Birdie lo hubiese tenido todo si no fuera Birdie.

Nació en el NeoPanem de la magia, cuando los hechiceros ya estaban instalados y la pureza de sangre sólo otorgaba status. Sus padres habían luchado contra los Black. Provenían de Irlanda, un sitio abandonado que los llevó a unirse a la rebelión cuando el viejo gobierno atacó Londres. Se instalaron en el Capitolio, consiguieron un empleo y comenzaron a tener hijos. Uno. Dos. Tres…

Su nombre de nacimiento fue Éire, pero no recuerda su apellido porque era muy largo para memorizarlo. Sus padres la dejaron en el orfanato del distrito cinco cuando cumplió la edad suficiente como para demostrar que su incapacidad de hacer magia no era cuestión del crecimiento, sino que jamás podría lograrlo. Se transformó en una de las tantas parias que recorrían el norte sin pertenecer al sistema, pero sin estar del todo fuera de él.

La única persona que deseaba darle de comer a una squib fue una mujer de rostro arrugado y con olor a jerez. La sacó del orfanato sólo para llevarla a un sitio un poco menos acertado para una niña de once años; mientras los pequeños de su edad comenzaban su educación mágica, ella aprendió a contar monedas. Recibía a los hombres y las mujeres en un salón del bajo mundo, les ofrecía bebidas en el tiempo de espera antes de verlos desaparecer en habitaciones oscuras. Al menos, tenía sopa en la mesa y una cama donde dormir, sin importarle demasiado quién había utilizado antes esas sábanas.

Ella misma se bautizó como Birdie Barlowe.
Sacó el apellido del único libro de aventuras que encontró en el burdel.
El nombre le hizo creer que alguna vez alcanzaría a volar lejos.

Conoció a Phoenix Langdon una noche fría en la que un sujeto desagradable intentó contratarla como compañera en lugar de conformarse con una bebida y él se interpuso para sacarla de su aprieto. Sus historias le parecieron lo suficientemente interesantes como para confiar en una persona que había visto mucho más mundo que ella. Comenzó a murmurarle los secretos que escuchaba en el burdel a cambio de algún regalo o dos. Con el tiempo y a pesar de su juventud, comenzó a robar para él, a conseguir información, a trabajar en las calles más oscuras del norte. Es pequeña y rápida, lista y decidida; esto le da una ventaja en un mundo que otros no conocen.

No le interesa la política, pero ha aprendido que debe mantenerse con un perfil bajo si no quiere terminar en uno de esos despreciables juegos. Suele escabullirse del burdel, pasando más tiempo en los escondites de Langdon y sus compañeros que en su miserable dormitorio. Al fin de cuentas, gracias a ellos ha aprendido que no necesita magia para trabajar ciertas áreas. Si sus padres creyeron que sería una carga, ella se encargaría de demostrar que ellos se lo perdían.