The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾

Las televisiones en la base se encuentran encendidas en cada habitación donde pongo un pie, lo cual no me sorprende en lo absoluto. Es lunes, por lo general suelen ser bastante agitados porque se empiezan a sumar aquellos que se toman el fin de semana y los vociferadores tienden a revolotear por encima de todas las cabezas. Aún así, hay una cantidad algo exagerada para no ser siquiera las tres de la tarde y, en cuanto veo como una carta se posa sobre el escritorio del pobre secretario a quien vine a fastidiar para preguntarle mis horarios de la semana, salgo disparado de la habitación justo antes de escuchar como explota en pequeñas llamas con los gritos de una de una de las figuras más importantes de un pequeño pelotón que, aparentemente, no pudo hacer demasiado cuando empezaron las protestas de ayer. Sí, un coliseo con consecuencias inmediatas y revueltas… ¿Quién lo diría?

Sé muy bien que las personas no solían quejarse públicamente de los Juegos Mágicos, pero la situación era completamente diferente a la actual y, aún así, todo quedó en evidencia cuando se hizo insostenible frente a los rebeldes y ni hablemos de cómo fue que los Black terminaron. No veo posible que hoy en día alguien envenene a Magnar Aminoff y a todos sus ministros, pero hay un grito claro de cómo las personas andan clamando por darle un tiro en la cabeza a cada uno de ellos. No es una imagen muy serena pero, aún así, no deja de ser la más honesta.

Aún me estoy apretando el oído aturdido cuando entro al gimnasio, aquella zona de la base dedicada exclusivamente al entrenamiento físico de un escuadrón y que no todo el mundo utiliza como un medio de provecho. Lo malo de muchos magos es que creen que la magia les hace zafar de cientos de inconvenientes y aseguran que no necesitan estar en forma, así que lo único que me queda hacer en esos casos es mirarlos en silencio y morderme la lengua. Por eso mismo no hay nadie más que la persona que vengo a ver, aunque el silencio es interrumpido por la única televisión que también se encuentra encendida, transmitiendo novedades sobre aquellos que pudieron capturar tras las protestas. Me detengo a unos metros, clavando los ojos en la pantalla que se luce en lo alto de una de las esquinas. Suspiro — ¿Qué opinas de eso, Davies? — pregunto en lo que apoyo mi bolso sobre una de las bancas. Aún no me olvido la vez que comimos papas fritas juntos y por accidente, así que algo me dice que no es tan despiadada como muchos aquí quieren fingir que son.
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Alzo la cabeza al estar inclinada atándome los cordones de mi bota, sentada en el suelo de gimnasio, así que no me doy cuenta de que entra alguien más hasta que la voz de Ben el Grande —sí, ese es el mote que le he puesto, amistosamente dentro de mi cabeza, por supuesto—, resuena entre las paredes de la sala. Al principio no estoy muy segura de lo que me está hablando porque ni me he fijado en que la televisión está encendida, puede que sea porque tenga puestos mis auriculares, así que me apresuro a desconectarlos y apartar el teléfono a un lado para poder llevar la mirada hacia la pantalla de la esquina. — Mmmm… no lo sé, depende de la respuesta que andes buscando — contesto, torciendo los labios en una mueca sarcástica, que si prefiere la opinión sincera a la que se supone que debería estar dando… Por suerte las cámaras que están incrustadas en las paredes no llevan micrófonos que puedan grabar sonido. — Si hay algo que me sorprende de todo eso solo es lo mucho que han tardado en tener lugar, siendo que a la mayoría de los participantes no les dan la oportunidad ni de un juicio justo y se les lanza directamente a la arena... — y lo sé por mi padre, que es juez y conoce del tema, también he escuchado de algunos casos que ha tenido que llevar estos días debidos a las revueltas, pero no es como que haya metido demasiado la nariz para investigar. Tampoco voy a ponerme a opinar sobre lo que pienso de verdad sobre los Coliseos, porque la sola mención de los mismos ya consigue que arrugue la frente en desagrado.

