The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Viene de aquí..

Tengo un recuerdo claro de un primer trago, también de un segundo, el tercero se vuelve algo borroso y el cuarto, el quinto cuarto, el sexto cuarto… esos no son recuerdos que mi memoria haya conservado, quizás para salvarme de la vergüenza de evocarlos cuando me arrastro al baño para descargar todo el contenido de mi estómago, en su mayoría alcohol ya que la cena no fue algo que pudiera disfrutar debido a la compañía que teníamos. Retiro bruscamente algunos mechones que caen sobre mi rostro y se ensucian de vomito en las puntas, cuando me doblo sobre el retrete para escupir hasta lo último que queda en mi garganta y una nueva arcada me impide incorporarme. Recuerdo haber señalado a Sigrid diciéndole como es tradición cada vez que peleamos que es adoptada, que mamá y papá la encontraron en un tacho del norte, la trajeron solo porque era rubia y quedaba bien con el cuadro. También recuerdo haberle gritado a Nicholas que se lo contaría todo a mamá, ella no estaría de acuerdo con que esa gente se sentara en nuestra mesa, tendríamos que desinfectar hasta los cubiertos por la mugre de sus dedos. ¡Mi madre! ¡Moriría de un infarto si viera a esa mujer sentada entre nosotros! ¡Otra vez! ¡Moriría otra vez!

Me siento en las baldosas heladas del baño y recargo mi frente sobre el borde el retrete, tan lamentable como me siento. Recuerdo mis zapatos siendo arrojados hacia la ventana de esa mujer para romperle el vidrio y Sigrid tironeándome del brazo para volver a casa de Nicholas a esperar a Kostya, ¡Kostya! —Solo quiero morirme ahora mismo— murmuro y vuelvo ser la Ingrid adulta, cosa que olvido cuando estoy con mis hermanos y sus estupideces me obligan a comportarme como si tuviera dieciocho años, todo por querer recrear situaciones del pasado en las que Sigrid anda moviendo el rabo, toda feliz, detrás de esa mujer que a sus ojos y según sus palabras es tan genial que a mí me hace quedar como una remilgada, y luego el idiota de Nicholas que en vez de estar de mi lado, me hace sentir que soy la que sobra porque tiene asuntos privados con ella de los que me excluye. —Esa mujer es una perra conmigo y mi familia le hace un pedestal— escupo con rabia, la misma que enrojece mis ojos y hace que mis lágrimas quemen. —Me obligan a que me disculpe ¡para que no me despida! ¡Ella! ¿Quién demonios es ella para ser ministra? ¡Yo llevo años como auror! ¡Yo! ¡Yo dediqué mi vida a ese trabajo como para que se crea con la autoridad de quitármelo! ¡Yo patrulleaba el norte mientras ella era una fulana del montón!— golpeo mi pecho con mi puño rígido, sintiendo como las lágrimas se desbordan.

»¡Mi hija me convierte en un chiste! ¡Mis sobrinos me mandan callar! ¡Mi hermana adula a esa zorra! ¡Y mi hermano…! ¿Crees que me gusta ser la mala siempre? Es necesario que lo sea sino pasan cosas como que una paria diga en la cena que está embarazada de mi sobrino, ¡y nuestro hijo que también trae una veela a la casa! ¡Percy que engaña a nuestra hija con la misma! ¡Kitty que se fuga a territorio rebelde! ¿Qué esperan de mí? ¿Qué los aplauda por rebajarse? ¡Pero yo soy la mala! La mala madre, la mala hermana, la mala auror… todo lo he hecho mal, tan mal que viene una mujer como Hasselbach salida del mismo barro y me colocan por debajo de ella— que no venga a hablar Katerina de expectativas altas y de que siempre le señalo que no está a la altura, porque a mí no dejan de hacerme sentir en todo momento que soy la peor de todas.
