Sentía que se había tragado un montón de hormigas bañadas en limón. Samuel odiaba ser examinado. Le pasaba en la escuela, en las clases de educación física y en los eventos sociales. La ansiedad podía con él hasta tal punto que nunca podía dejar de mover las piernas. Se había frotado las manos contra las rodillas desde el momento en el cual tomaron asiento y rogó, en verdad, que nadie se diera cuenta de lo mucho que estaba sudando. No le dijo nada a Paige, quizá porque temía gemir de angustia si abría la boca.

No sabía muy bien qué iba a hacer, pero tenía algunas opciones. Le habían dicho que enseñe lo que tenía para mostrar, así que había meditado bastante con la almohada. Ponerse a llorar no estaba en su lista, hablar de videojuegos tampoco. Dudaba mucho que a los vigilantes les importase saber los trucos para pasar de nivel en el último lanzamiento de Dark Ages.

Ser los últimos era una tortura. Vio como la chica del doce se metía en la sala y tragó algo de saliva. A decir verdad, tardaron un rato en llamarlo. Se levantó de su asiento con un salto y miró a Paige — Buena suerte — murmuró. Dejarla sola se sentía horrible, o quizá era cosa de que no quería entrar.

Puso un pie en la sala de entrenamientos cuando unos elfos se estaban llevando un blanco pintarrajeado a toda velocidad y lo reemplazaban con uno nuevo. Sam no alcanzó a ver qué decía, pero sí notó las flechas. Se encogió de hombros. Miró a los vigilantes y apretó los puños. No se presentó por el simple hecho de que ellos ya sabían quien era. Saludó con un movimiento de la cabeza y fue directo a la mesa de hierbas.

Bien, su madre le había enseñado todo sobre el uso de plantas y venenos. Suponía que era el lado bueno de vivir con una botánica que amaba las pociones. Samuel se hizo con una lanza ligera, la apoyó sobre la mesa y se puso uno de los guantes que había para poder manejar los materiales sin ensuciarse. Tuvo mucho cuidado al seleccionar un puñado de estramonio, el cual lanzó en un pequeño bol de madera. Fue más cauteloso al sumar un poco de acónito común. Tomó el picador y aplastó la mezcla hasta volverlo una pasta.

Contaminar la punta de la lanza le tomó pocos minutos. No se detuvo hasta creer que estaba cubierta por completo. La pasta podía lucirse incluso a la distancia. Se quitó los guantes, aferró su arma y caminó hasta la zona de tiro.

Estaba seguro que podía hacerlo. La verdad es que nadie podría sobrevivir un golpe de su pequeña creación sin la medicina adecuada.

Trató de ponerse en una posición cómoda para lanzar. Brazo firme y ojos al frente.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

0/100
Dado: Fallo.

La lanza golpeó contra el costado del blanco y cayó al suelo con un estruendo que le dio demasiada vergüenza. No había sido un mal tiro, estaba seguro que habría derrumbado a una persona si hubiera dado en el blanco.

Intentó no mostrarse tan tímido cuando corrió hacia delante para volver a tomar la lanza. No quería hacer el ridículo y tenía intenciones de que le presten atención, de modo que regresó a la zona de tiro con la cabeza en alto. Trató de relajarse, ignorar los latidos pesados de su corazón. Solo querían un espectáculo.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

22/100
Dado: 11 x 2 = 22

La lanza golpeó una de las zonas bajas de la silueta que formaban el blanco. Se clavó con precisión, lo que hizo que Sam sintiera un poco de calma. No estaba tan mal, pero podía estar mejor. No conseguiría muchos puntos si se conformaba con tan poco.

Caminó con rapidez, tomó el extremo de la lanza y la sacó de un fuerte tirón. Regresó al punto de lanzamiento, colocó el peso en las puntas de sus pies y rebotó un poco. Si se sentía activo, quizá le funcionaba mejor. Frunció los labios, entornó la mirada y apuntó.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

33/100
Dado: 11 + 0 = 11

El siguiente tiro se clavó en la curva del hombro del blanco. Sam estaba seguro que eso le dolería a cualquier persona que recibiera el golpe. Lo había visto en pantalla varias veces y solía ser un buen modo de derrumbar enemigos virtuales. Claro que en la arena sería todo muy diferente, pero ese era otro tema.

