The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Jamie D. Niniadis
Viajar a Neopanem constantemente para ver como van las cosas por allí me pone nerviosa. Debería decidirme del todo quedarme aquí o allí pero no puedo, no puedo porque allí están mis hijos y cualquier distancia entre nosotros me mortifica enormemente. Me alegro de estar de vuelta en lo único que he podido llamar casa los últimos dos años. El callejón diagón no es precisamente un lugar donde pueda andar tirando cohetes al aire pero me siento más cómoda que viajando por los distritos en el otro lado del continente sabiendo que alguien quiere mi cabeza solo por no tener la misma ideaología que las personas que viven allí.

Nada mas he pisado inglaterra me he relajado un poco, me he ido al Callejón diagon en busca de alguna tienda donde pudiera quedarme quieta y fingir no existir. Quiero pensar en Seth, en el menor de mis hijos, ese que me desprecia hasta el punto de ser capaz de llamar a los agentes de la paz para que me lleven solo porque detesta que le haya abandonado. Oh merlín, como me gustaría poder explicarle que no le abandoné, que las personas a las que me entregó me obligaron a marcharme y no quería esta vida para él.

Tras lo que me parecen un montón de horas quito las manos de mis ojos y echo un vistazo a lo que en antaño fue la tienda de objetos de Quidditch, un deporte que se perdió en algún momento de la historia pero que tuvo muchos seguidores en el pasado. Me reincorporo poco a poco y tras ésto saco la radio que utilizamos para comunicarnos. - Aquí Tine... Alguien ha visto a Ezio? necesito hablar con él - Varios murmullos a través de la radio me llegan, probablemente mientras le buscan. Al final acaban por decirme que ha salido. - Decidle entonces que me busque en Diagon cuando regrese. Corto y fuera -

Apago la radio y vuelvo a dejarme caer boca-arriba en la barra que antes se utilizaba para atender a las personas. Aquel lugar está lleno de polvo, polvo que yo he removido al introducirme en aquel lugar luego de tanto tiempo. Me gustaría haber conocido éste sitio antes de que entraramos en guerra, seguro que era un lugar maravilloso. Me limito a cerrar los ojos y a escuchar alrededor, los ruidos de los pies de algunos animales que se adueñaron de aquel lugar con el tiempo me llegan, pero ni siquiera me inmuto. Estoy demasiado acostumbrada a la intrusión de criaturas ajenas que ya nada suele inquietarme.
Jamie D. Niniadis
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Reuniones inesperadas ~ Jared A. Tialde IqWaPzg
Invitado
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Tras todo lo que ha pasado con el arresto de una de las personas más importantes para la rebelión, o al menos una de las figuras más heroicas que hemos tenido, estoy completamente cansado e incluso apabullado, pues no puedo más que confiar en la suerte y el destino que rodean ahora mismo al mentor del distrito siete, el cual se ha visto envuelto en uno de los juegos de nuestra querida ministra de seguridad, Stephanie Black. El mero pensamiento de su nombre en mi cabeza me produce taquicardia y ganas de retorcerle el pescuezo en mis sueños. Pero son sólo eso, sueños, y no conseguimos la forma de salvar a la gente de nuestro alrededor, siempre llegamos tarde. Porque si de algo estoy seguro es de que estamos haciendo bien nuestro trabajo, pero no contamos con la rapidez propia del NeoCapitolio y de sus avanzadas técnicas de seguridad, así como su inmenso ejército de agentes de la paz que atemorizan por donde vamos a la población y la somete simplemente por el hecho de dictaminar lo que el presidente quiere: la felicidad entre sus "pueblerinos".

Es por ello que estoy completamente solo. Acabo de llegar de los distritos y ahora me encuentro en Londres, paseando por sus calles que dan incluso pena. De vez en cuando puedo ver a algún que otro mendigo pidiendo y no puedo más que dedicarle una sonrisa lastimera porque ni yo mismo puedo permitirme el lujo de dar limosna, nos es realmente imposible. Camino lentamente sin nadie que me moleste, paseando la vista por todos lados y dándole vueltas en la cabeza a demasiadas cosas. Tantas, que empieza a dolerme y siento la tentación de golpeármela contra la pared para que el dolor remita, pero no lo hago. Tomo aire con dificultad, pues aún tengo las secuelas del poco humo que ingerí durante la batalla campal que se armó en la sala de seguridad del Centro de Entrenamientos.