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Konstantine P. Romanov
Mi mujer será la que está ebria como adolescente en su noche de graduación en el baño, pero soy yo el que se ha sentado en el borde de la cama con una copa de vino en lo que intento comprender cómo es que llegamos al punto en el cual tienen que decirme que debo llevarla a casa porque ha estado atacando a la Ministra de Defensa quien, para variar, también es su jefa. Voy a ser sincero, no he entendido ni la mitad de las cosas que me explicaron mientras arrastraba a Ingrid para traerla a nuestro hogar como el matrimonio normal que se supone que somos. He intentado no enojarme, comprender un poco el camino que su mente recorrió para llegar a este punto y he decidido, a fin de cuentas, que no entiendo absolutamente nada. Me relamo el sabor del vino en lo que bebo muy lentamente y oigo con atención la voz que proviene del baño, así que me levanto para poder pegar la oreja a la puerta en un intento de comprender mejor los balbuceos — Sí, cariño, lo sé — se ha vuelto la frase de cabecera para muchas de nuestras conversaciones. “Lo entiendo”, “lo lamento”, “tienes razón”. Sé que discutimos, sé que no somos una pareja perfecta, pero también he aprendido que no podemos llevar esto adelante sin tener un mínimo de comprensión dentro de los problemas que nos han ido agitando con los años. No podríamos haber criado tres hijos de otra manera.

Doy un golpecito con los nudillos en la puerta para darle a entender que voy a entrar y empujo con cuidado, no sea cosa de que me la lleve puesta. Verla en este estado es incluso más penoso que solamente oírla y tengo que empujar, de alguna manera, el recuerdo de todo lo que ha pasado esta noche a un lado para tenerle compasión. La tengo, claro. Sé lo mucho que sufre con estos detalles que nadie más ve, la escucho quejarse de manera constante y creo que el vaso ha llegado a su tope. Apoyo la copa lejos de su alcance sobre el lavamanos y me pongo de cuclillas frente a ella, en lo que tomo con cuidado sus manos — Nadie te ha puesto por debajo de nadie, Didi. Sé por qué estás enojada, pero creo que deberías empezar a pensar un poco más en frío antes de…  Bueno, terminar como terminaste esta noche — esto es demasiado bajo, en especial para alguien como ella. Le quito un mechón de pelo que tiene sobre la frente, ese que no sé si tiene sudor o vómito, no quiero preguntar — Es injusto que Hasselbach tenga ese puesto y lo sabemos, pero tú no hiciste nada malo y no te tienes que rebajar a estar a su nivel. La gente no tardará en darse cuenta de ese error y, mientras sigas siendo fiel a ti misma, ya sabrán ver la verdad. Solo… No debes perder la cordura — una que no estoy seguro que aún posea. La analizo rápidamente con los ojos, dudoso — ¿Quieres que te prepare un baño? — hasta mi pregunta es cautelosa, pero ya qué.
Konstantine P. Romanov
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Invitado
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Estoy pisando el borde de mi cordura, puedo sentir el vértigo. —¿Qué lo piense en frío? ¡Siempre lo pienso en frío, Kostya!— grito, y no a él, al techo del baño que es tan blanco que me lastima los ojos. —¿No es eso lo que me recriminan siempre? ¿Qué sea tan fría con todo?— pregunto como un lamento de incomprensión, porque no sé qué esperan de mí a este punto, todo lo que trato de hacer bien, lo ven como si lo hiciera mal, y todo lo que digo que lo hago por la familia, lo ven como un ataque personal. Porque es a mí a quien Lexa y Luka dicen que podría haberle dado una bienvenida mejor a Kitty cuando la encontramos en vez de puros retos, ¡y luego va él a llevarle helado a Kitty cuando está castigada! ¡Claro que me enteré! Pero el equilibrio de esta familia se sustenta en cosas así, a las que hago lo vista gorda porque es lo que ha conseguido que sigamos funcionando como una, no solo mi hija menor, también yo necesito de alguien que sea equivocadamente comprensivo conmigo como para darme la razón y asiento cuando me ofrece un baño que me limpie de toda esta vergüenza, aunque el gesto haga que la cabeza me de vueltas.

