OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Agosto
Espero que las horas oscuras luego del atardecer consigan que mi presencia en el distrito nueve pase desapercibida, sino lo harán las paredes de la cocina de la casa de Mimi y Synnove. Está lo suficientemente retirada de otras residencias del distrito, con una vista agradable al campo, como para que no tenga que preocuparme de cruzarse con alguna persona por casualidad, recaudo que tomo desde hace unos meses porque tengo toda la intención de seguir conservando la confidencialidad de mi ayuda a la resistencia y mantenerme en el Capitolio. Tuve mi tiempo de andar por el norte, este tiempo me hace quedarme en el sur. El distrito nueve es el puerto frecuente, en el que tampoco planeo demorarme más de lo que me lleve mi charla con Mimi, a quien al final de cuentas, y tras demorarme en pedirle su ayuda para no abusar de su trabajo, le he compartido los pocos datos que tengo de mi abuela para que pueda encontrarla en los registros a veces confusos que se tienen sobre los humanos que pasaron por el mercado de esclavos.
—Se suicidó— releo ese dato escueto, apuntado con indiferencia a toda su historia, y admito que no hay manera que vaya a contarle a mi madre que el desenlace que montó Gill en una última llamada, diciendo que había logrado fugarse con un contacto influyente, era solo otro de los actos de su carrera como actriz. —¿Cuál de todas las emociones nos queda por sentir cuando un nombre más se agrega a la lista, Mimi?— pregunto con mi voz tan vacía de todo, por dentro se dan los escalofríos que me estremecen el alma y los conozco, los siento ahora, luego pasan. Son como relámpagos que rompen una oscuridad distante, ocurren en alguna parte que no llega a afectar el presente que transcurrimos y basta con cerrar una ventana para dejarlos fuera de la vista.
Pero por fuera de la ventana de la cocina todo lo que se ve es una noche de verano, con un viento pesado que mueve las ramas de los árboles. —Gracias por la ayuda, fue el último favor que te pediré— prometo con una sonrisa que trata de mostrarme sobrepuesto a la noticia, —no estamos como para seguir convocando fantasmas en calidad de supervivientes— susurro, y ella sabe que no uso ese término refiriéndonos a una guerra que siempre nos tuvo operando en el margen, sino a la sorpresa de seguir encontrándonos con vida luego de tantas existencias cercanas que se apagaron. —Son pocas las veces que vengo, aún menos a visitarte, y lo hago solo para estas cosas. Me merezco que en este momento me eches con una escoba, ¿verdad?— tuerzo mi sonrisa y le muestro así lo culpable que me hace sentir esto. —¿Cómo has estado? ¿Qué tal el consejo?— pregunto.
Espero que las horas oscuras luego del atardecer consigan que mi presencia en el distrito nueve pase desapercibida, sino lo harán las paredes de la cocina de la casa de Mimi y Synnove. Está lo suficientemente retirada de otras residencias del distrito, con una vista agradable al campo, como para que no tenga que preocuparme de cruzarse con alguna persona por casualidad, recaudo que tomo desde hace unos meses porque tengo toda la intención de seguir conservando la confidencialidad de mi ayuda a la resistencia y mantenerme en el Capitolio. Tuve mi tiempo de andar por el norte, este tiempo me hace quedarme en el sur. El distrito nueve es el puerto frecuente, en el que tampoco planeo demorarme más de lo que me lleve mi charla con Mimi, a quien al final de cuentas, y tras demorarme en pedirle su ayuda para no abusar de su trabajo, le he compartido los pocos datos que tengo de mi abuela para que pueda encontrarla en los registros a veces confusos que se tienen sobre los humanos que pasaron por el mercado de esclavos.
—Se suicidó— releo ese dato escueto, apuntado con indiferencia a toda su historia, y admito que no hay manera que vaya a contarle a mi madre que el desenlace que montó Gill en una última llamada, diciendo que había logrado fugarse con un contacto influyente, era solo otro de los actos de su carrera como actriz. —¿Cuál de todas las emociones nos queda por sentir cuando un nombre más se agrega a la lista, Mimi?— pregunto con mi voz tan vacía de todo, por dentro se dan los escalofríos que me estremecen el alma y los conozco, los siento ahora, luego pasan. Son como relámpagos que rompen una oscuridad distante, ocurren en alguna parte que no llega a afectar el presente que transcurrimos y basta con cerrar una ventana para dejarlos fuera de la vista.
