Los Vaught pensaban que lo tenían bajo control. Los problemas de fertilidad de Rebecca eran conocidos por todos los que la rodeaban, así que Marnie no podría pasar por su hija biológica; sin embargo, los rumores de la adopción no tomaron por sorpresa a nadie, pues todos eran conocedores de lo mucho que el matrimonio ansiaba tener un hijo. Justificaron la rapidez del proceso como pura suerte y, una vez arreglado el problema con los padres biológicos de la pequeña, por fin consiguieron formar una familia.

Nunca supo nada de sus padres más allá de que tomaron la decisión de hacer lo mejor para ella y que su huida al norte era indiscutible. Dejaron al pequeño bebé de ojos cristalinos con la misma familia que les había ayudado a escapar de la corrupción gubernamental y de la horrible persecución que sufrían desde que empezaron a actuar para el bando rebelde.

Sus padres fueron las últimas personas a las que prestaron ayuda y recursos para escapar al norte, el peligro era demasiado y ahora tenían alguien a quien cuidar. Así que se dedicaron a su pequeño negocio, como siempre, esta vez sin cosas raras ni asuntos subyacentes.

En ningún momento le ocultaron la verdad, pero Marnie aprendió pronto que el tema de sus padres biológicos sería tabú durante toda su vida. Y aquello solo lo hacía más atractivo. Se iba a la cama pensando en cómo serían, en qué estarían haciendo, en si su decisión realmente era la mejor para todos. Nunca dudó de ello, hasta el día que los conoció por primera vez.

Vio sus rostros por primera vez en una foto el día siguiente a su ejecución.

Catorce años había soportado su padre antes de traicionar al supuesto amor de su vida, a sus compañeros y a los Vaught suplicando por una oportunidad para volver. Contó a los aurores cómo había conseguido escapar, el papel de la familia en todo e intentó por todo lo posible hacerles comprender que lo único que quería era volver y tener una vida tranquila con su hija. No le sirvió de nada, pues su destino fue el mismo que el del resto.

Los aurores aparecieron en casa a la fuerza pidiendo explicaciones. Explicaciones que se les dieron pero igualmente no sirvieron de nada. La última vez que vio a sus padres adoptivos fue yendo en dirección contraria a la suya mientras la llevaban a su nuevo hogar en el distrito siete con uno de los hermanos de Rebecca, que accedió a cuidar de su sobrina y juró no tener nada que ver con lo que su hermana hacía años atrás.

Su nombre acabó en las urnas ese mismo año y le hicieron creer que debía estar agradecida de no tener que soportar el mismo destino que sus padres. Pero, ¿acaso le quedaba algo más aparte de esperar a que llegara el día en el que su nombre fuera pronunciado delante de esa inmensa multitud?