Se lo merecía, Kostya. Se merecía esa bofetada desde que puso un pie en el ministerio— lloriqueo en mi estado más lamentable, sosteniéndome la cabeza. Espero que nunca en la vida Kitty se entere que acabo de decir esto, me preocupa mucho más que el hecho de que se entere Lexie quien seguramente se sentiría traicionada porque yo no le enseñé que esté bien pelearse a los puños con alguien, pero Kitty hasta lo podría tomar como excusa para andarse metiendo en peleas de pandillas. —¿Sabes que es lo más injusto de todo esto? Que ese puesto podría haber sido para mí, soy fiel a mí misma en todo momento, soy una Helmuth, mi familia tiene una posición en el ministerio, ¡estoy casada contigo! ¡Tenemos hijos en el escuadrón!— esto es solo el comienzo de la injusticia, —Nicholas es ministro de salud, Sigrid… ¡Sigrid!... está a cargo del negocio de la familia, ¿y yo? ¿Lo puedes ver?— le pregunto mientras trato de agarrarme de su hombro para levantarme del suelo y usar la tapa del retrete como asiento. —¡Y entonces llega esta mujer! ¡Y la detesto! ¡Siempre la he detestado!— no hace falta que ponga mucho énfasis en esto, ha quedado claro. —Mis hermanos han conseguido lo que se espera de un Helmuth, ¿con qué cara puedo seguir diciéndole a Kitty que no sea una vaga y que se esperan cosas importantes de ella?— siento la presión de las lágrimas detrás de mis ojos y procuro que mi mirada se vea amenazante cuando la fijo en su rostro. —Lo que voy a decir nunca saldrá de este baño, ¿me oyes, Kostantine?— se lo advierto, con el mismo tono que he empleado toda mi vida para enseñarle a mis hijos que no se habla cuando los adultos lo están haciendo o que no deben ir al patio si están vestidos de punta en blanco en Navidad. —Soy un fracaso, patético y horroroso— le muestro las puntas de mi cabello que huelen a vomito.
Anonymous
Konstantine P. Romanov
No creo que hubieras estado pensando en frío esta noche… — es un comentario que lo dejo caer de una manera tan casual que de seguro pasa desapercibido. No creo que le preste mucha atención cuando está claro que su cerebro no está funcionando al ritmo de todos los días, ni siquiera puedo decir que recuerdo cuándo fue la última vez que la vi en este estado y, siendo francos, no puedo asegurar que esto haya pasado alguna vez. Lo único que puedo hacer, como el marido que busca ser un apoyo, es dejar que ella hable en lo que le ayudo a acomodarse sobre el retrete.  ¿Hay algo de todo lo que enuncia sobre Hasselbach que me sorprenda? No, en lo absoluto. Y, aún así, la manera que tiene de apuntar a su fracaso me hace reír sin poder contenerme. Es una risa vaga y pilla, de esas que no piden permiso para separar mis labios en lo que me inclino para tener la libertad de limpiarle algunas lágrimas — No eres ni un fracaso, ni patético ni horroroso — le aclaro — Hay algo que siempre le digo a Kitty y es que no tiene que compararse con absolutamente nadie más para saber que es valiosa. ¿Voy a tener que empezar a enseñarte lo mismo a ti? — intento que suene a una broma, incluso cuando los dos sabemos que no hay ánimos reales en esta habitación — Hiciste mucho más que esa mujer y, si me lo permites, tienes una vida que cualquiera envidiaría. ¿Necesitas del título para sentirte mejor contigo misma? No veo el punto pero, si tanto lo quieres, solo debes esperar. Estamos en guerra y, si Hasselbach no hace bien su trabajo, no tardará en seguir los pasos de Riorden Weynart.

Tal vez no es el mejor consejo para dar, pero es el único que tengo cuando toda esta situación me parece tan irreal que no sé de dónde tomarla. Vacío lo que queda dentro de mi copa, vuelvo a apoyarla en el lavamanos y le doy la espalda. Llenar la bañera parece el mejor medicamento para su estado alcohólico depresivo, así que coloco el tapón y enciendo el grifo, a la espera de que se vaya llenando poco a poco — Tal vez…. — sé que me va a odiar por decir lo que voy a soltar, así que me lo tomo con calma y lo dejo caer así como si nada — Todo esto tenía que suceder para que llegues a un punto de quiebre con el cual necesitabas tropezar, Didi. ¿No pensaste que poner tantas expectativas sobre ti y los demás fue lo que nos llevó a este punto en primer lugar? Kitty, tu hermano… Quizá no hay que presionar tanto las cosas. Eso evita que exploten — le tiendo las manos, a ver si necesita de mi ayuda para la tarea tan simple que es meterse dentro de una bañera.
