OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Después de "One for the road"...
No sé cómo es que he conseguido aparecerme en el distrito dos sin sufrir una despartición dolorosa, pero de alguna manera lo hago. El sol de las once de la mañana me quema los ojos y creo que estoy dando pasos en cámara lenta, lo cual acaba por ser una simple ilusión porque no… La verdad es que el golpe que me doy al caer sobre el césped no pudo haber sido lento porque me arden las rodillas y las manos. Aún así, estoy lejos de quejarme. Solo encuentro la fuerza suficiente como para estallar en risas ahogadas que intento contener y, como no encuentro el modo de ponerme de pie sin sentir que el mundo me da vueltas, permito que todo mi cuerpo se recueste en el pasto porque… vamos, huele bien, es cómodo, hasta creo que hay hormigas que de seguro me van a picar las nalgas por tener la falda del colegio… ¿No puedo quedarme aquí? ¿Quién me va a decir algo, si todos están en el trabajo? ¡Oh, cierto, vine hasta aquí a buscar a Lexie! Tiene que esconderme o quitarme el alcohol de las venas, lo que venga primero, que sé que debería de estar en la escuela ahora que las clases se están terminando pero… No, no puedo contarle dónde estaba ni por qué terminé así. Ay, carajo, no tengo una coartada. ¡Esto es por no escuchar las historias de Oliver!
No sé cómo consigo ponerme de pie, pero me arrastro hasta la puerta principal de la casona de los Romanov y muevo el dedo en círculos, de mis labios sale un suave silbido que acaba en un poing cuando consigo presionar el timbre. ¿Siempre fue tan divertido presionar cosas? Ahora quiero hacerlo con todo, deberé probar el control remoto. Todavía tengo esa idea cuando mi prima me abre la puerta y lo primero que me nace es meterle el dedo en la punta de la nariz, riéndome entre dientes — Tienes una cara muy caricaturesca. ¿Alguna vez te lo dijeron, Lexie? — es un chiste que yo le esté diciendo esto, cuando de seguro yo debo estar toda rosada — ¡Gracias a Morgana que fuiste tú quien me abrió la puerta! Es que ven… Necesito contarte un secretito — paso un brazo alrededor del cuello de mi prima, así podemos encorvarnos un poco en actitud cómplice, lo que me permite susurrarle — He faltado a la escuela porque estoy ebria… Y no sé qué se hace en estos casos, porque nadie lo pone en libros — abro mi boca con divertida sorpresa y paso a cubrirme con las dos manos, lo que ahoga mi risa. Ay, si mi madre me viera.
Cuando suena el timbre y decido ser yo la que abre la puerta por una cuestión de cercanía, no esperé en ningún momento que fuera Jenna la que estuviese viendo por la mirilla cuando creía que, primero debería estar en el colegio y segundo, era muy raro que fuese una visita sorpresa. ¿Tal vez la había llamado Sig? — ¿Pero qué? — si me había sorprendido por la visita de mi prima, mucho más lo hago cuando decide usar mi nariz como timbre en lo que se muestra más jocosa y risueña de lo que la he visto jamás, en serio jamás, en toda su vida. ¿Acaso?
Mi cuerpo cede cuando ella misma me acerca para contarme algo, pero me entero de su secreto mucho antes de lo que puede pronunciarlo. Es el olor, apesta a bebida blanca y a limón. ¿Por qué apestaba a alcohol a esta hora de la mañana? — Te preguntaría el por qué crees que yo sí sé qué hacer en estas situaciones, pero tu ebriedad es la respuesta que necesito — jamás me había emborrachado yo misma como para saber cómo ayudarla, y nunca había tenido una actitud cómplice para con mi hermano quien era el mejor de todos para disimular cualquier cosa que le estuviese pasando. — Ven, vamos adentro antes de que cometas alguna ridiculez — me apresuro a pasarla por la puerta antes de recordar que nuestras madres se encuentran a pocos pasos de distancia dentro de la cocina. ¿Qué se supone que hacía en estos casos? — Por todos los cielos, Jenn. ¿Cómo fuiste así de descuidada? — mi susurro se torna urgente en lo que trato de chistarle para que no haga ruido, pero al parecer no hay caso y decido terminar rápido con la situación en lo que avanzo por el pasillo tratando de guiarla.
Mi cuerpo cede cuando ella misma me acerca para contarme algo, pero me entero de su secreto mucho antes de lo que puede pronunciarlo. Es el olor, apesta a bebida blanca y a limón. ¿Por qué apestaba a alcohol a esta hora de la mañana? — Te preguntaría el por qué crees que yo sí sé qué hacer en estas situaciones, pero tu ebriedad es la respuesta que necesito — jamás me había emborrachado yo misma como para saber cómo ayudarla, y nunca había tenido una actitud cómplice para con mi hermano quien era el mejor de todos para disimular cualquier cosa que le estuviese pasando. — Ven, vamos adentro antes de que cometas alguna ridiculez — me apresuro a pasarla por la puerta antes de recordar que nuestras madres se encuentran a pocos pasos de distancia dentro de la cocina. ¿Qué se supone que hacía en estos casos? — Por todos los cielos, Jenn. ¿Cómo fuiste así de descuidada? — mi susurro se torna urgente en lo que trato de chistarle para que no haga ruido, pero al parecer no hay caso y decido terminar rápido con la situación en lo que avanzo por el pasillo tratando de guiarla.
