OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Siempre he querido cumplir dieciocho años. Desde que era niño he pensado que hay algo en ese número que te grita en toda la cara que la infancia se ha quedado atrás, quizá porque cuando los magos no estaban al mando esta era la edad en la cual dejabas de ser un crío. O quizá porque puedo decir que estoy cada vez más cerca de la veintena, vaya a saber. Lo que importa ahora es que ha amanecido un dieciséis de octubre diciéndome que estoy vivo y que, de alguna manera, he conseguido alcanzar ese número tan soñado. Y por extraño que parezca, es la primera vez en mi vida que no tengo entusiasmo alguno por celebrar mi cumpleaños.
La culpa se la echo directamente a todo lo que ha estado pasando en los últimos meses y, por sobre todas las cosas, a la ausencia de un puñado de personas que siempre estuvo ahí para mí y que hoy, para variar, me faltan. No sé qué ha sido de Delilah, Ava y Ben siguen bajo el mandato de Magnar Aminoff y me siento demasiado hipócrita con tal solo pensar en montar una fiesta, así que opto por no hacer absolutamente nada más que mi tarea. Sé que es domingo y debería estar aprovechando del día libre, pero resulta que ir a la escuela no es tan entretenido como creía que sería. No sé si es porque también lo ando hilando con el trabajo pero, tragándome el orgullo, tengo que admitir que los deberes se me han apilado de tal manera que no tengo idea de cómo voy a terminarlos. Hay algunas materias de la especialización en Hechicería que me hacen creer que quizá no he sido jamás tan buen mago como creía, aunque tengo que admitir que se me dan muy bien los encantamientos, al menos en la práctica. El resto… mejor ni lo mencionemos. Tal vez sea la desmotivación la que hace que acepte sin chistar el extraño llamado de Holly en algún punto temprano de la tarde. No tenemos la amistad más estrecha, pero su promesa de una sorpresa de cumpleaños me obliga a no chistar cuando está claro que si alguien se ha molestado en preparar algo, lo mínimo que puedo hacer es asistir.
Así es como, sin darle ni un solo aviso a los adultos para que no me pongan pegas, acabo apareciéndome en el distrito doce, bastante cerca del mercado negro que me sirve como referencia para no terminar vaya a saber dónde sin una oreja, que por mucho que me queje de ellas no quiero perderlas en el camino. Antes de salir del callejón que he utilizado como pista de aterrizaje me transformo en perro, de modo que andar por las calles del distrito con total impunidad es pan comido. Mantengo el rabo en alto hasta alejarme de la zona céntrica de un sitio que, a mis ojos, se ve cada vez más en la miseria hasta que, con sumo cuidado, me cuelo por una de las vallas rotas de los límites con el bosque. ¿Por qué demonios decidieron reunirse aquí, de todos modos? ¿Debería dudar de Holly? No, en lo absoluto. Ha demostrado en más de una ocasión que es de fiar. ¿Y si la atraparon y la obligaron a hacer esto para zafarse del castigo? No, ya, estoy siendo paranoico.
Llegar al claro indicado no es muy difícil, pero lo tupido de los árboles y el silencio me hace sospechar aún más que esto no es normal; si mis amigos quisieran hacer una fiesta, puesto apostar a que el bosque estaría en llamas. Es el sonido de una rama partiéndose a la mitad lo que me obliga a dar un salto patético sobre mis cuatro patas y me giro enseñando los dientes, hasta que puedo reconocer a la figura que se aparece delante de mis ojos. El corazón me da un vuelco tan grande que me transformo en humano sin siquiera darme cuenta.
En mi último cumpleaños, Ava vio la parte más lamentable de mí mismo y poco después me la quitaron, así como así, el día en el cual creí haber ganado todo. No obstante, la figura que tengo delante de mí parece ser real, no un espejismo causado por la desesperación. Mis ojos son cautelosos y hasta doy un paso hacia atrás, pero no aparto la mirada. Hay un cosquilleo interno que reconozco como emoción y me cuesta encontrar la voz. Balbuceo antes de ser capaz de formular dos palabras — ¿Era verdad? — no quiero sonar a que la estoy acusando — Que Holly había conseguido que te hackeen el rastreador… ¿Eres…? — puedo notar como, poco a poco, me voy desarmando hasta el punto en el cual el labio inferior acabar por temblar — ¿Eres tú? — solo tengo que asegurarme de ello, porque no sé qué ha sucedido con ella en todo este tiempo. Y, aún así, me atrevo a avanzar al menos unos pasos.
La culpa se la echo directamente a todo lo que ha estado pasando en los últimos meses y, por sobre todas las cosas, a la ausencia de un puñado de personas que siempre estuvo ahí para mí y que hoy, para variar, me faltan. No sé qué ha sido de Delilah, Ava y Ben siguen bajo el mandato de Magnar Aminoff y me siento demasiado hipócrita con tal solo pensar en montar una fiesta, así que opto por no hacer absolutamente nada más que mi tarea. Sé que es domingo y debería estar aprovechando del día libre, pero resulta que ir a la escuela no es tan entretenido como creía que sería. No sé si es porque también lo ando hilando con el trabajo pero, tragándome el orgullo, tengo que admitir que los deberes se me han apilado de tal manera que no tengo idea de cómo voy a terminarlos. Hay algunas materias de la especialización en Hechicería que me hacen creer que quizá no he sido jamás tan buen mago como creía, aunque tengo que admitir que se me dan muy bien los encantamientos, al menos en la práctica. El resto… mejor ni lo mencionemos. Tal vez sea la desmotivación la que hace que acepte sin chistar el extraño llamado de Holly en algún punto temprano de la tarde. No tenemos la amistad más estrecha, pero su promesa de una sorpresa de cumpleaños me obliga a no chistar cuando está claro que si alguien se ha molestado en preparar algo, lo mínimo que puedo hacer es asistir.
