The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Linnea S. Nygaard
Linnea Solveig
Nygaard
You can run, but only so far.
I escaped it too, remember how you watched me leave





AN EMPTY BOOK
Poets trip over tongues, language comes to them the way it does to a stutterer, as a problem


A los siete años, Linnea casi murió congelada.

En clase de supervivencia, les habían contado cómo un hombre aguantó una noche entera en el exterior durante el mes más frío de Noruega. Ninguno de sus compañeros creyó la historia, asumiendo que era una leyenda más del norte. Se rieron mientras salían fuera del castillo, perdiéndose en el bosque y jugando a ver quién era el que más aguantaba.

Linnea no hablaba demasiado con ellos. No hablaba demasiado con nadie, en realidad, pero siempre había tenido una curiosidad devota por todo aquello que contaban los libros. Si el hombre había sobrevivido, debía ser porque era posible hacerlo. Todos sus compañeros fueron volviendo al castillo conforme se acercaba la noche. Ella se quedó sola, esperando.

La encontraron la mañana siguiente, con los ojos cerrados, escarcha pegada a sus pestañas y las mejillas azules. Su respiración se había vuelto lenta, casi inexistente

y, aun así, Linnea sobrevivió.

Cree que, después de eso, nunca volvió a sentir la sensación del calor. Sus manos siempre estaban heladas, sus mejillas pálidas y azuladas. Se ganó una fama pésima, pero ella siempre estuvo orgullosa: nadie creía que fuera posible sobrevivir, y ella sobrevivió.

Se empeñó en que podía demostrar todo lo quisiera. Devoró todos los libros de la biblioteca de su padre, aprendió todo lo que los adultos del castillo eran capaz de enseñarle. Armaba planes enrevesados y obligaba a su hermano a llevarlos a cabo mientras, observando desde una distancia prudencial, apuntaba todo en su libreta.

Seguía sin hablar demasiado, pero su madre siempre conseguía que le contara algo. Cada noche, se sentaba con ella en la cama y le pedía una parte de su día; Linnea nunca había sido de compartir, pero obedecía a su petición y le contaba un dato pequeño. Un cálculo que había hecho, un plan que había maquinado, un dato absurdo que había aprendido o una lengua antigua que había despertado su curiosidad.

Cuando nació su hermana Frida, la vida la dejó sin la única persona a la que le importaban sus descubrimientos. Se encerró en sí misma más todavía, en sus clases y en sus libros. Las expresiones de indiferencia que solía lanzar se convirtieron en malas caras, seguidas de contestaciones déspotas. Nadie la entendía; nunca serían capaces de hacerlo. Eran unos incultos llenos de prejuicios y con una mentalidad cerrada.

Conforme crecía, más pequeño se le quedaba el castillo. Los muros se cernían sobre ella, la apretaban entre sus piedras y barrotes. Había libros que ya había leído hasta tres veces y no podía creerse que eso fuera todo, que lo máximo que fuera a conseguir en la vida fuera convertirse en algo parecido a lo que era su padre. Era un potencial malgastado, una cabeza echada a perder. Mientras miraba por la ventana, más allá de los muros del castillo, siempre pensaba en lo mismo: en todas las posibles vidas que podría tener si no estuviera encerrada allí.

Así que, en cuanto la alianza con el resto de países se afianzó, aprovechó la oportunidad para hacer lo único que había querido hacer desde que su madre murió: marcharse. Poner un pie fuera de Durmstrang se sintió como sobrevivir a la noche que, años atrás, había pasado en el exterior. En esa ocasión, sin embargo, no pensaba volver a entrar.



Tiene un talento innato para la planificación meticulosa y el cálculo preciso. Todo el mundo piensa que es precisamente eso lo que la hace ser tan fría y apática, incluso cruel.

Ninguno de los niños de Durmstrang querían jugar con ella de pequeña. Decían que los juegos que se le ocurrían eran aburridos y complicados. Linne nunca llegó a comprenderlo: no entendía qué había de monótono en buscar cuál era la palabra más arrepentida en un libro, honestamente.

Aunque nunca ha sido demasiado cercana con sus hermanos, sí que les tiene cariño. Ni siquiera odia a Frida, no en realidad. Sin embargo, siempre le ha resultado complejo hablar con los seres humanos menores de 18 años. No sabe muy bien cómo tratarlos.

Le resulta bastante tranquilizador tener un hermano mellizo. Ha leído en varias ocasiones sobre el tipo de conexiones que se trazan entre los gemelos y, aunque no termina de tener claro que Leif y ella posean un vínculo de ese calibre, siempre ha agradecido su presencia.

Considera que las personas, por norma general, hablan demasiado aun teniendo tan poco que decir. Ella tiene mucho que decir y, sin embargo, la mayor parte del tiempo decide callarse.




03
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Linnea Solveig Nygaard
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Linnea S. Nygaard
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