como para cuestionar el por qué — acabo diciendo, no muy seguro de mis palabras aunque optando por la salida más madura que encuentro — Solo que, a veces... bueno. Sé que no hay muchas opciones aquí, pero no me considero la mejor para... ya sabes...
Repentinamente sonrío y me siento nuevamente un adolescente estúpido que intenta no reírse ante ese tipo de cuestiones. Mi rostro se gira hacia ella y me doy cuenta de lo bizarro de la situación, en especial porque recuerdo cuando Ava era una niña que me contaba cuentos para dormir cuando el dolor de mi pierna era demasiado insoportable. Hace tiempo que sé que de niña no tiene nada, pero algo esa noche hizo que me dé cuenta del factor de que ambos habíamos crecido y estoy seguro de que no es precisamente el detalle de haberla visto sin ropa. Al final, acabo alzando una ceja — También fue tu primer beso... ¿No? — cuestiono en un tono de voz más bajo, como si esto tuviese que desaparecer entre nosotros dos — Quizá tenga que disculparme por arruinar eso para ti. Nunca supe si es algo que evitaste porque te arrepientes o porque simplemente fue incorrecto.
Muevo la cabeza de forma afirmativa aunque dudo un instante cuando es mi turno de ser interrogado, lo que me obliga a mover mis ojos del agua hacia ella aunque me mantengo en la misma postura, curvando mis labios en una sonrisa casi vergonzosa — Bueno, como tú dijiste, no solemos estar a solas en el distrito y mucho menos en situaciones como esta. No es como que acostumbre a tener pudor si ya no hay nada que ocultar, pero... — no puedo decir que tengo una larga lista de personas que me han visto sin ropa ni mucho menos, pero con Ava incluso eso fue diferente. Ese día, cuando regresamos, fue básicamente correr un velo sobre la noche anterior y fingir que nunca ocurrió. Nunca supe exactamente qué nos llevó tanto al hecho como a la resolución, pero en más de una ocasión me lo he preguntado, a pesar de no expresarlo con libertad, especialmente porque solo puedo hablarlo con dos personas y una se burlaría y la otra es directamente ella.
Me rasco el mentón y aprovecho a quitarme una gota de agua que continúa molestando, no muy seguro de hacia dónde ir con la conversación, porque me doy cuenta de que tengo muchas preguntas para hacerle pero la mitad son totalmente desubicadas y posiblemente me dejen con el pescado estampado en la cara. Al final, suelto un bufido que siento que me desinfla el pecho y por un momento me siento más pequeño en tamaño de lo que en realidad soy — Sé que no hay mucho que decir. Somos adultos y los dos sabemos que lo que pasó, pasó y creo que ya es tarde como para cuestionar el por qué — acabo diciendo, no muy seguro de mis palabras aunque optando por la salida más madura que encuentro — Solo que, a veces... bueno. Sé que no hay muchas opciones aquí, pero no me considero la mejor para... ya sabes...
Repentinamente sonrío y me siento nuevamente un adolescente estúpido que intenta no reírse ante ese tipo de cuestiones. Mi rostro se gira hacia ella y me doy cuenta de lo bizarro de la situación, en especial porque recuerdo cuando Ava era una niña que me contaba cuentos para dormir cuando el dolor de mi pierna era demasiado insoportable. Hace tiempo que sé que de niña no tiene nada, pero algo esa noche hizo que me dé cuenta del factor de que ambos habíamos crecido y estoy seguro de que no es precisamente el detalle de haberla visto sin ropa. Al final, acabo alzando una ceja — También fue tu primer beso... ¿No? — cuestiono en un tono de voz más bajo, como si esto tuviese que desaparecer entre nosotros dos — Quizá tenga que disculparme por arruinar eso para ti. Nunca supe si es algo que evitaste porque te arrepientes o porque simplemente fue incorrecto.
Me río, más por nervios que por otra cosa cuando hace referencia al pudor. Porque sí, si nuestra relación fuera distinta, tampoco me habría importunado que prefiera no ocultarse, yo misma no habría tomado las mismas precauciones. Jugueteando con el borde de mi sudadera cambio levemente de posición y estiro también la otra pierna hacia adelante. Debo parecer una nena pequeña con el pelo húmedo y vestida con una prenda que me queda bastante grande, pero da igual. - Te entiendo. - Comento cuando paro de reír. - Creo que he visto a Cale en pelotas poco menos que a Wyn, pero sigue sin ser lo mismo. ¿no? - En mi mente no me costaba pensar que era mi hermanastro siempre y cuando me recordase que no compartíamos sangre; tampoco me costaba vocalizarlo, pero si pensaba en aquella vez... Gracias al cielo que se había mudado antes de que pasara lo que pasó; nunca lo había pensado, pero no podría haber superado jamás esa noche si hubiese tenido que verlo a la cara todas las mañanas.
Se produce un pequeño silencio entre nosotros, pero no es incómodo, solo es... una pausa. Sin embargo, cuando vuelve a hablar es la primera vez que me sorprende de verdad. De todas las personas en el distrito, si excluía a Derian y a Wyn, jamás creí que Ben pudiese menospreciarse. Acabo conteniendo la risa, pero su planteo me parece ridículo. ¿En serio creía que lo que había pasado fue por un descarte de opciones? - ¿Te haría sentir mejor si te confieso que de pequeña me gustabas? - Suelto sin pensarlo mucho. Después de todo, ¿qué más daba el enamoramiento tonto de una pequeña? - Fue un poco antes de que mamá y Elioh... Bueno, un poco antes el nacimiento de Zenda. Debía tener... ¿once años? - Probablemente, no recordaba mucho de esas épocas, solo que Ben estaba cercano a cumplir dieciséis y por alguna razón me parecía el chico más lindo del mundo. Me trataba bien, y aunque siempre prefería pasar el tiempo con los demás de su edad, solía poner a Cale en su lugar. - A lo que voy es que fuese por lo que sea que pasó lo de esa noche, no fue precisamente por falta de opciones. - No sé si me expliqué como quería. Pero quiero que entienda que... ¿qué?
Cuando saca a flote lo de ser mi primer beso, me doy cuenta que he omitido ese hecho en mi mente. Sinceramente no lo había pensado, estaba más concentrada en el hecho de que había dormido con él; un beso en comparación, y más siendo que no había sido solo uno, era una nimiedad. Esta vez no puedo evitar reírme amplia y sinceramente. Cómo se nota que mi infancia había sido diferente a la de otros niños. - ¿Arruinar? ¿De verdad crees que arruinaste esas cosas para mí? - ¿Acaso Ben me veía como una adolescente risueña que se estaba preocupando por esas cosas? - Sí claro, fuiste mi primer beso, mi primera vez y todo eso que las niñas sueñan. Nunca fui una niña muy normal, y créeme que no fui una niña en ese entonces. Si hay algo que al menos espero dejarte claro en esta charla, es que no me arrepiento de lo que pasó. - Ya está. Lo dije. No me arrepentía de haber dormido con mi hermanastro. ¿Había estado mal dado nuestro "parentesco"? Probablemente. ¿Quién me iba a juzgar? La única que tendría derecho a sentirse ofendida o molesta, era Zenda; y por Merlín que la niña no se iba a enterar.