Dio un trote rápido para recuperar la lanza. Chequeó que el veneno siguiera en el extremo, la hizo girar entre sus dedos y se colocó para un nuevo lanzamiento.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

33/100
Dado: Fallo.

Fue un tiro tan ridículo que hasta él mismo supo que ni valía la pena mencionarlo. Recolectó la lanza del suelo, volvió a la mesa sin mirar a los vigilantes y colocó un poco más de veneno sobre la lanza. Tras dejar los guantes en su sitio, volvió con la decisión de que lo haría mejor. No iba a irse de ahí sin un tiro decente. Necesitaba uno que hiciera olvidar a los vigilantes que era un muchacho flaco y larguirucho por el cual casi nadie apostaría.

Tragó saliva, se posicionó y buscó enfocarse.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

33/100
Dado: Fallo.

La lanza golpeó con fuerza en la zona blanca y desocupada de su objetivo. Sam gruñó entre dientes y cerró los puños con fuerza. Quizá debería haber mostrado un par de ballestazos, pero no era momento de cambiar su demostración. Se negaba a parecer que se había dado por vencido. ¿No era su tenacidad una de sus mejores virtudes?

Recuperó la lanza y la movió de mano en mano, girándola. Trató de sentir la flexibilidad entre sus dedos y la comodidad de sus muñecas. Le habían dicho que debía sentirla una extensión de su brazo y no un adorno.

Clavó los pies con firmeza. Se enfocó en el blanco. No se iría de ahí sin un buen lanzamiento.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

60.5/100
Dado: 11 x 2.5 = 27.5

La lanza golpeó el cuello de la silueta. Se clavó con tanta fuerza que Sam pudo escuchar el impacto seco. El muchacho se enderezó con una expresión sorprendida, pero no incrédula. No había manera que alguien pudiera sobrevivir a un golpe como ese.

Necesitaba demostrar que no había sido solo un golpe de suerte. Sam trotó para recuperar su arma, regresó al punto de lanzamiento y se colocó en posición. Trató de rebotar un poco en su lugar. Le habían dicho que siempre se muestre alerta, que nunca baje la mirada. Era delgado y veloz, así que necesitaba seguir esos consejos si pensaba conseguir algo como eso.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

82.5/100
Dado: 11 x 2 = 22

Otro golpe certero. La lanza chocó contra el pecho del blanco y tembló un poco gracias al impacto. Sam no pudo hacer otra cosa que sonreír. Se acercó y tuvo que apoyar el pie en el blanco para poder jalar mejor y recuperar el arma.

No había eliminado la sonrisa cuando regresó a su posición. Notaba el calor en sus mejillas y una pequeña gota de sudor bajo su flequillo. Se apartó el pelo de los ojos. Un golpe así una vez más y habría demostrado que no era tan inútil como podía verse.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

82.5/100
Dado: fallo.

El golpe volvió a dar fuera del blanco. Sam dejó caer los hombros con pesadez y suspiró. No podía dejarlo ahí, no cuando estaba claro que podía dar mucho más. Además no lo estaban echando, así que lo vio como otra oportunidad.

Revisó la lanza en cuanto la tuvo de nuevo en las manos. El líquido continuaba ahí, brillante y pegajoso. No era tan estúpido como para tocarlo a mano pelada, así que no se molestó en ponerle más. Movió un poco la muñeca. Sacudió primero una pierna y después otra.

Sentía el cuerpo caliente, incluso cuando no hubiera nadie con quien pelear. Trató de olvidar la mirada de los vigilantes. Solo tenía un objetivo.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

82.5/100
Dado: Fallo.

Bajó el brazo en cuanto se dio cuenta de que sería un pésimo tiro: tenía la mano mal colocada y su torso se había ido muy para adelante.

Tuvo que acomodarse una vez más. Infló el pecho, tomó aire y lo largó muy lentamente. Cerró los ojos y trató de concentrarse. Ya lo había conseguido, podía hacerlo de nuevo.

Prueba con Destreza.
Arma escogida: Lanza envenenada.

82.5/100
Dado: Fallo.