OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Abro los ojos cuando por fin recupero la consciencia. Al principio ni siquiera puedo respirar sin que me duela cada fibra de mi ser, pero segundos después se añaden a los gritos de dolor partes de mi cuerpo que apenas conocía. Es cómo si alguien me hubiera dado una paliza, que técnicamente me la han dado aunque no tanto cómo para sentirme así; creo. El primer lugar al que se va mi mirada es hacia la ventana, aquella ventana que reconozco tanto y tanto me repugna. Me reincorporo tan bruscamente que mi corazón salta cinco veces en lo que debería haber sido un solo latido, las máquinas con las alarmas se dispararan y antes de darme cuenta de qué pasa, de donde estoy, del tiempo que ha transcurrido desde la tarde de mi encuentro con Orion, casi tres personas entran en la habitación para apretarme contra la cama. Grito y me retuerzo, intentan hacerme entrar en razón pero yo no estoy por la labor de ponerlo fácil. En cuanto la enorme aguja con aquel líquido violeta aparece delante de mi y la médico me lanza una amenaza a modo de advertencia me quedo estático. Sin embargo mi corazón no cesa. - Estoy bien - Miento. No estoy en absoluto nada bien. Estoy desconcertado, dolorido, perdido, confuso, alterado y mil cosas más. Pero no quiero volver a dormir y recuperar todos esos sueños que me llevan a un sitio donde Jeremy está ahora mismo intentando sobrevivir. Otra vez. - Estoy bien - Esta segunda vez la voz me tiembla, pero tras tres agobiantes minutos que parecen todo un año la mujer baja la jeringuilla y yo decido que es mas inteligente quedarme quieto fingiendo un rato que solo estoy algo alterado por el despertar.
Me hacen un montón de preguntas como siempre: ¿Que recuerdo? ¿Que pasó? ¿Que hacía antes de que se desencadenara el ataque? ¿Que comí? ¿Donde estaba? y tengo respuesta para todas ellas pero no salen de mis labios, ni tampoco quieren salir. Respiro profundamente varias vece mientras pienso en qué decir, al final lo interpretan cómo si no lo recordara y es algo que agradezco inmensamente. Las mentiras nunca se me han dado bien. Paso saliva temblando de tal manera que me resulta insoportable estar quieto y acabo siendo arropado por otra manta que solo produce calor pero que no reduce los temblores. Le sonrío a la enfermera aunque no me hiciera falta eso precisamente. - ¿Le he hecho daño a alguien? - La voz se me quiebra, lo que hace mi preocupación falsa más real todavía. La médico niega y yo finjo que respiro tranquilo aunque no consigo que mi corazón pare de latir de esa forma tan desbocada. Al final dos de los tres hombres que han entrado para frenarme desaparecen, y solo queda la médico con uno de ellos que me mira tan rudamente que yo solo siento el impulso de hacerme todo lo pequeño que la cama me permite ser.
Respondo al final más preguntas, eternas y molestas preguntas, algunas se desvían más del tema principal pero al final todo acaba en lo mismo. - Creo que será mejor que pases un tiempo con nosotros otra vez - Aquellas palabras las he oído tantas veces que son una parte de mi vida, sin embargo aquella tarde estoy tan jodidamente frustrado que lo único que puedo hacer, es lo peor que podría elegir hacer. Hago un berrinche. - No... otra vez no... no quiero estar aquí ESTOY HARTO DE ESTAR AQUÍ. ESTOY HARTO DE QUE TODO EL MUNDO QUIERA QUE ESTÉ AQUÍ... no quiero desaparecer - Vuelven los gritos aunque se me quiebra la voz al final, mis movimientos son tan bruscos que después de un par de segundos de intentar frenar el ataque de histeria que sufro acaban por desconectarme todas las máquinas antes de que me arranque los cables de cuajo con los tirones. Me levanto de la cama cayendo al suelo con las piernas que apenas pueden sostenerme. - HE DICHO QUE ESTOY BIEN! - Entonces interviene la psicóloga con su calmada voz, su bata blanca y un montón de frases tan cliché que quiero patearla, algo bastante anormal en mí. - ¿Andy que te pasa en realidad? ¿Con quien estás enfadado de verdad? - Mi reacción es arrastrarme por el suelo hasta que acabo en un rincón encogido sobre mi mismo y con un círculo alrededor de mi que impide al resto del mundo acercárseme. O al menos ese es el plan y por ahora, parecen entenderlo y respetarlo. - Nuria... Katie... Jolene... J... - El nombre de Jeremy se me atraganta. No puedo incluirlo entre el montón de personas que se han marchado y hacen que mi vida se desplome por segundos. Por eso estoy molesto con ellos, por dejarme aquí lidiando con cosas que me superan.
De pronto todo es absoluto silencio, solo puedo escucharme a mi mismo sollozar y respirar. Mis manos están sobre mi rostro apretándolo fuertemente. Me he enterrado las uñas en la mejilla y aunque en algunas partes se han quedado marcas en otras se ha roto la piel, especialmente las cercanas a la herida que ya tenía y que Orion me provocó durante la última visita que vino a hacerme.
Me toma al menos tres horas conseguir calmarme, entender que estoy siendo lo más infantil que puedo ser, pero por lo menos todo el mundo desaparece. Johanna es la única que se queda sentada frente a mi pero sin decir una sola palabra, intentando transmitirme una falsa apariencia de calma, de que no me juzga, pero sabiendo que le pagan por eso. Cuando suspiro y siento mi corazón volver a la normalidad hago una mueca. La muñequera que oculta la pulsera de mentalmente desorientado ha desaparecido de mi brazo izquierdo y a pesar de que es lo que menos importa ahora siento el impulso de buscarla a mi alrededor, donde probablemente no estará. - Les hemos avisado donde estás - Su boca se abre. La miro un momento sin entender hasta que recuerdo que las últimas palabras que salieron de mi boca y no fueron incoherencias de una persona desorientada, fueron los nombres de tres personas. Una de ellas está claro que no le importa donde estoy porque está muerta. A las otras dos no les importa porque me odian. Hago una mueca amarga y bajo la vista al suelo abrazándome las piernas.
Sé que no van a venir. Pero no se lo digo.
Me hacen un montón de preguntas como siempre: ¿Que recuerdo? ¿Que pasó? ¿Que hacía antes de que se desencadenara el ataque? ¿Que comí? ¿Donde estaba? y tengo respuesta para todas ellas pero no salen de mis labios, ni tampoco quieren salir. Respiro profundamente varias vece mientras pienso en qué decir, al final lo interpretan cómo si no lo recordara y es algo que agradezco inmensamente. Las mentiras nunca se me han dado bien. Paso saliva temblando de tal manera que me resulta insoportable estar quieto y acabo siendo arropado por otra manta que solo produce calor pero que no reduce los temblores. Le sonrío a la enfermera aunque no me hiciera falta eso precisamente. - ¿Le he hecho daño a alguien? - La voz se me quiebra, lo que hace mi preocupación falsa más real todavía. La médico niega y yo finjo que respiro tranquilo aunque no consigo que mi corazón pare de latir de esa forma tan desbocada. Al final dos de los tres hombres que han entrado para frenarme desaparecen, y solo queda la médico con uno de ellos que me mira tan rudamente que yo solo siento el impulso de hacerme todo lo pequeño que la cama me permite ser.
Respondo al final más preguntas, eternas y molestas preguntas, algunas se desvían más del tema principal pero al final todo acaba en lo mismo. - Creo que será mejor que pases un tiempo con nosotros otra vez - Aquellas palabras las he oído tantas veces que son una parte de mi vida, sin embargo aquella tarde estoy tan jodidamente frustrado que lo único que puedo hacer, es lo peor que podría elegir hacer. Hago un berrinche. - No... otra vez no... no quiero estar aquí ESTOY HARTO DE ESTAR AQUÍ. ESTOY HARTO DE QUE TODO EL MUNDO QUIERA QUE ESTÉ AQUÍ... no quiero desaparecer - Vuelven los gritos aunque se me quiebra la voz al final, mis movimientos son tan bruscos que después de un par de segundos de intentar frenar el ataque de histeria que sufro acaban por desconectarme todas las máquinas antes de que me arranque los cables de cuajo con los tirones. Me levanto de la cama cayendo al suelo con las piernas que apenas pueden sostenerme. - HE DICHO QUE ESTOY BIEN! - Entonces interviene la psicóloga con su calmada voz, su bata blanca y un montón de frases tan cliché que quiero patearla, algo bastante anormal en mí. - ¿Andy que te pasa en realidad? ¿Con quien estás enfadado de verdad? - Mi reacción es arrastrarme por el suelo hasta que acabo en un rincón encogido sobre mi mismo y con un círculo alrededor de mi que impide al resto del mundo acercárseme. O al menos ese es el plan y por ahora, parecen entenderlo y respetarlo. - Nuria... Katie... Jolene... J... - El nombre de Jeremy se me atraganta. No puedo incluirlo entre el montón de personas que se han marchado y hacen que mi vida se desplome por segundos. Por eso estoy molesto con ellos, por dejarme aquí lidiando con cosas que me superan.
De pronto todo es absoluto silencio, solo puedo escucharme a mi mismo sollozar y respirar. Mis manos están sobre mi rostro apretándolo fuertemente. Me he enterrado las uñas en la mejilla y aunque en algunas partes se han quedado marcas en otras se ha roto la piel, especialmente las cercanas a la herida que ya tenía y que Orion me provocó durante la última visita que vino a hacerme.
Me toma al menos tres horas conseguir calmarme, entender que estoy siendo lo más infantil que puedo ser, pero por lo menos todo el mundo desaparece. Johanna es la única que se queda sentada frente a mi pero sin decir una sola palabra, intentando transmitirme una falsa apariencia de calma, de que no me juzga, pero sabiendo que le pagan por eso. Cuando suspiro y siento mi corazón volver a la normalidad hago una mueca. La muñequera que oculta la pulsera de mentalmente desorientado ha desaparecido de mi brazo izquierdo y a pesar de que es lo que menos importa ahora siento el impulso de buscarla a mi alrededor, donde probablemente no estará. - Les hemos avisado donde estás - Su boca se abre. La miro un momento sin entender hasta que recuerdo que las últimas palabras que salieron de mi boca y no fueron incoherencias de una persona desorientada, fueron los nombres de tres personas. Una de ellas está claro que no le importa donde estoy porque está muerta. A las otras dos no les importa porque me odian. Hago una mueca amarga y bajo la vista al suelo abrazándome las piernas.
Sé que no van a venir. Pero no se lo digo.
El viaje en el tren se me ha hecho tan eterno como lo puede ser cualquier otro en el cual lo pase sentada junto a la ventana. Los paisajes se pierden uno tras otro y ni siquiera salgo a buscar a Katie o a Dale. Dale. Todavía no me lo puedo creer; en mi interior bailan muchas emociones, algunas desconocidas para mí, entre el asombro y la extraña felicidad de que, a pesar de que se perdieron vidas, mi tributo ha salido con vida. Y como si fuera poco, Jeremy sobrevivió gracias a nuestra misión suicida. Todavía no lo he visto ni ha estado presente en la celebración de coronación de los vencedores, pero tal vez es mejor así. Creo que no estoy lista para encontrarme nuevamente con el mentor del siete, aquel a quien no quise perder y, a la vez, sé que no puedo permitirme tenerlo. Como si fuera poco, mi conversación con Elle no hace más que traerme pesadillas, de modo que evito dormir. No es agradable ver a Erígone entrar y salir de mis sueños oscuros una y otra vez como una película demasiado repetida que me atormenta.
El cielo sobre el distrito de vencedores se encuentra gris, probablemente por el invierno en el cual nos adentramos y que representa cada una de mis emociones muertas. Volver es casi como despertar de un sueño horrible al cual sé que, en algún momento, tengo que regresar, pero por ahora puedo permitirme un descanso y pretender que todo está bien. Desperdicio casi todo mi día en ordenar mi casa, a la cual han limpiado antes de que yo llegase, así que no hay mucho para hacer, pero de todas formas lo hago. Cambio de lugar los muebles de mi habitación, coloco las prendas de mi equipaje en el armario y guardo mi libro de cuentos en la estantería. Llega un momento que no tengo nada que hacer y me duermo en el sofá, tarareando para mí misma una y otra vez las estrofas de aquella canción que quedó en mi memoria, ya no como una canción infantil sino como un recordatorio.
Cuando me despierto, doy un respingo y tardo en darme cuenta que hay alguien más en la habitación, que por lógica es quien me ha despertado sacudiendo mi hombro. Me remuevo en mi sitio, intentando sentarme a la vez que froto mis ojos, preguntándome cuanto tiempo me he permitido dormir y totalmente desorientada. ¿Han pasado unas horas, un día o cinco? - ¿Qué pasa? - logro articular, tapándome la boca con el brazo para dejar escapar un enorme bostezo. Logro enfocar a mi visitante y no es nada más ni nada menos que una enfermera; la he visto varias veces en el hospital y, además, su uniforme la delata. Por inercia me hago pequeña contra el sofá, abriendo grandes los ojos casi como si así pudiese demostrar mi inocencia - Estoy bien, lo juro - es lo primero que se me viene a la cabeza decir, porque las visitas de gente del hospital nunca anunciaron nada bueno. Ella hace una mueca y murmura algo que, por el tono de voz, parece que me está diciendo que no es lo que yo creo, pero no le presto ninguna atención porque estoy observando la ventana, por donde se nota la primera luz de la mañana - Anderson tuvo una crisis - vuelvo a mirarla, girando la cabeza con suficiente violencia como para hacerme daño en el cuello - está en el hospital. Creo que deberías ir a verlo - durante un momento intento adivinar qué dice su expresión, pero no encuentro nada que signifique demasiado; entonces ella se va y me deja a solas intentando adivinar qué está pasando y con una pregunta en mis labios.
Todos tuvimos una crisis alguna vez y sé que las de Andy son lo suficientemente jodidas como para dejarlo internado durante mucho tiempo; pero también, sé que dije que no tenía que regresar. Me quedo un buen rato allí sentada, abrazando mis piernas y meditando. Sé lo horrible que es estar solo y, además, no puedo dejar a un lado los años de amistad así como así, por lo que me pongo de pie y pego mi nariz a la ventana. Puedo ver a la enfermera ingresar a la casa de Katie desde donde estoy, y eso me asegura que no voy a ser la única visitante en caso de que ella haga lo mismo que yo. ¿O está lo suficientemente enojada como para no hacerlo? Esa duda es la que me detiene al momento de ir a buscarla para ir juntas; me abrigo con el primer tapado que encuentro y salgo de mi casa arreglando la bufanda a mi cuello.
El camino al hospital es tedioso, porque el frío me golpea el rostro y me veo obligada a subirme la bufanda hasta la nariz. Empujo a un lado las miles de preguntas en la cabeza, desde qué pasó a qué hizo, que le hacen paso a aquella enorme y repentina preocupación. Más le vale estar bien o lo asesino. Empujo la puerta y casi por inercia la dejo abierta para que Katie entre, pero entonces recuerdo que la dejé atrás por mi duda (y probablemente egoísmo, aunque no pienso decirlo en voz alta), así que recorro los pasillos blancos en soledad, volteando de vez en cuando por si la larga cabellera castaña se hace presente. Me detengo en la recepción, donde se tardan una eternidad en darme el número de habitación, mientras gasto golpeando el escritorio con mis dedos. Cuando por fin soy libre de irme, aprieto el paso casi como si me encontrase en una misión suicida, aunque no entiendo de donde vienen mis nervios. Me doy cuenta tarde de que se deben a que no pude evitar fijarme si el nombre de Jeremy estaba en la lista de pacientes, pero creo que no vi a ningún Mills allí.
