— Colin, ¿Cuánto apuestas a que te gano un duelo, y con los ojos cerrados? —

Liriel y Colin eran muy jóvenes cuando llegaron a Neopanem, tenían apenas catorce años. El resto de la vida se la habían pasado en Europa, donde crecieron abrazando la magia que poseían, y en el caso de Liriel, los libros que poseía. Estuvieron en el distrito once, su hogar de origen, hasta que pasado un tiempo, cuando los magos se alzaron, Liriel decidió seguir a su mellizo, Colin, hacia el corazón de Neopanem: El Capitolio.  

Ahí optó por seguir el camino de su hermano mayor, Riorden. No sabe si fue por querer ser como él o no, quizá por tener aptitudes suficientes con el manejo de varita, pero lo siguió, volviéndose cazadora. Gusto que le duró apenas unos años hasta que se dio cuenta que definitivamente eso no era lo suyo, pues cada vez que regresaba a casa, regresaba a leer a morir y a estar frente a un ordenador, incluso mezclando magia y tecnología para hacer sus propios proyectos personales.

— ¡Lara, déjame hacer la tarea en paz!, ¿No ves que tengo que ganarle a esa chica que se llama Circe? —

Decidió dejar el área de defensa y entrar a estudiar. Era ligeramente más grande que los demás, pero no le importó, encontró amigos, rivalidades, alianzas, todo dentro de un salón de lo que se considera "cerebritos", hasta que terminó como científica. Siempre le fue bien en los estudios, era muy aplicada, así que no tuvo problemas en hacerse su camino mezclando magia y programación, incluso un poco de mecánica, dentro de los pasillos del ministerio de magia.

— ¡¿Cómo que Colin se fue?! —

Eventualmente decidió mudarse al distrito trece, donde tiene actualmente un departamento nada modesto. Dio clases como profesora de medio tiempo en la academia de mecánica del distro seis, hasta que su adorado hermano mellizo, decidió irse a otro bando. Entonces enfocó toda su energía en el ministerio, trabajando en protocolos de defensa, armamento, hasta que se hartó y decidió continuar con su camino programando e investigando, e incluso con una plaza de clases de medio tiempo de nuevo, esta vez en el Colegio Prince, como profesora de encantamientos.

Cuando anunciaron lo de los juegos mágicos se quedó en shock, sabía que recibiría uno de los bien hablados castigos, pensó que sería vigilante, por su empleo, pero su sorpresa fue que tendría que ser mentora, y nada más y nada menos que del distrito once, donde se vio obligada a regresar, después de años de no tocar suelo ahí.