Me encojo de hombros finalmente, poniéndome de pie para estirar mis brazos por delante de mi torso para después dejarlos caer a ambos lados de mi cuerpo. — Pero se supone que nosotros no debemos tener opinión alguna, ¿no? — no es que yo sea fiel seguidora de las reglas, creo que todo el mundo lo sabe, pero la manera que tengo de mirarle, casi que alzando mis cejas en su dirección, declara que lo estoy preguntando más que nada por él, que como vencedor de unos juegos mágicos estoy segura de que morderse la lengua no es algo que se le apetezca hacer estos días.— ¿Por qué me lo preguntas? ¿Tú que tienes para decir al respecto? — pregunto con toda la inocencia que soy capaz de expresar, que no es como si yo fuera a delatarle, precisamente, cuando me he visto en compañía de los que hasta hace un tanto eran su gente en un par de ocasiones. — ¿Qué vamos a hacer hoy? — mi interés por cambiar de tema viene más que nada por no querer enfriarme el cuerpo, si fuera por ejercitar la lengua conoce de sobra que no tengo problema en hacerlo, así que el hecho de que haya calentado previamente a su llegada dice bastante de mi predisposición de hoy.
Maeve P. Davies
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
La honesta, nada más  — me encojo de hombros, que no estoy aquí para ejercer de mentor sobre sus ideales y tampoco creo que haya una respuesta correcta o incorrecta con respecto al tema. La escucho en lo que me apoyo en la banca para poder ajustar un poco el cierre de los borcegos para asegurarme que no vaya a quedarme descalzo a mitad del entrenamiento y, sin mucho disimulo, le lanzo una mirada apreciativa por encima del hombro. No entiendo como una niña como Davies ha terminado en este lugar, para empezar. Sé que los licántropos no tenemos muchas oportunidades y Magnar prácticamente los ha lanzado como carne de cañón a cambio de un hogar limpio, pero ella no deja de ser muy joven y nada en su espíritu me hace creer que este es el sitio donde desea estar. Me recuerda a Melanie, en especial por su talento para no dejar quieta la lengua pero, además, porque podría apostar que no lastimaría ni a una mosca de poder elegirlo — Oh, pero no podemos decir que Neopanem tenga un sistema de justicia justo. No lo ha tenido desde que tengo memoria — que para andar chupando culos a los líderes, soy el último con el cual pueden contar.

El chasquido de mi lengua parece hacer eco en el gimnasio, incluso por encima del sonido de la televisión, cuyo volumen no se encuentra tan alto como para que resulte una molestia — Se supone… — he visto cómo es que funciona esto de la política: las personas te piden que expreses una opinión pero, cuando no tiene absolutamente nada que ver con lo que uno piensa, se enfadan y te prohíben el seguir hablando. El discurso político siempre acaba cumpliendo con normas de censura, en especial en un país con tolerancia cero hacia ciertos individuos que la clase alta considera inferiores — Si yo te dijera lo que pienso, muchos me tratarían de moralista y otros me cortarían la lengua — respondo con una sonrisa irónica en lo que me giro, echándome el pelo hacia atrás para armarme un rápido rodete; quizá deberé hacerle caso a esa señora Lollis que dice que es hora de un bendito corte — ¿Alguna vez le disparaste a algo en movimiento, Maeve? — pregunto, que conozco los maniquíes y los sacos de boxeo que poco tienen que ver con una verdadera batalla — Ya sabes… A algo que en verdad está buscando atacarte y no está de pie esperando a recibir todos los golpes. Creo que ese es el motivo principal por lo que todos aquí creen que son buenos guerreros y podrían ser derrumbados por mi ahijado de doce años.
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
¿Por eso se fueron al distrito catorce? ¿Para hacer su propia versión de justicia? — pregunto, de esa manera que me hace ver mucho más inocente de lo que en realidad soy, pero en cuanto a ese distrito se refiere, puedo decir que no tengo ni la mitad de conocimiento del que me gustaría. Al fin y al cabo, según nos tenían contado por entonces, el distrito catorce se acercaba más a la idea de un mito que a la de una realidad como tal, así que mi curiosidad está más que justificada, aunque no necesariamente en mi lugar el preguntar. Tardo como un par de segundos en caer en ese detalle. — Lo lamento, yo no... no debería estar haciendo estas preguntas. Es solo que... bueno, eres el primero que conozco que estuvo ahí y esas cosas — esas cosas por las que debería mantener la boca cerrada, no sé si porque son asuntos que no están bien vistos que ande metiendo mi nariz o por respeto a lo que les ocurrió, que no creo que esté de humor para responder a mi descarada curiosidad. — Me sé de a unos cuántos a los que no les haría nada mal el que les cortasen la lengua... — dejo así el comentario, acompañando su sonrisa con otra mía al dejar espacio para que se interprete como prefiera, si hasta podría entrar yo dentro de esa advertencia, y que me vendría estupendamente, lo dicen hasta mis profesores.

