Un squib yace arrodillado en Azkaban, suplicando clemencia por sus actos, lleva un año encerrado y no soporta el dolor que los dementores le causan cada día, sus ojos hinchados de tanto llorar son incapaces de distinguir la poca luz que ingresa por su nueva celda, llena de moho y humedad, acaba de ser trasladado a la sección final de máxima seguridad, donde solo se encuentran los prisioneros de alto riesgo o aquellos que como él se encontrarían con su destino, el beso del dementor.

Hugh es consciente de lo que le espera e intenta desesperadamente escapar, pero sus débiles manos no son capaces de destruir las sólidas paredes de la prisión y su escasez de magia no le brinda la ayuda que necesita, así que solo atina a golpearse contra las paredes una y otra vez, hasta caer rendido al suelo, aceptando su futuro.

-Si tuviera mi varita te ayudaría a terminar con tu desdicha-

Le dijo una mujer de cabello rubio platinado que yacía al frente de su celda, su largo cabello brillaba ante el reflejo de la luna y ocultaba gran parte de su rostro, por lo que Hugh no pudo reconocerla, este se abalanzó contra los barrotes de su celda para verla de cerca, el squib que había estado apartado de los otros prisioneros por su naturaleza, por fin tenía la oportunidad de hablar con alguien.

-¿Quién eres tú?-

Sollozó entrecortado el hombre y vio como la mujer se acercaba hacía el, ahora podía ver su rostro y las puntas azules de su desaliñado cabello.

-Soy la respuesta que estabas buscando...-.