El auditorio era un estallo de luces, aplausos, risas y vitores. Se respiraba la emoción entre la audiencia; la ilusión de, un año más, estar celebrando aquella victoria. Era un día de fiesta en el Capitolio: usaban sus mejores galas, visitaban las mejores discotecas y, entre clamores, brindaban por el vencedor. Por eso y por su cometido: los traidores habían pagado por sus delitos.

Un año más, Zirconia se encontraba decepcionada con el ganador. No entendía por qué siempre tenían que ganar los antipáticos, ¡con lo bien que hubiera quedado la chica del trece en el escenario! Todo dulzura, todo ternura. Eli Turner hubiera levantado pasiones, y aquel Pearson hubiera dado una perfecta imagen. En cambio, tenían que conformarse con aquel niño pálido cuya entrevista había pasado completamente desapercibida. Nada que al público pareciera importarle, de todos modos.

—¡Muy buenas noches, NeoPanem! —Los gritos se fundieron, retumbaron en el alto techo del auditorio—. ¡Me llena de dicha estar aquí un año más celebrando esta noche tan especial! ¿Menudos días, eh? ¡Hemos sufrido y llorado tanto! ¿Alguien de aquí no ha estado pegado a sus televisores durante la semana pasada? —Un dedo acusador fue señalando a personas aleatorias del público—. ¿Tú? ¿Quizás tú? —Todos negaron, se rieron, gritaron—. Ah, ¡ya sé que no! ¿Quién podría despegar la mirada de la tele después de los días tan intensos que hemos tenido! ¡Ha sido imposible hacer otra cosa, hasta hice reformas en mi casa para tener el baño más cerca del salón! —Más risas, más voces haciendo eco—. Sin embargo, aunque todos hayamos sido partícipes de esta emocionante edición, solo una persona lo vivió en sus propios huesos. ¡Todos en pie, señores, y demos la bienvenida a Lachlan Dunbar!

No se reconocía en el espejo. Siempre había sido delgado, pero en los últimos días se veía cadavérico. No obstante, los estilistas habían conseguido poner sus mejillas rosadas y sus rizos brillantes. Lo habían enfundado en un traje blanco cuyo saco brillaba gracias al reflejo de las luces. Incluso llevaba algunos anillos plateados que le parecían pesados y ridículos. Una imagen pulcra del Capitolio. Una persona muy diferente al muchacho que había llegado a la cosecha con la camiseta de su banda favorita bajo la camisa. Un juguete cuya vida ya no le pertenecía.

No ansiaba estar ahí, pero sabía que no tenía sentido discutir. Se mantuvo en silencio toda la noche. Resignado, esperó a que su nombre sonara en un auditorio que le resultaba asfixiante. Y cuando entró, entre vítores y aplausos, supo que todo eso era un error. Él no había ganado. No había hecho nada por merecer una corona. Sólo había tenido mala suerte.

Estrechó la mano de Zirconia y apenas emitió una sonrisa forzada. Se sentía torpe y desgarbado en el escenario, como si no fuera su espacio natural — Lamento que haya terminado tan rápido para justificar los arreglos en tu casa — le comentó en cierto tono bromista; en verdad, si hubiesen durado más, el resultado quizá hubiera sido diferente. Le soltó la mano y se acomodó en el asiento. No estaba seguro de lo que debía decir y las luces le estaban fastidiando los ojos.

Sorprendida, Zirconia se llevó la mano al pecho y soltó una carcajada ante su broma. —¡Descuida, así ya tengo la reforma hecha por si volvemos a vivir una edición tan fugaz y emocionante como esta! —A ella le daba bastante pena que hubiera durado tan poco. De hecho, había sido un fastidio total: apenas le había dado tiempo a ir como invitada a programas donde hablaban de lo ocurrido en los juegos.

Se sentó cuando él lo hizo, dando unos pasos cortos hacia atrás hasta caer sobre el sillón. —¿Te sorprendió eso, Lachlan? Que todo fuera tan rápido. —Asintió lentamente, consciente de que había sido algo sorprendente para todos—. Quiero decir… Durante los primeros días de la edición pasada, apenas pasó algo interesante. En esta, por el contrario, los primeros cañonazos podrían considerarse hasta precoces. ¿Cómo se vivió esto en la arena? ¿Se te hizo largo o tan corto como a nosotros?