Pero por fuera de la ventana de la cocina todo lo que se ve es una noche de verano, con un viento pesado que mueve las ramas de los árboles. —Gracias por la ayuda, fue el último favor que te pediré— prometo con una sonrisa que trata de mostrarme sobrepuesto a la noticia, —no estamos como para seguir convocando fantasmas en calidad de supervivientes— susurro, y ella sabe que no uso ese término refiriéndonos a una guerra que siempre nos tuvo operando en el margen, sino a la sorpresa de seguir encontrándonos con vida luego de tantas existencias cercanas que se apagaron. —Son pocas las veces que vengo, aún menos a visitarte, y lo hago solo para estas cosas. Me merezco que en este momento me eches con una escoba, ¿verdad?— tuerzo mi sonrisa y le muestro así lo culpable que me hace sentir esto. —¿Cómo has estado? ¿Qué tal el consejo?— pregunto.
Estoy encorvada sobre la silla sin saber muy bien cómo enfrentar lo que Dave está pasando. No soy buena para consolar, jamás lo he sido y dudo mucho que eso vaya a cambiar en algún momento pero… bueno, no eran lindas las noticias que había recibido y lo máximo que atino a hacer es darle un apretón a su antebrazo. Estoy aquí para él, incluso aunque siento que he sido una portadora de malas noticias más que una ayuda, pero estoy aquí — ¿Quieres que sea sincera? Porque a estas alturas no puedo sentir nada más que resignación. Total completa y absoluta resignación. — ¿qué otra cosa quedaba hacer sino? Podíamos llorar, gritar, putear, querer comernos el mundo y al final las personas que se habían perdido no se podían recuperar. La guerra era así. La vida era así. Injusta y muy corta para muchos, demasiado generosa con quienes no se lo merecían, y el resto… pues los que quedamos simplemente tratamos de pelear por lo que creemos, resignados a nuestra suerte y a las de nuestros seres queridos — No es malo tampoco. La resignación, digo. Al final se sufre menos si sabes desde el inicio que uno acaba resignándose a lo que pueda pasar, y puedo concentrarme en seguir adelante con más fuerzas. Es casi contradictorio, lo sé. Pero supongo que mi cerebro siempre estuvo cableado de esa forma.
¿Último favor? pfff. Ni siquiera pensaba que le hubiera hecho un favor para empezar — ¿Por qué tan extremista? Sabes que no tengo inconveniente en dar una mano cuando puedo — si es que puedo que es lo más importante. — No voy a echarte porque tengas una vida Dave. Pasamos por demasiadas cosas como para andar criticando la escasez de visitas — le sonrío porque en verdad no siento ningún tipo de rencor y mucho menos dirigido hacia él. — ¿Por fuera del ataque de los inferis y el subsecuente resfriado del demonio? bien. A decir verdad todavía tengo alguna que otra congestión, pero eso se debe a mi terquedad por querer apurar las cosas como siempre. Ya con el consejo no hay mucho qué decir, salvo que estoy empecinada en revisar todos los circuitos de seguridad — evitar un error como el que había tenido se había vuelto una prioridad y sí, el querer hacer las cosas sin haberme curado bien había complicado las cosas en lugar de apurarlas como había sido mi intención inicial. — ¿Qué cuentas tú? Debes tener noticias más interesantes que las de una convaleciente.
¿Último favor? pfff. Ni siquiera pensaba que le hubiera hecho un favor para empezar — ¿Por qué tan extremista? Sabes que no tengo inconveniente en dar una mano cuando puedo — si es que puedo que es lo más importante. — No voy a echarte porque tengas una vida Dave. Pasamos por demasiadas cosas como para andar criticando la escasez de visitas — le sonrío porque en verdad no siento ningún tipo de rencor y mucho menos dirigido hacia él. — ¿Por fuera del ataque de los inferis y el subsecuente resfriado del demonio? bien. A decir verdad todavía tengo alguna que otra congestión, pero eso se debe a mi terquedad por querer apurar las cosas como siempre. Ya con el consejo no hay mucho qué decir, salvo que estoy empecinada en revisar todos los circuitos de seguridad — evitar un error como el que había tenido se había vuelto una prioridad y sí, el querer hacer las cosas sin haberme curado bien había complicado las cosas en lugar de apurarlas como había sido mi intención inicial. — ¿Qué cuentas tú? Debes tener noticias más interesantes que las de una convaleciente.
