Wilhelm no recuerda mucho de sus primeros años de vida, sus memorias de niño, esas cargadas de risas y noches de juegos en el nueve, se ven siempre manchadas de rojo y acompañadas de un calor abrasador. No recuerda demasiado del accidente que acabó con la vida de su madre y, en consecuencia, más tarde con la de su padre. Según sus tíos la culpa la había tenido su propia hermana y durante años creció creyendo que la magia era algo malo que había terminado por acabar con su familia. Tardó años en darse cuenta que él también tenía sangre mágica, y para cuando lo hizo, su miedo fue tan grande que trató de ocultarlo a toda costa. No lo logró, ese mismo miedo llevó a que por accidente hiciera levitar casi todos los objetos de la sala cuando lo encontraron con un jarrón roto en la mano, y desde ahí nada fue lo mismo.

Sus tíos no llegaron a ser tiranos castigadores, pero el cambio en el trato que tenían para con él fue evidente, y donde antes se encontraba siendo un niño mimado, luego terminó por volverse una especie de sirviente glorificado. Para cuando su primo nació, su trabajo dentro de la casa era hacer de niñero veinticuatro siete, y sin importar quien tuviese la culpa de cualquier cosa, era él a quien siempre castigaban.

Se mudó a los dieciocho años con un buen amigo que había hecho en el colegio. Sus padres también eran brujos así que supieron entender su situación, dándole todas las herramientas que le fueron negadas durante la última década. Se interesó por la psicología gracias a la profesión de la madre de esa familia, y para cuando el cambio de gobierno se produjo, ya era licenciado y estaba cursando algunas materias de psiquiatría. Costó un poco el adaptarse al cambio, pero el rubro de la psicomagia surgió con rapidez, y luego de un par de especializaciones pudo consagrarse como uno de los primeros psicomagos de Neopanem.

Supo estar casado en algún momento, pero no habla mucho de su mujer y se dedica por completo a sus consultorios. Tiene dos, uno en el capitolio en donde trabaja cuatro días a la semana, y otro en el nueve, en donde atiende pacientes de identidades cuestionables.

Se mudó al distrito ocho poco después de que el nueve fuese tomado por los rebeldes y entró a trabajar al ministerio como inefable.