Cuando encuentro la habitación, me detengo un momento y vacilo con la posibilidad de irme sin dar señales de haber venido. ¿Con qué me voy a encontrar del lado de la puerta? La verdadera pregunta es si podré soportarlo. ¿Acaso no puedo tener un día en paz? Acabo por abrir y me asomo, bajándome la bufanda para dejar al descubierto mi cara. Hay una enfermera sentada al pie de la cama donde se encuentra una bola de sábanas que sospecho que debe ser Andy, algo que confirmo en cuanto veo su cabello oscuro asomarse entre ellas. La joven se da vuelta al verme entrar, se pone de pie para chequear algunos papeles en la mesa de noche y se marcha. Al escuchar la puerta detrás de mí, me quedo allí quieta, sintiéndome fuera de lugar y balanceándome como una niña nerviosa de cinco años. No sé si saltar sobre la cama a preguntarle miles de cosas que griten mi preocupación o mantenerme al margen como acordamos, así que con una lentitud insufrible me acerco y me dejo caer en la cama desocupada que se encuentra al lado de la suya - ¿Acaso extrañabas la comida del hospital? - sé que es una broma de mal gusto, así que intento arreglarlo con una sonrisa lastimera - ¿Qué te pasó, Andy? - mi pregunta es solo un murmullo, mientras subo mis pies a la cama y me abrazo a mis rodillas. Tampoco espero que me responda, porque creo saber la respuesta; tal vez, lo que me interesa saber es lo que le pasó al niño que yo conocí alguna vez y que me cambió por aquella persona que ahora considero una amiga y que, justo en este momento, desearía que se apresure a llegar para evitarme el sufrimiento.
El cielo sobre el distrito de vencedores se encuentra gris, probablemente por el invierno en el cual nos adentramos y que representa cada una de mis emociones muertas. Volver es casi como despertar de un sueño horrible al cual sé que, en algún momento, tengo que regresar, pero por ahora puedo permitirme un descanso y pretender que todo está bien. Desperdicio casi todo mi día en ordenar mi casa, a la cual han limpiado antes de que yo llegase, así que no hay mucho para hacer, pero de todas formas lo hago. Cambio de lugar los muebles de mi habitación, coloco las prendas de mi equipaje en el armario y guardo mi libro de cuentos en la estantería. Llega un momento que no tengo nada que hacer y me duermo en el sofá, tarareando para mí misma una y otra vez las estrofas de aquella canción que quedó en mi memoria, ya no como una canción infantil sino como un recordatorio.
Cuando me despierto, doy un respingo y tardo en darme cuenta que hay alguien más en la habitación, que por lógica es quien me ha despertado sacudiendo mi hombro. Me remuevo en mi sitio, intentando sentarme a la vez que froto mis ojos, preguntándome cuanto tiempo me he permitido dormir y totalmente desorientada. ¿Han pasado unas horas, un día o cinco? - ¿Qué pasa? - logro articular, tapándome la boca con el brazo para dejar escapar un enorme bostezo. Logro enfocar a mi visitante y no es nada más ni nada menos que una enfermera; la he visto varias veces en el hospital y, además, su uniforme la delata. Por inercia me hago pequeña contra el sofá, abriendo grandes los ojos casi como si así pudiese demostrar mi inocencia - Estoy bien, lo juro - es lo primero que se me viene a la cabeza decir, porque las visitas de gente del hospital nunca anunciaron nada bueno. Ella hace una mueca y murmura algo que, por el tono de voz, parece que me está diciendo que no es lo que yo creo, pero no le presto ninguna atención porque estoy observando la ventana, por donde se nota la primera luz de la mañana - Anderson tuvo una crisis - vuelvo a mirarla, girando la cabeza con suficiente violencia como para hacerme daño en el cuello - está en el hospital. Creo que deberías ir a verlo - durante un momento intento adivinar qué dice su expresión, pero no encuentro nada que signifique demasiado; entonces ella se va y me deja a solas intentando adivinar qué está pasando y con una pregunta en mis labios.
Todos tuvimos una crisis alguna vez y sé que las de Andy son lo suficientemente jodidas como para dejarlo internado durante mucho tiempo; pero también, sé que dije que no tenía que regresar. Me quedo un buen rato allí sentada, abrazando mis piernas y meditando. Sé lo horrible que es estar solo y, además, no puedo dejar a un lado los años de amistad así como así, por lo que me pongo de pie y pego mi nariz a la ventana. Puedo ver a la enfermera ingresar a la casa de Katie desde donde estoy, y eso me asegura que no voy a ser la única visitante en caso de que ella haga lo mismo que yo. ¿O está lo suficientemente enojada como para no hacerlo? Esa duda es la que me detiene al momento de ir a buscarla para ir juntas; me abrigo con el primer tapado que encuentro y salgo de mi casa arreglando la bufanda a mi cuello.
El camino al hospital es tedioso, porque el frío me golpea el rostro y me veo obligada a subirme la bufanda hasta la nariz. Empujo a un lado las miles de preguntas en la cabeza, desde qué pasó a qué hizo, que le hacen paso a aquella enorme y repentina preocupación. Más le vale estar bien o lo asesino. Empujo la puerta y casi por inercia la dejo abierta para que Katie entre, pero entonces recuerdo que la dejé atrás por mi duda (y probablemente egoísmo, aunque no pienso decirlo en voz alta), así que recorro los pasillos blancos en soledad, volteando de vez en cuando por si la larga cabellera castaña se hace presente. Me detengo en la recepción, donde se tardan una eternidad en darme el número de habitación, mientras gasto golpeando el escritorio con mis dedos. Cuando por fin soy libre de irme, aprieto el paso casi como si me encontrase en una misión suicida, aunque no entiendo de donde vienen mis nervios. Me doy cuenta tarde de que se deben a que no pude evitar fijarme si el nombre de Jeremy estaba en la lista de pacientes, pero creo que no vi a ningún Mills allí.
Cuando encuentro la habitación, me detengo un momento y vacilo con la posibilidad de irme sin dar señales de haber venido. ¿Con qué me voy a encontrar del lado de la puerta? La verdadera pregunta es si podré soportarlo. ¿Acaso no puedo tener un día en paz? Acabo por abrir y me asomo, bajándome la bufanda para dejar al descubierto mi cara. Hay una enfermera sentada al pie de la cama donde se encuentra una bola de sábanas que sospecho que debe ser Andy, algo que confirmo en cuanto veo su cabello oscuro asomarse entre ellas. La joven se da vuelta al verme entrar, se pone de pie para chequear algunos papeles en la mesa de noche y se marcha. Al escuchar la puerta detrás de mí, me quedo allí quieta, sintiéndome fuera de lugar y balanceándome como una niña nerviosa de cinco años. No sé si saltar sobre la cama a preguntarle miles de cosas que griten mi preocupación o mantenerme al margen como acordamos, así que con una lentitud insufrible me acerco y me dejo caer en la cama desocupada que se encuentra al lado de la suya - ¿Acaso extrañabas la comida del hospital? - sé que es una broma de mal gusto, así que intento arreglarlo con una sonrisa lastimera - ¿Qué te pasó, Andy? - mi pregunta es solo un murmullo, mientras subo mis pies a la cama y me abrazo a mis rodillas. Tampoco espero que me responda, porque creo saber la respuesta; tal vez, lo que me interesa saber es lo que le pasó al niño que yo conocí alguna vez y que me cambió por aquella persona que ahora considero una amiga y que, justo en este momento, desearía que se apresure a llegar para evitarme el sufrimiento.
Me acobijo más en las sábanas de mi cama y suelto un pequeño llanto matutino. Hace frío pero no encuentro la voluntad para levantarme e ir a buscar un suéter a estas horas de la mañana. No he tenido nauseas el día de hoy por lo que no he visto razón para levantarme y cambiarme.
No es hasta que la enfermera toca la puerta de la casa que voy a la habitación de Jeremy y cojo una de sus cazadoras, que arropan mucho que mis suéteres, y ella me pide que vaya al hospital a ver a Anderson, quien ha tenido una crisis emocional en los últimos días y ha acabado en el hospital.
Una parte de mí quiere cerrarle la puerta en la cara a la enfermera y volver a hacerse bola en la cama para pasar el día llorando, la parte sensata asiente con la cabeza y va a buscar un par de zapatos.
Mientras camino vía al hospital me doy cuenta del miedo que tengo. Vagamente recuerdo la última vez que vi a Anderson, el intercambio de gritos y la sensación en la boca del estómago que me pedía escapar lo más rápido posible. Ahora parece que fuera directo a una trampa.
Me tardo mi tiempo llegando al hospital, aproximadamente una hora por que me paré en casa de Areida a chequear que estuviera bien. Apenas puedo creer que saliera de la arena con vida y ahora está técnicamente viviendo sola con solo 12 o 13 años. Mientras estoy en su pequeña casa el servicio de catering nos sirve galletas y chocolate, ella parece radiante pero me dice que extraña el distrito.-Puedes venir a vivir con Jeremy y conmigo cuando quieras.-Le propongo alegremente. Tal vez tener a una niña en casa haga la adaptación a la vida de padres más fácil.-Puedes acomodarte en la habitación de huéspedes o dormir en la de Jer mientras no está.-Pongo una mano sobre la suya y le regalo una sonrisa, pero dejo su casa y sigo mi camino al hospital.
La visita de Areida al final fue muy corta, no pensé que el tiempo volara y me trajera aquí tan rápido, sé que estoy evitando el momento con todo mi ser por que no sé qué decir y no sé si seré capaz de mentir.
-Anderson Looper.-Le digo a la recepcionista. Me indica el número de la habitación y voy lo más lento que puedo por los pasillos. Me quedo parada junto a al puerta abierta y miro de reojo a Jolene y Andy, esta vez no me alarmo, me he acostumbrado a creer en Jolene en los últimos meses y ahora la idea de que ella pueda tener algo con Andy me parece imposible. Imposible por que a ella le gusta mi primo y por que me gusta pensar que realmente somos amigas ahora. Aún así, creo ver un poco del brillo radiante en los ojos de Andy cuando la mira, como si todavía sintiera algo por ella, y eso es lo que me hace mantenerme callada.
Saco la bolsa de galletas de la cazadora y sonrío de lado.-La comida del hospital es terrible.-Supongo que si alguien sabe eso, somos nosotros tres. Camino hacia la cama opuesta a Jolene, mirándola a los ojos cuando quedamos frente a frente y suspiro. Me quedo callada y poso mis ojos en Andy, en lo que esconden las sábanas sobre su cuerpo, me pregunto si se habrá hecho daño y cuántas agujas tiene en el cuerpo, me pregunto qué estaba pensando cuando tuvo esta crisis y si vio en su mente a alguna de sus alucinaciones. Acabo llegando a sus ojos, en donde me instalo por unos segundos dándome cuenta por primera vez de que estoy frente al padre de mi hijo y no sé cómo actuar como si este no existiera, incluso más allá de eso, estoy frente a la persona que amo y no sé cómo actuar como si no me importara. De las dos cosas, la última es siempre la más difícil.
No es hasta que la enfermera toca la puerta de la casa que voy a la habitación de Jeremy y cojo una de sus cazadoras, que arropan mucho que mis suéteres, y ella me pide que vaya al hospital a ver a Anderson, quien ha tenido una crisis emocional en los últimos días y ha acabado en el hospital.
Una parte de mí quiere cerrarle la puerta en la cara a la enfermera y volver a hacerse bola en la cama para pasar el día llorando, la parte sensata asiente con la cabeza y va a buscar un par de zapatos.
Mientras camino vía al hospital me doy cuenta del miedo que tengo. Vagamente recuerdo la última vez que vi a Anderson, el intercambio de gritos y la sensación en la boca del estómago que me pedía escapar lo más rápido posible. Ahora parece que fuera directo a una trampa.
Me tardo mi tiempo llegando al hospital, aproximadamente una hora por que me paré en casa de Areida a chequear que estuviera bien. Apenas puedo creer que saliera de la arena con vida y ahora está técnicamente viviendo sola con solo 12 o 13 años. Mientras estoy en su pequeña casa el servicio de catering nos sirve galletas y chocolate, ella parece radiante pero me dice que extraña el distrito.-Puedes venir a vivir con Jeremy y conmigo cuando quieras.-Le propongo alegremente. Tal vez tener a una niña en casa haga la adaptación a la vida de padres más fácil.-Puedes acomodarte en la habitación de huéspedes o dormir en la de Jer mientras no está.-Pongo una mano sobre la suya y le regalo una sonrisa, pero dejo su casa y sigo mi camino al hospital.
La visita de Areida al final fue muy corta, no pensé que el tiempo volara y me trajera aquí tan rápido, sé que estoy evitando el momento con todo mi ser por que no sé qué decir y no sé si seré capaz de mentir.
-Anderson Looper.-Le digo a la recepcionista. Me indica el número de la habitación y voy lo más lento que puedo por los pasillos. Me quedo parada junto a al puerta abierta y miro de reojo a Jolene y Andy, esta vez no me alarmo, me he acostumbrado a creer en Jolene en los últimos meses y ahora la idea de que ella pueda tener algo con Andy me parece imposible. Imposible por que a ella le gusta mi primo y por que me gusta pensar que realmente somos amigas ahora. Aún así, creo ver un poco del brillo radiante en los ojos de Andy cuando la mira, como si todavía sintiera algo por ella, y eso es lo que me hace mantenerme callada.
Saco la bolsa de galletas de la cazadora y sonrío de lado.-La comida del hospital es terrible.-Supongo que si alguien sabe eso, somos nosotros tres. Camino hacia la cama opuesta a Jolene, mirándola a los ojos cuando quedamos frente a frente y suspiro. Me quedo callada y poso mis ojos en Andy, en lo que esconden las sábanas sobre su cuerpo, me pregunto si se habrá hecho daño y cuántas agujas tiene en el cuerpo, me pregunto qué estaba pensando cuando tuvo esta crisis y si vio en su mente a alguna de sus alucinaciones. Acabo llegando a sus ojos, en donde me instalo por unos segundos dándome cuenta por primera vez de que estoy frente al padre de mi hijo y no sé cómo actuar como si este no existiera, incluso más allá de eso, estoy frente a la persona que amo y no sé cómo actuar como si no me importara. De las dos cosas, la última es siempre la más difícil.
No estoy seguro de cuanto tiempo pasa pero tampoco me importa. Me mantengo quieto en mi rincón de la habitación y la médico en el centro también sentada en el suelo. De vez en cuando hace comentarios estúpidos para intentar que hable pero me limito a mirarla, cosas como que tiene hambre, que hace frío, o que es un día muy bonito y puede que mañana nieve. Es consciente a la perfección de que la estoy escuchando, pero también de que no pretendo en absoluto seguir la conversación, de todas maneras no se va. Me gustaría poder decir que si le siguiera el juego se iría pero en realidad lo único que conseguiré siguiéndole el juego es acabar en éste hospital el triple de lo que en principio tiene planteado hacerme quedar. Ya me ha pasado más veces de las que puedo recordar, así que siempre que me hacen preguntas tras una crisis evito abrir la boca hasta que al final la psicóloga se harta de intentarlo y se va.
En algún punto alguien trae un vaso de zumo con una pajita y gelatina, lejos de querer beber algo me pongo a jugar a absorber líquido por ésta de la forma más escandalosa posible. No es hasta que alguien se ríe que alzo mi vista de los hielos medio derretidos del vaso. - ¿Que haces? Pareces tonto - Alzo mi vista hacia la persona que me habla y la reconozco como la chica que hace mucho tiempo que ronda por mi vida. Ni siquiera sé por qué, juraría que no la he visto jamás, pero desde la última visita al distrito seis donde descubrí que tiene los mismos gustos de Alex algo me dice que es una especie de reemplazo a medias. Hago una mueca y vuelvo a la bebida. Hay otra cosa que nunca se debe hacer en el hospital si quieres evitar quedarte ahí el resto de tu vida: contestar a las alucinaciones. - ¿Te has enfadado? No lo decía en serio - Vuelvo a juguetear con la pajita y la bebida negando del modo más sutil que me puedo permitir. - ¿No quieres hablar conmigo? - Vuelvo a negar. La oigo suspirar y sé que le encantaría acribillarme a preguntas pero me limito a levantar la mirada hacia la cámara disfrazada de sensor de movimiento que hay en la esquina superior. Una exclamación de entendimiento sale de sus labios.
Ya no dice nada más a pesar de que no se va.