Doy unos pasos hacia atrás para ocupar más espacio en el gimnasio, demasiado amplio para nosotros dos incluso cuando su figura me saca tres o cuatro veces mi tamaño. — Mmmm... ¿dices algo así como con una varita? — que disparar como tal se puede hacer con varios instrumentos, hasta con un tirachinas, si nos ponemos imaginativos — En el colegio tenemos clases de duelo desde hace poco, si te refieres a algo como eso... Peeeeero no es que sean demasiado efectivas, ya sabes, no a todo padre le gustaría recibir a su hijo con un ojo morado — guiño mi propio ojo al señalarlo con un mano y encoger un poco mis hombros. — Sigo yendo a la escuela, sí, por eso me es difícil cuadrar los horarios de entrenamiento con el resto del escuadrón — explico, porque no recuerdo el haberlo hecho antes y, siendo que lo han degradado a enseñar a una novata, me siento en la obligación de decirlo — Y probablemente sea esa también la razón por la que Rebecca me tiene de secretaria más que de guerrera — ¿porque a quién pretendemos engañar? Tengo la altura de un duende y no precisamente el cuerpo más atlético, ¡pero hey! Neopanem no se construyó en un día, o eso dicen. — ¿Tienes un ahijado? — pregunta completamente sacada de contexto, ¡pero capaz lo conozco si reside en el nueve!
Maeve P. Davies
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
La curiosidad que deja salir no me sorprende en lo absoluto pero, al mismo tiempo, me hace mirarla con la gracia de la incredulidad. He oído muchas versiones de lo que las personas creen que ha sido el catorce y muy pocas son acertadas. Empecemos por la parte en la cual todo el mundo parecía verlo como una especie de utopía, un sitio milagroso donde todos convivíamos en paz y, seamos sinceros, podíamos tener libertad pero también teníamos la urgencia de mantener un ritmo de vida estable para no morirnos de hambre o frío en invierno. Sin mencionar que estábamos aislados, la falta de recursos era un problema diario y el miedo a que Jamie nos acabe encontrando era algo que nos mantenía en alerta — No es ningún problema, solo asegúrate que nadie te escuche cuando hagas esas preguntas — no es como que yo vaya a delatarla de todos modos — Y no. Nos fuimos al distrito catorce solo porque no teníamos otro lugar a dónde ir. No es como si aquí nos aceptaran con los brazos abiertos — Amelie y yo éramos vencedores, ni hablar de Echo, Cordelia y Arleth. No puedo hacer otra cosa que reírme entre dientes ante ese último comentario.

Si consideramos que para utilizar armas muggles necesitas un permiso especial para no insultar a tu propia raza… Sí, me refiero a una varita — le quito un poco de importancia a que vaya a la escuela con un movimiento rápido de la mano — Dudo que en la escuela los formen como se debe. La mayoría de los aurores en este lugar dan tanta pena como risa, si me permites decirlo. No tienen siquiera una pizca de ingenio al momento de moverse por el campo de batalla y es lo que les juega en contra la mayoría de las veces — tienen los recursos, pero no saben usarlos. Es como que adoptan una postura defensiva cuando allá afuera están listos para comérselos vivos — Por extraño que parezca, coincido con Rebecca en esto. Eres demasiado joven para estar en el escuadrón… Ni siquiera sé por qué no sigues solo en la escuela, cuando tienes la edad para hacerlo. Y sé que muchos en las filas enemigas entrenan y pelean, pero tú tienes otra opción. Si no tienes un motivo, yo que tú renunciaría. La guerra no es un asunto divertido para alguien de tu edad, ni siquiera porque quede bien en un historial — cuando eres un niño a quien le quitaron la oportunidad de actuar como tal, aprendes a valorar ciertas cosas.

No estoy seguro de saber la razón, pero la mención de Jared me provoca una sonrisa suave en lo que asiento con la cabeza. Creo que nadie que lo conozca puede decir que es un niño que cause ternura pero, a estas alturas, soy incapaz de sentir otra cosa que añoranza y cariño hacia las personas que he dejado atrás, en especial aquellas que he llegado a llamar familia — Es el hijo de mi mejor amigo y es un pequeño demonio — aseguro con repentina calma — Pero eso no importa, porque no estamos aquí para hablar de él. No soy mago así que no podré enseñarte hechizos, pero quizá deberíamos concentrarnos en medir tu resistencia física. ¿Alguna vez pasaste la prueba de obstáculos? Podríamos empezar por allí… Y ya luego veremos cómo te mueves frente a un oponente en posición de ataque.
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No es como si fuera el primero que me ha dicho que me guarde mis pensamientos para mejores ocasiones, preferiblemente aquellas en las que no haya nadie presente y solo sean testigos de mis palabras las paredes de una habitación. Supongo que el hecho de que lo diga alguien como Benedict, que no creo que tenga problema con expresar sus opiniones —al menos no desde el punto de vista de una voz desconocida, dado que todo el mundo le considera un traidor, dudo mucho que pueda sorprenderlos con sus argumentos—, dice bastante de cómo mantener la boca, bien cerradita. Prefiero no comentar mucho más al respecto, así que a su resolución contesto con un simple «ah» con los labios apretados, no creo que esté en mi lugar el decir que suena demasiado injusto cuando vivimos en un mundo que brilla por la ausencia de la justicia, que me disculpe Meerah por decirlo de su padre, pero siendo que ni ella misma se aplica las reglas, dudo que esté en posición de criticarme. Si acaso me siento un poco hipócrita por ser quién se encarga de cuidar a su hija, pero también creo que no se debe mezclar el agua con el aceite, son cosas completamente distintas.