Resignación, esa es la palabra que busco. Resignación sobre tantas cosas que me acompañaron y a las que me mantuve agarrado con todas las fuerzas de mis manos hasta que los nudillos se me pusieron blancos, temía que si las soltaba, terminaran por desvanecerse y quizás ha llegado el momento que sea así. No es solo otro nombre, es uno que pertenece a mi familia, otro de los puntos finales que necesito para dar por acabadas historias que no son mías. Coloco mi mano sobre la suya para agradecer el gesto que tiene, entonces la suelto, la dejo caer sobre mi rodilla con un total abandono de mis fuerzas, porque estas se agotan después de un tiempo y me he dado cuenta que mis vueltas por el norte me provocan un cansancio que no lo sentía antes, cada vez que llego a una parada, este sentimiento me abate, me deja mirando el techo por horas. No es cansancio, mucho menos una sensación de hartazgo, esta vez es resignación.
—Es aceptar que habrá cosas que siempre escaparán de nuestro control, que nuestra fuerza de voluntad no moverá montañas, ni doblará colosos— lo digo con una sonrisa desganada y a la vez de alivio. —Sí, ayuda a entenderlo, ayuda en muchos sentidos. Nos absuelve de cierta culpa, también nos quita esa responsabilidad de hacer algo con la creencia de que el uso de todas nuestras fuerzas marcará una diferencia…— cierro momentáneamente mis ojos, si los reabro es para fijar mi mirada en ella, la pantalla ha perdido todo mi interés, la hago a un lado. Mi sonrisa se ensancha por su ausencia de reproches, han pasado muchas cosas en estos meses y la distancia con los amigos de este distrito, me llevó a que en momentos de nostalgia me arrastrara mucho más atrás que los días en los que conocí a la mayoría de estos, a otras personas, a los primeros deseos de algo distinto a lo que conocíamos, cada quien por sus motivos. Por eso es con ella, un rostro presente entre esos primeros, a quien busco para algo más que el favor de saber lo que fue de mi abuela.
—También estás luchando ahora, al frente, no solo detrás de una computadora— comento al acabar su relato del atentado que sufrieron y les dejó con los síntomas de un virus desconocido, no es un comentario al azar, va ligado a mi propia respuesta, a lo que queda decir después de recibir su ayuda y disculparme por no ser un amigo más presente, quizás el duelo por las personas que teníamos en común lo podríamos haber transitado de otra forma, o quizás no, tal vez eran cosas que acabaron en su momento y debían acabar, compartir el duelo no nos hubiera hecho bien demorarnos en algo así, cuando el mundo nos exigía avanzar… aunque avanzar me supuso varios tropiezos graves. —No hay mucho de mi vida para contar, sí hay algo que quería decirte puesto que estoy aquí y no tiene sentido demorarlo más—. Recupero su mano para sujetarla y colocarla con la mía sobre la mesa. —Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? Todos en el distrito nueve cuentan conmigo si algún día necesitan buscar una cara amiga en el Capitolio o en el ministerio, ¿sí? ¿Lo sabes?— murmuro, trato de no perder la sonrisa que busca su comprensión al hablar. —Pero ya no puedo seguir como informante del ministerio— estrecho su mano en un apretón cariñoso. —Sigo queriendo lo mismo que el consejo del distrito, trabajaré desde mi lugar para hacerlo y si algún día me necesitan, estaré ahí, cuando podamos hablar de una sociedad distinta, la que queremos que sea posible— sigue sonando idealista, ¿no? Pues no, estoy reconociendo mis propias limitaciones humanas y lo que estoy en condiciones de dar. —Trabajaré para ser juez, Mimi. Me han dicho que me falta carácter para moverme en el ambiente, no me importa. Seré juez y espero que seas de las personas que algún día me vean llegar ahí.
—Es aceptar que habrá cosas que siempre escaparán de nuestro control, que nuestra fuerza de voluntad no moverá montañas, ni doblará colosos— lo digo con una sonrisa desganada y a la vez de alivio. —Sí, ayuda a entenderlo, ayuda en muchos sentidos. Nos absuelve de cierta culpa, también nos quita esa responsabilidad de hacer algo con la creencia de que el uso de todas nuestras fuerzas marcará una diferencia…— cierro momentáneamente mis ojos, si los reabro es para fijar mi mirada en ella, la pantalla ha perdido todo mi interés, la hago a un lado. Mi sonrisa se ensancha por su ausencia de reproches, han pasado muchas cosas en estos meses y la distancia con los amigos de este distrito, me llevó a que en momentos de nostalgia me arrastrara mucho más atrás que los días en los que conocí a la mayoría de estos, a otras personas, a los primeros deseos de algo distinto a lo que conocíamos, cada quien por sus motivos. Por eso es con ella, un rostro presente entre esos primeros, a quien busco para algo más que el favor de saber lo que fue de mi abuela.