Salgo de mis ensoñaciones y de mis quejas con un ligero bufido y el pitido del walkie que llevo colgado al cinturón de mis pantalones marrones, los cuáles están un tanto desgastados e incluso sucios, pero no me importa. Hay cosas más importantes de la que preocuparse. Tine me reclama, y digo Tine porque nunca sabes donde puede haber un legeremente que te lea la mente. Tenemos nuestros propios nombres en clave, y aunque a veces parezca más una película para niños que otra cosa, es incluso divertido porque cada uno nos representa a nosotros. Ezio es el mío, pero aún no le he buscado nada que lo relacione conmigo, supongo que fue un capricho de entonces. La suerte que he tenido es de haber venido al mismo sitio que mi amiga de la infancia, esa con la que puedo sentirme completamente seguro y de la cual se todos sus secretos, incluso el que guarda con más ansias y ganas. No estoy muy lejos, así que me pongo rumbo al Callejón Diagon, ese lugar donde antaño todos los magos realizaban sus compras y que, a día de hoy, se ha convertido en un barrio polvoriento y lleno de personas que buscan ganarse la vida como pueden.

Doy un rodeo y llego rápidamente, casi diríamos que he corrido para llegar pues son varias semanas las que llevo sin ver a Tine. Me apoyo contra una de las paredes de las tiendas para tomar aire y levanto la vista, con una mano en mi abdomen, recuperando el aliento. Pisoteo las baldosas del antiguo callejón y busco por las tiendas, una por una, tratando de encontrar esa mata de pelo rojo que suele llevar siempre, a no ser que por seguridad se haya cambiado. Digamos que puede hacer que cambie cuando le venga en gana, algo que realmente envidio pues también me gustaría poder hacer. Para que nadie te reconozca vayas donde vayas.

No tardo en encontrarla y arqueo una sonrisa al verla tumbada en una de las barras. Doy varios golpes en el marco de lo que antes era el lugar donde estaba la puerta, y que ahora sólo tiene varios trozos de astillas y restos de lo que antaño fuera y sonrío - Hola Tine... no me lo digas, no me lo digas, me has echado mucho de menos y no has podido resistirte a ver este cuerpo de nuevo cerca tuyo - ruedo los ojos medio bromista y me acerco a la barra, para darle un leve golpe en la punta de la nariz y apoyarme en ella, sin dejar de mirar a mi amiga pues nunca se sabe cuanto tiempo pasará entre esta y la próxima vez que la vea - Me han dicho que me buscabas - me encojo de hombros, si no estoy mal y la conozco, algo quiere que haga. Y ahí estoy yo para hacerlo, pues aunque ser el líder de la resistencia supone mucho, tener una única persona en quien confiar profundamente y que no forme parte de tu familia, también lo supone. Nadie puede despistarse.
Anonymous
Jamie D. Niniadis
No sé cuanto tiempo pasa antes de que escuche pasos cercanos. Abro uno de mis ojos para mirar hacia la puerta un poco a la defensiva pero cuando reconozco la cara al otro lado del cristal me relajo del todo. Aquella zona no es muy frecuentada por cazadores de rebeldes, sin embargo no puedo evitar sentirme paranoica a veces, después de todo nosotros sobrevivimos día a día como podemos y a veces consiguen capturarnos incluso estando preparados para defendernos. Ellos son más, y también están más armados, nosotros estamos en desventaja.

Me termino por sentar en la barra cuando aparece esbozando media sonrisa. - Sabes que no. Eres como heroína para mi - Le sigo la broma dando un golpe con mi pie en su pierna mientras se acerca, suavemente, y asintiendo a esas palabras. He tenido un momento de relajación, suficiente para haberme deshilado de lo que iba a decirle. - ¿Cómo va lo de Sophia? porque no sabemos absolutamente nada desde que se fueron - La pequeña Sophia es una de las pocas niñas magas que han tenido la oportunidad de crecer en Inglaterra todos y cada uno de los días de su vida. Por desgracia ha acabado en manos equivocadas por un error. Henry aseguró poder encargarse de ello y no desconfío de él pero si de tu temeridad que a veces resulta suicida y absurda.

Además por qué no admitirlo... ese chico me cae bien y no me gustaría que sufriera más de lo necesario.