Jugar con el agua resulta entretenido al principio pero después se torna un coñazo. Acabo por tirar el vaso al suelo que se rompe en mil pedazos a causa del impacto y desparrama el zumo y los hielos por todas partes. Me entretengo ahora viendo a la enfermera limpiar sin decir ni una palabra ni tampoco mirarme demasiado mientras mi vista está clavada sobre su nuca lo cual la pone nerviosa, aunque intenta que no se le note. La sigo con la mirada mientras sale sin percatarme de Jolene y su llegada hasta que no la veo parada cerca de la puerta. Mi primera idea es que no está en realidad porque yo no la he visto entrar, que me aburro suficiente como para hacerla aparecer así que por defecto bajo la vista a la cama para ignorarla hasta que adopte la misma postura de Kendra, en un rincón de la cama solo existiendo, sin dirigirme la palabra. Pero no lo hace.
Cuando es Kendra la que contesta por mi y Jolene no parece escucharla vuelvo a alzar la vista para mirarle al principio de un modo receloso. El problema de lo que me pasa es que yo no soy capaz de distinguir lo real de lo que no lo es sin la intervención de una tercera persona. Puede que una alucinación no cuente como persona pero cuando no se escuchan entre dos... una suele ser real. Extiendo mi mano hacia ella con tal lentitud que muchas veces parece que estoy a punto de regresarme y no tocarla en absoluto, pero en cuanto mi pulgar toca su mejilla, mi piel como un témpano de hielo y la suya cálida es cuando me doy cuenta de que de verdad ha venido a pesar de estar enfadada y de todas las cosas horribles que me dijo la última vez. Siento ganas de echarme a llorar como un niñito pero no lo hago. Vuelvo a bajar la cabeza a la cama y enrollando las manos entre las sábanas.
Katie es la siguiente en entrar y no me es en absoluto difícil comprender que ella SI es real. Lleva una prenda que le he viso a Jeremy varias veces y que si hubiese sido una alucinación mi cabeza no llevaría puesta ni en broma. Suelto un suspiro que en principio iba a ser una risa de incredulidad pero no me sale y repentinamente me pregunto por qué todas están aquí. Ambas me odian, supongo que en uno de los casos es un malentendido pero en el otro me lo he ganado a pulso. Acabo echándome hacia atrás del todo hasta que mi espalda queda totalmente recta contra el cabecero de la cama solo separado por la almohada. - Es comida. Hago cualquier cosa por comida - Me siento incapaz de reírme de mi intento de broma pero mi alucinación se descojona viva de un modo tan obvio y escandaloso que no puedo evitar llevar mi vista hacia ese espacio vacío de la habitación donde está y sonreír de medio lado mientras sacudo la cabeza recodándome a mi mismo que no es muy inteligente hacer algo así en el hospital porque eso solo aumentará el tiempo que piensan retenerme. Decido ocultar aquel lapsus y evitar la pregunta al mismo tiempo mientras busco cómo cambiar de tema. Acabo preguntando por el rubio que falta en la ecuación y del que la última vez que supe estaba al borde de una muerte segura. - ¿Y Jeremy? - Alzo mi vista hacia Katie la primera que además vive con él y luego hacia Jolene esperando una respuesta. - ¿Está... ? - La palabra "bien" no me sale. La palabra "muerto" mucho menos. Me limito a encogerme de hombros esperando que no haga falta acabar la frase para obtener una respuesta.
En algún punto alguien trae un vaso de zumo con una pajita y gelatina, lejos de querer beber algo me pongo a jugar a absorber líquido por ésta de la forma más escandalosa posible. No es hasta que alguien se ríe que alzo mi vista de los hielos medio derretidos del vaso. - ¿Que haces? Pareces tonto - Alzo mi vista hacia la persona que me habla y la reconozco como la chica que hace mucho tiempo que ronda por mi vida. Ni siquiera sé por qué, juraría que no la he visto jamás, pero desde la última visita al distrito seis donde descubrí que tiene los mismos gustos de Alex algo me dice que es una especie de reemplazo a medias. Hago una mueca y vuelvo a la bebida. Hay otra cosa que nunca se debe hacer en el hospital si quieres evitar quedarte ahí el resto de tu vida: contestar a las alucinaciones. - ¿Te has enfadado? No lo decía en serio - Vuelvo a juguetear con la pajita y la bebida negando del modo más sutil que me puedo permitir. - ¿No quieres hablar conmigo? - Vuelvo a negar. La oigo suspirar y sé que le encantaría acribillarme a preguntas pero me limito a levantar la mirada hacia la cámara disfrazada de sensor de movimiento que hay en la esquina superior. Una exclamación de entendimiento sale de sus labios.
Ya no dice nada más a pesar de que no se va.
Jugar con el agua resulta entretenido al principio pero después se torna un coñazo. Acabo por tirar el vaso al suelo que se rompe en mil pedazos a causa del impacto y desparrama el zumo y los hielos por todas partes. Me entretengo ahora viendo a la enfermera limpiar sin decir ni una palabra ni tampoco mirarme demasiado mientras mi vista está clavada sobre su nuca lo cual la pone nerviosa, aunque intenta que no se le note. La sigo con la mirada mientras sale sin percatarme de Jolene y su llegada hasta que no la veo parada cerca de la puerta. Mi primera idea es que no está en realidad porque yo no la he visto entrar, que me aburro suficiente como para hacerla aparecer así que por defecto bajo la vista a la cama para ignorarla hasta que adopte la misma postura de Kendra, en un rincón de la cama solo existiendo, sin dirigirme la palabra. Pero no lo hace.
Cuando es Kendra la que contesta por mi y Jolene no parece escucharla vuelvo a alzar la vista para mirarle al principio de un modo receloso. El problema de lo que me pasa es que yo no soy capaz de distinguir lo real de lo que no lo es sin la intervención de una tercera persona. Puede que una alucinación no cuente como persona pero cuando no se escuchan entre dos... una suele ser real. Extiendo mi mano hacia ella con tal lentitud que muchas veces parece que estoy a punto de regresarme y no tocarla en absoluto, pero en cuanto mi pulgar toca su mejilla, mi piel como un témpano de hielo y la suya cálida es cuando me doy cuenta de que de verdad ha venido a pesar de estar enfadada y de todas las cosas horribles que me dijo la última vez. Siento ganas de echarme a llorar como un niñito pero no lo hago. Vuelvo a bajar la cabeza a la cama y enrollando las manos entre las sábanas.
Katie es la siguiente en entrar y no me es en absoluto difícil comprender que ella SI es real. Lleva una prenda que le he viso a Jeremy varias veces y que si hubiese sido una alucinación mi cabeza no llevaría puesta ni en broma. Suelto un suspiro que en principio iba a ser una risa de incredulidad pero no me sale y repentinamente me pregunto por qué todas están aquí. Ambas me odian, supongo que en uno de los casos es un malentendido pero en el otro me lo he ganado a pulso. Acabo echándome hacia atrás del todo hasta que mi espalda queda totalmente recta contra el cabecero de la cama solo separado por la almohada. - Es comida. Hago cualquier cosa por comida - Me siento incapaz de reírme de mi intento de broma pero mi alucinación se descojona viva de un modo tan obvio y escandaloso que no puedo evitar llevar mi vista hacia ese espacio vacío de la habitación donde está y sonreír de medio lado mientras sacudo la cabeza recodándome a mi mismo que no es muy inteligente hacer algo así en el hospital porque eso solo aumentará el tiempo que piensan retenerme. Decido ocultar aquel lapsus y evitar la pregunta al mismo tiempo mientras busco cómo cambiar de tema. Acabo preguntando por el rubio que falta en la ecuación y del que la última vez que supe estaba al borde de una muerte segura. - ¿Y Jeremy? - Alzo mi vista hacia Katie la primera que además vive con él y luego hacia Jolene esperando una respuesta. - ¿Está... ? - La palabra "bien" no me sale. La palabra "muerto" mucho menos. Me limito a encogerme de hombros esperando que no haga falta acabar la frase para obtener una respuesta.
Me toma menos de un minuto observar la habitación, chequeando los detalles y recordándome por que odio el hospital. Todos esos aparatos, las pocas ventanas, el color blanco por doquier de tal modo que te hace doler la cabeza, las agujas. No comprendo como alguien puede tomar una profesión que te mantenga todo el día encerrado entre estas paredes; es desesperante de solo pensarlo. Me acomodo en el borde de la cama hasta que volteo para ver a Andy estirando la mano hacia mí con cierta duda tanto en sus acciones como en sus ojos. Por un momento no sé exactamente qué hacer y el impulso de echarme hacia atrás es bastante intenso, pero acabo por inclinarme hacia delante sin salirme de mi lugar y de ese modo permito que sus dedos acaricien mi mejilla, algo en lo que había confiado que nunca más pasaría. Reprimo algunos de esos comentarios tranquilizadores y tontos que suelen decirle a las personas que se encuentran en el hospital y que siempre me cayeron mal, pero los reemplazo con una sonrisa pequeña que se borra en cuanto su mano vuelve a enroscarse en la sábana.
La voz de Katie, a quien no escuché llegar, me echa hacia atrás de inmediato y me acomodo el cabello con tal de hacer algo, reparando en las galletas que acaba de sacar. En cuanto los ojos de Katie se topan con los míos, me siento una pequeña intrusa y sospecho que sobro en la habitación, pero como no se me antoja dejar a mi amigo solo ni tampoco mirarlos, me recuesto en la cama completamente armada y con olor a hospital, estirándome a mis anchas y sin preocuparme por poner los pies calzados sobre las mantas; el próximo ocupante de este lecho tendrá que perdonarme si le dejo algo de tierra. Coloco mis manos sobre mi pecho casi como si estuviese muerta y hago una mueca que oculta mi ligera sorpresa de escucharlos seguir mi broma aunque no sea el momento para estas cosas. Esto no es como en un principio, cuando podíamos reunirnos todos en una misma habitación sin preocuparnos; ahora siento que todas las palabras son cuidadas y que cada movimiento parece estar listo para activar una bomba.
Cuando el nombre de Jeremy cruza el aire lo primero que hago es mirar a Katie, porque estoy segura de que fue ella la que lo dijo, pero entonces reparo en que fue la voz de Andy y no puedo evitar alzar las cejas. Abro la boca para responder, pero como no sé nada del estado de Jeremy después de los juegos, no quiero decir ninguna mentira - Salió de los juegos. Lo sacaron - informo, dándole a Katie una mirada significativa de que debe cerrar la boca. Ya Andy me reprochó una vez que fui tras Jeremy a salvarle el culo y sin él, no quiero pensar lo que diría si se entera que lo he vuelto a hacer y encima también con su adorada ex novia - Pero no lo hemos visto desde entonces, aunque sé que está bien - porque de haber muerto, lo hubiesen anunciado por todas partes, aunque su ausencia es inquietante y a veces me pregunto si están haciendo algo peor que matarlo.
Me muerdo el labio inferior y me levanto de la cama con tal de hacer algo, dando un potente envión que me tambalea, me estiro sobre la cama de Andy y le quito las galletas a Katie, volviendo a sentarme en donde estaba y me entretengo abriendo la bolsa. Me llevo una galleta a la boca y lanzo la bolsita sobre la cama de Andy con cuidado, donde cae de modo pesado. Paso la mirada de uno a otro el tiempo en el cual me toma masticar y tragar, hasta que mi propio silencio me molesta y señalo la puerta , carraspeando para aclarar mi garganta repleta de los rastros de la galleta - ¿Quieren que me vaya? - ofrezco, haciendo gala de una amabilidad que no reconozco, aunque creo que se debe más a que no sé exactamente qué hacer aquí salvo soportar una tensión que vuela sobre nosotros y amenaza con aplastarnos.
La voz de Katie, a quien no escuché llegar, me echa hacia atrás de inmediato y me acomodo el cabello con tal de hacer algo, reparando en las galletas que acaba de sacar. En cuanto los ojos de Katie se topan con los míos, me siento una pequeña intrusa y sospecho que sobro en la habitación, pero como no se me antoja dejar a mi amigo solo ni tampoco mirarlos, me recuesto en la cama completamente armada y con olor a hospital, estirándome a mis anchas y sin preocuparme por poner los pies calzados sobre las mantas; el próximo ocupante de este lecho tendrá que perdonarme si le dejo algo de tierra. Coloco mis manos sobre mi pecho casi como si estuviese muerta y hago una mueca que oculta mi ligera sorpresa de escucharlos seguir mi broma aunque no sea el momento para estas cosas. Esto no es como en un principio, cuando podíamos reunirnos todos en una misma habitación sin preocuparnos; ahora siento que todas las palabras son cuidadas y que cada movimiento parece estar listo para activar una bomba.
Cuando el nombre de Jeremy cruza el aire lo primero que hago es mirar a Katie, porque estoy segura de que fue ella la que lo dijo, pero entonces reparo en que fue la voz de Andy y no puedo evitar alzar las cejas. Abro la boca para responder, pero como no sé nada del estado de Jeremy después de los juegos, no quiero decir ninguna mentira - Salió de los juegos. Lo sacaron - informo, dándole a Katie una mirada significativa de que debe cerrar la boca. Ya Andy me reprochó una vez que fui tras Jeremy a salvarle el culo y sin él, no quiero pensar lo que diría si se entera que lo he vuelto a hacer y encima también con su adorada ex novia - Pero no lo hemos visto desde entonces, aunque sé que está bien - porque de haber muerto, lo hubiesen anunciado por todas partes, aunque su ausencia es inquietante y a veces me pregunto si están haciendo algo peor que matarlo.
Me muerdo el labio inferior y me levanto de la cama con tal de hacer algo, dando un potente envión que me tambalea, me estiro sobre la cama de Andy y le quito las galletas a Katie, volviendo a sentarme en donde estaba y me entretengo abriendo la bolsa. Me llevo una galleta a la boca y lanzo la bolsita sobre la cama de Andy con cuidado, donde cae de modo pesado. Paso la mirada de uno a otro el tiempo en el cual me toma masticar y tragar, hasta que mi propio silencio me molesta y señalo la puerta , carraspeando para aclarar mi garganta repleta de los rastros de la galleta - ¿Quieren que me vaya? - ofrezco, haciendo gala de una amabilidad que no reconozco, aunque creo que se debe más a que no sé exactamente qué hacer aquí salvo soportar una tensión que vuela sobre nosotros y amenaza con aplastarnos.
Dicen que pronto volverá a casa.-Menciono siguiéndole el juego a Jolene. Si Anderson no estuviera aquí probablemente largaría un largo y profundo suspiro de resignación.
No hablamos de los códigos, de los disparos ni el peligro. Es mejor dejarlo en nuestros recuerdos y no preocupar a Anderson con ello después de que ha tenido una crisis. Noto que su ánimo está por los suelos, de hecho no creo que ninguno de nosotros se siente del todo bien y tenemos derecho a no estarlo, hemos pasado por bastante en las últimas semanas.
No-Respondo directamente a la pregunta de Jolene. Me levanto de y camino hacia el espacio entre la camilla de Anderson y la de la rubia para tener total vista de ellos.-Todavía podemos comportarnos como personas civilizadas. Además, estamos aquí por Andy, no por nada más. Si ese fuera el caso, la primera en irse sería yo.-Escondo mi rostro tras una capa de cabello y miro hacia cualquier otra dirección que no sea el rostro de Andy. Un florero, aquello me sirve bastante bien, luego a Jolene de reojo. No sé si lo que acaba de decir es el resultado de la incomodidad del momento o el hecho de que no soportar que me encuentre en la misma habitación que Anderson por que todavía siente que le estoy quitando a su mejor amigo. Entiendo muy poco en estos días, tampoco puedo ver muy bien detrás de la cortina de hormonas que llevo encima todo el tiempo.
Después de decir eso, no sé qué más decir, así que me siento en el espacio de la cama que Jolene no llega a ocupar con los pies colgando y meciéndose entre ellos.-¿Qué fue lo que pasó?-Pregunto al aire ocultando toda la preocupación que en realidad me guardo y realzado el interés curioso en cada una de mis palabras.-¿Por qué nos llamaron tan temprano?
