OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Fue cuestión de días que la prensa se enterara de la boda programada para los Metzger Black. Se habló de ella hasta la saciedad en todos los programas de cotilleos e incluso se hizo una entrevista que todo el mundo tuvo la oportunidad de ver hace menos de un par de días.
Aquellos ciudadanos más entregados siguieron cada detalle de la preparación desde el primer momento, saben que vestido llevará la novia, que traje se pondrá el novio, que decoraciones habrá, incluso el tipo de flores que habrá sobre las mesas porque de eso es de lo que se habla los últimos tres meses. Fue una noticia que tomó desprevenida a las personas de la economía media, pero algo con lo que aquellos que nacieron y se criaron en las capitales, conocen de primera mano.
Pese a que es una boda que se ha anunciado a todo el país, no todo el mundo está invitado. Algunos se llevaron una gran decepción cuando sus invitaciones fueron perdidas por el personal de correo; al menos esa es una excusa menos vergonzosa que la de admitir que una de las familias más poderosas del país, ni siquiera los consideran dignos de ellos. La celebración está dividida en dos partes. Mientras en el interior, donde se preparará la recepción, está trabajando el personal de servicio para ultimar los detalles, en el jardín exterior de la casa gubernamental todo está dispuesto para que los invitados que van llegando tomen asiento. Una alfombra marca sobre el césped un camino con flores pálidas flores rosas sobre éste, y partiendo los asientos a la mitad donde los acompañantes de la novia toman la derecha y los del novio la izquierda.
En el altar, esperan los padrinos y las damas de honor, con sus trajes a juego perfectamente acomodados por el servicio de la casa Black y la mismísima Riley. Algunas copas de vino van de un lado a otro sobre bandejas para entretener a los invitados que más temprano han llegado, e intentando mitigar las miradas hacia el equipo de agentes de la paz sobre la terraza, que custodian desde todos los ángulos la celebración, armados hasta los dientes. El juez encargado de la ceremonia, lleva un traje blanco por completo que grita a los cuatro vientos su dudosa sexualidad.
En poco más de media hora, todos están acomodados en sus asientos, el novio en el altar y un completo silencio que solo es roto por la música del piano que da la entrada a la novia.
Aquellos ciudadanos más entregados siguieron cada detalle de la preparación desde el primer momento, saben que vestido llevará la novia, que traje se pondrá el novio, que decoraciones habrá, incluso el tipo de flores que habrá sobre las mesas porque de eso es de lo que se habla los últimos tres meses. Fue una noticia que tomó desprevenida a las personas de la economía media, pero algo con lo que aquellos que nacieron y se criaron en las capitales, conocen de primera mano.
Pese a que es una boda que se ha anunciado a todo el país, no todo el mundo está invitado. Algunos se llevaron una gran decepción cuando sus invitaciones fueron perdidas por el personal de correo; al menos esa es una excusa menos vergonzosa que la de admitir que una de las familias más poderosas del país, ni siquiera los consideran dignos de ellos. La celebración está dividida en dos partes. Mientras en el interior, donde se preparará la recepción, está trabajando el personal de servicio para ultimar los detalles, en el jardín exterior de la casa gubernamental todo está dispuesto para que los invitados que van llegando tomen asiento. Una alfombra marca sobre el césped un camino con flores pálidas flores rosas sobre éste, y partiendo los asientos a la mitad donde los acompañantes de la novia toman la derecha y los del novio la izquierda.
En el altar, esperan los padrinos y las damas de honor, con sus trajes a juego perfectamente acomodados por el servicio de la casa Black y la mismísima Riley. Algunas copas de vino van de un lado a otro sobre bandejas para entretener a los invitados que más temprano han llegado, e intentando mitigar las miradas hacia el equipo de agentes de la paz sobre la terraza, que custodian desde todos los ángulos la celebración, armados hasta los dientes. El juez encargado de la ceremonia, lleva un traje blanco por completo que grita a los cuatro vientos su dudosa sexualidad.
En poco más de media hora, todos están acomodados en sus asientos, el novio en el altar y un completo silencio que solo es roto por la música del piano que da la entrada a la novia.
* Por el momento, solo las personas que tienen permiso para entrar deben hacerlo. Si crees por algún motivo que deberías tener permiso pero nadie te avisó, MP al canto!.
* Se recomiendan post ligeros y dinámicos.
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Este día me tiene especialmente de mal humor. Cuando voy al bar, hablan de ello; cuando voy a mi casa, la televisión habla de ello; en el trabajo, todo lo que tengo que pensar es en la seguridad. Así que en parte estoy hasta el mismísimo hígado de todo este tema de mierda, pero también aliviado de que hoy sea la última vez que tenga que pensar respecto a esto. Después de que me asignaran la seguridad personal de Stephanie por una temporada dado a que el imbécil de Yorkey desapareció, la cosa se puso fea. Todo eran vestidos, lazos, flores. Ni siquiera sé porqué pedía mi opinión. No me importa. Lo sabe. Pero lo intenta.
Cuando todo está listo para que empiecen, no paro de dar vueltas por todas las zonas, dejando a cargo a algunos de los cadetes más prometedores la custodia temporal de Stephanie mientras me encargo de otros asuntos que también son de mi incumbencia y son probablemente más importantes. - En todo el perímetro. No quiero puntos ciegos. Si hay que llamar a más gente, se llama. Los cazadores también están disponibles. - Las cosas están tremendamente tensas aunque aún no entiendo del todo el porqué. Matthew tiene un contacto más directo con James, quien es el que no para de recordárnoslo; y Dexter mantiene la boca cerrada y solo hace comentarios al azar, que parecen murmullos consigo mismo y que muchas veces me ponen nervioso.
Una vez parece todo bajo control vuelvo a la habitación de la novia donde hay varias mujeres, entre ellas su madre y abuela, acabando de vestirla. Luego, sin mediar palabra, la sigo por la casa y cuando llega su momento especial, de recorrer un largo camino del brazo de su padre hacia el altar, me limito a mantener la distancia de seguridad observándola tanto a ella como hacia el hombre al que se dirige. Dos caras de la misma moneda... no, en realidad siempre fueron la misma cara.
Cuando todo está listo para que empiecen, no paro de dar vueltas por todas las zonas, dejando a cargo a algunos de los cadetes más prometedores la custodia temporal de Stephanie mientras me encargo de otros asuntos que también son de mi incumbencia y son probablemente más importantes. - En todo el perímetro. No quiero puntos ciegos. Si hay que llamar a más gente, se llama. Los cazadores también están disponibles. - Las cosas están tremendamente tensas aunque aún no entiendo del todo el porqué. Matthew tiene un contacto más directo con James, quien es el que no para de recordárnoslo; y Dexter mantiene la boca cerrada y solo hace comentarios al azar, que parecen murmullos consigo mismo y que muchas veces me ponen nervioso.
Una vez parece todo bajo control vuelvo a la habitación de la novia donde hay varias mujeres, entre ellas su madre y abuela, acabando de vestirla. Luego, sin mediar palabra, la sigo por la casa y cuando llega su momento especial, de recorrer un largo camino del brazo de su padre hacia el altar, me limito a mantener la distancia de seguridad observándola tanto a ella como hacia el hombre al que se dirige. Dos caras de la misma moneda... no, en realidad siempre fueron la misma cara.
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La boda de la señorita Black es la comedilla desde que prácticamente regresó de entre los muertos. Tan pronto como le dieron el alta en el hospital tras revisar su estado tanto físico como mental, regresó a casa y fue solo cuestión de días que estuviera en las redes su pronta boda. Desde entonces han pasado algunos meses y salvo para las revisiones habituales de la muchacha, no he visto a los Black para nada. He tenido demasiado trabajo que me he visto obligado a relegar de forma regular en otras personas. Mi misión como ministro de sanidad es mantener a todos los distritos surtidos, aunque el once hace tiempo que no es de mi jurisdicción.
Mi familia se viste con las mejores galas cuando llega el día, y las dos mayores tienen algo así como un ataque de nervios que mientras las espero en el salón siento como si las que fueran casarse eran ellas. Conocen hasta el más mínimo detalle de la boda y van poniéndome al día durante el trayecto hacia la casa del gobierno, donde pasamos en una cola enorme más de media hora. - ¿A la derecha? - Pregunto - Izquierda. - Izquierda - Si, papá. Izquierda. - Y si los conozco a ambos ¿Donde? En el medio ¿verdad? - Se indignan en cuanto bromeo con ello porque parecen más pedientes de los detalles que los propios novios.
No puedo evitar sonreír, y me paso los mejores 20 minutos en aquel atasco antes de que podamos aparcar y nos den paso al interior de los terrenos de aquella enorme casa. Desde lejos se ven las decoraciones pero no soy consciente de lo grandes que son hasta que las tengo delante. Una vez dentro, me dejo guiar por mis hijas que están desesperadas buscando el mejor lugar para verlo todo sin perderse ni siquiera los estornudos del juez.
Mi familia se viste con las mejores galas cuando llega el día, y las dos mayores tienen algo así como un ataque de nervios que mientras las espero en el salón siento como si las que fueran casarse eran ellas. Conocen hasta el más mínimo detalle de la boda y van poniéndome al día durante el trayecto hacia la casa del gobierno, donde pasamos en una cola enorme más de media hora. - ¿A la derecha? - Pregunto - Izquierda. - Izquierda - Si, papá. Izquierda. - Y si los conozco a ambos ¿Donde? En el medio ¿verdad? - Se indignan en cuanto bromeo con ello porque parecen más pedientes de los detalles que los propios novios.
No puedo evitar sonreír, y me paso los mejores 20 minutos en aquel atasco antes de que podamos aparcar y nos den paso al interior de los terrenos de aquella enorme casa. Desde lejos se ven las decoraciones pero no soy consciente de lo grandes que son hasta que las tengo delante. Una vez dentro, me dejo guiar por mis hijas que están desesperadas buscando el mejor lugar para verlo todo sin perderse ni siquiera los estornudos del juez.
Me costó una barbaridad salir del hospital luego de casi morir en el trayecto de vuelta a casa tras el escape del distrito once. Aún tengo la herida en el costado cubierta, porque según parece la piel que se ha desarrollado encima de ésta es tan endeble que podría romperse a la menor provocación. No solo fue el disparo, sino el cúmulo de cosas que vino después. El forzarme a mi mismo a andar más kilómetros de los que soportaba, a apenas tener para comer, a las infecciones que puedes coger cuando tus condiciones de higiene son precarias. Ahora paso el día bañandome para no volver a tener que experimentar esa asquerosa sensación de la piel pegajosa y llena de costras de sustancias que no reconozco y que no tienen buen olor.