Así es como, sin darle ni un solo aviso a los adultos para que no me pongan pegas, acabo apareciéndome en el distrito doce, bastante cerca del mercado negro que me sirve como referencia para no terminar vaya a saber dónde sin una oreja, que por mucho que me queje de ellas no quiero perderlas en el camino. Antes de salir del callejón que he utilizado como pista de aterrizaje me transformo en perro, de modo que andar por las calles del distrito con total impunidad es pan comido. Mantengo el rabo en alto hasta alejarme de la zona céntrica de un sitio que, a mis ojos, se ve cada vez más en la miseria hasta que, con sumo cuidado, me cuelo por una de las vallas rotas de los límites con el bosque. ¿Por qué demonios decidieron reunirse aquí, de todos modos? ¿Debería dudar de Holly? No, en lo absoluto. Ha demostrado en más de una ocasión que es de fiar. ¿Y si la atraparon y la obligaron a hacer esto para zafarse del castigo? No, ya, estoy siendo paranoico.
Llegar al claro indicado no es muy difícil, pero lo tupido de los árboles y el silencio me hace sospechar aún más que esto no es normal; si mis amigos quisieran hacer una fiesta, puesto apostar a que el bosque estaría en llamas. Es el sonido de una rama partiéndose a la mitad lo que me obliga a dar un salto patético sobre mis cuatro patas y me giro enseñando los dientes, hasta que puedo reconocer a la figura que se aparece delante de mis ojos. El corazón me da un vuelco tan grande que me transformo en humano sin siquiera darme cuenta.
En mi último cumpleaños, Ava vio la parte más lamentable de mí mismo y poco después me la quitaron, así como así, el día en el cual creí haber ganado todo. No obstante, la figura que tengo delante de mí parece ser real, no un espejismo causado por la desesperación. Mis ojos son cautelosos y hasta doy un paso hacia atrás, pero no aparto la mirada. Hay un cosquilleo interno que reconozco como emoción y me cuesta encontrar la voz. Balbuceo antes de ser capaz de formular dos palabras — ¿Era verdad? — no quiero sonar a que la estoy acusando — Que Holly había conseguido que te hackeen el rastreador… ¿Eres…? — puedo notar como, poco a poco, me voy desarmando hasta el punto en el cual el labio inferior acabar por temblar — ¿Eres tú? — solo tengo que asegurarme de ello, porque no sé qué ha sucedido con ella en todo este tiempo. Y, aún así, me atrevo a avanzar al menos unos pasos.
Han pasado semanas desde que Jenna consiguió hackear el dispositivo de rastreo que llevo en la muñeca y, aún así, desde entonces no he puesto un pie fuera del departamento a menos que no fuera en los horarios en los que correspondía que estuviese fuera. No era cuestión de temor o de cobardía, sino de esa cautela que había sido tan desconocida para mí por años, y que ahora parecía regir todas y cada una de mis acciones. Además, con el relativo interés que Rebecca había encontrado en mis quiebres y fortalezas, y esos entrenamientos que a veces se sacaba de la galera… pues si en dos meses no había instaurado un patrón y jamás me llamaba en un fin de semana, pues podía darme el lujo de asumir que no lo haría justo en esta fecha. No había forma de que supiera la fecha de cumpleaños de Ken, y mucho menos le había dado razones para sospechar de mis movimientos.
No me puedo dar el crédito, fue Holly la que tuvo la idea y, como la santa que es también fue la encargada de ayudarme a planear y ejecutar todo. Le debía margaritas para la próxima, o una barra entera de tragos si se le antojaba porque es gracias a ella que puedo pisar un bosque nuevamente. O cualquier lugar que no tuviera asfalto y cuatro paredes rodeándome. Diablos… extrañaba esto. No podía decir que me sentía libre, no cuando tenía el corazón palpitándome a mil y un horario limitado por el riesgo mismo que suponía lo que estaba haciendo. Pero se sentía excelente. Incluso aunque el aire mismo tuviese otro tipo de viciosidad, estar en el doce me recordaba a las excursiones que realizábamos estando en el catorce, a esos momentos en los que la adrenalina era completamente diferente y donde la inocencia predominaba. No sabría lo mucho que extrañaría todo en aquel entonces, pero al menos podía rescatar las buenas memorias en el ahora.
Lo admitía, había olvidado como se veía Ken en su forma animaga, pero aún así su descuido al convertirse con tanta rapidez me impresiona a la vez que me dan ganas de regañorlo por lo abrupto de su transformación. No lo hago, en cambio me quedo pasmada en mi lugar, sin moverme en lo absoluto en lo que lo examino de pies a cabeza. ¿Cómo es que el niño que había dejado hace casi un año se había convertido en… bueno, el hombre que tengo en frente? O tal vez estoy siendo una tonta emotiva, pero estoy segura que está más alto, más grande, más… no sé. — Por todos los cielos, ¿vas a hacer que empiece a contar historias estúpidas para validar mi identidad? porque tengo muchas, desde tu crush con Delilah, tus caídas de caballo, la primera vez que te cambió la voz, o incluso cosas que no deberías haber escuchado en torres perdidas. — no espero hasta que acepta o no el que sea real y soy yo la que se lanza a abrazarlo, colgándome de sus hombros y estrujándolo con toda la fuerza que soy capaz de dar en un abrazo. — Feliz cumpleaños Kendrick. ¿Me extrañaste? — y sí, puede que esté llorando, ¡pero vamos! estaba completamente justificado.
No me puedo dar el crédito, fue Holly la que tuvo la idea y, como la santa que es también fue la encargada de ayudarme a planear y ejecutar todo. Le debía margaritas para la próxima, o una barra entera de tragos si se le antojaba porque es gracias a ella que puedo pisar un bosque nuevamente. O cualquier lugar que no tuviera asfalto y cuatro paredes rodeándome. Diablos… extrañaba esto. No podía decir que me sentía libre, no cuando tenía el corazón palpitándome a mil y un horario limitado por el riesgo mismo que suponía lo que estaba haciendo. Pero se sentía excelente. Incluso aunque el aire mismo tuviese otro tipo de viciosidad, estar en el doce me recordaba a las excursiones que realizábamos estando en el catorce, a esos momentos en los que la adrenalina era completamente diferente y donde la inocencia predominaba. No sabría lo mucho que extrañaría todo en aquel entonces, pero al menos podía rescatar las buenas memorias en el ahora.