No hablamos de los códigos, de los disparos ni el peligro. Es mejor dejarlo en nuestros recuerdos y no preocupar a Anderson con ello después de que ha tenido una crisis. Noto que su ánimo está por los suelos, de hecho no creo que ninguno de nosotros se siente del todo bien y tenemos derecho a no estarlo, hemos pasado por bastante en las últimas semanas.
No-Respondo directamente a la pregunta de Jolene. Me levanto de y camino hacia el espacio entre la camilla de Anderson y la de la rubia para tener total vista de ellos.-Todavía podemos comportarnos como personas civilizadas. Además, estamos aquí por Andy, no por nada más. Si ese fuera el caso, la primera en irse sería yo.-Escondo mi rostro tras una capa de cabello y miro hacia cualquier otra dirección que no sea el rostro de Andy. Un florero, aquello me sirve bastante bien, luego a Jolene de reojo. No sé si lo que acaba de decir es el resultado de la incomodidad del momento o el hecho de que no soportar que me encuentre en la misma habitación que Anderson por que todavía siente que le estoy quitando a su mejor amigo. Entiendo muy poco en estos días, tampoco puedo ver muy bien detrás de la cortina de hormonas que llevo encima todo el tiempo.
Después de decir eso, no sé qué más decir, así que me siento en el espacio de la cama que Jolene no llega a ocupar con los pies colgando y meciéndose entre ellos.-¿Qué fue lo que pasó?-Pregunto al aire ocultando toda la preocupación que en realidad me guardo y realzado el interés curioso en cada una de mis palabras.-¿Por qué nos llamaron tan temprano?
Las miro alternativamente mientras me explican lo que han hecho con Jeremy y me quedo realmente confuso. No tengo ni la menor idea de qué es lo que están intentando decirme con lo sacaron de la arena. - ¿Han acabado los juegos? ¿Ha ganado? ¿Cómo? ¿Cuándo? - Repentinamente estoy tan inquieto que me es imposible quedarme sentado. Siento el impulso de pararme incluso sobre la cama a pegar saltos pero cuando la sola idea de que alguien acabe entrando para dejarme fuera de juego otra vez solo porque estoy algo alterado se me cruza por la cabeza, aprieto mis manos contra cada lado de mi cuerpo sobre las sábanas y las apretujo entre los dedos con fuerza. Respiro pesadamente varias veces. Por un momento parece que estoy intentando soportar un terrible dolor en alguna parte de mi cuerpo, algo parecido a lo que me causa el desconcierto. En cuanto consigo recuperar lo que yo considero un ritmo cardíaco normal, donde mi corazón no me acribilla a golpes el pecho abro los ojos. - ¿Quien ha ganado? - Tan pronto como la pregunta sale de mi boca me parece obvia la respuesta.
Jeremy ha ganado, los humanos... eso quiere decir que Kalek y el chico Morrison del 8 son los vencedores. Hasta donde yo recuerdo eran los únicos humanos que quedaban vivos.
Bajo la vista hacia la cama y solo la desvío de ella cuando las galletas caen a mis pies. Tengo hambre, pero está claro que esas galletas ni siquiera las ha traído para mi o las habrá envenenado con la esperanza de matarme. Me río de lo absurdo que suena viniendo de Katie y llevo hacia ella mi mirada sin levantar la cabeza, medio espiándola medio mirándola en serio y en cuanto intenta mirarme devuelta desvío la vista hacia otra parte. - ¿A donde? - Tardo en comprender que lo que está sugiriendo Jolene es marcharse y dejarnos a solas a Katie y a mi y niego sin contestar, porque de todas formas ya lo hacen en mi lugar.
En cuanto escucho la pregunta sobre lo que ha pasado los cables de mi cabeza se cruzan por completo. Todavía estoy dolido por el poco ánimo que tiene de estar aquí conmigo cuando era capaz incluso de faltar a sus terapias para quedarse mirando cómo hacía tonterías con el ordenador. Supongo que eso significa que la he cagado. Y bastante. - NADA! - Espeto en voz demasiado alta, aunque no llega a ser un grito y refiriéndome a algo que no tiene que ver en sí con la pregunta que ha hecho. Ella pregunta por mi, por lo que me ha hecho acabar aquí, yo me refiero a esa tarde en la habitación de Jolene donde todo se fue a la mierda. - Eso es lo que llevo intentando decirte semanas - Acabo por soltar un gemido frustrado, doblo las piernas hasta que las rodillas me tocan el pecho, pongo los codos sobre ellas y escondo la cara en mis manos.
Escucho la voz de Kendra diciéndome que me calme y la verdad es que eso solo sirve para que quiera ponerme a romper cosas, lo cual no mejorará la situación en la que ya estoy metido. - Esto es... es solo una.... un error... un malentendido - Tenía en mente un montón de formas de disculparme, de que se notara que realmente está siendo absurda sin motivo pero se me han olvidado todas de golpe. - Iros - Acabo por decir escurriéndome en la cama hasta que quedo recostado de nuevo y puedo darme el lujo de cubrirme con la manta de los pies a la cabeza cómo cuando eres pequeño y huyes de un fantasma. Lamentablemente no me sirve para ahogarme con ella, que es lo que quiero hacer en ese momento. - Si de todas maneras no queréis estar aquí - La frustración que siento es demasiada y acabo por ponerme en pie con todo y manta encima andando realmente nervioso para todas partes. - ES QUE NI SIQUIERA YO QUIERO ESTAR AQUÍ - Acabo gritando y ya estoy otra vez sumido en esa histeria que me carcome a veces. Escucho los intentos de Kendra por que me calme y llega un momento en el que suelto un grito lanzando la almohada contra ese espacio vacío de la habitación que ella ocupa perdiendo el control por completo, que acaba golpeando contra uno de los ordenadores lanzándolo al suelo. - ¡DEJA DE DECIRME QUE ME CALME! ¡Maldita sea! - Maldigo más de una vez, cómo si repentinamente me hubiera quedado bloqueado en la misma palabra pegando mi espalda a la pared, las manos a los oídos y dejándome caer poco a poco repitiendo lo mismo una y otra vez.
Las enfermeras casi entran en tropel por la puerta pero en cuanto me ven hecho un ovillo en un rincón se frenan. Se supone que soy yo quien debe calmarse, y saben que lo intento con todas mis ganas cada vez que adopto esa postura, aunque me bloquee maldiciendo una y otra vez.
Jeremy ha ganado, los humanos... eso quiere decir que Kalek y el chico Morrison del 8 son los vencedores. Hasta donde yo recuerdo eran los únicos humanos que quedaban vivos.
Bajo la vista hacia la cama y solo la desvío de ella cuando las galletas caen a mis pies. Tengo hambre, pero está claro que esas galletas ni siquiera las ha traído para mi o las habrá envenenado con la esperanza de matarme. Me río de lo absurdo que suena viniendo de Katie y llevo hacia ella mi mirada sin levantar la cabeza, medio espiándola medio mirándola en serio y en cuanto intenta mirarme devuelta desvío la vista hacia otra parte. - ¿A donde? - Tardo en comprender que lo que está sugiriendo Jolene es marcharse y dejarnos a solas a Katie y a mi y niego sin contestar, porque de todas formas ya lo hacen en mi lugar.
En cuanto escucho la pregunta sobre lo que ha pasado los cables de mi cabeza se cruzan por completo. Todavía estoy dolido por el poco ánimo que tiene de estar aquí conmigo cuando era capaz incluso de faltar a sus terapias para quedarse mirando cómo hacía tonterías con el ordenador. Supongo que eso significa que la he cagado. Y bastante. - NADA! - Espeto en voz demasiado alta, aunque no llega a ser un grito y refiriéndome a algo que no tiene que ver en sí con la pregunta que ha hecho. Ella pregunta por mi, por lo que me ha hecho acabar aquí, yo me refiero a esa tarde en la habitación de Jolene donde todo se fue a la mierda. - Eso es lo que llevo intentando decirte semanas - Acabo por soltar un gemido frustrado, doblo las piernas hasta que las rodillas me tocan el pecho, pongo los codos sobre ellas y escondo la cara en mis manos.
Escucho la voz de Kendra diciéndome que me calme y la verdad es que eso solo sirve para que quiera ponerme a romper cosas, lo cual no mejorará la situación en la que ya estoy metido. - Esto es... es solo una.... un error... un malentendido - Tenía en mente un montón de formas de disculparme, de que se notara que realmente está siendo absurda sin motivo pero se me han olvidado todas de golpe. - Iros - Acabo por decir escurriéndome en la cama hasta que quedo recostado de nuevo y puedo darme el lujo de cubrirme con la manta de los pies a la cabeza cómo cuando eres pequeño y huyes de un fantasma. Lamentablemente no me sirve para ahogarme con ella, que es lo que quiero hacer en ese momento. - Si de todas maneras no queréis estar aquí - La frustración que siento es demasiada y acabo por ponerme en pie con todo y manta encima andando realmente nervioso para todas partes. - ES QUE NI SIQUIERA YO QUIERO ESTAR AQUÍ - Acabo gritando y ya estoy otra vez sumido en esa histeria que me carcome a veces. Escucho los intentos de Kendra por que me calme y llega un momento en el que suelto un grito lanzando la almohada contra ese espacio vacío de la habitación que ella ocupa perdiendo el control por completo, que acaba golpeando contra uno de los ordenadores lanzándolo al suelo. - ¡DEJA DE DECIRME QUE ME CALME! ¡Maldita sea! - Maldigo más de una vez, cómo si repentinamente me hubiera quedado bloqueado en la misma palabra pegando mi espalda a la pared, las manos a los oídos y dejándome caer poco a poco repitiendo lo mismo una y otra vez.
Las enfermeras casi entran en tropel por la puerta pero en cuanto me ven hecho un ovillo en un rincón se frenan. Se supone que soy yo quien debe calmarse, y saben que lo intento con todas mis ganas cada vez que adopto esa postura, aunque me bloquee maldiciendo una y otra vez.
Una mirada basta para agradecerle a Katie por seguirme el juego, aunque las preguntas de Andy caen como bombas y yo no sé exactamente qué responder. Me revuelvo incómoda en mi lugar, mirando nerviosamente a Kathleen y luego a la pared, como si ésta tuviese la respuesta - Dalerick...- me muerdo el labio inferior, porque entre lo antinatural que me resulta admitir que un tributo mío ha ganado y que no quiero añadir el asunto de los magos, no tengo nada más que decir.
Estoy por ponerme de pie, pero Katie me interrumpe y tanto ella como Andy (aunque éste, sin palabras), me piden que me quede, así que vuelvo a acomodarme sobre mi pequeño rincón en la cama. ¿Qué ella debería ser la que se tiene que ir? El recuerdo del motivo por el cual ellos dos han terminado me golpea y noto como el color sube por mis mejillas, porque en todos estos días donde Katie ha sido mi única compañía, nunca me tomé la molestia de explicarle que lo que creyó ver en realidad nunca ocurrió. Tal vez, porque pasaron tantas cosas que aquel momento se volvió algo sin importancia, o tal vez, porque de alguna forma muy egoísta, prefiero que no estén juntos. La parte de mí que tiene cierto cargo de conciencia abre la boca para decir algo, cualquier cosa que le informe que se encuentra equivocada, pero entonces Katie toma asiento a mí lado y formula una pregunta que me deja callada, porque la respuesta me importa más que arreglar ese pequeño malentendido.
La respuesta subida de tono de Andy logra que de un pequeño salto en mi lugar y mis manos se aferren a mi bufanda como si de aquel modo se calmara el repentino susto. No sé si mi amigo, o lo que sea que sea ahora, está hablando de lo ocurrido en mi cuarto o sobre algo que no logro entender, así que en cuanto cubre su rostro, yo miro a Katie con la confusión pintada en mi expresión, alzando las cejas e intentando que alguien me explique qué diablos está pasando. Andy pide que nos vayamos y se cubre con la sábana como si tuviese cinco años, por lo que pongo mis ojos en blanco y no puedo reprimir un bufido. - Andy, no seas... - ¿Infantil? ¿Dramático? ¿Quejoso? No encuentro la definición adecuada, pero no tiene importancia porque él se pone de pie con sábana y todo antes de que yo pueda decidirme por lo que quiero decir, y me echo hacia atrás porque simplemente me tomó por sorpresa.
Mis ojos lo siguen mientras camina por la habitación con la misma alerta que utiliza mi gata para vigilar a las moscas que intenta atrapar. Los gritos no tardan en llegar y en cuanto la computadora cae al suelo, me cubro las orejas con las manos. No sé a quien le grita y no sé si quiero saberlo. Hay algo que se me escapa, que hace que los nervios me piquen la nuca y otra vez siento esa angustia que me aplasta el pecho. Noto como las enfermeras entran en tropel y se detienen al ver a Anderson en un rincón, y yo me doy cuenta que en algún momento me hice un ovillo contra Katie, como si de ese modo el extraño brote en él no pudiese llegarme. Por un instante tengo el impulso de salir corriendo, de alejarme de todo esto y evitarme un mal rato que me dará vueltas en la cabeza vaya a saber por cuanto tiempo. Estoy a punto de hacerlo, pero lo que me mantiene en la sala es que, cuando aparto una de mis manos de mi oreja, se me engancha en la bufanda y tiro de ella, hasta notar que ha sido la pulsera que Andy tuvo en su poder dos veces y ambas me las ha devuelto por diferentes motivos. Yo le dije que no debía regresar. ¿Y qué si esta vez soy yo la que vuelve? Después de todo, él siempre estuvo ahí para mí; tal vez es hora de que yo haga lo mismo.
Ignoro las maldiciones de Andy y me pongo de pie con la misma lentitud que utilizaría alguien que no quiere despertar a un bebé. Bordeo la cama hasta llegar al rincón donde Andy se ha acurrucado, y me inclino hasta quedar agachada a su altura. Mis manos se apoyan en sus rodillas en un gesto que creo que es tranquilizador, echándole una ojeada a Katie en busca de ayuda, para luego posarla en mis dedos, que golpetean suavemente sobre la tela en una especie de consuelo - Nadie nos obligó a venir. De no querer hacerlo, estaríamos en nuestra casa. Creéme que tenía muchas cosas para hacer - sé que eso es una tremenda mentira porque, prácticamente, estoy de vacaciones, pero siempre tomé que el hecho de dejar de hacer cosas importantes por alguien es un gesto de cariño o algo así - Y no quiero volver a escucharte decir que no quieres estar aquí. No seas idiota - se me escapa una risa forzada que quiebra aquella última palabra. No me atrevo a abrazarlo, así que mis manos se apartan y se enroscan en mis propias rodillas. Una vez mis ojos van hacia Katie de soslayo, aunque me las arreglo para que el cabello me cubra el rostro y no me delate - Te necesitamos - más bien, yo lo necesito, pero ya fui muy egoísta el día de hoy. Y, además, esa es otra de las cosas que la mentora del cinco y yo tenemos en común.
Estoy por ponerme de pie, pero Katie me interrumpe y tanto ella como Andy (aunque éste, sin palabras), me piden que me quede, así que vuelvo a acomodarme sobre mi pequeño rincón en la cama. ¿Qué ella debería ser la que se tiene que ir? El recuerdo del motivo por el cual ellos dos han terminado me golpea y noto como el color sube por mis mejillas, porque en todos estos días donde Katie ha sido mi única compañía, nunca me tomé la molestia de explicarle que lo que creyó ver en realidad nunca ocurrió. Tal vez, porque pasaron tantas cosas que aquel momento se volvió algo sin importancia, o tal vez, porque de alguna forma muy egoísta, prefiero que no estén juntos. La parte de mí que tiene cierto cargo de conciencia abre la boca para decir algo, cualquier cosa que le informe que se encuentra equivocada, pero entonces Katie toma asiento a mí lado y formula una pregunta que me deja callada, porque la respuesta me importa más que arreglar ese pequeño malentendido.