—También estás luchando ahora, al frente, no solo detrás de una computadora— comento al acabar su relato del atentado que sufrieron y les dejó con los síntomas de un virus desconocido, no es un comentario al azar, va ligado a mi propia respuesta, a lo que queda decir después de recibir su ayuda y disculparme por no ser un amigo más presente, quizás el duelo por las personas que teníamos en común lo podríamos haber transitado de otra forma, o quizás no, tal vez eran cosas que acabaron en su momento y debían acabar, compartir el duelo no nos hubiera hecho bien demorarnos en algo así, cuando el mundo nos exigía avanzar… aunque avanzar me supuso varios tropiezos graves. —No hay mucho de mi vida para contar, sí hay algo que quería decirte puesto que estoy aquí y no tiene sentido demorarlo más—. Recupero su mano para sujetarla y colocarla con la mía sobre la mesa. —Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? Todos en el distrito nueve cuentan conmigo si algún día necesitan buscar una cara amiga en el Capitolio o en el ministerio, ¿sí? ¿Lo sabes?— murmuro, trato de no perder la sonrisa que busca su comprensión al hablar. —Pero ya no puedo seguir como informante del ministerio— estrecho su mano en un apretón cariñoso. —Sigo queriendo lo mismo que el consejo del distrito, trabajaré desde mi lugar para hacerlo y si algún día me necesitan, estaré ahí, cuando podamos hablar de una sociedad distinta, la que queremos que sea posible— sigue sonando idealista, ¿no? Pues no, estoy reconociendo mis propias limitaciones humanas y lo que estoy en condiciones de dar. —Trabajaré para ser juez, Mimi. Me han dicho que me falta carácter para moverme en el ambiente, no me importa. Seré juez y espero que seas de las personas que algún día me vean llegar ahí.
Estoy casi convencida que David ha malinterpretado mis palabras, como si hubiera escuchado algo en un idioma similar para luego tratar de traducirlo según lo que creía haber entendido. ¿De verdad creía que no éramos capaces de marcar una diferencia? Me quedo con el pensamiento dándome vueltas en la cabeza y trato de prestar atención a lo que sigue de la conversación. — ¿Tú… te estás retirando? — me encantaría poder poner cara de poker, asentir con la cabeza y decir que lo entiendo y lo apoyo. Pero no puedo. ¿Después de Kenny? ¿de Jeff? ¿de Ferdia?, ¿qué con Raven?, ¿Moira, Locki, Lea? — No. No lo sé — suelto mi mano de su agarre y me levanto, necesitando cualquier cosa menos estar sentada. Estoy tratando de procesar todo y es mucho. ¿Por esto hablaba de las fuerzas y el librarse de culpas?
— Cuando dije que estaba resignada no me refería a… esto. No me resigno a mi voluntad, mucho menos a la creencia de que lo que hago no hará diferencia alguna. — si pudiera lavarme las manos de mis acciones y mirar hacia otro lado no sería mejor que aquellos que tratamos de combatir — Me rindo a la suerte. Me rindo a saber que no podré salvar a todos y que perderé a muchas personas en el camino. Me rindo a cualquiera que sea mi fin, sabiendo que pelearé con uñas y dientes para que no lo sea. Me rindo al pasado que no puedo cambiar, a las personas que no puedo revivir. Pero no, no voy a librarme de culpas y a creer que mi voluntad no es capaz de mover montañas. Mi resignación va de la mano de aceptar que no puedo controlar todas y cada una de las cosas que pasen, sabiendo que no tendré la culpa de todas y que puedo aprender de eso para cambiarlo a futuro. Asimilar antes de aplicar, y tratar que la siguiente vez haya aún menos errores. — En pocas palabras, sabía que no llegaríamos todos hasta el final, pero lo que tratábamos de hacer iba más allá de nosotros, y si había gente que debía quedarse a mitad de camino… pues trataría de entender y aprender de nuestros errores, pero no podría cambiarlos jamás sin importar lo mucho que quisiera hacerlo.
