Habiendo sido criado por su madre, una mujer fuerte, trabajadora y dedicada, cualquiera pensaría que Tulio sería un hombre respetable que se guiaba por esos mismos valores. Su madre también hubiera querido eso, pero la juventud de su único hijo fue la única faceta que llegó a conocer y la razón por la que probablemente hubiese partido de este mundo con el pelo tan blanco como la nieve que nunca pudo ver. Incluso su primera muestra de magia le dejó muy en claro que los años que vendrían no serían sencillos: Tulio era metamorfomago, y con un carácter como el suyo y el amor por las travesuras, nadie en Castelobruxo estaba seguro.

Su padre, por otro lado… Bien. Su padre no había sido más que un nombre durante la mayor parte de su infancia, un cuento nocturno que su madre no tenía problemas en recitar cuando no se podía dormir. ¿Conocen la frase “nunca conozcan a sus héroes''? Pues Tulio la aprendió por las malas, cuando un acto de rebeldía en su adolescencia lo llevó a abandonar Castelobruxo para explorar las colonias del sur. Lo único bueno que pudo haberle dado ese hombre fue a su hermana mayor y, en menor medida, las ansias por salir en búsqueda de las cosas que deseaba.

Recurriendo a todo tipo de artimañas, y aprendiendo de la gente y las criaturas que conocía en el camino, Tulio dedicó los primeros años de su adultez a recorrer y explorar las colonias, sus territorios linderos y las zonas más salvajes de Sudamérica. Siempre acompañado de su charango, claro, ese que su madre le enseñó a tocar de pequeño y que en más de una ocasión lo salvó por diversos motivos: animales que disfrutan de la música, personas confiadas que se fiaban de un músico ambulante, y sí, algún que otro porrazo propinado por su confiable instrumento cuando iba pasado de copas.

Hacía amigos allí por donde fuera, y aunque nunca se enamoró ni sintió el deseo de establecerse por completo, una aventura cuando tenía veintidós años le regaló a su pequeña Nina. La madre de su hija es, hasta el día de hoy, una de las mejores amigas que pudo tener, pero están lejos de estar interesados románticamente el uno por el otro y mantienen una perfecta y sana relación de amistad criando una hija en común.

Sus sobrinas en cierta forma también fueron una sorpresa. Nunca había perdido por completo el contacto con su media hermana, pero sus cartas como mucho y eran esporádicas. Aún así, no se pudo negar a su pedido y no dudó en ir a buscarlas cuando le explicó lo que había sucedido y qué es lo que eran.

Tal vez fuera que tener tres niñas más o menos a cargo lo hizo pensar un poco más en su futuro, tal vez fuera que la edad por fin lo hubiese hecho madurar, sea como sea, empezó a tener una actitud más responsable para con la vida y comenzó a brindar sus servicios a la institución que lo había visto crecer. Sorprendentemente, sus años de viajero andante eran algo así como experiencia deseada y antes de darse cuenta había pasado a formar parte del grupo de los exploradores. Viracocha sabría por qué alguien había creído que era buena idea volverlo líder de caza, pero sorprendentemente estaba bastante cómodo en su posición actual.