¿Tú tienes ese permiso?— ya estamos de vuelta con las preguntas inapropiadas, salvo que esta vez no es algo que pueda decir no me compete —Digo, para cuando te toca estar de guardia y esas cosas, ¿o pretenden que te defiendas con un palo en caso de tener que hacerlo?— que sé de sobra que los palos resultan muy atrayentes para los perros, peeero... creo que se entiende mi punto. Me alegra ver que al menos no soy la única con la lengua floja, que no desaprovecha la oportunidad de despotricar contra la escuela y los aurores que salen de la Academia en cuanto queda claro que somos las únicas personas aquí, con suerte no seré yo quién le critique ni defienda ninguna de esas instituciones, porque para empezar para defender a la primera tendría que tener un récord de asistencia a las clases, o al menos un mínimo. —No lo sé, no he estado en una batalla y tampoco entrenado en la academia, así que no puedo juzgar, pero asumo no están haciendo un muy buen trabajo de sus aptitudes, dadas como están las cosas...— tampoco creo que esté en mi derecho el decir más, así que lo dejo estar con un encogimiento de hombros liviano. Si hay algo que no soy, incluso llevando puesto un uniforme, es una persona política. —Pero ese es el caso... no puedo renunciar, tengo diecisiete años y, por tanto, soy mayor de edad, estoy obligada a prestar "mis servicios" al país por órdenes del presidente— remarco las comillas con mis dedos, tomándome la libertad de rodar un poco los ojos, vaya a saber qué servicios son esos —Sí, puede que sea demasiado joven para estar en el escuadrón, pero serlo no me va a quitar de tener que pertenecer a él, de modo que prefiero hacer algo al respecto antes de que me coman viva por ello— él puede entenderlo, de cierta manera, es tan licántropo como yo —No fue hace tanto tiempo que los licántropos eran considerados parias, ¿crees que solo porque Magnar nos dio un lugar va a mantenerse así por siempre? Porque yo no— y no me considero una persona especialmente pesimista, si voy a ser honesta. —Si puedo hacer algo ahora por mejorar y mostrarme más fuerte, no creo que sea demasiado joven para eso.

Se me hace extraño escucharle hablar de su sobrino, tal y como si fuera conversación que podría tener con cualquier ciudadano de Neopanem en una cafetería corriente. Creo que ese es el problema principal de la sociedad que está creando Magnar, está tratando de deshumanizar a personas que son tan humanas como cualquier mago o bruja del país. —Puedo hacerme a la idea de lo que es, entonces— bromeo, sonriendo con amplitud, si no es esa misma descripción la que he escuchado infinitas veces venir de otro. —Oh, genial, más correr...— farfullo cuando empieza a hablar de resistencia física, sabiendo que no es precisamente mi fuerte, así que se me iluminan un poco más los ojos cuando menciona la carrera de obstáculos en lugar de estar corriendo en círculos como si me persiguiera mi propia sombra. —Está bien, hagamos eso— no temo tanto por mis pies torpes, creo que puedo con ello, al menos, soy mas ágil cuando se trata de hacer varias cosas a la vez, que no llego a desconcentrarme de mi tarea principal como me ocurre con otras tareas más constantes.
Maeve P. Davies
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Por supuesto. Tienen que dármelo si pretenden que sea de utilidad de alguna manera posible. Si Magnar me tiene aquí no es para jugar a los soldaditos de plomo — le aseguro con toda la tranquilidad que soy capaz de emanar con una conversación de esta índole, cuando no tengo más que el impulso de sonreír con ironía a pesar de que no es el momento ni en lugar. Maeve no parece ser como los demás dentro del escuadrón, pero he aprendido a no arriesgarme de más en ciertos asuntos con el correr de los años. Alguna vez fui un adolescente impertinente, hoy intento ser un adulto un poco más cuidadoso. Tan solo un poco, que tampoco soy necio y puedo reconocer mis errores.