Siempre me digo a mi mismo que ya ha pasado y que no tendré que vivirlo de nuevo, pero sé que siendo el perro de una mujer a la que quiere matar todo el mundo eso es lago difícil. Cuando lyon cuidaba de ella casi me sentía tranquilo, con la estupidez que le dio por enamorarse creía que daría su vida y me ahorraría trabajo, pero nada más enterarse de la boda cogió sus cosas y se marchó como un cachorro al que le pisaron una pata. No se puede ser más gilipollas. Llevo varias semanas sin verle y sinceramente me importa un carajo, porque en cuando él se largó, a mi me cubrieron a trabajo como si tuviera la culpa de que se hubiera largado.
Estoy en la casa de los black desde temprano, incluso antes de que acaben la decoración del interior que ha sido la última que hicieron, y formando junto a otros agentes en entrenamiento, además de agentes experimentados y especiales que dirigen al resto. Nos dividen en grupos y mandan a zonas distintas, no estoy por la labor de desobedecer así que me uno a los demás. Sigo siendo suficientemente menudo como para que si doy una orden todoe l mundo pase de mi culo independientemente de mi rango así que no me esfuerzo. Se lo han pensado detenidamente. Hay más de 100 agentes, uno por cada invitado y al menos 20 para los novios, todos cubriendo flancos desde distintas partes de las zonas, tanto dentro del edificio como de los exteriores. Además hay patruyas en el cielo que se encargan de comunicar lo que ven de forma más global. Todo fríamente calculado para una boda que se hace en un momento inoportuno.
Ocupo mi puesto, armado con un rifle que de ser unos pocos centímetros más grande sería casi tan grande como yo, y me mantengo en silencio mientras los agentes que están conmigo hacen su trabajo a la par que inician una charla cargada de vanalidad.
Siempre me digo a mi mismo que ya ha pasado y que no tendré que vivirlo de nuevo, pero sé que siendo el perro de una mujer a la que quiere matar todo el mundo eso es lago difícil. Cuando lyon cuidaba de ella casi me sentía tranquilo, con la estupidez que le dio por enamorarse creía que daría su vida y me ahorraría trabajo, pero nada más enterarse de la boda cogió sus cosas y se marchó como un cachorro al que le pisaron una pata. No se puede ser más gilipollas. Llevo varias semanas sin verle y sinceramente me importa un carajo, porque en cuando él se largó, a mi me cubrieron a trabajo como si tuviera la culpa de que se hubiera largado.
Estoy en la casa de los black desde temprano, incluso antes de que acaben la decoración del interior que ha sido la última que hicieron, y formando junto a otros agentes en entrenamiento, además de agentes experimentados y especiales que dirigen al resto. Nos dividen en grupos y mandan a zonas distintas, no estoy por la labor de desobedecer así que me uno a los demás. Sigo siendo suficientemente menudo como para que si doy una orden todoe l mundo pase de mi culo independientemente de mi rango así que no me esfuerzo. Se lo han pensado detenidamente. Hay más de 100 agentes, uno por cada invitado y al menos 20 para los novios, todos cubriendo flancos desde distintas partes de las zonas, tanto dentro del edificio como de los exteriores. Además hay patruyas en el cielo que se encargan de comunicar lo que ven de forma más global. Todo fríamente calculado para una boda que se hace en un momento inoportuno.
Ocupo mi puesto, armado con un rifle que de ser unos pocos centímetros más grande sería casi tan grande como yo, y me mantengo en silencio mientras los agentes que están conmigo hacen su trabajo a la par que inician una charla cargada de vanalidad.
Lo que empezó siendo un negocio ilegal acabó en algo más grande de lo que pretendía. Desde la muerte de Jocelyn, todo el mundo oye mi nombre. Lo primero que salio a la luz fue nuestro matrimonio y miles de personas, especialmente periodistas, vinieron a intentar averiguar asuntos que ya no les atañían. En alguna de esas malditas investigaciones alguien ahondó más de lo debido y acabó enterándose de un negocio de apuestas ilegal que llevaba acabo en el distrito dos y que ahora es la atracción principal del distrito de los ricos. Burocratizaron algo que era ilegal y que ahora ha perdido toda la gracia, al menos para mi. Por eso cuando me llega la carta del presidente de Neopanem comunicándome que mi experiencia económica serviría para un puesto que ha quedado vacante, me sorprende.
Asisto a su despacho, hablamos de cosas que ya ni siquiera recuerdo, y al final del día soy el ministro de bienestar familiar encargado de distribuir no solo las tareas dentro de los distritos sino además el dinero que se les asigna a los diferentes orfanatos de la ciudad. En los meses que he trabajado allí me he dado cuenta de que todo es una bazofia. Algún imbécil destinó poco dinero para unos distritos pese a que tienen trabajos más duros que otros, y mucho dinero a distritos que están todo el día rascándose las bolas. Así funciona el sistema de ahora y yo intenté cambiarlo. Sin embargo, la mayor parte del dinero se va con las reparaciones de los estúpidos rebeldes y sus malditos y putos ataques. Lo que podríamos estargastando para sacar a distritos de la crisis, lo sacamos construyendo las casas que esos imbéciles tiran al suelo.
Tengo mucho trabajo y estoy por ni siquiera asistir, aunque tengo a Jocelyn detrás de la oreja, diciéndome que soy un desabrido. La odio. Porque ahora está muerta y por más que intento librarme de ella, cada vez que hago algo que sé que no le gustará, la tengo murmurándome al oído. Busco un buen traje, obviamente uno de los que mi mujer eligió cuando todavía estaba con vida y me arreglo lo mejor que puedo en aquella enorme y casa vacía en la que vivo ahora y a la que tengo derecho como ministro de bienestar; demasiado grande para alguien tan solitario. Aviso a mi chófer y nos dirigimos a la casa de los black, que conforme cae la noche desde más lejos se puede ver. Entrego mi invitación y tomo en el asiento que se me ha asignado, desabrochando el botón de mi chaqueta y pensando en la últma boda a la que asití y en como salió. Fue la mía. Demasiado tiempo atrás. Las relaciones humanas nunca se me dieron bien.
Asisto a su despacho, hablamos de cosas que ya ni siquiera recuerdo, y al final del día soy el ministro de bienestar familiar encargado de distribuir no solo las tareas dentro de los distritos sino además el dinero que se les asigna a los diferentes orfanatos de la ciudad. En los meses que he trabajado allí me he dado cuenta de que todo es una bazofia. Algún imbécil destinó poco dinero para unos distritos pese a que tienen trabajos más duros que otros, y mucho dinero a distritos que están todo el día rascándose las bolas. Así funciona el sistema de ahora y yo intenté cambiarlo. Sin embargo, la mayor parte del dinero se va con las reparaciones de los estúpidos rebeldes y sus malditos y putos ataques. Lo que podríamos estargastando para sacar a distritos de la crisis, lo sacamos construyendo las casas que esos imbéciles tiran al suelo.
Tengo mucho trabajo y estoy por ni siquiera asistir, aunque tengo a Jocelyn detrás de la oreja, diciéndome que soy un desabrido. La odio. Porque ahora está muerta y por más que intento librarme de ella, cada vez que hago algo que sé que no le gustará, la tengo murmurándome al oído. Busco un buen traje, obviamente uno de los que mi mujer eligió cuando todavía estaba con vida y me arreglo lo mejor que puedo en aquella enorme y casa vacía en la que vivo ahora y a la que tengo derecho como ministro de bienestar; demasiado grande para alguien tan solitario. Aviso a mi chófer y nos dirigimos a la casa de los black, que conforme cae la noche desde más lejos se puede ver. Entrego mi invitación y tomo en el asiento que se me ha asignado, desabrochando el botón de mi chaqueta y pensando en la últma boda a la que asití y en como salió. Fue la mía. Demasiado tiempo atrás. Las relaciones humanas nunca se me dieron bien.
Las cosas entre Abraham y yo, después de lo ocurrido, van mejorando gradualmente. Al principio, hablar las cosas que nos pasaban me parecía una idea estúpido. Hablar no iba a arreglar lo que pasó, ni a recuperar la vida normal del chico que mordió, ni mucho menos la sensación de libertad que se sintió besar a un hombre que no posee un secreto que no va a matar a nadie. Dominic dejó de insistir y se lo agradezco. Es un chico muy guapo, seguramente tiene diez mil chicas a sus pies o podría conseguirse la que quisiera cuando le diera la gana. En cambio yo, bueno, no es que no me considere guapa ni nada de eso, pero si tuviera la posibilidad de elegir a alguien elegiría a Abraham. Tengo claro desde que empezó lo nuestro que estábamos hechos el uno para el otro, su licantropía es tan solo un obstáculo del destino que está jugando con nosotros.
Hablarlo si lo arregla. Él entiende mis miedos, yo entiendo los suyos, intentamos pensar algo juntos y al final encontramos la solución. Durante la temporada en la que no hay luna llena buscamos nuevos lugares, pociones que venden en el mercado negro y facilitan su transición (que parece ya no dolerle tanto) y cualquier cosa que pueda ayudarnos a superar la luna llena sin más heridos. Ya llevamos varias conversiones de experiencia y creo que empiezo a acostumbrarme, incluso a que escuche mis tripas antes que yo cuando tengo hambre, o a que esté de mal humor los días previos a la luna llena y muerto de cansancio después. Y él se ha acostumbrado al desliz de haber besado a un hombre que no era él, y a no tener que estar a la defensiva cada vez que le ve.
Cuando nos llega la invitación de los Black yo estoy sorprendida pero él no lo parece. Supongo que su estatus como jefe de los cazadores le da suficiente clase como para ser invitado a un evento como ese. Le sugiero a Jordan que se venga pero no le localizo, y cuando lo intento con Alexandra pasa lo mismo. No me mareo mucho la cabeza porque conociéndolos estarán en medio de un bosque desde hace semanas, cazando alguna criatura por la cual les pagarán un pastón, o que Alex vio en sueños o la televisión. Así que al final solo somos Abe y yo. Acomodo su corbata cuando ya estamos vestidos, y con mis tacones que disminuyen la distancia que hay entre los dos. - Si su boda es bonita, podemos robarnos ideas. ¿no? - Le escucho reír.