— Me puedo rendir a muchas cosas, pero no a esta causa. No a pelear por lo que creo. ¿Seguro que quieres lo mismo que el consejo? Porque todos allí queremos pelear y tú… ¡Diablos Dave! — Se sentía como una especie de puñal en medio de mis pulmones. No quería acusarlo, no quería echarle nada en cara y no creía que tuviese el derecho de hacerlo. Pero dolía. — ¿En qué momento quieres que busque una cara amiga en el Capitolio? ¿De camino al Coliseo tal vez, pidiendo por un abogado amigo que me defienda y evite que me condenen a muerte? ¿Cómo puedes…? — Aprieto mis ojos con las palmas de mis manos y trato de contenerme en… lo que sea. — No, supongo que ese no será un buen momento. Esperaré hasta que te conviertas en juez y tú mismo firmes unas cuantas ejecuciones. No puedo creer que... quieras jugar bajo sus reglas. Nos dejas a mitad de camino y esperas a que el mundo cambie mientras buscas refugiarte detrás de un escritorio. ¿De verdad quieres que crea que estarás para mí si eliges ese camino?
— Cuando dije que estaba resignada no me refería a… esto. No me resigno a mi voluntad, mucho menos a la creencia de que lo que hago no hará diferencia alguna. — si pudiera lavarme las manos de mis acciones y mirar hacia otro lado no sería mejor que aquellos que tratamos de combatir — Me rindo a la suerte. Me rindo a saber que no podré salvar a todos y que perderé a muchas personas en el camino. Me rindo a cualquiera que sea mi fin, sabiendo que pelearé con uñas y dientes para que no lo sea. Me rindo al pasado que no puedo cambiar, a las personas que no puedo revivir. Pero no, no voy a librarme de culpas y a creer que mi voluntad no es capaz de mover montañas. Mi resignación va de la mano de aceptar que no puedo controlar todas y cada una de las cosas que pasen, sabiendo que no tendré la culpa de todas y que puedo aprender de eso para cambiarlo a futuro. Asimilar antes de aplicar, y tratar que la siguiente vez haya aún menos errores. — En pocas palabras, sabía que no llegaríamos todos hasta el final, pero lo que tratábamos de hacer iba más allá de nosotros, y si había gente que debía quedarse a mitad de camino… pues trataría de entender y aprender de nuestros errores, pero no podría cambiarlos jamás sin importar lo mucho que quisiera hacerlo.
— Me puedo rendir a muchas cosas, pero no a esta causa. No a pelear por lo que creo. ¿Seguro que quieres lo mismo que el consejo? Porque todos allí queremos pelear y tú… ¡Diablos Dave! — Se sentía como una especie de puñal en medio de mis pulmones. No quería acusarlo, no quería echarle nada en cara y no creía que tuviese el derecho de hacerlo. Pero dolía. — ¿En qué momento quieres que busque una cara amiga en el Capitolio? ¿De camino al Coliseo tal vez, pidiendo por un abogado amigo que me defienda y evite que me condenen a muerte? ¿Cómo puedes…? — Aprieto mis ojos con las palmas de mis manos y trato de contenerme en… lo que sea. — No, supongo que ese no será un buen momento. Esperaré hasta que te conviertas en juez y tú mismo firmes unas cuantas ejecuciones. No puedo creer que... quieras jugar bajo sus reglas. Nos dejas a mitad de camino y esperas a que el mundo cambie mientras buscas refugiarte detrás de un escritorio. ¿De verdad quieres que crea que estarás para mí si eliges ese camino?
Asiento con mi barbilla silenciosamente, dudando de que «retiro» sea la palabra, si acaso hay alguna para definir con precisión a los movimientos que se han dado de una posición a otra, de ser un hijo criado como estudiante del Royal, a fugarme al norte y seguir al padre repudiado de mi mejor amigo, colaborar con rebeldes que nada tenían que ver entonces con los supervivientes del catorce, trabajar luego como secretario e infiltrado, coincidir con Ken, colaborar con el distrito nueve, seguir en el ministerio, solo suspiro cuando a un «no sé» de Mimi le sigue un discurso que creo haber escuchado antes en boca como las de Ferdia y otros líderes rebeldes, la escucho con mi mirada empañándose por todas esas muertes cercanas de las que nunca hablamos y son nuestros mártires personales, como los del catorce también tienen a los suyos. Mártires que incluyen a amigos, amores, familia, sobre cuyas lápidas no puedo detenerme a llorar lo que necesito llorarles porque no las tienen, se les privó de la vida y también de la memoria tangible de su muerte. La palabra «suicidio» sigue frente a mis ojos, como un llamado personal, mientras ella demuestra la fuerza de alguien que en la lucha encuentra su sentido de seguir viva.