No me queda más que poner mala cara frente a lo que me cuenta, sin ser capaz de refutar puesto que tiene toda la razón. ¿Cómo es posible que alguien tan joven se encuentre sin una segunda opción? ¿Es en verdad algo que los familiares de estos jóvenes aceptan? Es fácil presionar al joven necesitado, a aquel que no tiene otra opción para salir adelante y que, en consecuencia, es fácil de manipular. Acabo por mover un momento mis hombros en un claro intento de demostrar mi descontento, aunque no puedo evitar el echarle un vistazo a la puerta de entrada sobre mi hombro para asegurarme que nadie va a escucharme decir lo siguiente — Creo que el presidente ha sabido ver una falla y la ha utilizado a su favor. Cree que siendo la mano que da de comer, nadie va a intentar morderlo y puede que sea cierto, pero no creo que sea justo. Los derechos de una persona no deberían ser un intercambio de favores, pero nadie va a escucharlo de mí. Solo soy un salvaje moralista, según todo el mundo en este lugar — no puedo contenerme y estoy seguro de que mi manera de rodar los ojos es bastante infantil — Es increíble como todo el mundo juzga por la portada, en especial en el Capitolio y sus alrededores — desagradable.

Se me escapa una risa entre dientes y le doy una palmada, quizá un poco efusiva, en uno de sus hombros demasiado delgados para el tamaño de mi mano — Un soldado que se queda sin aire a la mitad de la carrera es un soldado muerto — le recuerdo, seguro de haber oído esas palabras en los labios de Echo alguna vez. No le presto mucha atención a sus palabras cuando nos guío por el gimnasio hasta alcanzar el extremo opuesto, el cual cuenta con una avanzada pista de obstáculos que se luce no solo porque se encuentra vacía, sino también porque la falta de gente deja ver con claridad la avanzada tecnología con la cual ha sido formado. Empieza con una barra simple de la cual uno debe colgarse para poder pasar a las plataformas que se ponen en movimiento al accionar los botones adecuados y, si no te caes de los mismos, quizá puedes subir la pared dispuesta a ser trepada. Del otro lado se encuentran los postes para cruzar en zig zag y, por último, la zona por la cual debes arrastrarte esquivando las luces que te marcarán el error en caso de tocarlas. Todo muy calmo.

Intento no parecer demasiado aburrido cuando me pongo junto al tablero para empezar a configurarlo, tratando de ser amable con la pobre — Te recomiendo ir estirando mientras me encargo de preparar esto — murmuro y le lanzo un vistazo — Supongo que ya sabes cómo funciona y no tengo que darte explicaciones. Mi consejo es que no te apresures, al menos no mientras no tengas en claro cómo avanzar. Solo recuerda el centrarte en tu respiración y en dónde se encuentra tu peso, como para poder manejar mejor tu fuerza. ¿Comprendido?



Recomendación: Usar la tirada de dados para lanzar cinco dados de azar y utilizarlos de referencia para cruzar los obstáculos en el orden en el cual fueron narrados, para hacerlo más dinámico (?)
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No lo digo en voz alta, pero debe de ser difícil tener que moverse entre un mar de personas que te consideran no solo un traidor, sino que además no tienen en cuenta tu situación y se dedican a criticar lo que ven. En realidad nadie puede culparlos a ellos, la visión que tienen de Benedict es la que les han enseñado a tener y, puestos a decirlo también, no es como si no tuvieran ojos propios para ver que fue partícipe de muchos de los ataques que hicieron en contra de civiles. No me haré la entendida cuando la mitad de las cosas no las entiendo, creo que hay más de un punto de vista en esta guerra y criticar por criticar nunca ha sido mi estilo, aunque sí que me gustaría saber más acerca de en lo que se basan personas como mi padre para condenar a una persona, tal y como lo han hecho con este hombre. Tengo entendido que nadie tiene las manos limpias.