- Ben, eras... bueno, eres atractivo. Fuiste atento, y aunque no haya estado enamorada de ti o esas cosas que se esperan, me da igual. Nunca fui convencional en ningún aspecto de mi vida... o eso creo.- ¿Sincericidio? Seguro, pero supongo que es más fácil dejar todo en limpio ahora, y no estar cuatro años esperando la respuesta a una pregunta que ninguno quiere hacer. Dedicándole una mirada nuevamente, noto que el muy maldito de verdad es atractivo y me sonrío. - ¿Sabes lo único malo que pasó después de esa noche? - Le consulto divertida sabiendo de antemano que voy a responder por él. - Los casi cuatro años de frustración sexual que vinieron después de eso. De eso sí te culpo. Puede que no lo haya hecho porque no hay... ¿cómo habías dicho?... Ah sí, "muchas opciones aquí". Pues bueno, no lo hice por eso; pero créeme, luego de lo que pasó sí pude ver que no había muchas opciones para mí.
Se produce un pequeño silencio entre nosotros, pero no es incómodo, solo es... una pausa. Sin embargo, cuando vuelve a hablar es la primera vez que me sorprende de verdad. De todas las personas en el distrito, si excluía a Derian y a Wyn, jamás creí que Ben pudiese menospreciarse. Acabo conteniendo la risa, pero su planteo me parece ridículo. ¿En serio creía que lo que había pasado fue por un descarte de opciones? - ¿Te haría sentir mejor si te confieso que de pequeña me gustabas? - Suelto sin pensarlo mucho. Después de todo, ¿qué más daba el enamoramiento tonto de una pequeña? - Fue un poco antes de que mamá y Elioh... Bueno, un poco antes el nacimiento de Zenda. Debía tener... ¿once años? - Probablemente, no recordaba mucho de esas épocas, solo que Ben estaba cercano a cumplir dieciséis y por alguna razón me parecía el chico más lindo del mundo. Me trataba bien, y aunque siempre prefería pasar el tiempo con los demás de su edad, solía poner a Cale en su lugar. - A lo que voy es que fuese por lo que sea que pasó lo de esa noche, no fue precisamente por falta de opciones. - No sé si me expliqué como quería. Pero quiero que entienda que... ¿qué?
Cuando saca a flote lo de ser mi primer beso, me doy cuenta que he omitido ese hecho en mi mente. Sinceramente no lo había pensado, estaba más concentrada en el hecho de que había dormido con él; un beso en comparación, y más siendo que no había sido solo uno, era una nimiedad. Esta vez no puedo evitar reírme amplia y sinceramente. Cómo se nota que mi infancia había sido diferente a la de otros niños. - ¿Arruinar? ¿De verdad crees que arruinaste esas cosas para mí? - ¿Acaso Ben me veía como una adolescente risueña que se estaba preocupando por esas cosas? - Sí claro, fuiste mi primer beso, mi primera vez y todo eso que las niñas sueñan. Nunca fui una niña muy normal, y créeme que no fui una niña en ese entonces. Si hay algo que al menos espero dejarte claro en esta charla, es que no me arrepiento de lo que pasó. - Ya está. Lo dije. No me arrepentía de haber dormido con mi hermanastro. ¿Había estado mal dado nuestro "parentesco"? Probablemente. ¿Quién me iba a juzgar? La única que tendría derecho a sentirse ofendida o molesta, era Zenda; y por Merlín que la niña no se iba a enterar.
- Ben, eras... bueno, eres atractivo. Fuiste atento, y aunque no haya estado enamorada de ti o esas cosas que se esperan, me da igual. Nunca fui convencional en ningún aspecto de mi vida... o eso creo.- ¿Sincericidio? Seguro, pero supongo que es más fácil dejar todo en limpio ahora, y no estar cuatro años esperando la respuesta a una pregunta que ninguno quiere hacer. Dedicándole una mirada nuevamente, noto que el muy maldito de verdad es atractivo y me sonrío. - ¿Sabes lo único malo que pasó después de esa noche? - Le consulto divertida sabiendo de antemano que voy a responder por él. - Los casi cuatro años de frustración sexual que vinieron después de eso. De eso sí te culpo. Puede que no lo haya hecho porque no hay... ¿cómo habías dicho?... Ah sí, "muchas opciones aquí". Pues bueno, no lo hice por eso; pero créeme, luego de lo que pasó sí pude ver que no había muchas opciones para mí.
¿Quién no ha visto en pelotas a Eowyn alguna vez? El comentario de Ava me hace reír como si pudiese quitarme los nervios de la situación de esa manera, siendo por dos segundos esos amigos que solemos ser cuando no toma fuerza nuestro "lazo familiar" que provoca las clásicas peleas estúpidas que acaban en absolutamente nada. Lo bueno de haber crecido prácticamente juntos en un ambiente tan pequeño es que conocemos muy bien nuestras manías, así que fastidiarnos como hermanastros siempre ha sido pan comido.
"¿Te haría sentir mejor si te confieso que de pequeña me gustabas? "
A la mierda. Mi boca se abre en forma de "oh" por culpa de esa confesión y me deja un momento confundido, hasta que chasqueo la lengua como si acabase de reparar en un dato obvio mientras me acomodo en la roca, estirando una de mis piernas mientras me sujeto a la rodilla de la otra, oyendo su explicación sobre una situación en la cual no había reparado hasta entonces — Eso explica los cuentos hasta tarde y las veces que me cediste tu postre — recuerdo, más sorprendido por mi memoria que ante la declaración. A decir verdad en esa época Ava me parecía divertida y simpática, pero estaba mucho más entretenido luciéndome frente a Eowyn y Sophia, y sí, ésta última cuenta porque era una edad donde poco me importaba que fuese como mi hermana. Era un adolescente estúpido que buscaba como encajar en un sitio donde todo se encontraba reducido, así que no tenía tiempo para mirar dos veces a la niña que en ese entonces era la rubia que tengo sentada al lado. ¿Por qué demonios le gustaba? Era un idiota — Que mal gusto tenías, Avs — acabo declarando con una ligera sonrisa, esa que se ensancha en cuanto ella niega que fuese por falta de opciones. ¿Debería sentirme halagado? Considerando la honestidad del asunto, supongo que sí.
Su risa parece retumbar en las grutas y mezclarse con el sonido del agua, lo que por un momento me hace pensar que si hay alguien cerca posiblemente ya nos ha escuchado. Ava parece tan incrédula frente a mi comentario que me pregunto por un instante si estoy siendo más rebuscado y cuidadoso sobre un tema que no debería preocuparme, pero tristemente es lo que recuerdo que tanto papá como Seth me han enseñado cuando iba haciendo preguntas por todos lados de cómo tratar a las chicas. Al menos, a casi todas.
