And I don't, I don't
I don't wanna live just to die
There is a life in this house
Give me something worth the fight

Siempre creyó que le gustaba que su vida fuera fácil: que su familia se mantuviera unida, que no hubiera problemas a la vista. Una vida fácil era una sin aventuras, pero a él jamás le importó eso. Siempre supo estar en su sitio, alzar la voz cuando debía y callar cuando no era necesario que hablara. Pese a que nació cuando los Black aún gobernaban, los recuerdos de esta época permanecen completamente ocultos, solo reforzados por lo que después leyó en los libros de historia.

Ni siquiera el anuncio y posterior nacimiento de su hermana supuso un problema para él. No cuando pensó que sería mucho más entretenido vivir acompañado, tener a alguien por quien preocuparse y cuidar. Las mejillas sonrosadas y pelo dorado de Lyra no fueron un problema hasta que desapareció, pero eso no fue un problema (el primer problema) hasta más tarde.

Culpa a su padre de su perfeccionismo, de la necesidad de superarse a sí mismo y a los demás. Esta particular característica fue lo que hizo que, desde pequeño, sacara unas calificaciones lo suficientemente reseñables como para empezar a atender al Royal. De todos modos, siempre había creído que pertenecía a ese lugar; no le costó demasiado adaptarse, tampoco encontrar un grupo de amigos lo suficientemente estable.

Su vida seguía siendo fácil y Archer se dejaba llevar por esa corriente de tranquilidad y estabilidad. No recuerda a qué edad le empezó a interesar la política, pero a partir de ahí todo su futuro se fue labrando: participaba en grupos de debate, no se perdía ni una sola rueda de prensa. Prestaba atención a todos los movimientos de Magnar Aminoff, ese que fue clave a la hora de desarrollar su ideología política.

Eligió Defensa como especialidad cuando llegó al ciclo avanzado, todas sus ambiciones puestas en llegar a formar parte del escuadrón de aurores. Se graduó con honores, entrando en cuanto salió del colegio. Creía ver el orgullo en los ojos de sus padres, ese que hacía que inflara el pecho y se sintiera importante.

Siempre supo que la rebeldía no corría por sus venas, llegando a preguntarse si se equivocaba al pensar que tampoco lo hacía por las de Lyra. Se acababa de graduar cuando su hermana se marchó sin dejar rastro. Sin despedirse. Sin una nota, sin palabras de despedida ni explicaciones.

A pesar del agrio recuerdo de su relación con su hermana, cree que no le guarda rencor. No del todo, al menos: no de ese que se acerca más al odio y se aleja del resentimiento. Confía en que lo hizo mal, en que esa no es la forma de tomar decisiones: de manera apresurada, sin avisar ni dejar un rastro tras su marcha. O tras su huida. Pasó mucho tiempo pensando en ello; quiso entenderlo, comprender por qué se había marchado. No lo consiguió, a día de hoy sigue sin hacerlo.

Pero avanzó; siguió con su vida, consiguió trabajar de lo que siempre había esperado. Se mudó a un ático decente con su propio dente, logró seguir construyendo una vida fácil. Y lo hizo incluso aunque las preguntas seguían inundando la cabeza, aunque las incógnitas se repitiera y, de vez en cuando, se preguntaba:

¿dónde va la gente que no quiere tener una vida fácil?
Y, sobre todo, ¿por qué lo hacen?