Juzgan por la portada porque no se les permite abrir el libro— respondo a su propia visión de las cosas, pero como dudo que pueda entender mi punto con eso, prosigo —Uno no puede pretender ganarse el favor del público cuando no conocen tu historia, o no la entienden, porque no lo han vivido y tampoco se la han explicado. Tienen que entender que todos vosotros no erais más que un mito, pocos creían verdaderamente en la existencia del catorce y cuando Jamie lo voló por los aires— me siento un poco cruel diciéndolo de esta forma —, tampoco supuso una gran pérdida para ellos, luego vinieron y empezaron a soltar bombas a diestro y siniestro, asaltando alcaldías y apropiándose de distritos tal y como lo hizo Niniadis.— lo sé, he estudiado historia de la magia, por mucho que no lo parezca —Es una guerra y tiene sentido que peleen, pero no quedan bien los discursos moralistas después de haber hecho el destrozo, mucho menos cuando van dirigidos hacia personas que no conocen en lo absoluto quiénes son— y no me refiero a las chicas del colegio que cuchichean sobre las últimas caras de las figuras públicas como si los conocieran de verdad, sino a su historia como dios manda. Me encojo de hombros, sin ponerle mucha tinción de crítica a mi explicación —Si tú fueras un ciudadano corriente del distrito cuatro, cómodo por años, y vinieran un grupo de personas arrasando con bombas y asaltos, ¿no te sentirías amenazado también?— no lo justifico, pero tampoco lo juzgo —No creo que juzguen por la portada, juzgan desde donde están posicionados— y sí, muchas veces es desde una posición de poder, por eso creo que el cambio es necesario, pero tampoco será de mí de quién escuche que se muere de ganas por batallar en una guerra. Tampoco quiero que me malinterprete, que soy la primera en decir que quedarse callado no sirve de nada.

El resto de mis músculos no sé, pero la lengua la tengo bien agilizada y lista para un segundo asalto, como dicen mis profesores cuando voy a abrir la boca después de un escarmiento. Me apresuro a hacer lo que me pide si no quiero despertarme mañana dolorida por no haber calentado como se debe, o lesionada si es que me da por lanzarme de lleno en el ejercicio sin haber estirado antes. —Respiración y encontrar mi peso, pillado— aseguro con un movimiento de cabeza afirmativo, terminando de estirar mis muslos al soltar mi tobillo del agarre de mi mano detrás de mi espalda. Mi parte favorita es la de tener que colgarme como si fuera un mono, que si tuviera seis años haría un mejor intento de ello en las barras del parque, pero tener diecisiete años en proceso de crecimiento, que espero no quedarme en mi metro sesenta, no ayuda en lo absoluto. ¿Qué habíamos dicho? Ah, sí, peso, aunque mi problema mayor es que no se me resbalen las manos, lo cual... no me funciona mucho, y si tengo que ser honesta, tampoco hago un demasiado buen trabajo en las plataformas que se mueven como arenas movedizas. Tengo suerte de no torcerme un tobillo y queda totalmente inaccesible la pared que se supone debía escalar, así que mi única forma de terminar es zig zageando los obstáculos siguientes y esperar que las luces esas no me atreviesen el cerebro. No lo hacen, pero no creo que el sonido tortuoso que pita al rozar una de ellas signifique que lo he hecho decente —Bueno, decíamos que eso había sido un calentamiento, ¿no?— me excuso de mi patético intento, apoyando mis manos sobre mis rodillas al tomar aire por la boca —Creo que me emocioné un poco con la velocidad— sí, ¿solo un poco?

Dados
Maeve P. Davies
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
— No estoy hablando del ciudadano promedio, Maeve — mi voz se suaviza en comprensión a lo que está tratando de explicarme, cuando yo mismo alguna vez fui un civil que no sabía qué pensar sobre las acciones de los rebeldes de antaño, esos que hoy en día son la sombra que puso en funcionamiento un sistema por demás corrupto. Pensarlo de esta manera me hace sentir incluso mucho más viejo de lo que en verdad soy — Lo que nosotros hacemos no ha sido en son de paz, lo tengo bien en claro, sino más bien una respuesta a las injusticias que otros nos lanzaron en la cara. Pero hay personas aquí dentro, especialmente en el Ministerio, que aluden que la creencia de que las especies podrían convivir en paz es solo una ilusión y minimizan un diálogo coherente por miedo o falsa creencia. ¿Tienes idea de la cantidad de personas que me llamaron falso héroe desde que puse un pie en este lugar? — no puedo hacer otra cosa que sonreír con desganada ironía — Es triste que la gente se encuentre tan ciega y crea que el desear un poco de igualdad sea de dramático moralista. Sabía que la justicia estaba podrida, pero no me imaginaba que tanto — solo me deja pensar que nadie quiere arriesgarse el culo cuando saben que no todo se hace limpiamente y que mis amigos en el nueve tendrán más problemas que nunca cuando quieran compartir su pensamiento con un mundo que no quiere escucharlo.

