La amplia extensión de NeoPanem evitaba que el amanecer llegara al mismo tiempo para todos sus habitantes. Sin embargo, la mayoría de ellos poseían la misma sensación amarga en sus palabras. Para algunos, los más adeptos a las leyes del gobierno, lo creían justo y necesario.

El ritual, no obstante, se repitió en cada una de las ciudades. Los distritos centrales sufrieron una pequeña llovizna de verano, pero todo el mundo sabía que eso no era motivo para faltar a la Cosecha.

Las cámaras de televisión rodeaban cada una de las plazas principales. Los aurores rodeaban el perímetro mientras los niños y niñas se acomodaban en hileras divididas por edad y género. La mayoría de ellos vestían ropas presentables, un ejemplo de cómo mostrarse frente al castigo impuesto por un Ministerio justo y responsable sobre las acciones de quienes se atrevieron a desafiarlo.

Todos podían ver las urnas cargadas de papeletas delante de las puertas del Edificio de Justicia. En algunos distritos, especialmente los norteños, estaban más llenas que en otros. No todo el mundo tenía el valor de ser un criminal; siempre estuvo en claro que el precio era demasiado alto.

A las diez en punto de la mañana, un representante del gobierno salió del Edificio de Justicia. Hizo retumbar sus pasos hasta el micrófono colocado entre ambas urnas y, con una sonrisa radiante, les dio la bienvenida.

— ¡Bienvenidos a nuestros segundos Juegos Mágicos! — Exclamó; su voz, proyectada por la magia del micrófono, se extendió por toda la plaza —. Hoy es el día en el cual dos de ustedes demostrarán su valor ante el Ministerio de Magia. Hoy, por sobre todas las cosas, están cumpliendo con su deber al aceptar ser el pago por los horribles crímenes que otros han cometido en su nombre. Hoy demostramos que estamos más cerca del orden, que la paz es posible y lamentamos la pérdida de aquellos que sufrieron de la injusta mano de los represores de la magia. ¡Hoy festejamos que NeoPanem puede ser una nación unida, pacífica y mágica!

El silencio previo al primer anuncio fue sepulcral. Apenas se oían las respiraciones a pesar de la cantidad de almas reunidas en el evento. El representante del Capitolio, sin mostrar ninguna clase de remordimiento, hizo revolotear los dedos sobre las papeletas de su izquierda.

— En primer lugar, las señoritas.

Sus dedos parecieron escandalosos mientras revolvía los papeles. Luego de segundos eternos, se hizo con uno de ellos. Regresó al micrófono, carraspeó un poco y anunció a viva voz:

— La tributo femenina del distrito dos es… ¡Freya Hellbound!

Mis ojos se abren con pesadez al despertar. Me quedo mirando un rato al techo de la habitación que comparto con la hija de Tina. Como todas las mañanas, no hablamos mucho. Nunca logramos crear un vínculo de nada parecido a hermanas, incluso, pareciera que le doy miedo: La he descubierto varias veces mirándome de reojo, o dejando de hablar cuando paso junto a su grupo de amigos en la escuela. Con el hijo de Tina no tengo una relación más profunda, pero me cae mejor. Aprecio que no intente disimular y simplemente me ignore, es cansado, por ejemplo, cuando su padre y su madre se sobre esfuerzan por hacerme sentir incluida cuando ni ellos lo están sintiendo. Aunque bueno, hoy nadie intenta nada, todos saben que es un día pesado en la casa, porque son las cosechas.

Deberían ser las últimas en las que participe, después de esto soy libre porque cumpliré los dieciocho años. Después de esto podré arreglar mis asuntos e irme al distrito uno con Liv y Leni. Y entonces todos podrán estar felices. Claro que lo único que me detiene es Nick, pero en este punto no tengo mucho qué perder si me acerco a hablarle, o si me escabullo un día por la noche para verlo. Después de todo, lo peor que podía pasar, ya pasó.

Me encamino con los dos muchachos a la plaza para las cosechas. Ellos no están en las urnas pero yo sí que lo estoy, así que hago lo propio y me muevo mecánicamente, formándome con las personas de mi edad y escuchando el discurso asqueroso que avientan en nuestra dirección. Siento un revoloteo en el estómago cuando llega el turno de anunciar al tributo femenino. No me inmuto, sé que será alguien más, porque la vida es justa y sabes que tengo que irme al distrito uno. Porque la vida es justa y sabe que tengo que hablar con Nick.

Pero la vida nunca es justa. Y, corrijo, esto es lo peor que podía pasar.

En lugar de abrir la boca anonadada, aprieto el mentón y empiezo a caminar. El miedo se apodera de mí de camino al podium, mi cuerpo comienza a temblar. Trato de no ver a nadie, solo caminar, con la poca dignidad que me queda. Avanzo en lo que parece un camino eterno hasta que me posiciono donde debería. Ahora sí que volteo a ver a Tina y su familia, y por primera vez, sus expresiones no son indiferentes, pero sí de lástima, incluso pensaría que es una combinación de lástima con... ¿Dolor?, ¿Alivio? Nunca lo sabré.