El camino es bastante largo, especialmente porque vamos algo tarde y la gente que ha llegado temprano aún está intentando entrar. Aparca el coche y caminamos el resto del trayecto tomados de la mano, hablando nimiedades. Cuando llegamos delante de los guardias le dejo encargarse a él mientras observo a mi alrededor. Los primeros asientos ya están ocupados así que vamos atrás. Apenas nos hemos sentado cuando empieza a zonar la marcha nupcial, una muy peculiar, y debemos pararnos de nuevo como todo el público hace.
Hablarlo si lo arregla. Él entiende mis miedos, yo entiendo los suyos, intentamos pensar algo juntos y al final encontramos la solución. Durante la temporada en la que no hay luna llena buscamos nuevos lugares, pociones que venden en el mercado negro y facilitan su transición (que parece ya no dolerle tanto) y cualquier cosa que pueda ayudarnos a superar la luna llena sin más heridos. Ya llevamos varias conversiones de experiencia y creo que empiezo a acostumbrarme, incluso a que escuche mis tripas antes que yo cuando tengo hambre, o a que esté de mal humor los días previos a la luna llena y muerto de cansancio después. Y él se ha acostumbrado al desliz de haber besado a un hombre que no era él, y a no tener que estar a la defensiva cada vez que le ve.
Cuando nos llega la invitación de los Black yo estoy sorprendida pero él no lo parece. Supongo que su estatus como jefe de los cazadores le da suficiente clase como para ser invitado a un evento como ese. Le sugiero a Jordan que se venga pero no le localizo, y cuando lo intento con Alexandra pasa lo mismo. No me mareo mucho la cabeza porque conociéndolos estarán en medio de un bosque desde hace semanas, cazando alguna criatura por la cual les pagarán un pastón, o que Alex vio en sueños o la televisión. Así que al final solo somos Abe y yo. Acomodo su corbata cuando ya estamos vestidos, y con mis tacones que disminuyen la distancia que hay entre los dos. - Si su boda es bonita, podemos robarnos ideas. ¿no? - Le escucho reír.
El camino es bastante largo, especialmente porque vamos algo tarde y la gente que ha llegado temprano aún está intentando entrar. Aparca el coche y caminamos el resto del trayecto tomados de la mano, hablando nimiedades. Cuando llegamos delante de los guardias le dejo encargarse a él mientras observo a mi alrededor. Los primeros asientos ya están ocupados así que vamos atrás. Apenas nos hemos sentado cuando empieza a zonar la marcha nupcial, una muy peculiar, y debemos pararnos de nuevo como todo el público hace.
La competición en el capitolio estaba a la orden del día y no había evento que no fuera emulado o mejorado. Todo el mundo con cierta importancia en el país, tras los recientes ecos de boda, esperaba un evento como el que habían podido disfrutar en la isla de los vencedores. Más de uno buscaba ansioso que o quien sería la próxima comidilla del país, pero lo que no se esperaban que, tras la reciente perdida de la ministra, esta viniera con una GRAAAAAAAAAAN sorpresa: Se uniría en santo matrimonio con el nuevo ministro de seguridad, sería la mujer de Dexter Metzger.
Obviamente, había sido invitada a cubrir la noticia tras unos largos y locos días de ajetreo en el mundo de la comunicación. No habían hecho otra cosa que hablar de la maldita pareja. Tsk... ¡Qué pesadez! No me hacía especial ilusión conocer todos los detalles, no eran la maldita novedad del siglo. Ella vestiría un vestido blanco y él, probablemente, optaría por un maldito traje de negro ¿Era muy difícil de imaginar?
Me dolía la cabeza, pero aún esperaba en el pie del cañón junto a mi fiel cámara - Haz buenas fotos - Le murmure con cierta paciencia mientras masajeaba una de mis sienes para apaciguar la molesta jaqueca. Empiezo a sonar la música, la novia estaba apunto de hacer acto de presencia.
Obviamente, había sido invitada a cubrir la noticia tras unos largos y locos días de ajetreo en el mundo de la comunicación. No habían hecho otra cosa que hablar de la maldita pareja. Tsk... ¡Qué pesadez! No me hacía especial ilusión conocer todos los detalles, no eran la maldita novedad del siglo. Ella vestiría un vestido blanco y él, probablemente, optaría por un maldito traje de negro ¿Era muy difícil de imaginar?
Me dolía la cabeza, pero aún esperaba en el pie del cañón junto a mi fiel cámara - Haz buenas fotos - Le murmure con cierta paciencia mientras masajeaba una de mis sienes para apaciguar la molesta jaqueca. Empiezo a sonar la música, la novia estaba apunto de hacer acto de presencia.
Hay pocas cosas que disfrute más en esta vida que el salirme con la mía, y creo que eso lo dejo bien en claro cuando voy luciendo una sonrisa triunfal de acá para allá incluso cuando tengo que soportar que los avox pongan sus manos traidoras sobre mí para arreglarme el vestido. El olor a mi exquisito perfume es lo único que me llena las fosas nasales y los murmullos de excitación son una mayor música para mis oídos que aquella que tocan los músicos en sus intentos de afinar los brillantes instrumentos. Todo es un despliegue de elegancia y delicadeza, y yo no podría estar más que orgullosa. Hoy es una de esas noches donde nuestra familia da un paso hacia delante, borrando de la memoria de todo el mundo los desastres que nos fueron adjudicados en los últimos meses. Una maniobra, una perfecta distracción. ¿Quién no adora alabar las bodas tan colosales?
Me siento en la primera silla, en mi sitio de honor junto a mi hijo y busco con la mirada a mi nieto y a su bonita prometida, quienes deberían estar aquí pero que, aparentemente, todavía no tuvieron la decencia de llegar. Chasqueo la lengua con exasperación y rodeo los ojos de esa forma que hace estremecer a todas las personas que me conocen. Por algo Stephanie siempre ha sido la consentida.
Me siento en la primera silla, en mi sitio de honor junto a mi hijo y busco con la mirada a mi nieto y a su bonita prometida, quienes deberían estar aquí pero que, aparentemente, todavía no tuvieron la decencia de llegar. Chasqueo la lengua con exasperación y rodeo los ojos de esa forma que hace estremecer a todas las personas que me conocen. Por algo Stephanie siempre ha sido la consentida.
Vivir juntos es raro, eso tengo que admitirlo. Los primeros días fueron los peores, cuando me despertaba solo en la cama y me la encontraba en el baño mirándose al espejo o terminando de secarse. Me asusté más de una vez, porque llevo toda la vida levantándome solo y cuando lo hago entro en modo mecánico por lo que encontrármela en otra parte de la casa así de repente me pega unos sustos de muerte. Tras acomodarme al hecho de que ella está en casa siempre, de que dormimos juntos, nos despertamos juntos y a veces hasta nos bañamos juntos para aprovechar el tiempo y hacer dos cosas a la vez, vino el choque de las costumbres de ambos. Ella se baña por las mañanas y yo por las tardes. Ella come temprano y yo tarde. Ella es hija única y yo tengo a Ezequiel, quien por cierto se lleva demasiado bien con mi novia; tanto que a veces parece que fuera la suya. Amo a mi hermano suficiente como para que eso ni siquiera me importe, pero es extraño verlos juntos. Mi hermano jamás ha tenido contacto con otra gente, no se le da bien, ella es la primera persona que traspasa todas sus barreras, y tiene muchas.
Cuando veo la invitación a la boda que tan anunciada está en la televisión lo primero que hago es llamarlo; él me cuenta que también tiene una y que toda la familia también, lo que significa que nos veremos allí, aunque también veremos a mi padre. Está bastante menos histérico desde que trabajo en el ministerio de economía, pero sigue siendo mi padre y sigue buscando motivos para quejarse de lo mal que hago las cosas. Al menos hay una cosa que para él, y para toda la familia, no he hecho mal. Salir con Charlotte. Según mi madre es la chica que me hacía falta; según mi hermano me veo más feliz desde que la conozco; según mi padre, he recuperado el rumbo que había perdido en las apuestas y por último, según mis abuelos que que diablos hago perdiendo el tiempo y porqué no les he dado nietos; eso es básicamente que la adoran.
Acabo de vestirme primero y espero abajo, mirandome al espejo para acomodar la corbata que es un desastre. Al final es charlotte quien tiene que atarla porque a mi no se me da bien y ella tiene experiencia con su padre, después, tomamos el aerodeslizador hacia el capitolio desde donde nos movemos con el coche de mi padre, el que usaba yo cuando era pequeño y aún vivía bajo su techo. Nada más llegar a la boda vemos a los padres de Charlotte, y momentos después a los míos. - ¿Y ezequiel? - Ni siquiera le he dicho hola a mi madre, que me abraza feliz de verme, cuando pregunto por mi hermano. Ella, acostumbrada a que ni siquiera le de bola antes de saber donde está él señala hacia las mesas donde Ezey habla con una chica que parece de cristal por lo delicada que se ve desde donde estoy. Me cuenta que es una amiga suya que se ha mudado hace poco a la casa que hay junto a la nuestra. Estoy un poco celoso, y no porque haya una chica con la que pueda hablar más de tres minutos, sino porque es mi hermano y no habrá chica en el mundo que merezca dirigirle la palabra.
Siento la mano de charlotte en la mía y la miro esbozando una sonrisa. Me aclaro la garganta esperando que no se haya notado mucho que en el fondo soy tan celoso como él, y suspiro. - ¿Vamos? No quiero acabar toda la boda de pie y no quedan mucho sitios. - Mi madre llama a ezquiel como si fuera un niño pequeño, y acaba acercándose a nosotros, tomando asiento a mi izquierda tras saludar a Charlotte como si fueran amigos de toda la vida. - ¿Y quien es tu amiga? - Pregunto haciéndome el cómplice con la sonrisa cargada de picardía mientras miro a la chica que ocupa el asiento a su izquierda. Él me pisa disimuladamente y sacude la cabeza presentándomela como la vecina. El tiempo se me pasa bastante rápido mientras lo pico, y antes de darme cuenta tengo que interrumpirme porque empieza a sonar la música. El novio ya está en su sitio y la novia ya va a entrar.