La respuesta subida de tono de Andy logra que de un pequeño salto en mi lugar y mis manos se aferren a mi bufanda como si de aquel modo se calmara el repentino susto. No sé si mi amigo, o lo que sea que sea ahora, está hablando de lo ocurrido en mi cuarto o sobre algo que no logro entender, así que en cuanto cubre su rostro, yo miro a Katie con la confusión pintada en mi expresión, alzando las cejas e intentando que alguien me explique qué diablos está pasando. Andy pide que nos vayamos y se cubre con la sábana como si tuviese cinco años, por lo que pongo mis ojos en blanco y no puedo reprimir un bufido. - Andy, no seas... - ¿Infantil? ¿Dramático? ¿Quejoso? No encuentro la definición adecuada, pero no tiene importancia porque él se pone de pie con sábana y todo antes de que yo pueda decidirme por lo que quiero decir, y me echo hacia atrás porque simplemente me tomó por sorpresa.
Mis ojos lo siguen mientras camina por la habitación con la misma alerta que utiliza mi gata para vigilar a las moscas que intenta atrapar. Los gritos no tardan en llegar y en cuanto la computadora cae al suelo, me cubro las orejas con las manos. No sé a quien le grita y no sé si quiero saberlo. Hay algo que se me escapa, que hace que los nervios me piquen la nuca y otra vez siento esa angustia que me aplasta el pecho. Noto como las enfermeras entran en tropel y se detienen al ver a Anderson en un rincón, y yo me doy cuenta que en algún momento me hice un ovillo contra Katie, como si de ese modo el extraño brote en él no pudiese llegarme. Por un instante tengo el impulso de salir corriendo, de alejarme de todo esto y evitarme un mal rato que me dará vueltas en la cabeza vaya a saber por cuanto tiempo. Estoy a punto de hacerlo, pero lo que me mantiene en la sala es que, cuando aparto una de mis manos de mi oreja, se me engancha en la bufanda y tiro de ella, hasta notar que ha sido la pulsera que Andy tuvo en su poder dos veces y ambas me las ha devuelto por diferentes motivos. Yo le dije que no debía regresar. ¿Y qué si esta vez soy yo la que vuelve? Después de todo, él siempre estuvo ahí para mí; tal vez es hora de que yo haga lo mismo.
Ignoro las maldiciones de Andy y me pongo de pie con la misma lentitud que utilizaría alguien que no quiere despertar a un bebé. Bordeo la cama hasta llegar al rincón donde Andy se ha acurrucado, y me inclino hasta quedar agachada a su altura. Mis manos se apoyan en sus rodillas en un gesto que creo que es tranquilizador, echándole una ojeada a Katie en busca de ayuda, para luego posarla en mis dedos, que golpetean suavemente sobre la tela en una especie de consuelo - Nadie nos obligó a venir. De no querer hacerlo, estaríamos en nuestra casa. Creéme que tenía muchas cosas para hacer - sé que eso es una tremenda mentira porque, prácticamente, estoy de vacaciones, pero siempre tomé que el hecho de dejar de hacer cosas importantes por alguien es un gesto de cariño o algo así - Y no quiero volver a escucharte decir que no quieres estar aquí. No seas idiota - se me escapa una risa forzada que quiebra aquella última palabra. No me atrevo a abrazarlo, así que mis manos se apartan y se enroscan en mis propias rodillas. Una vez mis ojos van hacia Katie de soslayo, aunque me las arreglo para que el cabello me cubra el rostro y no me delate - Te necesitamos - más bien, yo lo necesito, pero ya fui muy egoísta el día de hoy. Y, además, esa es otra de las cosas que la mentora del cinco y yo tenemos en común.
Siento que puedo escuchar los latidos de mi propio corazón en mis oídos de lo muy rápido y galopados que van. No soy una muy buena mentirosa después de todo y Jolene parece actuar tranquila al respecto, como si lo hubiera hecho un millón de veces lo que probablemente sea un hecho y no una cavilación, pero Andy tiene muchas preguntas que yo no sabría como responder.
Su grito hace que me olvide de Jeremy o de los juegos y los ganadores, del chiste malo que le iba a hacer por que Areida ganó los juegos y teníamos una apuesta en píe, "Ahora tendrás que hacerme la colada por dos semanas", hace que mi mente se quede en blanco y mis ojos se muevan hacia los suyos subitamente en donde se llenan de las lágrimas que no quieren salir. Ojalá pudiera creerle pero no puedo decir que lo hago y sinceramente no quiero que hablemos de ello aquí junto a Jolene. Cada vez que lo hablamos, cosas malas suceden. Pero no puedo decirle eso ¿No? No puedo decirle que no tenemos reparo por que entonces lo destrozaría.
Nada mejora, Anderson le grita a un computador, lo que supongo que no es un computador para él sino otra de sus alucinaciones pero... se supone que las había dejado de tener. Me golpea como agua fría, Anderson ha vuelto a lo de antes, me llevo una mano a la boca y reprimo las lágrimas que quieren salir. Jolene se arrima junto a mí y yo la arropo con mi brazo, como solíamos hacer en aquellos días en los que ninguna podía decir o hacer nada más que llorar. Compañeras de lamento, eso es lo único que somos, pero me alegra tenerla a mi lado en este momento, me da algo a lo que sostenerme.
Una de las enfermeras me toma del brazo y me pregunta si me encuentro bien, asiento con la cabeza y doy dos pasos hacia Jolene para sentarme en la cama frente a Anderson que todavía sigue con la cara cubierta por sus propias manos.
Lo necesitamos. Si no no estaríamos aquí. Pero más que necesitarlo, él nos necesita a nosotros. Así que no es el momento de jugar a la carta de ex-novios o de los celos.
Suelto un suspiro y me muerdo el labio inferior intentando no soltar alguna lágrima por que este chico, el chico al que amo, está roto en mil pedazos y no hallo forma de volver a unirlo. Ni siquiera sé si soy yo la que tiene el pegamento que hace falta para armar su mente y corazón de nuevo, y dudo que un bebé ayude a hacerlo. ¿Cómo se supone que le diga que es padre? ¿Cómo quieren que lo haga si por poco está perdiendo la cabeza? Ahora tengo una razón más para ocultarle aquello pero una razón más para sacar la mentira a flote de una vez por todas.
Miro a Andy a los ojos y busco con mi mano una de las suyas para jugar con ella. Todo mi cuerpo se calienta ante la piel de Anderson y un escalofrío me atraviesa, había olvidado lo bien que se sentía tenerlo a mi lado. Por un segundo me olvido de que Jolene se encuentra allí, aunque su presencia y sus palabras siguen en mi cabeza quemadas con fuego. Lo necesitamos y el nos necesita.-Es cierto, te necesitamos por que...-Con el dorso de mi mano seco la lágrima que está a punto de resbalarse por mi mejilla y suelto una risa nerviosa.-voy a tener un bebé.-Digo contundentemente.
Las palabras que nunca han sido más ciertas hasta el día de hoy.
Su grito hace que me olvide de Jeremy o de los juegos y los ganadores, del chiste malo que le iba a hacer por que Areida ganó los juegos y teníamos una apuesta en píe, "Ahora tendrás que hacerme la colada por dos semanas", hace que mi mente se quede en blanco y mis ojos se muevan hacia los suyos subitamente en donde se llenan de las lágrimas que no quieren salir. Ojalá pudiera creerle pero no puedo decir que lo hago y sinceramente no quiero que hablemos de ello aquí junto a Jolene. Cada vez que lo hablamos, cosas malas suceden. Pero no puedo decirle eso ¿No? No puedo decirle que no tenemos reparo por que entonces lo destrozaría.
Nada mejora, Anderson le grita a un computador, lo que supongo que no es un computador para él sino otra de sus alucinaciones pero... se supone que las había dejado de tener. Me golpea como agua fría, Anderson ha vuelto a lo de antes, me llevo una mano a la boca y reprimo las lágrimas que quieren salir. Jolene se arrima junto a mí y yo la arropo con mi brazo, como solíamos hacer en aquellos días en los que ninguna podía decir o hacer nada más que llorar. Compañeras de lamento, eso es lo único que somos, pero me alegra tenerla a mi lado en este momento, me da algo a lo que sostenerme.
Una de las enfermeras me toma del brazo y me pregunta si me encuentro bien, asiento con la cabeza y doy dos pasos hacia Jolene para sentarme en la cama frente a Anderson que todavía sigue con la cara cubierta por sus propias manos.
Lo necesitamos. Si no no estaríamos aquí. Pero más que necesitarlo, él nos necesita a nosotros. Así que no es el momento de jugar a la carta de ex-novios o de los celos.
Suelto un suspiro y me muerdo el labio inferior intentando no soltar alguna lágrima por que este chico, el chico al que amo, está roto en mil pedazos y no hallo forma de volver a unirlo. Ni siquiera sé si soy yo la que tiene el pegamento que hace falta para armar su mente y corazón de nuevo, y dudo que un bebé ayude a hacerlo. ¿Cómo se supone que le diga que es padre? ¿Cómo quieren que lo haga si por poco está perdiendo la cabeza? Ahora tengo una razón más para ocultarle aquello pero una razón más para sacar la mentira a flote de una vez por todas.
Miro a Andy a los ojos y busco con mi mano una de las suyas para jugar con ella. Todo mi cuerpo se calienta ante la piel de Anderson y un escalofrío me atraviesa, había olvidado lo bien que se sentía tenerlo a mi lado. Por un segundo me olvido de que Jolene se encuentra allí, aunque su presencia y sus palabras siguen en mi cabeza quemadas con fuego. Lo necesitamos y el nos necesita.-Es cierto, te necesitamos por que...-Con el dorso de mi mano seco la lágrima que está a punto de resbalarse por mi mejilla y suelto una risa nerviosa.-voy a tener un bebé.-Digo contundentemente.
Las palabras que nunca han sido más ciertas hasta el día de hoy.
Mantengo todo a lo a raya que puedo la necesidad de mecerme de adelante hacia atrás. Parece una tontería, pero la sola idea fingida de mantenerme en movimiento me da la sensación de que puedo escapar del mundo lo más rápido que puedo. Es cómo cuando corres para huir, aunque no vas a ninguna parte la sola sensación de correr te alivia el estrés. El hospital es pequeño y si intento poner fuera un pie de ésta habitación van a drogarme, lo más cercano a esa libertad que puedo experimentar es moverme. Pero eso indica un grado de estrés insoportable, que la situación me supera, que necesito ayuda desesperadamente porque me niego a pedirla a gritos y aún soy consciente de que hay cosas que no puedo permitirme si quiero salir del hospital pronto. Esa es una de ellas.
Siento que me entierro las uñas en las mejillas pero no me importa, siento que en cualquier momento me van a explotar los pulmones pero tampoco me importa, me limito a retener el aire el tiempo suficiente cómo para que no estallen en llamas pero también lo suficiente cómo para tener la sensación de ahogarme en cualquier momento. La mano de Jolene sobre mi rodilla me devuelve a aquella habitación. Mi primer impulso es retroceder pero tengo la pared en la espalda y aquel movimiento se difumina en un pequeño bote. - Lástima - Consigo soltar en medio de un susurro que ni siquiera estoy seguro de que oiga. Eso es lo que las ha incitado a venir, a ver al pobrecito loco del distrito seis.
Abro los ojos poniéndolos directamente en mi mejor amiga, de pronto Kendra me susurra algo que se me había pasado por alto. Jolene no lo sabe, es la única persona a la que le contaría cualquier cosa y no sabe que yo soy esquizofrénico. De alguna forma lo encuentro irónico, ya ni siquiera puedo excusarme detrás del no he tenido tiempo, ahora tengo que admitir directamente que de verdad no quiero contárselo, no quiero poner en sus hombros mas cargas mías de las que ya le he puesto. Quiero decirle algo al respecto de por qué no quiero estar aquí pero la voz de Katie me mece cómo a un niño pequeño y me hace desviar la vista hacia ella. Nunca sé cómo comportarme cuando están ellas dos, jamás se me ha dado bien hacer dos cosas a la vez.
Que me diga que ella también me necesita me causa una sensación rara en el pecho tanto placentera como dolorosa. Lo único para lo que yo sirvo en la vida de ellas dos es para causar problemas. Seguramente si yo no existiera serían amigas, Jolene estaría con Jeremy, Katie con... alguien mil veces menos problemático que yo y que solo tuviese ojos para ella cómo debe ser y yo... pues eso, yo no estaría.
Puedo pasarme la vida entera pensando en ello pero no puedo, lo del bebé me llega tan de sorpresa que tardo un momento en asimilarlo. Los enfermeros poco a poco retroceden, que haya recuperado mi voz aunque fuera para decir solo dos palabras es un avance bastante grande, aunque no desaparecen del todo. Lo que antes era todo un tropel de casi cinco personas se ha reducido a una. - Un bebé - Repito. La voz me tiembla pero no puedo asegurar que sea por la noticia. De pronto se me ocurren las típicas preguntas estúpidas de un momento de pánico: ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?. Sé todas las respuestas. Sé que en su habitación, sé por qué pasó, sé cómo pasó, tengo la edad suficiente como para recordar haber tenido esa conversación con mi abuela. De pronto asumo directamente que es mío, porque lo tengo tan claro como mi propio nombre. Y más preguntas llegan a mi cabeza, ésta vez menos tontas que las primeras: ¿Cómo se supone que voy a cuidar de un niño si ni siquiera puedo cuidar de mi mismo?. Tengo 16 años y jamás he tenido una mascota porque mi abuela sabía que era una responsabilidad que no podía permitirme. Por eso empezamos por las plantas, por eso metió la semilla de unas bayas del distrito 12 con la esperanza de que yo las cuidara hasta que fueran enormes. Hoy en día ese seto se ha muerto y la última vez que lo cuidé intenté suicidarme con las tijeras que usaba para podarlo.
Entonces bajo las manos de mi cara, las envuelto en la manta apretando un trozo de la misma fuertemente y me acuerdo de respirar. - Mis gatos - Así sin venir a cuento, así de repente, me acuerdo de los tres felinos que tengo a mi cargo y que de no ser por la avox del centro de entrenamiento habría perdido más de una vez. La enfermera rompe el silencio momentáneo para explicarme que los han traído y han dejado en mi casa cuando me trasladaron también a mi y no puedo más que soltar una exclamación entre el entendimiento y la confusión. - ¿Por qué no me lo habías dicho? - Por un momento parece que me dirijo a la enfermera y ésta abre la boca a punto de contestar algo relacionado con los gatos cuando mi mirada se va hacia Katie. -¿Por eso estabas enfadada? - Encuentro más lógico que me odie por algo por lo que sí tengo la culpa.
Siento que me entierro las uñas en las mejillas pero no me importa, siento que en cualquier momento me van a explotar los pulmones pero tampoco me importa, me limito a retener el aire el tiempo suficiente cómo para que no estallen en llamas pero también lo suficiente cómo para tener la sensación de ahogarme en cualquier momento. La mano de Jolene sobre mi rodilla me devuelve a aquella habitación. Mi primer impulso es retroceder pero tengo la pared en la espalda y aquel movimiento se difumina en un pequeño bote. - Lástima - Consigo soltar en medio de un susurro que ni siquiera estoy seguro de que oiga. Eso es lo que las ha incitado a venir, a ver al pobrecito loco del distrito seis.
Abro los ojos poniéndolos directamente en mi mejor amiga, de pronto Kendra me susurra algo que se me había pasado por alto. Jolene no lo sabe, es la única persona a la que le contaría cualquier cosa y no sabe que yo soy esquizofrénico. De alguna forma lo encuentro irónico, ya ni siquiera puedo excusarme detrás del no he tenido tiempo, ahora tengo que admitir directamente que de verdad no quiero contárselo, no quiero poner en sus hombros mas cargas mías de las que ya le he puesto. Quiero decirle algo al respecto de por qué no quiero estar aquí pero la voz de Katie me mece cómo a un niño pequeño y me hace desviar la vista hacia ella. Nunca sé cómo comportarme cuando están ellas dos, jamás se me ha dado bien hacer dos cosas a la vez.
Que me diga que ella también me necesita me causa una sensación rara en el pecho tanto placentera como dolorosa. Lo único para lo que yo sirvo en la vida de ellas dos es para causar problemas. Seguramente si yo no existiera serían amigas, Jolene estaría con Jeremy, Katie con... alguien mil veces menos problemático que yo y que solo tuviese ojos para ella cómo debe ser y yo... pues eso, yo no estaría.