Movió un poco las cejas. Tenía bien en claro que no podía volver a dar la imagen antipática del pasado. En ese momento sabía que el castigo ya estaba hecho, pero seguir con vida significaba que sus fallas podían reflejarse en otras personas. Todavía tenía una hermana menor que podía terminar siendo seleccionada y eso no le interesaba en lo absoluto. Se conformaría con ser correcto. Mostrarse como un mono de circo tampoco estaba en sus talentos.

Prensó los labios mientras fingía pensar. Intentó ignorar las luces y las miradas puestas en él — Para mí no pasaron menos de cinco días — admitió —. El tiempo en la arena es diferente a cómo se vive fuera. Sabes que el sol se pone y se oculta, pero no tienes idea de lo que está sucediendo. Estás más preocupado por sobrevivir y acaba haciéndose eterno — él era consciente de que no había hecho demasiado. Se había enterado de los detalles a la salida y estaba seguro de que otros merecían el título de vencedor mucho más que él —. Los cañones se sienten como si fueran agujas de reloj. No lo sé. Cuando salí, pensé que habían pasado dos semanas. ¿Eso se entiende o estoy siendo muy rebuscado?

Con la mano en el corazón, Zirconia podría hasta parecer conmocionada. —Se entiende, cariño. Todos sabemos que las cosas se viven diferentes ahí dentro. ¡Para nosotros fue todo emoción y sorpresa! Pero para vosotros tuvo que ser un verdadero castigo. —Lo que tenía sentido, en realidad. Zirconia esbozó una sonrisa pequeña que no se borró de su rostro ni cuando empezó a asentir—. ¡Pero nos alegramos tanto de que ahora estés aquí! Siéndote sincera, no llamaste demasiado mi atención. ¡Ni siquiera te luciste en la prueba de los vigilantes! Sin embargo, verte en la arena fue toda una experiencia. ¡Parecía que hubieras nacido con una ballesta en la mano! ¿No es cierto? —Aplausos y gritos llenaron el auditorio. 

En la pantalla que quedaba tras sus espaldas, se proyectaron varias imágenes del protagonista luchando contra aquel árbol. Pasaron rápido, mezclándose con algún que otro vídeo—. No sabíamos de dónde sacaba tu compañera aquella seguridad de que fueras a resultar vencedor. ¡Pero al final solo podemos darle la razón! Te has ganado con creces estar aquí hoy. —Apretó los labios y aplaudió en su dirección. El público se unió a aquel aplauso—. Hablemos sobre eso: del hoy, del aquí y del ahora. ¿Qué vas a hacer ahora que la vida te ha dado una segunda oportunidad? ¡Estarás muriéndote de ganas por volver a tu vida anterior! ¿Algún plan de futuro, Lachlan?

Nada de lo que Zirconia decía era algo que Lachlan no supiera. Él no tenía perfil de vencedor. No le interesaba la fama ni codearse con el gobierno. No ansiaba el perdón de personas que no respetaba. Apenas se giró cuando la pantalla se llenó de imágenes que le revolvieron el estómago. Apoyó el codo sobre el lateral del asiento y escondió el rostro como si le diera vergüenza. En verdad, solo buscaba no tener que verlo — Supongo que se me da bien, sí — tal vez, tantos años de juegos y simuladores de batalla servían de algo.

La mención de Pippa le hizo bajar la mano. Su expresión se suavizó sin que se diera cuenta — Se le daba bien animar a las personas — dijo simplemente. Ella siempre había creído en él. Le había repetido una y otra vez que regresaría a casa. No podía dejar de pensar que si no se hubiera molestado tanto por su seguridad, Pippa seguiría con vida.