Cuando veo la invitación a la boda que tan anunciada está en la televisión lo primero que hago es llamarlo; él me cuenta que también tiene una y que toda la familia también, lo que significa que nos veremos allí, aunque también veremos a mi padre. Está bastante menos histérico desde que trabajo en el ministerio de economía, pero sigue siendo mi padre y sigue buscando motivos para quejarse de lo mal que hago las cosas. Al menos hay una cosa que para él, y para toda la familia, no he hecho mal. Salir con Charlotte. Según mi madre es la chica que me hacía falta; según mi hermano me veo más feliz desde que la conozco; según mi padre, he recuperado el rumbo que había perdido en las apuestas y por último, según mis abuelos que que diablos hago perdiendo el tiempo y porqué no les he dado nietos; eso es básicamente que la adoran.
Acabo de vestirme primero y espero abajo, mirandome al espejo para acomodar la corbata que es un desastre. Al final es charlotte quien tiene que atarla porque a mi no se me da bien y ella tiene experiencia con su padre, después, tomamos el aerodeslizador hacia el capitolio desde donde nos movemos con el coche de mi padre, el que usaba yo cuando era pequeño y aún vivía bajo su techo. Nada más llegar a la boda vemos a los padres de Charlotte, y momentos después a los míos. - ¿Y ezequiel? - Ni siquiera le he dicho hola a mi madre, que me abraza feliz de verme, cuando pregunto por mi hermano. Ella, acostumbrada a que ni siquiera le de bola antes de saber donde está él señala hacia las mesas donde Ezey habla con una chica que parece de cristal por lo delicada que se ve desde donde estoy. Me cuenta que es una amiga suya que se ha mudado hace poco a la casa que hay junto a la nuestra. Estoy un poco celoso, y no porque haya una chica con la que pueda hablar más de tres minutos, sino porque es mi hermano y no habrá chica en el mundo que merezca dirigirle la palabra.
Siento la mano de charlotte en la mía y la miro esbozando una sonrisa. Me aclaro la garganta esperando que no se haya notado mucho que en el fondo soy tan celoso como él, y suspiro. - ¿Vamos? No quiero acabar toda la boda de pie y no quedan mucho sitios. - Mi madre llama a ezquiel como si fuera un niño pequeño, y acaba acercándose a nosotros, tomando asiento a mi izquierda tras saludar a Charlotte como si fueran amigos de toda la vida. - ¿Y quien es tu amiga? - Pregunto haciéndome el cómplice con la sonrisa cargada de picardía mientras miro a la chica que ocupa el asiento a su izquierda. Él me pisa disimuladamente y sacude la cabeza presentándomela como la vecina. El tiempo se me pasa bastante rápido mientras lo pico, y antes de darme cuenta tengo que interrumpirme porque empieza a sonar la música. El novio ya está en su sitio y la novia ya va a entrar.
Mi madre tiene una habilidad especial para desviar la atención de la gente con los problemas reales. Mientras más tiempo pasaba pensando en como acabar con la esperanza banal y sensación de seguridad que parecen estar teniendo los rebeldes lo cual solo crea problemas y disturbios en los distritos, mi madre estaba comprometiendo a Stephanie con Dexter. No puedo decir que sea una unión de la que estoy orgulloso, pero en cuanto los medios tergiversaron toda la historia para hacerlo parecer un hito imposible de dos amantes separados por un accidente que casi mata a uno de ellos... simplemente, magistral. Mi madre y Riley tienen una habilidad innata para esas cosas, he de admitirlo. Muchas de las cagadas que han provocado los rebeldes y han levantado al pueblo, han sido escondidos tras eventos de los que todos los ciudadanos estuvieron pendientes pero que prácticamente se inventaron para esos momentos.
Me desentiendo de la boda de Stephanie y Dexter hasta la noche anterior, cuando las cosas se ponen feas especialmente para las mujeres de la familia. Los últimos detalles son los peores, así que nadie de la casa ha conseguido dormir porque repentinamente las flores no eran las perfectas, las mesas no eran las perfectas, se habían invitado a las personas equivocadas y se habían dejado fuera a las importantes; cosas de ese estilo. Paso la mayor parte del día fingiendo tener cosas que hacer y apoyándome en Matthew para eso, y no salgo hasta que llega el momento de la ceremonia en la noche.
Cuando salgo al jardín mi mujer va de un lado para otro, Matthew me sigue y Echo de vez en cuando se reporta para conversar con el segundo y organizar la seguridad. Les doy algunos consejos respecto a las posiciones porque llevo mucho tiempo en este lugar y me lo conozco mejor que cualquiera de ellos, incluso que los propios manos, y después, es cuestión de simplemente esperar, saludar de forma elegante a los invitados que se me acercan, y de pasar tiempo con mi madre quien es incapaz de esconder la cara de haberse salido con la suya. - Ya vendrá. - Exclamo cuando le cambia la cara. Como siempre, el único problema en esta familia es Orion. - Esta mañana salió a hacer una cosa que le encargué; y creo recordar que iba a comer con la señorita Collingwood. - Eso no justifica, por supuesto, que esté llegando tarde; pero al menos suaviza un poco su enfado porque sé que el compromiso entre Cordelia y Orion es otra de sus artimañas y que además, la prueba de que aún tiene el poder de hacer con nosotros lo que le da la gana.
Alguien me avisa que la boda está por empezar así que me despido de mi madre con una palmada sobre sus manos y avanzo hacia el interior de la casa, donde en el hall está Stephanie lista para salir.
Me desentiendo de la boda de Stephanie y Dexter hasta la noche anterior, cuando las cosas se ponen feas especialmente para las mujeres de la familia. Los últimos detalles son los peores, así que nadie de la casa ha conseguido dormir porque repentinamente las flores no eran las perfectas, las mesas no eran las perfectas, se habían invitado a las personas equivocadas y se habían dejado fuera a las importantes; cosas de ese estilo. Paso la mayor parte del día fingiendo tener cosas que hacer y apoyándome en Matthew para eso, y no salgo hasta que llega el momento de la ceremonia en la noche.
Cuando salgo al jardín mi mujer va de un lado para otro, Matthew me sigue y Echo de vez en cuando se reporta para conversar con el segundo y organizar la seguridad. Les doy algunos consejos respecto a las posiciones porque llevo mucho tiempo en este lugar y me lo conozco mejor que cualquiera de ellos, incluso que los propios manos, y después, es cuestión de simplemente esperar, saludar de forma elegante a los invitados que se me acercan, y de pasar tiempo con mi madre quien es incapaz de esconder la cara de haberse salido con la suya. - Ya vendrá. - Exclamo cuando le cambia la cara. Como siempre, el único problema en esta familia es Orion. - Esta mañana salió a hacer una cosa que le encargué; y creo recordar que iba a comer con la señorita Collingwood. - Eso no justifica, por supuesto, que esté llegando tarde; pero al menos suaviza un poco su enfado porque sé que el compromiso entre Cordelia y Orion es otra de sus artimañas y que además, la prueba de que aún tiene el poder de hacer con nosotros lo que le da la gana.
Alguien me avisa que la boda está por empezar así que me despido de mi madre con una palmada sobre sus manos y avanzo hacia el interior de la casa, donde en el hall está Stephanie lista para salir.
Los días desde la llegada de mi hija y el anuncio de su boda se han convertido en un ajetreo, tanto que ni siquiera tengo tiempo para mentalizarme interiormente de que todo lo que he estado sufriendo durante eternos meses, al fin ha acabado. Stephanie ya está en casa y, además, va a casarse como siempre he soñado que haría algún día: con un hombre digno - dentro de lo que cabe - de tal cargo. Como si eso no fuera suficiente, también tengo el reconfortante recuerdo de que Orion también se ha prometido con una joven, aunque apenas he tenido trato con ella, exceptuando las veces que la he visto por la casa o en las comidas familiares que requerían su presencia. De cualquier forma, el pensamiento de ver a mis dos únicos hijos casados me hace que incluso llegue a olvidar la constante amenaza que se cierne sobre nosotros con los rebeldes campando a sus anchas por el Distrito 11 y que ellos han sido los culpables de más de la mitad de los problemas que hemos tenido últimamente los Black.
Horas antes de que los invitados empiecen a llegar, mis avox personales ya me han ayudado a ponerme el vestido que pedí que me diseñara uno de los estilistas más importantes del Capitolio, exclusivamente para mí. Soy la madre de la protagonista, tendré que destacar, ¿no?
Son las horas, cada vez más próximas al enlace matrimonial de Stephanie, lo que me provocan una inquietud impropia de mí, aunque por otra parte normal teniendo en cuenta qué situación es. Al final, acabo yendo de un lado a otro en el trayecto por los jardines junto con mi esposo, su guardaespaldas personal y Echo, comprobando que los preparativos estén tal y como deben estar. Y una vez llegamos a las sillas, me siento al lado de James y escucho, a medias, cómo habla con su madre sobre Orion y Cordelia, su prometida. Como acaba sin interesarme, desconecto al instante para volver a mi tarea de mirar desde allí cómo está todo, y cuando me quiero dar cuenta del tiempo, James ya está levantándose para ir a buscar a nuestra hija. Inhalo todo el aire que puedo mientras espero el momento de su gran llegada. Ni siquiera hablo con ninguno de los invitados próximos a mi asiento, cosa extraña siendo como soy de sociable en tales eventos.
Horas antes de que los invitados empiecen a llegar, mis avox personales ya me han ayudado a ponerme el vestido que pedí que me diseñara uno de los estilistas más importantes del Capitolio, exclusivamente para mí. Soy la madre de la protagonista, tendré que destacar, ¿no?
Son las horas, cada vez más próximas al enlace matrimonial de Stephanie, lo que me provocan una inquietud impropia de mí, aunque por otra parte normal teniendo en cuenta qué situación es. Al final, acabo yendo de un lado a otro en el trayecto por los jardines junto con mi esposo, su guardaespaldas personal y Echo, comprobando que los preparativos estén tal y como deben estar. Y una vez llegamos a las sillas, me siento al lado de James y escucho, a medias, cómo habla con su madre sobre Orion y Cordelia, su prometida. Como acaba sin interesarme, desconecto al instante para volver a mi tarea de mirar desde allí cómo está todo, y cuando me quiero dar cuenta del tiempo, James ya está levantándose para ir a buscar a nuestra hija. Inhalo todo el aire que puedo mientras espero el momento de su gran llegada. Ni siquiera hablo con ninguno de los invitados próximos a mi asiento, cosa extraña siendo como soy de sociable en tales eventos.
