I’m not afraid
of anything
at all.
at all.
La primera vez que Daisy cocinó, tenía cinco años y una madre que no se movía de la cama. Su padre no pasaba por casa desde hacía días, y el gobierno de los Black acababa de caer. Cocinó un huevo que encontró en la nevera y se lo comió con algo de pan duro que quedaba, probablemente en mal estado.
Solamente preparó comida para ella. Su madre no se movía de su habitación más que para ir a por las sustancias que la mantenían enajenada constantemente, y tampoco le había demostrado jamás aprecio alguno, así que en la mente de la pequeña no existió siquiera la idea de alimentar también a su progenitora.
Nothing ever
shakes me
nothing makes me cry.
nothing makes me cry.
El hermano mayor de Daisy, con quién se lleva casi diez años, era la única persona mínimamente funcional de esa casa mientras ella crecía. Fue quien eligió el segundo nombre de la muchacha, cuando nació. Aunque siempre iba y venía, lo hacía con la intención de ayudar, igual que su padre, que desaparecía durante periodos de tiempo extensos para volver con algo de dinero con el que comprar comida y lo poco que tenían. Daisy, de pequeña, sentía una mezcla entre admiración y miedo hacia su hermano, que hacía lo que fuera falta para mantener, como podía, a su familia.
El nuevo gobierno de Niniadis era una ventana abierta para una familia como la suya, aunque su madre, muggle, falleció debido a una sobredosis por la poca gestión emocional que hizo de toda la situación. Es una época de su vida que recuerda poco. Tampoco es que quiera recordar mucho.
Pero fue creciendo en una casa vieja en la que cada noche se preparaban pociones, donde el olor de las pócimas reposando lo inundaba todo, donde aprendía cada día algo nuevo sobre ingredientes o utensilios, a veces porque su padre se lo contaba, a veces porque su hermano se lo contaba, a veces porque la curiosidad la arrastraba y terminaba metiendo las narices en asuntos ajenos.
Watch the world
from the sidelines
Had nothing to prove.
Had nothing to prove.
A medida que pasaban los años, Daisy empezó a pedir ser parte de esas actividades familiares. Aunque con su hermano sí que hacía pociones y aprendía mucho, su padre la mantenía al margen de todo, mientras le decía que era una niña, y tendría que estar haciendo cosas de una niña de su edad. El día que, cansada, Daisy le respondió que su hermano a su edad ya hacía tiempo que daba vueltas por el distrito ayudando a la casa, que no era justo, su padre le giró la cara de una bofetada.
Así fue que, con 15 años, Daisy renunció al nombre que le habían puesto sus padres y se quedó con el que había elegido su hermano. Marianne sonaba mucho más cómodo para ella, y para el nuevo camino que tomó. Moverse entre las calles del norte en busca de una forma de subsistir fue complicado en un inicio, pero fue mejorando en ello.
Asumió que era mucho más fácil una vida que se vivía desde los márgenes que una donde intentaba tener un papel protagónico. Aprendía mucho más de la gente observándola de lejos que tratando de entablar conversaciones. Así fue como sus ojos se volvieron astutos y rápidos, y empezó a entender cómo leer entre líneas, interpretar lenguajes corporales y aprovechar juegos psicológicos para salirse con la suya.
Now I know
what it feels like
To wanna go outside.
To wanna go outside.
Marianne, con este nuevo nombre como estandarte, empezó a cansarse, a los meses de deambular sola por el norte, de trabajar limpiando platos o atendiendo barras en locales que se caían a trozos. Con el tiempo había ido conociendo a gente que también subsistía al margen de la sociedad, y vio que su buena mano con las pociones podía servirle de bastante si la sabía vender bien y emplear con cabeza.
Empezó preparando pociones de sanación en la habitación roñosa que estaba logrando alquilar para vivir, y vendiéndolas empezó a conseguir algo más de dinero. Después de las de sanación, llegaron todo tipo de pócimas y sustancias de las que fue aprendiendo. Con eso, llegaron más contactos, y más dinero, y con el tiempo pudo alquilar un apartamento entero. Pequeño, discreto, pero para ella, con una habitación entera dedicada a las pociones.