— No, nunca me he arrepentido tampoco — declaro, desviando la mirada como si observar una libélula que se ha colado dentro de la cueva fuese mucho más interesante que fijarme en ella. El animal revolotea cerca de nosotros y pronto se pierde en la oscuridad, llevándose mi atención por breves dos segundos — Pero jamás me he atrevido a preguntarte sobre el tema hasta... bueno, hoy. No eres una persona fácil de leer, al menos para mí — declaro, tratando de no reírme de mi propia estupidez — Temía que me dejes sin huevos si llegaba a decir algo. — bueno, nuestros padres o Cale lo harían en caso de enterarse.
Pareciera que mi hermanastra se había tomado una botella entera de veritaserum, soltando cosas que no creí escuchar de ella o porque no pensé demasiado en su persona en ese aspecto o porque simplemente, no me lo esperaba. Volteo hacia ella una vez más y abro la boca para hacer algún comentario, pero esa declaración final me quiebra la voz en una carcajada que me echa vagamente la cabeza hacia atrás y que probablemente espantó a cualquier animal que estuviese cerca de nosotros — ¿Nunca has vuelto a...? ¿Con nadie? — me sorprende porque quizá había fichado a alguna de las pocas personas que nos han rondado en los últimos años, además de que es obvio de que tiene con que. Quizá la conocí siendo una niña, pero no voy a negar jamás que ahora mismo es una mujer por sobre todo atractiva y particular. Para cuando me quiero dar cuenta, estoy haciéndole cejitas — Entiendo. Papá vive diciéndome que debo sentar cabeza alguna vez y Seth lo llama "miedo al compromiso", pero creo que no ven el ligero detalle de que nosotros no tenemos tan buena suerte...
Mi padre ha encontrado una compañera en Arleth y Seth se ha casado con Sophia después de más dramas que telenovela de la tarde, pero no podemos decir que el resto tengamos el mismo destino. Pienso en Alice durante un segundo, pero acabo descartando esa posibilidad de inmediato por toda la historia que hay detrás y me rasco la cabeza como si tuviese que disimular pensamientos que Ava no puede leer. Si no fuese por Eowyn, con quien no podría estar jamás en pareja en verdad, posiblemente mi situación sería la misma que la suya.
— Fue una buena noche — declaro sin siquiera pensarlo; ya que estamos siendo honestos, creo que no hay problema en sacarlo de una buena vez. Por hacer algo, froto las palmas de mis manos entre sí en un gesto pensativo, sonriéndome a mí mismo con suavidad ante el recuerdo. Había poca luz por nuestra situación y la lluvia nos había obligado a estar cerca de la fogata que pudimos crear de pura suerte; por alguna razón, recordar eso me obliga a evitar mirarla — Fue la primera vez que estuve con alguien que no fuese Eowyn así que también fue nuevo para mí. Pensé en volver a buscarte después de eso... — acabo admitiendo con una risa de obvia burla hacia mí mismo — pero preferí seguir fingiendo que nada ocurrió. No creas que ahora voy a ir a meterte mano por todo lo que nos hemos dicho — acabo agregando, solo porque las bromas siempre ayudan a relajar el ambiente.
Me toma dos segundos ponerme de pie y acomodar apenas la mochila en mi hombro, aunque en lugar de irme me siento a su lado abrazado a mi equipaje como si fuese nuevamente el Ben de quince años que no sabía cómo tratar los asuntos femeninos. Mantengo los ojos en el agua un momento antes de observar su perfil, al cual le sonrío de medio lado — Gracias por ser honesta conmigo, Avs. De verdad — murmuro — Y además, si me permites decirlo, tú tampoco estás nada mal — es un comentario suave, casi bromista, que culmina con un ligero codazo en sus costillas para darle un empujoncito. Como si nada hubiese pasado.
"¿Te haría sentir mejor si te confieso que de pequeña me gustabas? "
A la mierda. Mi boca se abre en forma de "oh" por culpa de esa confesión y me deja un momento confundido, hasta que chasqueo la lengua como si acabase de reparar en un dato obvio mientras me acomodo en la roca, estirando una de mis piernas mientras me sujeto a la rodilla de la otra, oyendo su explicación sobre una situación en la cual no había reparado hasta entonces — Eso explica los cuentos hasta tarde y las veces que me cediste tu postre — recuerdo, más sorprendido por mi memoria que ante la declaración. A decir verdad en esa época Ava me parecía divertida y simpática, pero estaba mucho más entretenido luciéndome frente a Eowyn y Sophia, y sí, ésta última cuenta porque era una edad donde poco me importaba que fuese como mi hermana. Era un adolescente estúpido que buscaba como encajar en un sitio donde todo se encontraba reducido, así que no tenía tiempo para mirar dos veces a la niña que en ese entonces era la rubia que tengo sentada al lado. ¿Por qué demonios le gustaba? Era un idiota — Que mal gusto tenías, Avs — acabo declarando con una ligera sonrisa, esa que se ensancha en cuanto ella niega que fuese por falta de opciones. ¿Debería sentirme halagado? Considerando la honestidad del asunto, supongo que sí.
Su risa parece retumbar en las grutas y mezclarse con el sonido del agua, lo que por un momento me hace pensar que si hay alguien cerca posiblemente ya nos ha escuchado. Ava parece tan incrédula frente a mi comentario que me pregunto por un instante si estoy siendo más rebuscado y cuidadoso sobre un tema que no debería preocuparme, pero tristemente es lo que recuerdo que tanto papá como Seth me han enseñado cuando iba haciendo preguntas por todos lados de cómo tratar a las chicas. Al menos, a casi todas.
— No, nunca me he arrepentido tampoco — declaro, desviando la mirada como si observar una libélula que se ha colado dentro de la cueva fuese mucho más interesante que fijarme en ella. El animal revolotea cerca de nosotros y pronto se pierde en la oscuridad, llevándose mi atención por breves dos segundos — Pero jamás me he atrevido a preguntarte sobre el tema hasta... bueno, hoy. No eres una persona fácil de leer, al menos para mí — declaro, tratando de no reírme de mi propia estupidez — Temía que me dejes sin huevos si llegaba a decir algo. — bueno, nuestros padres o Cale lo harían en caso de enterarse.
Pareciera que mi hermanastra se había tomado una botella entera de veritaserum, soltando cosas que no creí escuchar de ella o porque no pensé demasiado en su persona en ese aspecto o porque simplemente, no me lo esperaba. Volteo hacia ella una vez más y abro la boca para hacer algún comentario, pero esa declaración final me quiebra la voz en una carcajada que me echa vagamente la cabeza hacia atrás y que probablemente espantó a cualquier animal que estuviese cerca de nosotros — ¿Nunca has vuelto a...? ¿Con nadie? — me sorprende porque quizá había fichado a alguna de las pocas personas que nos han rondado en los últimos años, además de que es obvio de que tiene con que. Quizá la conocí siendo una niña, pero no voy a negar jamás que ahora mismo es una mujer por sobre todo atractiva y particular. Para cuando me quiero dar cuenta, estoy haciéndole cejitas — Entiendo. Papá vive diciéndome que debo sentar cabeza alguna vez y Seth lo llama "miedo al compromiso", pero creo que no ven el ligero detalle de que nosotros no tenemos tan buena suerte...