Puedo pasarme la vida entera pensando en ello pero no puedo, lo del bebé me llega tan de sorpresa que tardo un momento en asimilarlo. Los enfermeros poco a poco retroceden, que haya recuperado mi voz aunque fuera para decir solo dos palabras es un avance bastante grande, aunque no desaparecen del todo. Lo que antes era todo un tropel de casi cinco personas se ha reducido a una. - Un bebé - Repito. La voz me tiembla pero no puedo asegurar que sea por la noticia. De pronto se me ocurren las típicas preguntas estúpidas de un momento de pánico: ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?. Sé todas las respuestas. Sé que en su habitación, sé por qué pasó, sé cómo pasó, tengo la edad suficiente como para recordar haber tenido esa conversación con mi abuela. De pronto asumo directamente que es mío, porque lo tengo tan claro como mi propio nombre. Y más preguntas llegan a mi cabeza, ésta vez menos tontas que las primeras: ¿Cómo se supone que voy a cuidar de un niño si ni siquiera puedo cuidar de mi mismo?. Tengo 16 años y jamás he tenido una mascota porque mi abuela sabía que era una responsabilidad que no podía permitirme. Por eso empezamos por las plantas, por eso metió la semilla de unas bayas del distrito 12 con la esperanza de que yo las cuidara hasta que fueran enormes. Hoy en día ese seto se ha muerto y la última vez que lo cuidé intenté suicidarme con las tijeras que usaba para podarlo.
Entonces bajo las manos de mi cara, las envuelto en la manta apretando un trozo de la misma fuertemente y me acuerdo de respirar. - Mis gatos - Así sin venir a cuento, así de repente, me acuerdo de los tres felinos que tengo a mi cargo y que de no ser por la avox del centro de entrenamiento habría perdido más de una vez. La enfermera rompe el silencio momentáneo para explicarme que los han traído y han dejado en mi casa cuando me trasladaron también a mi y no puedo más que soltar una exclamación entre el entendimiento y la confusión. - ¿Por qué no me lo habías dicho? - Por un momento parece que me dirijo a la enfermera y ésta abre la boca a punto de contestar algo relacionado con los gatos cuando mi mirada se va hacia Katie. -¿Por eso estabas enfadada? - Encuentro más lógico que me odie por algo por lo que sí tengo la culpa.
Por un momento, creo que todo ha mejorado. Katie también se acerca y pienso que tal vez, ella tiene la capacidad de traer la calma de un modo que yo no poseo. Asiento cuando ella secunda mis palabras, pero mi cabeza queda rebotando hasta girar violentamente hacia ella en su confesión - ¡¿Qué?! - la palabra sale sola, escupida, seca y cargada de sorpresa. He visto que su boca se movió y escuché sus palabras, pero no cuadra con la imagen que tengo de Katie. Ella es apenas mayor que yo, tiene pinta de niña inocentona y nunca he creído que sería la clase de chica que tiene un bebé antes de los veinte. Casi puedo escuchar la caída y el estruendo. Los vómitos, el llanto, los cambios de humor... ¿cómo es que fui tan idiota de no darme cuenta antes? Ella no estaba angustiada y nerviosa por lo ocurrido con Jeremy, sino que su cuerpo reflejaba otra cosa; que dentro de ella se estaba formando una persona que parece ponerle fin a muchas cosas.
Mis ojos, abiertos de par en par, bajan lentamente hasta su vientre, casi esperando ver algo que lo desmienta. A pesar de que escucho que Andy habla, su voz me suena como algo totalmente lejano. Es casi como si me hubiesen dado un golpe en la cabeza y el estado de aturdimiento me impidiera pensar. No sé en qué momento ha pasado, solamente me doy cuenta que estoy de pie y me he sentado como he podido en la cama revuelta de Andy. Me llevo una mano al pecho para escuchar los latidos del corazón, que me resultan sumamente pesados, como si el aire que mi cuerpo está recibiendo no fuese el suficiente como para que funcione con normalidad. Mis ojos van de Katie a Andy y de él a ella, como si de aquel modo pudiese conectar ideas. La lógica me dice que al haber sido novios, el bebé existe porque Andy lo hace, pero esa imagen no me cuadra en la que tengo en mi mente sobre él. Casi siento que interrumpo un momento íntimo, demasiado privado como para estar presente y molestar con mi presencia.
Todas esas cosas que aparté de mi mente porque eran demasiado molestas, como la relación que yo aseguraba que estos dos tenían y por la cual Anderson nunca me visitó, los besos que ellos compartieron y todo lo que di por asumido, vuelven a fastidiarme hasta el punto que quiero gritarle a Katie que es una mentirosa y que no quiero volver a verla en mi habitación. Incluso quiero reprocharle por la amistad que creí que teníamos, pero cuando abro la boca no logro formular nada, así que la cierro, moviendo ligeramente la cabeza para aclararme. - ¿Es...- ¿Una broma? ¿Una mentira más grande que una casa? - ese bebé es suyo? - pregunto en un murmullo, clavando mis ojos en Katie buscando una respuesta que no me hunda, señalando con el dedo a la única persona en el mundo a la cual nunca creí conectar con algo así.
Mis ojos, abiertos de par en par, bajan lentamente hasta su vientre, casi esperando ver algo que lo desmienta. A pesar de que escucho que Andy habla, su voz me suena como algo totalmente lejano. Es casi como si me hubiesen dado un golpe en la cabeza y el estado de aturdimiento me impidiera pensar. No sé en qué momento ha pasado, solamente me doy cuenta que estoy de pie y me he sentado como he podido en la cama revuelta de Andy. Me llevo una mano al pecho para escuchar los latidos del corazón, que me resultan sumamente pesados, como si el aire que mi cuerpo está recibiendo no fuese el suficiente como para que funcione con normalidad. Mis ojos van de Katie a Andy y de él a ella, como si de aquel modo pudiese conectar ideas. La lógica me dice que al haber sido novios, el bebé existe porque Andy lo hace, pero esa imagen no me cuadra en la que tengo en mi mente sobre él. Casi siento que interrumpo un momento íntimo, demasiado privado como para estar presente y molestar con mi presencia.
Todas esas cosas que aparté de mi mente porque eran demasiado molestas, como la relación que yo aseguraba que estos dos tenían y por la cual Anderson nunca me visitó, los besos que ellos compartieron y todo lo que di por asumido, vuelven a fastidiarme hasta el punto que quiero gritarle a Katie que es una mentirosa y que no quiero volver a verla en mi habitación. Incluso quiero reprocharle por la amistad que creí que teníamos, pero cuando abro la boca no logro formular nada, así que la cierro, moviendo ligeramente la cabeza para aclararme. - ¿Es...- ¿Una broma? ¿Una mentira más grande que una casa? - ese bebé es suyo? - pregunto en un murmullo, clavando mis ojos en Katie buscando una respuesta que no me hunda, señalando con el dedo a la única persona en el mundo a la cual nunca creí conectar con algo así.
Jeremy.-Dice la voz de la psicóloga de Katie, alguien a quien conozco de pies a cabeza por que he tenido que presentar reportes de su conducta con ella.-No pensé que vinieras.
Asiento con la cabeza sin muchas ganas de explicarle como he llegado aquí. La camiseta blanca y los pantalones de mezclilla que traigo no son ni siquiera míos, propiedad de Stephanie Black por supuesto, no he tenido tiempo de llegar a casa a cambiarme y me siento como la zorra del capitolio en ellos. No podría estar más incómodo aunque quisiera. Noto la mirada de muchas de las otras enfermeras reparar en mis heridas cubiertas con vendas, en especial en el yeso de mi mano derecha. Pongo los ojos en blanco y sigo a la psicóloga de camino a la habitación de Anderson en donde se ha acumulado un montón de gente que se aleja de la puerta en cuanto me ven llegar.
Escucho susurrar a una de las enfermeras diciendo que acaba de tener un pequeño desliz pero que todo está controlado y lo tomo como la iniciativa que necesito para acercarme y escucharlos hablar en susurros.
Mi mirada se detiene en Jolene, o al menos en el cabello rubio que cae sobre sus hombros, y suspiro. De no ser por que todavía no encuentro el camino a mi sanidad mental desde que han matado a Henry, no me atrevería a decir lo que sale de mi boca, pero parece que hubieran desconectado cualquier tipo de sentimiento de los cables de mi cerebro.-Es mío-Digo dando dos pasos al frente y mirando a Katie con una mueca.-Y yo voy a tomar la responsabilidad, ¿No es así?-Asiento con la cabeza y me muerdo un labio mirando al suelo, sellando así la petición que mi prima me hizo un día antes de entrar a la arena. Proclamando así mi destino por los próximos 9 meses como mínimo y dejando atrás mi complejo de héroe para adaptarme a una vida más tranquila, una que probablemente termine odiando.
-No es algo malo, no pongan esas caras de muertos. Es un bebé.-Quisiera reír, o sonreír, pero parece que se me hubiera olvidado como hacerlo.
Asiento con la cabeza sin muchas ganas de explicarle como he llegado aquí. La camiseta blanca y los pantalones de mezclilla que traigo no son ni siquiera míos, propiedad de Stephanie Black por supuesto, no he tenido tiempo de llegar a casa a cambiarme y me siento como la zorra del capitolio en ellos. No podría estar más incómodo aunque quisiera. Noto la mirada de muchas de las otras enfermeras reparar en mis heridas cubiertas con vendas, en especial en el yeso de mi mano derecha. Pongo los ojos en blanco y sigo a la psicóloga de camino a la habitación de Anderson en donde se ha acumulado un montón de gente que se aleja de la puerta en cuanto me ven llegar.
Escucho susurrar a una de las enfermeras diciendo que acaba de tener un pequeño desliz pero que todo está controlado y lo tomo como la iniciativa que necesito para acercarme y escucharlos hablar en susurros.
Mi mirada se detiene en Jolene, o al menos en el cabello rubio que cae sobre sus hombros, y suspiro. De no ser por que todavía no encuentro el camino a mi sanidad mental desde que han matado a Henry, no me atrevería a decir lo que sale de mi boca, pero parece que hubieran desconectado cualquier tipo de sentimiento de los cables de mi cerebro.-Es mío-Digo dando dos pasos al frente y mirando a Katie con una mueca.-Y yo voy a tomar la responsabilidad, ¿No es así?-Asiento con la cabeza y me muerdo un labio mirando al suelo, sellando así la petición que mi prima me hizo un día antes de entrar a la arena. Proclamando así mi destino por los próximos 9 meses como mínimo y dejando atrás mi complejo de héroe para adaptarme a una vida más tranquila, una que probablemente termine odiando.
-No es algo malo, no pongan esas caras de muertos. Es un bebé.-Quisiera reír, o sonreír, pero parece que se me hubiera olvidado como hacerlo.
Algo en mi corazón se estrecha y vuelve a su forma original. Mientras miro a los ojos a Andy y el cae en la realidad de la situación, no me veo capaz de decirle que el bebé no es suyo simplemente por que no es verdad. Los ojos se me cristalizan de nuevo y oprimo los labios llevándome una mano al estómago como si de esa forma lo confirmara todo. -Yo...-Miedo, tengo miedo, tenía miedo. De que Anderson me odiara, por que lo puedo ver ahora en sus ojos, que no está preparado para esto y nunca lo estará. Y la pregunta de Jolene rompe todo, y mis manos comienzan a temblar, me quedo sin aire y hago muecas que no sabría como calificar.
El destino elije por mí misma dejando que el propio Jeremy pase por la puerta y comience con el teatro. Intento esconder la sorpresa de su llegada pero de nada sirve, todos estamos igual de sorprendidos. El yeso en la mano derecha y los cortes en su rostro, manos, y todas partes en general, me recuerda levemente todo lo que ha tenido que pasar. Por un segundo, quiero desmentirlo, quiero decirle que lo olvide todo y que no vale la pena. Por que soy la peor cobarde de la historia, solo por eso es que no me atrevo a admitirlo frente a Anderson, pero ¿Cómo puedo ser semejante cobarde cuando Jeremy dio su vida por todos nosotros? Se siente mal.
Miro a Jolene con la boca semiabierta y sé de inmediato que ella, más que nadie, me va a odiar por esto. No me levanto de la cama de Anderson, como si estuviera pegada a ella y quisiera aferrarme a estos últimos momentos con él. Pero de repente mi mano deja de tocar la suya y se aleja. Y todo ha terminado.
Me levanto y camino hacia Jer.-Ugh.-Digo antes de abrazarlo ya con lágrimas en los ojos.
El destino elije por mí misma dejando que el propio Jeremy pase por la puerta y comience con el teatro. Intento esconder la sorpresa de su llegada pero de nada sirve, todos estamos igual de sorprendidos. El yeso en la mano derecha y los cortes en su rostro, manos, y todas partes en general, me recuerda levemente todo lo que ha tenido que pasar. Por un segundo, quiero desmentirlo, quiero decirle que lo olvide todo y que no vale la pena. Por que soy la peor cobarde de la historia, solo por eso es que no me atrevo a admitirlo frente a Anderson, pero ¿Cómo puedo ser semejante cobarde cuando Jeremy dio su vida por todos nosotros? Se siente mal.
Miro a Jolene con la boca semiabierta y sé de inmediato que ella, más que nadie, me va a odiar por esto. No me levanto de la cama de Anderson, como si estuviera pegada a ella y quisiera aferrarme a estos últimos momentos con él. Pero de repente mi mano deja de tocar la suya y se aleja. Y todo ha terminado.
Me levanto y camino hacia Jer.-Ugh.-Digo antes de abrazarlo ya con lágrimas en los ojos.
Ahora mismo es todo un caos dentro de mi cabeza, cómo si mil personas se hubieran metido en ella a hacer una maratón. Soy un manojo de nervios y risas, de altibajos de humor, de miedo, de histeria, quiero gritar y llorar a la vez, quiero salir corriendo pero quedarme quieto cómo si me sintiera capaz de congelar el momento para siempre. Entonces para rematar todas esas sensaciones que ni siquiera distingo Jeremy entra en escena. Alzo la cabeza lentamente cuando escucho su voz, tengo la sensación de que no es real, de que se ha unido a las muchas personas que ya no volverán pero con las que yo tendré que lidiar el resto de mi vida. La gente normal suele pasar página, poner sus recuerdos en una caja donde no le hagan daño, pero a mi la esquizofrenia no es algo que me permito. Cada persona muerta pasa a formar parte de mi día a día lo que al final acarrea que acabe entre ese mundo entre el "sé que no están pero están" que me impide olvidarme de ellos, que me impide superar que me dejaron.
La semi histeria de verle me dura lo suficiente cómo para ponerme en pie, o al menos quedar en una postura casi de pie cuando las palabras "es mío" me atraviesan el cerebro. Repentinamente eso es lo único que puedo escuchar sumado al latido de mi corazón que parece haberse comprado su propio amplificador y tiene como meta hacer que me estallen los oídos. Es mío, mío, mío, mío, mío.... Quiero preguntar cómo pasó, si me están tomando el pelo, incluso gritar improperios hasta quedarme sin voz, pero para cualquier cosa que tenga que preguntar sé la respuesta exacta. Repentinamente todas esas veces que fui a la habitación de Jeremy a buscarla para explicarle lo que pasó con Jolene cobran sentido. ¿Por qué se escondía ahí? ¿Por qué no en la de su hermano? era un agente de la paz y le vi varias veces por el centro de entrenamiento, no puede decirme que no estaba allí y no tenía a donde ir.