Konstantine P. Romanov
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Buried for a night like this · Konstantine IqWaPzg
Invitado
Invitado
El hecho de que se ría reafirma mi punto de estoy siendo patética. Entorno los ojos como respuesta a su carcajada ligera, como es costumbre desde que nos casamos, es lo que hago en vez de reclamarle el que me encuentre un motivo de risa, lo haría delante de nuestros hijos para que no crean que permito que se me ofenda así, pero si estamos fuera de su vista puedo concederle el que minimice con una carcajada mis problemas que tienden a parecer tan grandes como para llenar una habitación, y el baño es de los espacios más reducidos de la casa, no sé si quiero que quedemos dentro, atrapados en mi lamento sobredimensionado. —¿Estás diciendo que te parece que actúo como una chiquilla de trece años comparándome con la vecina?— pregunto. Mi cara sucia, el cabello en puntas, el regusto amargo del vomito todavía en mi garganta, el tener que agarrarme a los bordes de la tapa del retrete para sentir que conservo cierta estabilidad, todo grita que sí estoy actuando como una mocosa, cosa que ilustro al sorber con fuerza por la nariz para contener el nuevo aluvión de lágrimas cuando recibo sus palabras como la estrellita dorada que necesito en la solapa de mi saco, ay, que patética… —Entonces seré la segundona, la segunda opción, no quiere estar por donde ella ya ha pasado— y para colmo, caprichosa. —No quiero ser ministra solo para… quitárselo a ella. Hubiera querido que me tuvieran en cuenta desde un principio, por mi edad, por mi carrera, por nuestro estatus, ¿es que todo eso significa nada? ¿por qué no me tuvieron en cuenta en primer lugar?—. Temo que volveré a llorar solo de mencionarlo: —Es porque estuve enferma, ¡por todos los demonios! ¡esa maldita enfermedad! De todas las personas, ¡justo a mí!—. No necesito seguir enumerando que otros defectos de mi carácter esto deja a relieve.

Necesitaba sacarlo en algún momento, maldecir como puedo llegar a necesitarlo, porque a mí también me asfixian las reglas de conducta que impongo y me asfixian porque el resto se las pasan rompiendo, ponen a prueba los límites de mi paciencia y tolerancia todo el tiempo. Lo miro desde mi lugar, dejando a un lado su bebida y proponiéndome que vea esto como una crisis necesaria a… ¿mis expectativas? —No, no puede ser que seas quien me diga eso— digo sosteniéndole la mirada, —somos nada sin nuestras expectativas altas, Kostya. Somos… ¡somos nosotros! ¡Toda esta familia! No somos los vecinos al final de la calle, ni la familia que nadie conoce de un distrito de la periferia, todo no nos da lo mismo. Tenemos una reputación que mantener, un cierto nivel de excelencia en el que siempre nos destacamos— boqueo, sabiendo de lo incorrecto que es presumir de esto, de acuerdo a los buenos modales. —¡Eso es lo que somos! No vivimos de expectativas bajas por las cuales podría decirle a Kitty que sea criadora de crups o artista si quiere, ¡por favor!— exclamo, y miro sus manos que finalmente tomo. —Y alguien tiene que mantenerlas, Kostya— lo digo mucho más bajo, como un ruego. —¿Has visto lo que es la sociedad hoy en día? ¿Todo lo que esperábamos poder disfrutar los magos al vivir sin escondernos siendo constantemente atacado por rebeldes y bestias? En algún punto todos pierden la memoria, hacen flexibles los límites que deberían mantenerse, ¿y entonces que será de nuestros hijos? No, Kostya, prefiero sostenerme y quebrarme en mis altas expectativas, a tirarlas al barro como si fueran nada.
