Se desconocen sus orígenes y nada sobre sus verdaderos padres. Madeline Turner (sangre mestiza) le encontró en la basura durante un frío invierno, y decidió adoptarlo porque creía que era cosa del destino. Había perdido a un bebé poco tiempo atrás, y el hecho de encontrarse uno en la basura era como la señal divina que llevaba pidiendo hace mucho tiempo.

Eli nunca se planteó ser adoptado hasta que entró en la escuela y los chicos empezaron a burlarse de que ni siquiera se pareciera a ninguno de sus padres. Tuvieron esa incómoda conversación cuando cumplió los 6 años y su madre suavizó mucho su historia. Le contó que era hijo de uno de sus amigos, que murieron en la guerra cuando él era un bebé, y él no tenía motivos para pensar que mentían, así que esa fue su realidad el resto de su vida.

Fue feliz, bastante. Tenía una vida sencilla y fácil al principio. Sus padres adoptivos tenían una tienda de ropa que confeccionaban ellos mismos junto a un grupo de empleados que con los años se fue haciendo más grande. Usaban a Eli como modelo de ropa infantil desde el momento en el que había empezado a andar, aunque fueran una empresa pequeña entonces. Se fue haciendo popular con el tiempo, especialmente cuando llegó a su adolescencia y a su apariencia exótica se sumó su personalidad, cargada de carisma y que podía envolver a la gente fácilmente. Ganó mucho dinero a partir de los 15 años y cuando parecía tener una carrera prometedora vendiendo su propia imagen, descubrieron quienes eran sus verdaderos padres.

No fue él, después de todo pensaba que estaban muertos; fue alguien que no le aguantaba. ¿Por envidia? ¿rencor? Ni idea, pero sus padres biológicos estaban vivos. Al menos lo estaban cuando se hizo público poco antes de que fueran ahorcados y quemados en la plaza del capitolio por formar parte del grupo muggle rebelde. Esa situación le salpicó. La sangre llama a la sangre, dicen, y esa es la razón por la que él deberá pagar por los crímenes que cometieron dos personas que nunca conoció pero que le dieron la vida.

Este será el primer año que su nombre estará en las urnas de la cosecha pero se considera un chico con suerte. Solo tendrá que soportar dos años más esa situación y podrá empezar, de nuevo, a pensar en ese futuro que se formó a su alrededor sin apenas darse cuenta.