Una ira me devora por completo en un solo instante, me hierve la sangre, mi mirada debe ser épica porque noto la tensión de la enfermera en la puerta e incluso la de Kendra que se levanta lentamente de la cama como si tuviese miedo de que lo pagase con ella. Que estúpida. Ella no existe. ¿Cómo te desquitas con alguien que no existe?. Entonces Katie se abalanza sobre Jeremy y yo me desbordo. Lanzo la mano hacia la bandeja donde estaban el vaso de agua y la gelatina que vuela por los aires, la aferro entre mis manos, recorro los tres pasos que hay hasta Jeremy y le lanzo un golpe con la bandeja directo a la cabeza. - PERO A TI QUE DEMONIOS TE PASA JODER - El segundo golpe que le lanzo con la bandeja no le da del todo y no puede compararse en absoluto con el primero cargado de ira, odio, si es verdad que todas las personas tarde o temprano sienten la necesidad de matar a alguien al menos una vez en su vida, creo que la mía es este justo momento. - QUE PUTA OBSESIÓN TIENES CON MIS COSAS - Yo no soy así, jamás he visto a Jole o a Katie cómo si fuesen un objeto, jamás se me ha pasado por la cabeza que fuesen algo que me perteneciera como tal. Siempre han estado conmigo cuando han querido, vienen y van... Ellas son esas dos personas sin las que me sería imposible haber salido de la torturante espiral sin fin en la que me encontraba antes de conocerlas.
Y ahí está él. Jugando con las dos, cómo si no le importara ninguna; tratándolas cómo lo que yo las he llamado hace un par de segundos: objetos sin valor que pueden robarse en cualquier momento. Que pueden cambiar de lealtad y de dueño en un instante.
No se cuantos golpes más le alcanzo a meter cada cual con menos fuerza que el anterior porque una de las enfermeras interviene e intenta frenarme tirando de mi ropa desde la espalda obviamente sin la fuerza suficiente. Al final, tiene que venir el celador que me triplica en altura y peso para conseguir moverme de donde estoy y obligarme a soltar la bandeja. - NO TE LAS MERECES. ESO ES LO QUE MAS ME JODE, QUE NO TE LAS MERECES! - En medio de mis gritos más de una vez se me quiebra la voz, especialmente cuando caigo contra la cama empujado por aquel enorme mastodonte que no tarda en conseguir ayuda suficiente cómo para atar mis muñecas a la cama. Soy consciente de haberle gritado a Jeremy más de una vez lo mucho que deseo en ese mismo instante que se hubiese muerto. Si los últimos días pasó algo entre nosotros que hubiese podido degenerar en amistad, acaba de morir por completo.
Me resisto todo lo que puedo ante el agarre de aquel hombre, patealeo, chillo, aruño, muerdo, sé que le he metido varios golpes en las costillas con mis rodillas y casi consigo sacármelo de encima al encajar la planta del pie en una de sus piernas usándola para impulsarlo lejos de mi, pero al final ellos ganan. Ellos siempre ganan. Y eso solo aumenta la herida emocional que ahora mismo parece abismal.
Cualquier intento por salir de aquí pronto acaba de irse a la mierda y lo sé en cuanto escucho a una de las enfermeras pidiéndoles que se marchen. Tampoco me importa que los eche o pasar aquí el resto de mi vida, mucho menos cuando aparece la persona que tanto detesto, que trae esa medicación que me obliga a sumirme en un sueño del cual es imposible despertar aunque se transforme en una pesadilla. Supongo que ya da igual, ésto también es una pesadilla y por desgracia, no una de las que desaparecerán, permanecerá ahí hasta que salte de un edificio y ya no haya un sitio al que volver.
Cuando mi cuerpo deja de obedecerme, los espasmos se calman y los gritos se apagan, me entran ganas de cubrirme con una manta y echarme a llorar el resto de mi vida, pero no me da tiempo; la droga me arrastra lejos más rápido de lo normal y lo último que consigo ver es a Katie mientras lo poco que quedaba de mi se desmorona del todo.
La semi histeria de verle me dura lo suficiente cómo para ponerme en pie, o al menos quedar en una postura casi de pie cuando las palabras "es mío" me atraviesan el cerebro. Repentinamente eso es lo único que puedo escuchar sumado al latido de mi corazón que parece haberse comprado su propio amplificador y tiene como meta hacer que me estallen los oídos. Es mío, mío, mío, mío, mío.... Quiero preguntar cómo pasó, si me están tomando el pelo, incluso gritar improperios hasta quedarme sin voz, pero para cualquier cosa que tenga que preguntar sé la respuesta exacta. Repentinamente todas esas veces que fui a la habitación de Jeremy a buscarla para explicarle lo que pasó con Jolene cobran sentido. ¿Por qué se escondía ahí? ¿Por qué no en la de su hermano? era un agente de la paz y le vi varias veces por el centro de entrenamiento, no puede decirme que no estaba allí y no tenía a donde ir.
Una ira me devora por completo en un solo instante, me hierve la sangre, mi mirada debe ser épica porque noto la tensión de la enfermera en la puerta e incluso la de Kendra que se levanta lentamente de la cama como si tuviese miedo de que lo pagase con ella. Que estúpida. Ella no existe. ¿Cómo te desquitas con alguien que no existe?. Entonces Katie se abalanza sobre Jeremy y yo me desbordo. Lanzo la mano hacia la bandeja donde estaban el vaso de agua y la gelatina que vuela por los aires, la aferro entre mis manos, recorro los tres pasos que hay hasta Jeremy y le lanzo un golpe con la bandeja directo a la cabeza. - PERO A TI QUE DEMONIOS TE PASA JODER - El segundo golpe que le lanzo con la bandeja no le da del todo y no puede compararse en absoluto con el primero cargado de ira, odio, si es verdad que todas las personas tarde o temprano sienten la necesidad de matar a alguien al menos una vez en su vida, creo que la mía es este justo momento. - QUE PUTA OBSESIÓN TIENES CON MIS COSAS - Yo no soy así, jamás he visto a Jole o a Katie cómo si fuesen un objeto, jamás se me ha pasado por la cabeza que fuesen algo que me perteneciera como tal. Siempre han estado conmigo cuando han querido, vienen y van... Ellas son esas dos personas sin las que me sería imposible haber salido de la torturante espiral sin fin en la que me encontraba antes de conocerlas.
Y ahí está él. Jugando con las dos, cómo si no le importara ninguna; tratándolas cómo lo que yo las he llamado hace un par de segundos: objetos sin valor que pueden robarse en cualquier momento. Que pueden cambiar de lealtad y de dueño en un instante.
No se cuantos golpes más le alcanzo a meter cada cual con menos fuerza que el anterior porque una de las enfermeras interviene e intenta frenarme tirando de mi ropa desde la espalda obviamente sin la fuerza suficiente. Al final, tiene que venir el celador que me triplica en altura y peso para conseguir moverme de donde estoy y obligarme a soltar la bandeja. - NO TE LAS MERECES. ESO ES LO QUE MAS ME JODE, QUE NO TE LAS MERECES! - En medio de mis gritos más de una vez se me quiebra la voz, especialmente cuando caigo contra la cama empujado por aquel enorme mastodonte que no tarda en conseguir ayuda suficiente cómo para atar mis muñecas a la cama. Soy consciente de haberle gritado a Jeremy más de una vez lo mucho que deseo en ese mismo instante que se hubiese muerto. Si los últimos días pasó algo entre nosotros que hubiese podido degenerar en amistad, acaba de morir por completo.
Me resisto todo lo que puedo ante el agarre de aquel hombre, patealeo, chillo, aruño, muerdo, sé que le he metido varios golpes en las costillas con mis rodillas y casi consigo sacármelo de encima al encajar la planta del pie en una de sus piernas usándola para impulsarlo lejos de mi, pero al final ellos ganan. Ellos siempre ganan. Y eso solo aumenta la herida emocional que ahora mismo parece abismal.
Cualquier intento por salir de aquí pronto acaba de irse a la mierda y lo sé en cuanto escucho a una de las enfermeras pidiéndoles que se marchen. Tampoco me importa que los eche o pasar aquí el resto de mi vida, mucho menos cuando aparece la persona que tanto detesto, que trae esa medicación que me obliga a sumirme en un sueño del cual es imposible despertar aunque se transforme en una pesadilla. Supongo que ya da igual, ésto también es una pesadilla y por desgracia, no una de las que desaparecerán, permanecerá ahí hasta que salte de un edificio y ya no haya un sitio al que volver.
Cuando mi cuerpo deja de obedecerme, los espasmos se calman y los gritos se apagan, me entran ganas de cubrirme con una manta y echarme a llorar el resto de mi vida, pero no me da tiempo; la droga me arrastra lejos más rápido de lo normal y lo último que consigo ver es a Katie mientras lo poco que quedaba de mi se desmorona del todo.
Apenas alcanzo a escuchar los pasos, que esa voz cruza la habitación haciéndome estremecer. Al principio creo que ese acto reflejo es causado por el simple hecho de que es él, está vivo y puedo tocarlo si quiero. Cuando volteo, con un temor que no sé de donde ha salido, es cuando su confesión toma sentido. Allí está, tan maltrecho como no recuerdo haberlo visto jamás, siquiera en la arena. Tan firme que creo que ha envejecido cien años. Pero...¿dónde está la emoción de volver a verlo? Creo que se apagó, creo que fue invadida por la repentina sensación de odio al comprender lo que está pasando. Él no me ama. Nunca me amó. Jugó conmigo, se montó su propio espectáculo y ahora el telón está bajando. Gaely, Katie, Jolene... y vaya a saber cuantas otras sin rostro y sin nombre.
Todo lo que siento es una frialdad que casi detiene mi corazón. Extrañamente, no quiero llorar. Me pongo de pie con tal de estar lejos de Kathleen y miro a uno y al otro durante unos instantes, casi con sospecha. Siento que estoy rodeada de desconocidos. Que la chica que fue mi apoyo me traicionó. Que el chico que amé me trató como basura. Que mi mejor amigo no es ni sombra de lo que alguna vez fue. Al pensar en Andy me volteo hacia él, casi demandando una explicación, pero él parece estar tan desconcertado como yo, porque se quedó a medio camino entre estar sentado y estar de pie. Entonces veo que también le duele y eso no puedo soportarlo. Quiero agarrarlo de la mano y llevármelo lejos, lejos de esos dos sucios que no hacen más que arruinarnos la vida, montar una nueva moto y volar.
"No es algo malo". Esas palabras hacen que, una vez más, me fije en Jeremy, notando mi boca apenas abierta, como si me hubiese quedado muda a mitad de un grito - "¿No es algo malo?" "¿Es un bebé? - repito, parpadeando ante la sorpresa, dejando bien en claro en el tono de voz el sarcasmo y la indignación. Las palabras se me atoran en la garganta, porque me es casi imposible decirle todo lo que se amontona en mi cabeza - Es...es.... - me llevo las manos para que presionen mis párpados fuertemente cerrados, antes de soltarme y mirarlo hecha una furia, apretando los dientes, notando como Katie se abraza a él - ¡Eres el ser más despreciable que tuve la desgracia de conocer, Mills! ¿Cómo...? - ¿cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste mentirme así? ¿Cómo es que ya no te reconozco? ... todas esas preguntas se quedan en el aire, cuando escucho el estruendo del contenido de la bandeja volando por los aires. De un momento a otro, un Andy que tampoco sé de donde salió, se lanza sobre Jeremy para golpearlo con la bandeja, lo que logra que me quede congelada en mi sitio. Extrañamente, eso no me importa.
Cuando miro a Katie, sé que el único motivo por el cual no salto sobre ella como lo hice en el tren, es por saber que tener un niño dentro. De todas formas, la señalo con un dedo acusador, notando mi rostro rojo de furia contenida. Ella me quitó a Jeremy por algo que su cerebro de mosquito inventó. Al fin de cuentas, todas mis desgracias tienen que ver con ella - ¡Eres una traidora! ¡Confié en ti! ¡Te ayudé! ¿Así me lo pagas? - escupir las cosas es más fácil que nunca y cada amargo sentimiento aflora, mientras mis gritos se mezclan con los golpes de la bandeja, los gritos de Andy y las alarmas del personal médico - ¿Acaso que mierda pensabas? ¿Que irte con Jeremy arreglaría las cosas? Pues tengo una noticia para ti...¡Lo que creíste que ocurrió en mi cuarto, JAMÁS pasó! Eres una... - avanzo unos pasos casi como una avalancha, dispuesta a propinarle un golpe en su cara de "yo no rompo ni un plato", pero cuando estoy cerrando el puño, ingresa el celador a la habitación y se lanza sobre Andy, llevándoselo a rastras a la cama.
Esa pequeña acción hace que me de vuelta con violencia, olvidando que mi objetivo era la embarazada - ¡Déjalo en paz, idiota! - le chillo, porque él no entiende, no comprende que se lo merecen, por jodernos, por arruinarnos, por creer que pueden jugar con nosotros como se les de la gana. Yo ya no quiero ser parte de los juegos de nadie. Una enfermera se mete en mi camino y me da un pequeño empujón, intentando llevarme a la puerta y pidiéndome que me calme y me marche, mientras yo intento apartarla y le grito mil improperios al ver que vuelven a inyectar a mí amigo para enviarlo a quien sabe donde. No pueden hacer que él me deje sola, porque sorpresivamente es lo único que me queda.
Me zafo de la enfermera y me giro, encontrándome con el atentado Jeremy. Avanzo hacia él dando varias zancadas y le propino una cachetada que retumba en toda la habitación - ¡Te odio! - no entiendo como la persona a la cual le confesé mi amor ahora puede resultarme tan repugnante. Tan falso, una mentira más en un mundo cargado de ellas. Le propino otro golpe, en medio del pecho, sin importarme que ya lo hayan atacado - ¡Te odio tanto! - mi voz se vuelve un chillido agudo e insoportable mientras repito una y otra vez esas palabras, secundándolas con golpes en todo su cuerpo. No sé de donde me sale, pero acabo tomando envión y le propino una fuerte patada en la entrepierna justo antes de que una enfermera me tome por los hombros y comience a arrastrarme hacia la entrada - ¡Jódete, Jeremy! ¡Jódete en tu propia mierda! - dejo que me saquen, llevándome como una bolsa pesada, pero me las arreglo para mostrarle ambos dedos medios en una actitud sumamente infantil pero que, al fin y al cabo, expresa lo que quiero decir. Que deseo que se vaya completamente al fin del mundo y me haga el favor de quedarse allí. Y que se lleve a Kathleen y a su hijo con él.
El empujón final que me dan para dejarme en la calle me hace tambalear y no acabo en el suelo de pura suerte. Me acomodo las ropas con un obvio malestar y, de un momento a otro, me encuentro corriendo. No quiero ir a mi casa, me resulta insoportable, y no tengo a quien acudir. Así que me limito a correr. El viento me golpea el rostro, que se va congelando, mientras repaso los datos que se juntan en mi cerebro. Jeremy y Kathleen van a tener un hijo. No puedo contar con ninguno de los dos. Andy nunca fue el enemigo, él es una víctima como yo e hice mal en apartarlo de mí. El mentor del siete no me ama. No me ama. No me ama...
Cuando entro a la casa sin siquiera utilizar la llave porque se olvidaron de cerrar y me apoyo en ella para recuperar el aire, me doy cuenta de que no estoy en mi hogar. Supongo que la de Anderson es lo más parecido que pude encontrar, porque ésta es su sala. Respiro hondo una y otra vez, sintiendo que el paso del aire duele, me quema hasta el fondo y tengo que llevar ambas manos a mi boca para no dejar salir el sollozo y el grito de angustia. Avanzo hasta llegar a la cocina, conteniendo los sentimientos que estallan en mi pecho; en cuanto ingreso a la habitación, lo único que puedo hacer es golpear el florero que se encuentra sobre la mesa, que se hace añicos en el suelo. No me molesto en limpiarlo ni en los trozos que han quedado en mi piel, haciendo que sangre. Porque cuando me hago un ovillo en la misma silla que utilicé en aquella lejana merienda, sé que hay heridas mucho peores que nunca podré sanar. Entonces, lloro hasta secarme. Y la calma que debería llegar después de la tormenta, nunca llega.
Todo lo que siento es una frialdad que casi detiene mi corazón. Extrañamente, no quiero llorar. Me pongo de pie con tal de estar lejos de Kathleen y miro a uno y al otro durante unos instantes, casi con sospecha. Siento que estoy rodeada de desconocidos. Que la chica que fue mi apoyo me traicionó. Que el chico que amé me trató como basura. Que mi mejor amigo no es ni sombra de lo que alguna vez fue. Al pensar en Andy me volteo hacia él, casi demandando una explicación, pero él parece estar tan desconcertado como yo, porque se quedó a medio camino entre estar sentado y estar de pie. Entonces veo que también le duele y eso no puedo soportarlo. Quiero agarrarlo de la mano y llevármelo lejos, lejos de esos dos sucios que no hacen más que arruinarnos la vida, montar una nueva moto y volar.