Así que me pongo de pie con cierta dificultad, porque sus palabras señalan, pesan, hunden, esperan una respuesta de que sí pelearé como si un discurso más y su acusación de que estoy eligiendo el bando enemigo, bastarán para recuperar en mí un espíritu cansado. No puedo dar un paso más en la dirección que ella señala sin que todo mi cuerpo se rinda y por Locki asesinado por nuestra actual ministra de Defensa, Raven quemada en una plaza pública, Jeff muerto en un coliseo así como mi abuelo materno, Kenny que murió peleando por un ministerio al que dedicó su vida para tratar de boicotearlo como la peor ironía, Lea por la varita de su propia madre, Ferdia en la misma plaza que Raven gritando que lo hacía por su ideal, Moira que está desaparecida, ¿espera que responda al llamado de pelear luego de demostrarme qué la única amiga que creía conservar y que podría entenderme simplemente me dice que si tomo este camino duda de que esté para ella? Entonces nada de lo que he sido y lo que he hecho ha significado nada. Coloco mi mano en su hombro para una última muestra de afecto. —Entonces evita pensar en mí sentado y escondido de la vida en ese escritorio, entiérrame con todos los que han muerto y sigue adelante— murmuro. Todo lo que he sido, todo lo que he hecho, si al final de cuentas fue nada. La suelto para darle la espalda, que es lo que ha decidido que haré, cuando le dije a Phoebe que me costaba encontrar mi propia cara, porque muchas personas pretendían ver en mí el rostro que necesitaban, no había creído que incluso las bocas de mis amigos me darían caras que ellos mismos detestan y puesto que eso es lo que ven, eso es lo que queda mostrarles. —Había querido ser un amigo— le digo al darme la vuelta antes de salir. Un buen amigo, sonrío con sorna por mi propia idiotez, de la que me habían dicho antes que no tenía sentido en el mundo en el que vivimos. —Pero soy un traidor al parecer, quizás sea la manera más rotunda de terminar con esto de una vez— mi sonrisa es cansada, muy cansada, la sostengo porque estoy despidiéndome, no creo, ni tengo intención de que volvamos a vernos solo si es para ser como enemigos.
Así que me pongo de pie con cierta dificultad, porque sus palabras señalan, pesan, hunden, esperan una respuesta de que sí pelearé como si un discurso más y su acusación de que estoy eligiendo el bando enemigo, bastarán para recuperar en mí un espíritu cansado. No puedo dar un paso más en la dirección que ella señala sin que todo mi cuerpo se rinda y por Locki asesinado por nuestra actual ministra de Defensa, Raven quemada en una plaza pública, Jeff muerto en un coliseo así como mi abuelo materno, Kenny que murió peleando por un ministerio al que dedicó su vida para tratar de boicotearlo como la peor ironía, Lea por la varita de su propia madre, Ferdia en la misma plaza que Raven gritando que lo hacía por su ideal, Moira que está desaparecida, ¿espera que responda al llamado de pelear luego de demostrarme qué la única amiga que creía conservar y que podría entenderme simplemente me dice que si tomo este camino duda de que esté para ella? Entonces nada de lo que he sido y lo que he hecho ha significado nada. Coloco mi mano en su hombro para una última muestra de afecto. —Entonces evita pensar en mí sentado y escondido de la vida en ese escritorio, entiérrame con todos los que han muerto y sigue adelante— murmuro. Todo lo que he sido, todo lo que he hecho, si al final de cuentas fue nada. La suelto para darle la espalda, que es lo que ha decidido que haré, cuando le dije a Phoebe que me costaba encontrar mi propia cara, porque muchas personas pretendían ver en mí el rostro que necesitaban, no había creído que incluso las bocas de mis amigos me darían caras que ellos mismos detestan y puesto que eso es lo que ven, eso es lo que queda mostrarles. —Había querido ser un amigo— le digo al darme la vuelta antes de salir. Un buen amigo, sonrío con sorna por mi propia idiotez, de la que me habían dicho antes que no tenía sentido en el mundo en el que vivimos. —Pero soy un traidor al parecer, quizás sea la manera más rotunda de terminar con esto de una vez— mi sonrisa es cansada, muy cansada, la sostengo porque estoy despidiéndome, no creo, ni tengo intención de que volvamos a vernos solo si es para ser como enemigos.
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