No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado desde que me he mudado con Isaac, el tiempo que he pasado con el no se me hace suficiente y siempre busco alguna que otra excusa para estar a su lado aún cuando el trabajo me impide muchas veces que eso suceda. Acostumbrarme al enorme cambio no fue sencillo, pero debo admitir que me resulta bastante tierno amanecer todos los días en una cama donde no solo me encuentro yo y debo admitir que ese cosquilleo en la barriga al verlo todavía lo sigo sintiendo. Muchas de las veces he fantaseado con que pudiésemos formar nuestra propia familia, quiero decir… adoro a sus padres, su hermano es el hombre perfecto para cualquier chica y es bastante agradable su compañía, mi madre adora a mi novio y aunque mi padre no lo admita yo sé que le aprecia por el sencillo hecho de que su pequeña lo ama. Pero tras estos meses he creído que estaría bien que nosotros comenzáramos a formar nuestro propio rumbo sin tener que seguir por completo la marcha que nos marcan nuestros respectivos padres, cuando los abuelos de Isaac en un momento mencionaron lo de queres nietos, dije que era demasiado pronto pero ahora mismo parece no serlo. El miedo me recorre ya que si de por sí fue bastante el cambio para él el hecho de que viviera con su novia no se que pasaría si un día sencillamente le digo que estoy embarazada, supongo que sería algo a largo plazo. Cuando encontremos una mejor estabilidad a la que ya tenemos y cuando ambos sintamos que necesitamos algo más, en mi caso, a alguien más.
La invitación de la boda llega y antes de ser informada por Isaac la llamada de mi madre me anuncia lo inevitable “ir de compras”. Ni siquiera sé porqué acepté pudiendo esquivarla con un sencillo –No tengo tiempo- pero el gusanillo de la culpabilidad me hizo saber que ha pasado mucho tiempo desde que no tengo salidas de chicas con mi madre y obviamente terminé por aceptar. Decliné una invitación de Isaac a pasar nuestro día libre juntos diciendo que debía ir con mi madre, cosa que no me gusto al principio pero después supe que sería bueno que tuviera un día a solas en la casa o en el distrito para que hiciera algo diferente y saliera de nuestra rutina. Llegué al Capitolio y mamá no tardo ni media hora en salir con la tarjeta de mi padre y el chofer de la familia para que fuésemos al centro comercial, compramos más vestido para ella que para mi, porque yo sólo necesitaba uno, aunque también me convenció de comprar zapatos y algo de maquillaje ya que por el tiempo había dejado de lado el tiempo de maquillarme como una bella señorita siendo sustituido por un poco de rubor, brillo labial y delineador para los ojos. Cuando estuve un tanto cansada y con más bolsas de las que podía llevar a casa me despedí de mi madre prometiendo que me pondría bastante guapa para la boda.
-Isaac, ¿Viste mi bolso azul? Ese que combina con mi zapatos nuevos- pregunté a lo cual Isaac no supo decirme nada, lo único que hice fue reír y tras buscar en un montón de bolsas encontré el bendito bolso, el como siempre ya estaba listo desde varios minutos antes que yo por lo que me metí presión aun sin que él tuviera que decírmelo, cosa que agradezco nunca hace. Me recogi el cabello en un chongo que terminé deshaciendo dejando caer mi cabello en ondas por mi espalda y pechos, me subí de nuevo el vestido y finalizando con los tacones. Bajé las escaleras de la casa y encontré a mi hombre con una corbata mal atada, me acerco a él y termino acomodándola recordando todas las veces en que tuve que hacerlo con mi padre cuando mamá estaba demasiado ocupada con sus trabajos o arreglándose. Le tomo del brazo y ambos salimos directamente al aerodeslizador que nos lleva al Capitolio que es mucho más cómodo que el tren aunque no es como si la sensación de ir en el aire sea una de mis favoritas, por lo que en más de una ocasión termino apretando la mano de Isaac para poder calmarme.
Un corto viaje en coche y llegamos a la tan esperada boda, no puedo evitar mirar a mi alrededor como una chiquilla pequeña, todo resulta tan hermoso que comienzo a desear tener una boda así. Mamá y papá son los primeros en encontrarnos y mi madre no deja de decirme que podía haber peinado mi cabello en vez de parecer una adolescente sin ideas, pongo los ojos en blanco y agradezco cuando Isaac me lleva a sus padres quienes al menos no critican mi poco interés en un cabello perfectamente peinado, le doy un leve codazo a Isaac por no haber saludado a su madre y sin embargo sigo manteniendo una sonrisa tranquila, la verdad que ni su madre se ha podido percatar de eso, mientras señala a su hermano voy con él tomándome de la mano a tomar asiento asintiendo cuando me dice que no quiere quedarse sin lugar –Relájate, no es la boda de tu hermano.. al menos no aún- bromeo mientras avanzo a su lado en dirección a las sillas y cuando Ezequiel se nos une lo saludo tan alegremente como siempre, dejando que Isaac se líe con su hermano todo lo que quiera. Mientras presto atención a los músicos que están listos para dar la bienvenida a la novia.
La invitación de la boda llega y antes de ser informada por Isaac la llamada de mi madre me anuncia lo inevitable “ir de compras”. Ni siquiera sé porqué acepté pudiendo esquivarla con un sencillo –No tengo tiempo- pero el gusanillo de la culpabilidad me hizo saber que ha pasado mucho tiempo desde que no tengo salidas de chicas con mi madre y obviamente terminé por aceptar. Decliné una invitación de Isaac a pasar nuestro día libre juntos diciendo que debía ir con mi madre, cosa que no me gusto al principio pero después supe que sería bueno que tuviera un día a solas en la casa o en el distrito para que hiciera algo diferente y saliera de nuestra rutina. Llegué al Capitolio y mamá no tardo ni media hora en salir con la tarjeta de mi padre y el chofer de la familia para que fuésemos al centro comercial, compramos más vestido para ella que para mi, porque yo sólo necesitaba uno, aunque también me convenció de comprar zapatos y algo de maquillaje ya que por el tiempo había dejado de lado el tiempo de maquillarme como una bella señorita siendo sustituido por un poco de rubor, brillo labial y delineador para los ojos. Cuando estuve un tanto cansada y con más bolsas de las que podía llevar a casa me despedí de mi madre prometiendo que me pondría bastante guapa para la boda.
-Isaac, ¿Viste mi bolso azul? Ese que combina con mi zapatos nuevos- pregunté a lo cual Isaac no supo decirme nada, lo único que hice fue reír y tras buscar en un montón de bolsas encontré el bendito bolso, el como siempre ya estaba listo desde varios minutos antes que yo por lo que me metí presión aun sin que él tuviera que decírmelo, cosa que agradezco nunca hace. Me recogi el cabello en un chongo que terminé deshaciendo dejando caer mi cabello en ondas por mi espalda y pechos, me subí de nuevo el vestido y finalizando con los tacones. Bajé las escaleras de la casa y encontré a mi hombre con una corbata mal atada, me acerco a él y termino acomodándola recordando todas las veces en que tuve que hacerlo con mi padre cuando mamá estaba demasiado ocupada con sus trabajos o arreglándose. Le tomo del brazo y ambos salimos directamente al aerodeslizador que nos lleva al Capitolio que es mucho más cómodo que el tren aunque no es como si la sensación de ir en el aire sea una de mis favoritas, por lo que en más de una ocasión termino apretando la mano de Isaac para poder calmarme.
Un corto viaje en coche y llegamos a la tan esperada boda, no puedo evitar mirar a mi alrededor como una chiquilla pequeña, todo resulta tan hermoso que comienzo a desear tener una boda así. Mamá y papá son los primeros en encontrarnos y mi madre no deja de decirme que podía haber peinado mi cabello en vez de parecer una adolescente sin ideas, pongo los ojos en blanco y agradezco cuando Isaac me lleva a sus padres quienes al menos no critican mi poco interés en un cabello perfectamente peinado, le doy un leve codazo a Isaac por no haber saludado a su madre y sin embargo sigo manteniendo una sonrisa tranquila, la verdad que ni su madre se ha podido percatar de eso, mientras señala a su hermano voy con él tomándome de la mano a tomar asiento asintiendo cuando me dice que no quiere quedarse sin lugar –Relájate, no es la boda de tu hermano.. al menos no aún- bromeo mientras avanzo a su lado en dirección a las sillas y cuando Ezequiel se nos une lo saludo tan alegremente como siempre, dejando que Isaac se líe con su hermano todo lo que quiera. Mientras presto atención a los músicos que están listos para dar la bienvenida a la novia.
Simple y llanamente todo esto me parece una pérdida de tiempo, ¿pero quién se negaría a asistir a un evento de tal calibre en el que lo único que se busca es el contentar a las masas y tratar de establecer un orden en el desorden tan grande que están creando los rebeldes? Nadie.
Aún así me he tomado mi tiempo más que suficiente para poder prepararme e incluso despejarme antes de empezar con tanto protocolo y tantos estrechamientos de manos que serán necesarios cuando esté allí presente. Que haya estado desaparecido para tanta gente nunca pasó desapercibido, y hay muchas personas las cuáles asistirán que de seguro se acercarán para... charlar de algo. O simplemente para presentar sus respetos ahora que parece que todo el mundo sabe que ando más centrado. Las cosas con Coco, no obstante, así lo demuestran, y vengo de comer con ella después de varios días sin poder haberla visto por culpa de todas las preparaciones que, de una forma o de otra, me han tenido atado al lado de mi padre cuando necesitaba mi ayuda. Eso me extraña, pero quizás no son más que votos de confianza para tratar de hacerme ver que vuelvo a formar parte de una familia que hace años estaba condenada al fracaso, pero que ahora parece avanzar de mejor forma.
Mi estilista particular, una señorita que lleva vistiéndome durante toda mi vida, termina de preparar la pajarita que me ha adosado alrededor del cuello y me sonríe tímidamente cuando ha terminado. Yo ni tan siquiera me fijo en ella y doy media vuelta, para mirarme en el espejo y, con una sonrisa, poder dar por terminada la sesión e irme directo a la boda de mi hermana con ese nuevo ministro, el señor Metzger, que todavía no me cae del todo bien pero con el cuál ya he aprendido a convivir sin tener que mandarlo a la mierda internamente más de lo natural. Mando un mensaje a Coco a través de mi móvil para recordarle que no se olvida de pasarse más tarde por la boda y, cuando ya estoy todo listo, no tardo apenas ni diez minutos en llegar al salón dónde se hará toda la ceremonia.