Es casi tan triste como ver el fideo que puede ser y no poder reírme abiertamente de ello, que tampoco quiero desanimarla y se supone que debo darle una imagen no tan casual cuando debería estar entrenándola. Me cubro la boca al toser para disimular mi vaga risa y tengo que hacer varias muecas en un intento de que la sonrisa no me delate en lo que me acerco a ella con unos pocos pasos — Ha estado bien, las primeras veces son imposibles de realizar como dios manda — las palmaditas que le doy en la espalda son un intento de darle ánimos en lo que busco la botella de agua con la mirada — Deberías beber un poco para refrescarte antes de volver a intentarlo. Bajaré la dificultad para que tengas la posibilidad de ser consciente de tus movimientos antes de actuar. El cuerpo tiene memoria, con un poco de práctica podrás hacerlo hasta con los ojos cerrados — bueno, tal vez eso es una exageración, que no quiero que se desnuque. Me alejo los pasos necesarios para volver al control y toqueteo la pantalla, a ver si de esta forma no acaba partiéndose la madre y me evito el tener que darle explicaciones a Hasselbach de por qué terminamos en la sala de emergencias — Cuando conozcas tu cuerpo, te será mucho más fácil el saber cómo moverte en el campo de batalla, reaccionarás tan solo por instinto. Además, los licántropos tenemos a favor que nuestros sentidos nos dejan reaccionar antes que nuestro oponente. Si sabes usarlo, te vendrá bien — ladeo la cabeza en su dirección y apunto a los obstáculos con el mentón — ¿Lista?
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Apuesto que muchas— respondo, quizás tengo que reservarme la sonrisa por la expresión de falso héroe, que por cómo lo dice no tiene pinta de que le haya sentado muy bien. Y como para hacerlo, si no es una apuesta difícil de ganar teniendo en cuenta su posición actual. —Por lo que puedo entender siendo ciudadana promedio— uso el mismo término que él ha utilizado para gente como yo, aunque no creo que siendo licántropo pueda meterme dentro de la categoría de un civil corriente, para explicar mi punto me vale igual —, la mayoría de personas asumen la igualdad como una restricción de sus propios derechos. Es lo que ocurre siempre con los ricos, ¿no? Aquellos que tienen más nunca quieren ser desprovistos de sus privilegios, buscar la igualdad los convertiría en ciudadanos mediocres. Es un sistema de mierda— bufo, a pesar de que esto último lo digo más bajo en caso de que sí haya micrófonos en la sala. Nunca he tenido en demasiada consideración a las personas ricas, personas como Karina Hegel me producen más repelús que cualquier otra cosa, y supongo que la mayoría me llamaría hipócrita por andarme besuqueando luego con el hijo de un ministro, pero al menos Oliver no hace una exposición diaria de todo el dinero que tiene. ¡Mi padre se enterará de esto!, si ya puedo verla a Karina diciendo esas palabras como defensa para todo.

Ha estado horrible— le corrijo para que no tenga que apañar comentarios para hacerme sentir bien, cuando tampoco es algo que pueda tomarme como una ofensa personal, soy consciente de todo el trabajo que tengo por delante y no me molesta que sean sinceros conmigo como puede ocurrir con otros. —Debería empezar por dejar las patatas fritas... ¡hey, no vale reírse!— se forma un mohín en mis labios cuando veo que está tratando de ocultar su risa, esa que al final termina por contagiarme en cierto modo por la sonrisa que se me escapa al rodar los ojos. Tomo la botella de agua que dejé en un banco cercano y le doy un trago para quitarme la sensación de sequedad y agotamiento del cuerpo, preparándome para volver a la carga. —Lo triste es que la teoría la tengo— lo cual no suele ocurrir en las clases, hablando con sinceridad —, es mi cuerpo al que no le da la gana de responder— me quejo sin muchas ganas, atendiendo a sus consejos que quizás me valgan para trabajarlo en el futuro. Tengo que consolarme con dejar la botella de vuelta sobre el banco y volver a intentarlo hasta que eso de conocer mi cuerpo pase de verdad. —Lista— me cuelgo de la barra sin dificultad, pero conforme avanzo el sudor en mis manos me juega una mala pasada y no llego a terminar como me gustaría, lo que se repite con las plataformas que deben tener un pacto con el diablo contra mí. Al menos no soy tan patética en la pared que antes me dio problemas y consigo superarla, pero al caer me como uno de los zig zags y por poco no se me escapa mirar hacia Ben con cara de circunstancia. Si termino decentemente no hago un buen espectáculo de ello al tirarme al suelo con los pulmones a punto de salírseme por la boca, respirando con toda la fuerza y mirando al techo boca arriba. —¿Estás seguro de que lo pusiste más fácil?— me quejo entre jadeos, que me diga que se equivocó de botón.

