Great escape lost track of time and space.
Sus padres ganaron los juegos, pero Delilah nunca llegó a conocerlos lo suficiente como para saber si ganaron en algo más.
Aprendió muy temprano que todo lo que consideraba o llamaba “suyo” desaparecía. A su madre la dieron por muerta, su padre fue convertido en esclavo. Su tío Sebastian fue condenado a muerte. El Distrito 14, el único lugar al que pudo considerar su hogar, bombardeado. Sus amigos avanzaron, continuaron con sus vidas, se olvidaron de ella, mientras Delilah se quedaba atrás.
Nunca participó en la toma del distrito nueve, manteniéndose al margen. Casi parecía que aquello fuera una premonición, una señal. Delilah siempre había tenido la poca fuerza mental que le hacía creer en todo tipo de cosas intangibles: las señales, las corazonadas, sus volubles y cambiantes estados de ánimo. Nunca consideró el nueve como su nuevo hogar, sabía que jamás lo haría; que ella no pertenecía ahí, que no duraría demasiado. Y casi como si el universo la hubiera escuchado llorar, mandó aquel ataque.
Y ahí sí que quedó al margen. No culpó a nadie, Delilah nunca solía culpar a nadie que no fuera sí misma. Fue más lenta, más torpe, estaba más cansada y la atraparon. Nadie pudo hacer nada y, de hecho, nadie hizo nada. En el Capitolio poco importó que creyera en señales, que sus padres fueran solo imágenes mentales poco claras o que pareciera que su mente la llevara preparando durante un tiempo para la muerte.
Pensó que iba a morir. Tenía asumido que lo haría, que prefería hacerlo a desvelar cualquier dato sobre los demás, a que la desesperación se le fuera de las manos y la hiciera trastabillar. Nunca estuvo segura de querer agradecer que Benedict Franco cambiara su destino. Ella ya lo tenía asumido. Evitó una ejecución, pero siempre creyó que morir hubiera sido más limpio, más pulcro y más rápido que pasar meses en el mercado de esclavos.
Quería rendirse, pero algo en ella no quiso que lo hiciera. Tal vez sacó las últimas fuerzas que le quedaban, o quizás se dijo a sí misma una mentira barata sacada de las novelas que leía de pequeña, como que en algún momento agradecería no haberse rendido. Que algún día la vida le devolvería lo que le había arrebatado. Huyó sin mirar atrás a un lugar que en el pasado nunca se había sentido como suyo y que sabía que nunca lo sería.
Todo el mundo corrió a ayudarla, a ofrecerle lo que tenían, pero Lilah no quería nada más de ellos. No en ese momento, cuando nada serviría. Fue clara al decidir alejarse, al pedir prestada la cabaña que estaba más lejos de todos. Creyó que había perdido el interés en el mundo. Estaba decepcionada, desanimada, se sentía como si la hubieran partido por la mitad, hubieran desechado una de las partes y a la otra la hubieran obligado a seguir viviendo. Encontró consuelo en la naturaleza, en los colores que le recordaban al que siempre sería su hogar.
Y así, alejada de todos y sin interés en vivir de cara para afuera, comenzó a vivir solo para ella.