Al llegar veo varias caras conocidas, como la de mi abuela que me juzga desde la distancia por haber llegado tarde y a mi padre, que espera en uno de los pasillos exteriores hasta que den el aviso para que puedan entrar y comience la ceremonia. Distingo otras tantas que no me suenan para nada y que, si me suenan, no las recuerdo. No me detengo ni un instante a saludar, simplemente paso por el lado de cada uno y, cuando ya estoy cerca de mi abuela, me siento a su lado depositando un beso en su mejilla por mero gesto de cariño, y me acomodo en el asiento - Siento la tardanza, tenía cosas que hacer - hago una pausa entre frase y frase para tomar aire - No se volverá a repetir - y con una leve sonrisa me cruzo de brazos a espera de que todo comience.
Aún así me he tomado mi tiempo más que suficiente para poder prepararme e incluso despejarme antes de empezar con tanto protocolo y tantos estrechamientos de manos que serán necesarios cuando esté allí presente. Que haya estado desaparecido para tanta gente nunca pasó desapercibido, y hay muchas personas las cuáles asistirán que de seguro se acercarán para... charlar de algo. O simplemente para presentar sus respetos ahora que parece que todo el mundo sabe que ando más centrado. Las cosas con Coco, no obstante, así lo demuestran, y vengo de comer con ella después de varios días sin poder haberla visto por culpa de todas las preparaciones que, de una forma o de otra, me han tenido atado al lado de mi padre cuando necesitaba mi ayuda. Eso me extraña, pero quizás no son más que votos de confianza para tratar de hacerme ver que vuelvo a formar parte de una familia que hace años estaba condenada al fracaso, pero que ahora parece avanzar de mejor forma.
Mi estilista particular, una señorita que lleva vistiéndome durante toda mi vida, termina de preparar la pajarita que me ha adosado alrededor del cuello y me sonríe tímidamente cuando ha terminado. Yo ni tan siquiera me fijo en ella y doy media vuelta, para mirarme en el espejo y, con una sonrisa, poder dar por terminada la sesión e irme directo a la boda de mi hermana con ese nuevo ministro, el señor Metzger, que todavía no me cae del todo bien pero con el cuál ya he aprendido a convivir sin tener que mandarlo a la mierda internamente más de lo natural. Mando un mensaje a Coco a través de mi móvil para recordarle que no se olvida de pasarse más tarde por la boda y, cuando ya estoy todo listo, no tardo apenas ni diez minutos en llegar al salón dónde se hará toda la ceremonia.
Al llegar veo varias caras conocidas, como la de mi abuela que me juzga desde la distancia por haber llegado tarde y a mi padre, que espera en uno de los pasillos exteriores hasta que den el aviso para que puedan entrar y comience la ceremonia. Distingo otras tantas que no me suenan para nada y que, si me suenan, no las recuerdo. No me detengo ni un instante a saludar, simplemente paso por el lado de cada uno y, cuando ya estoy cerca de mi abuela, me siento a su lado depositando un beso en su mejilla por mero gesto de cariño, y me acomodo en el asiento - Siento la tardanza, tenía cosas que hacer - hago una pausa entre frase y frase para tomar aire - No se volverá a repetir - y con una leve sonrisa me cruzo de brazos a espera de que todo comience.
En un acontecimiento tan importante han de tomarse medidas más importantes si se cabe, pero mi cabeza está en otro sitio cada vez que me llaman la atención. Últimamente no hago mi trabajo eficientemente y me paso el día enfocado en cosas que quizás no sean del agrado de nadie, pero que me mantienen ocupado y desentendido de todo mi horario laboral. Mi jefe me lo comenta, e incluso me han comentado la posibilidad de despedirme por el simple y llano hecho de que no soy eficaz, de que ya no soy la misma persona que era antes, y no es para más.
El estrés que corre por las cuatro paredes de mi casa es cada vez mayor. Apenas soy capaz de controlar a Tania, las gemelas siguen a su bola y no parecen querer ayudar en nada, y por si fuera poco mi mujer apenas pasa tiempo conmigo. Todo eso, unido a que mi sobrino está hecho un lío, su hermana se despista cada rato, y que mi familia se ha agrandado más de lo debido con esto de que han salido a la luz temas que nos traían en el anonimato por mera "protección", hacen de mi vida un completo caos. ¿Ojeras? Creo que nunca antes las había tenido. No duermo bien, ni tan siquiera trato de hacerlo porque se que es imposible y me mantengo al día tomando tazas y tazas de café tratando que la cafeína me mantengan despierto todo el tiempo que pueda. De vez en vez me encuentran tirado en uno de los butacones a espera de que mi supervisor me llame dormido, y las broncas y las réplicas son cada vez mayores. Pero no me importan.
No obstante me han hecho hacerme cargo de una octava parte de la seguridad del evento en el que nos encontramos, la boda de la señorita Black con el ministro de seguridad, el señor Metzger. Es algo que nos vino a todos de imprevisto, pero dispuesto a tratar de conservar mi trabajo, no pude decir que no. Así que ahora mismo me encuentro en una de las puertas, taponando cada extremo que soy capaz y visualizando con anterioridad todas las personas que se acercan, vestidas de gala y emperifolladas, para pasar por las puertas que dan acceso al salón donde se celebrará la ceremonia. No echo a nadie para atrás porque no estoy prestando la atención que debería, pero al menos estoy haciendo mi trabajo. Bostezo apretando con suavidad el par de látigos que descansan en mi cintura y mantengo mi posición a espera, obviamente, de que me den nuevas órdenes si no me quedo dormido antes.
El estrés que corre por las cuatro paredes de mi casa es cada vez mayor. Apenas soy capaz de controlar a Tania, las gemelas siguen a su bola y no parecen querer ayudar en nada, y por si fuera poco mi mujer apenas pasa tiempo conmigo. Todo eso, unido a que mi sobrino está hecho un lío, su hermana se despista cada rato, y que mi familia se ha agrandado más de lo debido con esto de que han salido a la luz temas que nos traían en el anonimato por mera "protección", hacen de mi vida un completo caos. ¿Ojeras? Creo que nunca antes las había tenido. No duermo bien, ni tan siquiera trato de hacerlo porque se que es imposible y me mantengo al día tomando tazas y tazas de café tratando que la cafeína me mantengan despierto todo el tiempo que pueda. De vez en vez me encuentran tirado en uno de los butacones a espera de que mi supervisor me llame dormido, y las broncas y las réplicas son cada vez mayores. Pero no me importan.
No obstante me han hecho hacerme cargo de una octava parte de la seguridad del evento en el que nos encontramos, la boda de la señorita Black con el ministro de seguridad, el señor Metzger. Es algo que nos vino a todos de imprevisto, pero dispuesto a tratar de conservar mi trabajo, no pude decir que no. Así que ahora mismo me encuentro en una de las puertas, taponando cada extremo que soy capaz y visualizando con anterioridad todas las personas que se acercan, vestidas de gala y emperifolladas, para pasar por las puertas que dan acceso al salón donde se celebrará la ceremonia. No echo a nadie para atrás porque no estoy prestando la atención que debería, pero al menos estoy haciendo mi trabajo. Bostezo apretando con suavidad el par de látigos que descansan en mi cintura y mantengo mi posición a espera, obviamente, de que me den nuevas órdenes si no me quedo dormido antes.
Que te inviten a un evento al que no quieres ir es algo a lo que estoy acostumbrado. Mi hermano lleva horas mandándome mensajes para saber dónde mierda me meto, considerando que sería una grandísima falta de respeto el no presentarme al evento del año que unirá en santo y sagrado matrimonio a las mentes más perversas que ha parido NeoPanem, Stephanie y Dexter. Tal para cual, si lo piensas, pues ambos se querrán matar entre ellos cuando les toque compartir una casa en la que deban vivir para el resto de sus días.
Y yo, sin embargo, me tomo mi tiempo para prepararme, para vestirme y adecentarme, tanto que seguramente llegue tarde como una hora o más, de no ser porque parece que me han dado mal la hora y cuando llego al lugar me encuentro con que todavía falta un rato para que de comienzo la ceremonia. Chasqueo la lengua ignorando a cuanto se me pueda quedar mirando y obvio el suave olor dulzón que desprende todo el lugar. Me marea. Llevan tanto perfume encima que la mezcla de todos hace de esto una bomba que estalla en mi olfato y se dispersa hacia todas direcciones, mareándome un poco. Aún así encuentro el tiempo oportuno y un lugar apartado de todo el mundo donde poder "disfrutar" de la ceremonia en compañía de yo, yo mismo y mi egocentrismo, que últimamente no anda muy disparado.
Las cosas en la isla de los Vencedores se tornan frías y aburridas, mucho más aún sabiendo que los juegos siguen su curso y que ahora mismo apenas si hay mentores a los que enseñar en aquel lugar. Tan sólo aquellos vejestorios que ya no ejercen y que se pasan la vida matándose las neuronas a bases de alcohol y alucinaciones que resultan ser percheros y espejos. Todo eso me está pasando factura, porque pienso que me están volviendo loco, pero me considero lo suficientemente fuerte mentalmente como para soportar todo aquello, así que eso unido al hecho de que pasar tiempo en el Capitolio significa tener a mi hermano continuamente detrás mía para poder pasar un rato juntos y charlar, hacen que me lleve todo el tiempo posible en aquella isla alejada de la mano de todos y en la que se pudren hasta las ratas.
Siento alguien acercarse a dónde estoy, una señorita despistada y un tanto extrañada por la cantidad de gente que hay en el lugar, y aprovechando la situación esbozo una sonrisa que dista de ser descortés, y la acompaño hasta mi lado. Quizás y hasta tenga una buena noche.
Y yo, sin embargo, me tomo mi tiempo para prepararme, para vestirme y adecentarme, tanto que seguramente llegue tarde como una hora o más, de no ser porque parece que me han dado mal la hora y cuando llego al lugar me encuentro con que todavía falta un rato para que de comienzo la ceremonia. Chasqueo la lengua ignorando a cuanto se me pueda quedar mirando y obvio el suave olor dulzón que desprende todo el lugar. Me marea. Llevan tanto perfume encima que la mezcla de todos hace de esto una bomba que estalla en mi olfato y se dispersa hacia todas direcciones, mareándome un poco. Aún así encuentro el tiempo oportuno y un lugar apartado de todo el mundo donde poder "disfrutar" de la ceremonia en compañía de yo, yo mismo y mi egocentrismo, que últimamente no anda muy disparado.
