I wanna run against the world that's turning, I'd move so fast that I'd outpace the dawn

Regina Weiss, bruja sangre pura, se enamoró perdidamente de Harlan Hayes, un hijo de muggles cuyas ideas sobre muggles le parecieron fascinantes a la joven Weiss. Fue adrenalina pura lo que los llevó a contraer matrimonio unos tres meses después de haberse conocido. Helena no tardó en nacer.

Una unión controvertida, la cual su madre siempre se ha empeñado en ignorar.

Haber conocido a Harlan fue el peor error de su vida, lo admite. No se arrepiente, le hace saber a Helena, a veces. La pelirroja siempre ha sabido que si su madre se hubiese aferrado a los privilegios que su familia tenía al ser sangre pura, ella estaría en el Distrito 01 disfrutando de una educación que no muchos tienen. Aunque tampoco puede quejarse, pues el Distrito 13 le ha otorgado privilegios que no puede negar. Quizá si Harlan Hayes hubiese estado más presente en su vida, la idea de que los magos son superiores no estaría tan aferrada en su mente.

Los Weiss siempre han sido encantadores, astutos, fieles creyentes de que la sangre mágica es superior a cualquiera. No es sorpresa que después del cambio de poder hayan sabido posicionarse bien. Lo que sí fue una sorpresa (y un alivio para el patriarca Weiss, que en paz descanse) fue la desaparición de Harlan tres años después del nacimiento de Bobby Weiss. Regina admite que embarazarse fue un plan para hacer su matrimonio más estable; había notado distanciamiento entre ambos y la sola idea de estar sola, de ser una divorciada le parecía un terrible escándalo. Una jueza del Wizengamot que parecía tenerlo todo; el estatus, el dinero, la profesión, el matrimonio e hijos, pronto pasó a ser peor que una divorciada más. Lo único que Harlan dejó tras de sí fue un oso de peluche para Bobby y un libro muggle para Helena. Regina los quemó antes de que ambos se enteraran.

Eso sentenció todo. Es bien sabido que después de eso, el corazón de la jueza se endureció. Se enfocó a su trabajó y dejó el cuidado de los pequeños Weiss a institutrices que se encargaron de enjugar cada lágrima y limpiar cada raspón de rodilla. Por consiguiente, Helena creció muy bien atendida, si bien solitaria. Se acostumbró tanto a esa soledad, que ver a su madre sólo a altas horas de la noche y muy a menudo cada dos días a la semana se le hacía lo más normal del mundo. No es sorpresa que ella crea que estar sola significa lo misma que ser independiente. Bobby era su único acompañante y a ella no le importó mucho. Eran como uña y mugre, cuando las circunstancias lo permitían.

Helena comprendió desde muy pequeña que las cosas, si tienes magia, siempre son más fáciles. No ha tenido ninguna experiencia que la haga dudar del gobierno de Aminoff. Quizá si se hubiese ido a Leyes, como su madre siempre le decía las escasas veces que la veía, hubiese estado algo más atenta y formarse una idea propia, un ideal original y no heredado de Regina.

En un impulso por contradecir a su madre, algo que nunca en su vida había hecho, decidió optar por Defensa como ciclo avanzado. El amor por la adrenalina es algo que ella comparte con su madre, después de todo. Sin embargo, todo cambió cuando su hermano Bobby se juntó con gente indeseada. Si bien eran unidos, no lo suficiente para que éste le confesara qué hacían él y sus amigos.

Ella nunca se enteró qué fue lo que pasó por la mente de Bobby para meterse en ese tipo de líos cuando a él nunca le había faltado nada. ¿Por qué tenía que joder su vida y de paso la de su única hermana?

Más sola que nunca, ahora el nombre de Helena está manchado y pronto tendrá que mancharse las manos de sangre si quiere vivir para limpiar su reputación.