Lo admitía, había olvidado como se veía Ken en su forma animaga, pero aún así su descuido al convertirse con tanta rapidez me impresiona a la vez que me dan ganas de regañorlo por lo abrupto de su transformación. No lo hago, en cambio me quedo pasmada en mi lugar, sin moverme en lo absoluto en lo que lo examino de pies a cabeza. ¿Cómo es que el niño que había dejado hace casi un año se había convertido en… bueno, el hombre que tengo en frente? O tal vez estoy siendo una tonta emotiva, pero estoy segura que está más alto, más grande, más… no sé. — Por todos los cielos, ¿vas a hacer que empiece a contar historias estúpidas para validar mi identidad? porque tengo muchas, desde tu crush con Delilah, tus caídas de caballo, la primera vez que te cambió la voz, o incluso cosas que no deberías haber escuchado en torres perdidas. — no espero hasta que acepta o no el que sea real y soy yo la que se lanza a abrazarlo, colgándome de sus hombros y estrujándolo con toda la fuerza que soy capaz de dar en un abrazo. — Feliz cumpleaños Kendrick. ¿Me extrañaste? — y sí, puede que esté llorando, ¡pero vamos! estaba completamente justificado.
No sé qué es lo que me arrebata una risa estrangulada desde el fondo de la garganta. ¿Es culpa de la cantidad de recuerdos que suelta con total impunidad o es porque utiliza las palabras justas como para provocar que mi pecho se infle, posiblemente a causa de la manera en la cual mi corazón parece estar a punto de estallar? Hay pocas personas en el mundo que me conozcan como Ava Ballard me conoce e incluso aún menos cantidad que signifiquen un momento de alivio en medio de lo que parece ser la época más extraña y controversial de toda mi vida — La voz sigue sin cambiar tanto como me gustaría… — es lo único que alcanzo a murmurar antes de ver como su cuerpo, bastante más pequeño que el mío, se abalanza contra mí con tanto ímpetu que no puedo negar lo que ya es obvio. Es ella, está aquí conmigo y no hay ningún tirano capaz de quitármela de encima, porque no se lo permitiría a absolutamente a nadie.
Ni me molesto en medir mi fuerza cuando la estrecho entre mis brazos y escondo el rostro entre su cabello, ese que de alguna manera sigue oliendo al distrito catorce cuando han pasado ya algunos años desde la última vez que tuvimos un pie en aquel lugar. Cierro los ojos y soy consciente de cómo es que sonrío tanto que me duelen las mejillas, me obligo a no romperme en llanto cuando en realidad la frase “feliz cumpleaños” jamás había sido tan cierta. Meneo la cabeza y el movimiento hace que roce mi nariz contra su hombro, allí donde presiono los labios de forma cariñosa y tan fraternal que estoy seguro de que cuando abra los párpados estaremos en la sala de la casa de Arleth, allí donde me han dicho que en realidad nací y que podría recorrer a ciegas.
Las palabras se me amontonan contra los labios, son tantas que opto por dejarlas en mi interior en lo que me aparto para poder mirarla mejor incluso sin soltarla del todo. Uso solo una mano para tomar su rostro, ese que busco reconocer como en los viejos tiempos hasta que vuelvo a reír, sin poder contenerme — Lo lamento… — sueno lloroso en lo que me paso el dorso de la mano primero por la nariz y después por uno de mis ojos — Es que no pensé que… Sabía que estabas a salvo pero aún así creía que no iba a volverte a ver — creo que sueno un poco crudo pero no puedo ser otra cosa que honesto — ¿Cómo…? ¿No te ha seguido nadie? — a pesar de que quiero brindarle toda mi confianza, es imposible el evitar echar una mirada alrededor, en especial por encima de su hombro — Es que… Ava… ¡Puedo llevarte a casa! Si nos aparecemos… Nadie podrá tocarte nunca más — quizá estoy apresurándome pero la manera que tengo de sujetar sus manos con las mías deja en evidencia que no pienso dejarla ir. No otra vez.
Ni me molesto en medir mi fuerza cuando la estrecho entre mis brazos y escondo el rostro entre su cabello, ese que de alguna manera sigue oliendo al distrito catorce cuando han pasado ya algunos años desde la última vez que tuvimos un pie en aquel lugar. Cierro los ojos y soy consciente de cómo es que sonrío tanto que me duelen las mejillas, me obligo a no romperme en llanto cuando en realidad la frase “feliz cumpleaños” jamás había sido tan cierta. Meneo la cabeza y el movimiento hace que roce mi nariz contra su hombro, allí donde presiono los labios de forma cariñosa y tan fraternal que estoy seguro de que cuando abra los párpados estaremos en la sala de la casa de Arleth, allí donde me han dicho que en realidad nací y que podría recorrer a ciegas.
Las palabras se me amontonan contra los labios, son tantas que opto por dejarlas en mi interior en lo que me aparto para poder mirarla mejor incluso sin soltarla del todo. Uso solo una mano para tomar su rostro, ese que busco reconocer como en los viejos tiempos hasta que vuelvo a reír, sin poder contenerme — Lo lamento… — sueno lloroso en lo que me paso el dorso de la mano primero por la nariz y después por uno de mis ojos — Es que no pensé que… Sabía que estabas a salvo pero aún así creía que no iba a volverte a ver — creo que sueno un poco crudo pero no puedo ser otra cosa que honesto — ¿Cómo…? ¿No te ha seguido nadie? — a pesar de que quiero brindarle toda mi confianza, es imposible el evitar echar una mirada alrededor, en especial por encima de su hombro — Es que… Ava… ¡Puedo llevarte a casa! Si nos aparecemos… Nadie podrá tocarte nunca más — quizá estoy apresurándome pero la manera que tengo de sujetar sus manos con las mías deja en evidencia que no pienso dejarla ir. No otra vez.