— Terminar la escuela — fue la respuesta más sosa y automática que se le vino a la cabeza. Hizo una mueca y cerró los puños sobre sus rodillas, algo ansioso —. No sé qué haré después de eso. Supongo que seguiré estudiando y tendré una vida normal. Pippa hubiera sido una mejor ganadora. Ella de seguro estaría planificando un concierto benéfico con Tayla Saint antes de que te dieras cuenta — le sonrió a medias —. Lamento la decepción. Yo tampoco pensé que iba a estar aquí. Me había resignado hace mucho tiempo.

No iba a negarlo, tampoco decir en voz alta lo que todo el mundo pensaba: su compañera hubiera sido una ganadora mucho más carismática. Torció el gesto y masticó aquella respuesta tan falta de contenido. —Ah, ¡el concierto de Tayla! Creo recordar que Pippa Hollard dijo que tendrías que ir al concierto de Tayla si ella no estaba. Y tristemente no está, ¡así que me encargaré de que te hagan llegar unas entradas en primera fila! —Las imágenes de la pantalla se desvanecieron y esta volvió a quedar en negro—. No es para nada decepcionante, Lachlan. Una segunda oportunidad significa que tienes derecho a vivir la vida que quieras. ¡Nos basta con que esta experiencia haya servido de aprendizaje!

Todos aplaudieron, incluso se levantaron de sus asientos. —¿Qué es lo que te llevas de estos días? ¿Qué has aprendido? ¿Tal vez lo importante que es el trabajo en el equipo y saber apoyarte en tus compañeros? Vimos que en la arena nunca estuviste solo, ¡y tu relación con Pippa Hollard nos conquistó a todos! Realmente, la alianza que hicisteis los tres no nos decepcionó para nada.

Las cejas de Lachlan se dispararon hacia arriba. A pesar de que le parecía una completa estupidez, prefería hablar de algo tan básico como un concierto que enfocarse en la arena — Mi hermana va a estar encantada — aseguró —. ¿Crees que tenga que ponerme un lazo en la cabeza? Los brillos rosados no van conmigo — pero Pippa le hubiera dicho que no tenía sentido ir a un recital de Tayla sin uno de esos detalles. Incluso tendría dos a juego para poder lucir como era correspondiente. Era lo mínimo que podía hacer.

Los aplausos le hicieron forzar una sonrisa y saludar al público. Estaba seguro de que debía de dar una imagen demasiado patosa. — Fue… — le tomó un momento recuperar el hilo, porque no estaba seguro de lo que quería decir —. No lo sé. Siempre supe que no dejaría a Pippa sola y encontrarme con Lydia fue un alivio. Ojalá hubiéramos tenido más tiempo juntos — aunque ni todas las horas del mundo podían prepararlo para eliminar asuntos pendientes —. Sé que yo no estaría aquí si no fuera por ellas. Que solo gané porque tuve su apoyo y porque confiaron en mí. Me quedo con eso y espero poder hacerle justicia. No voy a malgastar la vida que ellas me dieron.

—¡Por supuesto que sí! Y deberíais llevar también camisetas a conjunto. La experiencia hay que vivirla al completo —espetó—. ¡Te prometo que conseguiré esas entradas para ti y para tu hermana! Lo tienes más que merecido.

Los gritos, aplausos y vítores se transformaron en muecas que denotaban ternura, “ooohs” y “aaahs” que Zirconia imitó. —Estoy segura de que ambas se sienten orgullosas de ti, y no dudamos de que vayas a hacerles justicia a ellas y a todos los que murieron para que tú hoy puedas estar aquí. ¡Confiamos en ti y en la oportunidad que ha supuesto esta victoria! —Se levantó del sillón y la gasa que componía su vestido flotó hasta llegar al suelo—. Mil gracias por estar aquí esta noche, Lachlan. Te deseamos mucha suerte y esperamos volver a verte muy pronto. —Tomó su mano y lo ayudó a levantarse—. ¡Con todos ustedes, Lachlan Dunbar, nuestro segundo vencedor de Los Juegos Mágicos! —El público se llenó de aplausos, de gritos. Se pusieron de pie para animarlo, para clamar su nombre y vitorear.

Las luces estallaron en fogonazos, el ruido se incrementó. Lachlan Dunbar desapareció del escenario dejando en claro que, aunque corrieran tiempos difíciles, ellos podían seguir ganando.