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—¿Pero seguro que no quieres un poco del t...? — creo que como vuelva a ofrecerle el té a mi hermana, va a terminar por tirármelo encima. La conozco, sus ataques repentinos de enojo podrían volverla la persona indicada para golpearme si vuelvo a sugerir que necesita de una tila para calmar sus nervios. Uno pensaría que después del regreso de Kitty podría volver todo a la normalidad, pero no, aquí estoy tratando de convencer a mi hermana mayor de que se relaje, o la vena gruesa que le sale en la frente va a terminar por explotarle. — ¡Está bien, está bien! Nos preparemos un café — para mí, claro está, a ella la engañaré con un encantamiento para camuflar el sabor, que antes que darle cafeína a esta mujer con las últimas semanas que ha pasado, me tiro por un puente. — Inggy, por favor, ¿qué piensas llevarla de la mano hasta la puerta del colegio con casi catorce años? La convertirás en el hazmerreír de la escuela — intento reducir restricciones a mi sobrina, que si yo tuviera que hacer lo mismo con mis hijos, ¡Jenna no me volvería a hablar en lo que resta de existencia!
No creo que ni mis hijos ni los de Ingrid necesiten de una niñera para presentarse en la escuela, son perfectamente capaces de... — ¿¡Jen!? — exclamo cuando creo divisar la melena rubia de mi hija, cruzando por el marco de la puerta de la cocina junto a su prima a una velocidad sospechosa. — ¿Qué haces que no estás en la escuela? — inquiero al ponerme de pie de la silla que rodea la mesa que decora la sala para los desayunos o comidas que puedan tener aquí lugar — ¿Estás enferma? — me encuentro muy sorprendida de que sea mi hija, mi hija, la que no muestre preocupación alguna por estar perdiéndose horas en el colegio. Debe de ser de las estudiantes con la mejor asistencia del curso, como para que... — ¿¡Has bebido!? — no sé qué me sorprende más cuando con unos pasos estoy tan cerca de su prima como de mi hija, poso mis manos sobre sus mejillas acaloradas y rosadas antes de que puedan huir por el pasillo. No sé qué decir, me encuentro dividida entre el sentimiento de orgullo porque mi hija por fin se comporte como una adolescente, y lo que debería hacer una madre en mi situación. — ¿¡A las ocho de la mañana!? — sigo, mirando el reloj que porto en mi muñeca antes de tirar de su brazo para, con el cuidado con el que se debe tratar a un borracho, sentarla sobre una de las sillas. — ¡Ay,ay,ay,ay! ¡PERO JEN! ¡¡Cuando te dije que tenías que hacer más cosas de tu edad, no me refería a esto!! — que en parte sí, pero no delante de mi hermana, mujer, que eso me hace quedar como una mala madre. Ahora ambas vamos a tener que pasar por el bochorno.
No creo que ni mis hijos ni los de Ingrid necesiten de una niñera para presentarse en la escuela, son perfectamente capaces de... — ¿¡Jen!? — exclamo cuando creo divisar la melena rubia de mi hija, cruzando por el marco de la puerta de la cocina junto a su prima a una velocidad sospechosa. — ¿Qué haces que no estás en la escuela? — inquiero al ponerme de pie de la silla que rodea la mesa que decora la sala para los desayunos o comidas que puedan tener aquí lugar — ¿Estás enferma? — me encuentro muy sorprendida de que sea mi hija, mi hija, la que no muestre preocupación alguna por estar perdiéndose horas en el colegio. Debe de ser de las estudiantes con la mejor asistencia del curso, como para que... — ¿¡Has bebido!? — no sé qué me sorprende más cuando con unos pasos estoy tan cerca de su prima como de mi hija, poso mis manos sobre sus mejillas acaloradas y rosadas antes de que puedan huir por el pasillo. No sé qué decir, me encuentro dividida entre el sentimiento de orgullo porque mi hija por fin se comporte como una adolescente, y lo que debería hacer una madre en mi situación. — ¿¡A las ocho de la mañana!? — sigo, mirando el reloj que porto en mi muñeca antes de tirar de su brazo para, con el cuidado con el que se debe tratar a un borracho, sentarla sobre una de las sillas. — ¡Ay,ay,ay,ay! ¡PERO JEN! ¡¡Cuando te dije que tenías que hacer más cosas de tu edad, no me refería a esto!! — que en parte sí, pero no delante de mi hermana, mujer, que eso me hace quedar como una mala madre. Ahora ambas vamos a tener que pasar por el bochorno.
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—¡Siggy, ya basta con el té que se me hará agua la sangre! ¿Desde cuándo eres la reina que todo lo que me ofreces es té?— y sí, la miro con la desconfianza que se merece, ¿por qué mi hermana ofreciéndome una infusión en vez de ir a asaltar las botellas de vodka de Kostya? Algo debe ponerle para que luego de beberlo, para que me importe tan poco hasta el hecho de que el crup del vecino venga a defecar en el jardín, ¡qué me vale! ¡sí! ¡como lo escucha, Sr. Tumiko! Ese maldito samoyedo de mierdas, en plural. —Café, siempre hemos tomado café. Siempre, Sigrid. ¿Por qué todo en esta familia se tiene que desviar así, eh? ¡¿DESDE CUANDO TÉ EN VEZ DE CAFÉ?!— lo sé, me he tomado con las tazas, porque ir a atormentar a la pobre de Kitty tiene un horario fijo todos los días, que va desde las seis a la siete de la tarde, ¡para que luego no se diga que vivo encima de ella y martirizándola! El resto del día solo le dedico comentarios, no sermones. —¿Cuándo, Sigrid? ¡¿Cuándo todo entre los Helmuth se torció tanto?!— este debe ser el dramatismo de mi hija menor que se me debe estar metiendo en el espíritu. —¡Hubiera pensado en qué tanto le importaba que otros se reirán cuando nos dio ese susto de irse como si nad…!— callo.