Las cosas en la isla de los Vencedores se tornan frías y aburridas, mucho más aún sabiendo que los juegos siguen su curso y que ahora mismo apenas si hay mentores a los que enseñar en aquel lugar. Tan sólo aquellos vejestorios que ya no ejercen y que se pasan la vida matándose las neuronas a bases de alcohol y alucinaciones que resultan ser percheros y espejos. Todo eso me está pasando factura, porque pienso que me están volviendo loco, pero me considero lo suficientemente fuerte mentalmente como para soportar todo aquello, así que eso unido al hecho de que pasar tiempo en el Capitolio significa tener a mi hermano continuamente detrás mía para poder pasar un rato juntos y charlar, hacen que me lleve todo el tiempo posible en aquella isla alejada de la mano de todos y en la que se pudren hasta las ratas.
Siento alguien acercarse a dónde estoy, una señorita despistada y un tanto extrañada por la cantidad de gente que hay en el lugar, y aprovechando la situación esbozo una sonrisa que dista de ser descortés, y la acompaño hasta mi lado. Quizás y hasta tenga una buena noche.
-¡No, eso no va ahí!- le digo por enésima vez a la mujer de limpieza que en vez de ayudarme me desacomoda todos los papeles y luego me resulta un lío volver a encontrarlos. El trabajo en el reformatorio sumdo al trabajo como ministro me ha estado volviendo un hombre que vive, come sueña y se ducha trabajando. Bueno, tampoco tan literal. Las cosas con Yvonette van de mal en peor, verla en el Reformatorio es tan poco profesional que siento que era mejor cuando no sabíamos quién era quien. Cuando yo no conocía a la psicóloga del colegio y todo podía seguir su rumbo sin problema alguno.
La invitación a la boda marcaba que hoy era el día -¿De verdad tengo que ir?- pregunto a mi hermana quien asiente y termina de acomodarme la corbata porque soy un completo desastre para eso, sin embargo me atrevo a decirle que no puede hacerme ir solo –Tienes que ir conmigo, ¿Qué voy a hacer yo solo con esa bola de estirados?- pregunto a lo que ella sencillamente se encoje de hombros –No puedo ir, tengo cosas que hacer.. además el importante eres tú puesto que la invitación lleva tu nombre, no el mío- hago una mueca y tomo todo lo necesario antes de depositar un beso en la frente de mi hermana –Nada de fiestas, si tu novio viene, usa protección- bromeo en parte y salgo de casa directo al aerodesizador que me lleva directamente al Capitolio para ahorrar tiempo, en cuanto bajamos otros pocos y yo nos suben a coches negros los cuales nos llevarán a la boda directamente. Al salir muestro mi invitación y avanzo con cautela tratando de encontrar a alguien conocido sin embargo paso de todos y avanzo hasta las sillas, esperando poder marcharme sin tener que platicar con algún vejestorio.
La invitación a la boda marcaba que hoy era el día -¿De verdad tengo que ir?- pregunto a mi hermana quien asiente y termina de acomodarme la corbata porque soy un completo desastre para eso, sin embargo me atrevo a decirle que no puede hacerme ir solo –Tienes que ir conmigo, ¿Qué voy a hacer yo solo con esa bola de estirados?- pregunto a lo que ella sencillamente se encoje de hombros –No puedo ir, tengo cosas que hacer.. además el importante eres tú puesto que la invitación lleva tu nombre, no el mío- hago una mueca y tomo todo lo necesario antes de depositar un beso en la frente de mi hermana –Nada de fiestas, si tu novio viene, usa protección- bromeo en parte y salgo de casa directo al aerodesizador que me lleva directamente al Capitolio para ahorrar tiempo, en cuanto bajamos otros pocos y yo nos suben a coches negros los cuales nos llevarán a la boda directamente. Al salir muestro mi invitación y avanzo con cautela tratando de encontrar a alguien conocido sin embargo paso de todos y avanzo hasta las sillas, esperando poder marcharme sin tener que platicar con algún vejestorio.
Trabajo y más trabajo ha sido lo que me ha traído el compromiso de Stephanie y Dexter, quiero decir no es como que esté enfadado pero tampoco estoy feliz por ello, porque sé que eso no es algo de lo que mi querido primo estaría orgulloso si estuviese vivo, pero después pienso que a estas alturas, en esta clase social casi siempre los matrimonios son cosas de política más que de amor. Ver a Stephanie con vida me hace creer que pesar de todo lo que ha pasado, nadie la merecerá tanto como lo hizo Kirtash, pero bueno tampoco es como si la palabra de un simple guardaespaldas contase mucho en casa de los Black.
Me alisto con el traje más formal y caro de mi guardarropa mientras dejo a Leah en casa de la vecina con un faje de billetes para emergencias, la mujer que me hace el favor de cuidarla no tiene antecedentes y tiene pinta de ser buena persona, además de que Leah la adora. Antes de subir a mi camioneta me aseguro de que mi pistola y mi varita estén en su respectivo lugar y me lanzo temprano a casa de los Black para aguantar un par de horas de tremendo rollo. Me aseguro cada minuto que los agentes que fueron llamados se presenten y cumplan con su trabajo, incluso a falta de buen personal tuvimos que recurrir a los cazadores (cosa que no quería hacer) pero que de todas formas tuvimos que aceptar. Echo y yo hablamos más por el móvil que en persona y eso sucede solo cuando se reporta ante James para decir que las cosas van bien, yo nadamás llegar con el presidente me vuelvo su sombra y además monitoreo constantemente la seguridad de la zona. Para cuando todo está listo, espero a que el señor Black tome asiento y comenzamos a poner manos a la obra –No quiero que nadie sin invitación cruce el perímetro, cualquier anormalidad debe ser notificada a Duane o a mi- digo mientras me coloco a unos dos pasos detrás del presidente. –Informes cada cinco minutos- mando el enésimo mensaje a mi hermano, esperando que no se le ocurra llegar tarde.
Me alisto con el traje más formal y caro de mi guardarropa mientras dejo a Leah en casa de la vecina con un faje de billetes para emergencias, la mujer que me hace el favor de cuidarla no tiene antecedentes y tiene pinta de ser buena persona, además de que Leah la adora. Antes de subir a mi camioneta me aseguro de que mi pistola y mi varita estén en su respectivo lugar y me lanzo temprano a casa de los Black para aguantar un par de horas de tremendo rollo. Me aseguro cada minuto que los agentes que fueron llamados se presenten y cumplan con su trabajo, incluso a falta de buen personal tuvimos que recurrir a los cazadores (cosa que no quería hacer) pero que de todas formas tuvimos que aceptar. Echo y yo hablamos más por el móvil que en persona y eso sucede solo cuando se reporta ante James para decir que las cosas van bien, yo nadamás llegar con el presidente me vuelvo su sombra y además monitoreo constantemente la seguridad de la zona. Para cuando todo está listo, espero a que el señor Black tome asiento y comenzamos a poner manos a la obra –No quiero que nadie sin invitación cruce el perímetro, cualquier anormalidad debe ser notificada a Duane o a mi- digo mientras me coloco a unos dos pasos detrás del presidente. –Informes cada cinco minutos- mando el enésimo mensaje a mi hermano, esperando que no se le ocurra llegar tarde.
Para ser honesto conmigo mismo, me ha costado un tiempo tragarme la idea de que me unirían en matrimonio con la hija del hombre más poderoso de este país. Conozco a Stephanie desde hace mucho tiempo, cuando me hicieron llegar al Capitolio para comenzar a susurrarle ideas y consejos que podrían salvarme las manos del fuego en los casos más desesperados. Y aún así, aunque sé que es una idea exquisita salida de la cabeza peligrosa de la señora Minerva Black, me es extraño acostumbrarme al hecho de que, una vez más, seré un hombre casado. Sé que cuando vea Stephanie no será lo mismo que ver a Ciara; ella no tiene su porte, ni ese cabello rojizo que caía en rizos, pero sé que significa otra clase de paso. Ahora estaré completamente ligado a los Black y eso significa poder básicamente infinito.
Ni siquiera abro la boca mientras me meten dentro del traje y permito que mi estilista, un hombre delgado y nervioso con un bigote demasiado patético, me cambie la corbata una y otra vez, hasta que se decide y pasa al siguiente asunto que es el de llenarme de colonia, tanto que se da cuenta de que metió la pata cuando le lanzo una mirada con la nariz arrugada. A mi izquierda se encuentra mi asistente personal, quien me murmura una y otra vez todas las recomendaciones de la fecha y hasta tiene el placer de repetirme cómo se supone que debo decir mis votos que él se tomó la molestia de escribir porque yo no he tenido tiempo para esas cosas; no soy la clase de hombre que dejaría abandonado sus preciados juegos por algo como una boda - creo que te olvidas del pequeño detalle de que soy yo, Mike - lo interrumpo, acomodando uno de los botones de mi saco con aire algo distraído. Él se queda con la parte más empalagosa del discurso entre los labios y, aunque no lo estoy viendo, estoy seguro de que ha hecho una de sus muecas nerviosas - ya me aprendí ese discurso la quinta vez que me lo repetiste. Creo que podemos ahorrarnos la molestia - bajo del pequeño estrado rodeado de espejos donde me han estado preparado y el resto del equipo se aparta. Algunos avox se apresuran para abrirme la puerta y, escoltado por un pequeño grupo de gente, me dirigo hacia el coche que me llevará a ese evento tan ansiado por el resto del mundo, pero tan inquietante para mí.
Ya desde el exterior se puede advertir la magnificencia del evento y, cuando me bajo del coche, puedo escuchar a uno de los guardias hablar por su comunicador anunciando la llegada de Stephanie para dentro de unos pocos minutos. Me acomodo frente a las puertas y puedo escuchar el murmullo del otro lado, pero al contrario de lo que es la tradición, no siento nervios; lo único que hay en mí es un enorme deseo de que todo suceda demasiado rápido para poder terminar con esto cuanto antes. Entonces la música comienza, las puertas se abren y soy capaz de ver a la multitud de invitados que, en su desdicha, se sienten fabulosos por poder estar aquí. Fuerzo una mueca similar a una sonrisa y antes de que pueda darme cuenta, me encuentro en el altar, frente a un hombre con la túnica más brillante que alguna vez he visto. Pero apenas me fijo en él, puesto que rápidamente la melodía sufre un cambio y giro mi cabeza, viendo a Stephanie llegar en todo su esplendor. La espero, con mis manos entrelazadas y clavo una mirada en los ojos del presidente por un instante, porque él sabe, ella sabe, todos sabemos lo que en verdad es esta boda. Y aún así la mano de su hija se une un instante con la mía antes de comenzar con esta enorme farsa para todo el país. Los votos salen tan honestos de mis labios que solo logro demostrarle a Mike que yo tenía razón, y me esfuerzo lo suficiente en mantener la mirada de mi nueva mujer el mayor tiempo posible. Porque en cuanto digo las palabras, sé que ahora no hay marcha atrás - Sí, quiero.