Niego con la cabeza de un lado a otro cuando, al aflojar un poco nuestro abrazo, lo primero que hace es disculparse. Considerando que estoy viva en parte gracias a él, no hay nada que pueda hacer que me haga lamentar ningún tipo de situación. Apoyo mi húmeda mejilla contra la mano que toma mi rostro e imito el gesto al examinar sus facciones. En serio que ha crecido mucho, demasiado… ¿cómo es que no estuve para verlo? un año entero es lo que me he perdido de su vida y se siente en sí mismo como una eternidad — Cuanta fé… — suelto una risita que no es ni burlona ni sarcástica, simplemente me encuentro feliz de verlo y ni siquiera su paranoia puede quitarme eso. — Nop, nadie. La mayoría ni sabe que me fui. — ni siquiera Ben sabía que hoy era la fecha que había elegido para estrenar mi nueva y relativa libertad, pero había sido una precaución que habíamos definido en caso de que las cosas ssalieran mal. El podría asegurar que no tenía idea de dónde me hallaba y no estaría mintiendo jamás. Holly era la única que sabía, pero no había forma alguna de vincularnos y a ella la necesitaba para poder movilizarme y pasar desapercibida.
Aprieto sus manos en retribución a su agarre cuando su efusividad lo hace soltar una propuesta que se siente más que tentadora, pero cuando esta vez niego con la cabeza el sentimiento es un poco más amargo. — Sabes que no… así no funcionan las cosas — suelto sus manos para abrazarme una vez más a su figura, con una fuerza mucho más relajada pero con el mismo sentimiento de no querer soltarlo — Me encantaría, sabes que una parte de mí quiere decirte que sí y rogarte que lo hagas… Pero no puedo hacerlo, no puedo dejar a Ben solo para enfrentar las consecuencias que, a fin de cuenta, siguen siendo solo culpa mía. — él ya había hecho demasiado al entregarse a cambio de mi vida ¿de verdad Ken creía que podía abadonarlo a su suerte? no lo haría.
— Además… ¿que nadie me toque jamás? — me río cuando suelto el apriete pese a que mis manos siguen entrelazadas detrás de su cintura. — ¿Dónde planeas encerrarme para que eso no suceda? Es eso o has conseguido un campo de fuerza del que no me enteré, porque no hay forma alguna en la que estando de nuevo con ustedes no vuelva a mandarme al frente a pelear. Me conoces mejor que eso. — Ese concepto extraño de seguridad que da el conocimiento de estar seguros… También sabía que era relativo si me basaba en el ataque que sabía que habían sufrido. — ¿Cómo están después del virus? No sabes lo bien que se siente poder ver que estás entero y tan… alto. Demonios, ya no podré decirte enano ¿no? ¿Cómo…? ¡No sé! Hay tanto que quiero preguntarte y al mismo tiempo… ¿Es cierto lo de Cale y Soph? ¿Están vivos? — no es que que fuésemos a desconfiar de Holly. Pero no es lo mismo saberlo por ella que tener la confirmación de los labios de Ken.
Aprieto sus manos en retribución a su agarre cuando su efusividad lo hace soltar una propuesta que se siente más que tentadora, pero cuando esta vez niego con la cabeza el sentimiento es un poco más amargo. — Sabes que no… así no funcionan las cosas — suelto sus manos para abrazarme una vez más a su figura, con una fuerza mucho más relajada pero con el mismo sentimiento de no querer soltarlo — Me encantaría, sabes que una parte de mí quiere decirte que sí y rogarte que lo hagas… Pero no puedo hacerlo, no puedo dejar a Ben solo para enfrentar las consecuencias que, a fin de cuenta, siguen siendo solo culpa mía. — él ya había hecho demasiado al entregarse a cambio de mi vida ¿de verdad Ken creía que podía abadonarlo a su suerte? no lo haría.
— Además… ¿que nadie me toque jamás? — me río cuando suelto el apriete pese a que mis manos siguen entrelazadas detrás de su cintura. — ¿Dónde planeas encerrarme para que eso no suceda? Es eso o has conseguido un campo de fuerza del que no me enteré, porque no hay forma alguna en la que estando de nuevo con ustedes no vuelva a mandarme al frente a pelear. Me conoces mejor que eso. — Ese concepto extraño de seguridad que da el conocimiento de estar seguros… También sabía que era relativo si me basaba en el ataque que sabía que habían sufrido. — ¿Cómo están después del virus? No sabes lo bien que se siente poder ver que estás entero y tan… alto. Demonios, ya no podré decirte enano ¿no? ¿Cómo…? ¡No sé! Hay tanto que quiero preguntarte y al mismo tiempo… ¿Es cierto lo de Cale y Soph? ¿Están vivos? — no es que que fuésemos a desconfiar de Holly. Pero no es lo mismo saberlo por ella que tener la confirmación de los labios de Ken.
Sí, sé que así no funcionan las cosas, nunca nada es tan simple como he creído toda la vida. En algún punto de un pasado demasiado lejano, solía creer que todos mis problemas serían solucionados con tan solo irme lejos. Lo triste es que sí me he marchado de casa y nada resultó ser como siempre lo había soñado — Lo sé — es lo único que puedo contestar. Prenso mis labios en una sonrisa amarga y mis pulgares se toman la libertad de acariciar sus nudillos — ¿Él está bien? Espero que no lo hayas odiado demasiado cuando se ofreció como intercambio para salvarte la vida, fue lo único que se nos ocurrió y eso que intentamos barajar varias opciones. Ninguna parecía segura y dejarte atrás es claro que ni siquiera figuraba en la lista — pueden decir muchas cosas sobre nosotros, pero no me gusta creer que seamos personas que dejen a los suyos atrás. Cuando estuve en prisión ellos tampoco se detuvieron, así que es lo mínimo que puedo hacer.