Por Morgana, ¡POR MORGANA! ¡JENNA! —¡Querida! ¡¿Estás afiebrada?! Sigrid, ¡mírala! ¡está rojísima! ¡debe estar hirviendo de fiebre! ¿Te dejaron salir de la escuela, querida? ¡Ay, por Morgana, debe ser viruela de dragón!— así como se ve, con su cara tan rosada que destaca aún más por lo blanco de su piel, con los ojos desorbitados, también parece fuera de sí, ¡ay, debe estar deliberando de la temperatura! ¡Madre mía…! —¡Lexie, a prisa! ¡Llama a un sanador! ¡LLAMA A TU TIO!— le ordeno a mi hija mayor que tiene que cargar con la inestabilidad de mi prima, ¿y cómo que no escucho cuando mi hermana le pregunta a su hija si ha bebido? —¡Sigrid, por favor! ¿Cómo…?— puede preguntarle eso Jen. Pero, ¿en serio quiero ponerme a discutir yo, a la que en mi juventud jamás me vieron un pelo fuera de lugar y nunca beber más de dos vasos, con la que llegaba a casa luego de beberse el mar del distrito cuatro? Que acá entre kneazles viejas no vamos a juzgarnos las rayas. —¡Jenna! ¡Ay, Morgana! ¡Jenna! ¡TUU!— sostengo mi frente con una mano y mis ojos buscan lo de mi hija, ay, Lexie, la desgracia persigue a nuestra familia, también en nuestras vírgenes. ¡¿Qué más?! —No puedo ver esto, ¡no lo puedo ver! ¡Jenna, que vergüenza!— me giro para darle la espalda a la escena en la que mi hermana demuestra que algo ha aprendido de mis virtudes como madre al reprenderla.
Por Morgana, ¡POR MORGANA! ¡JENNA! —¡Querida! ¡¿Estás afiebrada?! Sigrid, ¡mírala! ¡está rojísima! ¡debe estar hirviendo de fiebre! ¿Te dejaron salir de la escuela, querida? ¡Ay, por Morgana, debe ser viruela de dragón!— así como se ve, con su cara tan rosada que destaca aún más por lo blanco de su piel, con los ojos desorbitados, también parece fuera de sí, ¡ay, debe estar deliberando de la temperatura! ¡Madre mía…! —¡Lexie, a prisa! ¡Llama a un sanador! ¡LLAMA A TU TIO!— le ordeno a mi hija mayor que tiene que cargar con la inestabilidad de mi prima, ¿y cómo que no escucho cuando mi hermana le pregunta a su hija si ha bebido? —¡Sigrid, por favor! ¿Cómo…?— puede preguntarle eso Jen. Pero, ¿en serio quiero ponerme a discutir yo, a la que en mi juventud jamás me vieron un pelo fuera de lugar y nunca beber más de dos vasos, con la que llegaba a casa luego de beberse el mar del distrito cuatro? Que acá entre kneazles viejas no vamos a juzgarnos las rayas. —¡Jenna! ¡Ay, Morgana! ¡Jenna! ¡TUU!— sostengo mi frente con una mano y mis ojos buscan lo de mi hija, ay, Lexie, la desgracia persigue a nuestra familia, también en nuestras vírgenes. ¡¿Qué más?! —No puedo ver esto, ¡no lo puedo ver! ¡Jenna, que vergüenza!— me giro para darle la espalda a la escena en la que mi hermana demuestra que algo ha aprendido de mis virtudes como madre al reprenderla.
— ¡No he sido descuidada! Solo fueron unos vasos… ¡No podía ser la blandita! — no espero que me entienda, pero tengo el dilema inmenso de que tampoco puedo andar contándole con quien estuve bebiendo, si tengo entendido que Holly se acostó con Percy y por eso no soporta a Luka, que él no sé que le hizo cuando vinieron a comer aquí. ¿Por qué era que Luka y Holly acabaron teniendo una cita familiar, de todos modos? La voz de mi madre parece llegar como la de un Dios supremo desde algún punto, me hago mucho más pequeña de lo que soy contra Lexa como si de esa manera pudiera desaparecer — ¡Estoy en la escuela! — aseguro, como si esto fuese mentir mediante mensaje de texto y no cara a cara. Los gritos de mi tía son los que me hacen llevar una mano perezosa a la frente — ¡Son dos viruelas de dragón! — aseguro con todo el dramatismo que soy capaz de poseer, inclinándome hacia atrás y toda la bola.