Anonymous
Konstantine P. Romanov
Nooo, en lo absoluto… — creo que he arrastrado las palabras un poco más de lo necesario para sonar creíble, pero si hay algo que he aprendido con todos los años que llevamos de matrimonio es que tengo que cuidarme de lo que le digo para evitar un descontrol de malos entendidos. Pero… ¿No estamos grandes ya para andar comparándonos con los demás? Sí, lo he hecho alguna que otra vez, pero porque mi carrera entera se basó en mirar lo que hacían los demás para poder hacerlo mejor y así ganar el puesto. Creo que acá la situación es un poco diferente, cuando no hay un título que se esté debatiendo sino que ya ha sido otorgado — ¿Estás diciendo que no te importa que le hayan dado el trabajo, sino que no te hayan considerado primero? ¡Todos sabemos que se lo han dado por pura propaganda! Aminoff necesita hacer lucir a sus licántropos y, si los rumores son ciertos, no me sorprende en lo absoluto su decisión de poner a Hasselbach a cargo de todo el departamento con tan poco tiempo en el mismo — lo cual me parece de bastante mal gusto si solamente se anda guiando por sus pantalones, pero como sea. Yo me conformaré en hacer bien mi trabajo, si la seguridad de nuestro país se va a la mierda por ese tipo de decisiones no es cosa mía — No debes pensar que fue por algo relacionado a ti, querida, mucho menos una enfermedad. No tienes que castigarte por esto — es lo último que necesita después del día pesado que ha tenido.

¡Una cosa es tener ambición y otra muy diferente es vivir con un panorama del ideal que nadie jamás puede alcanzar, Ingrid! — intento no sonar exasperado, pero creo que fallo estrepitosamente en mi misión — Está bien el querer cosas buenas y mejores, el desear un futuro brillante y dejarnos volar, siempre y cuando tengamos los pies en el suelo. ¿O yo me hice alcalde solo por desearlo? ¿No me viste trabajar durante años, estudiando y criando niños al mismo tiempo hasta alcanzar mi cometido? Tenía expectativas, sí, pero buscaba hacerlo de manera terrenal. ¿O vas a decirme que ver a Kitty como auror es de lo más realista que hemos dicho en esta casa? Por favor… — se me escapa un chistido irónico frente a esas palabras, las cuales me hacen menear con la cabeza — Una cosa son tus expectativas y otra las de nuestros hijos. No creo que aceptar que nuestro ideal no es alcanzable tenga que ver con lanzar todo al barro. ¡Hacemos lo que podemos, Ingrid! Tú, yo, nuestros hijos… Hasta tu hermano — me apoyo en el borde de la bañera para poder descansar, sentándome con las piernas separadas en lo que apoyo las manos en mis rodillas —  Tenemos nuestra reputación y sí, no dejaré que se manche, pero por las cuestiones correctas. Deberás hablar con tu hermano cuando te calmes, con Kitty cuando aceptes que tu hija no es algo que puedas moldear a tu imagen y semejanza y con Rebecca Hasselbach cuando encuentres el modo de enfrentarla sin que te termine echando a la calle. Intenta llegar sobria a ese día.
Konstantine P. Romanov
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Buried for a night like this · Konstantine IqWaPzg
Invitado
Invitado
Froto mi nariz con el dorso de la mano para quitarme esa molesta sensación de llanto picándome los ojos, siguen puestos en él como profundos charcos de desasosiego que solo encuentran su consuelo en la verdad tan evidente que al parecer solo podemos ver él y yo, sobre las razones que llevaron a esa mujer a estar en el puesto que ocupa. —¡Es lo que digo y nadie en mi familia me escucha, Kostya!— no llega a ser un sollozo por poco, la voz me sale quebrada, tengo que aclararme la garganta con una tos para continuar. —Sigrid que siempre la ha idealizado, al parecer también Nicholas está cegado… ¡es tan frustrante!— digo esas palabras como si me las arrancara del pecho. —Ser la que se pone a gritar como una loca en la familia por señalar lo que está tan a la vista y nadie puede ver— tan, tan frustrante. Ser la que tiene que seguir manteniendo vivas las voces de nuestros padres para que no se pierdan, elevando mi tono cuando así debe ser, para que luego parezca que soy quien pide imposibles, cuando lo único que pido es que sigamos siendo lo que nos han inculcado que seamos.