Me encuentro abrazado una vez más y eso provoca que coloque las manos a los lados de su cintura, me permito el reír entre dientes en lo que el vaivén de mi cabeza delata que me doy por vencido frente a una justificación que no puedo refutar — Cierto… Tienes esa manía. ¿Cómo esperan que no sea tan suicida cuando he crecido contigo como uno de mis ejemplos más cercanos? — que nos han llamado inconscientes al menos una docena de veces desde que tengo memoria y la mayoría ha sido en los últimos años. Parpadeo frente a la sorpresa de que estuviera al tanto de todo, aunque la expresión pasmada se me borra un instante al volver a reír — Me como todos los vegetales — bromeo — Vamos por partes. El virus fue una mierda y creí que iba a morirme del dolor y las alucinaciones, pero ya no tenemos ni un solo caso registrado y estamos considerando el volver a abrir el distrito, a pesar del miedo de una nueva filtración — puede que sea un dato importante, pero la manera en la cual centro mis ojos en los suyos va por lo siguiente — Cale y Sophia están en casa, sí. Sanos y salvos. Soph ha vuelto a trabajar como profesora y Cale se encuentra en el área de seguridad — algunas cosas nunca acaban por cambiar.
La suelto al menos con la diestra, así puedo limpiar un poco la humedad que hace brillar su pómulo derecho — Puedo enviarle el mensaje que quieras, incluso ayudarte a pactar un encuentro con él… — lo dejo en el aire, sabe que mi sugerencia es algo que siempre puede tomar — No tienes idea de todo lo que te perdiste. ¡Estoy yendo a la escuela, Avs! Me estoy especializando en Hechicería, aunque Hero no deja de decirme que me anote en materias relacionadas a las Leyes. ¡Y tengo un erizo! Mira… — la suelto una vez más así puedo sacar el celular de mi bolsillo y, tras buscar por un momento, le enseño una de las fotografías familiares de esas pequeñas vacaciones que Syv y mi mascota nos tomamos en el verano — Se llama señor Popplewell y le gusta estar encima de las cabezas de las personas. Algún día tendrás que conocerlo — podría seguir hablando durante todo el día, pero me pongo un freno cuando sé que hay un detalle mucho más importante — ¿Y tú…? ¿Estás bien? — está claro que no puede estarlo, pero prefiero dejar que hable por su cuenta.
Me encuentro abrazado una vez más y eso provoca que coloque las manos a los lados de su cintura, me permito el reír entre dientes en lo que el vaivén de mi cabeza delata que me doy por vencido frente a una justificación que no puedo refutar — Cierto… Tienes esa manía. ¿Cómo esperan que no sea tan suicida cuando he crecido contigo como uno de mis ejemplos más cercanos? — que nos han llamado inconscientes al menos una docena de veces desde que tengo memoria y la mayoría ha sido en los últimos años. Parpadeo frente a la sorpresa de que estuviera al tanto de todo, aunque la expresión pasmada se me borra un instante al volver a reír — Me como todos los vegetales — bromeo — Vamos por partes. El virus fue una mierda y creí que iba a morirme del dolor y las alucinaciones, pero ya no tenemos ni un solo caso registrado y estamos considerando el volver a abrir el distrito, a pesar del miedo de una nueva filtración — puede que sea un dato importante, pero la manera en la cual centro mis ojos en los suyos va por lo siguiente — Cale y Sophia están en casa, sí. Sanos y salvos. Soph ha vuelto a trabajar como profesora y Cale se encuentra en el área de seguridad — algunas cosas nunca acaban por cambiar.
La suelto al menos con la diestra, así puedo limpiar un poco la humedad que hace brillar su pómulo derecho — Puedo enviarle el mensaje que quieras, incluso ayudarte a pactar un encuentro con él… — lo dejo en el aire, sabe que mi sugerencia es algo que siempre puede tomar — No tienes idea de todo lo que te perdiste. ¡Estoy yendo a la escuela, Avs! Me estoy especializando en Hechicería, aunque Hero no deja de decirme que me anote en materias relacionadas a las Leyes. ¡Y tengo un erizo! Mira… — la suelto una vez más así puedo sacar el celular de mi bolsillo y, tras buscar por un momento, le enseño una de las fotografías familiares de esas pequeñas vacaciones que Syv y mi mascota nos tomamos en el verano — Se llama señor Popplewell y le gusta estar encima de las cabezas de las personas. Algún día tendrás que conocerlo — podría seguir hablando durante todo el día, pero me pongo un freno cuando sé que hay un detalle mucho más importante — ¿Y tú…? ¿Estás bien? — está claro que no puede estarlo, pero prefiero dejar que hable por su cuenta.
No voy a hacer el racconto de todo lo que se me pasó por la cabeza gracias al brillante plan que habían armado, ya estaba en paz con eso, o al menos todo lo en paz que podía estar a sabiendas que yo misma hubiera hecho lo mismo de estar en su lugar. Claro que no contengo el golpe que se me escapa contra su espalda cuando me acusa básicamente de ser una inconsciente. — Llegué a ese momento de la vida en que me preocupa más de lo que me enorgullece el que me digas eso. No se supone que me tengas de ejemplo, ¿acaso parezco un buen ejemplo? — no. La respuesta a eso siempre sería un rotundo no. Esperaba que lo supiera.
— Hace un año decías que no tenías ganas de vivir tu vida solo porque tu novia te había dejado. Disculpa si no puedo tomar en serio tu parámetro de dolor — la realidad es que sí le creo, pero la oportunidad era muy buena como para dejarla pasar. Kendrick ebrio y con el corazón roto era algo que no olvidaría en mucho tiempo, y aunque en su momento me había preocupado, hoy se sentía como un recuerdo gracioso digno de traer a colación. Además, él había empezado primero al tildarme de suicida — Oh… — ¿es normal sentir que un peso que no sabías que tenía se levanta de tu pecho? Sabía que ambos estaban vivos, Holly ya lo había dicho, pero no se sintió real hasta este momento.