Las manos de mi mamá se sienten demasiado frías y, por alguna razón, se lo agradezco tanto que me siento derretir al permitir que mi rostro descanse en sus palmas. Mi sonrisa se ensancha en conjunto con mis ojos entornados y, dejando caer la mano, asiento muy lentamente — Yo no estaba de acuerdo con beber tan temprano, mamá. Es que me junté con estas chicas a… Hacer un trabajo práctico y ellas insistieron en que los mojitos no podían faltar. ¡Pero fui responsable, mamá, he bebido dentro de la casa y no me quedé vagando por ahí! — es una explicación que a mí me parece muy lógica, incluso cuando la tía Ingrid parece que está tan bebida como yo — ¡Jeeeennaaaa… yoooo! — levanto las manos en el aire como si estuviera pasando lista y tuviera que dar mi presente. Se me escapa una risa porcina y las dejo caer — ¿No querías que haga cosas más divertidas, mamá? ¡Ahora puedes ir a contarle al profesor Thornfield! Pero no le digas que he llegado con barro en los pies, eso sí me daría vergüenza. ¡Pero al menos así dejaría de pensar que soy una amargada! — me abrazo al cuello de mi prima como si de esa manera pudiera estar segura de sus acusaciones y, al encogerme, les enseño que hago un enorme puchero — No dejes que me reten, Lexie. Tú me entiendes… ¿Verdad? — creo que he vuelto a sonar como cuando tenía cinco años.
Las manos de mi mamá se sienten demasiado frías y, por alguna razón, se lo agradezco tanto que me siento derretir al permitir que mi rostro descanse en sus palmas. Mi sonrisa se ensancha en conjunto con mis ojos entornados y, dejando caer la mano, asiento muy lentamente — Yo no estaba de acuerdo con beber tan temprano, mamá. Es que me junté con estas chicas a… Hacer un trabajo práctico y ellas insistieron en que los mojitos no podían faltar. ¡Pero fui responsable, mamá, he bebido dentro de la casa y no me quedé vagando por ahí! — es una explicación que a mí me parece muy lógica, incluso cuando la tía Ingrid parece que está tan bebida como yo — ¡Jeeeennaaaa… yoooo! — levanto las manos en el aire como si estuviera pasando lista y tuviera que dar mi presente. Se me escapa una risa porcina y las dejo caer — ¿No querías que haga cosas más divertidas, mamá? ¡Ahora puedes ir a contarle al profesor Thornfield! Pero no le digas que he llegado con barro en los pies, eso sí me daría vergüenza. ¡Pero al menos así dejaría de pensar que soy una amargada! — me abrazo al cuello de mi prima como si de esa manera pudiera estar segura de sus acusaciones y, al encogerme, les enseño que hago un enorme puchero — No dejes que me reten, Lexie. Tú me entiendes… ¿Verdad? — creo que he vuelto a sonar como cuando tenía cinco años.
Está claro que mi sigilo solo lo puedo utilizar en alguna misión de reconocimiento y no en algo tan básico como guiar a mi prima ebria por el pasillo de mi casa sin que la noten, pero hey, si tenía que elegir entre una cosa o la otra, seguiría prefiriendo el guardar mi habilidad para mi profesión. — Mamá… — mi súplica suena completamente resignada, pero su alarma es totalmente justificada incluso aunque le digo que no tiene que preocuparse. Es… es Jenn. Una no espera estas cosas de ella. — No es viruela de dragón, no hay que preocupar al tío Nick cuando… — al menos llegan a las conclusiones ellas solas y a mí me ahorran el tener que mentir cuando es obvio que no hay forma de disfrazar el estado de mi prima. No cuando se esfuerza en demostrar que no está en sus cabales. — El whiskey de fuego y la viruela de dragón no son lo mismo, Jen — que no, no huele a whiskey de fuego, pero bien podría haberse bajado una botella entera con el nivel de coherencia que manejaba.
En realidad, son casi las nueve, pero para cualquier miembro de esta familia eso era al menos doce horas demasiado temprano para beber. Bueno, para cualquier miembro no, que Sigrid, Luka y Oli siguen siendo miembros de la familia, pero se entiende el punto, o cuando menos los estándares de discreción que manejamos. Y su justificación de golpe empieza a cobrar coherencia pese a que sigo sin reconocer a Jenn en todo eso — No… — en verdad no la entiendo, y si paso mis brazos por su cintura es para enderezarla y ahorrarme luego una contractura cuando se cuelga de mi cuello. — ¿Qué tiene que ver el profesor Thornfield en esto? ¿Él te dijo que bebieras? ¿O que tenías que hacer el trabajo con estas chicas de intenciones cuestionables? — que en serio, ¿por qué beberían tan temprano haciendo un trabajo? La única razón que se me ocurría es que quisieran ridiculizarla, así que espero que en verdad no aparezca luego alguna filmación de Wizardface con Jen diciendo alguna cosa fuera de lugar. ¡Con el perfecto historial que llevaba! — Ven, entremos en la cocina y te prepararé un café y algo de comer. No soy quien para decirlo, pero si tienes que entregar un trabajo con estas compañeras mejor hazlo sola por tu cuenta y luego te inventas alguna excusa. No creo que el profesor Thornfield tenga reparos en eso.
