Pippa adoraba que la miraran. Cuando era pequeña, siempre, siempre, siempre aprovechaba cualquier evento u ocasión familiar para juntar a sus primos y preparar una coreografía. Ella siempre elegía la música, el vestuario y, por supuesto, estaba en el lugar central. 

Y sabía que sonaba horrible decirlo, pero la sensación de aquel día había sido algo parecida.

No había tenido opción de elegir la ropa. Un uniforme de entrenamiento colgaba de su figura menuda, pero había cortado el bajo de una cortina rosada para hacerse una cinta con la que adornarse el pelo. Sonrió a Eli y a Lydia antes de irse, saliendo a hacer una representación en soledad. No había niños pequeños a los que mandar, ni su familia estaría frente a ella aplaudiendo.

Pero había elegido la música, y varios ojos y miradas atentas —sus favoritas— se posaron en ella cuando entró, pellizcó con sus dedos el vuelo de un vestido invisible e hizo una referencia. —¡Hola! —Gritó hacia el palco de los vigilantes—. Esta es una representación sobre venganza. A Tayla Saint le rompieron el corazón mil veces y hoy he querido hacerle lo mismo a ellos. ¡Pero es todo ficción! Ningún actor, cantante o estrella adolescente será herida de verdad este día. —Sonrió mientras alzaba el mentón hacia arriba, hizo otra reverencia y se dirigió al estante lleno de armas.

Cogió la ballesta con una seguridad de mentira y se colocó un cinturón de munición sobre las caderas. Varias flechas pasaron a estar preparadas para su uso, dispuestas en una hilera ordenada. Cuando volvió a su posición, las luces se apagaron de golpe, dejando solo un pequeño halo rosado que salía del techo. Los hologramas dieron comienzo; había sido clara a la hora de decir a quién quería representar a base de píxeles y, aunque les habían tachado la zona de los ojos, eran siluetas y rasgos que se podían reconocer fácilmente.

La primera canción dio inicio y el primer holograma, el de la estrella adolescente, apareció entre el escenario ficticio de un club nocturno; se movía de un lado a otro y se paraba a comentar hasta que, finalmente, se sentó en la barra. Pippa preparó el dedo en el gatillo y disparó en su dirección. 

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Sonrió cuando la flecha dio al holograma justo en la zona del corazón. ¿Lo entenderían, no? ¡Rompiéndole el corazón, como ellos habían hecho con Tayla! Era una metáfora. Bastó con que la flecha se clavara en la figura para que una zona roja marcara el lugar; después, en cuestión de segundos, los píxeles se desintegraron a su alrededor, rompiendo no solo la figura, sino también la escena que se había representado.

La canción cambió de una forma algo brusca; ¡y eso que les había pedido que lo hicieran bien! Ya no hablaba sobre lo perfecto que era el chico con el que estaba saliendo, lo bien que fingía que todo estaba correcto cuando todos sabían que no estaba. En vez de eso, una melodía más lenta y calmada dio comienzo; escrita en forma de carta, narraba la historia de cómo un hombre más mayor jugó con ella.

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Siempre le habían caído fatal los músicos. Tan bohemios, tan distantes, con el pelo tan sucio y el aspecto de no haberse duchado en dos semanas. En la representación holográfica lo habían hecho a la perfección: Josh Trayer hasta llevaba una camisa llena de arrugas que se descompuso en distintos píxeles cuando la flecha de Pippa impactó contra su corazón.

El bar ficticio desapareció, también la guitarra y el micrófono de pie que formaba parte de la actuación de Josh. La música volvió a cambiar y comenzaron las notas de una de sus canciones favoritas. Tuvo que morderse la lengua para no empezara cantar. El entorno se convirtió en una alfombra roja de la presentación de una película.

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No le dio demasiada pena atravesarle el pixel-corazón; siempre le habían gustado más los vampiros que los hombres lobo. Eran más guapos. Aprovechó el cambio de música y de escena para limpiarse con el dorso de la mano una gota de sudor que le caía por la frente. —¡Ay! —Gritó cuando se dio cuenta por qué canción iba ya. Su indecisión había hecho que no fuera capaz de decidirse por una; en vez de eso, había optado por dos distintas que se entremezclaban.

En holograma en cuestión era alto y llevaba una vestimenta invernal. Aunque también era un actor reconocido —¡Tayla tenía un tipo!—, había decidido plasmarlo paseando entre un paisaje invernal.

Le disparó en el lado izquierdo del pecho. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? Ella había querido meter una canción que se rumoreaba que había sido escrita para el presidente, pero le había parecido de mal gusto dispararle en el corazón. ¡En fin! Sonrió cuando las luces se encendieron, hizo una reverencia y miró hacia el palco. —¡Gracias! Votad por Lachlan y por Lydia. —Y, después, dejó la ballesta y salió por la puerta.

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Post: 4. CONSEGUIDO. No me estoy creyendo esto.