No hubo ni siquiera un parpadeo. La luz de todo el estudio se fue tan rápido como la seguridad de Zirconia. Los murmullos se extendieron entre el público en tan sólo segundos mientras que el último tributo,  @Danny H. Buckler , aún seguía en el escenario. Algunos de los presentes, inquietos, comenzaron a abandonar sus asientos a pesar de que los aurores se acercaban en un intento de mantenerlos a todos en su sitio hasta saber dónde estaba el problema. Las comunicaciones, al parecer, también estaban cortadas. Y eso sólo podía significar una cosa…

Algunos aurores creyeron escuchar una voz joven alarmada desde el otro lado de los comunicadores instalados en sus oídos. Entrecortado, su compañero gritaba con cierta desesperación: ¡Vienen por aire! ¡Ya salgan de ahí!

La explosión debió escucharse en todo el centro del Capitolio. El techo sobre el escenario se desplomó en medio de los estallidos de cables, luces y escombros. Danny Buckler había alcanzado a correr hacia las patas del escenario, pero la conductora no tuvo tanta suerte. La mítica @Zirconia A. Chrysalis había quedado sepultada y sin vida debajo de lo que solía ser el motivo principal de su fama.

Los gritos eran ensordecedores. Las figuras que bajaron entre el polvo del hueco del techo lo hicieron con suma velocidad. La energía regresó, pero lo hizo entre parpadeos de luz inestable. La luz de las cámaras titilaron en señal de que la señal era débil pero existente. Cuatro figuras fueron arrastradas entre el humo, el cual se disipó lo suficiente como para reconocer a algunos de ellos.

La ministra  @Evanthia J. L'Engle  y sus dos aurores, desaparecidos desde la investigación en el exterior, fueron lanzados sobre el proscenio junto a un hombre desconocido, cuyo rostro sólo sería familiar para aquellos que habían visitado Castelobruxo.  @Tulio A. Cortés  parecía tan digno como la ministra, pero los otros dos temblaban como hojas. Además de la extrema delgadez y suciedad, no mostraban verdaderos signos de violencia.

Un hombre fornido fue detrás de ellos. Tras el grito de “fueron advertidos”, la luz verde explotó en cámara. Los cuatro prisioneros cayeron por las escaleras del escenario, llegando al suelo sin vida.

Sin varita, ni nada con lo que defenderse, Ada no pudo hacer otra cosa más que seguir las indicaciones que estaban gritando los aurores, sin saber muy bien qué estaba pasando. Sintió el empujón de Elisedd justo al momento de que algo cayera al suelo entre los dos. Si no llegara a ser por eso, se la hubiera llevado mucho antes que la misma arena. Se aferró a su instinto de supervivencia cuando tomó un resto de tubería para defenderse contra una figura encapuchada que iba hacia ella. Le golpeó en las costillas al tiempo que se agachó para evitar que su hechizo le golpeara.

— ¡Vamos, Bev! — No importaba que hasta hace unos segundos yo misma habría querido acabar con todo este circo. Ya estábamos aquí metidas y teníamos que hacer algo para ayudar. Saco la varita, pero antes de bajar hacia el escenario, me apresuro a escribir un par de líneas en el teléfono. No chequeo si hay señal o si se envío, ya nos daremos cuenta luego.

Avanzó, pero ese momento de distracción me cuesta cuando un encantamiento me empuja hacia uno de los asientos.

Se apresuró a conjurar un encantamiento casco-burbuja y se movió con una velocidad que no muchos asociarían a alguien de su edad. Su bastón había quedado olvidado en el castillo, pero su varita estaba lista, no había ido allí con intenciones de observar.

Con cuidado de no arremeter contra uno de los suyos, apuntó contra la primer persona que vió con uniforme. — ¡Bombarda!

Sé que es una pésima idea que Ava me acompañe, pero en mi defensa, me encontraba con ella cuando nos enteramos de lo que estaba teniendo lugar en el Capitolio. Ponerme a discutir sobre si es mejor que se quede con su hijo nos haría perder un tiempo valioso, uno que en la capital parece que no tienen.

Mi gran pregunta cuando nos aparecemos acompañadas de uno de los nuestros se reduce a tratar de resolver cómo narices se las han vuelto a apañar los extranjeros para atravesar las defensas de un país que de por sí ya estaba siendo reforzado en seguridad.

Es un pensamiento que dura poco en mi cabeza al momento de divisar una cabellera morena que reconozco como la de Mimi. Un hechizo la impulsa hacia atrás, lo que me lleva a seguir la dirección del mismo para divisar a su atacante. Ni siquiera me lo pienso cuando apunto hacia él y el sonido que le sigue después es el de mis balas golpeándole el pecho. Consigo hacerme paso hacia la morena justo a tiempo para tirar de su brazo. —¿Estás bien?