En realidad, son casi las nueve, pero para cualquier miembro de esta familia eso era al menos doce horas demasiado temprano para beber. Bueno, para cualquier miembro no, que Sigrid, Luka y Oli siguen siendo miembros de la familia, pero se entiende el punto, o cuando menos los estándares de discreción que manejamos. Y su justificación de golpe empieza a cobrar coherencia pese a que sigo sin reconocer a Jenn en todo eso — No… — en verdad no la entiendo, y si paso mis brazos por su cintura es para enderezarla y ahorrarme luego una contractura cuando se cuelga de mi cuello. — ¿Qué tiene que ver el profesor Thornfield en esto? ¿Él te dijo que bebieras? ¿O que tenías que hacer el trabajo con estas chicas de intenciones cuestionables? — que en serio, ¿por qué beberían tan temprano haciendo un trabajo? La única razón que se me ocurría es que quisieran ridiculizarla, así que espero que en verdad no aparezca luego alguna filmación de Wizardface con Jen diciendo alguna cosa fuera de lugar. ¡Con el perfecto historial que llevaba! — Ven, entremos en la cocina y te prepararé un café y algo de comer. No soy quien para decirlo, pero si tienes que entregar un trabajo con estas compañeras mejor hazlo sola por tu cuenta y luego te inventas alguna excusa. No creo que el profesor Thornfield tenga reparos en eso.
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— ¡Viruela de dragón! ¿Puedes dejar de ser tan dramática, hermana? — le hablo como si fuera una monja, que es la imagen que está dando de sí misma al no ser capaz de contenerse de montar un circo por cada pequeña cosa que le pasa a esta familia y se altera como si estuviéramos tratando con la peor de las reencarnaciones de Satán. — Ay, Jen, hija mía, ¿que no has aprendido un poco a disimular...? — digo en apenas un murmullo en dirección a la rubia cuando todo en su cara grita que no es que se haya pasado bebiendo, que no me fío un pelo de cuánto es que ha tomado, porque conociéndola como lo hago, lo más probable es que una copa ha conseguido este resultado con la poca experiencia que tiene mi hija con el alcohol, por no hablar de su resistencia que aparenta ser pésima. — Tsssssssssk, tsssssk... cosas divertidas, claro mujer, ¿no por eso que habíamos propuesto macramé? ¡Qué vergüenza, Jen, qué vergüenza! — imito a mi hermana mayor en estas situaciones cuando creo tener su mirada clavada sobre mí, me doy la vuelta solo para hacer un gesto con mis manos y mover mis labios para articular sin sonido que está todo bien, que no voy a enfadarme.
— Tuvimos una charla con el profesor Thornfield sobre el futuro de Jen y sus prácticas en el ministerio, y él sugirió que Jenna probara cosas nuevas fuera de los libros, ¡a divertirse un poco! ¡Como si no fuera algo que yo le haya recomendado por años! — explico en lo que nos movemos. Suerte que los elfos de esta casa andan ocupados con otras tareas domésticas, así tenemos la cocina para nosotras solas cuando ayudo a mi sobrina a cargar con el cuerpo de mi hija en su deplorable estado hasta que conseguimos sentarla en una silla, espalda contra el respaldo no vaya a ser que se me caiga al suelo aquí mismo. — Pero Jen... ¡yo no me refería a esta clase de diversión! Mujer, hay que saber diferenciar trabajo de tiempo libre, ¿haciendo una tarea en común es que te emborrachas, pero los fines de semana los usas para encerrarte en tu habitación? — la miro con evidente reprobación en el rostro, la reprimenda yendo por el camino contrario al que hubieran esperado todas las presentes. ¡Que yo no le digo que no se emborrache, pero que lo haga en las horas estipuladas para ello! ¡Qué menos! — Qué disgusto más grande, Jen, de veras — chasco la lengua en un meneo de cabeza al llevarme una mano a la frente — ¿Quiénes eran estas amigas tuyas? — inquiero.
— Tuvimos una charla con el profesor Thornfield sobre el futuro de Jen y sus prácticas en el ministerio, y él sugirió que Jenna probara cosas nuevas fuera de los libros, ¡a divertirse un poco! ¡Como si no fuera algo que yo le haya recomendado por años! — explico en lo que nos movemos. Suerte que los elfos de esta casa andan ocupados con otras tareas domésticas, así tenemos la cocina para nosotras solas cuando ayudo a mi sobrina a cargar con el cuerpo de mi hija en su deplorable estado hasta que conseguimos sentarla en una silla, espalda contra el respaldo no vaya a ser que se me caiga al suelo aquí mismo. — Pero Jen... ¡yo no me refería a esta clase de diversión! Mujer, hay que saber diferenciar trabajo de tiempo libre, ¿haciendo una tarea en común es que te emborrachas, pero los fines de semana los usas para encerrarte en tu habitación? — la miro con evidente reprobación en el rostro, la reprimenda yendo por el camino contrario al que hubieran esperado todas las presentes. ¡Que yo no le digo que no se emborrache, pero que lo haga en las horas estipuladas para ello! ¡Qué menos! — Qué disgusto más grande, Jen, de veras — chasco la lengua en un meneo de cabeza al llevarme una mano a la frente — ¿Quiénes eran estas amigas tuyas? — inquiero.
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Mis cejas terminaran siendo una por la manera cada vez más marcada que tengo de fruncirlas, primero con eso de que se juntó con unas amigas a hacer un trabajo práctico, ¿por qué mi ahijada necesitaría juntarse con quién sabe que chicas serán esas cuando puede hacerlo todo bien por su cuenta y sola? ¿Qué ideas le anda metiendo Sigrid sobre lo de trabajar en equipo? Tonterías, la única manera de asegurarse que algo se haga bien, es haciéndola una misma, como le enseñé a Lexie y a Luka. Y segundo, ¿¿qué eso de que el profesor Thornfield la insta a beber?? ¡Ja! ¡Ya lo sabía yo! Ese de profesor tiene menos de dos pelos. —Yo no le daría importancia a lo que pueda decir o sugerir un maestro que opina que Kitty necesita más atención en casa— murmuro entre dientes, hasta ruedo los ojos al decirlo, ¡si atención le sobra con los berrinches que se manda! Meneo mi cabeza de un lado al otro por lo lamentable del aspecto de mi sobrina, mis ojos puestos en mi hermana que al menos atina a seguir haciéndome eco para que a Jenna le quede claro que esto no es algo que pueda ver en la cocina de mi casa.