Me muevo hacia la izquierda para dejarle sitio a mi lado adoptando una postura entre relajada e inquieta al mismo tiempo. - También necesitamos un modo menos peligroso de contactar con Neopanem. No me gusta que vayas tú o que vaya gente por su propia cuenta. Hemos perdido a muchos así - Le doy un golpe con mi dedo en el brazo pegándole luego un empujón pero no bruscamente sino de modo cariñoso. - Ya sé que a muchos les gusta volver a casa para ver a sus familias... - Incluida yo, que me lo permito más de lo que debería. - ¿Pero no te parece que a demasiados se les está olvidando volver?
Jamie D. Niniadis
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Reuniones inesperadas ~ Jared A. Tialde IqWaPzg
Invitado
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Me hago el ofendido cuando me llama heroína y enarco una ceja, no sin darle un golpecito travieso en el trasero, pero estas confianzas no están de más porque de todos es sabido que cualquier que trate de tocar a Jamie se las tiene que ver conmigo antes. ¿Amor? ¡Para nada! Es simplemente un lazo afectivo que se forjó hace años cuando la conocí, y desde entonces la amistad ha permanecido por siempre en nuestros corazones, por muchas separaciones que hayamos tenido que hacer durante tantos años, y por muy poco que nos veamos a lo largo del día. Pueden pasar semanas, meses e incluso años sin vernos, pero lo que no puede pasar es que cuando nos volvemos a ver, la amistad perdure. Porque para mi, la amistad, es algo que está ahí siempre, aunque te lleves eones sin entablar conversación con esa persona. Es una forma de ver quien te es leal y en quién puedes confiar, y Jamie siempre ha estado ahí cuando lo he necesitado, y yo he estado siempre ahí para ella cuando lo ha necesitado. El cariño es mutuo.

Hago una pose divertida de héroe y alzo un brazo, mirándola de reojo para evitar un nuevo golpe que sin embargo llega y me hace reír durante unos minutos antes de volver a prestarle toda la atención que se merece - Papi Ezzio ha llegado, así que no te preocupes - sin embargo no puedo evitar preocuparme, porque acontecimientos recientes requieren que se los cuente, más cuando me pregunta por Sophia y sabiendo que Henry era el encargado de su protección, el que dijo que no pasaría nada mientras él estuviera presente. Pero ahora, presente lo que se dice presente... - Pues espero que la pequeña sepa defenderse por si sola y no decaiga en lo que todos imaginamos... porque Henry ha sido arrestado - no me encojo de hombros, ni lo digo con tranquilidad porque se de los encuentros de ambos, de Jamie con ese chico que tan peligroso me resulta a veces, pero que no obstante es uno de los rebeldes más fieles y que nunca nos ha fallado, al igual que Mills - Otro que ha sido arrestado es Jeremy, ¿recuerdas que te hablé de él? Hizo lo que le dije a Orion que hiciera pero... no he conseguido salvarlo del arresto, de hecho hace unas horas que volví de allí - agacho la cabeza porque si hay algo en el mundo que no permito es que me sobrepasen y no conseguir haber sacado de un gran aprieto, del que seguramente no volvamos a ver con vida, a ese chico.

Resoplo cansado y me dejo caer aún más en la barra. El espíritu alegre que podía haber profesado a mi entrada ha desaparecido completamente. Giro la cabeza en su dirección y niego - ¿Cómo, Tine? ¿Cómo? - pregunto buscando consejo, preguntas sin contestar - ¿Cómo quieres que nos mantengamos en contacto con NeoPanem de otra forma que no sea esta? Nos vigilan, se adelantan a nuestros movimientos, van siempre un paso por delante y si nos comunicamos con algún medio de comunicación... nos pillan - lanzo un bufido y dejo caer mi mano en la barra, dando leves golpes con todos mis dedos, en armonía y uno detrás de otro para "componer" una pequeña canción con el movimiento de ellos y de mis uñas al rozar la madera astiada y llena de suciedad. No recaigo en ello hasta que lo veo, pero no le veo importancia, más sucio y harapiento que un rebelde no puede haber nada en el mundo, por mucho que nos duela. Sus palabras me hacen abrir los ojos. Cierto es que todo el que marcha, casi nunca vuelve. Por unas razones o por otras. O se infiltran, o simplemente son arrestados y ejecutados en el acto, o en la horca, según a Stephanie Black le venga en gana y le apetezca o no dar espectáculo.