A quien me pesa voltear a ver es a Nick, pero me animo a hacerlo. No puedo evitarlo, se me sale una lágrima. Me prometí que no les regalaría ni una, pero el pesar es más fuerte cuando veo a mi hermano, cuando le trato de decir al mover los labios silenciosamente "Estoy bien".

— Bueno, ya tenemos a nuestra participante femenina — la sonrisa del representante fue amplia y brillante —. ¡Vamos ahora con nuestros caballeros!

Sus pasos le llevaron hacia su derecha. Buscó generar tensión al mover un poco más lento la mano y acabó hundiéndola entre los papeles. Para cuando escogió uno, el silencio se había vuelto a instalar en la plaza.

Regresó al micrófono y estiró la papeleta. Volvió a acercar la boca para que todos pudieran escuchar.

— Y el tributo masculino del distrito dos es… ¡Nick Hale!

Hoy, como el año pasado, Helen se ha encargado de meterme en la ducha contra mi voluntad, ponerme una camisa que es incómoda y además va metida por los pantalones. Hasta me ha escondido el tirachinas! Eso es muy injusto. Si yo no iba a hacer nada, no veía que soy un angelito?

Jo. Pero bueno, Ciel es muy listo y muy buen amigo y antes de salir siento un golpecito en el hocico ante el que me giro para ver mi tirachinas. - Gracias Ciel, eres el mejor. - Asiento al perro como si me hubiese dicho algo y le doy algunas caricitas en la cabeza antes de guardarme el tirachinas y salir corriendo.

Una vez en el sitio ese me despido de Helen y Matt y corro seguido de Ciel hasta la cola de la gente de mi edad. Aquí saben que Ciel es el mejor del mundo a si que él me sigue en todo momento sin hacer ruido. Por que es mucho más listo que todos esos niños antipáticos. Pero bueno, no pasa nada por que yo corro en silencio seguida de Ciel y le hago la zancadilla a un niño que me cae mal antes de llegar a mi sitio donde me agacho a acariciar a Ciel mientras empieza un señor a hablar con un rollo que no me interesa.- Ya se que es un rollo pero no podemos hablar mucho. - Le susurro al perro para que no nos riñan. - Si, luego vamos a ir a comprar chuches, Matt lo prometió y te compraré una. Si de esas que te gustan. - El pelo me responde con un lametazo en la cara y yo sonrío un poco.

Claro que... esa sonrisa se borra cuando escucho un nombre conocido sonar en alto. - No... - Tiene que ser otra Freya, hay muchas Freyas en el distrito, bueno, no se si hay muchas pero seguro que si, por que tiene otro apellido y no puede ser y y... si es ella. Reconocería a mi hermanita, aunque ella no me quiera, en cualquier sitio. - Es ella... - Susurro mirando al perro que gime lastimosamente pegándose a mí. Jo, si es que Ciel era el mejor. Pero... yo no quería perder a Freya, a ella no...

Pero.. tampoco estaba preparado para escuchar como mi nombre salía a continuación. Me quedé allí de piedra, de hecho hasta me abracé a Ciel con fuerza. No quería ir a los juegos, no quería morir, tenía que gastarle muchas bromas al tonto calvo de James y hacer muchas cosas y no quería, no quería. - Y si salimos corriendo Ciel? - Miré al perro con lástima mientras este ladraba y me chupeteaba la cara. Pero aquello no lo arreglaba por que tenía miedo y todos los niños se habían echado a un lado y venían aurores enfadados por todos lados y... jope.

- Ven conmigo por fi. - Me puse en pie sin despegarme del animal que casi parecía ser la única guía que me permitía caminar por que todo mi cuerpo estaba temblando como un flan, me costaba dar cada pasito y además ahí estaba Freya. Yo... ella no me quería y no hablaba conmigo hace mucho y ahora habían dicho nuestros nombres y yo no  entendía por que y solo quería salir corriendo o tirarle piedras a los aurores y salir corriendo. Pero por una vez no era capaz, solo era capaz de seguir caminando pegado a Ciel hasta subir ambos los escalones y quedarnos allí de pie quietos. ¿Por qué nosotros?

— ¡Muy bien, muy bien! — El representante ministerial se encargó de llamar la atención del público una vez más. El espectáculo debía continuar y eso lo tenía bien claro —. ¡Aquí tenemos a los nuevos tributos del distrito dos! ¡Estrechénse la mano, jovencitos! Y que la suerte esté siempre de su parte.

Las cámaras se encargaron de filmar hasta que los tributos fueron guiados dentro del Edificio de Justicia. Las puertas se cerraron detrás de ellos y la Plaza Principal, poco a poco, comenzó a vaciarse. Divididos en dos habitaciones, los tributos tuvieron cinco minutos para despedirse de sus familiares antes de volver a ser reunidos en el vestíbulo.

Para las once de la mañana, un traslador en forma de corona los llevó a todos con una sacudida al Capitolio.

Los tributos, mentores, representantes y guardias se encontraban en el luminoso vestíbulo del Centro de Entrenamientos, cuyas glamorosas paredes con amplios cristales les permitían ver a la multitud de reporteros del otro lado.

Estaba claro que sus vidas estaban a punto de cambiar por completo. Y de acabar, también.