Mi frustración se traslada entonces a la única hija que ha nacido sorda a mi voz, si es que ni siento bebé y cambiándole la muda de ropa de lado conseguíamos que se durmiera en los horarios adecuados, el día para ella comenzaba después de la medianoche. —¡Quiere ser alquimista, Kostya! ¡Alquimista! ¿Por qué todos critican mis expectativas cuando es ella la que delira con un oficio como ese! Y con el carácter que tiene, ¿en serio crees que podrá dedicarse al estudio tan profundo que lleva la alquimia? — hablemos con franqueza que a esos tres hijos los tuvimos entre los dos. —Si estamos hablando de alquimia realmente, no de un pasatiempo como creo que ella está confundiéndolo. Se frustrará, se dará de cabezazos contra la pared durante gran parte de su vida, por ponerse ella una expectativa descabellada. Y no, no quiero eso para mi hija, no quiero que pase años en eso y que no alcanzarlo la frustre tanto que pierda la confianza y el carácter como para darse cuenta de que hubo un montón de muchas otras expectativas, que siempre estuvieron a su alcance por ser quién es y cómo es— dejo caer mis brazos con un movimiento brusco que termina por sacar la tan mencionada frustración de mi cuerpo y se reemplaza por otra emoción cuando menciona lo último.

No es lo que dice sobre mi hermano, nuestra hija o esa fulana, sino lo último. —Intenta llegar sobria a ese día, ¿¿te escuchas??— lo repito, no tiene la fuerza que desearía porque efectivamente estoy de pie en el baño de nuestra habitación con el blanco de las paredes resultándome abrumador y las baldosas todavía se mueven un poco para mí. —¡Es lo que digo! ¡Es lo que hacen todos!— exclamo, estoy hasta la coronilla, —¡Solo fue hoy! ¡Solo fue esta noche! ¡Y ya estás proyectándolo como una gran mancha sobre mí!—. No me gusta como suenan estas palabras en mi boca, no me gusta lo familiares que suenan, ni tampoco me gusta la arcada que viene a causa de rememorarlas. Coloco mis palmas sobre mis parpados cerrados, sosteniendo así mi cabeza al mareo que regresa. —A todos se nos imponen expectativas altas, a nadie se le perdona un error— murmuro, ni siquiera es reproche hacia él, es lección que me repito. Bajo mis manos a los lados de mi cuerpo y consigo dar los pasos hasta la bañera para sentarme a su lado con la cara hundida en mis manos. —Mis expectativas también son terrenales, demasiado terrenales. Es lo que hemos hecho toda la vida, trabajamos, trabajamos, criamos hijos, seguimos trabajando, ninguno de los dos se dedicó a lucir su apellido como placa, ni se arriesgó a cosas improbables porque sabía que estaba el respaldo de la familia detrás… quisimos convertirnos en ese respaldo para nuestros hijos y toda la familia. Estamos parados en el mismo lugar, aunque a veces te parezca que estamos en extremos opuestos.
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Konstantine P. Romanov
¡Pues deja que se frustre, Didi! — lo digo como si fuera lo más sencillo del mundo, cuando los dos sabemos que ser padre y ver a los hijos sufrir son dos cosas que no se llevan muy bien que digamos — Ya he hablado con ella al respecto, he intentado convencerla de que se vuelque un poco más en la parte científica de la alquimia, que hable con Jenna para tener un poco de guía al respecto. ¿Pero intentar que sea algo que no es? ¿Tratar de convencerla de que abandone algo que en verdad le apasiona? ¡Ya sabemos que no tiene caso! Si algo sale mal, nuestro trabajo es el sostenerle la mano, eso es todo. Sé que no quieres que Kitty la pase mal, lo sé, pero acabarás por alejarla en un intento de retenerla y acabaremos por arrepentirnos — ella por hacerlo, yo por permitirlo. Tenemos una hija un poco salvaje… ¿Qué podemos hacer, cuando está claro que domesticarla no es la respuesta? Encontrar un modo de que ambos lados funcionen en armonía, cosa que parece que hace tiempo se ha perdido en esta casa.