- Imposible, no podemos retenerlos aquí y lo sabes. Es inhumano tenerlos apresados en contra de su voluntad. No es lo que queremos - me incorporo un poco y me dejo caer por la barra para apoyar la espalda en ella y terminar por sentarme en el suelo - Y encima creo que hemos perdido a uno de nuestros principales pilares en la intromisión en el gobierno - porque de todos es sabido que las noticias vuelan, y apenas son buenas.
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Jamie D. Niniadis
Ruedo los ojos cuando dice lo de Papi Ezzio añadiéndose cual super héroe dando un pequeño bote por el golpe en el pompis. Le doy un golpe en uno de los brazos para que se esté quieto antes de echarme a reír levemente, porque las cosas tampoco me tienen de ánimo para reír en condiciones. Seth y Silván me tienen con el alma en vilo, y ahora todo lo que está pasando, las intromisiones del gobierno de Neopanem que cada vez son más, me tienen histérica. - No se yo si Sophia estaba lista. Tiene ocho años. Tiene derecho a derrumbarse si quiere - Tampoco es cómo que ella sepa muchas cosas que pueda contarles, además dudo mucho que conseguir información de ella sea el verdadero propósito de su captura. La sola idea de pensar en Henry yendo a por ella me provoca una sensación extraña. ¿Que si estoy preocupada? claro que lo estoy. Henry es mi amigo, es un chico inteligente, ágil, sabe trabajar en situaciones bajo presión y tiene una experiencia en combate alucinante. Además su condición, secreta para muchos, le permite relacionarse con las criaturas mágicas que habitan los alrededores y nos permite hacernos con territorios sin tener que echar mano de las armas. Perderlo me resultaría insoportable, y no solo a mi, a toda la resistencia.

Igualmente evitar que se arriesgue es una tontería. Él vale cien veces más en el campo de batalla que aquí cuidando de los niños, cosa que hace muy a menudo cuando no tiene nada que hacer. La noticia de que haya sido arrestado me toma un poco desprevenida pero no me causa preocupación ninguna. Siempre han querido cogerle, después de todo es un licántropo. Sin embargo hasta ahora siempre ha vuelto con una disculpa en la cara, herido hasta más no poder y uno de sus estúpidos chistes. Cómo lo odio a veces, especialmente cuando sonríe lleno de heridas atroces que harían llorar a cualquiera. - Estará bien. Hablamos de Henry. Pero... - Me acomodo el pelo un poco mientras busco el modo de que ésto no se malinterprete. Entonces recuerdo que hablo con Jared y que sé que él entiende la relación que tengo con Henry. - Si en cuatro días sigue sin volver, debemos ir a por él - Probablemente necesite algo de ayuda y no vamos a negársela.

Lo de Jeremy me cae como un jarro de agua fría. Nunca he tenido la oportunidad de conocerle personalmente pero ha hecho por nosotros bastante más que cualquier otro. Aunque menos que Orion que se juega cada día su vida, sabiendo que está en un lugar rodeado de serpientes donde si descubren que no es una de ellas morirá en el acto. - ¿Y donde le tienen? Podríamos ir a sacarle... pero ya sabes que eso le condenará a vivir aquí - No estoy muy de acuerdo con éste último. Jeremy es un rebelde especial, él no respeta nuestra cusa del mismo modo que el resto de los magos y no lo culpo porque él no es un mago. Sin embargo condenarlo a vivir aquí, en plena tierra mágica, es cómo condenarlo a estar encerrado en casa todo el día. - ¿No hay nada que podamos hacer por él sin que parezca que hemos sido nosotros? - Espero que tenga una respuesta afirmativa para mi. Realmente no quiero condenar a aquel chico a vivir en un lugar donde probablemente ni siquiera se sienta bien.

