Konstantine se crió dentro de un mundo en el cual las apariencias eran casi tan importantes como el respirar. Para ser justos con la familia Romanov, en los tiempos en los cuales se asentaron en el distrito dos, aún corrían los juegos mágicos, los Black estaban a la cabeza del poder y las personas como ellos, brujos de sangre europea, no eran vistos con buenos ojos dentro de una sociedad clasista. Tenían dinero, claro está, producto de una herencia familiar que había corrido por años y que les ayudó a mantener la farsa de familia perfectamente normal, reconocidos por sus eventos sociales, la organización de galas benéficas y los buenos contactos con los altos cargos del Capitolio. Fue una infancia pulcra, lejos de los escándalos políticos de la época y con la influencia de dos padres de modales correctos que siempre mantuvieron al niño y a su hermana menor lejos del foco de los problemas. Sí, bueno, digamos que fueron años sin eventos que valgan la pena remarcar.

Como el hijo mayor de un banquero y una estilista, Konstantine tuvo una adolescencia en la cual empezó a darse cuenta de cómo se encontraba organizado el mundo que lo rodeaba y empezó a cuestionar, de puertas para adentro, por qué las personas como él debían de tolerar el ser masacrados en televisión por simple capricho. Durante sus años como estudiante de secundaria, dos compañeros de curso murieron dentro de la arena y él hubiera corrido el mismo destino, si no fuera porque cuando su nombre sonó en las papeletas, un muchacho mayor se ofreció como voluntario para llevarle honor al distrito. Ventajas de ser del dos, supuso. Se limpió el sudor y siguió su vida, ni siquiera vio los juegos en esa ocasión. Está claro que el muchacho no ganó, pero no buscó sentirse miserable por ello. Si vamos al caso, no había sido su culpa.

Conoció a Ingrid Helmuth en uno de los eventos familiares en los cuales tan bien se lucía y, a pesar de su juventud, no tardaron mucho tiempo en casarse; después de todo, ambos sabían que el otro era lo que se necesitaba para mantener su perfecto estatus. Kostya se sumió en el estudio de ciencias políticas y sociología, decidido a hacer una carrera que lo mantuviera dentro de la comodidad de su círculo social y, en medio de su carrera, fue padre por primera vez. Jamás diría que la paternidad se le daba bien; era joven, ciertamente atractivo y buscaba centrarse en conseguir un título doble, por lo que no disfrutó de los primeros años de Alexa y, si vamos a ponernos crudos, de seguro su actitud no ayudó a su matrimonio. Ingrid no tardaría en marcharse tras una aventura y limpiar los platos rotos de la pareja no fue sencillo. Como resultado, si podemos decirlo así, nació Luka.

Le dio tiempo a terminar sus estudios e inició su trabajo como profesor universitario, remontando una vida que parecía de cartón. En esas épocas fue cuando cayó el gobierno de los Black y se vio envuelto en el extraño panorama de que su familia no debería esconderse, por lo que se volcó en un trabajo como empleado del ministerio, hasta acabar entre los altos cargos del banco nacional. Tuvo una tercera hija, Katerina, a quien le pudo prestar un poco más de atención que a sus hermanos durante su infancia, hasta que empezó con su campaña política para ser nombrado alcalde del distrito dos. Ganó el título a los cuarenta años y se ha mantenido en el mismo desde entonces.