Creo que vuelvo a romper en llanto, pero no estoy segura ya que mis mejillas seguían húmedas por los minutos previos. Sabía que iba a llorar al ver a Ken, pero esto ya era el colmo. ¿Por qué estaba tan sentimental? Al menos él no dice nada y solo limpia mi rostro como si fuera él el que tiene el deber de cuidarme cuando siempre he sentido que es al revés. — Dile de mi parte que te deje en paz. Es el primer año en el que puedes estudiar una especialización y todavía tienes tiempo para preocuparte por leyes y ese tipo de cosas — ¿no se suponía que había más personas ayudándolo? como quisieran poner toda la carga sobre los hombros de Ken, yo misma iría a tener una charla con quienes correspondía. — Nunca imaginé que fueras a tener algo tan pequeño y adorable, pero awwwn. ¿Tiene puesto un sombrero? — y es terriblemente tierno, pero lo que más me ablanda es el hecho de que pueda llevar una vida tan relativamente normal dentro de todo. Ir al colegio, tener una mascota… Sí, me lo estaba perdiendo, pero incluso estos minutos de saberlo bien es algo que me daba una felicidad tremenda. — Vamos a ver… Tengo la alacena siempre llena de comida, agua caliente en el baño siempre que quiera y buena compañía. Dentro de todo, podría estar mucho peor. — porque con todo lo que venimos hablando, incluír mis visitas al ministerio, mis altibajos emocionales, las pesadillas y mi trauma general me parecía casi que de mal gusto. — Tú y yo sabemos que el capitolio no es el mejor lugar para estar. — y si no fuera porque es su cumpleaños, probablemente le estaría pidiendo perdón por saber que lo que me ha contado de su estadía en el ministerio seguro era mucho más lejano de la realidad de lo que lo había hecho parecer. Lo sabía por experiencia propia.
— Hace un año decías que no tenías ganas de vivir tu vida solo porque tu novia te había dejado. Disculpa si no puedo tomar en serio tu parámetro de dolor — la realidad es que sí le creo, pero la oportunidad era muy buena como para dejarla pasar. Kendrick ebrio y con el corazón roto era algo que no olvidaría en mucho tiempo, y aunque en su momento me había preocupado, hoy se sentía como un recuerdo gracioso digno de traer a colación. Además, él había empezado primero al tildarme de suicida — Oh… — ¿es normal sentir que un peso que no sabías que tenía se levanta de tu pecho? Sabía que ambos estaban vivos, Holly ya lo había dicho, pero no se sintió real hasta este momento.
Creo que vuelvo a romper en llanto, pero no estoy segura ya que mis mejillas seguían húmedas por los minutos previos. Sabía que iba a llorar al ver a Ken, pero esto ya era el colmo. ¿Por qué estaba tan sentimental? Al menos él no dice nada y solo limpia mi rostro como si fuera él el que tiene el deber de cuidarme cuando siempre he sentido que es al revés. — Dile de mi parte que te deje en paz. Es el primer año en el que puedes estudiar una especialización y todavía tienes tiempo para preocuparte por leyes y ese tipo de cosas — ¿no se suponía que había más personas ayudándolo? como quisieran poner toda la carga sobre los hombros de Ken, yo misma iría a tener una charla con quienes correspondía. — Nunca imaginé que fueras a tener algo tan pequeño y adorable, pero awwwn. ¿Tiene puesto un sombrero? — y es terriblemente tierno, pero lo que más me ablanda es el hecho de que pueda llevar una vida tan relativamente normal dentro de todo. Ir al colegio, tener una mascota… Sí, me lo estaba perdiendo, pero incluso estos minutos de saberlo bien es algo que me daba una felicidad tremenda. — Vamos a ver… Tengo la alacena siempre llena de comida, agua caliente en el baño siempre que quiera y buena compañía. Dentro de todo, podría estar mucho peor. — porque con todo lo que venimos hablando, incluír mis visitas al ministerio, mis altibajos emocionales, las pesadillas y mi trauma general me parecía casi que de mal gusto. — Tú y yo sabemos que el capitolio no es el mejor lugar para estar. — y si no fuera porque es su cumpleaños, probablemente le estaría pidiendo perdón por saber que lo que me ha contado de su estadía en el ministerio seguro era mucho más lejano de la realidad de lo que lo había hecho parecer. Lo sabía por experiencia propia.
— ¿También debo decir que si no me hacen caso, les irás a buscar después de la escuela para un duelo? — me mofo con gracia de sus palabras, esas que de todas formas me hacen sentir cuidado. Ava siempre ha tenido la capacidad de hacerme creer que estoy a salvo, incluso cuando mis acciones siempre apuntaban a meterme en problemas y no precisamente esquivarlos. Ahora mismo, nada parece peligroso cuando podemos hacer algo tan simple como mirar las fotos de mi mascota cual padre orgulloso de su vástago en medio de un bosque que, a pesar de que estamos en pleno otoño, sigue viéndose soleado y cálido — Tiene un guardarropas más grande que el mío. Meerah, Hero y Beverly encuentran muy productivo el mantenerlo elegante — comento con gracia, que no puedo entender cómo es que en medio de la locura que es mi vida todavía haya espacio para actividades tan simples e inocentes como esa.
Tengo que admitirlo, su estadía en el Capitolio es mucho mejor de la que tuve yo en su momento y hasta puedo apostar que debe vivir mejor que muchas de las personas que se arrastran en el norte, pero la inexistencia de su libertad es algo que nadie puede negar. Se me apaga la sonrisa poco a poco en lo que asiento una sola vez con la cabeza, indicando que sé bien de lo que está hablando — Te ves entera — es solo una observación, sé muy bien que fingir se nos da bien a todos nosotros. Parecer una persona sana no dice absolutamente nada sobre nuestro estado mental, allí donde se esconden los peores secretos — Yo… Temí lo peor cuando Magnar nos envió tu anillo. No supe si era una advertencia o un anuncio, pero valía el riesgo el intentar averiguarlo — al menos, conseguimos que ella siga respirando — Se lo entregué a Cale, espero que eso no te moleste. Me pareció que era lo adecuado — era una reliquia familiar, a mí no me pertenecía en lo absoluto.