Suspiro y me encojo de hombros. Me gustaría poder inventar algún modo de comunicación que no suponega tanto peligro y acabo por asentir pasando mi mano por su brazo de arriba a abajo cómo una especie de caricia. - Tienes razón, pero no puedo evitarlo. Además me dan un poco de envidia - Comento eso último cómo un secreto antes de reír. Sé que no hace falta explicarle por qué me dan envidia, porque lo sabe perfectamente. - Tenemos que resolver primero eso de que nos vigilan. Hay que empezar a plantearnos que tal vez haya topos aquí también - La idea me repugna. Confiaba en mis compañeros rebeldes inmensamente, no suficiente, pero si bastante. Una cosa es no confiar cada detalle de mi vida a ellos, y otra muy diferente empezar a plantearme que tal vez no sean tan de fiar como yo creía. - Creo que tengo una idea - Sonrío de esa forma en la que solo me sale cuando estoy a punto de idear uno de esos planes en los que manipulo a más gente de la que debería. Me acerco a él, pongo mis labios en su oído y se lo susurro.
Jamie D. Niniadis
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Invitado
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Niego. Niego. Y vuelvo a negar. ¿He dicho que estoy negando otra vez? Y otra vez a negar. Porque cada cosa que dice no me hace más que tensar más los puños y suspirar. Ni Henry ni Jeremy están en condiciones de escapar, más que nada porque... - Imposible Tine... ambos están retenidos, pero no en una prisión cualquiera - hago una pausa para tomar aire pasándome una mano por la frente, quitando si es que hay, el poco sudor que de repente me ha entrado y las ansias por ayudar y salvar a esas dos personas, pues en parte la culpa de que ambos hayan sido arrestados, es mía - Parece que Stephanie se divierte demasiado, y Nurmengard no es suficiente para ella... - me acerco a Jamie un poco, tratando de medio sonreír y de trasmitirle que lo que menos tengo ahora es ganas de hablar sobre aquello, pero que no queda más remedio si quiere entender por qué no podemos hacer nada por esos dos más que esperar - Están retenidos en la arena. Son parte de estos juegos - doy un nuevo golpe sobre la barra, rompiendo el contacto visual con ella y separándome de la barra, para dar varias vueltas por el local totalmente derruido y lleno de polvo y roña. Doy varios pataleos en la madera que chirría con cada nuevo pisotón y me giro hacia ella - Sólo nos queda esperar y confiar en que a nuestra querida ministra de seguridad - hago una mueca de asco y sarcasmo, mientras se nota la ironía por completo - No le de por matarlos y tenga mejores planes para ellos. Esa sería la nuestra, espero que el chico sepa lo que hace - y cuando digo "el chico" me refiero a su hermano, aunque dudo realmente que pueda hacer algo ni con ella misma.

Me acerco a donde está para no perder el contacto de su mano cuando la pasa por mi brazo trasmitiéndome seguridad y serenidad, muy importante en estos casos más si quiero mostrarme tranquilo y natural a todos los rebeldes, cuyos deseos por hacer algo y sentirse útiles están a flor de piel, así como sus ganas por ver en mi esa figura de líder que a veces veo me queda tan grande... tanto que por eso recurro a mi amiga, es ella la que sabe aconsejarme siempre que lo necesito, siempre que me hace falta unas palabras para aclararme las ideas. Vuelvo a negar, como costumbre - Ya te he dicho, sólo nos queda esperar porque inmiscuirnos en la Arena sería un acto suicida... aunque... - barajo las posibilidades de hacerlo. ¿Por qué no? Ahí fuera hay miles de rebeldes con ganas de ponerse en peligro para tratar de conseguir el propósito que perseguimos, todo visto para que en el futuro las nuevas generaciones gocen de tranquilidad y un buen sistema que les proporcione lo que necesiten con armonía y paz. Pero eso es tan difícil como ensartar una aguja con los ojos cerrados - No se si sería recomendable, ¿te arriesgarías a arriesgar, valga la redundancia, la vida de los de fuera? - suelto esa pregunta, aunque por una parte ya me conozco la respuesta.