—¿Qué tiene de malo quedarse en casa los fines de semana? No te quejes de eso, Sigrid, ¡luego cuando la tengas fugándose a distritos del norte como Katerina estarás pidiendo que vuelvan esos fines de semana!—, no sabe, en verdad mi hermana no sabe de la tranquilidad para la mente que trae saber que tu hija está bajo tu mismo techo y no estás con el miedo de lo que pueda pasarle fuera, ¡borracha encima! ¿Luego me llaman exagerada? ¡Miren lo que esas chicas le hicieron a nuestra Jenna! Saco mi teléfono del bolsillo para comenzar el trabajo de conseguir números al preguntar. —Me encargaré personalmente de hablar con sus padres, les diré lo que te han hecho y que espero reciban la reprimenda que merecen. En cuanto a ese profesor… me ocuparé de que se sepa de las recomendaciones que te anda haciendo y que le hagan un sumario, ¡faltaba más! ¡Qué vergüenza los maestros de hoy en día! ¿Dónde ha quedado la disciplina? ¿El ejemplo para los más jóvenes? Por eso las nuevas generaciones están como están, sino fuera por la educación que algunos reciben en su casa— claramente hablo de mis hijos, —todos terminan descarriados— y al decirlo, la miro a Jenna.
—¿Qué tiene de malo quedarse en casa los fines de semana? No te quejes de eso, Sigrid, ¡luego cuando la tengas fugándose a distritos del norte como Katerina estarás pidiendo que vuelvan esos fines de semana!—, no sabe, en verdad mi hermana no sabe de la tranquilidad para la mente que trae saber que tu hija está bajo tu mismo techo y no estás con el miedo de lo que pueda pasarle fuera, ¡borracha encima! ¿Luego me llaman exagerada? ¡Miren lo que esas chicas le hicieron a nuestra Jenna! Saco mi teléfono del bolsillo para comenzar el trabajo de conseguir números al preguntar. —Me encargaré personalmente de hablar con sus padres, les diré lo que te han hecho y que espero reciban la reprimenda que merecen. En cuanto a ese profesor… me ocuparé de que se sepa de las recomendaciones que te anda haciendo y que le hagan un sumario, ¡faltaba más! ¡Qué vergüenza los maestros de hoy en día! ¿Dónde ha quedado la disciplina? ¿El ejemplo para los más jóvenes? Por eso las nuevas generaciones están como están, sino fuera por la educación que algunos reciben en su casa— claramente hablo de mis hijos, —todos terminan descarriados— y al decirlo, la miro a Jenna.
Están hablando demasiado fuerte y rápido, así que lo mejor que puedo hacer es dejarme arrastrar hacia lo que reconozco como la cocina de mis tíos en lo que me doy cuenta de lo delgada que es mi prima, a pesar de que pueda arrastrarme con ella como la persona siempre responsable que es. No tengo el cerebro como para pensar con rapidez y, aunque voy captando palabras, solo hay un puñado de ellas de las que suelta mi madre que me espanta en realidad — ¡Oh, no las conoces! Una era.... Anne Bennet y la otra.... era Hannah Gallahan… ¡Ellas no tenías intención de emborracharme! Pero ustedes saben, pancita floja… — esto de defender amigas imaginarias es un poco complicado, ni siquiera estoy segura de haber sonado convincente. Me acomodo en una de las sillas de la cocina, percatándome por primera vez de lo altas que parecen ser, así que apoyo gran parte de mi peso sobre la mesa gracias a mi torso.
— ¡Oh, nada de eso! El profesor Thornfield es el mejor maestro que tenemos. ¡Siempre tan atento y taaaan apuesto! — se me escapa un suspiro en lo que clavo los codos sobre la mesa, así puedo sostener mi cara y cerrar los ojos un momento. Casi que siento que me estoy derritiendo mientras intento calmar un cerebro que no deja de pensar tonterías — Solo está buscando que varíe mis actividades, no dijo nada de beber, eso lo hice yo solita. ¡Pero mamá le ha echado el ojo! ¿Pueden creerlo? ¡Una vez en la vida que llevo un hombre seguido a casa y le tiene ganas a mi madre! Claro que no es que estoy llevando un novio, pero ustedes me entienden… — la mano se me patina tanto que acabo apoyando con algo de brusquedad la frente contra la mesa — Y mis fines de semana no son tan aburridos. A veces, las sesiones de poesía en el pub son de lo más entretenidas.
— ¡Oh, nada de eso! El profesor Thornfield es el mejor maestro que tenemos. ¡Siempre tan atento y taaaan apuesto! — se me escapa un suspiro en lo que clavo los codos sobre la mesa, así puedo sostener mi cara y cerrar los ojos un momento. Casi que siento que me estoy derritiendo mientras intento calmar un cerebro que no deja de pensar tonterías — Solo está buscando que varíe mis actividades, no dijo nada de beber, eso lo hice yo solita. ¡Pero mamá le ha echado el ojo! ¿Pueden creerlo? ¡Una vez en la vida que llevo un hombre seguido a casa y le tiene ganas a mi madre! Claro que no es que estoy llevando un novio, pero ustedes me entienden… — la mano se me patina tanto que acabo apoyando con algo de brusquedad la frente contra la mesa — Y mis fines de semana no son tan aburridos. A veces, las sesiones de poesía en el pub son de lo más entretenidas.