¡Jamás dije que era una enorme mancha sobre ti! ¡No pongas palabras en mi boca que no he dicho! — el tono de mi voz se vuelve demasiado familiar, es un eco de las muchas discusiones sin sentido que hemos tenido a lo largo de los años y que siempre acaban conmigo víctima de un enorme grado de frustración antes de beber algo y meterme en la cama. Me obligo a tomar esto con calma en vista de que ella está ebria, no es como que esta conversación tenga algún sentido y lo más probable es que mañana no la recuerde siquiera. Me limito a acariciar con calma su espalda, con un toque que parece hueco al mantener mi mirada en el suelo. Habla de nuestra familia como un cuadro perfecto que jamás se salió de lo esperado, no me parece una definición errada pero también creo que es lo que siempre estuvimos buscando — No creo que estemos en esquinas opuestas, jamás me he querido convencer de ello… — murmuro — Solo sé que nos hemos acostumbrado a ser las dos caras de la misma manera, con tal de traer equilibrio a nuestra familia. Todos tuvimos errores, Ingrid. Incluso tú. Y te lo he perdonado — no quiero poner nombres ni fechas, pero mi manera de prensar los labios lo hace obvio — Quizá… Quizá tú deberías hacer lo mismo con los demás. El cristal se ve bonito, pero no deja de ser frágil — como nosotros y nuestro brillante cascarón. Dejo caer la mano en el agua caliente, chequeando su temperatura, antes de apagar la canilla. Unas pocas gotas rompen la superficie, en la cual nuestros perfiles se reflejan a la perfección. A pesar de todo, se puede ver el agotamiento.
Konstantine P. Romanov
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Buried for a night like this · Konstantine IqWaPzg
Invitado
Invitado
No puedo— lo digo en la más absoluta rendición a un carácter que me controla a mí, en vez de conseguir que mi voluntad domine mi carácter. He sido hecha de una manera en la que mi hija, aun habiendo nacido de mí, es tan rebelde a todo lo que soy y me ha formado como esposa y madre, que no encuentro el modo de estar a su lado sosteniendo su mano, sin tironear de esta cada vez que noto que se desvía del camino. Ese que ella me dice y me exige que se le respete como propio, ¿cómo hacerlo? ¿Qué madre se limitaría a mantener los ojos en la espalda de su niña y verla tropezarse, refrenando el impulso de ir corriendo a sujetarla? No lo hacía con Alexa, a quien envolvía con fuerza cada vez que podía, menos aún con Luka que lloraba hasta ponerse rojo si una astilla lo pinchaba, ¿y Kitty? Ella no llora, cada vez que se caía se limpiaba la rodilla y seguía corriendo, inconsciente del dolor va corriendo hacia el peligro, ¿cómo no sostenerla? Sorbo por la nariz ante el nuevo torrente de lágrimas en mis ojos, me duele la garganta como para dar una respuesta a la posibilidad de que un día nuestra hija se aleje definitivamente. No creo que ese día llegue, no quiero creer que sea una posibilidad, nunca lo será. Las familias están hechas para permanecer juntas, es en lo que siempre hemos creído, ¿no?

Pese a que fui yo quien faltó a ese principio alguna vez, somos la prueba de que los momentos de debilidad no tienen por qué rompernos, se renueva o se encuentra la fuerza en el gesto de sabernos apoyado por la otra persona, por más que persistan las espinas que cada tanto se clavan en nuestro costado para sonar hirientes o colocarnos a la defensiva. Tengo que tragar con fuerza un grito en respuesta al suyo, para que la discusión no pase de un par de comentarios desencontrados, ninguno tiene la intención de volver a ello, nadie quiere volver al lugar donde todo duele y seguimos hallándonos con la culpa de nuestras faltas. Bajo mi cabeza hasta que mi barbilla toca mi pecho al terminar de hablar, mis párpados cerrados con gruesas lágrimas siguiendo su camino hasta mi mandíbula, mientras lo escucho hablar a él y todo el abatimiento del día me sobrepasa, como un océano que se elevó en una única y potente ola para caer sobre mí, hundiéndome en el sitio oscuro del propio desprecio que yo también escondo y cada tanto visito. —Es muy bonito, Kostya— balbuceo, —no quiero que nadie lo destruya— parece un desvarío puesto en mis labios, del que podemos acusar al alcohol. Busco su mano para colocarla encima de mi rodilla y entrelazarla con la mía, mi cabeza se inclina sobre su hombro para dejar correr las últimas lágrimas, así el agua podrá limpiar también mi mirada, devolviéndome la entereza que perdí, para que pueda enfrentarme a un nuevo día en el que el mundo ya no me odie, o eso espero.
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