No puedo evitar sonreír un tanto apenado, porque en el fondo tiene razón. Soy de los pocos que gozan de poder ir y venir a mi antojo hacia NeoPanem. En realidad todos pueden, nadie los ata aquí, pero no todos se adentran en los dominios de la represión que tan disimuladamente manda el gobierno actual, así que podrían llamarnos héroes. Porque lo más importante no es irte, lo más importante es volver - Cuando quieras viajar, llámame, sabes que siempre puedo acompañarte a ver a tus soles - sonrío amistosamente sacándole la lengua para tratar de cortar esta fina tela que imaginariamente se ha erguido llena de tensión, y poder respirar calmado de que no va a pasar nada. Me acerco a ella cuando me susurra al oído lo que quiere que haga y conforme me cuenta, voy abriendo más y más los ojos, hasta que termino por separarme dando por terminado el secreto de lo que podríamos hacer - ¿Estás segura? - abro la boca para tratar de reprochar algo más pero no me sale, porque es lo que deberíamos de haber hecho antes, lo que debería de haber hecho antes. Me llevo la mano a la oreja arrascandola mientras mantengo la mirada perdida en un punto de la pared de enfrente, cuyas estanterías están completamente destrozadas - Puede ser, puede ser... ¡sí! ¡Me gusta la idea! - casi me abalanzo sobre ella y me fundo en un abrazo completamente cargado de cariño, porque las cosas con Jamie siempre son así - ¡Qué lista es mi Tine! - bromeo haciéndole cosquillas.
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Jamie D. Niniadis
Me siento fatal por cada vez que niega una y otra vez sabiendo que sugerir aquello no fue una buena idea. Ahora entraremos en una de esas conversaciones de por qué deberíamos o no deberíamos hacer algo y sinceramente no quiero hacerlo. Al final acabo enfadándome con él aunque sea solo por un rato y deseando no haber acabado con los rebeldes jamás. Suspiro y cierro los ojos un momento meditando lo que estoy pensando, pero apenas tengo tiempo de ello porque Jared me suelta aquella bomba cómo si tuviera que saberla desde hace meses o no me afectara en absoluto. - ¿LOS JUEGOS? - Levanto la voz demasiado y más que un grito suena cómo diez octavas por encima de mi tono de voz normal.

Siento el impulso de pararme y echar a correr hasta que el mundo se termine y poder caerme por él, pero no puedo hacerlo, no puedo rendirme, si todo fuera tan fácil cómo desaparecer lo habría hecho hace mucho tiempo. Yo soy madre, no puedo irme sin mis hijos, aunque ya haya perdido a uno de ellos. - ¿por qué no me lo habías dicho? - Desquito toda mi rabia con él y le pego un empujón. - ¡Maldita sea Jared! - Hay algo que tengo claro ahora que él ha admitido algo así y es que probablemente Henry no vuelva jamás, jamás hará chistes otra vez sobre sus heridas, ni veré esa sonrisa arrogante que a veces pone para llamarnos a todos idiotas por preocuparnos por él, ni su cabello, ni sus muecas, ni sus miradas, ni tampoco sus halagos.

Me hallo a mi misma más destrozada por su inminente muerte que nunca. Siempre me ha fastidiado el estúpido ex-cazador del capitolio porque es tan volátil como el TNT pero ahora le echo de menos una barbaridad. Supongo que es el efecto que causan los muertos en todas las personas. Las insultamos, las odiamos, las mataríamos, pero cuando están a punto de morir de verdad, repentinamente son buenas personas. - Mierda - Intento calmarme llevándome las manos a las mejillas y respirando varias veces cómo cuando hiperventilas y necesitas de una bolsa de papel buscando el modo de encontrar otra vez el rumbo. - No podemos - Ni siquiera dejo que acabe su frase sobre arriesgar al resto de rebeldes para meternos en la arena. Es una norma no escrita en las guerras: No puedes arriesgar a mil hombres para salvar a uno.

Agarro la camisa de Jared repentinamente cansada y apoyo mi frente contra su hombro cerrando un momento los ojos y permitiéndome un momento de pena por un gran rebelde, dándole por muerto antes de tiempo pero a su vez deseando con toda la fuerza interna que tengo que salga vivo de allí. Sería una burla para el capitolio, una humillación, que alguien a quien ha metido en un sitio para que muera en realidad acabe ganando. - Si gana... me voy a reír un año entero - Sería tan típico de él. Ganar, venir a decirnos que ha ganado y partirse el culo semanas de que el capitolio ha intentado matarle otra vez y no ha podido con él.

