La infancia de Mimi en sí, no es nada que destaque por sí sola. Con una empresa de desarrollo exitosa, y unas cuantas niñeras a un llamado de distancia, no fue difícil para Roxanne Johnson el criar a su hija en el auge de un gobierno que favorecía a los magos y sus dones mágicos. Ropa, comida, juguetes, cacharros tecnológicos… Salvando por la muerte de su padre cuando tenía tres años de edad, Mimi no conoció la carencia de nada que necesitase, o siquiera se le antojase. Incluso su madre, quien pasaba horas enteras del día en laboratorios o reuniones de negocio se hacía el tiempo necesario para compartir algún momento juntas todos los días.

Su magia se manifestó temprano y asistió al Royal ni bien cumplió con la edad requerida para el ingreso. Hizo unos cuantos amigos allí, pero no tardó en descubrir que los libros no eran lo suyo. No importaba cuánto lo intentase, el sentarse a estudiar le generaba ansiedad y se volvía una persona un tanto irritable y levemente irascible. Tenía ocho cuando le diagnosticaron TDAH, y pese a que detesta ese trastorno, ha aprendido a buscar alternativas que le permitan continuar con su educación.

Uno de los métodos que descubrió, fue recurrir a todo lo audiovisual y, sorpresivamente, descubrió en esa rama su amor por la tecnología. Su madre podía ser una eminencia en experimentos biológicos, pero Mimi encontró su pasión en los aparatos electrónicos. Mientras que pudiese tomar descansos cada treinta o cuarenta minutos, no había cacharro que no pudiese reparar, mejorar o incluso modificar para que funcione a su antojo. Incluso había burlado la seguridad de la empresa familiar sólo para convencer a Roxanne de que la dejase actualizar el sistema.

Tenía gran parte de su futuro diagramado cuando, poco después de cumplir quince años un asistente social llamó a su puerta para comunicarle la peor de las noticias: su madre había fallecido en un accidente de laboratorio y, al no tener ningún familiar que pudiese hacerse responsable de ella, debería ir a un orfanato hasta que se pudiese sortear la situación, o hasta que cumpliese la mayoría de edad.

No era misterio para nadie el que Mimi no iba a durar mucho ahí, y fue sólo un día después del funeral que, obviando el traslador que la iba a llevar al orfanato, escapó hacia su antiguo hogar para recolectar algunas pertenencias olvidadas. Por desgracia, su casa estaba vigilada y tuvo que atacar al oficial con una lapicera para poder entar. Tomando todo el dinero que le fue posible, escapó hacia el Norte, en dónde vive gracias a pequeños trabajos que hace por aquí y por allá (no necesariamente dentro del marco legal); o, cuando la cosa está complicada, roba dinero de la compañía de su madre.

Aprendió a cubrir sus huellas tecnológicas a los pocos meses de haber huido, la habían encontrado y llevado a uno de las casas de acogidas más pobres tras unos de sus pequeños robos. Logró escapar y desde entonces es mucho más cuidadosa con su accionar.

Trabajó como técnica en la Red Neopanem y asistió en la toma de los dos distritos gracias a su conocimiento tecnológico. Actualmente forma parte del consejo y, aunque suele diferir algunas veces en la forma de proceder y en lo que ella considera una parsimonia exesiva, está lejos de querer abandonar su puesto.