Mi padre ha encontrado una compañera en Arleth y Seth se ha casado con Sophia después de más dramas que telenovela de la tarde, pero no podemos decir que el resto tengamos el mismo destino. Pienso en Alice durante un segundo, pero acabo descartando esa posibilidad de inmediato por toda la historia que hay detrás y me rasco la cabeza como si tuviese que disimular pensamientos que Ava no puede leer. Si no fuese por Eowyn, con quien no podría estar jamás en pareja en verdad, posiblemente mi situación sería la misma que la suya.
— Fue una buena noche — declaro sin siquiera pensarlo; ya que estamos siendo honestos, creo que no hay problema en sacarlo de una buena vez. Por hacer algo, froto las palmas de mis manos entre sí en un gesto pensativo, sonriéndome a mí mismo con suavidad ante el recuerdo. Había poca luz por nuestra situación y la lluvia nos había obligado a estar cerca de la fogata que pudimos crear de pura suerte; por alguna razón, recordar eso me obliga a evitar mirarla — Fue la primera vez que estuve con alguien que no fuese Eowyn así que también fue nuevo para mí. Pensé en volver a buscarte después de eso... — acabo admitiendo con una risa de obvia burla hacia mí mismo — pero preferí seguir fingiendo que nada ocurrió. No creas que ahora voy a ir a meterte mano por todo lo que nos hemos dicho — acabo agregando, solo porque las bromas siempre ayudan a relajar el ambiente.
Me toma dos segundos ponerme de pie y acomodar apenas la mochila en mi hombro, aunque en lugar de irme me siento a su lado abrazado a mi equipaje como si fuese nuevamente el Ben de quince años que no sabía cómo tratar los asuntos femeninos. Mantengo los ojos en el agua un momento antes de observar su perfil, al cual le sonrío de medio lado — Gracias por ser honesta conmigo, Avs. De verdad — murmuro — Y además, si me permites decirlo, tú tampoco estás nada mal — es un comentario suave, casi bromista, que culmina con un ligero codazo en sus costillas para darle un empujoncito. Como si nada hubiese pasado.
La expresión de pescado que adorna la cara de Ben me hace volver a reírme de manera estridente. Si hubiese sabido que esa era la reacción que iba a generar en mi hermanastro, hubiese confesado mi encaprichamiento infantil desde hace mucho tiempo. Me recuerda que solía tener ciertas condescendencias con él y eso me hace reír aún más. Hay muchas cosas que había olvidado de esa época, y que terminase por darle uno de los pocos gustos que podíamos darnos en el distrito... Me sereno de a poco, y cuando menciona mi "mal gusto" simplemente me encojo de hombros. Era pequeña, y si no hubiese sido por nuestro en ese entonces reciente parentesco, es muy probable que me hubiese gustado un tiempo más cuando menos.
Cuando me dice que no se arrepiente, una parte de mí parece aflojarse; como si hubiese tenido un nudo en la parte posterior del cuello que de la la nada desapareció. Sin estar muy segura de qué comentar a eso, lo noto distraerse con algo, y cuando me doy cuenta de lo que es, también termino observando la libélula casi inconscientemente. - No soy una persona fácil de leer ni para mi misma. Ya me resigné. - Le respondo. Y es verdad, de un punto a hoy terminé por ni siquiera tratar de analizar algunas de las cosas que creía que me pasaban. Es insoportable tratar de analizarse a uno mismo, buscando por qués y sin sentidos que no llevaban a ninguna parte. Me limitaba a hacer lo que quería... o lo que podía. - Igual con este tema, tu y tus huevos pueden quedarse tranquilos.
Siento como por primera vez en mucho tiempo, un leve rubor tiñe mis mejillas. No es normal que me sonroje, pero no puedo evitarlo cuando la risa estridente de mi hermanastro y su incrédula pregunta llegan a mis oídos. - No, nunca. ¿Pensabas que sí? - Respondo casi que tajantemente. ¿Qué esperaba? Lo de la falta de opciones no era broma, y aunque haya escuchado el comentario de que por esa razón es que me hice exploradora, no tenía ese comportamiento liberal que Wyn portaba con orgullo. No es que tampoco necesitara estar en una relación, o tener sentimientos hacia alguien para poder tener sexo; pero sí creía que al menos una base de conocimiento y algo de respeto hacia la otra persona.
Me relajo cuando nombra a su padre y a Seth, después de todo yo misma había sacado el tema de mis años de sequía y él no tenía la culpa de ello... O al menos no toda. - Claro... Sentar cabeza en la almohada me imagino. Lo mismo que Seth, ¿no te conoce? Mantienes un excelente compromiso con la comida. - Bromeo. Segundos después, un pensamiento viene a mi mente y no dudo en exteriorizarlo. - Mi madre nunca me ha dicho nada en lo que se refiere a ese aspecto de mi vida... Aunque ahora que lo pienso, probablemente piensa que sigo siendo virgen. - Me río, y aunque muera por saber la respuesta a esa pregunta, no podría hacerla sin que me cuestione por ello. Prefiero no arriesgarme.
Doblando mi pierna hacia mi cadera con cuidado, reviso mi tobillo para notar que si bien el dolor persiste, al menos no parece ser un esguince. Masajeando con suavidad la zona afectada, inevitablemente me pongo a pensar qué pensaran en el distrito de mi en ese aspecto. Después de todo, jamás le dije a nadie lo que sucedió cuatro años atrás, y mucho menos me habrán tachado de persona romántica. ¿Será que todo el distrito piensa que conservo mi virginidad? Nuevamente, tardo poco en decidir que prefiero no saber la respuesta. Ya no por cuestiones de opinión, sino que porque con la única con la que tenía la confianza para hablar de estos temas es Wyn. Y si a Wyn le dices "a", al día siguiente todos se aprendían el abecedario.
Llevando mis manos a mi cabello, comienzo a desenredarlo con los dedos; el agua del lago me los había enredado y prefería peinarlo ahora que aún se hallaba húmedo. - Fue una buena noche...- Acabo repitiendo. - ¿Pensaste en volver a...? - Es mi turno de reírme nuevamente, pero como no quería ofenderlo no tardé en explicarme. - No voy a decir que no pensé lo mismo. Pero las primeras semanas estaba aterrada; no tenía idea de cómo había estado y cualquier idiotez que se piensa en la primera vez. Sumado al hecho de que no tenía idea de como mierda tratarte. ¿Cuánto tiempo habremos estado hasta volvernos a tratar con normalidad?- Encogiéndome de hombros, me vuelvo a reír de su chiste y acabo por guiñarle el ojo antes de acotar. - Habla por ti mismo. Yo no sé si pueda seguir la misma premisa.