Cuando me halaga por mi idea suelto un suspiro a modo de risa. - Ya lo sé. Cómo todas mis ideas - Estoy tan destrozada que a pesar de que quiero hacer una broma y desplegar todo mi ego al respecto me sale más un comentario mundano y normal que uno real. Me relamo los labios, suelto un suspiro muy amplio y me separo de Jared. - Hay que hacerlo pronto, antes de que Henry vuelva - Que esté en aquel sitio me hace descartarlo con total seguridad de los posibles sospechosos e infiltrados; si fuese uno de ellos, no estaría allí. - No me gustaría que se enterara de lo que estamos haciendo y se mosquee por dudar de él - Sería tan típico de él pegarse un rebote tan infantil que casi me hace reír el solo pensarlo.
Jamie D. Niniadis
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Reuniones inesperadas ~ Jared A. Tialde IqWaPzg
Invitado
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Casi doy un bote cuando escucho el grito proveniente de Jamie, que me sobresalta lo suficiente como para hacerme chocar contra una de las repisas que hay sobre mi cabeza y las cuáles se rompen, levantando un poco de polvo, por no decir mucho, y llenándome por completo de suciedad. Toso varias veces, sacudiendo la mano por delante de mi rostro para apartar el polvo y, con la cara recubierta de polvo y una sonrisa divertida - pues es lo que necesita ahora mismo, apoyo para que no se venga abajo tanto como yo pensé en venirme cuando me enteré - para acercarme a ella y suspirar, tratando de decirle algo pero no me salen las palabras, más que nada porque es ella la que toma la iniciativa de reprenderme por no haberle dicho nada antes. Me encojo de hombros y aparto un mechón rojizo de su cara, que se ondula juguetón hacia un lado y vuelve a su posición nuevamente, así que lo dejo por imposible - Si no te lo dije antes era para evitar esto - digo, señalando el estropicio que he causado al escuchar su grito y lo bien guapo que estoy ahora - Pero si, entiendo que te enfades Tine... no obstante, confío en que ambos sabrán salir con vida de allí dentro, no les resultará tan difícil, ¿no? - pregunto arqueando una ceja, en pose de duda y con mi dedo dándole un golpecito en la nariz - Jeremy ya lo hizo una vez, no creo que le resulta tan difícil aunque tenga que matar... - y agacho la cabeza porque, aunque no les queda más remedio, ahora mismo esos dos son más importantes que todos los demás chicos que pueda haber rondando la arena, si es que no ha terminado ya y nosotros no nos hemos dado ni cuenta, como siempre.

Casi caigo hacia atrás del empujón que me ha dado. No es que soy un enclenque, pero cuando Tine se enfada puedo decir con completa seguridad que cualquiera que se le acerque corre peligro. Pero no es un enfado, más bien es rabia y... tristeza, una pena que la asola porque sabe que, en realidad, ese chico - Henry - hace que sus días se vuelvan más alegres en su compañía - Espero por su bien que sobreviva, no me gustaría tener que imitar sus bromas, ¡es imposible! - ruedo los ojos dándole de nuevo un golpe en la nariz, para que luego se permita el lujo de agarrarme por la camisa y se apoye en mi hombro, con la total libertad del mundo. Aprovecho para juguetear con su pelo, trenzándolo y destrenzándolo continuamente, para luego alborotarlo por las puntas y río ante su comentario - Reirás tú y reiremos todos, porque sería muy irónico - ruedo los ojos soplando hacia delante, para apartar el poco polvo que aún pulula por sobre nosotros, tratando de inmiscuirse en nuestras fosas nasales y hacernos estornudar. Mejor dejar pasar todo lo que le he dicho y esperar, no nos queda más que esperar.

Me llevo una mano a la boca en señal de sorpresa y me hago el ofendido - Oh, Tine, me ofendes, ¡yo también tengo buenas ideas! - hago una pataleta de algo que realmente no tiene importancia y luego empiezo a reír sonoramente, casi como para despertar a medio Callejón Diagon. Dejo que se separe y yo guardo las distancias, metiendo las manos en los bolsillos y recorriendo la habitación dando un pequeño paseo acompasado, tranquilo y escuchándola. Alzo una ceja cuando dice que todo tiene que ser antes de que Henry vuelva, quizás aún no esté preparada para verlo de nuevo - Entonces... ¿a qué esperamos? - digo haciendo una reverencia exagerada acercándome a la puerta para irme - Lo mejor será ponerse en marcha, hacerlo cuanto antes. Voy a ir avisando a todos, que corran la noticia. Quizás con un poco de suerte hasta conseguimos ver hasta donde están dispuestos a llegar - concluyo, saliendo por la puerta no sin antes guiñarle un ojo antes de irme. Pero a mitad de camino, sin embargo, me doy media vuelta volviendo a entrar. Me acerco a ella rápidamente y me fundo en un abrazo que llevaba meses queriendo sentir - Te quiero Tine, no hagas locuras. Nos vemos dentro de dos días en el callejón Knocturn - y dicho esto, deposito un leve beso en su mejilla y entonces si que si desaparezco. Completamente.

Me fundo entre las calles del Diagon, pasando desapercibido para muchos y me pongo manos a la obra. Vamos a ver cuantos aún nos siguen siendo leales.
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