Lexa fue desde siempre, una niña inquieta y ¿por qué no decirlo? pícara. Tenía que serlo para sobrevivir a lo estricta que podía llegar a ser su madre o a lo cerrado que en ocasiones encontraba a su padre, no le gustaba ser ignorada y solía montarse sus pequeños dramas desde que pudo aprender a llorar por propia cuenta. La llegada de Luka no hizo nada para mitigar su carácter y pese a que trataba de ser una hermana ejemplar, simplemente tenía demasiada energía dentro de ella como para contenerse.

Fuera de los pequeños escándalos que podía generar, su infancia en el dos no tuvo nada fuera de lo común, ni siquiera su magia ya que Luka fue el primero en manifestarla. Para su mala suerte, o buena dependiendo de cómo se viera, no fue hasta el cambio de gobierno que descartaron el hecho de que fuese una squib y para ese entonces ella misma se consideraba una señorita pese a tener tan solo nueve años de edad.

Entró en una de las primeras camadas de alumnos cuando se abrió el Royal, y si bien no destacó en los estudios, sí fue una buena pocionista y una mucho mejor deportista. Disfrutaba mucho de las actividades al aire libre y como su madre en algún momento le supo contar, casí que se decidió seguir por el camino del deporte y la educación física.

No sabe muy bien qué es lo que le hizo cambiar de opinión, tal vez fue el querer probarse a sí misma, tal vez la enfermedad de su madre; pero en el momento en el que le tocó elegir especialidad, se decidió por seguridad en lugar de educación. Un movimiento idiota si se consideraba que luego no podría cambiar de opinión, pero no fue así ya que terminó encontrando un verdadero amor por la profesión.