Creyendo que se estaba levantado para irse, poco me faltó para gritarle que todavía me tenía que llevar, cuando se acerca y se deja caer a mi lado. Sonrío a la vez que arqueo una ceja en su dirección, y luego vuelvo a reírme. Tendría que juntarme más seguido con Ben, no podía recordar la última vez que me había reído tanto en una sola tarde. O en una sola semana... - Y gracias a ti por tener los huevos para preguntar. Me siento más relajada ahora que desenterramos al muerto. - Es mi muy educado comentario. Devolviendo el codazo con una leve palmada en su hombro, me sonrío porque si bien se que no soy fea, solo se han referido a mi como linda o bonita, jamás me han dicho que podía ser atractiva.- Y gracias por el cumplido, sea o no por compromiso, siempre es lindo sentirse atrayente.
Cuando me dice que no se arrepiente, una parte de mí parece aflojarse; como si hubiese tenido un nudo en la parte posterior del cuello que de la la nada desapareció. Sin estar muy segura de qué comentar a eso, lo noto distraerse con algo, y cuando me doy cuenta de lo que es, también termino observando la libélula casi inconscientemente. - No soy una persona fácil de leer ni para mi misma. Ya me resigné. - Le respondo. Y es verdad, de un punto a hoy terminé por ni siquiera tratar de analizar algunas de las cosas que creía que me pasaban. Es insoportable tratar de analizarse a uno mismo, buscando por qués y sin sentidos que no llevaban a ninguna parte. Me limitaba a hacer lo que quería... o lo que podía. - Igual con este tema, tu y tus huevos pueden quedarse tranquilos.
Siento como por primera vez en mucho tiempo, un leve rubor tiñe mis mejillas. No es normal que me sonroje, pero no puedo evitarlo cuando la risa estridente de mi hermanastro y su incrédula pregunta llegan a mis oídos. - No, nunca. ¿Pensabas que sí? - Respondo casi que tajantemente. ¿Qué esperaba? Lo de la falta de opciones no era broma, y aunque haya escuchado el comentario de que por esa razón es que me hice exploradora, no tenía ese comportamiento liberal que Wyn portaba con orgullo. No es que tampoco necesitara estar en una relación, o tener sentimientos hacia alguien para poder tener sexo; pero sí creía que al menos una base de conocimiento y algo de respeto hacia la otra persona.
Me relajo cuando nombra a su padre y a Seth, después de todo yo misma había sacado el tema de mis años de sequía y él no tenía la culpa de ello... O al menos no toda. - Claro... Sentar cabeza en la almohada me imagino. Lo mismo que Seth, ¿no te conoce? Mantienes un excelente compromiso con la comida. - Bromeo. Segundos después, un pensamiento viene a mi mente y no dudo en exteriorizarlo. - Mi madre nunca me ha dicho nada en lo que se refiere a ese aspecto de mi vida... Aunque ahora que lo pienso, probablemente piensa que sigo siendo virgen. - Me río, y aunque muera por saber la respuesta a esa pregunta, no podría hacerla sin que me cuestione por ello. Prefiero no arriesgarme.
Doblando mi pierna hacia mi cadera con cuidado, reviso mi tobillo para notar que si bien el dolor persiste, al menos no parece ser un esguince. Masajeando con suavidad la zona afectada, inevitablemente me pongo a pensar qué pensaran en el distrito de mi en ese aspecto. Después de todo, jamás le dije a nadie lo que sucedió cuatro años atrás, y mucho menos me habrán tachado de persona romántica. ¿Será que todo el distrito piensa que conservo mi virginidad? Nuevamente, tardo poco en decidir que prefiero no saber la respuesta. Ya no por cuestiones de opinión, sino que porque con la única con la que tenía la confianza para hablar de estos temas es Wyn. Y si a Wyn le dices "a", al día siguiente todos se aprendían el abecedario.
Llevando mis manos a mi cabello, comienzo a desenredarlo con los dedos; el agua del lago me los había enredado y prefería peinarlo ahora que aún se hallaba húmedo. - Fue una buena noche...- Acabo repitiendo. - ¿Pensaste en volver a...? - Es mi turno de reírme nuevamente, pero como no quería ofenderlo no tardé en explicarme. - No voy a decir que no pensé lo mismo. Pero las primeras semanas estaba aterrada; no tenía idea de cómo había estado y cualquier idiotez que se piensa en la primera vez. Sumado al hecho de que no tenía idea de como mierda tratarte. ¿Cuánto tiempo habremos estado hasta volvernos a tratar con normalidad?- Encogiéndome de hombros, me vuelvo a reír de su chiste y acabo por guiñarle el ojo antes de acotar. - Habla por ti mismo. Yo no sé si pueda seguir la misma premisa.
Creyendo que se estaba levantado para irse, poco me faltó para gritarle que todavía me tenía que llevar, cuando se acerca y se deja caer a mi lado. Sonrío a la vez que arqueo una ceja en su dirección, y luego vuelvo a reírme. Tendría que juntarme más seguido con Ben, no podía recordar la última vez que me había reído tanto en una sola tarde. O en una sola semana... - Y gracias a ti por tener los huevos para preguntar. Me siento más relajada ahora que desenterramos al muerto. - Es mi muy educado comentario. Devolviendo el codazo con una leve palmada en su hombro, me sonrío porque si bien se que no soy fea, solo se han referido a mi como linda o bonita, jamás me han dicho que podía ser atractiva.- Y gracias por el cumplido, sea o no por compromiso, siempre es lindo sentirse atrayente.
Si hay algo en la vida que jamás creí presenciar, es el ver a Ava tomar un breve sonrojo que me tienta a picarle los cachetes en actitud fastidiosa, aunque creo que de hacerlo perdería todos los dedos — Me cuesta creer que no — le confieso con simpleza. Ava es bonita, lo suficiente como para que cualquier hombre pudiese mirarla con otros ojos, pero aparentemente la experiencia le ha dicho lo contrario y no sé si ella tiene noción de su aspecto a pesar de que no haya muchos pretendientes que puedan apreciarlo.
Las risas se mezclan con fluidez y naturalidad, tanto por sus opiniones sobre los dichos de Elioh y Seth como la simple idea de Arleth manteniendo creencias no tan disparatadas sobre la virginidad de su hija, por lo que por unos segundos me olvido de la presión que nos ha llevado a sacar el tema en primer lugar. Ahora creo recordar por qué me acosté con ella; ser yo mismo con mis estupideces siempre fue demasiado sencillo cuando estaba con Ava y esa noche la necesidad de calor le dio una nueva dosis al grado de confidencialidad. Quizá fue un error, pero los dos nos sentimos cómodos con él — Semanas — le recuerdo, haciendo memoria a esos días en los cuales nuestro trato se volvió distante hasta que volvimos a ser los que solíamos ser — Quisiste ganarme una competencia de bebida en el cumpleaños de Seth y terminamos ebrios. La resaca fue espantosa — nada como una buena borrachera para recuperar una amistad.