"No es algo malo". Esas palabras hacen que, una vez más, me fije en Jeremy, notando mi boca apenas abierta, como si me hubiese quedado muda a mitad de un grito - "¿No es algo malo?" "¿Es un bebé? - repito, parpadeando ante la sorpresa, dejando bien en claro en el tono de voz el sarcasmo y la indignación. Las palabras se me atoran en la garganta, porque me es casi imposible decirle todo lo que se amontona en mi cabeza - Es...es.... - me llevo las manos para que presionen mis párpados fuertemente cerrados, antes de soltarme y mirarlo hecha una furia, apretando los dientes, notando como Katie se abraza a él - ¡Eres el ser más despreciable que tuve la desgracia de conocer, Mills! ¿Cómo...? - ¿cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste mentirme así? ¿Cómo es que ya no te reconozco? ... todas esas preguntas se quedan en el aire, cuando escucho el estruendo del contenido de la bandeja volando por los aires. De un momento a otro, un Andy que tampoco sé de donde salió, se lanza sobre Jeremy para golpearlo con la bandeja, lo que logra que me quede congelada en mi sitio. Extrañamente, eso no me importa.
Cuando miro a Katie, sé que el único motivo por el cual no salto sobre ella como lo hice en el tren, es por saber que tener un niño dentro. De todas formas, la señalo con un dedo acusador, notando mi rostro rojo de furia contenida. Ella me quitó a Jeremy por algo que su cerebro de mosquito inventó. Al fin de cuentas, todas mis desgracias tienen que ver con ella - ¡Eres una traidora! ¡Confié en ti! ¡Te ayudé! ¿Así me lo pagas? - escupir las cosas es más fácil que nunca y cada amargo sentimiento aflora, mientras mis gritos se mezclan con los golpes de la bandeja, los gritos de Andy y las alarmas del personal médico - ¿Acaso que mierda pensabas? ¿Que irte con Jeremy arreglaría las cosas? Pues tengo una noticia para ti...¡Lo que creíste que ocurrió en mi cuarto, JAMÁS pasó! Eres una... - avanzo unos pasos casi como una avalancha, dispuesta a propinarle un golpe en su cara de "yo no rompo ni un plato", pero cuando estoy cerrando el puño, ingresa el celador a la habitación y se lanza sobre Andy, llevándoselo a rastras a la cama.
Esa pequeña acción hace que me de vuelta con violencia, olvidando que mi objetivo era la embarazada - ¡Déjalo en paz, idiota! - le chillo, porque él no entiende, no comprende que se lo merecen, por jodernos, por arruinarnos, por creer que pueden jugar con nosotros como se les de la gana. Yo ya no quiero ser parte de los juegos de nadie. Una enfermera se mete en mi camino y me da un pequeño empujón, intentando llevarme a la puerta y pidiéndome que me calme y me marche, mientras yo intento apartarla y le grito mil improperios al ver que vuelven a inyectar a mí amigo para enviarlo a quien sabe donde. No pueden hacer que él me deje sola, porque sorpresivamente es lo único que me queda.
Me zafo de la enfermera y me giro, encontrándome con el atentado Jeremy. Avanzo hacia él dando varias zancadas y le propino una cachetada que retumba en toda la habitación - ¡Te odio! - no entiendo como la persona a la cual le confesé mi amor ahora puede resultarme tan repugnante. Tan falso, una mentira más en un mundo cargado de ellas. Le propino otro golpe, en medio del pecho, sin importarme que ya lo hayan atacado - ¡Te odio tanto! - mi voz se vuelve un chillido agudo e insoportable mientras repito una y otra vez esas palabras, secundándolas con golpes en todo su cuerpo. No sé de donde me sale, pero acabo tomando envión y le propino una fuerte patada en la entrepierna justo antes de que una enfermera me tome por los hombros y comience a arrastrarme hacia la entrada - ¡Jódete, Jeremy! ¡Jódete en tu propia mierda! - dejo que me saquen, llevándome como una bolsa pesada, pero me las arreglo para mostrarle ambos dedos medios en una actitud sumamente infantil pero que, al fin y al cabo, expresa lo que quiero decir. Que deseo que se vaya completamente al fin del mundo y me haga el favor de quedarse allí. Y que se lleve a Kathleen y a su hijo con él.
El empujón final que me dan para dejarme en la calle me hace tambalear y no acabo en el suelo de pura suerte. Me acomodo las ropas con un obvio malestar y, de un momento a otro, me encuentro corriendo. No quiero ir a mi casa, me resulta insoportable, y no tengo a quien acudir. Así que me limito a correr. El viento me golpea el rostro, que se va congelando, mientras repaso los datos que se juntan en mi cerebro. Jeremy y Kathleen van a tener un hijo. No puedo contar con ninguno de los dos. Andy nunca fue el enemigo, él es una víctima como yo e hice mal en apartarlo de mí. El mentor del siete no me ama. No me ama. No me ama...
Cuando entro a la casa sin siquiera utilizar la llave porque se olvidaron de cerrar y me apoyo en ella para recuperar el aire, me doy cuenta de que no estoy en mi hogar. Supongo que la de Anderson es lo más parecido que pude encontrar, porque ésta es su sala. Respiro hondo una y otra vez, sintiendo que el paso del aire duele, me quema hasta el fondo y tengo que llevar ambas manos a mi boca para no dejar salir el sollozo y el grito de angustia. Avanzo hasta llegar a la cocina, conteniendo los sentimientos que estallan en mi pecho; en cuanto ingreso a la habitación, lo único que puedo hacer es golpear el florero que se encuentra sobre la mesa, que se hace añicos en el suelo. No me molesto en limpiarlo ni en los trozos que han quedado en mi piel, haciendo que sangre. Porque cuando me hago un ovillo en la misma silla que utilicé en aquella lejana merienda, sé que hay heridas mucho peores que nunca podré sanar. Entonces, lloro hasta secarme. Y la calma que debería llegar después de la tormenta, nunca llega.
Todo cambia en la habitación. Las casi sonrisas se borran en un segundo, mi presencia borra todo tipo de comodidad, y la única que se levanta para recibirme es Katie pero ni siquiera ella parece feliz con lo que acabo de decir. No tengo que ser un genio para saber que he mandado todo a la mierda con esas últimas palabras.
Una de mis manos va hacia el cabello de Katie y lo acaricia suavemente, suspirando con cansancio y más que nada resignación, que es lo que he venido sintiendo estos últimos días. Pero la aparto jalándola del codo cuando prevengo el golpe de Anderson con la bandeja. Me deja desconcentrado por unos segundos y lo único que puedo hacer es parpadear un par de veces y llevarme las manos de nuevo a la cabeza en espera del segundo golpe, que por suerte llega con menos intensidad. Me pregunto con ironía si no debería ser yo el que estuviera en su lugar por que acaba de dejar embarazada a mi prima pequeña, pero supongo que tiene derecho, por ahora.
Una parte de mí está perdida en el fondo de mi cabeza, tratando de recibir la información del exterior con dificultad. Anderson es atado a la cama y yo me volteo para mirar a Katie tan confundido como se puede estar. Estúpidamente, nunca pensé que Anderson en verdad...quisiera a Katie o que le importara. Esa era la razón por la que habíamos hecho esto después de todo ¿No? Por que el nunca se haría cargo del bebé, y si lo hacía era por lástima. Eso fue lo que dijo ella, entonces ¿Por qué? ¿Por qué todos de repente me odiaban más de lo que ya lo hacían?
Una de las enfermeras saca a Katie rápidamente de la habitación y yo la sigo también, cuando nos sacan a todos, pero Jolene ya está teniendo su parte en la fiesta, gritando y haciendo que todo el pasillo se llene de sus agudos que me atraviesan como navajas. Llega un golpe, uno seco. "Para", le quiero decir, pero estoy perdido y lo único que hago es responder cuando está a punto de completar su insulto hacia Katie.-¡Jolene!-Le grito con reproche.
Cuando se marcha, mi espalda toca la pared fría del hospital. Noto a Katie a mi lado avanzado para tocar mi brazo pero la detengo.-No.-Digo por lo bajo, mirando perdidamente hacia la puerta sin verla realmente. El labio inferior me tiembla, queriendo soltar otro de esos llantos de la celda en Europa, y los gemidos de Henry se instalan en mi cabeza como un recuerdo insano que se adueña de todos mis pensamientos. Me deslizo por la pared dejándome caer, porque la poca fuerza que tenía pasando las puertas del hospital ha desaparecido.
Mis piernas tocan el frío del piso y miro al techo, en un intento de retener todo. Pero es cuando Katie se disculpa que lo dejo salir. Las lágrimas, los gritos y los gemidos. No deberíamos hacer esto aquí, a la vista de todos, pero por suerte el staff del hospital tampoco quiere hacernos sentir incómodos y despejan el área rápidamente.
No puedo contar cuántas veces Katie dice que lo siente, y que si así lo quiero podríamos decirles la verdad, pero no puedo responder esa o ninguna otra pregunta. El dolor que crece en la boca del estómago y sube hasta mi garganta no me deja.
Mi mente sigue llevándome al recuerdo de los ojos de Jolene y pienso que por fin, al fin lo he hecho, la alejé para siempre. No me tomó tanto después de todo, no lo hubiera podido hacer mejor si lo hubiera planeado. Estúpidamente, pienso en todo lo que extrañaré de ella, su olor, la suavidad de su cabello, la curva de sus caderas y el calor de su piel. Otro terrible sollozo sale de mi garganta y me ahoga. La destruí, los destruí a todos, maté a Henry, casi mato a Sebastian, soy jodidamente bueno en destruir la vidas de las personas. Así que me pregunto, cuánto falta ahora por derrumbarse para que todo se acabe, por que nunca he querido llegar al final de algo tanto como quiero ahora que todo se acabe.
No sé cuánto ha pasado cuando una de las enfermeras decide acercarse y entre ella y Katie me levantan.-¿A donde vamos?-Pregunto de repente, asustado como nunca lo he estado antes, pero hablar me ha sacado el poco aire que tenía y me doy cuenta de que, como si tuviera 10 jodidos años, me está dando un ataque de ansiedad. No hace falta que me respondan para saber que ahora ellos se encargarán de hacerme dormir hasta que todo esto halla pasado. Los dejo, quiero que ellos lo hagan todo pasar. Irónicamente, me instalan en una de las habitaciones cerca de la de Anderson y paso drogado la mayor parte del día, pensando de vez en vez en ir hacia su habitación y pedirle que me perdone. Nunca he sido muy apegado a Anderson pero sé que con el simple perdón de una persona me sería suficiente para no pasarlo tan mal. Para no sentir que me están quitando la piel de poco a poco y la están quemando.
A mitad de la noche, cuando las drogas han dejado de hacer efecto, me siento con la espalda en la puerta del cuarto de Anderson sopesando durante largo tiempo si debo entrar y contarle la verdad, pero al final decido salir del hospital mientras todos están medio dormidos y las luces están apagadas.
No me dirijo a la casa que Katie y yo compartimos, he sacado el revolver de uno de los agentes de paz del hospital y estoy de camino al bosque.
Una de mis manos va hacia el cabello de Katie y lo acaricia suavemente, suspirando con cansancio y más que nada resignación, que es lo que he venido sintiendo estos últimos días. Pero la aparto jalándola del codo cuando prevengo el golpe de Anderson con la bandeja. Me deja desconcentrado por unos segundos y lo único que puedo hacer es parpadear un par de veces y llevarme las manos de nuevo a la cabeza en espera del segundo golpe, que por suerte llega con menos intensidad. Me pregunto con ironía si no debería ser yo el que estuviera en su lugar por que acaba de dejar embarazada a mi prima pequeña, pero supongo que tiene derecho, por ahora.
Una parte de mí está perdida en el fondo de mi cabeza, tratando de recibir la información del exterior con dificultad. Anderson es atado a la cama y yo me volteo para mirar a Katie tan confundido como se puede estar. Estúpidamente, nunca pensé que Anderson en verdad...quisiera a Katie o que le importara. Esa era la razón por la que habíamos hecho esto después de todo ¿No? Por que el nunca se haría cargo del bebé, y si lo hacía era por lástima. Eso fue lo que dijo ella, entonces ¿Por qué? ¿Por qué todos de repente me odiaban más de lo que ya lo hacían?
Una de las enfermeras saca a Katie rápidamente de la habitación y yo la sigo también, cuando nos sacan a todos, pero Jolene ya está teniendo su parte en la fiesta, gritando y haciendo que todo el pasillo se llene de sus agudos que me atraviesan como navajas. Llega un golpe, uno seco. "Para", le quiero decir, pero estoy perdido y lo único que hago es responder cuando está a punto de completar su insulto hacia Katie.-¡Jolene!-Le grito con reproche.
Cuando se marcha, mi espalda toca la pared fría del hospital. Noto a Katie a mi lado avanzado para tocar mi brazo pero la detengo.-No.-Digo por lo bajo, mirando perdidamente hacia la puerta sin verla realmente. El labio inferior me tiembla, queriendo soltar otro de esos llantos de la celda en Europa, y los gemidos de Henry se instalan en mi cabeza como un recuerdo insano que se adueña de todos mis pensamientos. Me deslizo por la pared dejándome caer, porque la poca fuerza que tenía pasando las puertas del hospital ha desaparecido.
Mis piernas tocan el frío del piso y miro al techo, en un intento de retener todo. Pero es cuando Katie se disculpa que lo dejo salir. Las lágrimas, los gritos y los gemidos. No deberíamos hacer esto aquí, a la vista de todos, pero por suerte el staff del hospital tampoco quiere hacernos sentir incómodos y despejan el área rápidamente.
No puedo contar cuántas veces Katie dice que lo siente, y que si así lo quiero podríamos decirles la verdad, pero no puedo responder esa o ninguna otra pregunta. El dolor que crece en la boca del estómago y sube hasta mi garganta no me deja.
Mi mente sigue llevándome al recuerdo de los ojos de Jolene y pienso que por fin, al fin lo he hecho, la alejé para siempre. No me tomó tanto después de todo, no lo hubiera podido hacer mejor si lo hubiera planeado. Estúpidamente, pienso en todo lo que extrañaré de ella, su olor, la suavidad de su cabello, la curva de sus caderas y el calor de su piel. Otro terrible sollozo sale de mi garganta y me ahoga. La destruí, los destruí a todos, maté a Henry, casi mato a Sebastian, soy jodidamente bueno en destruir la vidas de las personas. Así que me pregunto, cuánto falta ahora por derrumbarse para que todo se acabe, por que nunca he querido llegar al final de algo tanto como quiero ahora que todo se acabe.
No sé cuánto ha pasado cuando una de las enfermeras decide acercarse y entre ella y Katie me levantan.-¿A donde vamos?-Pregunto de repente, asustado como nunca lo he estado antes, pero hablar me ha sacado el poco aire que tenía y me doy cuenta de que, como si tuviera 10 jodidos años, me está dando un ataque de ansiedad. No hace falta que me respondan para saber que ahora ellos se encargarán de hacerme dormir hasta que todo esto halla pasado. Los dejo, quiero que ellos lo hagan todo pasar. Irónicamente, me instalan en una de las habitaciones cerca de la de Anderson y paso drogado la mayor parte del día, pensando de vez en vez en ir hacia su habitación y pedirle que me perdone. Nunca he sido muy apegado a Anderson pero sé que con el simple perdón de una persona me sería suficiente para no pasarlo tan mal. Para no sentir que me están quitando la piel de poco a poco y la están quemando.
A mitad de la noche, cuando las drogas han dejado de hacer efecto, me siento con la espalda en la puerta del cuarto de Anderson sopesando durante largo tiempo si debo entrar y contarle la verdad, pero al final decido salir del hospital mientras todos están medio dormidos y las luces están apagadas.
No me dirijo a la casa que Katie y yo compartimos, he sacado el revolver de uno de los agentes de paz del hospital y estoy de camino al bosque.
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