Ni siquiera abro la boca mientras me meten dentro del traje y permito que mi estilista, un hombre delgado y nervioso con un bigote demasiado patético, me cambie la corbata una y otra vez, hasta que se decide y pasa al siguiente asunto que es el de llenarme de colonia, tanto que se da cuenta de que metió la pata cuando le lanzo una mirada con la nariz arrugada. A mi izquierda se encuentra mi asistente personal, quien me murmura una y otra vez todas las recomendaciones de la fecha y hasta tiene el placer de repetirme cómo se supone que debo decir mis votos que él se tomó la molestia de escribir porque yo no he tenido tiempo para esas cosas; no soy la clase de hombre que dejaría abandonado sus preciados juegos por algo como una boda - creo que te olvidas del pequeño detalle de que soy yo, Mike - lo interrumpo, acomodando uno de los botones de mi saco con aire algo distraído. Él se queda con la parte más empalagosa del discurso entre los labios y, aunque no lo estoy viendo, estoy seguro de que ha hecho una de sus muecas nerviosas - ya me aprendí ese discurso la quinta vez que me lo repetiste. Creo que podemos ahorrarnos la molestia - bajo del pequeño estrado rodeado de espejos donde me han estado preparado y el resto del equipo se aparta. Algunos avox se apresuran para abrirme la puerta y, escoltado por un pequeño grupo de gente, me dirigo hacia el coche que me llevará a ese evento tan ansiado por el resto del mundo, pero tan inquietante para mí.
Ya desde el exterior se puede advertir la magnificencia del evento y, cuando me bajo del coche, puedo escuchar a uno de los guardias hablar por su comunicador anunciando la llegada de Stephanie para dentro de unos pocos minutos. Me acomodo frente a las puertas y puedo escuchar el murmullo del otro lado, pero al contrario de lo que es la tradición, no siento nervios; lo único que hay en mí es un enorme deseo de que todo suceda demasiado rápido para poder terminar con esto cuanto antes. Entonces la música comienza, las puertas se abren y soy capaz de ver a la multitud de invitados que, en su desdicha, se sienten fabulosos por poder estar aquí. Fuerzo una mueca similar a una sonrisa y antes de que pueda darme cuenta, me encuentro en el altar, frente a un hombre con la túnica más brillante que alguna vez he visto. Pero apenas me fijo en él, puesto que rápidamente la melodía sufre un cambio y giro mi cabeza, viendo a Stephanie llegar en todo su esplendor. La espero, con mis manos entrelazadas y clavo una mirada en los ojos del presidente por un instante, porque él sabe, ella sabe, todos sabemos lo que en verdad es esta boda. Y aún así la mano de su hija se une un instante con la mía antes de comenzar con esta enorme farsa para todo el país. Los votos salen tan honestos de mis labios que solo logro demostrarle a Mike que yo tenía razón, y me esfuerzo lo suficiente en mantener la mirada de mi nueva mujer el mayor tiempo posible. Porque en cuanto digo las palabras, sé que ahora no hay marcha atrás - Sí, quiero.
Después de una época difícil, no voy a engañarme, las cosas parecen volver a la normalidad. De vez en cuando estoy más paranoico de lo normal. Eveline y yo hemos estado juntos tanto tiempo que jamás se me pasó por la cabeza que existiera la posibilidad de que alguien llegara y me la robara. Tras correr un riesgo tan grande con ese chico cazador, decidí no volver a arriesgarme y por ende, a prestar más atención a las cosas que hacía y que evidentemente la estaban molestando. Al final, entre los dos, conseguimos encontrar el modo de reducir prácticamente a 0 el riesgo que corre ella durante la luna llena porque siendo realistas, un licántropo como yo no corre riesgo ninguno y menos durante esa noche.
Mientras desayunamos un fin de semana nos llega la invitación a la boda de los Black. Desde mi trabajo como jefe de los cazadores eso es algo habitual, gente que apenas conozco me invita a su boda. - No tenemos que ir si no quieres. - No sé para que se lo sugerí si quiera, sabiendo le encantaría la idea, como a medio país, de asistir a aquella boda. Pasamos de tiendas un mes o dos, aunque seguramente fue solo una tarde jodidamente eterna, y por suerte encuentra el vestido que quiere ponerse, y otro traje para mi que ella decide que me queda bien tras hacerme probar los diezmil de las distintas tiendas del capitolio. Aguanto, porque sí, porque ella aguanta otras cosas de mi sin quejarse, y porque me gusta que compre chorradas como si no tuviera una preocupación diferente a la de pensar en que ponerse.
El camino se me pasa en un suspiro comparado con la tarde de compras, además porque voy conduciendo y distrayendo mi mente en una tarea tan sencilla como esa me mantiene entretenido. Para cuando llegamos hay una cola bastante larga de gente, por lo que pasamos mucho tiempo esperando antes de que sea nuestro turno. Nos chequean de arriba abajo y yo solo puedo pensar en la pulsera que cubre la mordedura de licántropo del antebrazo. Que no la vean, que no la vean. No lo hacen. No me doy cuenta de que he aguantado mucho la respiración hasta que estoy dentro. Prácticamente dejo que Eveline nos guíe por el lugar mientras mi ritmo cardiaco vuelve a los niveles normales. Para entonces, la música ya ha empezado a sonar.
Mientras desayunamos un fin de semana nos llega la invitación a la boda de los Black. Desde mi trabajo como jefe de los cazadores eso es algo habitual, gente que apenas conozco me invita a su boda. - No tenemos que ir si no quieres. - No sé para que se lo sugerí si quiera, sabiendo le encantaría la idea, como a medio país, de asistir a aquella boda. Pasamos de tiendas un mes o dos, aunque seguramente fue solo una tarde jodidamente eterna, y por suerte encuentra el vestido que quiere ponerse, y otro traje para mi que ella decide que me queda bien tras hacerme probar los diezmil de las distintas tiendas del capitolio. Aguanto, porque sí, porque ella aguanta otras cosas de mi sin quejarse, y porque me gusta que compre chorradas como si no tuviera una preocupación diferente a la de pensar en que ponerse.
El camino se me pasa en un suspiro comparado con la tarde de compras, además porque voy conduciendo y distrayendo mi mente en una tarea tan sencilla como esa me mantiene entretenido. Para cuando llegamos hay una cola bastante larga de gente, por lo que pasamos mucho tiempo esperando antes de que sea nuestro turno. Nos chequean de arriba abajo y yo solo puedo pensar en la pulsera que cubre la mordedura de licántropo del antebrazo. Que no la vean, que no la vean. No lo hacen. No me doy cuenta de que he aguantado mucho la respiración hasta que estoy dentro. Prácticamente dejo que Eveline nos guíe por el lugar mientras mi ritmo cardiaco vuelve a los niveles normales. Para entonces, la música ya ha empezado a sonar.
Todas las cosas que han estado pasando me tienen completamente loco, Winter se da su rollo y me hace caso cada que se le da la gana. Frederick no me dirige la palabra y no tengo la menor idea de porqué lo hace; aunque la verdad es que no tengo tiempo para mi propio hijo, puesto que el trabajo y todo ese rollito de mi familia rebelde me tienen nervioso y con poca concentración para mi familia en general. Mi esposa ha decidido aplicarme de igual forma la ley del hielo aunque cuando me necesita deja un par de notas o se limita a decirme en un tono seco que debo depositar en su tarjeta porque se está agotando el dinero y no quiere que comience a hacerle falta. Debido a todo eso y al hecho de que prefiero estar solo que aguantar la cara de todos en casa es por lo que me la vivo en el trabajo o buscando alguna excusa para saltarme la hora de la cena y poder estar tranquilamente en el comedor completamente solo revisando reportes de los agentes en aprendizaje que me son adjudicados y también planeando cómo resolveré el hecho de que Christopher pase a mi lado como había estado haciendo los últimos dieciocho años.
Órdenes de ir a cuidar una boda que me parece de lo más absurda me hacen deslindarme de mis obligaciones y así poder hacer algo diferente que quizá sea lo que más necesite. Me alisto con el uniforme y me dirijo hacia el primer aerodeslizador que lleva a varios agentes oficiales y en aprendizaje al mismo destino que yo, el viaje es muy rápido y en cuanto llegamos a la casa de gobierno recibimos órdenes las cuales es cuidar el perímetro y no dejar pasar a ninguno sin invitación, al parecer el presidente mismo quiere evitarse todo el rollo rebelde tanto como yo. En cuanto tomo mi lugar mi vista pasa por el lugar y al ver a mi lado derecho veo la figura de mi querido hermanito, bostezando, para variar –¿Maryse ha tenido otro bebé del cuál no me he enterado?- pregunto en tono de irónico mientras doy un par de pasos hacia mi hermano, sin necesidad de saludarlo –A este paso yo seré el único Coarleone con trabajo de agente-.
Órdenes de ir a cuidar una boda que me parece de lo más absurda me hacen deslindarme de mis obligaciones y así poder hacer algo diferente que quizá sea lo que más necesite. Me alisto con el uniforme y me dirijo hacia el primer aerodeslizador que lleva a varios agentes oficiales y en aprendizaje al mismo destino que yo, el viaje es muy rápido y en cuanto llegamos a la casa de gobierno recibimos órdenes las cuales es cuidar el perímetro y no dejar pasar a ninguno sin invitación, al parecer el presidente mismo quiere evitarse todo el rollo rebelde tanto como yo. En cuanto tomo mi lugar mi vista pasa por el lugar y al ver a mi lado derecho veo la figura de mi querido hermanito, bostezando, para variar –¿Maryse ha tenido otro bebé del cuál no me he enterado?- pregunto en tono de irónico mientras doy un par de pasos hacia mi hermano, sin necesidad de saludarlo –A este paso yo seré el único Coarleone con trabajo de agente-.
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