No soy un experto en coqueteos o en seducción, en lo absoluto. Siempre he tratado de adivinar cómo se supone que debo actuar si noto cierto grado de interés en la susodicha, aunque casi nunca consigo adivinar qué es lo que está pasando hasta que es demasiado tarde; es como una especie de ley que me acompaña desde el primer día en el cual me empecé a fijar en las chicas. Por eso mismo no entiendo lo que pasa cuando ella me guiña el ojo y suelta un comentario que no entiendo exactamente si tomarlo como un chiste o no, así que alzo mis cejas para mostrarme sorprendido por su soltura, aunque me remuevo un poco en mi lugar y opto responderle con lo primero que se me viene a la mente para no quedarme atrás — No te recomiendo jugar con eso. Alguna broma en mal lugar te puede meter en problemas — y la sonrisa que le dedico deja bien en claro que no se trata de la clase de problema que su madre podría solucionar por ella.
— No creí tener nunca los huevos, lo admito — le respondo entre risas, recibiendo su palmada aunque sin prestarle mucha atención porque la miro como si no pudiese creer lo que me está diciendo — ¿No creías que pensaba que eras atractiva? — digo con divertida perplejidad. Mi cabeza se echa un poco hacia el costado con una expresión graciosa que deja en evidencia que pienso que es demasiado lenta, hasta que suelto una risa contenida por lo bajo — Quizá no tenga muchas opciones y confieso que no puedo alardear de una larga lista y experiencia en amantes — declaro — pero jamás me he acostado con alguien sin sentir al menos una mínima atracción. Y tienes que admitir que esa noche fue muy... em.... tentadora — no sé si es la palabra correcta, pero es la que mejor se adapta a lo que le quiero explicar — Estuviste más que bien, lo juro.
Remarco esas palabras con una mano en el corazón y alzando otra como si estuviese en medio de una promesa irrefutable, hasta que vuelvo a empezar a reírme y me apoyo en las piedras para ponerme de pie. Es tonto, pero siento como si me hubiese quitado un peso de encima y creo que ella lo comprende, porque se asemeja a notar como si una barrera se hubiese derrumbado entre nosotros. Me coloco la mochila sobre un hombro y le tiendo una mano, moviendo mis dedos cerca de su cara en una invitación a ayudarla a levantarse — Quizá no estás muy presentable, pero si tu pie te lo permite, puedo llevarte a casa. Podemos seguir siendo Ava y Ben con un poquito más de confianza.
Las risas se mezclan con fluidez y naturalidad, tanto por sus opiniones sobre los dichos de Elioh y Seth como la simple idea de Arleth manteniendo creencias no tan disparatadas sobre la virginidad de su hija, por lo que por unos segundos me olvido de la presión que nos ha llevado a sacar el tema en primer lugar. Ahora creo recordar por qué me acosté con ella; ser yo mismo con mis estupideces siempre fue demasiado sencillo cuando estaba con Ava y esa noche la necesidad de calor le dio una nueva dosis al grado de confidencialidad. Quizá fue un error, pero los dos nos sentimos cómodos con él — Semanas — le recuerdo, haciendo memoria a esos días en los cuales nuestro trato se volvió distante hasta que volvimos a ser los que solíamos ser — Quisiste ganarme una competencia de bebida en el cumpleaños de Seth y terminamos ebrios. La resaca fue espantosa — nada como una buena borrachera para recuperar una amistad.
No soy un experto en coqueteos o en seducción, en lo absoluto. Siempre he tratado de adivinar cómo se supone que debo actuar si noto cierto grado de interés en la susodicha, aunque casi nunca consigo adivinar qué es lo que está pasando hasta que es demasiado tarde; es como una especie de ley que me acompaña desde el primer día en el cual me empecé a fijar en las chicas. Por eso mismo no entiendo lo que pasa cuando ella me guiña el ojo y suelta un comentario que no entiendo exactamente si tomarlo como un chiste o no, así que alzo mis cejas para mostrarme sorprendido por su soltura, aunque me remuevo un poco en mi lugar y opto responderle con lo primero que se me viene a la mente para no quedarme atrás — No te recomiendo jugar con eso. Alguna broma en mal lugar te puede meter en problemas — y la sonrisa que le dedico deja bien en claro que no se trata de la clase de problema que su madre podría solucionar por ella.
— No creí tener nunca los huevos, lo admito — le respondo entre risas, recibiendo su palmada aunque sin prestarle mucha atención porque la miro como si no pudiese creer lo que me está diciendo — ¿No creías que pensaba que eras atractiva? — digo con divertida perplejidad. Mi cabeza se echa un poco hacia el costado con una expresión graciosa que deja en evidencia que pienso que es demasiado lenta, hasta que suelto una risa contenida por lo bajo — Quizá no tenga muchas opciones y confieso que no puedo alardear de una larga lista y experiencia en amantes — declaro — pero jamás me he acostado con alguien sin sentir al menos una mínima atracción. Y tienes que admitir que esa noche fue muy... em.... tentadora — no sé si es la palabra correcta, pero es la que mejor se adapta a lo que le quiero explicar — Estuviste más que bien, lo juro.
Remarco esas palabras con una mano en el corazón y alzando otra como si estuviese en medio de una promesa irrefutable, hasta que vuelvo a empezar a reírme y me apoyo en las piedras para ponerme de pie. Es tonto, pero siento como si me hubiese quitado un peso de encima y creo que ella lo comprende, porque se asemeja a notar como si una barrera se hubiese derrumbado entre nosotros. Me coloco la mochila sobre un hombro y le tiendo una mano, moviendo mis dedos cerca de su cara en una invitación a ayudarla a levantarse — Quizá no estás muy presentable, pero si tu pie te lo permite, puedo llevarte a casa. Podemos seguir siendo Ava y Ben con un poquito más de confianza.
Parece que continuamos con esta racha de sinceridad absoluta, pero no me disgusta. O al menos no cuando mi autoestima subió unas cuantas posiciones con respecto a donde se encontraba. Tomándome como un cumplido la incredulidad de mi hermanastro, termino sonriendo. Como dije, mi madre aún debía creer que era virgen, así que tener a alguien que creyese que tenía los suficientes recursos para llevar una vida sexual lo suficientemente activa era... interesante.
- ¡Había olvidado eso!- Suelto en un grito mientras me pongo a reír de manera estridente. Aunque supongo que es normal olvidarte de esas cosas cuando la resaca posterior logra durar casi una semana entera. - ¿Quién había ganado? Creo que nunca me había emborrachado tanto hasta ese momento... Aunque si mal no recuerdo, luego de eso te maltraté por cada día que me duró el dolor de cabeza. - Claro que, si me lo ponía a pensar, era más factible que me pasase la vida insultando a Ben, que evitándolo cada vez que nos encontrábamos cerca. Porque básicamente era ese el trato que mantuvimos hasta esa noche de bebida. Cada vez que ambos nos encontrábamos en la misma habitación, alguno se terminaba yendo a los pocos minutos. Incluso las expediciones siguientes, que habían estado bastante más concurridas de lo que solían estar, habíamos logrado hablarnos solo lo justo y necesario. ¿Alguien dijo 'infantil'?