Dados
Maeve P. Davies
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Es un sistema de mierda  — coincido con toda la confianza que puedo llegar a tener con una adolescente de lengua floja que, al final de cuentas, parece tener una idea mucho más acertada de cómo funciona una sociedad egoísta que muchos de los adultos que no tienen los huevos como para tener una opinión propia y bien fundamentada. La gran mayoría de ellos solamente se quedan con la idea de hacer la vista gorda por comodidad, asegurarse de que su familia esté a salvo mientras comen y cagan sobre los derechos ajenos y, como a ellos no les toca el culo, no creen que exista algo que cambiar dentro de la política. Vivimos en un mundo de hipócritas y soñadores y, tristemente, hay mayor cantidad de los primeros que de los segundos.

Oh, jamás dejes las papas fritas  — consejo ridículo pero inmediato — No hay comida de la cual debas prescindir si tienes un buen calendario de entrenamientos. Jamás me he privado de absolutamente nada  — me palmeo el abdomen con una mano en un intento de darle ánimos, aunque no creo que sea conveniente contarle que también Echo nos volvía locos con sus entrenamientos para que dejemos de ser fideos sin coordinación ni talento  — Si tienes la teoría, solo intenta aplicarla con el tiempo. No seas tan dura contigo misma por no poder hacerlo de inmediato, las cosas llevan tiempo y trabajo. ¿No es por eso que estamos aquí?  — sé que no es lo que una persona impaciente quiere esperar, pero no tengo nada mejor que decirle.

No puedo hacer otra cosa que cruzarme de brazos en lo que mis cejas se van volviendo cada vez más curvas hasta que ella finaliza su carrera de obstáculos. Un poco mejor que antes, pero eso no quiere decir que sea exactamente lo que estamos buscando  — No…  — es lo único que me sale contestarle. Me acerco con unos pocos pasos, percibiendo lo colorado de sus mejillas  — ¿Quieres que te envíe algunos ejercicios físicos que puedes hacer en tu casa para ir entrando mejor en… la onda?  — me siento terrible al decir esto, pero es lo que me queda  — Si crees que no estás lista para superarlo, podemos probar en dos días que puedes utilizar para prepaparte. Hoy podríamos regresar al combate cuerpo a cuerpo, si te parece bien. No quiero que acabes en el hospital con una fractura o algo así.
Benedict D. Franco
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Me alegra que digas eso, porque no pensaba dejar las patatas fritas— digo, medio riéndome y aguantándome de hacerlo para poder recuperar esa respiración que ahora mismo se encuentra acelerada por la carrera. Soy plenamente consciente de que no llevo la mejor dieta, si vamos al caso, creo que nunca me he preocupado por mi peso de la manera en que lo hacen las chicas de mi clase, pero capaz sea el momento de cambiar eso y re dirigirlo hacia algo quizás un poco más sano, en el sentido de que tengo que ganar músculo si no quiero tener que pasar por este ridículo delante de mi entrenador tantas veces por semana. —Sí, solo que a veces es desesperante, sé que no tengo el mejor físico del mundo— vamos, no hay más que verme, que ni llego al metro sesenta y apenas tengo curvas, parece el cuerpo de una niña la cual todavía no se ha desarrollado. —, pero supongo que aceptarlo es el primer paso para cambiarlo, ¿no?— pregunto, aunque ya conozca la respuesta, para cambiar algo primero hay que asumirlo como un problema.

Tomo asiento en el suelo, apoyando mis codos sobre mis rodillas al doblarlas para quedar en una posición de descanso que no me haga ver como un perro cansado. —Está bien, no veo qué mal pueda hacer y peor no creo que vaya a hacerlo— no me considero una persona negativa en el día a día, pero se puede ver que hoy no estoy teniendo el mejor de mis días —¿No quieres que acabe con una fractura pero quieres que hagamos un entrenamiento de cuerpo a cuerpo, tú.... conmigo??— le hago ver lo gracioso que resultó ese comentario, con una curvatura en mis labios que indica que me lo tomo más a guasa que en serio. —No creo que a Rebecca le preocupe una fractura, de todas formas, no mientras sea entrenando y no ahí fuera— considerando el «ahí fuera» como el lugar de las batallas. —Así que sí, ¿por qué no?— acepto, al menos de esta manera estaré combatiendo con alguien que piensa por sí mismo y del que puedo intentar predecir sus movimientos, por no decir que uno no sabe lo que se puede encontrar fuera.
Maeve P. Davies
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