La verdad es que Anya Durst recuerda muy poco de sus padres, Jared y Norah. Ambos muggles, ambos muertos hace ya unos años tras asesinar a los magos que les habían comprado como esclavos. Anya nació en el mercado de esclavos y a muy temprana edad, a los cuatro años, mostró que había magia en ella. La pequeña no entendía en qué había de malo en hacer que el señor que pegaba a sus padres saliera disparado hacia el techo, pero se lo tuvieron que llevar a rastras y a ella se la llevaron del mercado.

De sus padres recuerda lo que hay guardado en un cuaderno que le llevó una trabajadora social tras la ejecución de Jared y Norah. Había fotos de una familia aparentemente feliz en una granja en las afueras. Algunas fotos de Anya de bebé que a día de hoy todavía se pregunta cómo consiguieron. Y fotos de lo que fue un matrimonio feliz que terminó antes de tiempo.

El orfanato no es un sitio que le encante. Vamos a dejarlo claro, a nadie le gusta un orfanato, y menos en el Distrito 11. La familia de Anya era del 11, ella supone que por eso la llevaron allí, pero sigue siendo un lugar de mala muerte. Aunque es su lugar de mala muerte, y claramente algo de cariño le tiene. Desde que tuvo la edad acude al colegio Prince, pero no tiene claro qué especialización quiere coger ni a qué se quiere dedicar. Lo único que sabe es que no quiere que sea nada relacionado con la magia.

Definitivamente no tiene una buena relación con nada mágico. Fue la culpa de que sus padres murieran y ella se criara en un edificio que da escalofríos, así que siempre que puede evita usarla, aunque algunas cosas se le hagan más difíciles de lo que serían con magia. A parte de eso, cree que crecerá en el orfanato y, cuando sea mayor de edad, se irá y buscará algún lugar en el que trabajar para pagarse un techo bajo el que dormir. No cree que nadie vaya a adoptarla nunca, ya es mayor. Y tampoco tiene grandes esperanzas en la vida.