Lo noto removerse incómodo cuando bromeo con lo de meterle mano, e internamente mi sonrisa es más grande que la del gato de Cheshire. - ¿Crees que estoy jugando? - Pregunto alzando las cejas de manera sugerente ante su comentario. - ¿Qué problemas son esos de los que hablas? - Aunque me cuesta, logro no largar la carcajada que me estoy aguantando. Probablemente pueda leer en mi expresión lo mucho que me divierte el asunto, pero sigo la corriente y termino apoyando mi mentón sobre su hombro para ver si logro incomodarlo un poco más. Pasan uno, dos, tres segundos, y me alejo rompiendo en risas. Al parecer encontré una nueva forma de divertirme, y considerando que el distrito catorce no se caracteriza por la variedad en el entretenimiento, pienso de antemano que seguramente terminaré optando por esta opción más de lo que debería.
Como dije, esta charla era una especie de bálsamo para mi autoestima, y aunque no creía necesitarlo, se siente bien. - No es que creyera que no me consideraras atractiva. O no sé... - Dudo un poco antes de hablar. No quiero que piense que tengo inseguridades que en realidad no poseo, así que trato de pensar bien las palabras. - Siempre supe que soy un poco más que bonita, o al menos a mi parecer lo soy. Sólo que jamás me vi a mi misma como alguien atractiva... ¿O tentadora? - Me río, no por burlarme de él, sino porque realmente era una excelente palabra para describir la situación. - Lamentablemente no puedo hablar desde la voz de la experiencia. Y no tengo nada con qué comparar más que con mi mano, pero también considero que estuviste "más que bien".- Aclaro todavía entre risas. - O al menos lo suficientemente bien como para no haber mentido con eso de los cuatro años de frustración...
¿Seguir siendo Ava y Ben con un poco más de confianza? Me gustaba el sonido de eso. Oficialmente ya no había ningún tema escabroso entre los dos, y eso realmente suponía un alivio que no creí necesitar. Estirando la mano y tratando de apoyarme sobre la pierna izquierda, logro incorporarme no sin dificultades. - Si me ayudas a juntar mis cosas, acepto. Además de que todavía debo pagar mi deuda. - Le respondo en referencia a la cena que le prometí gracias a haber pescado al bendito pez. Lo suelto para que pueda hacer lo que le pedí, pero cuando quiero dar un paso apoyándome sobre el otro pie, mi rodilla cede y termino teniendo que agarrarme de su hombro para no caerme. - Parece que mi pie no quiere permitirlo. - Termino entre dientes, sonriendo pese a mi ceño fruncido por el dolor que me causó.
- ¡Había olvidado eso!- Suelto en un grito mientras me pongo a reír de manera estridente. Aunque supongo que es normal olvidarte de esas cosas cuando la resaca posterior logra durar casi una semana entera. - ¿Quién había ganado? Creo que nunca me había emborrachado tanto hasta ese momento... Aunque si mal no recuerdo, luego de eso te maltraté por cada día que me duró el dolor de cabeza. - Claro que, si me lo ponía a pensar, era más factible que me pasase la vida insultando a Ben, que evitándolo cada vez que nos encontrábamos cerca. Porque básicamente era ese el trato que mantuvimos hasta esa noche de bebida. Cada vez que ambos nos encontrábamos en la misma habitación, alguno se terminaba yendo a los pocos minutos. Incluso las expediciones siguientes, que habían estado bastante más concurridas de lo que solían estar, habíamos logrado hablarnos solo lo justo y necesario. ¿Alguien dijo 'infantil'?
Lo noto removerse incómodo cuando bromeo con lo de meterle mano, e internamente mi sonrisa es más grande que la del gato de Cheshire. - ¿Crees que estoy jugando? - Pregunto alzando las cejas de manera sugerente ante su comentario. - ¿Qué problemas son esos de los que hablas? - Aunque me cuesta, logro no largar la carcajada que me estoy aguantando. Probablemente pueda leer en mi expresión lo mucho que me divierte el asunto, pero sigo la corriente y termino apoyando mi mentón sobre su hombro para ver si logro incomodarlo un poco más. Pasan uno, dos, tres segundos, y me alejo rompiendo en risas. Al parecer encontré una nueva forma de divertirme, y considerando que el distrito catorce no se caracteriza por la variedad en el entretenimiento, pienso de antemano que seguramente terminaré optando por esta opción más de lo que debería.
Como dije, esta charla era una especie de bálsamo para mi autoestima, y aunque no creía necesitarlo, se siente bien. - No es que creyera que no me consideraras atractiva. O no sé... - Dudo un poco antes de hablar. No quiero que piense que tengo inseguridades que en realidad no poseo, así que trato de pensar bien las palabras. - Siempre supe que soy un poco más que bonita, o al menos a mi parecer lo soy. Sólo que jamás me vi a mi misma como alguien atractiva... ¿O tentadora? - Me río, no por burlarme de él, sino porque realmente era una excelente palabra para describir la situación. - Lamentablemente no puedo hablar desde la voz de la experiencia. Y no tengo nada con qué comparar más que con mi mano, pero también considero que estuviste "más que bien".- Aclaro todavía entre risas. - O al menos lo suficientemente bien como para no haber mentido con eso de los cuatro años de frustración...
¿Seguir siendo Ava y Ben con un poco más de confianza? Me gustaba el sonido de eso. Oficialmente ya no había ningún tema escabroso entre los dos, y eso realmente suponía un alivio que no creí necesitar. Estirando la mano y tratando de apoyarme sobre la pierna izquierda, logro incorporarme no sin dificultades. - Si me ayudas a juntar mis cosas, acepto. Además de que todavía debo pagar mi deuda. - Le respondo en referencia a la cena que le prometí gracias a haber pescado al bendito pez. Lo suelto para que pueda hacer lo que le pedí, pero cuando quiero dar un paso apoyándome sobre el otro pie, mi rodilla cede y termino teniendo que agarrarme de su hombro para no caerme. - Parece que mi pie no quiere permitirlo. - Termino entre dientes, sonriendo pese a mi ceño fruncido por el dolor que me causó.
— Si te soy honesto, no lo recuerdo — puede que sea por culpa del tiempo o del alcohol consumido esa noche, pero se me ha borrado de la memoria el nombre del ganador de esa estúpida competencia. La cercanía de Ava en esa actitud que otros llamarían sugerente es una muestra más de nuestra poca madurez cuando se trata de solucionar cosas entre ambos, aunque mentiría si digo que no paso mis ojos de los suyos a su boca en más de una ocasión hasta que me obligo a observar la mugre de mis uñas como si fuese mucho más interesante que ella — Problemas. Eso no importa ahora. Ya encontraré el modo de darte un ejemplo — acabo mascullando. Nunca me he considerado un obsesivo con las mujeres, pero eso no quita que siga siendo hombre, humano y estúpidamente débil ante ciertos pensamientos que nunca me he quitado de la cabeza desde que pasé por la pubertad.
