En vida, se muere más de una vez. Georgia renació como una mujer distinta en cada una de estas pequeñas muertes, se reinventó a sí misma, tuvo como consigna no volver sobre sus pasos y nunca arrepentirse de las decisiones. Cada uno de los pasados que dejó atrás los ignora diciendo que los olvidó, no habla de estos y no hace más que volver por las noches, al tratar de conciliar el sueño con una conciencia que la castiga con insomnio.

Cuando nació, ella y su familia dijeron ser muggles, se ajustaron a una cotidianeidad en que no se mencionaba la magia. En esta primera vida fue y actúo como una muggle, un engaño que supo mantener por varias décadas. La única verdad que contaba de su misma era su afición a escribir, pero su tendencia a la depresión le impedía concentrarse en lo que quería escribir. Se casó con un hombre que la apoyó, manteniéndola para que pudiera abocarse a lo que ella decía que era su vocación, pero en los años de frustración que vinieron después, la casa se llenó de bollos de papel y niños que exigían su atención. Seguía prefiriendo el encierro en el hogar para no tener que enfrentar a la realidad de afuera.

Sufrió su matrimonio hasta que acabó con la muerte de su esposo, sintió alivio más que pesar. Mismo sentimiento que experimentó cuando sus hijos adultos se apartaron de ella, que apenas si pasaba los cuarenta. No sintió responsabilidad alguna sobre esa vida pasada, así que guardó lo indispensable para marcharse y se mudó a varios distritos de donde vivía. Mintió sobre su nombre un par de veces, también de lo que sabía hacer. Pasó por varios trabajos, dio lástima a un par de personas con pesares que no le pertenecían a cambio de unos privilegios baratos. A cada uno de los hombres que tuvo y la mantuvieron les hizo creer que los amaba. Uno de estos hombres fue un chispazo de suerte, que tuvo que atrapar fuertemente en su mano, limpiar su pasado una vez más y ordenar las verdades de su vida: que era viuda, que tenía hijos mayores que habían hecho sus propias vidas, que no tenía un oficio, pero sabía un poco de todos.

El final del gobierno de los Black la encontró casada con este hombre, cuyo periódico se escribía y se edita para simpatizar con estos. Pero la lealtad también viró como una vuelta de página. Para esos años era conocida entre sus amistades como Georgia, el apellido tomado de su marido, orgullosamente bruja cuando pudo decirlo. Pese a su simpatía real con los Niniadis, se mantuvo en un plano secundario en que seguía ejerciendo de esposa con palabras medidas y un comportamiento mesurado en el que se abstenía de dar opiniones, su influencia en el trabajo de su marido era sutil, no fue hasta la muerte de éste hace unos cinco años que al heredar sus bienes, pudo tener en sus dedos todos esos hilos que fue forjando con los años para tener el control sobre su propia red.