No sé en qué momento cambiaron tanto las cosas en mi vida, que creo que en una habitación en la que se encuentran mi madre y mi prima, considero que la tía Sigrid es la persona más coherente de la sala. Es una borrachera, no es el fin del mundo. ¿Era un día de semana? sí, ¿correspondía beber haciendo un trabajo escolar? no. Pero como bien dice Ingrid, peor fue Kitty desapareciendo por días. Lo de Jenna era una nimiedad en comparación. — Oh, vamos mamá. No hace falta que llames a nadie. Estoy convencida que Sigrid es capaz de manejar la situación y que no hay que alertar a nadie al respecto. ¡Es Jen! ¿acaso la has visto tomar alcohol antes? Seguro un vaso de vino, o incluso una de esas bebidas gasificadas con poco contenido alcohólico pudieron haberle caído mal. No vas a torturarla por ser la primera vez que le pasa algo así, ¿no? — Lo admitía, si fuera Kitty estaría dándole la razón en seguida, pero Jen era Jen y… bueno, podía tratar de ser una buena prima.
Ya con lo del profesor Thornfield… pues sí, tenía que reconocer que era apuesto, aunque joven. ¿Tal vez algo joven para la tía? Defintivamente algo grande para Jen. Esto era confuso. — ¡Ahí lo tienes! Sesiones de poesía. — la señalo con un brazo para darle entender que en serio no puede pensar mal de algo como eso, y vuelvo a hacerme con la figura tambaleante de Jen — La llevaré a descansar, una aspirina y mucha agua deberían hacer que se encuentre bien en un par de horas. Ya luego, cuando esté más sobria podrá explicar mejor todo sin que nos hayamos apresurado en tomar ningún tipo de medida que incluya el reprender a un profesor que no tiene la culpa de nada. — ya luego esperaba una buena charla con mi prima para que me explicase todo, y como no quisiera le pediría a Oliver que la interrogue hasta que suelte algo.
Ya con lo del profesor Thornfield… pues sí, tenía que reconocer que era apuesto, aunque joven. ¿Tal vez algo joven para la tía? Defintivamente algo grande para Jen. Esto era confuso. — ¡Ahí lo tienes! Sesiones de poesía. — la señalo con un brazo para darle entender que en serio no puede pensar mal de algo como eso, y vuelvo a hacerme con la figura tambaleante de Jen — La llevaré a descansar, una aspirina y mucha agua deberían hacer que se encuentre bien en un par de horas. Ya luego, cuando esté más sobria podrá explicar mejor todo sin que nos hayamos apresurado en tomar ningún tipo de medida que incluya el reprender a un profesor que no tiene la culpa de nada. — ya luego esperaba una buena charla con mi prima para que me explicase todo, y como no quisiera le pediría a Oliver que la interrogue hasta que suelte algo.
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—¡Efectivamente, gracias, Lexie!— exclamo en medio de todo el drama, cuando mi hermana se cree con la autoridad de criticarme a mí sobre la educación de mis propios hijos, ¡de criticarlos a ellos! ¡pero hay que ver el descaro de esta mujer! Si mi hija se hubiera aparecido en nuestra casa, como debió ser, la historia sería una muy diferente. —Ay, Jen, ¡a esto me refería! Hasta yo sé que no tienes que aceptar alcohol si no es verdaderamente lo que quieres, ¡esas amigas tuyas!— puedo decir que es la primera vez que Jenna me recuerda a mí cuando era joven, así que tampoco es como si pudiera reprocharle mucho más, me convertiría en la madre más hipócrita de la historia, ¡después de Ingrid! —¡Y tú no vas a encargarte de nada!— señalo con el dedo a mi hermana, preventiva —Esto no ha sido más que un desliz, y estoy segura de que Jenna ha aprendido la lección, si no es hoy, ¡mañana cuando tenga resaca!— para su propia suerte tengo experiencia en métodos que la hagan desaparecer en un plis plás.
Se me abren los ojos como platos cuando mi hija, en toda su expresión de máxima ebriedad, se le ocurre decir que el profesor de nuestros hijos me tiene ganas, ¡delante de Ingrid Helmuth! Como si yo estuviera dispuesta a escuchar de nuevo retahílas sobre que lo que me van son los profesores, ¡solo faltaba! —¿Pero qué cosas dices, Jen? ¡QuÉ COSAS!— coloco mis manos sobre la cintura, meneando mi cabeza sin poder creer lo que estoy escuchando —Está más que claro que el alcohol se le ha subido al cerebro hace ya un rato, no te preocupes, Lex, la llevaremos a casa, ya iba a tomarme el día libre de todas formas, yo me haré cargo— digo, dando un paso hacia la figura ebria de mi hija, ¡que para algo es mi hija! —Eso si todavía recuerdas como ponerte de pie, Jen...— murmuro en un tono bromista que no debería utilizar, pero que me resulta inevitable. ¡Mi hija, borracha! Y yo que creía que no viviría para apreciar este momento.