La honestidad bruta de Ava sobre su punto de vista de esa noche podría llegar a ser abrumadora, pero de todos modos me es imposible no encontrarme entre risas por su nivel de confianza al momento de soltar palabras a diestra y siniestra — deberías darle las gracias a Eowyn, entonces. Fue mi mayor fuente de práctica cuando quise pasar de lo teórico a la aplicación de la materia — no es un secreto el tipo de relación que me unió a la madre de Beverly desde hace años, a pesar de que no sea algo ni fijo ni constante. Nunca me he considerado un amante experto ni mucho menos, pero tengo que admitir al menos para mis adentros que las declaraciones de Ava me hacen hinchar el pecho con cierto orgullo ridículo.
Miro el pez por un segundo cuando me recuerda su deuda y asiento con la cabeza para aceptar, dispuesto a sostenerla a pesar de que mis manos no hacen más que revolotear tontamente cerca suyo sin saber bien de dónde agarrarla, en especial porque parece dispuesta a querer dar demostraciones de que es capaz de moverse por su propia cuenta. Pronto su peso cede y se sujeta de mí, por lo que la atrapo por la cintura con un brazo e intento no reírme de ella, aunque le regalo una sonrisa — Parece que tu terquedad de querer moverte es el problema. Ven — sin mucho más la muevo conmigo hasta apoyarla en la piedra que he utilizado antes para sentarme y la suelto, notando como su pelo mojado dejó una mancha húmeda en mi remera — Perdona si te hice caer muy mal, aunque de seguro solo se ha torcido. Podremos ponerte algo de hielo en casa y en unas horas estarás como nueva — por las dudas, me inclino un poco para presionar su tobillo con los dedos y chequear que no me estoy equivocando, pero parece que no hay nada fuera de su lugar. Mejor para mí.
Juntar las cosas no me toma mucho tiempo. Meto la camisa que había dejado secar en la mochila, vuelvo a calzarme y recolecto sus cosas, algunas metiéndolas entre las mías para ahorrar espacio y otras simplemente dándoselas para que pueda llevarlas por mí. Al final, cuando le estoy dando con cuidado el pescado y tengo todo lo justo colgando de la espalda, paso una mano bajo sus piernas y otra por su cadera para dar un envión y alzarla en brazos, haciendo una mueca — Eres más pesada de lo que pareces. ¿Estuviste comiendo doble ración esta semana? — bromeo, sabiendo que el peso me molesta más por todo lo extra que estamos cargando que por ella en sí.
Comienzo a caminar en dirección a la salida con mucho más cuidado que antes para no tropezar y provocar un accidente bastante patético a la vista, acomodando un poco mi agarre para dividir mejor el peso — Deberías... — intento indicarle que pase un brazo alrededor de mi cuello para aferrarse con un gesto de mi cabeza, bajando la vista hacia ella un momento que me basta para recordar su maldad de hace unos minutos. La parte más molesta e infantil de mi persona me grita descontroladamente en busca de venganza, por lo que simplemente bajo mi rostro hacia ella hasta notar que mis labios quedan a pocos centímetros de los suyos, entreabiertos y chocando nuestro aliento, aunque se detienen con una sonrisa sumamente perversa — Esto es lo que te decía antes. No juegues o voy a tomar revancha — le recuerdo como si le estuviese dando un ejemplo tardío, aunque mantengo un tono de voz bajo antes de recobrar la compostura. Levanto la cabeza como si nada hubiese pasado y simplemente, nos saco de allí.
La honestidad bruta de Ava sobre su punto de vista de esa noche podría llegar a ser abrumadora, pero de todos modos me es imposible no encontrarme entre risas por su nivel de confianza al momento de soltar palabras a diestra y siniestra — deberías darle las gracias a Eowyn, entonces. Fue mi mayor fuente de práctica cuando quise pasar de lo teórico a la aplicación de la materia — no es un secreto el tipo de relación que me unió a la madre de Beverly desde hace años, a pesar de que no sea algo ni fijo ni constante. Nunca me he considerado un amante experto ni mucho menos, pero tengo que admitir al menos para mis adentros que las declaraciones de Ava me hacen hinchar el pecho con cierto orgullo ridículo.
Miro el pez por un segundo cuando me recuerda su deuda y asiento con la cabeza para aceptar, dispuesto a sostenerla a pesar de que mis manos no hacen más que revolotear tontamente cerca suyo sin saber bien de dónde agarrarla, en especial porque parece dispuesta a querer dar demostraciones de que es capaz de moverse por su propia cuenta. Pronto su peso cede y se sujeta de mí, por lo que la atrapo por la cintura con un brazo e intento no reírme de ella, aunque le regalo una sonrisa — Parece que tu terquedad de querer moverte es el problema. Ven — sin mucho más la muevo conmigo hasta apoyarla en la piedra que he utilizado antes para sentarme y la suelto, notando como su pelo mojado dejó una mancha húmeda en mi remera — Perdona si te hice caer muy mal, aunque de seguro solo se ha torcido. Podremos ponerte algo de hielo en casa y en unas horas estarás como nueva — por las dudas, me inclino un poco para presionar su tobillo con los dedos y chequear que no me estoy equivocando, pero parece que no hay nada fuera de su lugar. Mejor para mí.
Juntar las cosas no me toma mucho tiempo. Meto la camisa que había dejado secar en la mochila, vuelvo a calzarme y recolecto sus cosas, algunas metiéndolas entre las mías para ahorrar espacio y otras simplemente dándoselas para que pueda llevarlas por mí. Al final, cuando le estoy dando con cuidado el pescado y tengo todo lo justo colgando de la espalda, paso una mano bajo sus piernas y otra por su cadera para dar un envión y alzarla en brazos, haciendo una mueca — Eres más pesada de lo que pareces. ¿Estuviste comiendo doble ración esta semana? — bromeo, sabiendo que el peso me molesta más por todo lo extra que estamos cargando que por ella en sí.
Comienzo a caminar en dirección a la salida con mucho más cuidado que antes para no tropezar y provocar un accidente bastante patético a la vista, acomodando un poco mi agarre para dividir mejor el peso — Deberías... — intento indicarle que pase un brazo alrededor de mi cuello para aferrarse con un gesto de mi cabeza, bajando la vista hacia ella un momento que me basta para recordar su maldad de hace unos minutos. La parte más molesta e infantil de mi persona me grita descontroladamente en busca de venganza, por lo que simplemente bajo mi rostro hacia ella hasta notar que mis labios quedan a pocos centímetros de los suyos, entreabiertos y chocando nuestro aliento, aunque se detienen con una sonrisa sumamente perversa — Esto es lo que te decía antes. No juegues o voy a tomar revancha — le recuerdo como si le estuviese dando un ejemplo tardío, aunque mantengo un tono de voz bajo antes de recobrar la compostura. Levanto la cabeza como si nada hubiese pasado y simplemente, nos saco de allí.
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