Apago la pantalla del celular y lo guardo con cuidado en mi bolsillo, lo que me da la excusa de no estar mirándola a los ojos al seguir hablando — ¿Crees que exista la posibilidad de que tanto tú como Ben puedan volver a casa en algún momento? — creo que he sonado un poco apagado, tal y como si estuviera intentando que mis palabras se disimulen en el aire — Sé que nos estaríamos arriesgando a que nos acusen de romper un pacto y les daríamos la excusa de un ataque, pero… No piensan en hacer su vida allí, ¿verdad? — tengo la esperanza de que la guerra se acabe antes, pero tampoco voy a apostar sobre cosas que se escapan de mi control — ¿Han siquiera hablado de ello?
Tengo que admitirlo, su estadía en el Capitolio es mucho mejor de la que tuve yo en su momento y hasta puedo apostar que debe vivir mejor que muchas de las personas que se arrastran en el norte, pero la inexistencia de su libertad es algo que nadie puede negar. Se me apaga la sonrisa poco a poco en lo que asiento una sola vez con la cabeza, indicando que sé bien de lo que está hablando — Te ves entera — es solo una observación, sé muy bien que fingir se nos da bien a todos nosotros. Parecer una persona sana no dice absolutamente nada sobre nuestro estado mental, allí donde se esconden los peores secretos — Yo… Temí lo peor cuando Magnar nos envió tu anillo. No supe si era una advertencia o un anuncio, pero valía el riesgo el intentar averiguarlo — al menos, conseguimos que ella siga respirando — Se lo entregué a Cale, espero que eso no te moleste. Me pareció que era lo adecuado — era una reliquia familiar, a mí no me pertenecía en lo absoluto.
Apago la pantalla del celular y lo guardo con cuidado en mi bolsillo, lo que me da la excusa de no estar mirándola a los ojos al seguir hablando — ¿Crees que exista la posibilidad de que tanto tú como Ben puedan volver a casa en algún momento? — creo que he sonado un poco apagado, tal y como si estuviera intentando que mis palabras se disimulen en el aire — Sé que nos estaríamos arriesgando a que nos acusen de romper un pacto y les daríamos la excusa de un ataque, pero… No piensan en hacer su vida allí, ¿verdad? — tengo la esperanza de que la guerra se acabe antes, pero tampoco voy a apostar sobre cosas que se escapan de mi control — ¿Han siquiera hablado de ello?
— Claro. Devuélvanme mi ballesta y nadie te andará obligando a nada. Me conoces, nada que unas cuantas flechas no puedan solucionar. — ¿pareceré una loca salida de la nada? probablemente, pero no sería una mala reputación que tener. Al menos era mejor que ser la mascota del departamento de tecnología — ¿Meerah? — me suena su nombre, pero no logro asociar una cara y no sé si se trata de una de sus nuevas compañeras de colegio. Suponía que podía serlo, su mundo se había ampliado enormemente y, además de ser una figura política, se estaba dando el gusto de llevar una vida relativamente normal. Si tan solo Echo o mi madre pudieran verlo…
Entera... no creía que esa fuese una palabra adecuada para describirme en estos momentos, pero si eso es lo que percibía Ken no iba a ser la persona que lo fuera a corregir. Es cierto, estoy mucho más entera que antes, pero era difícil llevar una vida que nada tenía que ver con los ideales que llevo desde que tengo memoria. Ni siquiera podía decir que estuviese actuando, pero seguía siendo una especie de marioneta que participaba de esta farsa, no voluntariamente, pero tampoco elegía rebelarme todo lo que podía en esta situación — Aminoff es una persona retorcida, así que puedo imaginarlo. Pero no te preocupes, mientras que lo tengas tú, o Cale no me molesta en lo más mínimo. Siempre y cuando lo hayan pasado por… no sé ¿lejía? — ¿está bien bromear con eso?
— ¿Creerlo? Me volvería loca si no estuviera segura que podremos hacerlo en algún momento. — el problema era no saber cuando, pero el volver era una de esas certezas que simplemente tenía. No había otra opción, simplemente no… — Creo que parecerá patético, pero hablamos más de los “que hubieran sido” que de las posibilidades que puedan darse ahí dentro. No estamos viviendo o proyectando a largo plazo. Tratamos de ir día a día sin olvidarnos de quienes son las personas que nos rodean. Tampoco es muy difícil hacerlo, creo que a la única ministra que no conozco es a Eloise Leblanc y es por eso que debe ser la que mejor me cae — le sonrío antes de darle un golpecito con el dorso de la mano — Por eso y porque todavía no me olvido de lo que eras capaz de hacer con quince años… ¿y ahora? dieciocho se siente como algo muy… no lo sé. Si pienso en mi cumpleaños dieciocho la verdad es que no recuerdo nada de ese día. Lo que sí me recuerda… — había olvidado el bolso que llevaba en la espalda, pero cuando tiro de la correa que cuelga de mi hombro, el tintineo del vidrio sí se hace sentir. — Le dije a Ben que de poder hacerlo tomaría una cerveza asquerosa contigo en algún momento y que le llevaría una de recuerdo. Holly me hizo el favor de encontrar la más barata y si no me equivoco, debe ser alguna de las que robábamos hace años. ¿Brindamos? Por los viejos tiempos y porque, técnicamente hablando, recién ahora eres mayor de edad.
Entera... no creía que esa fuese una palabra adecuada para describirme en estos momentos, pero si eso es lo que percibía Ken no iba a ser la persona que lo fuera a corregir. Es cierto, estoy mucho más entera que antes, pero era difícil llevar una vida que nada tenía que ver con los ideales que llevo desde que tengo memoria. Ni siquiera podía decir que estuviese actuando, pero seguía siendo una especie de marioneta que participaba de esta farsa, no voluntariamente, pero tampoco elegía rebelarme todo lo que podía en esta situación — Aminoff es una persona retorcida, así que puedo imaginarlo. Pero no te preocupes, mientras que lo tengas tú, o Cale no me molesta en lo más mínimo. Siempre y cuando lo hayan pasado por… no sé ¿lejía? — ¿está bien bromear con eso?