Se me abren los ojos como platos cuando mi hija, en toda su expresión de máxima ebriedad, se le ocurre decir que el profesor de nuestros hijos me tiene ganas, ¡delante de Ingrid Helmuth! Como si yo estuviera dispuesta a escuchar de nuevo retahílas sobre que lo que me van son los profesores, ¡solo faltaba! —¿Pero qué cosas dices, Jen? ¡QuÉ COSAS!— coloco mis manos sobre la cintura, meneando mi cabeza sin poder creer lo que estoy escuchando —Está más que claro que el alcohol se le ha subido al cerebro hace ya un rato, no te preocupes, Lex, la llevaremos a casa, ya iba a tomarme el día libre de todas formas, yo me haré cargo— digo, dando un paso hacia la figura ebria de mi hija, ¡que para algo es mi hija! —Eso si todavía recuerdas como ponerte de pie, Jen...— murmuro en un tono bromista que no debería utilizar, pero que me resulta inevitable. ¡Mi hija, borracha! Y yo que creía que no viviría para apreciar este momento.
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—¡CON ESOS NOMBRES no me puedo esperar nada bueno!— y al decirlo le echo una mirada a mi hermana, que ella me entiende, si me hubiera dicho que se llamaban Lucifer y Satanás me habría espantado menos. Me llevo una mano al pecho cuando mi hija me señala que mi perorata es una tortura para mi ahijada, ¡para nada! ¡la tortura le espera a esas amigas que se andan haciendo las chistosas con ella y aprovechándose de su inocencia! —Pero si no hago más que preocuparme por mi ahijada, su presente y su futuro— me explico, ¿por qué cada vez que quiero defender a mi familia, esta misma lo toma como un ataque? ¿Por qué? Resoplo, si hasta mi hermana ve la oportunidad de echarme el sermón. ¿¿Perdón, Sigrid?? —¡Pero!— mi grito queda en nada, ¿es que nadie le va a advertir a Jenna que con esas amistades no hará más que acabar en problemas? No, claro, una aspirina y una palmada en la espalda, la estamos haciendo muy blandita para las malas intenciones que andan rodando fuera.
¡Y el estado en el que vuelve a la casa! Ni siquiera la suya. ¡Ay, Jenna! De todas, ¡Jenna! ¿Qué falta ahora? ¿Ir a buscar a Alexa de un club de striptease del doce? Me abanico para calmarme, rodando los ojos cuando se menciona al profesor… —¡SIGRID! ¡¿QUÉ ANDAS HACIENDO TU CON EL PROFESOR DE JENNA?!— el grito que doy debe ser peor que un crucio para mi ahijada, así que rápidamente me giro hacia Lexa. —Cariño, por favor, lleva a tu prima a darse un baño, a quitarse… todo ese olor y dale algo, ¡lo que sea! No lo puedo creer, Sigrid. ¡Por favor! ¡Mira lo que consigues! ¡Tu hija emborrachándose porque te andas tirando a su profesor! Lexie, por favor, ¡llevátela, llevátela! ¡Que no escuche! No, no, Sigrid, tú te quedas que vamos a hablar de esto mientras le preparas tu receta para la resaca a Jen— la detengo, que ya está emprendiendo la huída. Yo me encargo de mi hermana, a puertas cerradas como siempre lo hemos hecho, toda la reprobación en mis ojos pasa de Jenna a su madre como objetivo y mis manos en las caderas como detalle de la postura. —Sigrid, por amor al cielo...— suspiro, que a estas alturas, de la lista de hazañas de mi hermana, ¿siquiera puedo decir que me sorprende esto? —¡Ay, Sigrid! ¡Si es que seguimos coleccionando estampas para el salón de la infama de los Helmuth!— exclamo de camino a la cocina esperando que me siga.
¡Y el estado en el que vuelve a la casa! Ni siquiera la suya. ¡Ay, Jenna! De todas, ¡Jenna! ¿Qué falta ahora? ¿Ir a buscar a Alexa de un club de striptease del doce? Me abanico para calmarme, rodando los ojos cuando se menciona al profesor… —¡SIGRID! ¡¿QUÉ ANDAS HACIENDO TU CON EL PROFESOR DE JENNA?!— el grito que doy debe ser peor que un crucio para mi ahijada, así que rápidamente me giro hacia Lexa. —Cariño, por favor, lleva a tu prima a darse un baño, a quitarse… todo ese olor y dale algo, ¡lo que sea! No lo puedo creer, Sigrid. ¡Por favor! ¡Mira lo que consigues! ¡Tu hija emborrachándose porque te andas tirando a su profesor! Lexie, por favor, ¡llevátela, llevátela! ¡Que no escuche! No, no, Sigrid, tú te quedas que vamos a hablar de esto mientras le preparas tu receta para la resaca a Jen— la detengo, que ya está emprendiendo la huída. Yo me encargo de mi hermana, a puertas cerradas como siempre lo hemos hecho, toda la reprobación en mis ojos pasa de Jenna a su madre como objetivo y mis manos en las caderas como detalle de la postura. —Sigrid, por amor al cielo...— suspiro, que a estas alturas, de la lista de hazañas de mi hermana, ¿siquiera puedo decir que me sorprende esto? —¡Ay, Sigrid! ¡Si es que seguimos coleccionando estampas para el salón de la infama de los Helmuth!— exclamo de camino a la cocina esperando que me siga.
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