— ¿Creerlo? Me volvería loca si no estuviera segura que podremos hacerlo en algún momento. — el problema era no saber cuando, pero el volver era una de esas certezas que simplemente tenía. No había otra opción, simplemente no… — Creo que parecerá patético, pero hablamos más de los “que hubieran sido” que de las posibilidades que puedan darse ahí dentro. No estamos viviendo o proyectando a largo plazo. Tratamos de ir día a día sin olvidarnos de quienes son las personas que nos rodean. Tampoco es muy difícil hacerlo, creo que a la única ministra que no conozco es a Eloise Leblanc y es por eso que debe ser la que mejor me cae — le sonrío antes de darle un golpecito con el dorso de la mano — Por eso y porque todavía no me olvido de lo que eras capaz de hacer con quince años… ¿y ahora? dieciocho se siente como algo muy… no lo sé. Si pienso en mi cumpleaños dieciocho la verdad es que no recuerdo nada de ese día. Lo que sí me recuerda… — había olvidado el bolso que llevaba en la espalda, pero cuando tiro de la correa que cuelga de mi hombro, el tintineo del vidrio sí se hace sentir. — Le dije a Ben que de poder hacerlo tomaría una cerveza asquerosa contigo en algún momento y que le llevaría una de recuerdo. Holly me hizo el favor de encontrar la más barata y si no me equivoco, debe ser alguna de las que robábamos hace años. ¿Brindamos? Por los viejos tiempos y porque, técnicamente hablando, recién ahora eres mayor de edad.
— Solo una amiga — le resto importancia a una historia que es muy larga para ponerse a dar explicaciones y lo dejo para otra ocasión, que no quiero arruinar la tarde sobre cuestionamientos sobre con quien me junto o dejo de juntarme. Sé que la presencia de Meerah entre nosotros es un poco polémica y hay veces que hasta yo dudo de si estamos haciendo lo correcto, pero tampoco es algo en lo que yo tenga voz y voto. A lo de Magnar solo puedo contestar con una risa entre dientes que delata mis pocos ánimos para rebuscarnos demasiado en un tema un poco incómodo — Prometo pedirle a Cale que lo lave en cuanto regrese — es una broma no muy animada, pero creo que funciona como punto final sobre un asunto que estoy seguro de que ninguno de los dos quiere tocar.
Hay un sabor agridulce en lo que me cuenta que, a pesar de que me brinda cierta esperanza, me deja con la idea de que quizá estamos siendo demasiado ilusos al querer un futuro que posiblemente no seamos capaces de poseer. La mención de una persona como Eloise Leblanc me hace fruncir los labios en un intento de no parecer demasiado orgulloso de mí mismo, cuando creo que está más que claro que aún recuerdo aquella extraña ocasión en la cual me enfrenté a la ministra y su compañero sin dejársela demasiado fácil — Solo tuve suerte… — es lo único que me queda decir en muestra de alguna clase de modestia que aún sé que tengo en lo que me encojo de hombros — Me he convencido por muchos años que soy un mejor mago de lo que en realidad soy y recién ahora lo estoy aprendiendo. Confío en que la magia se me dará mejor en cuanto avance un poco más en mis estudios — Y mientras los aurores sigan siendo unos incompetentes como hasta ahora.
El tintineo del cristal es lo que dispara mi curiosidad. La visión de la botella es lo que me hace reír y no puedo hacer otra cosa que asentir con entusiasmo — Si nos regimos por las leyes mágicas, fui mayor de edad el año pasado, pero puedo tomarlo como un festejo… — casi se me escapa una broma sobre la antigua edad límite para las cosechas de los juegos, de modo que aprieto un poco la boca para no meter la pata. Tomo la botella, me giro en busca de una de las raíces más gruesas del árbol cercano y me acomodo en ella como si fuese un asiento, con las rodillas separadas. La varita cumple muy bien su papel de destapador, así que pronto me estoy llevando el pico a los labios — Ahora esto… — mascullo al tragar en lo que le lanzo un vistazo a la etiqueta de la botella — Esto es lo que tiene sabor a casa. Gracias por la idea, Ava — a pesar de las circunstancias, de saber que estamos lejos de volver a ser los que alguna vez fuimos, la sonrisa que le regalo es la más amplia que he utilizado en mucho tiempo — Solo no vuelvas a perderte.
Hay un sabor agridulce en lo que me cuenta que, a pesar de que me brinda cierta esperanza, me deja con la idea de que quizá estamos siendo demasiado ilusos al querer un futuro que posiblemente no seamos capaces de poseer. La mención de una persona como Eloise Leblanc me hace fruncir los labios en un intento de no parecer demasiado orgulloso de mí mismo, cuando creo que está más que claro que aún recuerdo aquella extraña ocasión en la cual me enfrenté a la ministra y su compañero sin dejársela demasiado fácil — Solo tuve suerte… — es lo único que me queda decir en muestra de alguna clase de modestia que aún sé que tengo en lo que me encojo de hombros — Me he convencido por muchos años que soy un mejor mago de lo que en realidad soy y recién ahora lo estoy aprendiendo. Confío en que la magia se me dará mejor en cuanto avance un poco más en mis estudios — Y mientras los aurores sigan siendo unos incompetentes como hasta ahora.
El tintineo del cristal es lo que dispara mi curiosidad. La visión de la botella es lo que me hace reír y no puedo hacer otra cosa que asentir con entusiasmo — Si nos regimos por las leyes mágicas, fui mayor de edad el año pasado, pero puedo tomarlo como un festejo… — casi se me escapa una broma sobre la antigua edad límite para las cosechas de los juegos, de modo que aprieto un poco la boca para no meter la pata. Tomo la botella, me giro en busca de una de las raíces más gruesas del árbol cercano y me acomodo en ella como si fuese un asiento, con las rodillas separadas. La varita cumple muy bien su papel de destapador, así que pronto me estoy llevando el pico a los labios — Ahora esto… — mascullo al tragar en lo que le lanzo un vistazo a la etiqueta de la botella — Esto es lo que tiene sabor a casa. Gracias por la idea, Ava — a pesar de las circunstancias, de saber que estamos lejos de volver a ser los que alguna vez fuimos, la sonrisa que le regalo es la más amplia que he utilizado en mucho tiempo — Solo no vuelvas a perderte.
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